Toribio y las sobrinas de su mujer.- Capítulo 3
Las cuñadas de Toribio intiman con Roberto y la esposa de este con Toribio y su mujer.
Toribio y las sobrinas de su mujer.
Capítulo 3
Matilde y Manuela, junto a Toribio se fueron en el coche de Roberto, cosa que sugirió Mariana pues ella había recibido una llamada de Susana pidiéndola que las recogiese a ella y a sus sobrinas en el campus, dado que al ser el restaurante en las afueras no tenían medio de transporte, a no ser que fueran en un taxi. Así se lo explico Mariana, y dirigiéndose a sus hermanas las dijo haciendo una mueca cómplice:
- Me ha llamado Susana para que la recoja a ella y a las niñas, ya que no tienen medio de transporte desde el campus hasta el restaurante. Os dejo a las dos en buenas manos, con dos tíos guapísimos y a los que al parecer habéis despertado su apetito. Portaros bien hermanitas y que no tengamos que enfadarnos Lucia y yo.
- Mucho valor tienes tu de dejar a tu marido en manos de nosotras dos. – le devolvió la mueca Matilde y riendo la dijo – Somos dos maduras divorciadas y aún con mucha guerra por dar.
Riendo se despidieron y Roberto se dirigió hacia un selecto club de hípica en cuyo restaurante, y en un reservado, habían encargado la comida para celebrar que Bárbara y Ana Aurelia iban a empezar sus estudios universitarios. Cuando llegaron y Roberto paro en la entrada del club social, les abordo un empleado del club que solicito les abrió las puertas y luego subió al coche para aparcar el vehículo. Una vez dentro y acomodados en una lujosa sala de espera, esperando a Mariana y a Lucía, Manuela comento:
- Joder, que glamur, si parece que estamos en una película. No me dirás Matilde que te esperabas algo semejante, siendo nosotras dos humildes y currantes empresarias que siempre vamos uniformadas con monos de trabajo y oliendo a vino.
- Pero dos humildes empresarias con un encanto especial. – intervino Toribio – El mismo que sois capaces de dar a vuestros caldos, unos vinos que además de la calidad de sus cepas, al igual que vosotras con el paso de los años cautiva por su aroma, color y supongo que también por el sabor.
- Vaya que sorpresa más inesperada, - dijo Matilde con evidente regocijo que la hizo sonreír – Tanto Manuela como yo creíamos que nuestra hermana pequeña nos había eclipsado totalmente, pero veo que aun te acuerdas de cuando éramos jóvenes. Y en cuanto al sabor supongo que será igual al de Mariana, más envejecido y con diferentes aromas, pero de las mismas viñas.
- Supongo que así debe de ser, - intervino en la chanza Roberto – pero no es lo mismo un buen crianza, que un buen reserva, y me da a que vosotras sois lo segundo, el producto estrella de vuestra bodega.
- Vaya par de sinvergüenzas que estáis hechos vosotros dos. – dijo una voz tras una de las butacas del salón y de la que emergió una mujer encantadora y dirigiéndose a Matilde y Manuela se presentó con una enorme sonrisa – Soy Lucía, la mujer de este degenerado, que en cuanto ve a una mujer bonita se le nubla el juicio, igual que al tarumba de su socio. Supongo que vosotras sois las hermanas de Mariana, tanto por los comentarios de estos pazguatos como por el parecido que tenéis con ella. Aunque realmente hay que reconocer, como ellos dicen, que las dos sois un producto a catalogar como gran reserva o reserva especial. ¿Y Mariana?
- Ha ido a buscar a Susana y a nuestras hijas. – contesto Manuela a la vez que se levantaba y daba dos besos a Lucía, lo mismo que hizo su hermana – Y gracias por lo de reserva especial.
- Por cierto, están mis tres hermanos montando un rato y los he invitado a comer con nosotros. – comento Lucía – He pensado que, si la comida es para darles la bienvenida a dos muchachas jóvenes, mejor que estén con gente de su edad, y como ellos están estudiando aquí y también medicina, podrán tener temas de conversación.
