Toribio y las sobrinas de su mujer.- Capítulo 4

Por fin, Toribio se cepilla a las hijas de las hermanas de su mujer, sin tener ni idea en ese momento que ambas son hijas biológicas suyas

Toribio y las sobrinas de su mujer.

Capítulo 4

Cuando los seis jóvenes abandonaron el restaurante, se fueron a las caballerizas ya que Francesco y Filippo querían enseñar los caballos de su hermana mayor a Ana Aurelia y a Bárbara, en un intento de intimar lo más posible con ellas, pues a los gemelos las dos primas les habían impactado por su simpatía y sobre todo por su innegable belleza, mientras Carolina, a la que sus hermanos la habían pedido que intentase separar a la guardiana de la jóvenes, le contaba a Susana que montar a caballo era su pasión, y que su hermana Lucía la había inculcado el amor a los animales. Cuando llegaron a las caballerizas las primas se entusiasmaron y los gemelos gentilmente les ensillaron los dos caballos más dóciles para ir a dar un paseo por los alrededores y las instalaciones del club, mientras Susana miraba con recelo a una yegua negra que a su vez la miraba a ella con inusitado interés. Carolina al darse cuenta de que la compañera de trabajo de su tío no acababa de fiarse del animal, la dijo:

-     Anda Susana anímate y te ensillamos a Venus, que es una yegua muy cariñosa y parece que le has gustado.

-     Anda, que nombre más bonito, como la diosa del amor, la belleza y la sensualidad. – dijo Susana interesándose por el animal – Es el nombre de la diosa Afrodita entre los romanos.

-     Pues no sé qué decirte. – respondió riendo Carolina – Yo creía que le habían puesto ese nombre por el planeta, pero se lo preguntare a Lucía. ¿Te animas y damos una vuelta a caballo?

-     Es que nunca he montado en un bicho tan grande. – dijo aún recelosa “Pedrin” – Solo monte una vez en una excursión en un burro, que además el muy cabrito, me tiró al suelo.

Al final la convenció y ambas salieron en busca de los gemelos y las dos primas, comprobando Susana que aquel imponente animal la obedecía sin vacilar cuando ella seguía las instrucciones de su ahora maestra, bien apretando sus muslos o dirigiendo el camino a seguir tirando del ramal. A los pocos minutos, cuando se internaron por una frondosa arboleda Susana estaba disfrutando muchísimo, y presa de una euforia desatada le dijo a Carolina:

-     Joder tía, esto es la ostia. Es casi igual que montar a mi relámpago por mitad del monte.

-     ¿Y quién es relámpago? – pregunto confundida Carolina - ¿No decías que nunca habías montado?

-     Es mi moto de motocross, - contesto Susana – Cuando necesito relajarme o estoy deprimida, me voy al monte y hago un recorrido que sube la adrenalina que no veas.

-     Anda la leche, una moto de motocross, me gustaría montar en una, yo tengo una moto para ir a la Universidad, pero es una Scooter de 75 CC. – dijo animada Carolina – A ver si un día quedamos y me dejar montarla.

-     ¿Te gusta jugar a los bolos? – pregunto Susi, y al negar con la cabeza Carolina, dijo – Pues entonces mientras tus hermanos y mis protegidas van a jugar a los bolos, podemos ir a por relámpago y darnos un garbeo.

-     Estupendo, me apunto. – dijo alborozada Carolina a la vez que veía la posibilidad de cumplir con lo que sus hermanos la habían pedido de dejarlos a solas con Ana y Bárbara – El problema es cómo vamos nosotras a buscar la moto, habrá que dejar el coche a uno de mis hermanos para que vayan hasta la bolera.

-     No hay problema, - dijo Susi – Desde la bolera a la casa de Toribio hay unas combinaciones muy buenas, y en autobús no tardaremos ni diez minutos.

En eso quedaron y se fueron en busca de los otros cuatro, para cuando terminasen el paseo a caballo, coger el coche e ir a la bolera.


