Trabajando juntas

Laura llega a una nueva empresa y encuentra a una compañera que le desata nuevos instintos

Laura llegaba tarde el primer día de formación, el cosmos se había alineado para que no dar buena impresión en su presentación.

Era un grupo nuevo, al que todavía no había visto, y no quería llegar nerviosa. Cuando entró en el aula, se fijó que como siempre, había una gran mayoría femenina. 'Otro curso que no rasco nada' pensó.

Empezó a dar la primera hora de clase, se fijó que había una morena que no dejaba de mirarla, de forma diferente. Quiso quitarse de la cabeza esa sensación, pero cada vez que se giraba para ella, sentía que se la comía con la mirada. No sabía si sentirse halagada o incómoda, nunca nadie de su mismo sexo le había prestado ese tipo de interés, o por lo menos, que ella se hubiese dado cuenta.

Llegó el segundo día y se fijó que la morena iba bastante más provocativa que el día anterior. Fijándose bien, la chica era muy guapa y tenía un buen cuerpo, tal y como dejaba ver su escasa vestimenta.

Pasaron los días y las miradas de ambas se iban haciendo más cómplices. Laura no entendía nada, nunca se había sentido atraída por una chica. Hasta que un viernes, al finalizar el curso, la morena le propuso ir a tomar una caña. Laura dudó en un principio, pero se dijo que por qué no, y quedaron para ello. Se intercambiaron los móviles y quedaron en verse más tarde. Cuando se encontraron en el bar, las cañas dieron paso a copas y una conversación divertida a un acercamiento peligroso. La morena, llamada Rosa, le hizo estar cómoda enseguida, mientras iba acercándose a ella de forma sutil. Primero, fueron ciertos roces en las manos, una caricia tonta en la cara, una retirada de pelo, acercarse a oler el cuello de Laura, que se estremecía con cada roce.

Cuando se quisieron dar cuenta, estaban besándose, al principio con timidez y con muchas dudas, sobretodo por parte de Laura, pero con el roce y la bebida, se fue animando, hasta que se iban comiéndose a besos, mientras se rozaban con necesidad. Decidieron ir a casa de Rosa, que esta cerca del local, mientras se iban parando en cada semáforo para besarse con esa desesperación que sólo conocen dos cuerpos necesitados de sexo.

Cuando llegaron a casa de Rosa, tiraron al suelo bolsos y abrigos, y se fusionarion en besos furiosos,necesitados, desesperados. Conviritieron el encuentro de sus lenguas en una lucha. Gemían, jadeaban, se buscaban. Esta vez fue Laura quien se aventuró a buscar por debajo de la falda de Rosa. La levantó y vio que llevaba un tanga y un liguero, que aunque nunca le habían dicho nada, en ese momento la excitaron. Le bajó el tanga con destreza y tocó su humedad con gusto, para empezar a buscar su clítoris. Rosa jadeó, gimió y se sorprendió, pero Laura supo como hacerle gritar de placer. Empezó de forma suave, parando de vez en cuando para aumentar su locura y su necesidad de orgasmar, mientras le metía uno, dos, tres dedos en su mojado interior. Siguió así hasta que Rosa empezó a sentir ese calor que sólo se siente cuando sabes que vas a tener un orgasmo brutal. Y así fue, Rosa se estremeció, y se tuvo que sujetar a la pared para no caerse a causa del orgasmo.

Una vez se recuperó, llevó a Laura hasta el dormitorio. Allí, la empezó a desvestir, con delicadeza, mientras iba besando cada zona del cuerpo que quedaba desnuda. Cuando la dejó sólo en braguitas, la tumbó en la cama, se agachó al centro de su deseo y empezó a succionar, a chupar, a morder el clítoris y a hacer enloquecer a Laura. Rosa disfrutaba con el sabor de Laura, metía la lengua en la vagina, la saboreaba, volvía al clítoris y cuando tenía a punto de estallar, bajó el ritmo para alargar la dulce tortura de Laura, que se estremecía, gritaba, jadeaba y gemía mientras suplicaba por el orgasmo. Cuando ya no pudo más por la excitación que le provocaba Laura desnuda en su cama y totalmente a su merced, le provocó el mayor orgasmo que Laura recordaba haber sentido.

Una vez se recuperaron, volvieron a la carga, esta vez con juguetes. Rosa tapó los ojos de Laura, que se dejó hacer y disfrutaba a cada beso, a cada mordisco. Rosa le cogió los pechos, los chupó, le endureció los pezones y jugó con ellos hasta que Laura estaba completamente mojada. Cuando se aseguró, se puso un arnés con el que la folló. A Laura le cogió totalmente por sorpresa, y buscó los labios de Rosa para poseerla mientras ésta empujaba una y otra vez hasta hacerla suya. Laura orgasmó de nuevo, gritando y curvándose, saltando y quedando agotada. Estaban extasiadas, olían a sexo y eso les excitaba. Agotadas, fueron a la ducha, donde empezaron a besarse de nuevo, no tenían bastante la una de la otra. En este caso, Laura cogió las riendas. Tomó el gel de baño y fue lavando a Rosa de forma delicada, entreteniéndose en los pezones, chupándolos y poniéndolos duros, mientras se sorprendía lo mucho que le excitaba hacerlo. Fue bajando hasta el pubis depilado de Rosa, se arrodilló y se lanzó a comérselo, al principio con un poco de duda, pero viendo lo que le excitaba a Rosa, con insistencia, y al comprobar que le gustaba, con más efusividad, ganas, empezó a succionar, a jugar, a saborear a Rosa, mientras las dos se mojaban con el agua de la ducha. Rosa se abría cada vez más, mientras movía las caderas buscando su propio placer, hasta que consiguió llegar al orgasmo de nuevo, que le hizo convulsionarse y gritar.

Salieron de la ducha mientras se besaban y se secaban, entre risas besos y roces, para continuar con una noche de placer y sexo.