Toribio y las sobrinas de su mujer

El personaje de este relato se llama Toribio Reyes Tejedor, conocido por sus amigos con el apodo de “Torete”, tanto por juntar las dos primeras letras de su nombre y sus apellidos, como por la fogosidad demostrada en su juventud, pues al igual que un semental en una dehesa monta a todas las vacas, él consiguió su apodo por haber ligado, desde muy temprana edad con un número indeterminado pero extenso de las mujeres de su pueblo y la comarca, solteras, casadas o viudas, sin discriminar que fuesen adolescentes, jóvenes o maduras.

Toribio y las sobrinas de su mujer.

Capítulo 1

El personaje de este relato se llama Toribio Reyes Tejedor, conocido por sus amigos con el apodo de “Torete”, tanto por juntar las dos primeras letras de su nombre y sus apellidos, como por la fogosidad demostrada en su juventud, pues al igual que un semental en una dehesa monta a todas las vacas, él consiguió su apodo por haber ligado, desde muy temprana edad con un número indeterminado pero extenso de las mujeres de su pueblo y la comarca, solteras, casadas o viudas, sin discriminar que fuesen adolescentes, jóvenes o maduras.

Cuando cumplió veintisiete años y termino la carrera de Psicología, en la rama forense y criminología, sentó la cabeza y se comprometió con la joven más hermosa del pueblo, Mariana, que tenía entonces dieciocho años recién cumplidos. Toribio sopeso ingresar en las fuerzas del orden público para desarrollar su carrera, pero la disciplina no iba con él, y por fin decidido abrir una agencia de investigación, por lo que convalido el Título Universitario Oficial de Investigación Privada en base a su carrera universitaria. Al año de haberse comprometido se casó con Mariana y se fueron a vivir a la capital de la provincia, donde el abrió su agencia de detective privado, y su ya esposa, empezó a cursar la carrera de medicina.

En los años siguientes, el matrimonio fue viento en popa, pues además de tener una excelente relación como pareja, ya que tenían realmente una convivencia de amistad y confianza genial, sexualmente se compenetraban a las mil maravillas encontrándose ambos plenamente satisfechos.

Siete años después de su boda, Marina termino su carrera de forma brillante y en la actualidad estaba en los último años de MIR en el Hospital Universitario, en la especialidad de psiquiatría, rama que había elegido para en un futuro colaborar en la agencia de Toribio, agencia que en aquellas fechas tenía una bien reconocida fama, tanto por los resultados positivos de sus investigaciones como por la celeridad en resolverlos, tanto que incluso en alguna ocasión colaboraba con fiscales y cuerpos de policía que le encargaban alguna investigación.

Pese a su excelente relación de pareja, Toribio y Mariana no tenían hijos, más que nada porque ella estaba centrada en su nueva profesión y de momento, al considerarse aún joven con veintiséis años, no tenía ninguna intención de quedarse embarazada. En esas fechas, a principios de año decidieron comprarse una casa unifamiliar en una zona residencial, ya que con los ingresos de la agencia y el sueldo que a partir de esos momentos tendría Mariana, podrían mantener los gastos de la casa, aun siendo elevados, sin problemas. También coincidió que el padre de Toribio, propietario de una empresa de autobuses dejo el negocio a sus dos hermanos, y estos le abonaron un tercio de la tasación del negocio, con cuyo importe y otro similar que los padres de Mariana le dieron a ella compraron la casa al contado.

Mariana era la hija pequeña de una de las familias más pudientes del pueblo que estaba compuesta por sus padres y dos hermanas mayores, ambas casadas cuyos esposos se dedicaban a la vinicultura, y por lo tanto residentes en el pueblo. Para los padres de Mariana, Toribio siempre fue el yerno preferido, ya que era el único que no se había casado con una de sus hijas por su hacienda, sus viñedos y sus bodegas, y además de tener una carrera universitaria, había “consentido” que su hija pequeña y ojito derecho de sus padres, llegase a ser universitaria y al final una médico que tenía un gran futuro.