En cuanto a Matilde y Manuela, una vez que bajaron a la cochera y comprobaron que lo que había dicho Lucía sobre la botella de vino que había tomado Roberto en la comida era más que cierto, decidieron que una de ellas llevaría el coche y Manuela se colocó al volante con él a su lado para que le indicase el camino hasta su casa. Una vez allí, tras una serie de vueltas y revueltas para llegar al centro, entraron en la cochera de la casa que estaba a nivel de calle, pues la planta baja de aquel palacete, eran realmente las antiguas cuadras de las caballerizas y las carrozas de aquella casa señorial, reconvertidas actualmente en cochera. Una vez dentro salieron a través de una puerta a lo que era realmente la entrada de la casa, un portal enorme donde había una escalera majestuosa por la que se accedida a los pisos superiores y también un ascensor que, a pesar de no desentonar, se notaba que era de fechas muchos más recientes que la construcción original.

Tanto Matilde como Manuela, se quedaron maravilladas con la señorial belleza de aquella inmensa mansión y empezaron a subir las enormes escaleras, momento que aprovecho Roberto para colocarse tras de ellas y levantarlas las faldas a ambas y decir eufórico:

-     Ya me había parecido a mí que al vestiros en casa de Toribio no os habíais puesto las bragas ninguna de las dos.

-     Pues creo que lo hemos hecho lo bastante descarado como para que no tuvieses duda alguna. – dijo Matilde volviéndose y mirándole provocadoramente – Estamos dispuestas a facilitarte las cosas al máximo, espero que a pesar del vino de la comida y la copa en casa de Toribio estes a la altura de nuestras expectativas.

-     Eso digo yo, - dijo Manuela volviéndose a mirar a Roberto de forma burlona – tenemos depositadas en ti grandes esperanzas de placer y vamos a follarte hasta dejarte exhausto.

Al final del primer tramo de la escalera se encontraron un hermosísimo salón, que daba la impresión que ocupaba toda la planta, y que parecía concebido para recepciones o fiestas, incluso como una pista de baile, pues en una de las esquinas había una especie de escenario y en otra una barra de bar con unas estanterías para botellas y copas. En el centro y bajo una lampara enorme, destacaba una especie de diván redondo con cojines a juego y alrededor de ese mueble, una serie de sofás de dos o tres plazas. Roberto les explico que en ese salón se daban conciertos y también se utilizaba para celebraciones, como cumpleaños, onomásticas, dar algún que otro espectáculo y otras efemérides dignas de las amistades de su suegro. Matilde tras escuchar sus explicaciones, le dijo:

-     Pues en ese sofá redondo del centro nos vas a dar a mí y a mi hermana un espectáculo, más bien un recital de flauta, que espero suene a música celestial.

-     Eso es, prepara la flauta que nosotras soplaremos. – dijo riendo Manuela y a la vez que le desabrochaba el cinturón y le bajaba los pantalones dijo – Vaya si parece que la tiene ya completamente preparada.

Las dos hermanas se desnudaron en un momento, pues solamente llevaban puesto un vestido, ya que ninguna de ellas llevaba ropa interior. Empujaron a Roberto sobre el diván redondo y allí mismo se subieron sobre el terminando de desnudarlo y lamiéndole todo el cuerpo, presas de una lujuria desatada. Al parecer los recuerdos que habían aflorado el día anterior de las locuras de su juventud, las habían provocado la necesidad de volver a hacerlas, por lo menos mientras sus cuerpos siguiesen siendo bellos y apetecibles.


Cuando terminaron de su paseo a caballo eran las cinco de la tarde y tras dejar en las caballerizas a los animales y en manos de sus cuidadores, cogieron el coche y se dirigieron a la bolera, y por el camino Susana les conto que ella y Carolina tenían otros planes y que se iban a ir a dar un paseo en su moto dado que Carolina prefería esa actividad a jugar a los bolos. Por su parte Filippo, que no pudo disimular su alborozo por la noticia, les dijo que ellos una vez que acabasen en la bolera irían a su casa, ya que tanto Bárbara como Ana querían ver el palacete donde vivía Lucía, y que de paso ellos se cambiarían de ropa si es que decidían ir después a la discoteca, y en cuyo caso ya las avisarían a ellas dos para que se reuniesen con ellos allí, y de paso que Carolina se cambiase también de ropa, ya que al igual que ellos no se había arreglado como los demás al no tener previsto asistir a la comida, pero dando la impresión de que ni él ni su hermano tenían ninguna intención de llamarlas.

