Torneo en Caracas (Sexfight)

Un duelo sexual con público

El presentador, escoltado por dos morenas esculturales con escuetos microbikinis rojos anunció el inicio del Tercer Torneo Secreto de Lucha Sexual de Caracas. La vencedora se haría con una suma cercana a los 10.000 dólares y la corona de campeona.

Las dos ediciones previas habían sido de un éxito absoluto. Se habían vendido todas las entradas y la comercialización de los videos en circuito clandestino casi triplicó lo recaudado. Había mucha expectiva en esta nueva edición: Por primera vez se enfrentarían Ai, una sensual japonesa que había pasado muchos años en España, y una argentina llamada Lola. Cada una se había alzado con el trofeo en las versiones anteriores, por lo que... para evitar que se enfrentaran en la final y dar posibilidad a nuevas candidatas, las harían cruzarse en el duelo inaugural.

Ambas tenían 21 años y estaban en muy buena forma. Ai medía 1,65, pesaba 48 kilogramos y lucía unos pechos tirando a pequeños, pero firmes y sensuales, coronados por seductoras areolas rosadas. Sus piernas esculturales evidenciaban horas de entrenamiento y sus nalgas eran perfectas: dignas de ser envidiadas por cualquier modelo. Sus cabellos negros lacios caían con gracia sobre los hombros, salvo cuando luchaba, que solía recogerlos en una cola de caballo. Su nariz respingada, pómulos delicados y pequeños pero carnosos labios que parecían curvados en una sonrisa permanente eran enmarcados por dos expresivos e hipnóticos ojos rasgados que debilitaban cualquier intento de mantenerle la mirada.

La argentina, por su parte, tenía unas curvas de ensueño que provocaban incomodidad en los hombres y ponzoñosas miradas de envidia por parte de las mujeres. De contextura esbelta y medidas similares a las de la asiática, contaba con 1,64 de estatura, pesaba 52 kilogramos y sus pechos eran medianos, coronados por insolentes areolas morenas. Sus nalgas eran atractivas, aunque levemente planas en comparación con el increíble trasero de la nipona.

En la primera edición se había impuesto sobre una portuguesa con peinado afro, en una final muy ardiente donde acabaron casi juntas. La lucha había sido tan encendida, que una vez que se realizó la entrega de premios, tanto Lola como su rival se agarraron de los cabellos y comenzaron a intercambiar violentas y sonoras bofetadas hasta que las separaron. Por dicha razón, ambas fueron inhabilitadas para presentarse en el torneo. La portuguesa estaba embarazada, por lo cual se perdería esta nueva edición, así como la posibilidad del regreso.

Por el lado de Ai, su combate final contra una coreana fue sensual y ardiente. Ambas dieron lo mejor de sí, pero el predominio de la nipona fue indiscutido y, al finalizar el tiempo, el marcador la daba por ganadora por amplio margen. Inclusive, en la ceremonia de coronación, la subcampeona la abrazó y se prodigaron un largo y encendido beso que capturó las cámaras y los ratones de los presentes.

Cada participante grabó un video para presentarse. La argentina, fiel a su estilo, fue socarrona y altanera para con todas las rivales. Esto le había generado tanto simpatía como odio en idénticas proporciones. Algunas rivales han llegado a intercambiar golpes de puño durante el combate y, según se rumorea, con varias de ellas se golpearon en privado una vez concluido el torneo. Incomprobable, pero es un rumor que tomó mucha fuerza.

Ai, en cambio, se mantuvo honorable y respetuosa, aunque sentenció que se haría con el título y que había venido dispuesta a conservar su corona, aunque deseaba buena suerte a todas las competidoras y esperaba que sus duelos fueran honorables.

El escenario donde se desarrollarían los encuentros era un amplio círculo con una inmensa cama circular, un gran sofá de cuatro cuerpos, un yacuzzi y un banco angosto, similares a los de las plazas. Todo el suelo se hallaba cubierto por una mullida alfombra carmesí.

