Toribio y las sobrinas de su mujer Capítulo 2

Las cuñadas de Toribio acompañan a sus hijas a la casa de su hermana a donde van a vivir y allí conocen a Susana, una empleada del matrimonio un tanto singular.

Toribio y las sobrinas de su mujer.

Capítulo 2

La cena que había preparado Susana, era deliciosa, típica de la época veraniega, una ensalada con lechuga picada, atún, garbanzos cocidos ya fríos, maíz dulce, aceitunas rellenas y frutos secos, rehogados con aceite de oliva, y para beber, sobre la marcha preparo zumo de naranja. La cena la sirvió en la misma cocina, ya que dado su tamaño cabía sobradamente una mesa para ocho o diez comensales.

Les sorprendió la amena conversación de Susana, que, a pesar de su desenfadada forma de vestir y expresarse, demostró ser una mujer muy sensata, rectificando con cordura y gran mano izquierda algún comentario desafortunado de las dos muchachas jóvenes, que a medida que avanzaba la tarde se estaban quedando prendadas de la empleada de su tía.

Cuando terminaron de cenar, recogió todo con gran rapidez y sin dejar de hablar, pues en ese momento y tras el comentario de Bárbara que le pregunto si le satisfacía el trabajo que hacía, les estaba diciendo que, comparado con el restaurante, el trabajo actual como fámula era una bendición de los dioses.

Cuando todo estaba recogido las invito a que saliesen a la terraza que estaba en la parte trasera de la casa, y a la que se accedía a través del salón, para esperar allí la llegada de Mariana, que calculaba llegaría en una hora escasa. De nuevo se volvieron a sorprender pues la terraza era también espaciosa, con una mesa y butacas de cáñamo, con cojines de diferentes colores, y esa terraza daba a su vez a un jardín con césped en el que había una pequeña piscina. Entonces Susana le hizo una reflexión a Bárbara en referencia a lo que le había preguntado antes:

-     ¿Tú crees que este trabajo es denigrante? Tengo un sueldo, nada del otro mundo, pero para mis gastillos sobra, tengo una habitación espaciosa y soleada para mi sola, una cocina que es la leche para cocinar, cosa que me encanta, un salón con una enorme TV en la que veo el futbol con Toribio, un jardín con piscina y unos jefes que me respetan, por no decir que “me adoran”. Antes tenía tantos jefes como comensales del restaurante y más de uno impertinente, trabajaba diez o doce horas, y aunque el sueldo era un poco más alto, con él tenía que pagar el alquiler de una habitación en un piso compartido con majaderos o majaderas. Al final no me quedaba ni un duro y ahora estoy ahorrando bastante pasta.

-     ¿Y tus padres no te ayudan? – pregunto ingenuamente Barbara – No te pueden pagar ellos un piso o algo para vivir.

-     Mi padre no quiere ni verme. – le explico Susana – Cuando se enteró de que era homosexual me retiro la palabra, me echo de su casa y no he vuelto a verlo.

-     ¿Y tu madre? – pregunto ahora Ana - ¿no te defendió?

-     Mi madre falleció cuando yo tenía quince años. – dijo Susana – Pero ese trauma ya lo superé hace tiempo, la recuerdo con cariño y la añoro, pero no vivía conmigo, vivía con su segundo marido y yo con mi padre, que en el divorcio consiguió mi custodia.

-     ¿Y cuánto hace que no ves a tu padre? – le pregunto Ana – ¿Cuánto hace que vives sola?

-     Hace ya cuatro años, ya que cuando cumplí la mayoría de edad fue cuando le quise presentar a mi novia, y nos mandó a la mierda a las dos. – explico Susana – Pero sola no he vivido nunca, dos años estuve con mi novia, con la que al cabo de dos años rompí porque me era infiel con cualquiera, hombres o mujeres, y luego estuve viviendo en un piso de estudiantes con tres compañeras hasta que Toribio me contrato, hace ahora unos siete meses, cuando se compraron este palacete.

-     ¿Y desde cuando conocías a Toribio? – pregunto también curiosa Matilde - ¿Y a mi hermana también la conocías antes de venir a vivir aquí?