Así quedaron, y una vez que Francesco aparco el coche frente a la bolera, Susana y Carolina fueron a coger un autobús para llegarse a la casa de Toribio, recoger las llaves de la moto y Susana ponerse ropa más cómoda, ya que ella si se había vestido para la comida.

Unos veinte minutos más tarde llegaban a la casa y Susana pensando que no habría nadie entro decidida y guio a Carolina hasta el salón, diciéndola:

-     Mientras me cambio de ropa espérate si quieres en la terraza.

-     Coño, si hay ropa tirada por toda la terraza. – dijo Carolina con enorme sorpresa y señalando un vestido comento – Y esa ropa parece la de mi hermana Lucía.

-     Ostias, es verdad, - comento Susana a la vez que recogía los calcetines, los calzoncillos y los pantalones de Toribio y miraba asombrada la ropa de mujer que había esparcida por el jardín – Fíjate, este es como tú dices el vestido de Lucía, y este otro el de Mariana, también los zapatos de ambas, pero hay por lo menos cuatro tangas tiradas en el césped. Aquí se han montado una bacanal los mayores.

En ese momento oyeron unas voces procedentes del piso superior, y ambas muchachas se miraron entre divertidas y sorprendidas, pues esas voces eran, además de sonar en un volumen muy por encima de lo normal, inequívocamente eróticas y obscenas, pues una mujer gritaba:

-     Sigue, sigue no te pares, sigue follándome con ese pedazo de polla inmensa y dura, y tu Mari no te vayas a parar….

-     Siiiiii, Ufffff, Ahhhrggggg, en mi puta vida he disfrutado tanto. – decía la misma voz pocos segundos después – Es aún mucho mejor de lo que me imaginaba. Que gustazo uuuuffff uuuufff

Carolina miraba asombrada a Susana, y está poniendo su dedo índice sobre sus labios indicándola silencio, con la otra mano la invitaba a seguirla ya subiendo por las escaleras. Cuando llegaron arriba ya no cabía duda alguna, pues las obscenidades y gritos de la misma mujer no cesaban y provenían de la habitación de matrimonio de Toribio y Mariana cuya puerta estaba completamente abierta.

Se acercaron ambas sigilosamente y tras comprobar que los gritos, gemidos y casi alaridos de placer salían del baño, entraron en el dormitorio y asomaron con cautela sus cabezas por el quicio de la puerta del servicio viendo un espectáculo lascivo y casi pornográfico, pues Toribio sentado en el filo de la bañera tenía sentada sobre él y dándole la espalda a Lucía, no pudiendo apreciar si estaban fornicando pues la cabeza de Mariana tapaba el sexo de Lucia que seguía diciendo barbaridades con los ojos cerrados.

Susana ante aquel festival impúdico y libertino, no pudo evitar sentir como se le humedecía instantáneamente su coño, y sin tan siquiera pensar en las consecuencias empezó a acariciarle el culo a Carolina por encima de sus vaqueros. Esta sobresaltada tiro de Susana apartándola de la puerta y mirándola a los ojos y en un tono casi inaudible la dijo:

-     Ostras Susana, es mi hermana Lucí, y parece que está disfrutando como una foca en el polo. Y Mariana parece que le está comiendo el chocho a la vez que su marido se la mete. Me he mojado enterita, vaya morbo.

-     ¿Quieres que nos unamos a la fiesta? – le pregunto con el mismo tono – A mí también se me ha mojado el chichi completamente.

-     ¿Y tendrá Toribio para todas? – la pregunto con una mirada viciosa Carolina – Me encantaría que me la metiese a mí también.