Las dos hermanas de Mariana, no habían estudiado ninguna carrera ya que se casaron al igual que su hermana menor muy jóvenes, pese a la oposición de sus progenitores, especialmente de su madre que siempre quiso que estudiasen una carrera. Una vez casadas, cuya boda fue el mismo día, ya que sus esposos eran también hermanos y dueños de unos viñedos limítrofes a los de sus suegros, sus nuevas parejas no consintieron que se fuesen a estudiar a la ciudad y en la actualidad ambas trabajaban en la bodega familiar gestionando el negocio, una las ventas y la otra la contabilidad, y a su vez ambas la gestión de atención al público y venta directa en la propia bodega. Sus esposos, se habían visto eclipsados por la buena gestión y capacidad empresarial de las dos hermanas, que en la actualidad gestionaban el patrimonio familiar con mano firme una vez jubilado su padre, que no obstante supervisaba el negocio. Hacía tres años que los esposos de Matilde y Manuela, en vista de que ellos no iban a dirigir el negocio familiar, llegaron a un acuerdo económico cediendo los viñedos que ellos habían aportado, y tras un divorcio consensuado y sin ninguna rencilla, se fueron a California, contratados por unos viñedos de una multinacional y dejando a sus esposas la custodia de las hijas de ambos matrimonios.

Hay que tener en cuenta que Matilde y Manuela, las hermanas mayores de Mariana, tenían en esas fechas 41 y 39 años respectivamente, pues la hermana menor había nacido 15 y 13 años después que sus hermanas, y al igual que sus padres, Matilde y Manuela, adoraban a Toribio, y no solo por como trataba a su “peque” como ellas llamaban a su hermana menor, sino porque hacía tres lustros, y estando ya casadas habían tenido más de un encuentro con “Torete”, cuando este tenía recién estrenada su mayoría de edad y estaba en su mayor apogeo.

El mismo año que compraron la casa, en el mes de agosto, Toribio y Mariana fueron unos días de vacaciones al pueblo y se hospedaron como era lógico en la casa de sus suegros, y allí se enteraron de que sus dos sobrinas, una hija de Matilde y la otra de Manuela, ambas de 18 años cumplidos en enero de ese año, habían superado la selectividad con unas notas excelentes, y por lo tanto suficientes para empezar la carrera de medicina, carrera que querían hacer ambas inspiradas en su tía Mariana, que era para ellas el modelo a seguir.

Durante los días que duraron las vacaciones tuvieron constantes reuniones familiares, y por consiguiente hablaron de que sus sobrinas, Barbara y Ana Aurelia, tendrían que ir a vivir a la ciudad donde Toribio y su esposa vivían. Y fue precisamente Mariana la que sugirió que las dos jóvenes podrían vivir en su nueva casa, pues era muy grande y tenía habitaciones de sobra, incluso alguna para habilitarla como sala de estudio. Tras su sugerencia dejo claro, que, si ellas querían y sus madres lo aceptaban, pues no sabía si las dos muchachas estarían dispuestas a vivir con ellos y por lo tanto limitar de alguna manera su libertad de entrar y salir a su antojo, deberían de aceptar las normas que pusiese ella.

Sus sobrinas aceptaron sin vacilar, y al unisonó le dijeron que aceptaban sus normas y horarios, que por ellas no habría ningún inconveniente, ya que preferían vivir con ellos que en una residencia de estudiantes o incluso en un piso alquilado. Pero Matilde y Manuela no lo veían tan fácil, y pospusieron su aceptación a que antes tenían que hablar muy seriamente con su hermana pequeña. Por su parte Toribio no se pronunció y cuando le preguntaron, se limitó a decir que a él no le molestaban en absoluto las muchachas, al contrario, incluso le vendría bien que en los largos días de guardia de Mariana hubiese alguien en la casa con quien hablar.

Dos días después, y próxima la fecha de termino de las vacaciones, las dos hermanas mayores se reunieron con Mariana y le dijeron que tenían que hablar muy seriamente con ella, y ante la curiosidad que esa propuesta le causo les dijo que, en ese mismo momento, y se reunieron en el despacho de la bodega. Fue Matilde la que empezó a hablar diciendo:

-     Mira “peque”, lo que te vamos a contar es muy difícil de explicar, pero lo hemos hablado entre nosotras y creemos que tenemos que decírtelo ya que tu debes de saberlo.