-     A Toribio lo conocía desde el primer año de mi carrera, cuando aún vivía con mi novia. – explico Susana a la que parecía no molestarle en absoluto la curiosidad que había despertado en aquellas cuatro mujeres que la estaban bombardeando a preguntas – Dio unas charlas a los de mi curso y a los dos días vino a comer al restaurante que trabajaba junto a Mariana. Cuando lo aborde cuando estaban ya pagando, y ella creo que se molestó un poco, pero como es una mujer muy sensata y educada no dijo nada, solo se limitó a escuchar. O sea que los conozco a los dos prácticamente desde el mismo día.

-     ¿Y que escuchaba Mariana? – volvían de nuevo las preguntas, esta vez de Manuela - ¿Qué le decías a Toribio?

-     Pues como yo soy muy lanzada, mientras le estaba cobrando con el TPV, le dije que era una de las alumnas a las que había dado la charla hacia dos días, y que me había quedado maravillada de sus conocimientos y sus explicaciones. – se lanzó a explicar la joven su primer encuentro con la pareja dueña de la casa – Como el restaurante estaba ya prácticamente vacío, pues solo quedaba otro cliente al que estaba cobrando mi compañera, y como yo me lio a hablar, como estáis comprobando, le dije si podría aclararme unas dudas si yo les invitaba a un café y a un chupito a él y a su bellísima, joven y atractiva acompañante.

-     Les hizo gracia a los dos y aceptaron mi invitación. - dijo ahora con una sonrisa la muchacha – Me senté con ellos en la mesa y estuvimos hablando más de una hora, hasta que el dueño del restaurante me dijo que había que cerrar. Toribio me pidió el teléfono y se fueron, no sin antes decirme Mariana que yo era un caso muy curioso y digno de estudio. En aquel momento no acabe de entenderla del todo, ya que incluso me hice la ilusión de que me había querido dar a entender que le gustaba.

-     Dos días después, Toribio me llamo y me ofreció la posibilidad de trabajar para el en alguno de sus casos, y de esa forma tener la posibilidad de obtener algún ingreso extra. – siguió explicando sus cuitas Susana a las cuatro que la escuchaban interesadas – Como es lógico acepte, sobre todo por los ingresos extras, pero también por si podía volver a ver a Mariana que me había impactado. El primer trabajo que me encomendó fue vigilar a una mujer de la que su esposo, un hombre mucho mayor que ella, dudaba pues creía que tenía un lio y por cuyo motivo contrato a la agencia de Toribio. Ese día aprendí a tener paciencia pues estuvimos Toribio y yo en su coche más de dos horas esperando a que la individua saliese de su casa para seguirla, bien a pie o en coche, pues mientras esperábamos me alecciono de lo que deberíamos de hacer, y de que mi misión seria entrar con ella a los lugares que él no podía, como por ejemplo a una peluquería o una boutique de moda femenina, etc.

-     También durante esa espera yo intenté saber quién era su acompañante del restaurante y entonces me enteré de que era su esposa. – ahora Susana hizo un gracioso mohín como llorando y continuo con su historia – Me lleve una gran decepción, pues creo que la primera vez que la vi me enamore perdidamente de Mariana. No obstante, mi decepción se me paso pronto ya que empezamos a seguir a la mujer sospechosa y la adrenalina se me disparo, más aún cuando Toribio consiguió unas fotos de la elementa besándose apasionadamente con un joven trajeado. Ese fue mi primer trabajo y aunque yo realmente no hice nada, me subyugo la investigación.

-     Pues tiene que ser realmente interesante ser investigador. – dijo Bárbara – Ana, le tendremos que pedir al tito que nos lleve a algún seguimiento, sería una aventura estupenda.

-     Vosotras dedicaros a estudiar y dejaros de aventuras. – dijo Matilde – Mejor que os apasione el trabajo de vuestra tía que el de su marido, ya que por algo habéis escogido la misma carrera que ella.

En ese momento oyeron que llegaba Mariana, que salió a la terraza y tras besar efusivamente a sus hermanas y a sus sobrinas, le dio un beso en los labios a Susana, realmente un piquito, y dijo:

-     Veo que Susana ya os a agasajado, y supongo que os habrá contado su vida, sus andanzas y sus ilusiones. Es una muchacha maravillosa a la que tanto Toribio como yo queremos muchísimo, se puede decir que es como una hermana pequeña. Y espero que para vosotras dos sea como una hermana mayor, a la que debéis de obedecer y respetar, pues ella es mi representante cuando yo no estoy en la casa. Y eso va por Ana y Bárbara.

-     Siéntate que te traigo ahora mismo la cena y te hago un zumo recién exprimido – le dijo Susana demostrando una admiración y una devoción hacia Mariana que impacto en sus hermanas y sobrinas – Dame tres minutos.

