Totalmente desnuda
¿Puedes estar más desnuda que en una playa nudista?. Sí, cuando además, saben tus experiencias y fantasías.
TOTÁLMENTE DESNUDA.
En Uruguay, de vacaciones, tuve una serie de experiencias sexuales que me ayudaron a ser más yo. Esta historia está escrita en colaboración con otra mujer: Carmen, a ella va dedicada.
Vacaciones en Uruguay 1.
Primero me lamía, después secaba la saliva con los labios y me daba un pequeño mordisco, de una manera sistemática. Empezó en el lóbulo de la oreja derecha, bajó por el cuello, se entretuvo en las clavículas, y parando , luego recorrió el mismo camino a la inversa, hasta el lóbulo izquierdo
Yo temblaba de deseo, estaba totalmente mojada.
Sus dedos jugaban con mis pezones, erectos por la excitación, cuando su boca llegó a ellos y los mordió, chupó, yo notaba que me venía un orgasmo, sin que aquella mujer hubiera tocado mi concha.
Pero lo hizo, yo quise abrazarla, besarla, pero me pidió:
"Estate quieta, déjate hacer"
La obedecí, extendí mis brazos en cruz sobre la cama, y me dejé amar.
Con el índice acarició mi botón rosado, y comencé a sentir las oleadas del placer. Entonces me besó y entre mis gemidos la oí susurrar :
"¡Cómo te gusta!, Gatita"
Cuando llegaste a Chihuahua , supe que ibais a poneros a nuestro lado. En una playa nudista, si vas con un niño pequeño no tienes más remedio que situarte cerca del aparcamiento, pues hay que mover, sombrilla, sillas, nevera, la comida, las toallas, todo un equipo de apoyo. Como nosotros con nuestro nieto. Tu marido tuvo que hacer dos viajes hasta que os empelotasteis , en el primero trajo la sombrilla y las sillas, y
luego mientras tú y el niño empezabais a organizaros, cargó con dos neveras. Bien preparados. Al desnudaros y me atrajo lo que ví. Tu marido, próximo ó en los cuarenta, pelo negro, un poco largo, con barba de semana, ligeramente gris. Al quedarse en cueros, dejó ver un cuerpo bien construido, fuerte, con un poco de grasa,, al estilo del actor de Gladiador. Pero en más bajito, y no tan guapo. La polla normal, de larga , pero bien gruesa.
Tú con el pelo negro y corto, los ojos oscuros , muy vivos, la boca grande y de labios gruesos, bien dibujados. Las tetas parecían flanes, consistentes pero móviles, las piernas finas pero bien moldeadas, de los que me gustaría tener, las mías son excesivamente clásicas , de escultura griega. Pero lo que destacaba era tu piel, suave, de un color caramelo claro y el pubis depilado. Si tu marido me recordaba a Rusell , tú a la Verdú, pero más morena de piel con genes indios en tus ancestros. En aquella playa nudista pensé que erais liberales en el uso del sexo.
Fueron los niños los que ayudaron a que entabláramos conversación, dos críos de tres años con cubitos y palas hicieron que la abuela y la madre tuviéramos que ayudarles a hacer castillos en la arena, mientras los hombres leían tranquilos , cosa curiosa, el mismo libro: Los hombres que no amaban a las mujeres ,el primer tomo de Milenium.
Y de pronto todo fue sencillo, yo española, mi marido uruguayo, tú argentina, y el tuyo español, así que cuando decidimos que era hora de cambiar los roles y que los hombres se ocuparan de los infantes, la conversación surgió fluida. Al final de la tarde, a la hora de irnos a casa, sabíamos que compartíamos muchas de nuestras aficiones, como la lectura, el cine, Sabina, la cocina, y tomar el sol desnudos.