- ¿Y qué edad tienen tus hermanos? – pregunto Matilde – Porque tú eres joven, pero andarás ya cerca de los treinta.
- Mas cerca de los cuarenta que de los treinta, tengo treinta y cinco, casi treinta y seis. – dijo sonriendo y sin ningún complejo – Gracias por quitarme años, pero mis hermanos, bueno hermanastros, tienen veintidós años los gemelos y uno más su hermana. Son hijos del segundo matrimonio de mi padre que se casó con una italiana cuando yo tenía doce años.
- ¿Y no tienes más hermanos? – pregunto Manuela - Quiero decir hijos también de tu madre.
- No, yo era hija única, mi madre que siempre estuvo delicada, con mi parto empeoro bastante y jamás se recuperó. – les explico la esposa de Roberto – Murió cuando yo tenía seis años, por lo que casi no me quedan recuerdos de ella, a excepción claro de las fotos y los recortes de prensa de sus galas.
- Me vais a perdonar un momento, - dijo de pronto Lucía – voy a hablar con el metre para que todo este correcto y ponga tres cubiertos más, ahora mismo vuelvo.
- ¿A que galas se refiere? – pregunto Matilde cuando se había alejado lo suficiente para no oírlos - ¿Era artista?
- Si era una cantante, una vedette mas bien. – explico Roberto a las hermanas – Era una mujer bellísima, de la que ha heredado su físico Lucía, y que incluso actuó en el Moulin Rouge en más de una ocasión, pero en la cima de su carrera, cuando tenía contratos para programas de TV e incluso ofertas para hacer alguna película, enfermo y tuvo que dejar de actuar, cosa que la sumió en una faceta depresiva. El padre de Lucia, que estaba enamorado de ella desde la primera vez que la vio actuar, aprovecho la coyuntura y consiguió que ella aceptase casarse con él y hasta consiguió que recuperase las ganas de vivir y mejorase visiblemente en su salud. Poco después de un año nació Lucía y su madre tras el parto recayó en la enfermedad, falleciendo cinco años y medio después a pesar de que el marques busco los mejores médicos y clínicas para intentar su cura.
- Triste historia, pero por lo menos dejo a una hija que es de una belleza innegable. – dijo Manuela - ¿Y Lucia no heredo las cualidades artísticas de su madre?
- No ella prefiere los animales, es una excelente amazona. – respondió Roberto – Tiene varios caballos y ella misma los cuida y los alimenta, quizás después os los quiera enseñar. Pero lo cierto es que a sus caballos y a sus dos perros los quiere más que a mí.
- ¿Y no tenéis hijos? – de nuevo las hermanas, en este caso Matilde, preguntaban sin parar presas de una curiosidad al parecer innata en ellas - ¿Cuánto hace que estáis casados?
- Nos casamos hace algo más de ocho años, cuando ella tenía veintiséis y yo treinta. – dijo Roberto – Y no tenemos hijos, Lucía tiene miedo a que le ocurra lo mismo que a su madre, y por otro lado dice que prefiere dedicar su vida a salvar especies en extinción, por lo que dirige una fundación de la que depende también una protectora de animales.
- Me estoy dando cuenta de que vosotras dos serviríais para nuestra agencia, - interrumpió Toribio riendo – Hay que ver con que soltura y habilidad interrogáis, sois muy curiosas.
- En eso tienes razón, somos unas cotillas. – dijo riendo Manuela – A Susana le hemos sacado mucha información sobre vosotros, por lo que debemos ser buenas en sacar información.
- ¿Y que os ha contado Susana? – pregunto con curiosidad Roberto – Aunque a Susana poco le hace falta para contar su vida, ni tampoco la de los demás.
- Pues aparte de que mi hermana la anima para que ponga calentito a Toribio, - dijo riendo Matilde – es que cuando lo consigue y el matrimonio se desfoga, ella los oye desde su habitación, y por lo que cuenta, Mariana grita como una posesa.