Salió Susana rápidamente camino de la cocina para prepararle a su jefa lo que le había ofrecido, y Manuela no pudo reprimirse y le dijo a su hermana menor:

-     Joder Mariana, tienes a la muchacha completamente rendida a tus pies, te adora y te profesa una admiración fuera de toda duda.

-     Si es verdad, esta loquita por mí. – dijo sonriendo Mariana – Todos los días me dice que me quiere y que esta locamente enamorada de mí, como mínimo un par de veces, incluso delante de Toribio y a veces con vehemencia me suplica que me deje acariciar por ella. Como realmente la quiero mucho acepto sus cumplidos que sé que son sinceros, el problema es que algún día termine cediendo a sus requiebros, porque Susana es realmente bonita.

-     Ostia tita, - dijo Ana – no me dirás que te planteas tener alguna aventura con ella, ¿Qué diría Toribio?

-     A Toribio no le dejaría nunca al margen. - dijo riendo Mariana dando a entender que era una broma y sobre la marcha cambio de tema – Por cierto, ¿Qué os a parecido la casa?

-     Fabulosa “peque”, tienes una casa preciosa. – dijo Manuela – Y las habitaciones son increíbles, todas con ducha, espaciosas y con mucha luz. Nos ha gustado a todas, especialmente a las niñas que han dicho que será como vivir en un hotel de lujo.

-     Y encima con la ama de llaves. – dijo riendo Ana – Susana me ha ayudado a colocar mis cosas y es la tía más apañada que he visto en mi vida, y si a mí me tirase los tejos como a la tita, seguro que caería rendida a sus pies, es un ser especial, diferente, yo diría que mágica.

-     Eso es mágico, yo diría que es una bruja, pero buena. – ratifico Bárbara y aclaro riendo – porque supongo que usara la escoba y esta buenísima.

-     Pero que par de elementos estáis hechas, vosotras si sois unas brujas. – dijo riendo su tía – Creo que al final os llevareis bien con Susanita.

-     Miedo me dan a mí. – dijo Matilde siguiendo la broma – A ver si terminan como ella y acaban gustándoles las mujeres.

-     Pues si fuese así, tendremos que aceptarlo y por lo menos no aparecerán preñadas. – dijo entonces Manuela y mirando de reojo a Mariana apostillo – Mejor eso a que se encaprichen de algún profesor “madurito” y casado.

-     Como habréis visto, - hablo Mariana cambiando el tema al llegar Susana con una bandeja con su cena y devolviendo la ironía a su hermana – en el dormitorio que os hemos asignado a vosotras solo hay una cama, espero que no os moleste dormir juntas, cosa que supongo habréis hecho en más de una ocasión, sobre todo cuando erais jóvenes.

-     ¿Cómo que cuando eran? pero si todavía son jóvenes, - opino de forma vehemente Susana – Y muy guapas las dos, lo mismo que sus hijas. Vuestra familia debe de tener unos genes especiales porque sois todas muy bonitas, casi tanto como Mariana. Y la cama es muy grande, yo creo que pueden dormir hasta tres perfectamente.

-     Pues pregúntales si te aceptan esta noche. – rompió a reír Mariana con su risa contagiosa – Llevan divorciadas más de tres años y es posible que estén necesitadas.

-     Dejaros de tonterías. – salto Matilde algo molesta – Y tú “peque” deja de meterte con tus hermanas mayores a las que debes un respeto.

Mientras terminaba de cenar Mariana, estuvieron comentando lo que iban a hacer al día siguiente, que sería ir por la mañana a terminar de entregar la documentación y por la tarde de compras, y cuando termino su cena, les pidió disculpas y les dijo que estaba cansada y que se iba a duchar y a acostar. Que hablarían al día siguiente y si tenía ganas las acompañaría de tiendas.

Con ese comentario las demás dijeron que ellas también se iban a acostar, pues el día había sido bastante ajetreado.

Ya en el dormitorio que las había asignado su hermana, Matilde y Manuela decidieron darse una ducha antes de acostarse, y fue la mayor la que primero entro en la ducha mientras la otra se lavaba los dientes, y una vez dentro comento:

-     Coño en esta casa todo es a lo grande, hasta este plato de ducha lo es, aquí caben perfectamente dos personas.