-     No te preocupes, si Toribio flaquea, yo os hare gritar igual o más que lo hace ahora Lucía – dijo Susana empezando a desabrochar el vaquero a Carolina – Te prometo que de aquí sales completamente satisfecha y follada como una reina.

Cuando las dos arrodilladas volvieron a asomar sus cabezas con cautela Carolina, que estaba más caliente que el pico de una plancha, ya tenía bajados los tejanos y las bragas hasta los tobillos, mientras Susana la acariciaba su trasero con suavidad, incluso deslizando traviesos sus dedos desde su ojete hasta casi su vulva. Y lo que vieron ahora es que Mariana le estaba chupando la teta izquierda y se notaba la calentura de Lucía, que seguía con los ojos cerrados, por lo erecto de su otro pezón que amenazaba con reventar, mientras seguía gimiendo de placer, pero ahora sin decir nada, solo gemía, suspiraba, jadeaba y resoplaba como si estuviese terminando una maratón. De pronto abrió los ojos y vio las cabezas de su hermana y de “Pedrin” mirándola, la primera con asombro e incluso envidia y la segunda de forma lasciva y pecaminosa, y en lugar de sorprenderse, asustarse o molestarse, la sensación de exhibicionismo la excito aún más, pues al verse contemplada en aquella situación la hizo sentirse como la más sexi de las mujeres elevando su calentura a extremos insospechados acelerando su clímax, y próxima a explotar miró a las dos sin ningún pudor, se pasó la lengua por los labios y a continuación se estremeció de placer al tener un orgasmo celestial, mientras Toribio y Mariana ajenos a la llegada de Susi y Carol seguían haciendo perder el juicio a Lucía, que presa de un jubilo incontenible lanzo un alarido atronador diciendo, Ya Yaaaaaa …..

Tras aquella salvaje corrida, Toribio dejo de bombear a Lucía y cogiéndola por la cintura y con una facilidad enorme la coloco a su lado sentada en el filo de jacuzzi a la vez que la miraba sonriente, y entonces siguiendo la dirección de la mirada de ella, vio las cabezas de las dos muchachas que los miraban asombradas, lo que hizo que tuviese un estremecimiento provocado por un sobresalto enorme pues no se esperaba ni mucho menos tener espectadores, y entonces dijo:

-     Pero que cojones hacéis vosotras ahí, y ¿desde cuándo estáis?

-     Madre mía, que pedazo de polla. – exclamo Carolina sin poder contenerse al ver por primera vez la tranca de Toribio – Y a pesar del polvazo que le ha metido a mi hermana y el sobresalto que le hemos dado la sigue teniendo dura como un bate de beisbol.

-     Aprovecha chiquilla, - dijo riendo Mariana al darse cuenta de las caras de las dos jóvenes – no creo que Toribio te rechace pues eres igual de preciosa que tu hermana y diez años más joven. Y tú “Pedrin” ven aquí, que Lucía y yo necesitaremos que ayudes a tu jefe, y nos hagas gritar como a ti te apetece.

Las dos jóvenes no dudaron ni un segundo, Carolina termino de quitarse los vaqueros y las bragas y se acercó a Toribio quitándose la camiseta, mientras Susana se desnudaba despacio y aún sin acabar de creerse que Mariana se estaba ofreciendo a ella de forma total y absoluta.

Cuando Carolina estuvo al lado de Toribio, le cogió el mandoble con suavidad y mirándole a los ojos empezó a lamerle el glande suavemente mientras Lucía, aun recuperándose del sensacional orgasmo, animaba a su hermana pequeña a que intentase comerse entera aquella tremenda pija, ya que hasta Susana pareció quedar impresionada por semejante mandoble. Ante el aliento recibido Carolina dijo:

-     Voy a colocarme como estaba Lucia e intentare que me entre toda entera, debe de ser algo sublime, pero necesito que Susi me siga estimulando como lo estaba haciendo, ya que sus dedos son una delicia.