Las luces se apagaron y el auditorio quedó sumido en el más tenso silencio. Explotó una poderosa y cañería melodía de hard rock ochentoso para dar paso a Lola, quien llevaba botas negras de taco aguja y un minúsculo tanga con motivo de animal print que hacía juego con el minúsculo bra que apenas cubría sus pezones.

Una enardecida ovación masculina la recibió y solo algunas mujeres la aplaudieron, pero su clamor fue tapado por el gran abucheo de la platea femenina. Aunque, varias de ellas recorrieron su figura con la mirada encendida, con la misma fiereza con que un lobo anticipa a su presa.

La argentina avanzó en el corredor hacia la arena y estrechó manos con los desesperados hombres. Una morena se acercó a saludarla y ella la saludó con un efímero beso de pico que provocó aullidos de euforia en los espectadores.

A pocos metros del círculo de combate, Kim-Li, la coreana finalista del primer torneo, se acercó a saludarla y le ofreció la mano, pero Lola la apartó de un manotazo y le arreó un bofetón con el dorso de la mano. La asiática se tambaleó levemente y las cámaras reprodujeron la marca enrojecida de los dedos impresos en su mejilla.

Un abucheo general ensordeció la sala durante medio minuto, donde la sudamericana se pavoneó en el centro del círculo, en espera de su rival. Pero las luces volvieron a apagarse y una poderosa respuesta de hard-rock japonés atronó desde los parlantes, para que Ai se hiciera presente, recibida por una encendida lluvia de aplausos y gritos de amor en varios idiomas. Ella levantó las manos y sus ojos rasgados empequeñecieron aún más a causa de la amplia y luminosa sonrisa que encendió su bello rostro. Se veía fantástica con botas negras de taco aguja y un minúsculo bikini blanco con un sol rojo en el centro, tanto del tanga, como en la parte que cubría los pezones.

Su caminata hacia el círculo se produjo con lentitud, debido a la multitud de manos que se extendían para saludarla. Cuando se acercó a Kim-Li, ambas se tomaron por las y se dieron un beso por mejilla para culminar con una mutua reverencia que alentó a la gente a vociferar ambos nombres.

Así, la campeona asiática llegó al centro del escenario donde la esperaban Lola y el árbitro. Un macizo y gigantesco calvo con una camisa blanca que apenas contenía los botones e imponía respeto con su sola presencia.

—Damas, por favor, acérquense. Quiero una pelea limpia. Ya conocen las reglas. Pueden hacerse lo que quieran, pero si una se rinde el combate debe terminar. Solo habrá una vencedora cuando su rival se haya corrido. Y si yo digo "Alto!" se separan. ¿Entendido?

Ambas luchadoras asintieron en silencio, con la mirada fija la una en la otra a medida que se desvestían por completo, sin deshacer el silencioso duelo que mantenían sus ojos. Tanto Ai como Lola conocían las reglas y el árbitro se alejó con las prendas de ambas para dejarlas solas y que pudieran comenzar el duelo.

La argentina sonrió y levantó ambas manos hacia la audiencia, teatralmente. Le guiñó un ojo a su oponente y se inclinó para ofrecerle el saludo estipulado en este torneo, a modo de beso en los labios. Ai devolvió la sonrisa y se inclinó con la boca fruncida para responder al beso, pero Lola la escupió y le asestó una artera bofetada que recibió la reprobación de todo el auditorio e hizo tambalear levemente a su rival.

Lola saboreó el momento, pero fue sorprendida por un violento puñetazo en el estómago, que la hizo doblarse en dos. Ocasión que aprovechó la enfurecida campeona para tironear de sus negros cabellos y devolverle la sonora bofetada, con creces.

