Tortilla en la oficina

Eva urdió un plan para convertirme en una sumisa compañera de trabajo.

Tortilla en la Oficina.

Ayer salí a las once de la noche de la oficina. No creáis que me quedé trabajando. No. Salí tan desaliñada y traspuesta que esperé a que no pasara nadie por la calle para abrir el coche y dirigirme a casa. Tuve que inventarme una excusa con la que engañar a mi marido, pues no me atrevía a contarle la verdad. Al final me inventé que había tenido una seria discusión con Eva y habíamos llegado a las manos.

Bueno. No fue eso precisamente lo que ocurrió. Desde que Sonia entró en nuestra sucursal hace un par de meses procedente de una sucursal de Castilla León, me sentí abrumada por su personalidad. Mi nombre es Sonia, vivo en Melilla. No daré mas detalle por que esta es una ciudad pequeña y no quiero líos. Soy una chico rubia, de pelo lacio y largo. Tengo treinta años y dos hijos, uno de cuatro y el otro de dos. Trabajo en oficinas. A pesar de los dos partos, me conservo muy bien, pues me he preocupado mucho por mi figura. Soy de pecho bien puesto y moderadamente generoso, mido 1,70 mts y peso 63 kgs, así que se puede decir que estoy delgada. Mi marido dice que tengo un culo perfecto y yo noto que cuando me pongo unos pantalones ajustados, los tíos se paran y se dan la vuelta. Soy de ojos marrones claros, de cara redonda y labios sensuales. Más gordito el de abajo que el de arriba.

Eva vino hace un par de meses y se fue esta mañana. La han trasladado a un sitio mejor, en la península, cerca de casa. Desde el primer momento hicimos muy buenas migas. Nos íbamos a desayunar juntas y se tomaba un interés que me halagaba, por mis cosas, mis opiniones... Ella me contaba cosas de los muchos sitios donde había vivido. Estaba casada, pero su marido vivía en Málaga. Se vivían cada quince días. No quiero aburríos con cosas que me servirían para desahogarme, pero que quizás para vosotros no tengan interés. Os contaré que una vez me confesó que su marido se había estado acostando con una amiga suya

-¡Imagínate, el pillín! ¡Con mi mejor amiga!.- Decía mientras se reía. Yo no comprendía lo motivos de su jocosidad.

-Pero Eva...¿No te irrita tu marido? ¿No te pones celosa?.-

  • ¿Yo?...¡Pero si esa chica es un saco de huesos! ¡Mi marido lo ha hecho para divertirse... y luego contármelo!

  • ¿Contártelo?.-

-¡Ay querida! ¡Tu no lo entiendes! ¡Nosotros tenemos una relación muy particular! ¡No me puedo enfadar por que yo también me como lo que se me pone por delante y mi apetece! ¡es un estímulo más!.-

-Pero... aparte de eso... ¿No temes que te peguen algo? ¿O a quedarte preñada?.-

  • ¡Jajaja! ¡Ay, cariño! ¡Yo selecciono muy bien a mis víctimas... esto es... a mis amantes!-

Siguió riendo un rato y luego mantuvimos un rato de silencio, al final habló ella. No se si temía que yo dijera algo en la oficina o qué.- Yo selecciono muy bien a mis amantes. El sexo que yo practico lo realizo de manera que no me puedo quedar embarazada ni me pueden pegar cosas raras, además.-

-¿Lo haces con preservativo o qué?.-

-¡Jajaja! ¡Si tu supieras! ¡jajaja!.-

No le hice mucho caso a Eva y desde luego, procuré distanciarme de ella. Empecé a dejar de ir a desayunar. Ella se dio cuenta pero no me pidió explicaciones. Me daba un poco de pena pero me pareció de repente tan relajada de moral. Se iba sola a desayunar hasta que comenzó a ir con un compañero. Un chico casado. No sé si me pude un poquito celosa o me molestó realmente aquello por pensar que iba a meterse en un matrimonio. Sánchez era un hombre muy formal pero ya se sabe que con los hombres nunca se sabe.

Más de una vez nos cruzamos las miradas. Yo no se la podía sostener. Es que tenía tanta personalidad. Era una muchacha muy rubia, de ojos azules y pómulos marcados. Tenía el pelo lacio y medía tres dedos más que yo, aunque después de ponernos los zapatos, podían subir a seis o siete. Cuando nos cruzábamos en el pasillo y la saludaba, tenía que subir la mirada y apartarla rápidamente. Se me quedaba mirando fijamente hasta conseguir ruborizarme.

Vestía de una manera muy formal, siempre con traje de chaqueta. Debajo podía llevar una blusa o un suéter, y siempre peinada con un moño y perfectamente arreglada. Yo nunca he ido así a la oficina. Me cojo el pelo con unas pincitas detrás y ya está. Me pongo una falda y un suéter escotado. Voy mucho más informal, y desde luego, lo que no hago es ponerme esos taconazos. Unos zapatos de dos o tres dedos y ya está.

Bueno, hace unos días, nos dieron la noticia de que Eva la trasladaban a Córdoba, mucho más cerca de su marido. Todas las felicitamos. Yo la verdad es que me alegraba. No tenía nada contra ella. Simplemente me asusté por lo que me contó. Le dí un par de besos y me miró fijamente. No era una mirada de rencor. En aquel momento le quité importancia pero ahora puedo decir que me deseaba.

Un día me fui a desayunar con ella, en vista de que nos quedaba poco y ya no tenía nada que temer de sus ideas. Recuerdo que durante el desayuno me miró fijamente y me dijo.- Antes de irme tengo que hacer una cosa.-

-¿El que?.- Le dije sin conceder demasiada importancia a su frase

  • Me lo tengo que hacer con la persona que me gusta de la oficina.-

-¡Oye! ¡Deja a Sánchez! ¡Está casado!