Sin más dilación se colocó sobre Toribio, pero de cara a él y empezó a besarlo con desesperación. Susana a su vez se colocó tras ella y de nuevo sus traviesos dedos empezaron a jugar desde el esfínter de Carol hasta su vagina, donde ya tenía insertada la casi totalidad de la polla, por lo que termino también acariciándola, y todo ante la atenta mirada de Mariana y Lucía que de nuevo volvían a encenderse viendo como “Pedrin” jugueteaba con sus hábiles dedos.


Al salir de los bolos, Francesco, Filippo, Bárbara y Ana, decidieron ir hasta el palacete de Lucía donde vivían actualmente, para que las jóvenes viesen aquella joya arquitectónica, y de paso cambiarse ellos de ropa, pero también estaba en la mente de los gemelos intentar seducir a las dos primas, que durante el paseo a caballo y sobre todo durante la partida de bolos se habían mostrado muy receptivas, aceptando de muy buen grado los roces, achuchones, besos celebrando los puntos ganados, e incluso aceptando y compartiendo expresiones cada vez más subidas de tono.

Al llegar a la cochera iban tan lanzados y tan obsesionados que no se fijaron que estaba aparcado el coche de su tío, y Filippo cogiendo de la mano a Bárbara, pero dirigiéndose a las dos primas, las dijo:

-     Espero que lo que vais a ver os guste. Menos las dos plantas más altas, el resto de la casa es realmente una especie de museo, ya que mi hermana ha querido conservar la esencia de sus orígenes.

Así cogidos de la mano empezaron a subir el tramo de las escaleras y tras ellos Francesco y Ana también con sus manos enlazadas, y los cuatro con sus corazones palpitando cada vez más acelerados, pues sus hormonas se habían desatado y estaban a punto de enzarzarse en una lucha cuerpo a cuerpo. Casi llegando al primer piso volvió Filippo a decir:

-     Primero vais a ver el salón de fiestas que hay en la primera planta y luego iremos subiendo….

Interrumpió a Filippo Bárbara con absoluto descaro, y sin tan siquiera preguntar a su prima, dijo:

-     Por qué no empezamos primero por arriba y vemos vuestros aposentos, tengo curiosidad por ver donde duermes.

-     Por supuesto, - respondió riendo el joven – luego tendremos tiempo de ver el resto de la casa, pero mejor empezaremos por todo lo alto, vamos a subir al cielo.

Hacia solo un momento que en esa primera planta las madres de las dos jóvenes conversaban tras haber dejado a Roberto totalmente agotado:

-     Joder Matilde, este tío se ha quedado frito. No ha aguantado ni dos asaltos. Parece que el buen vino lo ha dejado KO.

-     Eso digo yo Manuela. – dijo la otra – Yo me he quedado con todas las ganas, completamente a dos velas, necesito una polla ahora mismo.

Entonces oyeron voces de alguien que subían por las escaleras

-     Son nuestras hijas. – dijo muy bajito Matilde – Vamos a escondernos no vayan a vernos en pelotas.

Pero en ese momento escucharon las últimas palabras de Bárbara y la contestación de Filippo, y ambas quedaron perplejas y sin capacidad de reacción. Se miraron mutuamente completamente confundidas y luego miraron a Roberto, que desnudo sobre el diván estaba completamente dormido, incluso dando pequeños ronquidos y denotando una relajación total, posiblemente por haber quedado completamente satisfecho. Pero tanto Matilde como Manuela, que aún estaban completamente desnudas y escondidas detrás de un sofá, comentaron:

-     Manuela, ¿ha sido mi hija la que ha propuesto lo que yo imagino? ¿a quién habrán salido estas niñas?

-     Pues a sus madres y siendo quien es su padre ¿Qué esperabas? ¿que se metieran a monjas?

-     Vamos a ver que hacen. – dijo Matilde – Aunque sin verlo me lo imagino, pero creo que debemos de impedir que ocurra algo.

