Tormenta de lava
Ese día mi "angelito de la guarda" y yo, perdimos el control.
TORMENTA DE LAVA
Por: Horny
Angelo y yo fuimos a acampar a un lugar hermoso cerca de Bogotá pero lejos de su mundanal ruido. Era delicioso respirar el aire puro, el olor a hierba salvaje y fresca y más aún el olor de su piel. Este hombre tenía una exótica mezcla que me fascinaba, un revuelto muy bien repartido de ternura y madurez que hacía que tuviera deseos de conocerlo cada vez mas y al mismo tiempo de abrirme a el para mostrarle la mujer que hay dentro de mí.
Para poder pasar la noche fuera de casa sin problema le había dicho a mi esposo que tenía una "reunión de solo mujeres" en casa de una amiga y sin mayores explicaciones me fui. Por suerte el siempre ha confiado mucho en mí.
Angelo es un hombre espectacular en todos los sentidos, de padre italiano y madre colombiana, altísimo, bello rostro, no muy delgado de cuerpo, mas bien con todo en su sitio, con la particularidad que siempre viste de negro, con un aire misterioso pero agradable.
Durante el trayecto hablamos básicamente de lo mismo que la última vez que nos habíamos visto, de las personas con las cuales habíamos estado, de lo que habíamos sentido etc. Cosa rara, las anteriores veces que habíamos salido juntos poco hablamos de nosotros como lo hacíamos por correo, poco hablábamos de las expectativas que teníamos uno del otro, de lo que deseábamos que pasara pero esta era la ocasión perfecta, pasaríamos varias horas juntos, solos y en un lugar apartado, en contacto con la naturaleza y con nosotros mismos. Éramos concientes que podía pasar cualquier cosa pero a ambos nos atemorizaba un poco dar el primer paso para acercarse al otro.
Cuando llegamos lo primero armar la carpa, momento que aprovechamos para lanzarnos miradas furtivas cargadas de mucho significado para ambos, sabíamos que el estar allí los dos solos era como jugar con fuego pero eso solo hacía mas interesante la situación. Mientras organizábamos las cosas nos rozamos un par de veces y su contacto me quemaba, me electrizaba la piel, la volvía más sensible pero al contrario de los demás hombres que había conocido con los cuales deseaba que las cosas pasaran ya como un deseo fugaz, con el quería ir lentamente, me gustaba demasiado y en muchos aspectos como para que todo ocurriera como un simple estallido.
Cuando la carpa estuvo lista fuimos al pueblo que quedaba a un par de kilómetros a comer algo y luego a caminar por el bosque; el paisaje era espectacular y la compañía incomparable. Hacía tiempo no me sentía tan bien con alguien, me encantaba su manera de hablar, su timidez y mas que nada su sencillez. Lo percibía parecido a mí y eso que apenas conocía algunas de sus facetas. Lo sentía como un pirata con el mapa de un tesoro el cual con mi innata curiosidad quería explorar en su compañía, descubriendo a cada paso nuevas sorpresas, sabiendo que al final encontraríamos algo grande los dos, algo que nos haría sentir satisfechos.
Nos alejamos más de la cuenta durante el camino y el tiempo se pasó volando escuchándonos hablar. De regreso un aguacero nos tomó por sorpresa pero eso lejos de molestarnos nos divirtió. Parecíamos dos niños corriendo en la oscuridad bajo el agua, con la ropa empapada pegándose a la piel, tomados de la mano para no perdernos y gritando y riéndonos a rato cuando la lluvia arreciaba. Media hora después dejamos de correr, ya no nos cabía una gota de agua en el cuerpo y comenzaba a escampar; además estábamos cerca de nuestro refugio.