Eva comenzó a reir -¿Con Sánchez? ¡Jajaja!.-

-¡Ah! ¿No es Sánchez?.-

-No.-

-¿Y se puede saber quién es?.-

-¡Ni te lo imaginas!.. Ya te lo diré cuando sea el momento.-

La verdad es que no me lo imaginaba. Eva volvió a buscarme para ir a desayunar y me volvió a contar algunas cosas que me hacían estar a disgusto a su lado. Lo peor es que debía pensar que no me iba bien con mi marido, o le daba igual.

-¿Cuándo te vas?-

  • Me iba a ir mañana pero he hablado con el jefe y me voy a quedar tres días.-

  • ¡Oye! ¡Celebraremos una comida!-

Hace dos días encendí mi ordenador. Al cabo de unos instantes apareció en la pantalla una foto horrible. Eran dos mujeres. Una estaba desnuda totalmente, morena, muy delgada y a cuatro patas. La otra estaba detrás suya, en cuclillas. Tenía puestas unas botas y una especie de faja. Al principio sólo la ví muy junta a la otra chica. Era rubia y muy delgada también. La respiración se me cortó. Me puse de todos los colores. Me tapé la cara y volví a mirar la foto abriendo los dedos de la mano. Ahora me daba cuenta de que la rubia se estaba follando a la morena. ¡Sí! ¡Le estaba metiendo un palo que llevaba pegado a la faja!.

La cara de la morena estaba descompuesta. Debía o al menos parecía que se estaba corriendo. Los compañeros se dieron cuenta de mi cara y se acercaron. Para unos no dejó de ser una broma de mal gusto. Para otros era algo que no debía hacerse entre compañeros de trabajo. Lo que nadie acertó es a encontrar al guarreras responsable. Nunca se me pasó por la cabeza que pudiera ser una mujer.

Me puse un poco histérica y cabreada, sobre todo porque tuve que acudir a un compañero para que me quitara aquella foto de la pantalla. El caso es que al poco tiempo, después de ir al servicio, volví a ver otra foto, en mi pantalla . Era una continuación de la otra, con la diferencia en que la morena miraba para atrás como esperando que la rubia se lo metiera. Toqué el ratón y la foto desapareció. Era el salvapantallas. Yo mismo lo quité esta vez. Eva me vio tan cabreada que me cogió para ir a tomar café.

Ante de ayer me sentí observada. Levanté la vista y me dí cuenta que Eva me miraba fijamente. Tenía unos clip en la mano con los que había hecho una pulserita a la que daba vueltas mientras movía su asiento ritmicamente de izquierda a derecha. Cuando se dio cuenta que la estaba mirando me apartó la mirada. Por la tarde fui a buscar un clip para agrupar unos folios y lo tuve que hacer con una grapa. Ya no quedaban clips en toda la oficina.

Ayer por la mañana le advertí a mi marido que no me esperara a comer. Íbamos a celebrar la marcha de Eva a Córdoba. Nos juntamos todos y lo fuímos a celebrar a un restaurante. Bebimos bastante, un poco inconscientemente. Eva no paraba de llenarnos el vaso. A mí y a todos. Nos pusimos muy alegres.

En un momento dado comenzamos a bailar. Eva nos miraba acompañada del jefe, al otro lado del local. Ambos estaban sentados y los veía hablar. ¿Sería el jefe su objetivo amoroso?. La saludé. No me quitaba ojo. Me devolvió el saludo con una medio sonrisa. Cuando ya cansada me senté, el jefe me pidió que acompañara a Eva a la oficina. Tenía que llevarse a Málaga unos informes y como le pillaba de paso y yo sabía donde estaban... Sería cosa de un rato, me aseguraba Eva.

Me quedó un poco cuajada, aunque Eva no paraba de darme de beber. Yo no quería, por que no iba a dar pié con bola en la oficina y no quería llegar a casa bebida. A las cinco empezaron a marcharse los compañeros y después de despedirse de todos, me cogió del brazo y me dijo al oído.- ¡Vámonos a la oficina! ¡Para ti tengo una despedida especial!.-

Fuimos en su coche. Yo había dejado el mío frente a la oficina, así que en el fondo me venía bien que me llevara hasta allí. No me pareció que sucediera nada raro en el coche. La verdad es que estaba un poco empuntada. Abrimos la oficina. Eva se empeñó en cerrarla. –Es para que no entre nadie a molestar... Ya sabes... en cuanto ven la puerta abierta se cuelan.- ·

Encendí el ordenador y de repente me dí cuenta que el ratón no funcionaba. – No se mueve la flecha.-

Eva me miraba desde el otro lado de la mesa. La noté alterada. Se dirigió hacia mí y se puso a mi lado. -¿A ver?- Me dijo tomando mi ratón. Puso su mano sobre la mía. La aparté con rapidez. Sentí su perfume que me embriagaba al acercarse a mí.

  • Coge el ratón con las dos manos.- me dijo con tal suavidad y seguridad que obedecí sin rechistar. Lo tenía así, entre las dos manos cuando de repente, Eva tiró del cable del ratón hacia ella y salió sin dificultad. Estaba suelto. No me dio tiempo de reaccionar. Es decir, no pensaba que tuviera que reaccionar. Eva tomó el cable y dio rápidamente un par de vueltas alrededor de mis muñecas con él. Me amarró y apretó. Me quejé. -¡AY! ¡Qué haces!-

-¡Por favor, suéltame! ¡¿Qué estás haciendo?!.- Le repetí sin alar demasiado la voz. Lo tomé como una broma pesada. ¿Qué pretendía Eva? ¿Robarnos?. Me miraba con cara triunfante, chula. Me fui a levantar pero sentí ambas manos sobre mis hombros y me obligó a sentarme otra vez. Quise levantarme y golpearla con las manos amarradas por el cable del ratón, pero me fue imposible pues estaba sentada sobre el ratón y rápidamente volvió a poner sus manos sobre mis hombros. Entonces para evitar que me levantara, puso sus zapatos sobre mis muslos. Clavó ligeramente sus tacones en mí, lo suficiente para hacerme sentir una leve sensación de dolor que me hacía desistir. Entonces alcé la voz -¡¡¡Que me sueltes!!!.-

Sentí la palma de la mano de Eva sobre mi cara, enrojecida ahora por el fuerte bofetón. Me mareé un poco. Guardé silencio por que estaba un poco fuera de juego y por que por fín Eva parecía quererme dar una explicación.

