Torneo de karate mixto II
BALLBUSTING. Segunda parte del relato sobre un torneo juvenil de artes marciales en el que se enfrentan chicas contra chicos.
Con Tomás camino al hospital con los huevos hinchados y cascados, Lucía se quedó unos minutos charlando con la joven doctora. La felicitación de la mujer por su perfecta patada (que en realidad fueron dos), le dio alas a la chica, que preguntó sin temor, aunque siempre con tono inocente:
- ¿De verdad está tan mal como para que lo lleven al hospital? Si solo ha sido una patada….
- Ya te lo he dicho, le has hecho mucho daño. Aunque solo sea una patada los testículos son muy muy delicados. - explicó la doctora.
- ¿Pero cómo puedes saber que estaba tan mal? ¿Solo por cómo lloraba? Eso lo hacen siempre. - insistió Lucía.
- No debería decirte esto, pero ya que te veo preocupada por él, te diré que los tiene muy hinchados y al tocarlos casi se desmaya. Así que seguramente tenga algún problema aparte de la inflamación. Pero tranquila, en un dos o tres semanas estará recuperado. Como mucho en un mes.
- ¿Un mes? Pobrecillo mes con dolor de testículos. Va a ser el peor mes de su vida. - dijo Lucía celebrando la noticia por dentro.
- No te quepa duda. Pero sabes qué? La próxima vez seguro que se pone protección, que es algo que recomendé a los maestros, pero no han hecho caso.
- Menos mal que nosotras lo tenemos todo dentro y protegido. - dijo Lucía sin ocultar una sonrisa.
- Pues sí, menos mal. - le dijo la doctora devolviéndole una sonrisa cómplice antes de despedirse.
Tras la estimulante charla, Lucía volvió a la competición a ver a sus compañeras. Era el turno de Eva, una chica de 17 años de apenas un metro sesenta de altura, con el pelo corto, pechos grandes y preciosos ojos verdes. Todas las chicas se apelotonaron junto a la valla que separaba de la zona de combate. Se dieron cuenta de que cerca estaban los compañeros de Tomás, por lo que Lucía decidió contar a viva voz cómo había visto al chico salir en camilla, llorando y directo al hospital.
- Me ha dicho la doctora que se le han hinchado los huevos y que tardará un mes en recuperarse. - les contaba mientras sus amigas reían y exclamaban impresionadas por los daños.
- Con esas dos patadas no me extraña. - comentó una de ellas.
- ¡Un mes! Ese no te olvidará en la vida. - dijo otra chica entre risas.
- Tendrá pesadillas contigo hasta el día de su muerte. - añadió otra.
Los compañeros de Tomás las escuchaban perfectamente y se miraban entre ellos esperando que otro les dijera cuatro cosas, pero ninguno se atrevió. Después de ver a Tomás agonizando les temblaban las piernas solo de pensar que pueda sucederles lo mismo a ellos.
Las chicas siguieron comentando y riendo mientras en el tatami Eva saludaba a su oponente: Pablo, un chico de 18 años de aspecto intimidante.
- Tranquila, no seré muy duro. – le dijo él mirando a la pequeña chica con aire de superioridad.
- Si veo que me vas ganando te daré una patada en los huevos. Me descalificarán, pero a ti te sacarán de aquí en camilla. – le dijo ella mostrando tanta confianza como él.
Las palabras de Eva hicieron mella en el chico, que cuando empezó el combate se mostró muy inseguro por miedo a que la chica cumpliera su palabra. Tanto que estaba perdiendo el combate. Viendo que no tenía salida, en un acto desesperado e impulsivo, lanzó un fuerte derechazo que conectó con violencia con el seno izquierdo de Eva. Sabía que eso la debilitaría y además no es un golpe descalificatorio como sí lo es en los genitales.
Un agudo quejido silencio momentáneamente el pabellón. La chica se agarró el pecho e insultó al chico, que fingió una pobre disculpa. Los jueces detuvieron el combate y uno se acercó para preguntarle a la chica si podía continuar. En las gradas, muchos padres aprovecharon el incidente para afirmar que era un error enfrentar a las delicadas chicas con los bravos varones.
- Ya no se reís tan ¿Eh? - dijo por fin uno de los chicos que observaban cerca de Lucía y sus compañeras – Un golpe de nada en una teta y tienen que parar el combate. Patético.
Este comentario inició una discusión entre chicos y chicas y no llegaron a las manos únicamente porque se reanudó el combate y eso los distrajo. Eva pudo continuar, no sin dolor y con lágrimas en los ojos, además de fuego en la mirada.
- Lo siento, es que estoy acostumbrado a pelear con gente con el pecho duro y musculoso, y no algo blando y delicado. – le dijo Pablo con una sonrisa.
La chica lo ignoró y pidió a los jueces que reanudaran el combate de una vez. Cuando lo hizo, Pablo luchaba con más confianza y Eva estaba mermada por el aún intenso dolor.
