Tormenta de verano
Estas jovencitas no son tan inocentes como parecen, y si me lo hacen ver.
Al final del verano se pueden alternar los días calurosos con otros de intensas tormentas. Ahora está cayendo una de esas que impresionan.
Como no hay nadie por la calle decido volver a casa. Conduzco con precaución hacia el apartamento que tiene mi familia en la costa.
Veo dos chicas que corren de portal en portal tratando de esquivar la inclemente lluvia. Me resultan conocidas, sus familias tienen un apartamento cercano al mío, toco el claxon y les hago señas para que vengan conmigo en el coche.
Están empapadas y con la respiración muy alterada a causa de las carreras, al reconocerme no dudan en subir al coche y así escapar de la molesta lluvia.
Días atrás las observe tomando el sol en la piscina luciendo sus jóvenes y bonitos cuerpos, aunque no les preste demasiada atención pues son bastante más jóvenes que yo y estan en otra onda pero me produjeron una grata sensación.
Tienen alrededor de veinte años, una es morena, menuda, muy activa y habladora. Lleva varios piercing, unos aros en la ceja, y varias bolitas en las orejas y a un lado de la nariz. La otra tiene el cuerpo mucho más voluptuoso, es relativamente más alta y maciza. Su cara es la de una niña buena, con una larga melena rubia y una boca sensual.
Tras quejarnos por el mal tiempo, dirijo el coche hacia los apartamentos. Aparco en el parking del sótano y nos encaminamos cada cual hacia su respectivo apartamento.
Solamente son las once y da pereza irse a dormir tan temprano. Sin mucha convicción lo comento en voz alta y ellas enseguida se muestran dispuestas a buscar una alternativa mejor a la de volver a casa a esta temprana hora.
Como yo estoy solo en el apartamento, les propongo que vengan conmigo, escuchamos música y nos tomamos algo (al mismo tiempo que voy diciéndolo me va seduciendo la idea). Ellas dos aceptan encantadas. No sé qué se imaginan, pero creo que podremos pasarlo bien los tres juntos, aunque el entusiasmo que han mostrado me ha alertado de que ande con cuidado.
Nada más llegar a mi apartamento, con mucha naturalidad se quitan las camisetas mojadas dejando sus torsos desnudos a mi vista. Los pechos de la más menuda, que llamaré Marisa, son medianos y forma de pera, destacando unos pezones muy oscuros y puntiagudos.
Sofía tiene unas formas más redondeadas y sus pechos son grandes y voluptuosos. Después de varias indecisiones nos sentamos los tres en el sofá, colocándose una a cada lado.
Tras unos instantes de incomodo silencio y por sorpresa la más menuda se abalanza sobre mí y me besa en la boca con frenesí. Supongo que debe pensar que para que perder el tiempo en preámbulos. Su lengua es como un molinillo que gira dentro de mi boca, con prisa ensaya todas las maniobras posibles.
En otras circunstancias me habría sentido acomplejado ante tal derroche de habilidades. La rubia aprieta contra mi brazo su bonito pecho y desliza su mano por encima de mi camisa y mi pantalón sin atreverse de momento a ir hasta las zonas más sensibles.
Ahora, intercambian los papeles y es la rubia quien me seduce con sus besos húmedos y pastosos. Marisa, la más menudita, no se anda con tantos miramientos como su amiga y me mete mano a su gusto, me baja la cremallera y encuentra un enorme bulto.
Mientras me entretengo en recoger las mieles de los besos de Sofía, siento como me desabrocha los pantalones y me libera de los calzoncillos y golosamente mira mi polla. Entre juegos y besos pasamos largo rato, disfrutando los tres de esta situación que parece una fantasía.
Ellas juegan y experimentan con mi cuerpo, yo me dejo hacer complacido y me acompaño de las caricias a sus lindos cuerpos. La temperatura va en aumento y los deseos de practicar nuevas cosas también, así que decidimos ir a la habitación.
Rápidamente Marisa se quita las braguitas celestes que antes enseñaba por encima del pantalón, y de un salto se lanza sobre la cama. Lentamente me tumbo junta a ella y luego me pongo encima con cuidado. Aprieto mi pubis contra el suyo haciéndole sentir toda la envergadura de mi polla sobre su cuerpo.
Ella con descaro me pide que la tome:
- “Ven y métemela….follame que lo estoy deseando!… ven clávamela…venga…ven, no te cortes”, pide con impaciencia.
Sin prisa, levanto lentamente la cadera, me cojo la polla y la encaro hacia su chochito.
- “Ay!…así…métela… así…así”.