-Estás muy guapa, Sonia. Muy guapa. Una pena que no quisieras ser mi amiga-

-¡Pero yo si quier... !.-

-¡Chisssss!.- Eva me mandó callar poniendo su dedo en medio de mi boca y apretando sus tacones sobre mi muslo y prosiguió su discurso.- No has querido que seamos amigas y tú y yo lo podíamos haber pasado muy bien... Te hubiera hecho sentir cosas que no habías sentido nunca. Ahora es nuestra última oportunidad. Vas a jugar a lo que yo te diga por las buenas o por las malas... Y por las malas tengo muy mala leche... -

Y al decirme esto me tomó la mandíbula entre su mano y me la levantó. Me miraba fijamente y yo le aparté la mirada asustada. –Vas a ser una zorrita obediente y sumisa ¿Verdad?.- No le respondí

-¡Muy bien! ¡Eso es lo que quiero! ¡Que te quedes calladita!.-

Eva tiró del ratón que ahora tenía entre las manos y me ordenó que me pusiera de pié. Me puse de pié y esperé mirando al suelo su próximo deseo que no tardó en llegar - ¡Metete las manos en las bragas y acaríciate! ¡Vamos ¡ ¡¿A qué esperas?!.-

No le hice caso. Permanecí quieta. Ella continuó con su juego.- Ya te he dicho que me pongo de muy mala leche cuando me cabreo.- Eva cogió el ratón y desabrochó la cremallera de mi falda. Tiró de ella hacia abajo y la falda suave y escurridiza se deslizó desde mi cintura. Y pensar que la estrenaba para ir a su fiesta de despedida. El suéter me llegaba un poco por debajo del ombligo. Eva me veía las bragas y yo era consciente.

No recuerdo que me importara mucho, pues todavía no había asimilado lo que Eva deseaba hacer conmigo. Me sentí un poco humillada cuando me ordenó que me diera la vuelta. Fue cuando estaba justo a mi espalda y tomó la parte de arriba de mis bragas para subirlas cuanto pudo cuando me percaté de que quizás lo que pretendía era algo más que darme una lección de compañerismo.

Efectivamente. No servía de nada que me opusiera a las órdenes de Eva. Separó mis bragas de la piel de mi vientre y dejó caer el ratón dentro. Después se puso de pié y sentí un escalofrío al sentir su mano introducirse por detrás y por primera vez noté sus dedos en mi sexo, pero lo cruzaban furtivamente, pues lo que pretendían era capturar el ratón que pasó entre mis muslos en dirección a mis nalgas primero y luego fuera de mis bragas por detrás. Sentí un alivio que pronto se disipó, pues el tacto con el ratón había desaparecido de mi vientre, pero ahora sentía el cable del periférico atravesar la parte baja de mi cuerpo desde delante hacia detrás. Un tirón de Eva hizo que mis manos bajaran y que el cable se me hincara en el sexo y se metiera entre las nalgas.

Sentía una sensación muy molesta y me quejé.- ¡Ay! ¡Me haces daño!.- Eva sonrió y apretó una quijada contra la otra dando de nuevo un fuerte tirón.. Ya no me quejé más.

EL borde de la braga estaba a la altura de mi clítoris por el efecto del cable del ratón que tiraba de las mano hacia abajo. Se me ocurrió tapar mi sexo con mis manos introduciéndolas dentro de las bragas. El dolor se acabó pues el cable ahora tropezaba con mis dedos, pero aquello era una derrota en realidad, como me advirtió Eva.- ¿Has visto? ¡Al final la mano ha acabado donde yo te he dicho!.-

Eva tiró del ratón de golpe por la parte delantera y el ratón salió con fuerza. Luego lo enrolló en el brazo de mi sillón y así me obligaba a no separarme de él, ya que para moverme de pié, tenía que arrastrarlo. La ví separar el auricular del teléfono. Salió el auricular y el cable lleno de bucles. Me sentó en sillón y me pidió que abriera la boca. No me esperaba que al abrirla colocara el auricular atravesado en mi boca. Como estaba sentada, no podía retirar la cabeza. El cable helicoidal pasó por detrás de mi cabeza un par de veces hasta que Eva se aseguró que no lo soltaría de mi boca. Yo ya no podía hablar. Mis quejidos eran unos sordos "hujjj hujjj" que ya no alertarían a nadie.

Eva se puso delante de mí echando mano a mi cintura. La sentí coger los bordes de mis bragas y me comencé a rebelar como me tenía que haber rebelado desde un principio. Le dí un par de patadas y la escuché quejarse. –Esta bien... ¡Tu lo has querido!.-

La vi de nuevo trasteando, pero esta vez detrás del ordenador. Apareció con el cable de conexión a la red en la mano. Me agarró una pierna y me la ató a una de las patas horizontales de la silla giratoria. Fue inútil mi resistencia. Finalmente me atrapó la pierna y pasando le cable por el tobillo, me la ató. La otra pierna le fue mucho más fácil. Hecho esto, volvió a tomar los bordes de mis bragas y las bajó. Le costó sacarlas de mi cintura al principio, pero luego salieron sin dificultad de mis muslos y cruzaron las rodillas. Sentí crujir las costuras cuando me las bajó hasta los tobillos. Luego, cuando al fin me liberé, me dí cuenta de que me las había dado de sí..

Eva se puso de rodillas frente a mi regazo. Mi sexo estaba desnudo frente a ella. Lo único que podía hacer era intentar juntar los muslos. Fue inútil. Vino con otros cables de conexión a la red y me las ató cada una de ellas, al brazo de mi sillón. Su cara ascendía entre mis muslos. Su pelo me hacía cosquillas, sus mejillas me quemaban y por fin, sentí como sus manos atrapaban mis nalgas y me obligaban a curvar mi espalda. Su lengua impactó directamente en mi raja. Me sentí morir de gusto y de vergüenza.