Veintiséis años de matrimonio permiten conocer al otro, así que cuando el niño se durmió, me di cuenta que Carlos, mi marido, andaba excitado por ti ,la argentina de la playa, me acerqué para hacerle un solo de flauta. Tenía la boca llena con su polla, que se iba endureciendo, yo también estaba cachonda, los meses en Uruguay con el niño, no nos permitían llevar la misma vida sexual que en España, con nuestro círculo de amigos con los que practicamos el intercambio y hasta alguna pequeña orgía, vosotros me habíais llenado la cabeza de ideas.
"Anda, tómate un viagrita y dame marcha"- le pedí a mi marido. No se hizo rogar.
Estaba a cuatro patas, para coger a lo perro, Lalo detrás preparado para clavarme su verga . Me penetró de un golpe.
Sus movimientos eran lentos y profundos, me di cuenta que no quería correrse enseguida, que quería paladear el polvo que me estaba echando.
"Gatita, ¡cómo te gusta poner cachonda a la gente!. A los abuelitos les tenías encandilados"- aprovechó el comentario para darme un par de nalgadas.
Me moví con malicia, sintiéndole dentro, bien profundo.
" A vos, lo que te gusta es tener una mujer que te envidian todos.¡ Moro, más que moro!"
Aceleró sus embestidas, sentía sus bolas golpeando mis muslos cerrados, lo que hacía que su miembro dentro de mí, estuviera enfundado como por un guante.
"Ella no está mal, está buena para su edad"
Comencé mover los músculos de mi vagina, para algo deben servir las bolas chinas, estrujando su pija encendida.
"Pues él se da un aire a Jeremy Irons"
Sus movimientos eran más rápidos, me agarró por las caderas, y en sacudidas escupió su semen dentro de mí
Al día siguiente, cuando llegamos a la playa, ya habíais llegado. Nos colocamos a vuestro lado. Tu marido ayudó al mío en el transporte del equipo, yo me quedé sentada junto a ti. Me gustabas, alegre y vital, con unas peras que se movían con vida propia, era un placer mirarlas. Cuando llegaron los hombres, el día comenzó a transcurrir como el anterior, pero reconozco que procuraba rozarte, tocarte con cualquier excusa, tu piel tenía un calor que me ponía cachonda. En el agua con los niños, mis toques podían ser más agresivos, a las nalguitas duras y redondas, ó a los pechos, y te dejabas sobar sin poner impedimentos. En la comida compartimos lo que llevábamos cada uno, gazpacho( yo), gambas cocidas (vosotros), brótola rebozada( yo), tortilla de patata( vosotros), con un vino rosado y cerveza. Los niños se durmieron a la sombra, aprovechamos ese rato de tranquilidad para leer. Mi marido y tu seguisteis con Milenium, yo había llevado un libro de poesía de Vallejo, y mi paisano sacó el primer tomo de las obras completas de Zane Grey. Me comentó, con una sonrisa de pícara, que te lo había recomendado una amiga. En ese momento no caí, fue luego al volver a bañarnos con los niños, cuando me cruzó por la mente una serie de ideas, pero necesitaba comprobarlas, y para ello tenía que volver a casa.
Quedamos a cenar en un parador de Piriápolis que a mi marido le habían recomendado, estaba situado sobre la playa, era fácil de encontrar. Apenas llegué le pedí a Carlos que bañara al niño, mientras abrí el ordenador y me metí en Internet buscando TR. En cinco minutos tenía prácticamente la certeza: tú eras Gata Colorada .Vuestros nombres no son Elena ni Lalo, pero erais vosotros. Leí un poco por encima alguno de tus relatos, no eras una de mis autores preferidos pero no me desagradabas, te solía leer. Da un subidón cuando conoces a una autora de relatos eróticos, y te das cuenta que se describen como son, un poco mejorados, pero reales, con lo que deduje que probablemente lo que contaba también podía ser real. Y eso abría un mundo de posibilidades que podían ser un oasis en el desierto de mis meses de estancia como abuela en Uruguay. Me apetecía seduciros, pero precavida hasta no hacer alguna comprobación más, no quise decir nada a mi marido.
