Trabajando para la Señora María Elena 4

Final y Epílogo de las aventuras en la ganadería.

Mi rutina en la ganadería varió sensiblemente desde aquel día, María Elena me seguía requiriendo es en su alcoba como antes pero mis viajes al pueblo comenzaron a ser cada vez más frecuentes.

A medida que mis encuentros con Rocío se sucedían y nuestra relación avanzaba mi sentimiento de culpa se ampliaba debido a mi doble vida.

Bien era cierto que mis visitas a la Señora eran “forzadas” pero eso no me eximía de disfrutar cada una de ellas y sentirme por tanto miserable cada vez que miraba a Rocío a los ojos.

Por otro lado estaba Gloria que conocía toda la verdad y aunque de momento, a juzgar por el devenir de los acontecimientos, había sido discreta… la duda sobre si se lo contaría todo a su hermana pendía como una espada de Damocles sobre mi cabeza.

Debido a todo este embrollo cada día estaba más tentado de hablar de mi situación con Julián pues supuse que él se había visto en una tesitura igual a la mía y quizá podría ayudarme a resolverla o al menos a sobrellevarla con mayor tranquilidad.

Dejé mi cobardía a un lado y una mañana, mientras hacíamos una parada para almorzar, le hablé:

-       Julián eeeeeh – pese a haber pensado unas mil veces lo que debía decir, en el momento de la verdad las palabras se me atragantaron – mira… verás… desde que llegué la Señora… eeeeh…

Afortunadamente mi compañero me ahorró el trago y dándome una palmada en el hombro para tranquilizarme tomó la iniciativa.

-       No te agobies muchacho – dijo en tono amable – ya sé lo que hay, esto es así.

Tras aquella escasa explicación se levantó e hizo intención de volver a sus tareas pero no pude dejarle ir sin más.

-       Pero, cómo así? Esto es un trabajo ella no podía obligarte, no puede obligarme a…

Julián se volvió con una expresión triste y me miró zanjando la conversación.

-       No puede?...

El resto del día lo pasamos callados, estaba claro que no iba a sacar más información por esa vía, además me sentí miserable. Había comparado mi situación son la suya cuando eran diametralmente opuestas.

Yo era un niño pijo de ciudad que estaba allí por capricho, él no había tenido más remedio que plegarse a los caprichos de la terrateniente de la zona para poder mantener a su familia.

Todos aquellos pensamientos más los que ya traía no paraban de dar vueltas en mi cabeza por lo que decidí marcharme a mi habitación antes que otros días e intentar calmarme allí.

Aquel día la señora estaba fuera pero rechacé la invitación de Rocío para vernos pues no me encontraba con ganas.

Me di una larga y caliente ducha y me tumbé en la cama intentando dejar la mente en blanco. Pasado un rato quedé traspuesto y desperté con mucha hambre cayendo entonces en la cuenta de que llevaba desde la noche anterior sin probar bocado.

Entré en la cocina y busqué algo en la nevera cuando una voz detrás de mí me hizo dar un respingo.

-       Carlos  - Gloria se asomó a la cocina – quieres que te prepare algo?, justo iba a hacerme la cena…

Acepté su invitación y vi el momento exacto para trasladarle mi preocupación, cuando se dio la vuelta hacia la encimera y comenzó a cocinar me armé de valor.

-       Gloria… verás no quiero andarme por las ramas – ella se giró y me miró con aquella preciosa cara, continué, por alguna extraña razón no se me hizo tan complicado abrirme a ella como a Julián hacía unas horas – quiero a tu hermana, cada día más pero… tú sabes lo que hay aquí verdad?.

-       Lo que hay aquí no lo decides tu Carlos, mi hermana nunca te lo echará en cara, aquí se vive así..

-       Pero… - me enfadó que todo el mundo mostrara aquella aceptación ante una situación tan surrealista – estamos en el Siglo XXI¡¡¡¡.

-       Correcto Carlos y estamos en un pueblo perdido… sabes quién me daría trabajo aquí además de María Elena? Nadie, y en el pueblo de al lado? Sabes quién me daría trabajo allí? Lo mismo, nadie y así en el siguiente y en el otro…

Seguía sin ver la lógica a todo aquello.

-       Por qué no os vais a Madrid? O a Jaén? Barcelona? Salid de aquí?.

Ahora fue Gloria la que pareció sentirse indignada.

-       Perfecto Carlos, mañana nos vamos… nos dejas tu el dinero verdad? Y convences a mi padre y a mi madre de que dejen esto… y luego en Madrid nos buscas tu trabajo a todos, a que sí?. Tu puedes salir de aquí. NOSOTROS NO.

Tras terminar de hablar Gloria giró enfadada y desapareció dando un portazo.

Una vez más la había fastidiado, era como si cada vez que intentaba tratar el tema todo se estropease aún más… hasta el hambre desapareció y volví a poner rumbo a mi habitación pues dormido era de la única manera en que todo aquello se desvanecía.

A la mañana siguiente desperté temprano, me pareció oír a un coche entrando en la propiedad pero supuse que eran imaginaciones mías pues era demasiado pronto para Julián y la Señora no solía madrugar tanto para volver de sus viajes. Volví a conciliar el sueño.