Eva sabía hacerlo muy bien. Su lengua me estimulaba el clítoris una y otra vez y se paseaba por la raja a todo lo largo. Empecé a sentir como si un fuego ardiera en mi vientre. Quería evitarlo, pero si bien no era consciente de mi humedad, si me daba cuenta de lo caliente que Eva me ponía.

El olor de mi sexo llegó hasta mi propio olfato. Me quería rebelar a mi misma cuando Eva decidió que debía de terminar por hacerme sucumbir, así que se retiró y reemplazó su lengua por dos dedos. Puso su cuerpo entre mis piernas. Sentía la masa blanda de sus pechos en mis muslos y aquellos dedos, ya no se conformaban con poseerme exteriormente, sino que se hundían en mi vagina y se retorcían, haciendo que yo, en mi relativa inmovilización me retorciera con ellos.

Al final ya no podía más. No servía de nada mi inútil resistencia. Mi vientre se contraía y dilataba involuntariamente. Mis pezones, mi clítoris, ardían. Mi sexo deseaba el orgasmo que sentía llegar y me abandoné. Relajé mi cuerpo, eché la cabeza todo lo hacia detrás que pude y comencé a correrme intentando ahogar cualquier susurro, sintiendo la sensación de que entre mis labios y el teléfono salía espuma de rabia contenida que al fín se descontrolaba por el orgasmo.

Eva me miraba triunfante. Se sentó sobre mis muslos y cogió ambos lados del teléfono que mantenía amordazado en mi boca para que la mirara. Se puso a hablarme.- Tu y yo vamos a jugar un rato. Será mejor que seas una chica buena y no te releves por que va a ser peor. ¿Vale? ¿Vas a ser buena?.-

Asentí con la cabeza. Pensaba que de esa manera se me ofrecería la oportunidad de escaparme de su garras. En ese momento sonó dentro de mi bolso el teléfono móvil. Tengo uno móvil bastante reducido. Es de esos que suenan y se mueven encima de la mesa, vibrando. Eva me abrió el bolso y vio en la pantallita el nombre de mi marido.- ¡Vaya! Tu marido te echa de menos.-

Me puso el teléfono frente a la cara mientras sonaba. Luego me lo puso en el pecho, encima del suéter que conservaba puesto. Sentí las vibraciones. Eva deslizaba el móvil hacia mi vientre y lo sentía vibras en su palma de la mano sobre mi ombligo cuando dejó de sonar. Eva debió de figurarse que mi marido volvería a llamarme por que no se apartó de mí. Cuando lo sintió vibrar de nuevo, lo tenía entre mis muslos, pegado a mi sexo, que recibía aquel cosquilleo con una mezcla de agrado y desconfianza. Eva me lo puso ahí un rato, hasta que dejó de sonar de nuevo. Aquel cosquilleo había hecho que volviera a sentir mis pezones excitados queriendo liberarse del sostén.

Eva entonces metió la antenita del móvil en mi sexo, como un pequeño dedo y se quedó esperando la llamada de mi marido que no llegaba Yo deseaba que mi marido no llamara, pues la antenita me produciría un cosquilleo con su vibración que no sabía si me resultaría agradable o desagradable. En cualquier caso, no lo deseaba. Pero en vista de que mi marido no me llamaba, sacó el móvil de su bolsa y buscó mi número en su agenda. Me llamó y empecé a sentir la vibración de la antena dentro de mi sexo. Vibraba y se paraba rítmicamente Me hizo sentir muy cachonda.

Eva comenzó a jugar conmigo- ¡A ver! ¡Voy a llamar a la putita de mi amiga Sonia! .- Y la antenita se movía rítmicamente dentro de mí, vibrando y provocándome un cosquilleo que se me propagaba por el interior de los muslos y por dentro de la vagina hasta el vientre y los riñones. Los pezones me pesaban. Los sentía excitarse cada vez con más fuerza hasta que el teléfono dejaba de sonar. Entonces Eva volvía a torturarme de nuevo. -¡Qué extraño que no esté! ¿Estará atada en la silla de su oficina con el móvil en el coño y por eso no loo puede coger?.- Y volvía a sentir la vibración sacudir mis labios y la parte más cercana a la raja de mi clítoris.

Entonces tomó el móvil y le dio la vuelta y cogiéndome del pelo me dijo apretándo sus mandíbulas.- Ahora vas a sentir de verdad como vibra el móvil.- Hubiera chillado de no tener el teléfono entre los dientes, no sólo por la rudeza con la que me estiraba del pelo, sino por que sentí cómo presionaba el teléfono hacia el interior de mi vagina. Lo sentía hacerse paso entre los labios de mi sexo, que se dilataban, al igual que mi vagina. No lo metió del todo. Me lo dejó a medio meter. Yo diría que metería tres dedos.

Eva comenzó a llamarme por teléfono al móvil y ahora la vibración me resultaba mucho más intensa y por qué no decirlo... placentera. Me estuvo llamando cinco o seis veces, hasta que se agotó la batería de su móvil. Una y otra vez sentía el objeto extraño vibrar violentamente al principio, para pararse y volver a vibrar por espacio de un segundo, un montón de veces cada vez. Mi placer cada vez era más intenso, y mi cuerpo estaba a punto de estallar en un nuevo orgasmo que no me llegaba. Eva se divertía cada vez más. Me levantó el suéter a la altura del cuello y soltó mi sujetador del broche de la espalda y tocó uno de mis pezones, el que asomaba entre mi costado y mi brazo, con el dedo corazón, índice y pulgar. Lo apretó mientras trataba de defenderme tapándome con el antebrazo, y me lo retorció.