-     No creo que podamos evitar nada, - contesto Manuela – las niñas ya no son tan niñas, ni tampoco creo que sean vírgenes ninguna de las dos. Y mira, pensándolo despacio hasta puede ser beneficioso que se líen con los gemelos, así se olvidaran de su tito Tor.

-     Anda, si hasta puede que tengas razón, - coincidió Matilde – y si encima Toribio esta entretenido con Mariana y Lucía, no creo que tenga tiempo para las niñas.

Las dos hermanas estaban en el punto perfecto de maduración, tanto en su físico, con unos cuerpos perfectamente cuidados, como en sus mentes, acostumbradas los últimos años a tomar decisiones, y acababan de tomar una.

No le dirían nada de nada, ni a Toribio ni a sus hijas, y hablarían con Mariana para que les guardase el secreto, pero ahora tenían que salir de esa casa antes de que las descubriesen y tomaron otra decisión aún más peregrina, se iban a llevar a Roberto al pueblo con la excusa de enseñarle sus bodegas en una visita “personalizada” y de paso dejar a Lucía que aprovechase todo lo posible la oportunidad que ellas la habían brindado.

Minutos después, Roberto se despertó desconcertado, confuso y desnudo en el salón de la primera planta al sentir que lo zarandeaban desconsideradamente y entonces recordó que acababa de retozar con Matilde y Manuela y que, entre el vino de la comida y la fogosidad de aquellas dos ninfas de la vinicultura, debía de haber perdido la conciencia, además de unos cientos de gramos por el desgaste al que le habían sometido. Aún medio atontado oyó que le decía Matilde:

-     Anda vístete, que nos vamos a mi casa, que acaban de venir tus dos sobrinos con nuestras hijas y no creemos prudente que nos encuentren a los tres de esta guisa.

Mientras hablaba, tanto ella como Manuela se estaban poniendo las pocas prendas de ropa que habían traído e invitaron a Roberto a que hiciese lo mismo alargándole, una los calzoncillos y los calcetines y la otra los pantalones y la camisa. Pocos minutos después bajaban silenciosamente hasta la cochera para que de nuevo Manuela condujese el automóvil, pero esta vez de camino al pueblo. Ya en carretera le comentaron a Roberto, que estaba sentado en la parte de atrás del vehículo, que le vendría bien dar una cabezada, y una vez que se espabilase, podrían seguir lo que habían dejado a medias, pero esta vez en el dormitorio de una de ellas ya en el pueblo.


En menos de veinte minutos, Ana y Bárbara habían acabado con los gemelos y algo molestas y tremendamente decepcionadas les pidieron que las llevasen a casa de su tía, pues no le apetecía a ninguna de las dos salir a bailar, aludiendo que preferían quedarse en sus respectivos dormitorios a recapacitar por lo que había ocurrido.

Filippo y Francesco, entre abrumados por la fogosidad de las dos muchachas y avergonzados por no haberlas complacido como se merecían, las acompañaron hasta la casa de Mariana y Toribio y en la misma calle se despidieron de ellas.

Tras quedar con los gemelos que ya hablarían más adelante, y cuando los perdieron de vista, como Susana les había proporcionado un juego de llaves a cada una de ellas, entraron en la casa decididas a darse un baño en la piscina para calmar la calentura que los dos hermanos no habían conseguido apagar y pensando que allí no habría nadie.

Cual no fue su sorpresa al oír gritar a su tía Mariana de una forma más que escandalosa, pero también a otra mujer a la que no reconocían, pero que al igual que su tía profería gritos de placer y decía unas obscenidades tremendas. Su propia calentura no satisfecha las animo a ver que estaba sucediendo, y con gran sigilo, con una enorme curiosidad y una excitación creciente subieron al piso superior de donde provenían las expresiones de lujuria.

Su sorpresa fue mayúscula al asomarse con prudencia a la habitación de Susana que tenía la puerta entreabierta y ver a Mariana y a Lucía, ambas completamente desnudas, tumbadas boca abajo sobre la cama con sus culos en pompa, y a Susana follándolas alternativamente con un enorme dildo encajado en un arnés que llevaba ajustado y atado a su cintura. Además, las acariciaba y profanaba sutilmente sus respectivos anos con unos dildos más pequeños que manejaba con enorme soltura y gran habilidad, haciendo que ambas profiriesen aquellos gritos de placer incontenibles.