-     Pues espera que me ducho contigo. – dijo Manuela y desnudándose rápidamente se metió con su hermana – Hacia tiempo que no te veía desnuda y chica sigues maciza como siempre.

-     Tu sí que te mantienes estupenda. ¿Te acuerdas cuando nos duchábamos con “torete”? – comento la hermana mayor – Joder que tiempos, y que bien lo pasábamos.

-     Por cierto, cuando Mariana ha insinuado que se viniese a dormir Susana con nosotras, me he acordado de aquellas fechas. – evoco con un suspiro Manuela – Y sobre todo de los momentos cuando Toribio se iba y nos dejaba en tu casa a nosotras solas. Nunca me he atrevido a decírtelo, pero yo disfrutaba besándote y acariciándote casi más que follando con él.

-     Y te has puesto cochina pensando en hacer lo mismo con Susana ¿no es así? – dijo sin mostrar ninguna sorpresa Matilde por la confesión de su hermana, y dándole un suave cachete en el culo la apremio - ¿No es así?

-     No, no es así, me he puesto cachonda, cochina como tú dices, pensando en volver a hacerlo contigo. -  y sin más preámbulo se abrazó a su hermana y la beso con lujuria desatada en la boca y cuando casi no podían respirar y se separaron la dijo: - Déjame que te enjabone todo tu hermoso cuerpo y luego me lo haces tu a mí.

Cuando terminaron de ducharse se habían encendido como antorchas, pues el enjabonamiento se convirtió en caricias y besos por todos los rincones de sus cuerpos, necesitados de caricias desde hacía años. Cuando se secaron se acostaron desnudas, y allí mismo desataron su lascivia, y dado que su deseo mutuo reprimido durante casi veinte años, unido a la falta de sexo los últimos tres, provoco una cascada de sensaciones sensuales rayando a lo obsceno, no solo por las caricias y besos en todos los rincones de sus cuerpos, sino también por lo que se decían, lo que habían anhelado comerse mutuamente sus coños, chuparse sus pezones, pajearse mutuamente, como habían hecho cada vez que “torete” las conseguía encender como bengalas y las abandonaba al amanecer, antes de que ellas terminasen de apagarse. Fue igual o más obsceno su palique erótico, pues llegaron a decir lo que les apetecería que Susana estuviese con ellas en esos momentos, e incluso que su “peque” apareciese en cualquier momento y se abrazase en su hoguera lésbica junto a ellas.

Casi al amanecer, totalmente extenuadas, pero inmensamente felices y totalmente satisfechas, se quedaron dormidas, las dos completamente desnudas sobre las sábanas, abrazadas con sus piernas entrelazadas y sus caras muy juntas encaradas al techo. Y así se las encontró Mariana al día siguiente cuando a las diez de la mañana subió a despertarlas, y tras abrir la puerta se quedó parada bajo el quicio completamente estupefacta mirando aquella imagen, que además de ser sumamente erótica, era la muestra de un cariño y afecto inmenso, tanto por el abrazo mutuo como por las sonrisas de felicidad que mostraban las dos mujeres.

Sin atreverse a despertarlas, ni tampoco capaz de retirarse ni dejar de mirarlas, saco su móvil y las hizo una foto, luego sigilosamente se colocó a un lado de la cama y las hizo otra, y sin tan siquiera darse cuenta las había fotografiado desde todos los ángulos posibles. Guardo el móvil y sentándose tras la espalda de Manuela la acaricio su culo suavemente a la vez que la decía al oído:

-     Joder, que bien lo pasasteis anoche. Se os ve felices, relajadas y satisfechas.

-     Hacía años que no me corría tantas veces. – murmuro aún dormida la hermana mediana – Gracias hermanita.

-     Ni yo tampoco, fue apoteósico. – contesto Matilde despertándose y al abrir los ojos pego un respingo enorme al ver a Mariana mirándolas con una sonrisa bobalicona y la espeto – ¿Pero qué coño estás haciendo?

-     Mirando a mis dos hermanitas mayores a las que veo relajadas, satisfechas y desahogadas. – dijo la pequeña sonriendo – Se os ve felices, como hace años que no os veía.

-     ¿Y las niñas? – pregunto Manuela despertándose de golpe pero sin deshacer el abrazo con su hermana - ¿Dónde están?

-     Hace más de media hora que se han ido con Susana, les iba a enseñar las combinaciones de autobuses para ir hasta la Universidad. – le contesto Mariana que seguía acariciándola con el dorso de la mano su culo suavemente - ¿Sabéis que desnudas estáis espectaculares, seguís estando buenísimas?, no me extraña en absoluto que mi “torete” se encelara con vosotras.