No hago caso y restriego la punta sobre los labios de su vulva. Extiendo un dedo y compruebo que todavía no está lo suficientemente húmeda y dilatada, pero sigue insistiendo en que la penetre de inmediato. Me llevo la palma de la mano a la boca, la lleno de saliva y luego la restriego por la punta de mi polla hasta que queda bien humedecida.
Pongo la punta en el hoyito y empujo.
- “Ay…ay…me haces daño…pero sigue porfa!”, me pide.
No parece que tenga mucha experiencia y por eso está tan impaciente y está deseosa que la follen bien fuerte. Doy un empujón y meto todo el capullo. Siento como si un anillo apretase fuertemente alrededor de mi pene tratando de estrangularlo. Marisa gime como una loca, sacude la cabeza de un lado para otro y repite casi inconscientemente que se la meta toda.
Yo no me muevo y permanezco en equilibrio apoyado sobre las manos contemplando sus reacciones. Siento como Sofía me acaricia por detrás las nalgas, la entrepierna y los huevos que cuelgan entre las piernas.
Poco a poco la presión alrededor de mi polla va disminuyendo y el chocho chiquito se va acomodando a mi presencia tras contracciones y suspiros de Marisa.
Aprieto un poco más, y luego otro poco… un poco más….hasta meter mi polla un par de dedos.
A cada empujón siento como si sus carnes se desgarrasen para abrirme paso, pero aunque Marisa gime de dolor no para de insistir en que la quiere toda.
Sin llegar a la mitad de mi polla dentro de Marisa, me muevo suspendido en el aire haciendo que su chocho reciba las caricias producidas por todas las posibles inclinaciones que puede adoptar mi polla.
El movimiento arriba y abajo es casi imposible, pero mi movimiento de caderas hace la delicia de mi joven amiga.
Sofía sigue jugueteando con sus pechos y acompaña con su mano los movimientos de mi trasero, hasta que un grito inesperado de Marisa la sorprende. Detiene sus caricias para contemplar de cerca como un alud de placer recorre el cuerpo de su amiga haciéndola gemir y jadear ruidosamente.
Una chispa de envidia salta de sus ojos. Me retiro cuidadosamente de encima de Marisa que ahora tiene su chochito dolorido y dilatado.
Mantengo la erección intacta y se la muestro a Sofía. Golosa me mira la polla y la recoge con la mano cuidadosamente e inicia un suave meneo favorecido por la lubrificación de los flujos de su amiga.
Me siento desfallecer y antes de que llegue mi orgasmo, me acomodo para meterla en su hoyito que imagino impaciente. Le quito sus braguitas humedecidas, cuando trato de separarle las piernas que todavía mantiene pegadas me susurra suplicante que no lo haga. Para mi disgusto ha hecho promesa de mantenerse virgen y quiere mantenerla.
Tras unos instantes de vacilación, me vuelvo a tumbar entre las dos chicas. Las dos se prodigan en caricias pero siento que necesito un “empujón” mayor para liberar la excitación tan tremenda que tengo.
Marisa, la más menudita, aprovecha la circunstancia y recoge el turno que le correspondía a su amiga. Con descaro se separa con los dedos los labios de su vulva mostrándome su enrojecido chochito y me dice:
- “Ven conmigo… yo sí que quiero… y estoy deseando que me la vuelvas a clavar… tengo tantas ganas acumuladas que todavía quiero más…mucho más… quieres? … te gusta mi chochito?… a que es bonito?… ven aquí y métemela….”
No dudo un instante al ver la posibilidad de conseguir mi ansiado clímax. Me vuelvo a colocar encima de ella. Ahora mi polla entra con mucha menos dificultad. Su chochito está hirviendo, húmedo y se acomoda alrededor de mi polla ante cada embestida.
Ahora la meto casi hasta el fondo, dejando un par de dedos fuera pues los gemidos de placer se han tornado en pequeños gritos de dolor al alcanzar el final de su útero.
Tomada la medida, empiezo un mete y saca lento e intenso. Alternando pausas y movimiento. Sus continuos gemidos me regalan los oídos y siento como su vagina se contrae y se dilata alocadamente alrededor de mi pene. Tiene su orgasmo prolongado que llega al máximo cuando siente como mi chorro de leche la inunda las entrañas.
Grito y me muevo como un animal. Ha sido una corrida espectacular y caigo rendido y sudoroso sobre la cama. Durante unos instantes pierdo la noción del tiempo y del espacio.