Cuando llegamos encontramos todas nuestras pertenencias igual de mojadas que nosotros. Afortunadamente el administrador del lugar nos facilitó cobijas limpias y un sleeping grande. Secamos todo y nos metimos a la carpa. Nos desnudamos con cierto pudor natural, teníamos que dormir no solamente desnudos (como ambos acostumbrábamos) sino en el mismo sleeping. El destino nos estaba facilitando las cosas a nosotros que escasamente nos habíamos tomado una mano en el año que llevábamos de conocernos. Nos acostamos de medio lado, mi espalda en su pecho y como un par de tontos pretendimos dormir. ¡Ni aún así ninguno de los dos se animaba a ir más allá! Era increíble pero cierto. Todo estaba dado, pero éramos un par de cobardes sin saber a ciencia cierta a qué o a quién le temíamos, tal vez solo a nosotros mismos, a no saber de qué éramos capaces. Tímidamente musité un hasta mañana el cual respondió igualmente, en voz baja.
Pasaron los minutos dolorosamente lentos, parecían horas. Estábamos tan quietos que era realmente mortificante y con los ojos abiertos el mirándome el cabello y la nuca y yo mirando una de las paredes de la carpa simulando dormir.
Nuestros cuerpos fríos un momento antes comenzaron a calentarse. Era imposible no reaccionar ante la cercanía del otro. Ante todo éramos un par de animales, un macho y una hembra desnudos en un lugar reducido, cuerpo a cuerpo. Por más que la razón dijera una cosa el instinto es mucho más fuerte. Por más que ambos quisimos concentrarnos y fingir que nada pasaba hay cosas que ni la persona mas controlada puede controlar. Fue así como su pene comenzó a crecer, fue ligeramente pero yo lo sentí y el a su vez sintió el calor y la humedad que emanaban de mi entrepierna. Estaba a punto de explotar, deseaba abrazarlo, besarlo con pasión y ternura, conocerlo, hablarle al oído y mil cosas más saber que estábamos construyendo algo bonito sin importar lo que fuera. Quería perder el control y que el lo perdiera conmigo, dejarnos llevar sin pensar en un límite, en un absurdo "quien tiene el control" que solo ponía barreras al placer que pudiéramos sentir, placer en todas sus maravillosas formas.
Simulando estar ya dormida me giré y quedamos frente a frente. Entreabrí mis ojos levemente para mirarlo con disimulo a través de las pestañas y lo ví con los ojos entreabiertos también, de seguro también se hacía el dormido. Parecíamos un par de niños tontos y no dos adultos muriéndose de ganas por explorarse. Mis pezones se erectaron y se pegaron desafiantes a su pecho. Me moví un poco "entre sueños" y uno de mis pezones rozó "sin querer" una de sus tetillas y el no sintió nada o de seguro lo fingió. Que juego aquel, era tan absurdo como delicioso, una guerra sensual sin vencidos, donde ambos seríamos ganadores. El no se quedó atrás y acercó un par de centímetros su cadera a la mía. La punta de su verga rozaba los recortados pelitos de mi concha con un ligero toqueteo como quien toca a la puerta y no sabe si lo dejarán pasar. Quería morirme, deseaba gritar y mi tonto orgullo dominante me lo impedía. El no se quedaba atrás, podía ver a través de mis pestañas que tenía la boca entreabierta y a través de ella se filtraba un casi imperceptible murmullo como el de un animal en celo que ve muy cerca y muy lejos a su presa. ¿Era él o era el ruido de la noche simplemente? No estaba segura pero mis sentidos se alertaron. Cualquier movimiento que hiciera o sonido que emitiera podía ser un punto a mi favor, una señal que iba un paso adelante. Una de mis manos como sin querer se posó en su brazo. Estábamos sudando, todo eso era demasiado desgastante, demasiado lento y sin embargo no quería que acabara.
La luz de un relámpago iluminó un segundo la carpa y segundos después el ruido del trueno sonó a lo lejos. Momento ideal para fingir despertarme asustada y aferrarme a su pecho. El, protector, me tranquilizó besando mi cabello y rodeándome con sus brazos. Yo lo envolví con los míos suspirando y a la vez besando su pecho. Los labios de el comenzaron a bajar por el canal de mi pelo mientras los míos subían por su cuello. Hasta que al fin nuestras bocas se encontraron y estalló otra tormenta pero de lava y dentro de la carpa.