- No me extraña nada. – contesto Roberto también riendo – Por las noticias que tengo, parece ser que Toribio es un amante muy fogoso.
- ¿Y de dónde has sacado “esas noticias”? – le pregunto intrigado Toribio - ¿Quién te lo ha contado?
- ¿Y tú que crees? - respondió burlón Roberto – Quien va a ser, Lucía a quien se lo ha contado Mariana, no ves que entre las mujeres no hay secretos.
- Y vosotras ¿compartís vuestros secretos? – pregunto con cara de preocupación Toribio - ¿Es verdad que entre las mujeres no tenéis secretos?
- Puede que según qué cosas no las compartamos, sobre todo si pueden dañar a alguien. – contesto Matilde que mirando con cierta provocación a Toribio termino diciendo – Pero al final, antes o después todo acaba sabiéndose. Como que trascienda que tú eres al parecer un “torete” en la cama.
En ese momento volvía Lucía que mirando extrañada a Toribio, que se había quedado blanco cuando su cuñada pronuncio el apodo con el que le conocían en su juventud, le pregunto:
- Toribio, ¿te encuentras mal?, te veo pálido.
- No, no es nada. – contesto sobresaltado el aludido – Debe de ser por el hambre que tengo, pues desde ayer he estado hasta hace un rato haciendo un seguimiento y prácticamente no he comido en las últimas veinticuatro horas.
- Es que de siempre Toribio ha sido de buen comer. – remato Manuela irónicamente – De joven en el pueblo era famoso por comerse un plato calentito en cualquier casa que le invitasen, incluso en alguna si encartaba, hasta podía con dos. Pero supongo que ahora Mariana lo tendrá bien alimentado.
En ese momento llegaba la aludida con Susana y sus sobrinas, a las que presentaron a Roberto y a Lucía, siendo esta última la que comento:
- Podéis pasar ya al reservado que nos han preparado, pero yo voy a esperar a mis hermanos que deben estar a punto de llegar. Roberto os guiara. – y dirigiéndose a Susana exclamo - ¡Ostras Pedrin! Que guapa vienes hoy
- ¿Y a qué viene que a Susana la llame Pedrin? – pregunto arqueando una ceja Bárbara - ¿es algún apodo?
- Cosas de vuestro tío, que bautizo a su socio y a Susana, por los personajes de unos comics antiguos sobre investigadores. – explico Mariana – En su agencia de detectives tienen un poster de esos personajes.
Cuando se dirigían al reservado, Lucía le dijo a Matilde:
- Si no te importa espérate aquí conmigo, así no estaré sola y aprovechare para hacerte una pregunta.
- Pues tu dirás, - le dijo Matilde cuando los demás se habían alejado lo suficiente para no oírlas – Supongo que será alguna curiosidad sobre mi hermana o sobre Toribio.
- Así es, yo los conozco a los dos, pero parece que tú y tu hermana conocéis a Toribio desde hace años, y en los pueblos se saben todos los secretos. – le dijo Lucía con una gran sonrisa – Pero mi curiosidad es debido a lo que ha comentado tu hermana sobre el apetito que de joven tenía Toribio, pues supongo que iba con segundas, sobre todo por la sonrisa pícara y taimada que te ha producido su comentario.
- En vista de que te has percatado, te contare un secreto, pero no se te ocurra contárselo a tu marido. – dijo Matilde – Verás, desde muy joven, posiblemente desde que tenía quince o dieciséis años, Toribio era un terrible conquistador y tenía fama de dejar más que satisfechas a cuantas mujeres conquistaba, que cada vez eran más. Desde que cumplió los dieciocho y más o menos hasta los veinticuatro, estaba estudiando aquí en la Universidad, y solo iba por el pueblo en las vacaciones de verano, por semana santa y Navidades, incluso algún fin de semana. Yo desconozco lo que podía ligar aquí en la ciudad, pero si te puedo decir que cuando iba al pueblo las mozas y no tan mozas, hacían cola para acostarse con él. Fíjate como seria su fama que le apodaban “torete”, y no solo por las dos primeras letras de su nombre y apellidos, también porque tenía cubiertas a todas las “vacas” del pueblo y la comarca.