-     Quieres dejar de hacer eso. – dijo Manuela – Vas a conseguir que me vuelva a poner encendida.

-     ¿Qué hace? – pregunto Matilde levantando la cabeza y viendo la mano de Mariana moviéndose sobre el glúteo de Manuela – Joder “peque” no me dirás que tú también te has puesto cachonda.

-     La verdad es que yo venía a hablar con vosotras de otra cosa, pero el cuadro que me he encontrado, quizás porque no me lo esperaba, me ha descolocado completamente. – murmuro la más pequeña sin dejar sus caricias – No me podía imaginar ni en el más desenfrenado y lujurioso de mis sueños eróticos, que ver a mis hermanas desnudas y tan cariñosamente abrazadas me podría causar semejante desazón en el chochete.

-     Y que querías decirnos. – pregunto tras un suspiro Manuela a causa del roce de la mano de Mariana a la vez que movía la pierna que tenía entre los muslos de Matilde restregándola en su coño, y haciendo que esta gimiese también de placer – Es importante o lo dejamos para después.

Como la menor de las hermanas no contesto, Manuela se volvió de pronto y cogiéndola por la cintura la tiro en la cama entre ella y Matilde, y entre ambas empezaron a besuquearla en sus mejillas con sonoros besos, pero poco a poco la fueron apretujando entre sus cuerpos desnudos y los besos se volvieron mucho más suaves, más tiernos, más libidinosos y entre las dos empezaron a desnudar muy despacio a la “peque” que no opuso ninguna resistencia. Quitarle la ropa no supuso esfuerzo alguno pues Mariana llevaba solamente una camiseta y un pantaloncillo corto.

-     Anda si la muy guarra no lleva ni bragas. – dijo Matilde al bajarle el short del que se salió el móvil – Y fíjate tiene el chocho más húmedo que la desembocadura del Amazonas.

Sin decir nada más y para quitarle el pantalón, se puso a los pies de su hermana y cuando se lo saco totalmente estaba justo entre las piernas de Mariana y sin pensarlo dos veces empezó a besarle suavemente el interior de sus muslos, primero uno y luego otro, desde las rodillas hasta los labios vaginales, pero sin rozárselos siquiera, haciendo que la calentura de la más joven empezase a subir de forma súbita, más aún cuando Manuela empezó a lamerle alternativamente los pezones de forma suave y con un chupón de despedida al desplazarse de uno a otro. Al mismo tiempo ambas la estaban acariciando, una los pechos y la otra su barriga y el pubis.

De pronto Mariana sufrió una tremenda convulsión y con un grito, casi un alarido de gozo, tuvo un orgasmo espectacular, sin que ni tan siquiera la hubiesen hurgado en su cueva del placer. Cuando se calmó un poco, Matilde aprovecho para amorrarse en su coño y empezar a lamérselo sin compasión ni tregua, lametones que repartía entre el clítoris y la raja de su vagina que cada vez estaba más dilatada y encharcada. Por si eso fuera poco, Manuela se colocó a horcajadas sobre la cara de Mariana, mirando a Matilde a los ojos, y sin dejar de sobarle las tetas le coloco su chocho en la boca a la “peque”, que estaba desatada y fuera de control por lo que sin dudarlo metió su lengua todo lo que pudo en el interior de Manuela que gimiendo de placer empezó a moverse rítmicamente.

Fue un encuentro sexual sin precedentes, algo que ninguna de ellas se lo habría podido imaginar el día anterior, pero que acababa de suceder. Habían tenido cada una varios orgasmos tremendos y ahora estaban relajadas, felices y contentas, y como si lo que acababan de hacer fuese la cosa más natural de este mundo.

Entonces Matilde las invito a ducharse las tres juntas, cosa que hicieron muy juntas y alegres y tras secarse y vestirse, la hermana mayor dijo:

-     Ahora ya puedes decirnos lo que querías cuando nos has sorprendido.

-     No me puedo creer lo que acabamos de hacer. – dijo Mariana – Ni tampoco entiendo en absoluto que me haya gustado tanto, y aun menos que no me sienta culpable.

-     Bueno, a lo mejor ahora si aceptas que Susana te haga gritar de placer como lo hace tu “torete”. – dijo Manuela – Porque con nosotras lo has hecho, eres una escandalosa de mucho cuidado cuando te corres.

