Trabajando para la Señora María Elena 3
Carlos aprende que no se debe subestimar el deseo sexual de una madura mientras explora nuevos horizontes.
Llegué a mi habitación y me di una ducha rápida. Ya en la cama me puse a pensar sobre los sorprendentes acontecimientos de aquel día.
El hecho de haberme follado a María Elena no me disgustaba en absoluto pero había varias aspectos de todo aquello que me turbaban. Lo primero era esa actitud de superioridad que destilaba que, si bien me excitaba tremendamente, también me inquietaba en parte.
Además, que Gloria estuviera al corriente de que era una especie de esclavo sexual de la señora no me hacía mucha gracia y, sin duda, lo que más me sorprendía era lo que Elena había mencionado sobre Julián.
En ningún caso hubiera imaginado que mi bonachón compañero de fatigas se hubiera prestado a algo así. Una vez más sopesé hablar con él del tema a la mañana siguiente pero volví a desechar la idea pues no me sentía con fuerzas.
Al poco quedé dormido.
Los días posteriores combinaron la rutina de mi trabajo “oficial” con mis visitas nocturnas a la alcoba de Doña Elena las cuales también se hicieron habituales. Prácticamente todos los días, al acabar de cenar, la señora me reclamaba en su habitación donde, a su elección, procedía a lamerla, follarla o simplemente masajearle la zona que tuviera a bien.
Bien entrado ya el mes de Noviembre la Señora anunció que se ausentaría por unos días pues debía realizar unas gestiones en Barcelona.
Dado que la noche anterior había “librado”, Elena me requirió aquella misma mañana en su habitación liberándome de las tareas campestres lo cual acepté de buen grado.
Me recibió con uno de sus conjuntos de ropa interior de encaje y según ingresé en la alcoba echó a un lado la braga dejando ver su enorme coño e invitándome a lamerlo.
Tras largo rato recorriendo su coño con mi lengua y saboreando sus abundantes jugos, la Señora se puso a cuatro patas y ordenó:
- Lámeme el culo.
Me dirigí a su agujero anal y empecé a lamer dilatándolo con mi lengua. Cuando estuvo bien ensalivado recibí la siguiente orden.
- Dame por detrás, en la mesilla tienes lubricante.
Era la primera vez que me lo pedía y me excitó sobre manera la idea así que, tras lubricar bien su retaguardia, comencé a introducir mi polla. No me costó mucho pues supuse no era la primera ni la segunda vez que María Elena recibía un rabo por aquel orificio. Una vez la introduje del todo, comencé a follarla al principio con cuidado pues temía hacerla daño, tras una serie de embestidas me pidió que la diera más fuerte increpándome por mi suavidad y no perdí la oportunidad de incrementar el ritmo agarrándola por las caderas.
Su apretado culo presionaba mi polla lo que me hacía luchar encarnizadamente para no correrme. Mis huevos chocaban rítmicamente contra sus labios vaginales y sus tetas se bamboleaban en cada embestida.
Dirigió su mano hacia el coño y comenzó a acariciarse el clítoris de manera violenta estallando en un brutal orgasmo tras el cual me corrí llenándole el culo de leche que empezó a manar cuando saqué mi polla.
Siguió exprimiéndome durante horas, después llamó a su chófer y se marchó.
Pese a que mi situación no me disgustaba en exceso, tenía la necesidad de salir un tiempo de aquel ambiente y pensé que era un muy buen momento para decidirme a llamar a Rocío, de la que ya había recibido algún mensaje reiterando su ofrecimiento a enseñarme los alrededores.
Así lo hice y aquella misma tarde quedamos para cenar el día siguiente.
Para evitar destrozar aún más los bajos de mi coche en el pedregoso camino, tomé prestada del cobertizo una pick up que utilizábamos para mover la paja. Las llaves estaban puestas y partí hacia el pueblo encendiendo el GPS de mi móvil pues la orientación no era uno de mis puntos fuertes.
Al poco tiempo ingresé en la calle principal y al final de la avenida donde habíamos quedado vi a Rocío, iba muy abrigada dadas las bajas temperaturas de aquellos días pero su preciosa cara me recordó al momento por qué quedé tan enganchado al verla.