-     ¿Y que tengo que saber yo? – pregunto intrigada Mariana - ¿Hay algún problema con vuestras hijas?

-     Problema ninguno. – dijo entonces Manuela – Pero hay un detalle sobre ellas que quizás te llene de incertidumbre, e incluso que te moleste o te ofenda.

-     ¡Joder!, pero qué coño tenéis que decirme que parece que es un pecado o algo peor - dijo la hermana menor ante la falta de determinación en contarle lo que fuese – Decirme lo que sea de una puta vez.

-     Tienes razón, voy a ser lo más clara posible. – dijo entonces Matilde – Me remonto a hace 19 años, cuando yo tenía 22, Manuela 20 y tu solamente 7. Nosotras ya estábamos casadas hacia dos años y nuestros esposos se fueron a una convención a California por un par de meses, dejándonos jóvenes y revoltosas. Un día en las fiestas, estuvimos bailando y bebiendo un poquitín más de la cuenta y al final terminamos liadas con el chico más popular del pueblo en aquellos años. Jamás, por lo menos yo y supongo que también Manuela, he disfrutado más del sexo y eso que lo hicimos las dos juntas, porque como tú sabes, nos casamos juntas, tuvimos a nuestras hijas casi a la vez con solo dos días de diferencia, y fuimos infieles a nuestros esposos también juntas.

-     Bueno tampoco es para tanto. – dijo Mariana ante una pausa de su hermana, y a punto de romper a reír les dijo – O sea que hicisteis un trio de la ostia y disfrutasteis la leche, ¿y eso que me atañe a mí?

-     ¿Tú sabes a quien llamaban “Torete”? – pregunto con temor Manuela - ¿Te llegaste a enterar? Pues fue con ese, y no solo una vez, fueron varias, incluso hasta después de volver nuestros maridos.

-     ¿Y porque lo dejasteis si os follaba tan bien? – volvió a preguntar Mariana a punto de reventar de la risa - ¿Qué paso?

-     Pues que estábamos las dos embarazadas, eso paso. – contesto Matilde – Y creemos que nuestras hijas, las dos, son de “Torete”.

-     ¿Pero quién cojones es el tal “Torete” ?, - dijo ya riendo abiertamente la hermana pequeña – Si con lo que habláis de él, hasta me dan ganas de follármelo yo.

-     Pues hija creemos que eres una privilegiada porque te estas hartando de hacerlo. - dijo entonces Manuela – No veas lo que te envidiamos.

-     ¡LA OSTIA! – exclamo entonces Mariana comprendiéndolo todo y pregunto - ¿Es Toribio, el “torete” es Toribio?

-     Si hija, si, - dijo Manuela – Pero para tu tranquilidad te hemos de decir que es todo un caballero, nunca se jacto de lo que hizo, nadie se enteró, y con nosotras siempre ha sido amable, atento y jamás se nos volvió a insinuar. Y a pesar de que durante unos años fue un crápula, al conocerte cambio radicalmente, y tu hermana y yo estamos completamente convencidas de que esta perdidamente enamorado de ti.

-     La madre que lo pario. – exclamo Mariana a la vez que rompió a reír con una carcajada que era sincera – Así que mi amantísimo esposo se follaba a todo lo que se meneaba, incluso a mis dos hermanas mayores y en un trio, que según lo habéis relatado, debió ser fabuloso.

Sus dos hermanas la miraban asombradas, pues esperaban que ella se enfadase, que incluso las insultase o lo que era peor, que les retirase su amistad, pero que se lo tomase con tanta alegría no se lo esperaban.

-     ¿Y a que cuento viene que me lo contéis ahora? – dijo Mariana ante el silencio de ellas – Si ahora ya sois libres y podéis hacer lo que os de la gana. Y por cierto a pesar de vuestros años estáis muy bien, más que muy bien.

-     Pero es que ¿no te das cuenta? – la miraba suplicante su hermana mayor – Si Barbara y Ana Aurelia se van a vivir con vosotros, es posible que vayan a vivir con su padre.

-     Pues que bien ¿no? – volvió a reírse Mariana - ¿Se lo vais a decir al “torete”?