Eva se colocó detrás de mi sillón y comenzó a magrearme los pechos con una mano, mientras con la otra tomaba el móvil insertado en mi vagina. Sólo me soltó el pecho, para volverlo a tomar mientras pulsaba la tecla "on" y a los pocos segundos sentí de nuevo la vibración mientras sus dedos atrapaba mi pezón excitado y me daba ligeros tironcitos. Sentí mi vagina abrirse por la presión que la mano de Eva hacía sobre el móvil cada vez que vibraba, haciéndomela sentir muy dentro, y luego retroceder por espacio de un segundo cuando la vibración desaparecía para volverlo a sentir insertarme en él con las siguientes vibraciones. Emití algo parecido a un chillido. Me estremecí, contrayéndome cuanto pude para seguidamente dejarme abandonar al fuerte orgasmo que me hacía olvidar que estaba atada y penetrada por un móvil que manipulaba mi compañera de trabajo. Sentía como unos leves calambres cada vez que Eva introducía el móvil, ya pasadas las vibraciones reglamentarias, sólo, inanimado y accionado por la mano de Eva, a la que sentía con la respiración muy acelerada, detrás de mí.

Eva se levantó y noté la sensación mojada y suave de su boca posarse sobre mis hombros y luego sobre mis sienes. Yo estaba sudando. Estaba empapada de sudor. En Melilla hace mucho calor en verano. No habíamos puesto el aire acondicionado y Eva me estaba haciendo sudar.

Mi compañera de trabajo se dio cuenta de las pincitas que llevaba en el pelo. Las abrió y mis pelos me cayeron a ambos lados de las cara. Las examinó. Yo no se como describirlas. Son como unas pinzas que tienen las palas con varios dientes alargados que encajan unos con otros, y si las miráis en escorzo, parecen peces, pirañas. Tomó una de ellas entre sus dedos y la abrió cerrándola sobre la palma de la otra mano, comprobando la presión que realizaba y simplemente dijo – Son perfectas.-

Eva se colocó de rodillas entre mis piernas y puso los dos codos entre mis rodillas. Luego con una mano me separó el clítoris de los labios y con la otra, me colocó la pincita en mi cresta, haciéndome sentir una incomodidad, un dolor leve, que me hacía olvidar todo el placer que había sentido con el móvil. Me revolví pero era inútil. Así que intenté olvidarme, desconectarme de la presión desagradable que realizaba la pincita sobre mi clítoris, pero Eva entonces intentó colocarme la otra pinza en un de los labios de mi vagina, agarrándomelo previamente entre los dedos de su mano. Me intenté revolver pero aquello era fácil de poner y volví a sentir el bocado de la pinza y me encabrité todavía más.

Eva se puso de pié y se inclinó hacia mí poniendo sus manos sobre mis rodillas. - ¿Vas a ser una chica buena? ¿Vas a colaborar o me vas a dar problemas?.- Permanecí callada aunque me calmé, dejando de moverme poco a poco encabritadamente

  • Debes de tener sed. ¿No te gustaría beber? ¿O hacer pis?.- Tenía unas ganas enormes de beber. Asentí con la cabeza. Las dos pincitas del pelo colocadas en mi sexo me hacían ser muy cooperadora ahora.

-¿Qué quieres? ¿Mear?.- Moví la cabeza negando

-¿Beber?.- Asentí con la cabeza.

-Si te portas bien te llevaré a beber.- Volví a asentir con la cabeza.

Eva soltó mis brazos amarrados del brazo del sillón, pero sin soltarlos de sus manos y me los colocó detrás de la nuca. Aunque hice un intento de soltarme, no lo conseguí. Puso cada brazo a un lado de mi cabeza y dio vueltas con el cable que le sobraba al ratón alrededor de mi cuello, inmovilizando así mis brazos en mi nuca. Entonces soltó una de mis rodillas del brazo del sillón y luego la otra. Luego un pié y luego el otro, después sacó las bragas de mis tobillos y cogiendo el ratón, que caía de mi cuello me ayudó a levantarme.

  • No me fío de ti un pelo.- Me decía mientras sostenía en la mano y examinaba un bolígrafo muy gordo, de cuatro colores con el que a mí me gusta escribir, por que lo dejo encima de la mesa y lo veo enseguida.- No me fío de ti un pelo.-

Se acercó a mí y me estrechó entre su brazos poniendo sus manos en mis nalgas. Sentí como me agarraba con fuerza por debajo y cómo tiraba de mis nalgas para separarlas y en ese momento, la punta de aquel bolígrafo entre mis nalgas, en mi agujero, profanando un lugar que ni mi marido había osado nunca profanar. La presión daba resultado y empecé a sentir como el bolígrafo me penetraba con lentitud. No me revolví. No tuve valor. Al revés. Apoyé mi cabeza sobre el hombro de Eva, gimoteando. Eva me tranquilizó cuando al cabo de unos segundos había introducido una parte del bolígrafo dentro de mí ¿La mitad tal vez?. E compensación, las penosas pinzas desaparecieron de mi sexo aunque puedo confesar que me inquietó el hecho de que se las metiera en el bolsillo de la chaqueta de su traje.

Eva tiraba del ratón y con ello de mi cuerpo, hacia el cuarto de baño. Era un cuarto que por ser para las empleadas femeninas la empresa cuidaba más. Yo me movía con desconfianza, pues me sentía insertada por mi bolígrafo y no me sentía capaz de realizar movimientos bruscos. Llegamos al lavabo. Eva parecía empeñada en hacerme beber de una manera muy especial. Llenó la pila del lavaba de agua. Como os he dicho, era un lavabo muy limpio. Luego se acercó a mí y poniendo la mano detrás mía, metió de golpe el bolígrafo no se si mucho o poco, a mi me pareció que un montón y me dijo- Espero que si te quito el teléfono de la boca... te portes bien.- Asentí con la cabeza mientras sentía que el bolígrafo retrocedía lo que había avanzado.

Sentí un alivio inmenso al poder cerrar la boca, una vez que Eva retiró el teléfono de entre mis dientes. Puse mi cuello sobre el borde del lavabo. Con los morros llegaba al agua. Comencé a beber juntando los morritos y sorbiendo el agua mientras sentía cómo Eva me acariciaba la espalda y deslizaba su mano hasta mis nalgas y salvando la cola postiza que insertaba mi ano, me acariciaba el sexo. Luego noté que se retiraba y vi que hacía un extraño movimiento que identifiqué como que se subía la falda para quitarse las bragas. Miré de reojo y efectivamente, llevaba una prenda blanca en su mano cerrada, que metió en su traje de chaqueta.