- Algo así me imaginaba yo. – dijo Lucía y la susurro – Yo si te puedo decir que aquí en la Universidad también tenía una muy buena fama, y Roberto se hizo su amigo inseparable para aprovecharse de sus conquistas. Menudo par de sinvergüenzas que estaban hechos.
- ¿Y cómo acabaste tu con Roberto? – le pregunto Matilde que era ahora la curiosa - ¿También te ligaron a ti?
- No, no fue en su hábitat natural. – soltó una risa alegre Lucía – Fue en el mío, pues mi padre en una de sus visitas, ya que el reside en Florencia, dio una fiesta en la que hoy es mi casa, para celebrar el quince cumpleaños de mi hermana Carolina, y entre los invitados estaban los padres de Roberto, y como es lógico traían a su hijo y este a su amigo inseparable. Ese día fue Toribio el que se acercó a mí y con un descaro que me sorprendió y descoloco totalmente, me dijo “Mi amigo Roberto dice que eres la mujer más bonita que ha visto en su vida, y que sería inmensamente feliz si aceptases yacer con él por el resto de su vida, y te lo digo yo porque él es muy vergonzoso y no se atreve”.
- Me quede de piedra, - explico Lucía tras un breve suspiro – pues yo ya conocía a Roberto de vista, y realmente me parecía un joven muy apuesto, pero en aquel momento me lleve una gran decepción, pues cuando Toribio se acercó a mí me temblaron hasta las piernas pensando que quería ligar conmigo. Imagínate mi desencanto, el hombre más guapo y apuesto de la fiesta se acerca a mi sonriendo de forma encantadora, y de golpe me suelta que es solo un intermediario del idiota de Roberto. Quizás para ver si le daba celos o simplemente por despecho, le dije que no habría nada que me hiciese más feliz que yacer con Roberto, aunque fuese solo una vez.
- Así que Toribio te hace tilín. – dijo Matilde asombrada - ¿Y te lo estas cepillando?
- No, por favor, respeto mucho a Mariana, además de quererla como a una hermana. – dijo Lucia al borde de la risa – En su día si lo intente, no te lo voy a negar, pero nunca se dio por aludido cuando sutilmente me insinuaba a él, yo era el gran amor de su mejor amigo y nunca lo traicionaría. Cuando yo decidí que Roberto no era del todo un mal partido, acepte casarme con él, y desde entonces nunca más he vuelto a insinuarme a Toribio.
- Pero seguro que aún te sigue apeteciendo echar con él un buen polvo. – dijo Matilde sin ninguna delicadeza – Lo cierto es que mi hermana pequeña debe de estar bien servida.
- Eso parece, por lo menos a mí me ha confesado que disfruta como una loca con su marido. - y sonriendo maliciosamente la confesó – Y si, tienes razón aún me sigue apeteciendo, y si como ha insinuado tu hermana en alguna ocasión se comía dos platos, a mí no me importaría ser compartida con Mariana.
- Pues díselo, se sincera con tu amiga. – la animo Matilde – A lo mejor te sorprende, y si ella no es egoísta hasta puede que comparta sus buenos momentos contigo.
Mirandola asombrada, no pudo Lucía contestar ni opinar al comentario tan insólito que acababa de oír, pues en ese momento llegaban sus tres hermanos a los que presento a Matilde, y los cinco juntos se dirigieron al reservado donde les esperaban el resto de los comensales. Allí hicieron las presentaciones y comprobaron que los dos hermanos gemelos de Lucía, Francesco y Filippo quedaron prendados de Bárbara y Ana Aurelia, a la vez que Susana dio la impresión que hacía muy buenas migas con Carolina, la otra hermana de Lucía.