Propuso ir a un pub cercano a tomar una copa cosa que acepté de buen grado, al entrar todo el bar se nos quedó mirando por lo que, tras pedir, nos situamos en un rincón algo apartado, Gloria se deshizo de su abrigo y pude volver a apreciar sus enormes tetas, un fino jersey azul marcaba unos apetecibles pezones que no pude evitar mirar descaradamente.
Según fueron cayendo las copas, noté como Gloria se arrimaba más de lo necesario cogiéndome el brazo con asiduidad. Decidí contra atacar y, con la excusa del volumen de la música, comencé a hablarle al oído rozando ligeramente su oreja con mis labios.
Sus pezones que, acostumbrados al calor del local, se habían relajado volvieron a ponerse duros lo que me indicó que podía seguir con mis maniobras. Con el dedo índice le rocé la mejilla, como vi que lo aceptaba de buen grado seguí bajando por su cuello. Su cara se giró hacia mí y nos fundimos en un apasionado beso entrelazando nuestras lenguas.
Aprovechando que estábamos en un lugar algo retirado, metí mis manos por debajo del jersey y, retirando ligeramente el sujetador, acaricié esas enormes tetas mientras la seguía besando. Como no oponía resistencia decidí ir más allá y le pellizqué los pezones haciéndola estremecer.
Deslicé mi mano hacia su ombligo y desabroché el primer botón de sus vaqueros para poder acceder a sus bragas. Metí la mano por debajo de su ropa interior y noté que tenía el coño totalmente depilado, seguí bajando y constaté que el incremento de los gemidos se correspondía con el encharcamiento de su coño.
La cosa se estaba poniendo demasiado salvaje incluso para aquel oscuro recoveco por lo que le propuse salir de allí. Tomándola de la mano nos dirigimos hacia el coche.
Propuse ir a su casa pues dada la distancia y la falta de intimidad de mi hacienda pero me comentó que vivía con sus padres y que no verían de buen modo aquella visita nocturna.
El calentón que teníamos no nos dejaba contemplar si quiera posponer aquello por lo que, pese al frío y tras colocar una manta en su suelo nos trasladamos a la parte de atrás de la pick up.
Bajé sus vaqueros y comencé a comerle el coño. Estaba totalmente empapado. Ella abría sus piernas invitándome a comerle aún más profundo y no perdí la oportunidad, alcé un poco sus piernas y deslicé mi lengua hacia su culo algo dubitativo pues no sabía cómo se tomaría aquello.
En el momento que lamí su agujero sus suspiros se transformaron en gritos por lo que ya no dudé en enterrar mi lengua en su retaguardia.
De pronto me apartó de encima y me tumbó boca arriba en la camioneta.
Se deslizó hacia abajo y, quitándome pantalón y calzoncillos, comenzó una espectacular mamada en la que alternaba la succión de mi polla con largos lametones en mis huevos. Jugaba con mi glande rozándolo ligeramente con sus dientes mientras con sus manos recorría arriba ya abajo el tronco de mi polla escupiendo sobre ella cad apoco tiempo.
Una vez más invertimos papeles y me situé encima suyo penetrándola salvajemente hasta fundirnos en un intenso orgasmo.
Nos quedamos unos segundo tirados en la pick up pero rápidamente el frío nos empujó hacia dentro, tras unos besos de despedida y la promesa de vernos pronto nos despedimos y puse rumbo a la finca.
Aparqué y me dirigí a mi habitación, justo cuando iba a girar el pomo de la puerta escuché una voz detrás de mí.
- Donde estabas – María Elena me sobresaltó. Había vuelto antes de tiempo.
- Bajé al pueblo con un amigo – mentí.
Se giró hacia su habitación indicando con el dedo que la siguiera. Cosa que hice.
De pronto caí en la cuenta de que, tras el polvo que ababa de echar, no rendiría como la señora desearía pero negarme no era una opción por lo que decidí probar.
Según cerré la puerta de su habitación, la señora me empotró contra la pared metiendo su lengua en mi boca y clavando la rodilla en mi entrepierna. Rápidamente la correspondí subiendo su falda y acariciando su culo bajo las bragas de encaje, deslicé mi dedo hacia su agujero anal y, mientras me agarraba el paquete, ejercí cierta presión metiéndole la primera falange.
Pese al reciente polvo y ante mi sorpresa no tuve problema para empalmarme cosa que la señora aprovechó para recuperar el escaso tiempo perdido.