-     No, ni mucho menos, - se escandalizaron las dos contestando a la vez, y siguió Matilde – Tampoco tenemos ninguna seguridad de que él sea el padre, nuestra duda es que después, y a pesar de que por mucho que follásemos con nuestros esposos no volvimos a quedarnos embarazadas ninguna de las dos.

-     De todas formas, no veo que problema veis vosotras de que las niñas se vengan a vivir con nosotros. – las razono la hermana     pequeña – Toribio las quiere un montón y las tratara mejor que yo, pues seré yo la que las imponga las normas.

-     No hija, no, - dijo entonces Manuela en un tono complaciente – Perdona, pero sigues sin enterarte de nada. El problema no es Toribio, el problema son nuestras hijas, y es que el otro día las oímos hablar y estaban diciendo, y te lo repito textualmente “Ana desde que está aquí el tío Tor me estoy matando a pajas” “Y, yo también Bar, es que esta buenísimo, que suertuda es la tía Mariana” ¿Lo entiendes ahora?

-     Entonces vuestro miedo es a que el “torete” se folle a las “vaquillas” – Mariana volvió a romper en carcajadas tan francas y alegres que le costó pararse, y que incluso hicieron sonreír a sus hermanas mayores – Perdonarme, perdón, perdón, pero es que me ha hecho mucha gracia la conversación “textual”. Pero creo que es lógico, “torete” realmente esta buenísimo, cosa que vosotras lo sabéis en primera persona, y las niñas con su edad y las hormonas desatadas es normal que se fijen en él.

-     ¿Y si ocurre? – le dijo mirándola suplicante Matilde – Te imaginas que cualquiera de las dos, que por cierto están buenísimas, cosa que tu misma lo ves, se empeña en conquistarlo, ¿tú te crees que un hombre de treinta y tantos años se va a resistir a una jovencita como ellas?

-     Yo no me preocuparía. – dijo ya mucho más seria Mariana – De todas formas, voy a tomar muestras de las dos niñas y de Tor, como ellas le llaman, y antes de que vengan a mi casa ya abre comprobado si son hijas suyas mediante el ADN. Si resulta que sí, habrá que decírselo a Toribio, y creo que debéis de ser vosotras.

-     Gracias “peque”, eres fenomenal. – dijo Manuela – ¿Y realmente no te molesta que tuviésemos esa aventura con tu marido?, porque no da la sensación de que te importe mucho.

-     Pero si yo solamente tenía siete años, como me va a molestar, al contrario, puede que le gustase el sabor de las hermanas y por eso después me eligió a mí, que era la única soltera. – bromeo de nuevo Mariana – Lo que si me gustaría es que, ya que estáis sincerándoos conmigo, me digáis si actualmente volveríais a hacerlo, ¿Lo habéis pensado en algún momento?

-     Coño “peque”, - dijo Matilde – nos pones en un verdadero compromiso, pero si hemos de serte sinceras, por supuesto que nos apetece, otra cosa es que vayamos a hacerlo, que es un no rotundo, pues es tu marido.

No volvieron a hablar del tema, y unos días después de haberse ido el matrimonio tras dar por finalizadas las vacaciones, llamo Mariana a Matilde por teléfono y le dijo:

-     Acabo de recoger las pruebas de ADN, y tal como vosotras sospechabais, tanto Bárbara como Ana Aurelia son hijas de Toribio.

-     ¿Y como lo has podido analizar? – le pregunto su hermana mayor – si no vimos que les sacases ninguna muestra.

-     Me hice la encontradiza con ellas en el baño, y les robé sus cepillos de dientes. – le contesto Mariana – y no hay duda alguna, tanto a la una como a la otra las gesto el “Torete”.

-     ¿Y ahora que hacemos? – pregunto angustiada Matilde – Quizás lo mejor es que no se vayan a vivir con vosotros.

-     Pero mira que eres mema, - la recrimino la hermana pequeña – Si nunca lo saben es cuando existe la posibilidad de que suceda. No te das cuenta de que, si están aquí en la ciudad, alguna vez vendrán a casa, y si yo estoy de guardia en el Hospital, si se pueden lanzar las mocosas a por Tor. Ya os lo dije a ti y a Manuela, tendréis que ser vosotras las que se lo digáis a Toribio.