La comida transcurrió con amenas conversaciones, chascarrillos, alguna broma y también alguna que otra insinuación picante, más entre los más mayores que entre los jóvenes, pero resulto agradable, sirvió para conocerse e intimar, y sobre todo para convencerse que reuniones como esa deberían de repetirse. Matilde y Manuela ofrecieron la posibilidad de que todos los presentes asistiesen a una futura visita guiada a sus bodegas y viñedos y después a una comida regada con vinos de sus más selectos caldos. Al final quedaron que más adelante concretarían alguna fecha para ese evento.
Al final de la comida, Filippo y Francesco invitaron a Ana Aurelia y Bárbara a montar a caballo, y luego dijeron de ir a una bolera y terminar en alguna discoteca. Aceptaron ellas encantadas y tanto Matilde como Manuela dieron su visto bueno a esa salida, pero condicionando una hora de llegada prudente. Susana y Carolina se apuntaron y la primera les dijo:
- Estar tranquilas, que yo estaré vigilando que no se sobrepasen los mozalbetes, y también de que volvamos a casa a una hora prudente.
- Gracias Susi, eres un sol. – dijo Mariana y dirigiéndose a los hermanos de Lucía les pregunto - ¿Tenéis coche y cabéis los seis?
- Si no os preocupéis, - contesto por ellos Lucía – les he prestado mi coche y hoy yo he traído el todo terreno que tiene siete plazas, cualquiera de los tres conduce con prudencia, y no beben alcohol, son jóvenes pero sensatos.
Se fueron los jóvenes y Toribio les propuso a los seis que habían quedado, ir a su casa, y allí tomar una copa y darse un chapuzón en la piscina, pues al ser viernes no tenían que trabajar hasta el lunes, ya que Mariana no tenía guardia ni servicio ese fin de semana. Aceptaron todos y en el coche de Mariana subieron Toribio y Roberto, pues Lucía alegando que su marido se había tomado el solo una botella de vino, dijo que ella llevaría el coche de él y con ella fueron Matilde, que se sentó delante, y Manuela.
Ya en el coche, Lucía que se había quedado con las ganas de preguntar a Matilde cuando les interrumpieron sus hermanos, le pregunto:
- ¿De verdad tú crees prudente que yo le proponga a Mariana que me deje compartir sus momentos íntimos con Toribio?
- ¡Ostias!, ¿pero que le has dicho? – salto Manuela en el asiento de atrás sorprendida por la pregunta de Lucía – ¿Le has dicho que haga un trio con Mariana y Toribio?
- Es que Lucia le tiene ganas al “torete” desde hace años. – y entonces le explico Matilde a su hermana lo que le había contado Lucía, el día que conoció a Toribio, la forma de abordarla en la fiesta de cumpleaños de Carolina y el desengaño que se llevó al ser un mero intermediario de su amigo y termino diciendo: - Yo le he dicho que si aún le tiene ganas que lo hable con Mariana que es una mujer moderna, sin prejuicios y que si ella consiente, seguro que Toribio aceptara por muy amigo que sea de Roberto, pues como le he dicho a Lucía no sería la primera vez que este con dos mujeres a la vez.
- ¿Qué le has contado qué? – pregunto sobresaltada Manuela – ¿Como se te ocurre contar cosas que no solo te incumben a ti?
- Yo no he contado nada, - dijo Matilde dándose cuenta de que su hermana había interpretado que ella le había contado a Lucía su aventura de hacía casi cuatro lustros – Solo la he dado a entender que en su juventud Toribio era un Don Juan que se cepillaba a todas las mozas del pueblo, de la comarca y de la provincia, y que incluso en algunos casos de dos en dos.
- Vaya, vaya, vaya … - murmuro Lucía que sobre la marcha se dio cuenta lo que estaban comentando las dos hermanas – Así que vosotras dos ….