Pero ahí no habían acabado sus sorpresas, pues entonces oyeron a otra mujer resoplando y gimiendo en la habitación del matrimonio, sin dudarlo y sin llamar la atención, se fueron hacia allí, y al estar la puerta completamente abierta entraron y pudieron ver perfectamente desde la puerta del baño como Toribio estaba follándose a la hermana de Lucía sin ninguna contemplación. La tenia cogida por la cintura por detrás y la mantenía en alto sin que sus pies tocasen el suelo, mientras Carolina se agarraba al lavabo y a través del espejo le miraba con una cara de placer inconcebible, y en ese mismo momento decía entre jadeos:

-     Por favor …, que rico …, pero que … rico …. Jamás en mi puta … vida pensaba que se … pudiese disfrutar tanto …, Aaahhhh y creo que llevamos mas de una hora así ….

Bárbara miro a su prima y esta le devolvió la mirada asintiendo con la cabeza, como confirmando que estaba de acuerdo con ella, y entonces Ana acercándose a su tío le dijo:

-     Tito, ¿podrías hacernos a mi prima y a mi lo mismo que a Carol, cuando acabes con ella?

-     Ayudarme a acabar por enésima vez. – dijo Carolina cuando Toribio dejo de bombearla por la sorpresa – Chuparme los pezones hasta que me corra y luego os lo dejo para vosotras, y si os apetece yo os ayudaré también a reventar de placer. Y tu no pares por favor.

Los tres le hicieron caso, Toribio volvió a empujar con renovados bríos ante la posibilidad de cepillarse a las hermosísimas sobrinas de su mujer, y con las que realmente le apetecía hacer lo que había hecho en su día con sus madres, y en cuanto a estas sin dudarlo se pusieron en cuclillas una a cada lado del lavabo y empezaron a sobar, lamer y besar las bellísimas tetas de Carolina, que de nuevo empezó a gemir, jadear y resoplar, hasta que pasados unos minutos su cuerpo se contrajo y tuvo un orgasmo largo y al parecer sumamente placentero.

Cuando Toribio la deposito con cuidado en el suelo mientras le daba besitos en el cuello, ella dijo:

-     Creo que este ha sido la séptima u octava corrida. Este hombre es fabuloso, cariñoso, suave, delicado, amable y a la vez salvajemente rudo. Y aguanta como nadie.

-     Pues ahora nos toca a nosotras. – dijo Bárbara mientras se quitaba la ropa precipitadamente – Ana y yo nos hemos quedado a medias hace un rato y necesitamos terminar.

-     ¿Pero vosotras no estabais con mis hermanos? – pregunto ya más calmada Carolina – Supongo que habrán sido ellos los que os han dejado a medias, son aún muy jóvenes.

Toribio por su parte acaricio la cara de Bárbara y la ayudo a terminar de quitarse la tanga a la vez que la daba un suave beso en su ombligo y luego sacando la lengua la lamió hasta llegar a su vulva haciendo que la joven sufriese un escalofrió intensísimo. Luego la levanto con suavidad y sin esfuerzo alguno y la sentó en el filo del lavabo procediendo a darle una lamida en toda la longitud de su vagina deteniéndose en el clítoris y haciéndola suspirar. Todo eso lo miraba alucinada y totalmente excitada Ana Aurelia, sabiendo que luego la iba a tocar a ella recibir aquellas caricias realmente apetecibles, y presa de esa lujuria no le impidió a Carolina que la desnudase con sumo cuidado y de paso acariciando su piel suavemente.

Cuando por fin Toribio comprobó que Bárbara estaba ya totalmente preparada, ya que en ese momento su prima y Carolina la estaban acariciando y pellizcando suavemente los pezones, le puso la cabeza de su inmenso pene en la entrada de su coño y mirándola a los ojos la dijo:

-     Voy a metértela muy lentamente, si te duele o no te apetece que siga solo tienes que decírmelo, pero espero que disfrutes este momento.