Cuando recobro el aliento me encuentro con la cara de Sofía, la rubia, que creo que ha cambiado de idea respecto a su promesa. Todavía jadeando y casi exhausto trato de recobrar el control. Marisa se abraza a mi muy mimosa frotando sus pies sobre mis piernas y ronroneando como una gata en celo junto a mi cabeza.
La polla aunque todavía bastante gorda ha perdido su fuerza, se dobla blanda y complacida.
Sofía se pone de rodillas sobre la cama y se sienta sobre los talones, manteniendo las piernas separadas. Puedo ver su bonito felpudo de pelitos de color castaño claro.
Con una mano se acaricia el chochito. Alarga la otra para tomar entre sus dedos lo que antes fue mi orgullo y ahora solo es un apéndice regordete, blando y viscoso, que siento extremadamente sensible a cualquier roce.
Con cariño lo toma tratando de mantenerlo levantado. Se inclina sobre mí y acerca la boca. Siento como un escalofrío me recorre todo el cuerpo. La tengo tan sensible que solo el pensar en la caricia de sus labios me hace estremecer. Lo hace con fuerza y me recorre una sensación extraña entre placer y dolor.
Repite, ahora con más cuidado, y siento como si unos labios aterciopelados me dieran la más delicada de las caricias. Paulatinamente voy recobrando algo de vigor en mi polla, pero está lejos de ser capaz de hacer algo distinto a dejarse acariciar.
Sofía hunde entre sus piernas la mano que acaricia su clítoris sin descanso. Yo no puedo verlo pero me imagino que después del rato que lleva sobándolo debe estar completamente erizado y rodeado de unos labios abiertos como pétalos de flor.
Como si hubiese leído mi pensamiento, cambia la postura, me da la espalda y me pone el culo en pompa delante de mí, de rodillas y la cara apoyada sobre la cama.
Ahora continúa con su animada masturbación, parando de cuando en cuando para enseñarme su jugosa almejita. Me gusta tanto lo que veo, que a pesar de la gran corrida que he tenido, recobro poco a poco el vigor en mi pene. Este ya empieza a querer señalar al techo.
Marisa me ayuda sujetándolo y jugueteando con los huevos. Me siento en el paraíso. Por una parte tengo ante mí una visión que me encanta y por otra este masaje suave en la polla tras haberme corrido antes, me ponen a cien.
Sofía extiende parte de sus abundantes jugos hacia el ano y comienza a jugar con él. Entre gemidos de placer se mete el dedo índice. Parece que le gusta mucho. Lo mete y lo saca varias veces, mientras que el pulgar se pierde dentro de su vagina.
Culea y gime como no había visto antes. Reconozco que esta masturbación en primera línea me está gustando mucho y pronto estaré dispuesto a poder participar.
Tiene un culito muy apretado, redondito y relativamente pequeño. Lo acaricio con la mano y ella retira la suya para poder mostrarme los dos agujeros que tanto gusto le dan.
Me dan ganas de lanzarme sobre ella y recoger con una lamida todos sus jugos, cuando Marisa me dice:
- “Follatela ya!!… no ves que lo está esperando… clávasela por el culo…. Es lo que espera…Es virgen, pero por detrás tienes via libre ¿a qué esperas?, dale gusto”, me dice con apremio
Pronto reacciono y salgo de mi momentáneo asombro. Me incorporo, me la cojo con la mano. Ya está lo suficientemente dura, la encaro contra el agujero de su culo y doy un empujón. Ella grita, pero me pide más. Yo sigo empujando y la voy metiendo. Siento un calor muy intenso alrededor de mi polla y un abrazo muy dulce.
Ella gime, yo empujo,…quiere más…. Sigo empujando…. Hasta que mis bolas chocan contra sus lindas nalgas.
- “Así…así… dámela toda… más fuerte….dame….dame….”
Sus peticiones me excitan mucho más…. La tomo por las caderas e inicio un mete y saca intenso, fuerte…rápido…Ella no deja de gemir y de gritar pidiendo que no pare y que le dé con más fuerza.
Hago todo lo que puedo hasta que ella se convulsiona, mueve la espalda como una anguila, grita y se deja caer de bruces sobre la cama gozando de un intenso orgasmo.
Sorprendido ante tal explosión de placer me la meneo un poco y me corro de nuevo un nuevo chorro de leche sobre las nalgas apretadas con fuerza de Sofía.
- “Ha sido sensacional”, dice Marisa mientras nos contempla a ambos completamente rotos.
He aprendido mucho de mis dos jóvenes vecinas de apartamento y seguro que disfrutaremos mucho los tres juntos.
Deverano.