El chico acariciaba la victoria, pero entonces Eva lo sorprendió con un barrido (lo derribó deslizando rápidamente el pie a ras de suelo para zancadillearlo). Pero esa solo fue la mitad de su técnica, ya que Eva hincó una rodilla en el tatami prácticamente al mismo tiempo que Pablo caía de espaldas y, dando un grito de rabia, le dio un brutal puñetazo justo en el centro de la “V” que formaron sus piernas. Fue un golpe rápido y seco, con el que los nudillos de la chica aplastaron milimétricamente los testículos del adolescente contra su hueso púbico.
Un solemne “Ohh” inundó el recinto, seguido de un total silencio por el terrible golpe en reverenda zona. El silencio solo fue interrumpido por el gemido de dolor de Pablo, que quedó en estado de shock. Su visión se tornó borrosa, se sentía mareado y era incapaz de llevar los brazos a su agredida entrepierna. Estaba a punto de desmayarse, pero no tuvo esa suerte, pues siguió consciente para sentir la vergüenza de ser derrotado por una chica, una chica a la que él antes había golpeado en una zona femenina, pero que pudo continuar la pelea y devolverle el golpe para que sea él el que no pueda continuar. Sabía que su principal preocupación tenía que ser su salud genital, pero su orgullo estaba tan herido como sus testículos.
Si antes los padres comentaban que era un despropósito enfrentar a las pobres chicas con sus hijos, ahora son las madres y espectadoras femeninas las que se regocijan en la victoria de la chica y en la debilidad masculina, afirmando incluso que la separación por sexos se hace para proteger a los varones. Con el deshuevado Pablo como ejemplo presente de estos argumentos, el público masculino no tuvo más remedio que callar avergonzado.
¿Qué ha pasado? Un solo golpe y no solo se ha parado el combate, sino que tiene pinta de que se ha terminado. - replicó Lucía a los chicos, que la miraron con la cara descompuesta por el impactante golpe.
Lo siento, es que estoy acostumbrada a luchar con gente sin nada tan blando y delicado entre las piernas. – le dijo Eva a sonriendo al derrotado chico que tenía a sus pies.
- Estas descalificada. – le dijo el juez principal.
- ¿Por qué? Si solo he hecho lo mismo que él, darle un puñetazo. ¡No es justo, yo no tengo la culpa de que….
Entonces intervino Olga, que le dijo que se callara y que fuera a ver cómo estaba su rival. Luego comenzó a hablar con el juez para convencerlo de que había sido un golpe sin mala intención e igual que el que él le había dado a su alumna. Pero el hombre se negó rotundamente, pidiéndole que mirara como se llevaban al chico en un estado bastante preocupante.
La mujer insistió, pero pronto se dio cuenta de que no conseguirá nada con sus palabras, así que con una mirada seductora le dijo al hombre que debían discutirlo en privado y que le enseñará algo que lo hará cambiar de opinión, guiño de ojo incluido. El hombre, algo confuso, la siguió un poco indeciso, pues no era fácil decirle que no a una mujer de ese calibre.
Olga lo dirigió a un baño de señoras y le pidió coquetamente que guardara silencio. Una vez dentro lo puso contra la pared y, acariciándole el paquete, le volvió a pedir que no descalificara a Eva, susurrándole al oído. Al juez apenas le llegaba la sangre al cerebro y la voz de Olga cada vez sonaba más cautivadora. De cerca la mujer era todavía más guapa, con sus ojos azules y su cabello negro.
- No puedo… Ha mandado a ese chico a la enfermería. – respondió el hombre aún manteniendo un poco de sensatez.
- Estará bien, los testículos son muy resistentes. – siguió susurrando ella mientras le besaba el cuello y metía la mano en el pantalón del hombre para acariciar su pene totalmente empalmado.
Él permaneció varios segundos en silencio, disfrutando los tocamientos e incluso permitiéndose el lujo de cogerle el trasero a Olga.
- Si hago eso los demás jueces y el senpai del chico me lincharán… - seguía resistiéndose a pesar del placer recibido.
- Veo que necesitas un poco más de persuasión…. – susurró ella con toda su sensualidad.
- Tócame todo lo que quieras, pero no vas a conseguir nada.
Pero el hombre estaba equivocado, ya que Olga se refería a otro tipo de persuasión. La mujer descendió su mano un poco más, sujetó delicadamente los testículos del hombre y, antes de que este sospechara, los apretó con fuerza (no toda, pues de hacerlo la mujer sería capaz de hacer picadillo los colgantes órganos en pocos segundos). A continuación lo miró a los ojos sin dejar de apretar.
- ¿Conoces la técnica “aprieta, gira y tira”? Pues intenta golpearme y te prometo que la pongo en práctica con estos colgajos. - lo amenazó Olga. – Si descalificas a mi alumna saldrás de aquí del mismo modo que ese chico. – le dijo apretando por un instante con todas sus fuerzas antes de soltarlo.
El pobre tipo cayó fulminado, sin creerse cómo en un momento había pasado del placer al peor de los dolores.