Empezó a empujar y su sorpresa fue darse cuenta de que la muchacha estaba, además de lógicamente lubricada, lo suficientemente dilatada como para ir tragando poco a poco la casi totalidad de su polla, y sin pensárselo más empezó a meter y sacar su falo con un ritmo cada vez mas rápido, hasta que a los pocos minutos la joven soltó un enorme soplido a la vez que se corría con evidente gozo y soltando fluidos como si fuese una fuente.

Sin perder un minuto, Toribio la beso suavemente en los labios, y con delicadeza la bajo del lavabo, cogiendo entonces a Ana y haciendo con ella lo mismo, exactamente lo mismo que había hecho hacia unos minutos con su prima, y al igual que había ocurrido con Barbara su dilatación fue inmediata y admitió la casi totalidad del enorme pene de Toribio, pero a diferencia de Bárbara en el momento de tener su orgasmo en lugar de resoplar dijo jadeando:

-     Por primera vez en mi vida mi coño es completamente feliz. Vaya polvazo me ha echado mi tito.

-     Sois dignas hijas de vuestras madres. – dijo entonces Toribio – Solo a unas pocas mujeres les ha entrado de primeras mi herramienta, a vuestras madres, a vuestra tía y a dos o tres más.

-     ¿Es que te has follado a mi madre? – pregunto incrédula Bárbara – Y la muy puta que callado se lo tenía.

-     Eso mismo digo yo, - dijo riendo Ana – pero supongo que disfrutarían igual que nosotras. Vamos a la cama, que quiero conseguir que te corras, y creo que entre las tres podremos lograrlo.

Se subieron a la cama y cuando Toribio se tumbó boca arriba, Bárbara se colocó encima de él y con su mano se colocó la polla en la entrada de su cueva, pero entonces una voz desde la puerta la dejo congelada al oír a su tía Mariana decir:

-     Pero que estas haciendo desgraciado, TE ESTAS FOLLANDO A TUS HIJAS.

-     Joder Mariana, es verdad que son mucho más jóvenes que yo, pero no te ha importado dejarme con Carolina, - dijo perplejo e incluso asustado Torcuato – hasta me has animado a que la dejase completamente satisfecha.

-     No es que sean mas o menos jóvenes. – dijo Mariana en estado de shock – Es que Bárbara y Ana Aurelia son realmente tus hijas, tu preñaste a mis hermanas, so capullo, que no te enteras.

Tras Mariana que estaba en la puerta mirando asombrada a su marido y a las tres jóvenes, se encontraban Lucía y Susana, que al igual que Carolina, el propio Toribio y sobre todo Bárbara y Ana se quedaron completamente descolocados, tanto que Bárbara se quedo tan impactada que se le fueron las fuerzas y se sentó de golpe, insertándose hasta el útero la tranca del que al parecer era su padre biológico.

Durante unos largos segundos que parecieron un siglo, nadie se movió, ni nadie se atrevía a decir nada, pero de pronto Barbara empezó a moverse rítmicamente a la vez que comentaba:

-     Ya que hemos empezado, vamos a terminar. Me es igual quien es Toribio, lo mismo me da que sea mi tío, el marido de mi tía, el amante de mi madre, mi padre o mi abuelo, pero folla que da gloria y si el no me rechaza y con el permiso de su esposa, me lo voy a follar cada vez que pueda.

-     Eso digo yo también, - la apoyo con vehemencia Ana Aurelia – No vamos a desperdiciar semejante semental, aunque sea el mismo que monto a nuestras madres en su momento. Y tita, lo siento por ti, porque te quiero mucho, te respeto y te admiro, pero no me defraudes siendo una jodida egoísta, pues debes compartir, por lo menos con nosotras, a tu marido. Es un pecado que semejante ángel del placer sea solo para una sola mujer, por muy buena que este.

Continuara ……