Los sujetadores tienen unas cintas en el tirante del hombro que sirve para darle mayor o menor holgura. Eva me las desabrochó y se deshizo del sujetador. Yo ni me inmuté. Seguí bebiendo como si fuera un animal. Tenía el suéter alzado a la altura del cuello. Mis pechos caían libremente. Me debería de haber dado vergüenza, pero a estas alturas, ya no podía tener vergüenza con Eva. Se puso detrás mía y sentí la tela de su falda en mis nalgas. Me cogía de la cintura y se movía de manera oscilante, restregando su conejo contra mis nalgas. Luego, de repente, sentí que me empujaba con el vientre y mi cara se sumergió levemente en el agua. Me aguanté y al momento sufrí un nuevo puntazo. No sólo era la sensación del agua en la cara, sino la del borde del lavabo estrellarse en mi cuerpo la que me hizo quejarme. ¡Ay! ¡Me haces daño!.-

Eva tiró de mi pelo hacia ella y me obligó a ponerme de pié. Mi boca estaba húmeda. Aquella violencia me empezaba a excitar de nuevo. Me obligó a girar mi cara y me encontré con su boca en la mía. La besé. Nos besamos apasionadamente, como no me había besado desde hacía mucho tiempo con nadie. Como una adolescente deseosa de devorar la boca de su amante. Sus manos me agarraban del pecho y me obligaban a permanecer pegada a ella, casi echada sobre ella. Nos estuvimos besando un rato hasta que ella separó sus labios y me ordenó. - ¡Ven!-

Eva colocó el cable mas cercano al ratón entre mis dientes. -¡Que no se te caiga el ratón!.- Luego, para humillarme más me gastó una broma.- Con ese ratón entre los dientes pareces una gatita. ¡Jajaja! ¡Ven! ¡Vamos a la sala de juntas!-

La sala de juntas era un salón de dimensiones considerables en el que había una mesa como para diez o doce personas. Eva alzó levemente la ventana para que se hiciera un ambiente de media penumbra. Estaba de pié frente a la mesa cuando Eva me dio la orden de que me subiera de rodillas encima. Alcé mi pierna. Lo hice con cuidado, con miedo, por que me impresionaba la sensación del bolígrafo metido en mi culo. Luego alcé la otra rodilla y avancé un poco para afianzarme en la mesa.

Eva me quitó los zapatos. Sentí sus dedos sobre el dorso de mis pies. Me los manoseaba con fuerza. Luego sentí que me atrapaba unos de los pies por detrás de los tobillos, y en unos instantes, la sensación cálida de sus muslos a ambos lados de mi pié, y luego, la aspereza de su mata de pelo mezclada con la suavidad de su sexo y la humedad de su deseo. Eva me sostenía el pié contra su sexo, mientras se movía contra él. Se masturbaba con mi pié. Miré hacia detrás. Me imaginé en un momento la cara de estúpida que debía de tener con el ratón colgando de la boca. Se me quedó grabada su expresión un poco alocada. Se había subido la falda y mi pié se perdía dentro de ella.

Volví a mirar al sentir una sensación muy suave y caliente frotando mis nalgas. Se había desabrochado la camisa y se había descolocado el sujetador y me estaba frotando las nalgas con sus pechos. Eran unos pechos muy redondos aunque algo caídos, como una cabra sin ordeñar. Tenía los pezones puntiagudos y grandes, aunque no muy bien pigmentados. Sentía aquellas masas frotarme y me excitaba al pensar que eran sus pechos. De vez en cuando, al frotarse con mis senos, empujaban el bolígrafo de un lado a otro. Aquello me producía una sensación que me repelía un poco, y lo intenté mitigar colocando mi cara sobre la mesa y de esta forma, haciendo que mi espalda se doblara más y mi culo se pusiera en posición más vertical.

Con lo que no conté es que de esta manera, mi sexo aparecía más a su merced y entonces, Eva comenzó a meter los pechos entre mis muslos y a frotarlos contra mi sexo, contra mi clítoris. Yo comenzaba de nuevo a sentir reanimarse mi maquinaria del amor.

Tengo unos pezones pequeños, pero bien definidos y muy oscuros. Se me ponen muy tiesos cuando me excito. Lo digo por que en un momento dado, sentí como la mano de Eva se deslizaba por la parte baja de mis muslos. Pretendí sentir que me arañaba los pezones con sus uñas, pero no era eso lo que hacía. De repente sentí una presión aguda en ellos, como un pellizco que duró cuando ya no sentía la palma de su mano sobre mi cuerpo. Era un pellizco que hacía que mi sexo, que mi clítoris sufriera como unos calambritos muy placenteros. Miré entre mis brazos y ví que una de las pinzas de mi pelo mordía mi pezón, pero al contrario de lo que sucedía cuando me la colocó en el clítoris, aquella pinza, realizaba una presión dolorosa y placentera a la vez. Sentí su mano avanzar de nuevo, esta vez en dirección a mi otro pecho y un nuevo bocado me arrancó un suspiro de placer.

Eva estuvo unos minutos así, con su sexo apretando contra mi pié, masturbándose y llenándome de sus flujos, hasta que llegó el momento en que comencé a escucharla suspirar y lanzar chilliditos ahogados , mientras n la mano agarraba una de mis nalgas y la cogía como si se tratara de un balón. Me apretó con rabia cuando el orgasmo se apoderó de ella y después, reconciliada consigo misma, colocó su cara sobre mis lumbares, mientras rociaba todas mis nalgas con el sudor de sus senos, de su torso, de sus mejillas y de sus sienes.

De golpe, el bolígrafo salió de mi ano. Me asusté aunque finalmente me sentí liberada de tan desagradable control. No se con qué me lo sacó. Una de sus manos aún sostenía mi pié y la otra cogía mi nalga aunque con menos fuerza que la otra. Yo creo que tomó con su boca el otro extremo del boli y me lo sacó de un bocado.