Los gritos de aliento y la ovación parecieron enfurecer a la argentina, que aferró la negra cabellera de su rival y ambas se trabaron en un letal tironeo mutuo, tambaleantes en el centro del círculo de combate. A veces alternaban con algunas cachetadas que eran festejadas por las facciones simpatizantes. También, intentaron torpes patadas que no causaron verdadero daño y ambas, tropezaron con el sofá, enmarañadas para caer al suelo tras un efímero, pero violento forcejeo. El golpe las aturdió momentáneamente y se separaron, tosiendo ambas, de rodillas.

Superado el momento, ambas se volvieron a poner de pie y retomaron los tirones del cabello e intercambio de sonoras bofetadas que enrojecieron sus mejillas. Pero la argentina parecía más fuerte y tras algunos minutos de intercambio, logró derribarla sobre la mullida cama circular. Las piernas de ambas libraban su propio duelo. Ambas parecieron estremecerse cuando sus matas dieron la impresión de enredarse con el forcejeo, mientras intercambiaban la posición  superior y descargaban manotazos sobre las bellas facciones rivales.

Lola logró mantener la posición superior y ambas dejaron escapar un gemido cuando sus vulvas se empujaron en plena lucha. Ai se arqueó y forcejeó, pero la posición de la sudamericana parecía definitiva. La argentina le escupió en los labios y recibió una inmediata respuesta y luego, para sorpresa de todo el auditorio, le tomó el rostro con ambas manos y le plantó un beso furioso que sorprendió a la campeona nipona, quien abrió los ojos grandemente durante un par de segundos. Repuesta del estupor, respondió al beso y ambas se acariciaron labio a labio, con las miradas fijas, destellando de odio. Disgustada, Ai le dio un tirón de cabello y ambas separaron sus bocas.

—¿Qué haces, puta sudaca? Creía que las putas tenían prohibido besar… —Siseó venenosamente, mientras se removía en un desesperado intento por liberarse.

—Ustedes, ojos de alcancía, no valen un polvo. Ese es el beso de la Muerte, tarada.

El público no se perdía detalle gracias a los micrófonos dispuestos estratégicamente en varios puntos del círculo. Los ojos oscuros de la sudamericana recorrieron el auditorio pavoneándose, pero se quedó helada al advertir la mueca maligna que se había dibujado en el rostro de su oponente.

—¿A eso llamas el beso de la Muerte? ¡Tú no me das nada, estúpida! ¡Yo te lo doy a ti!

Y la tomó por ambas mejillas para plantarle un encendido beso en los labios, que se prolongó durante un largo minuto en el cual sus vientres iniciaron un movimiento rítmico y sensual. Fue el turno de la argentina para abrir los ojos y cuando sus bocas se separaron, la japonesa volvió al ataque y le mordió el labio inferior con suavidad para reiniciar el beso y reptar con su lengua en el interior de la azorada occidental.

Ambas se tomaron por el rostro y comenzaron a empujarse vientre contra vientre. Se podían escuchar quedos jadeos y suspiros, así como el inconfundible sonido del chasquido de los besos mientras sus cuerpos parecían querer fundirse en uno. Hasta que, con un repentino movimiento, Ai se apoyó en la planta de los pies y logró invertir las posiciones para colocarse en la posición superior.

Ninguna de las dos había interrumpido el letal morreo y la saliva comenzaba a escapar por la comisura de la boca de ambas. La argentina la tomó por la nuca con la mano izquierda para mantenerla apretada contra sí y su mano derecha reptó por la sensual curva vertebral de la japonesa para posarse en sus esculturales y envidiadas nalgas.

Ai jadeó al sentir las expertas caricias y succionó el labio inferior, sin que ninguna interrumpiera el diálogo cargado de odio y rivalidad que mantenían sus ojos. La nipona la abrazó por el hombro con la mano izquierda y con la derecha dibujó un sendero de caricias para deslizar la yema del dedo corazón sobre la mata humedecida de su rival, quien se retorció y jadeó, con un dejo de temor en los ojos.