-     A mí lo que me ilusiona de verdad, - se confesó Mariana – es que Toribio se folle, pero bien follada a Susana mientras yo los miro. Es una fantasía que tengo muchas veces mientras lo hacemos Toribio y yo, sabiendo que Susana está en la habitación de al lado, e imaginándomela masturbándose pensando en mí.

-     ¿Y a qué viene eso? – pregunto confundida Matilde – Que te ha hecho a ti la pobre Susana para que quieras que haga algo que parece que no le apetece ni le gusta.

-     Quizás es más complicado que eso. – dijo Manuela – Es posible que la “peque” este deseando tirarse a Susana, porque la chiquilla esta buenísima, y se justifique a sí misma pensando que si lo hace con su marido podrá hacerlo también con ella.

-     Pues ahora que lo dices es muy posible. – reflexiono Mariana – Mas ahora que no he podido resistirme con vosotras dos, ni creo que pueda resistirme de ahora en adelante.

-     Bueno, nos vas a decir que querías, o se te ha olvidado con el revolcón triple. – le dijo jocosamente Matilde - ¿Qué querías decirnos?

-     Pues la verdad es que quería deciros, que cuando venga esta tarde Toribio hablaseis con él y le confesaseis que Bárbara y Ana Aurelia son sus hijas. – explico Mariana, - pero bajemos a desayunar, porque la cuestión es que ahora ya no lo veo igual, pues con lo que ha pasado ya no es lo mismo.

-     ¿Y qué ha cambiado? – pregunto con extrañeza Manuela – Que ha cambiado desde antes a después del revolcón.

-     La verdad es que en fondo yo quería saber si Toribio una vez que se lo contaseis, sería capaz de contármelo a mí. – confeso Mariana con cara de arrepentimiento – Supongo que en el fondo me sentía engañada por él y por vosotras y quería vengarme de los tres montando un escándalo del copón cuando me lo dijese, pero ahora que me he dejado llevar por mis más salvajes instintos no tiene sentido mi venganza, ni tampoco mi enfado, pues resulta que yo soy igual que vosotras.

-     Entonces ¿no le decimos nada? – Matilde miraba sorprendida a su hermana pequeña - ¿Y si el “torete se cepilla a sus propias hijas? ¿y si las deja preñadas?

-     Coño que dramática. – intervino Manuela mientras se comía una tostada – Igual no se lían con Toribio y se lían con Susana, ya viste lo que dijeron ayer sobre ella, y más aún si encima las acompaña y las ayuda. Y que conste que a mí no me importa en absoluto decirle a Toribio que los polvos que me echo en su día además de maravillosos, no fueron en vano y que mi Ana es cosa suya. Otra cosa es decírselo a mi hija, de eso sí que no me veo capaz.

-     ¿Entonces que vamos a hacer? – les pregunto Mariana – Yo no debo de decírselo ni al padre ni a las niñas, eso es cosa vuestra, y si no sois capaces de decírselo yo no voy a estar pendiente de que no ocurra nada, porque como comprenderéis tengo mi trabajo que me ocupa mucho tiempo y en horas diferentes, según las guardias.

-     Lo que a mí me preocupa, es que cabe la posibilidad de que, aunque no sepan nada, si tengan una cierta predisposición a sentir algo entre ellos, - reflexiono Matilde – y ese sentimiento los confunda y crean que es algo diferente. Hay que tener en cuenta que si se lo decimos, no solo Toribio sabría que ellas son sus hijas, también ellas se enterarán, además de conocer quién es su verdadero padre, de que ellas son hermanastras.

-     Mira ese detalle ni se me había ocurrido. – dijo Mariana riendo – Y como salgan a sus madres y a su tía, se van a inflar a follar entre ellas.

-     Pero que mala eres. – dijo Manuela sonriendo la broma, pero con un gesto de preocupación – Yo si había caído en ese detalle, y desde hace muchos años. Por un lado, me alegro mucho de que se haya confirmado con la prueba del ADN, ya que me consta que se quieren muchísimo, pero por otro lado me duele que no lo sepan, que ignoren su parentesco. ¿Quiénes somos nosotras para esconderles la verdad? Pero reconozco que soy una cobarde, no me veo capaz de decirle a mi niña que engañe al hombre que ella cree su padre, por mucho que ese padre renunciase a ella.