  • Date la vuelta y quédate tumbadita encima de la mesa hasta que venga. ¡Nada de tonterías si no quieres probar cómo sabe tu culo! ¡Soy capaz de hacer que chupes el bolígrafo!.-

Le obedecí y me quedé tumbada sobre la mesa mirando los tubos fluorescentes del techo. El ratón estaba sobre la mesa y entre mis labios tenía el cable. Podía chillar. AL menos podía intentarlo, pero al fin y al cabo, pensé que lo peor habría pasado. Fuera de que mi raptora era una mujer y de que estaba allí por la fuerza. ¡Coño! ¡Menuda experiencia! Mi cabeza reposaba sobre mis manos atadas en la nuca. Aún colgaban aquellas pinzas del pelo en mis pezones, haciéndome sentir un fuego delicioso.

Eva vino con nuestros bolsos. Me miró pícaramente .-¡¿A ver?! ¿A ver que tiene mi amiguita por aquí?.- Volcó el contenido del bolso sobre la mesa. Entre las cosas que cayeron a la mesa, salió rodando un stick desodorante, uno de esos botecitos con sistema roll-on, de gran capuchón.

Eva lo cogió y comenzó a embarduñar mis sobacos – Por que estás sudando mucho, querida.- Y a continuación sentí la fresca y olorosa punta deslizarse por mis senos, perfumar mis pezones, que se libraron así de las que empezaban a ser molestas pincitas. Ni que decir tiene que para untarme el desodorante aplicaba una presión que hacía que el stick se hundieron unos milímetros sobre mí. Mis pechos recibieron la presión y el frescor en contraposición al fuego que producía el pellizco dentado de las pincitas, y yo misma deseaba que me siguiera frotando con el desodorante.

Eva jugaba a rozar mi vientre con el stick, insinuando que de un momento a otro lo pasaría por mi vientre.. Involuntariamente, sin darme cuenta comencé a aletear, a mover mis piernas, ahora dobladas por la rodilla de un lado a otro, abriéndolas y cerrándolas. Eva debía conocer muy bien a las mujeres y se dio cuenta de que mi excitación aumentaba. Rozó mi clítoris con el stick. Sentí la fría sensación del desodorante y mis pelos se embarduñaron de desodorante.

Eva cogió una compresa que siempre guardo y la miró con una sonrisa. -¡Pero si ya no la necesitas hasta dentro de varias semanas! ¿Sabes? ¡No me he podido ir antes esperando que se te pasara la regla!-

Me parecía increíble. Eva me había estado controlando la regla y había esperado a que se me pasara para poder utilizarme como su juguete sexual. Al soltar la compresa cogió una barra de labios y la abrió, sacando la barrita roja por el extremo. Eva me pintó los labios recostándome ligeramente sobre mí. Olí su aliento. Había tomado un caramelo de mentol. No olvidaba detalle. Luego sentí la punta cerosa sobre mis pezones, que debían aparecer rojos, pintados de carmín, como el círculo que a continuación trazó alrededor de mi ombligo, como la flecha que pintada sobre mi vientre apuntaba a mi sexo, con una expresión en inglés "come in", es decir, "entra".

Se entretuvo en pintarme las unas de los pies con un pintauñas rojo intenso. Yo me suelo pintar las uñas de los dedos de las manos. De hecho, la llevaba pintada. No suelo pintarme la de los pies. Eva no se esmeró demasiado. Lo pero vino cuando agarró la maquinilla. Era una maquinita de afeitar que uso para una urgencia.

Eva la cogió con disimulo. No la vi cogerla. Sólo me di cuenta de lo que hacía cuando sentí la sensación cortante de su filo en mi bajo vientre. Miré que era el objeto que se desplazaba y vi había desaparecido una parte de mi vello púbico, un trasquilón que sin ningún orden ni dirección fue seguido por otro al que intenté oponerme.- ¡Jajaja! ¡A ver como le explicas esto a tu marido!.-

Pensé que debía de tener el pubis más feo del mundo, así, medio afeitado, con dos enormes trasquilones. Aún tuve que aguantar que me pusiera el "rimel" en los ojos y de paso, en la punta de los pezones y formando un círculo interior en el de carmín, en mi ombligo, y dando sombra a una flecha roja y un título, sobre mi vientre, que de esta manera adquiría volumen.

Dejó para el final la cartera.. Vió la foto de mi marido y de mis hijos. No hizo gestos despectivos, más bien pasó a otra parte de la cartera con respeto, pero tampoco se conmovió. Al final encontró el dinero. Eran ochenta euros que se metió en el bolsillo. – Así cuando te pregunte tu marido en donde metes el dinero le podrás contestar ¡Me lo he gastado en que me folle una lesbiana! ¡Jajaja!.-

Al fín me atreví a decir con el cable del ratón aún entre los labios -¿Forqué me hafeszz efto?.-

-¿Por qué? ¡Por que me gustas!.-

-¿Ah fffí? ¡Fueszz yo creo que me fodiaszz!.-

-Estas muy equivocada ...te adoro...Sólo que es mi forma de satisfacer mis deseos por ti... ¡Mira! ¡Te he traío un regalo!.-

De su bolso sacó una cajita de clips y de ella empezó a sacar toda suerte de pequeñas cadenitas hechas con clips. Puso una en cada una de mis tobillos y un anillo formado por cuatro clips en el dedo gordo de mi pié, que unió a su vez con una cadena de cinco o seis clips a la pulserita de mi tobillo. Colocó otras cadenitas en mis muslos, enganchando entre sí los extremos y luego, una a modo de collar alrededor de mi cuello y otro a manera de gargantilla. Después, fueron mis muñecas las que se vieron provistas de unas cadenitas de clips y luego me puso una alrededor de la cintura.