A eso de las 7 de la mañana me levanté de la cama, me di una ducha rápida y puse de nuevo rumbo a la cocina para, ahora sí, saciar a mi desatendido estómago.

Justo al cerrar la puerta de mi habitación oí unos ruidos extraños que provenían de la casa principal por lo que me giré. Me sorprendí al ver la ventana de la Señora abierta y la persiana subida pues cuando no estaba la cerraba a cal y canto, quizá era cierto que había vuelto ya…

Intrigado por aquellos misteriosos sonidos avancé descubriendo sin ningún género de duda que venían de la habitación de María Elena.

Aumenté aún más mi sigilo para no ser descubierto y, apoyándome en la pared, miré a través de la ventana.

Lo que vi me dejó completamente helado, sentada en el enorme sillón donde tantas veces le había dado placer estaba la Señora, totalmente desnuda y abierta de piernas pero esta vez no era mi boca la que le daba placer… puesta en cuclillas temblando estaba… Rocío¡¡¡¡.

Tras ellas y de cara a la pared como si de un castigo de hace siglos se tratara estaba, también completamente desnuda la pobre Gloria con el culo amoratado de lo que supuse eran correazos. Su cuerpo era terso y claro, al igual que su hermana, también temblaba a la vez que lanzaba desconsolados sollozos.

Por un momento sentí que María Elena me había descubierto pero no hizo gesto alguno por lo que no desvié la mirada. La Señora comenzó a hablar.

-       Te creías puta – dijo dirigiéndose a Rocío – que podías acostarte con mi hombre sin mi consentimiento?

-       Lo… lo siento – contestaba Rocío con la voz entrecortada a duras penas por tener su lengua enterrada en el coño de la Señora.

-       Más lo vas a sentir. Lámeme el culo.

María Elena se deslizó ligeramente en su asiento ofreciendo su agujero anal a la pobre Rocío que, sin rechistar redirigió allí su lengua. Ávida de satisfacer a su ama comenzó a lamer mientras su nariz se introducía en el coño de la Señora.

-       Eso es, huele bien un coño como es debido puta, y tú – añadió dirigiéndose a Gloria – cállate o vuelvo a coger el cinturón.

Los gemidos de Gloria cesaron parcialmente y Rocío, supongo que para desviar la atención de su hermana comenzó a lamer más rápido el culo de María Elena pasando después a su abultado clítoris.

La Señora empezó a gemir, la conocía bien y sabía que no tardaría en correrse en la boca de mi pobre novia… y así fue, entre sonoros jadeos llegó al clímax empapando la cara de Rocío y apretando su cabeza entre sus piernas en incontrolables convulsiones.

Cuando se hubo apaciguado por completo, con la cara empapada de Rocío aún frente a su peludo coño volvió a hablar.

-       Túmbate, voy a marcarte para que no se te olvide quien manda aquí.

Rocío, con cara de pánico comprendió lo que la señora pretendía y suplicó.

-       No… eso no por favor…

-       No me repliques – gritó María Elena enfadada poniéndose en cuclillas sobre Rocío – obedece o lo pongo a tu hermana el culo aún más rojo y os arruino a todos panda de animales¡¡¡¡, te iba a mear el cuerpo pero por contestona vas a saborear mi meada.

Rocío empezó a llorar y la Señora comenzó a mear todo su cuerpo dirigiendo el último chorro directamente a su boca.

No pude más y retrocedí sobre mis pasos hasta mi habitación, una vez allí noté que estaba empalmado y tomé la determinación de salir de allí. No podía más, el sentimiento de culpa crecía dentro de mí haciéndome sentir un miserable.

Ni siquiera me despedí de Rocío, mucho menos de Gloria, la Señora o Julián. Rápidamente hice mi maleta, tomé mi coche y me dirigí a deshacer el camino que, unos meses antes, me había llevado a aquel lugar.

Paré en la primera gasolinera que encontré pues las horas sin comer ya sobrepasaban el límite de lo asumible.

Al tirar del freno de mano caí en la cuenta, era la gasolinera de Rocío, obviamente ella no estaba allí pero el recuerdo del día que la conocí volvió nítido a mi cabeza, parecía que hacía muchos años instante en el que ilusionado paré en aquel mismo lugar y conocí a aquella chica que robó mi corazón, ahora le había destrozado la vida… y la mía de paso.

Epílogo.

Me trasladé a una casa que mis padres tenían en la Sierra de Madrid, como ellos solo subían en verano estuvieron de acuerdo en que me quedara allí, tras mucho tiempo arrastrándome logré retomar la relación con mi novia, hoy mi mujer y… tiré de contactos para volver al “triste” mundo de oficina.

No recibí señales de vida de ninguno de los que me acompañaron aquellos meses en mi periplo en la ganadería suponiendo que, de alguna uno otra manera, todos se hicieron a la idea de lo que había ocurrido.

Aún echo de menos mis mañanas con Julián, cómo me cuidaba Gloria, los polvos con María Elena y… como no, mi amor por Rocío a la que no he dejado de querer

…y cada día tengo la tentación de volver a marcar su número.