-     Y si se lo decimos a Susana. – dijo de pronto Mariana – Ella tiene mucha labia, es capaz de escuchar sin interrumpir, es trabajadora, es limpia y ordenada, es muy inteligente, tiene capacidad de convencer y de observar, es el ojito derecho de Toribio, y parece que se va a llevar muy bien con las niñas.

-     Y que pretendes que ella se lo diga a Toribio y a las niñas. ¿Qué les va a decir? – dijo Matilde y remedo a Susana – “Mira Toribio, las hermanas de tu mujer, que hace diecinueve años estuvieron follando contigo en un trio de la ostia, se quedaron embarazadas de ti. Y resulta que Bárbara y Ana son hijas tuyas” y a las niñas “Niñas tenéis que saber que vuestras madres son unas zorras que aun estando casadas se follaron a vuestro tío, haciendo un trio de la leche y quedaron embarazadas de vosotras, y por lo tanto vuestro tío Tor, no es vuestro tío, es vuestro padre”.

-     No, no es eso lo que yo quería decir. – dijo volviendo a reírse alegremente Mariana – Joder, que bien imitas a Susana, pero lo que yo quería decir que ella si puede vigilarlas a ellas y a Toribio, para que no lleguen a hacer ninguna tontería. Ella tiene los mismos horarios de estudios que las niñas y sobre todo por las noches no falta nunca.

-     ¿Pero es que esa muchacha no tiene vida privada? – pregunto Manuela – Y por otro lado y en vista de las virtudes que ves en esa chica, y que has detallado con verdadero culto, da toda la impresión de que sientes algo por ella, admiración, cariño, e incluso algo mucho más profundo y hermoso. Pero a pesar de todas esas virtudes, no podemos ni debemos bajo ningún concepto, descargar esa responsabilidad en ella, lavándonos nosotras las manos.

-     Tienes razón, retiro lo que he dicho. – reflexiono Mariana – Quizás la tengo sobrevalorada pensando que ella es capaz de hacer cualquier cosa, porque en algo tiene razón Bárbara, Susana es una bruja buena, y hasta es posible como tu apuntas que yo este embrujada por ella. Después de lo de esta mañana creo que todo es posible.

En ese momento, cuando acababan de recoger los restos del desayuno, sonó el teléfono de Mariana, y tras hablar un momento alejada de sus hermanas, volvió diciendo:

-     Era Toribio que ya ha llegado a la Agencia, y como le he dicho que vais a estar aquí unos días, y que las niñas han ido con Susana a hacer gestiones, me ha propuesto que os invite a ver su oficina, y luego nos quiere invitar a comer. Va a llamar a Susana para quedar con ella en el restaurante y así comer todos juntos.

-     Muy bien, me parece una buena idea. – dijo Matilde – Entonces dejaremos el tema por el momento, lo seguimos meditando y antes de volver al pueblo decidimos que hacer. Yo de momento no soy capaz de tomar una decisión.

En vista de eso y al estar recién duchadas subieron a las habitaciones y se vistieron para ir a ver las instalaciones de la empresa de Toribio y luego ir a comer. Cuando bajaron las dos hermanas mayores Mariana ya las estaba esperando con las llaves del coche en su mano y las tres juntas bajaron al sótano, pero antes de subirse al coche, Manuela pregunto:

-     ¿De quién es este pedazo de moto?

-     Es de Susana, pero no es una moto potente, es de 125 CC. y es de motocross. – contesto Mariana a la vez que arrancaba su coche y abría la puerta de la cochera – Pero es muy prudente conduciendo a pesar de que supongo que cuando este en el monte hará más de un malabarismo, porque cada vez que va viene llena de polvo o lo que es peor de barro.

-     Coño con la bruja guapa y buena, no llevara escoba, pero tiene una moto con la que debe de volar. – rio Matilde su propia gracia – A pesar de lo que dices, seguro que más de una barbaridad hará con ese chisme.

Ya sin más cosas trascendentes que decir, fueron hablando de cómo era la agencia de Toribio, y Mariana les explico que tenía un local amplio donde atendían a los clientes, más dos despachos y dos baños, al fondo del local. Cuando llegaron aparcaron sin problemas, a unos cien metros, y se dirigieron a su destino mientras comentaba Mariana que eso era debido a que aún estaban en agosto, ya que en otras fechas era imposible encontrar aparcamiento. Cuando entraron en las oficinas, les saludo amablemente un hombre de unos 35 años, elegantemente trajeado y que al parecer era junto a Susana, los únicos compañeros de Toribio. Les comento que Toribio había salido un momento pero que venía de inmediato, y Mariana presento a sus hermanas al hombre, cuyo nombre era Roberto y en ese momento llegaba Toribio que saludo efusivo a sus cuñadas y se las presento de nuevo Roberto diciéndolas:

-     Este es Pedro, mi socio y amigo, y que junto a Susana son mis únicos compañeros en la agencia y que yo les llamo cariñosamente “Roberto Alcázar y Pedrin”.