Eso sí me arreglé para cenar, de modo que mis mejores encantos, las tetas fueran una invitación al pecado, como diría Paquita la del Barrio. Un vestido camisero de lino crudo, por debajo de la rodilla, pero con cuatro botones abiertos para dejar ver mis pechos enfundados en un sostén blanco de aros . Carlos se puso unos vaqueros y una camisa azul, también estaba guapo. Lalo ( lo llamaré así) con su bermudas de Coronel Tapioca y una camiseta de la gira de Serrat y Sabina, tenía un aspecto de gamberro atractivo, a su lado, tú con una túnica blanca, sin mangas que destacaba más tu moreno, sólo llevabas bragas, por lo que enseñabas al moverte las tetas , de manera natural. Hacíamos un buen grupo. Cenamos ensaladas, pasta rellena de camarones, chipirones a la plancha, y tiramisú de postre. Con un Tanat magnífico. A los cafés los niños dormían en un sofá que pusieron junto a nuestra mesa. Y comenzamos a darle al alcohol, tenían buenas combinaciones, daiquiris y caipiriñas, cayeron dos por persona.
Tu marido, cariñoso te llamaba "gatita", tu apellido era la clave en tu seudónimo, tus estudios, el corto tiempo de traductora técnica, un enchufe que te buscó Lalo, y tu afición por Soriano, autor que yo no conocía. Iba camino de la certeza.
En casa, tras acostar a mi nieto, ante las ganas de Carlos, le hice una mamada de alivio, y me metí en Internet a leerte. Los relatos, algunos comentarios que encontré. Leía a una mano, con lo que las pajas que me hice, tres para ser exacta, te tenían de protagonista. Dejé una nota a mi marido , diciendo quien pensaba que eras.
Llegué caliente al apartamento, las miradas de la mujer, Carmen, devorándome, habían hecho que estuviera empapada. Llevaba varios meses, desde mayo del año anterior sin hacer el amor con otra chica, Julia estaba fuera, y la vida que llevaba, de burguesa de clase media con hijo pequeño, no me dejaba opción para buscar el placer que me apasiona. Si bien soy bisexual, creo que el lesbianismo me llena más.
"Cómeme la concha, en cuanto acuestes al niño."
Me desnudé y me tumbé abierta en la cama esperando a mi marido. Cuando me vio tocándome, tenía muchas ganas, acercó su rostro a mi entrepierna. Yo no quería preliminares, ansiaba sentir su lengua en mi clítoris. Me lamió hasta que me vine. En las últimas oleadas del orgasmo me ensartó con su ariete, levanté las piernas para que llegara a lo más profundo de mí. Me excitaba sentir la hebilla de su cinturón contra la piel de mi vientre, y el acero de la bragueta rozando mi pubis.
Era una cabalgada salvaje en la que antes de derramarse en mí, logró que como las olas en el mar que van de tres en tres, yo rompiera en el placer supremo el mismo número de veces.
Carlos y yo tenemos los sueños cambiados, a mi me gusta la noche , a él la mañana. Así que cuando me desperté, él ya llevaba varias horas levantado, había dado el desayuno a nuestro nieto que jugaba tranquilo en el jardín, estaba en el ordenador leyendo los relatos de nuestra amiga Gata Colorada, compañera de nudismo y de juegos infantiles y como buen uruguayo tomaba mate, mientras fumaba un cigarrillo La Paz, algo que sólo los orientales, saben lo que indica, una capacidad importante de fuerza, es como el Habanos español, pero más fuerte. Le di un beso , tenía la polla en levanten armas, le había excitado la lectura de tus aventuras y fantasías. Como siempre, desde que le conozco, casi 30 años, su capacidad de análisis me ha impresionado, así que atendí a sus consejos para poder disfrutar de vosotros, nuestra futura pareja compañera. Fueron sencillos:
No deciros nada de que sabíamos quienes erais . El conocimiento es poder y si el otro no sabe lo que tú sabes de él, puedes controlar más la situación.
b) A ti te gustaban las mujeres, así que debía atacar yo, poniéndote como una moto. En la playa, disimulando, tocarte bien tocada, acariciarte todo lo que pudiera.
c) Tu marido es un moro, no había relatos donde él ofrecía a su mujer, sólo con los venezolanos, y eso porque parecía que la otra tía estaba como un templo. Así que habría que ir despacio, pues como mi marido quería follarte, no convenía asustarlo.
d)Éramos mayores que vosotros, luego debíamos poner algún morbo añadido si queríamos que cayerais en nuestras redes.