El dedo anular de Lola buscó la raya entre las nalgas y acarició el ano de su némesis, quien jadeó a su vez, y los jadeos de ambas se entremezclaron de boca a boca, mientras sus lenguas esgrimían lascivamente. Los dedos de Ai se enredaron en la mata y tironearon con suavidad, en forma amenazante.

—Puta… besas como una quinceañera. —mintió la argentina, intentando mermar su confianza.

—Zorra… no creas que tú lo haces mejor… hasta un mocoso virgen transmite más…

Pero los jadeos y el sudor que comenzaba a perlar sus cuerpos desmentía sus provocaciones.

Las lenguas reptaron por los labios rivales y tanto una como la otra parecieron turnarse para felarse la lengua, ronroneando, con la mirada fija en los ojos de la contrincante, mientras los dedos se acercaban peligrosamente.

Ai apretó las nalgas y dificultó la acción de Lola, quien se esforzó por cerrar las piernas, pero las hábiles caricias de los dedos nipones la estaban enloqueciendo. ¡Se estaba mojando y su cuerpo se estremecía con cada pasada de la yema por los labios! El toque de gracia fue cuando la asiática comenzó a abrirle y cerrarle la vulva para atraparle el resbaloso e hinchado clit. Espasmos de placer invadieron el escultural cuerpo de la argentina, quien escupió en la lengua de su rival, quien le devolvió la escupida en la boca abierta y jadeante para rematarla con un beso francés que aceleró los movimientos pélvicos de ambas.

La yema del dedo corazón de Lola encontró el delicado hoyo de la campeona asiática, pero su propia resistencia estaba muy mermada y ambas jadearon, sin separar los labios, dedeándose tanto como pudieron.

Los espectadores contemplaban excitados y azorados la inminente victoria de Ai, quien pareció redoblar sus esfuerzos al sentir el dedo enemigo en su retaguardia. Las chillonas voces de la platea femenina parecían reforzar cada movimiento suyo. Era como si quisieran ver humillada a esa argentina engreída, que se retorcía en desesperados intentos por liberarse.

Ai le apoyó la palma de la mano y le metió dos dedos en la húmeda, ardiente y palpitante cueva y sus yemas activaron el punto de no retorno. Lola se retorció y protestó, pero su cuerpo la traicionó y comenzó a estremecerse, al tiempo que se desbordaba a mares en la mano de su odiada rival.

La japonesa chilló excitada y se retorció cuando el dedo de la sudamericana hurgó entre sus nalgas, pero ya la había derrotado y levantó la mano izquierda en señal de triunfo. La muchedumbre comenzó a vitorearla y el árbitro se acercó, pero no dio señales de intervenir.

Lola negaba con la cabeza, en una protesta silenciosa, mientras intentaba evitar aquellos labios que la habían derrotado. Justo a ella, que jamás había perdido en un duelo de besos. Y sin embargo, había quedado eliminada y humillada. La lengua rival reptó por su mejilla y ella sintió una oleada de asco y susurró "Basta", pero fue casi imperceptible.

Ai continuó con el asedio a su coño y Lola inentó cruzar las piernas, mientras su mano izquierda tomaba la cabellera de su némesis en un torpe intento por alejarla a la vez que corría la cara para evitar que sus labios se encontraran.

—¡Dije… BASTA! ¡No… puedo… MAAAAAAAASSSSSS!

La nipona le dio un tirón de cabello y una bofetada.

—No te escuché, cariño. ¿Quién es la mejor?

—Vos… —respondió con un hilo de voz.

La vencedora repitió el tirón y la bofetada.

—No te escucho, hija de puta.

—¡Vos, hija de puta! ¡VOS!!! ¡VOS, LA PUTA QUE TE PARIÓ!