-     ¿Y eso? – pregunto confundida Manuela - ¿Por qué llamas a Susana Pedrin?

-     Es que en la postguerra había un comic español que su protagonista era un detective muy elegante que tenía por ayudante a un chaval joven, mal hablado, mujeriego y un tanto desaliñado en sus formas, pero muy eficaz. – les explico Toribio a la vez que les señalaba un poster de dicho comic que tenían en la pared – Desde el primer día que los vi trabajar juntos me recordaron las aventuras de los personajes del comic.

-     Conociendo a Susana, - dijo entonces Matilde – supongo que Roberto trabajara encantado con ella.

-     Otra cosa es lo que opina su mujer. – dijo riendo Toribio – Ella opina que Susana es una provocación constante, y que a pesar de las tendencias que ella dice tener, no se fía de que un día su estirado esposo hinque el pico.

-     Es que es escandalosamente guapa. – opino Manuela – Y muy simpática, amable y atenta.

-     Eso es que no la habéis visto enfadada. – dijo Roberto – Cuando se indigna por algo, casi siempre por algo injusto, es terrible y además es cinturón negro de judo, vamos un peligro.

Mientras hablaban les enseñaron las instalaciones, que eran realmente sencillas, pues además de la entrada que era algo así como una sala de espera, tenía dos despachos, uno para Toribio y el otro para Roberto, y dos aseos, uno para señoras y otro para caballeros. Eso sí, los despachos eran relativamente espaciosos, con varios ficheros, un par de librerías y un ordenador de sobremesa.

-     ¿Y qué trabajos os encomiendan mayormente? – les pregunto Matilde – Pienso que la mayoría serán de infidelidades, o por lo menos es lo que se supone.

-     Es un porcentaje importante de los casos, pero últimamente lo más demandado es buscar a hijos o hijas que han abandonado la casa de los padres por diferentes motivos. – explico Roberto – Sobre todo de familias adineradas, pero los casos que tú dices son los más interesantes y los que más apasionan a Susana.

-     Entonces si son familias adineradas cobrareis bastante. – más que preguntar Manuela lo daba por sentado - ¿Tú tienes una casa como la de Toribio?

-     No, ni te imaginas la casa de Roberto. – contesto Toribio por él – Vive en un palacete en la zona noble de la ciudad, junto al Ayuntamiento. Realmente trabaja por hobby pues es hijo de un noble, con un enorme patrimonio agrícola, y su esposa también es descendiente de un marques, y cuenta también con una elevada fortuna. Ahora os la presentare, pues va a comer con nosotros.

-     Mira por donde hoy nos vamos a codear con la alta sociedad. – dijo jocosamente Manuela – Y yo con esta facha de cateta.

-     Ni se te ocurra menospreciarte. – dijo rápidamente Roberto – Ni tienes facha de cateta, ni creo que lo seas. Lo que eres es una mujer preciosa, en la cima de la madurez, como una fruta en su punto, deliciosa y apetecible, exactamente igual que tu hermana.

-     Anda coño, - dijo riendo Mariana – si te oyese Lucia diciéndole esos piropos casi depravados a mis hermanas mayores, y dando a entender que dos mujeres de tan buen ver como ellas te abren el apetito, te monta un pollo de tres pares de narices.

-     Tampoco es para tanto, - intervino Toribio – Solo ha pretendido ser galante, y además no ha dicho nada que no sea verdad, sois las tres hermanas unas mujeres de bandera.

-     No, si encima ahora resultara que mi a mi marido también le han abierto el apetito mis hermanitas. – dijo guiñando un ojo a sus hermanas y dirigiéndose a ellas las dijo – Lucia es un primor de mujer, ya la veréis, y como hembra es perfecta, la envidia de las demás mujeres.

Poco después, entre comentarios y bromas distendidas, cerraron la agencia y en los coches de Mariana y Roberto se dirigieron al restaurante donde Toribio había encargado la comida.

Continuara....