Aparco el coche en el arcén y rompió a reír con unas carcajadas que no podía contener, pues iba a decir algo y de nuevo las risas la invadían, tal era la hilaridad de Lucía, que al final contagio a Matilde que también rompió a reír y a su vez hizo que Manuela las secundara. Pasados unos minutos, ya más serenas, fue Manuela la que dijo:
- Nosotras no te hemos contado nada, ha sido un mal entendido por mi parte. Pero tampoco tiene mayor importancia que lo sepas, pues precisamente ayer mismo, le confesamos a Mariana nuestro desliz, y como ahora tú, también se lo tomo a risa. Cierto es que ella tenía entonces siete años, por lo que Toribio no la engaño, pero nosotras estábamos ya casadas, por lo que pedimos tu discreción puesto que nuestras hijas no tienen ni idea.
- No os preocupéis, seré una tumba. – dijo Lucía que no pudo evitarlo y volvió a reír escandalosamente y cuando de nuevo volvió a serenarse les dijo: - Perdonarme, pero ahora me he acordado lo que me ha dicho antes Matilde “Fíjate como seria su fama que le apodaban “torete”, y no solo por las dos primeras letras de su nombre y apellidos, también porque tenía cubiertas a todas las “vacas” del pueblo y la comarca” . Y es evidente que vosotras erais parte de la vacada. Por cierto ¿Tan bueno es Toribio?
- Pues, aunque te cueste creerlo solo podemos compararlo con nuestros maridos, pues no hemos estado con ningún otro, ni tan siquiera ahora que estamos divorciadas. – explico Manuela – Pero si podemos decirte que mejor que ellos si era, con diferencia.
- Ahora hablando en serio. – dijo Lucía retomando la conducción – Como le he dicho a Matilde aún me sigue gustando Toribio, y ahora después de vuestra confesión, aún más, pero no creo que sea capaz de engañar a Roberto, ni tengo valor para proponérselo a Mariana.
- Pues tú te lo pierdes. – dijo Matilde – Yo no soy quién para decirte lo que debes o no debes de hacer, pero puede que algún día te arrepientas. No obstante si te podemos ayudar cuenta con nosotras.
Ya sin más interrupciones siguieron hasta la casa de Mariana y Toribio y estos las estaban esperando junto a Roberto, que les preguntaron qué había pasado para tardar tanto. Les mintió descaradamente Lucía haciéndose la tonta y diciendo que se había perdido y que tuvo que poner el navegador.
Una vez en la casa, Mariana los invito a salir a la terraza y le dijo que, si les apetecía tomar el sol, en el jardín estaban las tumbonas. Entonces Manuela dijo:
- Por mi encantada, pero no he traído bañador, y supongo que Matilde tampoco.
- Pues ahora que lo decís, y como es lógico, yo tampoco. – dijo Lucía y riendo añadió – Como no tomemos el sol en bragas ...
- Pues no os cortéis. – dijo Toribio también riendo - El jardín esta fuera de la visión de cualquiera, nadie puede veros, y por mí no hay problema alguno, como si queréis bañaros en pelotas.
- Mira que mis hermanas son muy lanzadas y no se cortan, - dijo Mariana recordando lo ocurrido aquella misma mañana – Lucia no se si animaría, pero yo no voy a dejar solas a mis hermanas si estas lo hacen.
- Pues claro que me animaría, faltaría más. – dijo Lucía – Que mi padre sea un noble no quiere decir que yo sea una estrecha p una timorata. Y por otro lado no creo que tengamos que sentirnos avergonzadas pues todas estamos de muy buen ver.
- Menos mal que no está aquí “Pedrin”. – dijo riendo alegremente Toribio – Si al final os despelotáis las cuatro, cuando se entere va a pillar un mosqueo de cuidado.
- No te metas con Susana, que es una criatura especial, - dijo Mariana – y los que vais a pillar un mosqueo sois tú y tu socio, si al final no nos quedamos en bragas, que te conozco.