El humillado grito, al borde de las lágrimas fue recibido por un coro de burlas por parte de las fanáticas de Ai, quienes la aplaudieron. La vencedora se sentó a horcajadas sobre el vientre de su némesis y le dio un puñetazo en el rostro para, seguidamente, inclinarse sobre ella y lamerle la sangre que brotaba del labio partido, antes de zamparle un furioso beso de tornillo durante un largo minuto, para lamerle el labio superior y la mejilla al terminar. Le tomó la mandíbula con la mano derecha y la forzó a abrir la boca. Le escupió en el interior y volvió a abofetearla.

—Esto es por Kim-Li. Y ESO fue un beso de la Muerte, perdedora.

El gigantesco réferi se acercó para dar por terminado el castigo, pero Ai le hizo una reverencia silenciosa y se acomodó a horcajadas sobre el rostro de su derrotada, quien no perdió tiempo en lamerle y cumplir con su tributo, dispuesta a terminar su calvario cuanto antes. Se odió a sí misma, pero el sabor del coño nipón era delicioso y se empeñó en hacerla acabar cuanto antes.

Ai levantó ambas manos y lanzó besos hacia todo el auditorio, mientras sus jadeos entrecortados enrojecían sus mejillas y denunciaban que su orgasmo también se encontraba próximo. En plena ovación y descarga de flashes, se inclinó y comenzó a devorar la húmeda y palpitante entrepierna de su némesis, quien se retorció de placer y ambas se enredaron en un intercambio vicioso y sin tregua hasta que se corrieron, casi al mismo tiempo.

Ambas jadearon y temblaron, mientras se desbordaban a mares en la boca de su oponente y quedaron laxas durante algunos momentos, tras los cuales, Ai se inclinó sobre Lola, le tomó la quijada y le lamió los labios para compartir el sabor de sus propios jugos, antes de retirarse con las manos en alto. El réferi le acercó ambos bikinis y ella se puso el de la argentina, a modo de trofeo.

El anunciador se acercó para proclamarla como vencedora y le acercó el micrófono, intrigado ante el sorpresivo desenlace del pleito.

—Según tenía entendido, la derrotada es obligada a comer el coño a la vencedora. ¿Por qué lo hizo, Ai?

Ella tragó saliva y sus ojos rasgados recorrieron a la audiencia, que aguardó la respuesta con un respetuoso silencio.

—Esa sudaca demostró que la soberbia nunca es buena compañera. Me molestan las rivales poco honorables.

—¿Lo ocurrido con Kim-Li tuvo que ver?

Ai se sonrojó un poco y tragó saliva. Sintió que el pulso se le aceleraba y advirtió la encendida mirada de la coreana.

—Por supuesto. Kim-Li fue muy honorable y hemos compartido muy buenos momentos.

—¿Buenos momentos? ¿Están saliendo?

El auditorio exclamó en sorpresa.

—No —Ai bajó la vista y se sonrojó, para cruzarse de brazos, visiblemente incómoda. —Por ahora somos buenas amigas y, de tanto en tanto le damos a la lengua. Tómenlo como quieran, no soy quien para arruinar sus fantasías.

Lanzó una risilla tímida y sus mejillas enrojecieron aún más ante el aplauso, la ovación y el vitoreo de ambos nombres.

—Muy lindo. Espero que si se casan nos inviten a la boda.

Ai se encogió de hombros y su pie derecho comenzó a moverse con cierto fastidio. El árbitro le hizo una seña al anunciador, quien consultó el reloj y carraspeó para retomar la pregunta.

—¿Pero qué pasó en ese final?

—Como decía… La argentina no tiene honor y es soberbia. Me gustó derrotarla y humillarla. Ella me comió el coño porque perdió. Yo siempre quise saborear a una latina y hoy se me dio.

Guiñó un ojo y lanzó besos a la audiencia, quien la ovacionó de pie. Lola misma tuvo que aplaudirla, a regañadientes y aceptó la toalla que le ofrecían para retirarse cabizabaja por una entrada, mientras Ai hacía lo propio por la otra en el preciso momento en el que las luces se apagaron para dar paso al segundo combate.