Dejó para el final la parte más difícil de su trabajo. Era una especie de malla de clips que coigó de mi cintura de manera que formaban como un triángulo que bajaba hasta mi sexo. Luego colocó entre mis piernas dos cadenitas de clips que atravesaban mi sexo a lo largo, hasta unirse con un enganche de clips que se mem metían entre las nalgas, a la parte de atrás de la cadena que tenía alrededor de la cintura.- ¡Unas braguitas de clips!.- Me dijo muy ufana.

-¿Te gustan?. ¡No sabes como te quedan! ¡Lo mejor es que justo en la raja se te queda un enorme agujero por donde entrar!.-

Eva comenzó de nuevo a trastear en su bolso -¡A ver ¡ ¿Qué tengo por aquí? ¡Mira!.-

Quede estupefacta. Petrificada. Había oído hablar de ellos e incluso los había visto en revistas de venta por catálogo pero jamás lo había visto en carne y hueso. Bueno. Os aclararé que no era de carne. Era de goma. Una enorme picha de goma negra, larga e imaginaba que dura, gorda, inmensa. Le seguían un juego de correas.

Pude calibrar indirectamente el tamaño de aquella polla por que Eva, mientras se quitaba la falda y la camisa dejó aquel trasto entre mis pechos. Eva cantaba. Tarareaba una canción de estas del verano. Yo estaba muy tensa por que me veía follada por aquel objeto. Muy pronto comprobé como se ponían aquellas correas alrededor del cuerpo de Eva dándole una silueta increíblemente delgada y menuda para poseer tan descomunal miembro.

Eva se subió a la mesa por donde estaban mis pies. Yo comencé a darme la vuelta para protegerme, pero Eva estaba muy segura de sí misma .- ¡Te la meteré por el culo! ¡Te aseguro que me da igual!.-

Rápidamente volví a mirar al techo. Eva colocaba una de sus rodillas entre las mías .-¡Oh, vamos! ¡Una fulanita que se ha corrido con las vibraciones de su móvil no se va a asustar por un cacharrito como este! ¡Te la meteré despacito! ¡Tú córrete y acabaremos pronto!.-

Yo ya no opuse resistencia. Eva se tendió sobre mí. Mordía mis labios con los suyos y me tomaba por las caderas. Puse mis piernas en forma de "M", abiertas y con los pies apoyados sobre la mesa para recibirla mejor. La punta del enorme falo comenzaba a atravesar los límites de mi sexo y avanzaba triunfante. Mis pezones se volvía a excitar, mi vagina comenzaba a humedecerse, mi boca comenzó a buscar el contacto con la suya. Se selló durante unos minutos. Nuestras lenguas se encontraron a pesar del impedimento del cable del ratón que mantenía entre los dientes.

Poco a poco el falo negro se fue haciendo un sitio en mi vagina hasta que al final Eva declaró que ya estaba dentro.. Me la había metido con suavidad, despacio, dando pequeñas embestidas, pequeños empujoncitos que iban ganando milímetros, centímetros. El avance consiguió lubricarme, despertar mi deseo estimulado por el morbo de ser una mujer la que me amaba y de estar sometida totalmente a ella. Puso sus manos en mis muñecas. Nuestros pechos se rozaron. Sus pezones se hincaban en los míos . Veía su cara, con las quijadas apretadas, mirarme entre cabreada y feliz.

De repente, Eva comenzó a moverse. Ya no eran los suaves balanceos de la introducción sino que poco a poco, las embestidas se fueron haciendo más bruscas, más duras. Eran embestidas que tan pronto las hacía lentas y profundas como rápidas y hasta donde llegaran. Tenía una ventaja sobre cuando hacía el amor con mi marido. No me tenia que preocupar de intentar hacerlo a la vez. Me desentendí. Abrí mis piernas, relajé mis caderas y dí rienda suelta a todo el placer que Eva pudiera producirme con la penetración de su polla de quita y pón. Empecé a sentir la llegada del orgasmo. Mis pechos buscaron el roce de los suyos desesperadamente. Mi clítoris, el roce de su vientre y ya no aguanté más.

Me moví con desesperación, desinhibida, libre a pesar de mis ataduras, a pesar de estar obligada a permanecer allí, de no desear lo que me pasaba, aunque en el fondo ¡Quien sabe! Eva me ayudaba. Se movía conmigo, deseosa de proporcionarme el polvazo de mi vida . ¡Qué placer!

Quedé extenuada. Busqué de nuevo la boca de Eva, que me besó de nuevo apasionadamente. Las dos sudábamos y nuestros sudores empañaban nuestros cuerpos y se nos mezclaban.

Eva estuvo dándome cariñitos un rato, sin soltarse, hasta que finalmente miró el reloj.-¡Uh! ¡Se me hace tarde! ¡Tengo que recoger la señal del alquiler del piso!.-

Se vistió y me besó en la mejilla con un alocado -¡Adiós!.- No sabía como librarme del nudo de mis manos. El ratón era demasiado gordo. No quería pedir socorro. Imaginad el escándalo, desnuda, atada. AL final, golpeando el ratón contra el borde de una mesa, conseguí separarlo del cable. Entonces fue mas fácil deshacer el nudo. Pasé un rato de mucha tensión y seguí sudando.

Intenté recomponer la oficina. Le cambié el ratón roto a Sánchez, me quité los clips y los tiré a la basura al salir de la oficina. Busqué mis bragas. No las encontré. Hoy han aparecido en la mesa de una compañera. Ha preguntado de quien eran. Yo creo que me he puesto muy colorada, así que tal vez haya adivinado que eran mías. Lo que no a aparecido es el sujetador ni mi bolígrafo gordote ni mis pincitas del pelo. Se las habrá llevado de recuerdo, o para utilizarlo en su próxima conquista.

He intentado llamar al móvil a Eva para decirle cuatro cosas, pero no lo coge. Llamadas restringidas. Miro hacia su silla vacía. No sé. ¡Creo que le tengo un poco de nostalgia!

Chicas, desconfiad de las compañeras demasiado amables. Esa amiga que te pregunta por tu vida, que quiere saber si te va bien con tu marido...tal vez quiere algo más que tu amistad.

Egarasal1@mixmail.com