Nuestras bocas se pegaron y se entregaron a ese, nuestro primer beso, ese que sin duda es el mejor de todos los besos que dos seres humanos pueden darse. Nos mordíamos los labios y la lengua, nos fundimos en un abrazo piel a piel mientras nuestras manos tocaban por fin el cuerpo del otro, sintiendo la piel, el calor, el deseo. Pasé uno de mis brazos bajo su cuello atrayéndolo más a mí y abrí las piernas hasta donde el reducido espacio del sleeping me permitía, metiendo una entre las suyas, rindiéndome a una larga caricia que comenzó en mi cuello, bajó por el interior de mis senos, luego por mi abdomen y el interior de mis muslos. En esa primera caricia sus manos no tocaron ninguna de mis zonas más erógenas, aunque si he de ser sincera mi piel entera es una de esas zonas, me excita ser acariciada por un experto sin importar donde. Nuestros labios seguían conociéndose ahora mas suavemente mientras nos mirábamos a los ojos. Luego los cerraba y sentía sus dedos recorriendo mi piel. Su boca comenzó a bajar por mi cuello hasta llegar a uno de mis pezones donde se quedó un buen rato para que su lengua librara una cruenta batalla con él. Sin darme tiempo a reaccionar su mano comenzó a acariciar mi monte de Venus, sus dedos lentamente fueron entrando uno a uno como intrusos deseados en mis cavidades que tibiamente lo esperaban, lo buscaban con el mayor de los anhelos.
Sus dedos ahora formaron una pinza, uno hurgaba en mi interior, el otro acariciaba por fuera mi clítoris, su lengua en mi pezón no se detenía, yo gemía, me revolcaba, mis caderas se agitaban, buscaban sus manos, sudaba. Apreté la teta que el chupaba como para ayudarlo a succionar, robaba el pezón de su boca y volvía a dárselo. El variaba la velocidad de sus caricias, lo hacía fuerte hasta que me notaba agitada, luego lo hacía más lento para prolongar mi placer, luego eran solo unos golpecitos en mi clítoris, humedecía sus dedos en mi interior para luego esparcir mis líquidos por toda mi rajita, con una caricia tan suave que me hacía delirar.
El final tardó, el me acarició casi con maestría como adivinando que quería y cuando lo quería, observándome, dándome placer sin pensar en el suyo, deleitándose al verme rendida a él, rendida a sus manos y a su boca. Hasta que me corrí estruendosamente, mi cuerpo se agitó, temblé de pies a cabeza e instintivamente mis manos se aferraron a él y mis labios buscaron los suyos para regalarle en un beso el calor de toda mi pasión sublimada en ese momento. Lo besé con tanta vehemencia y el me correspondió extasiado.
Le pedí en ese momento, cuando mi cueva aún se estremecía, que me penetrara. Abrimos el sleeping para facilitar todo y el tumbó de medio lado apoyando su cabeza en su brazo doblado acariciando mi cabello y mi rostro. Sus caricias ahora me calmaron, lentamente dejé de agitarme mientras el hacía un despliegue de autocontrol increíble, como si no estuviera sintiendo nada y a la vez notaba en el pasión y ternura.
El leyó la súplica de nuevo en mis ojos y su verga entró lentamente en mi cuerpo, mirándome y acariciándome suavemente. Sus movimientos eran lentos, deliciosamente lentos. Mis piernas y mis brazos se aferraron a su cuerpo y me moví junto con él. Dejé que me llevará, me moví a su ritmo, perdí el control bajo su cuerpo cálido, bajo sus suaves besos en todo mi rostro y en mi cuello.
Se incorporó de nuevo para acostarse a mi lado. Le di la espalda y me penetró de nuevo en esa posición. Coloqué mi pierna sobre las suyas y el me abrazó desde atrás, esta vez una mano tratando de acariciar mis dos senos a la vez y la otra estimulando mi clítoris. Mi trasero se pegaba a su abdomen, chocaba con el. Angelo me embestía una y otra vez con su boca pegada a mi oreja susurrándome cosas incoherentes. Uno de mis brazos tomó su cabeza y seguimos así pegados hasta el final, hasta que su calor me invadió, hasta que él también perdió el control a mi lado y lo disfrutó como nunca.