Esta vez llegamos mas tarde y nos sentamos a vuestro lado. Creo que en una playa nudista, a no ser que estés en una zona solitaria, no debes meter mano, el confundir el desnudo con el despelote indica que no sabes donde estás. Puedes juguetear pero sólo eso. Y más en nuestro caso, que íbamos con niños pequeños. Pero en juego, te sobeteé un montón y te gustaba, entendía porque te llamaba tu marido "gatita", eres como un felino ronroneante y mimoso. Ese día, el mar estaba picado, lo suficiente para que la infancia sólo pudiera mojarse un poco los pies. Nosotras dejándolos en la orilla, jugábamos con las olas y ahí entre caídas y revolcones, me puse ciega. Toqué tetas, culo, y hasta el conejo, que estaba mojado por el agua y húmedo por la excitación. Yo , también dejé que me metieras mano, así que el día transcurrió en un encendido de sexo, poniéndolo en marcha, pero sin hacer la carrera.
Nuestros maridos habían quedado a cenar en casa, un asado uruguayo, ese iba a ser el campo de batalla.
Lalo con unos vaqueros y una camisa azul, con náuticos negros estaba magnífico, y tú eras una invitación al sexo. Un vestido rojo, fruncido, sin tirantes, sujeto en las tetas, corto, a medio muslo, con sandalias blancas, de esas que con una tira de cuero se atan a la pantorrilla. Dejamos a los hombres preparando el asado y las ensaladas, subimos a acostar a los niños después de darles de cenar. Fue entonces, cuando dormían como dos angelitos cuando te besé. Te entregaste y tus labios mullidos se pegaron a los míos como si fueran ventosas, para responder con lujuria cuando probé a meterte la lengua. Tiré del vestido, dejando tus senos con los pezones erectos al aire ,lo bajé y cayó al suelo. Sólo llevabas una tanguita roja.
Separando la tela, con tu coño a la vista, comencé a lamerlo.
Cuando llegamos Carmen y yo, de la mano, al quincho donde la carne estaba acabando de hacerse, mi marido preguntó:
-" ¿ Ya os habéis comido?"
- " Yo a tu mujer"- contestó Carmen, pasando un brazo sobre mi hombro y dándome un beso en la boca.- "Está en deuda conmigo"-
Carlos pidió que nos sentáramos, que para satisfacer curiosidades había tiempo, pero el asado estaba a punto y como buen oriental eso era un rito.
El quincho estaba cubierto, junto a la parrilla una mesa grande de madera, con dos bancos corridos a cada lado donde nos sentamos, enfrentadas las parejas.
Cayó la ensalada, el chorizo, las mollejas, la morcilla, el asado de tira, todo bien regado con un vino rosado frío del que dimos cuenta de tres botellas.
Carmen me pidió que la acompañara a preparar el café, me llevó de la cintura dentro de la casa, en la cocina puso una cafetera, mientras se hacía la bebida, aprovechamos para volver a besarnos.
Yo estaba empapada y cuando mi mano buscó su vulva, entrando para la cintura de los jeans, me encontré su vello ( no se depilaba ) totalmente mojado, jugué con mis dedos entre sus labios, y cuando los saqué saboreé su néctar íntimo.
Volvimos al quincho, ella con la cafetera, yo con la bandeja, las tazas, cucharas y azúcar. Les servimos el café, nos sentamos juntas, enfrentados hombres y mujeres. Las miradas, los comentarios iban creando una tensión sexual que sabía iba a estallar, pero yo no quería encender la mecha, era la única que ya me había venido. Los ritmos les tocaba definirlos a los demás.