- Puta… - la insultó con voz débil – En cuanto me recupere te daré tu merecido. - le dijo lleno de impotencia por no poder hacer nada.
- Haz lo que quieras, pero te advierto que en mi país un cabrón intentó violarme y solo me hizo falta un rodillazo para reventarle los huevos. Todavía me acuerdo del crujido que sentí en la rodilla.
Y dicho esto se lavó las manos y se fue, dejando al hombre sin palabras y asimilando lo peligrosa que Olga podía llegar a ser.
Olga volvió con los jueces para convencer a otro (ya que eran necesarios dos de los tres votos pata decidir) de que se alumna no debía ser descalificada, a la espera de que llegara en juez principal y cumpliera sus órdenes. Pero antes de llegar se encontró a Eva, que volvía de la enfermería donde todavía no podía entrar.
- ¿Te encuentras bien? Le preguntó a la chica.
- Me duele la teta, pero estoy bien, sobre todo viendo cómo está él. - respondió Eva con ogullo.
- Le has dado una buena lección. Fue él quien empezó una pelea que no podía acabar. Por su reacción creo que le has roto por lo menos uno, aunque eso lo sabrás tú mejor que yo… - le dijo Olga.
- Sí, le he dado con los nudillos como nos enseñaste y he notado un crujido. Creo que le he roto los dos. - confesó Eva sintiendo poderosa, muy poderosa; y viendo más que nunca a los chicos como patéticos seres indefensos.
- Yo también lo creo. Estaba con los ojos en blanco y no tenía fuerzas ni para agarrárselos Te felicito. Ahora iré a convencer a los jueces de que no te eliminen. Tú ve a la enfermería a que te miren el pecho, y así sabrás la primera si has hecho una tortilla de uno o dos huevos. - finalizó Olga haciendo reír a su alumna.
Cuando llegó con los jueves, pensó que sería fácil convencer al menos a uno porque uno era una mujer, la única senpai además de ella. No se equivocó, pues consiguió convencerla insistiendo en que Pablo había atacado primero en una zona íntima y que la única diferencia era que Eva pudo continuar a base de coraje.
En cambio le fue imposible con el otro juez, por lo que necesitaba que el juez principal vuelva de una vez con el voto favorable. Sin embargo, antes que esto pasara vieron venir caminando rápidamente a la doctora del recinto y tras ella al senpai de Pablo. El hombre estaba pálido, parecía que acababa de ver un fantasma. La sanitaria tomo aire y soltó un notable suspiro antes de hablar:
- El chico que me han llevado hace un rato… - hizo una pausa – Tiene los testículos rotos. - dijo sin más rodeos.
- Qué? ¿Rotos? ¿Los dos? - preguntaba la jueza muy sorprendida e impactada.
Olga no dijo nada y simuló cara de sorpresa. Ponía todo su esfuerzo en ocultar el orgullo que sentía por su alumna Eva. El otro juez estaba con la boca abierta, sintiendo una extraña molestia en sus propios testículos solo de ponerse en el lugar del joven.
- Sí, los dos. Lo han llevado inmediatamente al hospital, pero estoy segura de que no podrán hacer nada por salvarlos. - informó la doctora.
- ¿Estás segura? Tal vez… - decía la jueza pero fue interrumpida por Olga.
- Esa técnica tiene muchas probabilidades de que eso suceda, porque al golpearlos con el hombre tumbado con las piernas hacia arriba, los testículos se aplastan contra el hueso púbico. Dada la existencia de estas técnicas, mis chicas y yo pensábamos que todos los chicos utilizarían suspensorio. - explicó Olga sorprendiendo a todos por su conocimiento de técnicas prohibidas.
Así ha sido, ambos testículos quedaron atrapados entre el puño de la chica y el hueso púbico. Cuando eso pasa no se necesita un golpe muy fuerte para romper el testículo, y en este caso parece que sí ha sido un golpe fuerte, por lo que las gónadas han sido literalmente aplastadas. Siento ser tan explícita, pero es mi obligación informarles. - añadió la médico viendo el juez se sentaba en su silla visiblemente afectado, con la misma cara que el senpai del chico.
Pobre chico. Tan joven y en un abrir y cerrar de ojos pierde algo tan importante. Qué injusta es la naturaleza. - dijo la jueza.
- Está en sus manos pero, si quieren mi opinión, creo que lo mejor es cancelar el torneo o, al menos, que los varones peleen con una taza protectora para los testículos. Algo que por cierto siempre debería de ser obligatorio y que recomendé a todos los maestros. - dijo la doctora apartándose para que los senpai decidieran.
Así, mientras decidían si continuar con el torneo, en el hospital extraían los restos testiculares del escroto de Pablo, que cuando despertó aún sentía el terrible dolor, pero al sujetar sus partes instintivamente descubrió que su saco estaba totalmente vacío. Sus lamentos casi pudo oírlos Eva desde la ducha del vestuario para chicas, donde se tocaba enérgicamente recordando el tacto blando en su puño, el crujido bajo sus nudillos, la reacción del chico….