- Pues yo si voy a tomar el sol. – dijo Manuela que se acercó a una tumbona y allí mismo se quitó toda la ropa, que dejo en el suelo, incluida la tanga y se tumbó boca arriba diciendo – Como las buenas vides yo necesito sol, temperatura, agua y nutrientes. Lo último ya lo tengo porque hemos comido mejor que bien, ahora me pongo al sol, cojo temperatura y luego me baño.
- Joder con la vinicultora, no se corta un pelo. – dijo riendo Lucía a la que la presencia de las dos hermanas de Mariana parecía que le habían activado su libido y la habían puesto de muy buen humor – Pues no voy a ser yo menos.
- Tías, estáis como una cabra, - dijo Mariana realmente divertida – Vais a conseguir que Roberto y Toribio se motiven, y a mi marido poco le hace falta para motivarse.
- Entonces a que esperas. – dijo Matilde animando a su hermana pequeña – imítalas que eres la más joven y la que está más buena.
- Si tú te despelotas como ha hecho Manuela y como lo va a hacer Lucía, yo también me desnudare. – acepto el reto Mariana – Vamos a ver cómo reaccionan estos dos cuando vean a sus respectivas cónyuges enseñándole la panocha a su socio.
Sin más dilación las tres se desnudaron y juguetonas se metieron en la piscina, dejando a los dos hombres asombrados y acalorados. Por fin Roberto intentando aparentar que era divertido lo que sucedía, y buscando la forma de terminar con aquel jolgorio, que de alguna manera le incomodaba, dijo:
- Lucía, creo que deberíamos de irnos a casa, ya que esta situación me tiene acalorado y ahora mismo lo que me apetece es estar a solas contigo.
- Mira por donde ahora mismo a mí no me apetece. – le dijo ella sacándole la lengua desde la piscina – Si necesitas refrescarte ese acaloramiento, a lo mejor Matilde o Manuela te pueden servir un par de copas de su reserva especial.
- No lo dirás en serio, porque si a ti no te importa y a Roberto le apetece, nosotras no vamos a tener ningún inconveniente en irnos ahora mismo con él a vuestra casa, y ofrecerle nuestros mejores vinos. – dijo Matilde riéndose – Tener en cuenta que somos dos divorciadas bastante necesitadas, y Roberto no parece una mala solución.
- Por mí no hay problema alguno, al contrario, si lo refrescáis a él y vosotras quedáis satisfechas, hasta me sentiré reconfortada por una buena acción. - replico Lucía riéndose alegremente y dándose cuenta de que le estaba brindando la posibilidad de quedarse a solas con Mariana y Toribio, y además con el ambiente caldeado – El problema es saber si Roberto es capaz de aceptar ese reto, y si lo acepta si tolerara vuestros vinos tomando las copas de dos en dos y pille un lobazo antes de tiempo.
- Anda Roberto, te están brindando algo que ni lo esperabas, y encima con el beneplácito de tu mujer. – dijo Toribio riendo – Vas a desperdiciar la ocasión, o como dice Lucía ¿dos copas son mucho para ti?
- Yo creo que estáis todos de broma. – dijo Roberto totalmente confundido y algo ofendido – Pero si estáis hablando en serio, es realmente una oportunidad única, pues brindar a solas con dos mujeres tan hermosas no lo rechazaría, e incluso varias veces, pero luego Lucía me lo echaría en cara.
- Que no tonto, que te lo digo muy en serio. – dijo Lucia ahora muy seria – A mí ya me han dicho cuando veníamos que les apetecía montárselo contigo las dos a la vez, y me han preguntado si yo sería tan amable de cederte por unas horas.
Sin esperar a que Roberto se pronunciase, tanto Matilde como Manuela empezaron a vestirse, y cuando acabaron cogieron sus bolsos y mirando burlonamente a Roberto le dijeron a la limón:
- ¿Nos vamos?