" Estás en deuda, debes devolver el favor a nuestra amiga Carmen"- propuso mi marido.
" Creo que nos merecemos un espectáculo. Desnudaros. Y haced un homenaje al "Cartero nunca llama dos veces". Cómetela en la mesa"
Las dos mujeres nos quitamos la ropa. Mientras ellos dejaban la mesa libre poniendo todo en la bacha junto a la parrilla.
Carmen se tumbó dejando el pubis en el borde , yo me senté entre sus dos piernas abiertas. Sentía la dura madera en mis nalgas.
" No pierdas tiempo. Chúpame el clítoris"- me pidió.
No se depilaba, ante mí, un matojo de vello negro, totalmente empapado, con los dedos descubrí su pequeño botón, y bajé mi cabeza hasta que mi lengua comenzó a lamerlo.
Nunca me había comido una concha peluda, la novedad me excitaba más. Me agarró apretándome contra su sexo. Cerró los muslos, yo casi no podía respirar, pero enseguida tuve mi premio cuando noté los espasmos de su orgasmo.
Cuando separó las piernas que aprisionaban mi cabeza pude oír los aplausos de los dos hombres, que se habían desnudado mientras yo me ocupaba de Carmen. Las pijas estaban en alto, esperando atacarnos.
" Creo que antes de seguir , debíamos tomar algo. Propongo unos gin tonic. Ayúdame, gatita"- propuso Carmen.
Entramos en la casa y buscó la ginebra, la tónica ,el hielo y los limones. Lo puso en una bandeja que me dio para que lo llevara.
El intermedio era excitante y curioso, Carmen y yo calientes pero más tranquilas. Ellos sin bajarles el arma, deseando cogernos. Sentados en el banco corrido de madera, sintiendo su dureza contra nuestras nalgas, éramos un extraño cuarteto que, como una bomba de relojería, iba a explosionar en poco tiempo.
Mientras nos tomábamos la copa, comenzamos a toquetearnos las dos mujeres, me di cuenta que la española quería volver locos de deseo a los hombres. Yo tomé una decisión que mantuve todo el tiempo en que estuvimos juntos, era la más joven y me iba a dejar llevar. Así que seguí la corriente, besos cambiándonos el hielo, caricias en los pezones, y toqueteo de concha. Me encantaba el sexo sin depilar de mi amiga, me parecía algo natural, hermoso, y mis dedos jugaban con su vello buscando los puntos más sensibles, como una investigadora que avanza en la jungla.
" Chicos ¿ os importa que nos hagamos un 69?. La niña tiene un coñito tan suave que apetece volver a comerlo"- dijo Carmen empujándome de nuevo sobre la mesa.
Se tumbó a mi lado, acercando su vulva a mi rostro. Hice lo mismo, y cuando me atacó, me lancé a su selva. Estábamos de costado, nuestros troncos ocupaban la mesa.
Unas manos empujaron mis muslos hacia arriba, dejando expuesta mi cola.
Me untaron el canal entre mis nalgas. Un dedo se introdujo en mi orificio trasero. Lalo me iba a encular mientras mi clítoris y toda mi vulva era devorada por la otra mujer.
La fue metiendo despacio. Ante mis ojos las bolas de Carlos se aproximaban a mi cara. Empezó un traqueteo indescriptible, yo comía y me comían, me sodomizaban y los huevos del uruguayo me golpeaban el rostro.
Cuando sobrevino las explosiones en cadena fue como si un maremoto nos hubiera alcanzado.
Chorreando flujo y semen nos sentamos de nuevo, recostada en el pecho de mi marido, los ojos brillantes, apenas oí la propuesta de Carmen:
"Antes de que os vayáis para vuestro apartamento, ¿ por qué no tomamos otro gin?
Continua en " Me excita que me mires" y " Puta e ingenua", de próxima publicación.