Totalmente mía

Este es un relato verídico. Aunque soy una esclava, el relato está visto desde el punto del Amo, ya que así me pareció más interesante. Si os gusta, enviadme un mail.

TOTALMENTE MÍA

Aún me asombraba tu orgullo. Habías errado, te recordé con voz severa, y tú sonreíste, mezcla de miedo y determinación. Tus manos están sujetas, tus piernas separadas en un triángulo perfecto, con tus nalgas ofrecidas a mí. Tu error te costaría caro. Debía enseñarte, por tu bien y por el mío, a no levantarme la voz. Jamás.

Recuerdo, viéndote desnuda, el día que te entregaste a mí. Tus hermosos ojos de gata brillaban con deseo y anticipación, no creías que fuera capaz de domarte, y así me lo hiciste saber. Y yo, sonriendo, te dije que serías mía. Sin límites. Sin barreras. Totalmente mía. Mi esclava. Y tú tambien sonreíste, como sonríes ahora, desafiándome.

Acerco mis manos a tu hermoso rostro y te acaricio, levantándote suavemente la cara para que me mires a los ojos. No dices nada. Yo tampoco. En el silencio, tu mirada me tienta a desatarte y tomarte suavemente, pero mereces un castigo, y así te lo hago saber. Me inclino suavemente, acariciando tu blanca piel, y tú te agitas, la excitación ha vuelto a hacer presa en ti. Tus ojos siguen el camino de mis manos, y descubres, atemorizada, la fusta a tus pies. Me miras, casi suplicante… tan hermosa, tan femenina… De un ligero empujón te vuelvo, ahora estás de espaldas a mí. Te acaricio la espalda, las nalgas desnudas, las piernas, con la fusta, y oigo tus gemidos de animal acorralado, confuso y temeroso. Recojo la cuerda que suspende tus brazos y tiro un poco más, haciendo que quedes completamente estirada, de pie, tocando el suelo solamente con la punta de los pies.

Acerco mi cuerpo al tuyo. Mi verga atrapada en mis pantalones ansía separarte las nalgas y poseerte, hacerte mía. Pero eso ha de esperar. Te muestro lo que tengo en mis manos. Te estremeces. Ya lo conoces, y eso quizás hace que lo temas más. El roce del frío metal en tu cuerpo te hace suplicar quedamente, pero callas ante mi orden de silencio. Una pinza de acero se cierra sobre tu oscuro pezón. Tu cuerpo se convulsiona, se tensa, deseando escapar de tan agudo dolor. Al momento, sin dejarte apenas respirar, te coloco la otra en el otro pecho. Gritas con la boca cerrada, en un obstinado intento por desafiarme, por conservar algo de tu orgullo. Pero aún no sabes qué te espera. Algo cuelga de la cadena que une tus pezones, algo que no puedes ver. De pronto sientes mi mano en tu sexo. Lo tienes húmedo, a pesar del dolor. Tu cuerpo te traiciona, hermosa, y veo como reaccionas ante mis caricias. De improviso, y sin avisarte, una tercera pinza se cierra sobre tu ofrecido clítoris, tensando la cadena que lo une a tus pezones. Al mismo tiempo, hundo dos dedos en tu coño depilado y suave, y no sabes si gritar de dolor o de placer. Estoy jugando contigo, no puedes verme, y sin embargo sientes mis dedos follándote, que te trastornan, te vuelven loca. Suplicas más, más, casi ordenándomelo. Tiro de las cadenas, devolviéndote el dolor, recordándote quien manda. Recordándote tu condición de esclava.

No te lo he dicho, no sé si lo haré nunca, pero te profeso un profundo amor que ha nacido gracias a tu entrega, Detengo mis dedos, siento tu coño palpitar en busca del ansiado orgasmo. Decido concedértelo, e imprimo a mis dedos otra cadencia, penetrándote cada vez más rápido, más profundamente, hasta que todo tu cuerpo se estremece y tú gritas, desde el fondo de tu alma, que eres mi esclava. Dejo que disfrutes. Tu cuerpo poco a poco queda laxo, se relaja, y quedas colgada de tus manos. Recojo la fusta, pues ha llegado el momento de tu castigo. La ves en mis manos. Tu mirada, antes de placer, ahora refleja temor. La deslizo por tu coño, suave, humedeciéndola. Luego, lentamente, la subo hacia tu boca, forzándote a abrirla, follándote la boca con el improvisado consolador.

Te abandono un rato, con la fusta en la boca, mientras me voy a buscar una copa de vino. Dejo que tu imaginación piense en lo que te espera. Vuelvo. Lentamente, derramo vino sobre tu espalda, está frío, y tu cuerpo sudoroso se estremece al contacto del rojo líquido. Te lamo la espalda, no es cuestión de desperdiciar tan codiciado tesoro. Y, al mismo tiempo, recojo la fusta de tu boca. Bien, esclava, no la has dejado caer. Pero eso no minimizará tu castigo.

Me separo unos pasos de ti, y tú intentas girarte para verme, aunque una orden tajante te hace desistir. Oyes silbar el látigo, pero no lo sientes. Te sorprendes. Tu confusión aumenta, y de repente sientes la mordedura del cuero en tu blanca piel. Te cojo del pelo, echándote la cabeza hacia atrás, y te ordeno que cuentes los latigazos. Si pierdes la cuenta, volveremos a empezar. Y tú cuentas. Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Me detengo y acaricio tus nalgas, ya un poco enrojecidas. Seis. Siete. Siento como pierdes el aliento cada vez que notas el castigo. Ocho. Nueve. Diez. Ya tienes el cuerpo enrojecido, bañado en sudor, pero no me pides que me detenga.

Has sido bien entrenada, y sabes que lo mereces. Once. Doce. Trece. Catorce. Quince. Acerco mi mano izquierda a tu coño, y tus jugos de hembra se derraman sobre mí, y tus ojos se llenan de lágrimas. La primera vez que te castigué eran de dolor, ahora son de agradecimiento. Dieciséis. Diecisiete. Dieciocho. Diecinueve. Veinte. Llorando, me pides, me suplicas perdón. ¿Estás lo bastante arrepentida de tu mala conducta? Yo creo que no. Dos mas. Veintiuno. Veintidós. Tus nalgas están hermosas, tu cuerpo está sensibilizado por el mordisco del cuero, caliente por el castigo recibido. Apenas emites un leve quejido cuando retiro las pinzas de tus pezones y del clítoris, y procedo a soltarte las manos. Aflojo las cuerdas, y tus piernas hermosas se doblan. Caes de rodillas ante mí, y besándome los pies, me agradeces el castigo. Mi hermosa esclava… Te ayudo a levantarte, y como no te sujetas, te levanto en brazos y te llevo hacia la cama susurrándote dulces palabras que hacen que rompas en sollozos, desconsolada y enamorada. Allí te tumbo y te suelto tus últimas correas, para que, cuando cubra tu cuerpo con el mío, puedas acariciarme, sentir mi piel, y yo pueda curar con besos tus heridas.

Esta historia es real, mi nombre es Crysania, y si quieres comentarme algo, si eres Amo/a o esclavo/a, o simplemente te ha gustado, envíame un mail a Takhisis_5@hotmail.com