Roberto miro asombrado a Toribio, luego a Mariana y por fin a su esposa, y encogiéndose de hombros cogió las llaves de su coche y se fue con las dos mujeres, cada una colgada de uno de sus brazos, y cuando se perdieron por la escalera camino de la cochera, Mariana asombrada exclamo:
- ¡Ostias! Serán capaces mis hermanas de cepillarse a tu marido, y tú las has animado a hacerlo.
- Supongo que a Roberto le apetecerá hacer un trio con dos mujeres tan espectaculares, y no voy a ser yo quien se lo impida. – dijo Lucía y poniendo cara de inocencia le dijo a Toribio – Supongo que a ti también te apetecerá hacerlo con dos mujeres a la vez, pues he leído que es una fantasía muy habitual en casi todos los hombres. ¿O no es así?
Se hizo un silencio sepulcral, Toribio no se atrevía a pronunciarse por no ofender a Mariana, y esta sobre la marcha se había dado cuenta de que sus hermanas le habían contado algo sobre sus locuras de juventud, y que quizás todo fuese una artimaña para dejar a Lucia con ellos dos a solas, y entonces dijo:
- Pues si Toribio también tiene esa fantasía, por mí no pondría ninguna traba, por supuesto siendo yo una de las dos mujeres, y que además la otra fuese de mi total confianza.
- Lucía, - pregunto Mariana tras unos segundos – si a Toribio le apeteciese, ¿tu estarías dispuesta? Porque quien mejor que tú, que eres una buena amiga.
Toribio las miraba como alucinado, no solo por lo que su mujer estaba diciendo, sino porque las dos seguían completamente desnudas, y sobre todo esperando la respuesta de Lucía, pues dadas las circunstancia no le remordería la conciencia ya que Roberto estaría haciendo lo mismo con sus cuñadas. Tras unos largos segundos de silencio, por fin se atrevió Toribio a hablar, y dirigiéndose a Lucía la pregunto con cierto nerviosismo y voz queda:
- ¿Tu estas dispuesta?
- Primero antes de preguntarme a mí, Mariana ha dicho que, si a ti te apetece, - dijo Lucía viendo ya muy cerca el conseguir sus sueños húmedos – Y no has dicho nada.
- ¡Pero lo podéis dudar alguna de las dos! – exclamo totalmente perplejo Toribio – Pues claro que me apetece, y desde hace mucho tiempo. Sois las dos, parte de una fantasía que me asalta de vez en cuando.
- ¿Cómo que parte? – pregunto sonriente Mariana - ¿Es que tu fantasía es una orgia con mucha más gente?
- No, ni mucho menos, solo con una más, Susana. – dijo Toribio – Pero eso quizás no pueda ser nunca, porque “Pedrin”, aunque me provoca constantemente, y tú eres testigo y a la vez culpable de eso, nunca consentirá meterse en una cama conmigo.
- O si, - dijo Lucía que al igual que Mariana ya estaban al lado de Toribio pues se habían acercado hasta el de forma sensual y provocativa – Imagínate que aceptara estar con nosotros tres si Mariana y yo nos entregáramos a ella, y una vez en el cocido es posible que cediese a ser tuya, aunque solo provocado por su propia calentura. Pero eso lo tenéis que decidir Mariana y tú, y si a los dos os apetece y Susana acepta, por mí no hay inconveniente alguno.
- Eso lo hablaremos después. – dijo Mariana que empezó a desnudar a Toribio – De momento vamos a hacer que se cumpla su fantasía, aunque sea parcialmente. Si quedamos satisfechos los tres, ya habrá tiempo de hablar con “Pedrin”
- Entonces vayamos al jacuzzi, - dijo Toribio – Voy a intentar demostraros a las dos de que merecerá la pena convencer también a Susana.
Ya desnudos los tres, y dejando su ropa tirada entre el césped y la terraza, el feliz y afortunado Toribio subió hacia su habitación donde estaba el jacuzzi, con una mujer a cada lado y agarrando con ambas manos sus respectivos culos desnudos.
Continuara …..