-     Pero quizás también deban de saberlo las niñas. – gimió su hermana mayor – Así no se les ocurrirá provocar a Toribio. ¿Pero como se lo decimos a nuestras hijas?

-     Coño, pues igual que me lo contasteis a mí, simplemente diciendo lo que ocurrió. – sugirió Mariana – No creo que sea tan difícil.

-     Difícil no es, pero comprenderás que si es violentísimo. – insistió con voz lastimera – Quizás a ellas se lo podrías decir tu.

-     Olvídate, a mí no me involucréis en vuestros problemas. – se negó en redondo – Además, no quiero que Toribio sepa que yo lo sé, pues me gustaría que fuese él el que me confesase sus pecados de juventud.

-     ¿Y si no lo hace? – pregunto preocupada Matilde - ¿Que harás tu si el no te dice nada?

-     Posiblemente lo mandaría a tomar por el culo. – contesto su hermana – Pero no creo que una vez que lo sepa me esconda su paternidad, tengo fe en él.

-     ¿Entonces porque quieres que te lo diga él? – volvió a preguntar – Alguna duda tendrás.

-     Mira Matilde, no me toques mas el coño. – soltó ya molesta Mariana ante tantas preguntas – Perdona, pero eres la indecisión personalizada, y debes de asumir las consecuencias de tus actos. Cuando vengáis a traer a las niñas, ya hablaremos.

-     “Peque”, no creo que sea para que te pongas tan hortera. – reía ahora su hermana por el exabrupto soltado – Como hoy es lunes, tenemos pensado ir el fin de semana que viene, el jueves o el viernes, pues parece que a principios de septiembre ya tienen que empezar con documentación y papeleos en la Universidad.

-     Vale, le diré a la mujer que nos cuida la casa que prepare las habitaciones para ese día. – suspiro Mariana – Lo que no se si yo tendré guardia, pero si es así no hay problema, os dejaría en buenas manos, las de “torete”.

Soltó una carcajada y colgó sin más. Matilde se quedó atónita mirando al móvil aun sin asimilar que había querido decir la “peque” y a que venían sus risas, pues hasta daba la impresión de que el saber de los escarceos de su esposo con sus hermanas, aunque hubiese sido hacía muchos años, le daba morbo y la causaba una hilaridad poco lógica.

Cuando esa hipótesis se la comento a Manuela, tras contarle la conversación que había mantenido con Mariana, llegaron a la conclusión de que así debía de ser, pues no solo no se había enfadado, sino que parecía que aceptaba la paternidad de su esposo con enorme desenfado e incluso con alegría. También estuvieron ambas de acuerdo en que no creían que Mariana de forma irreflexiva hubiese sacado conclusiones imprudentes o insensatas, pues consideraban a su herma pequeña todo lo contrario, sensata, prudente y reflexiva. Coincidieron también en el temor de que en el fondo estuviese enormemente enojada con Toribio, sobre todo por el comentario que había hecho sobre que quería que fuese él, el que se lo contase todo, y que si no lo hacía lo dejaría.

Las dos hermanas se propusieron enterarse de cuales eran realmente los sentimientos de la “peque” aunque tuvieran que quedarse en su casa una semana, pues si en algo la podía afectar lo que la habían confesado, ellas eran las verdaderas culpables de sus zozobras, si es que realmente las tenía.

Ese mismo lunes, el martes y el miércoles, junto a sus hijas estuvieron preparando toda la ropa de estas, los documentos, los portátiles, y ellas por su parte dejaron el negocio en manos de sus empleados, con la supervisión de su padre. El jueves, tras comer con los abuelos y despedirse de ellos, tenían todo preparado en una furgoneta de la empresa con la que conducida por Manuela se fueron a la ciudad. Tanto Bárbara como Ana Aurelia, no vieron con buenos ojos que sus madres pretendieran quedarse mas de un día, pero ante la oferta de estas de ir de compras para que tuviesen ropa “decente” para asistir a la Universidad, cedieron sin ningún problema.

Tres horas mas tarde, cuando faltaban ocho kilómetros para llegar a la ciudad, pusieron el GPS con la nueva dirección de Mariana, pues aún ninguno de la familia conocía su nueva residencia, y siguieron las instrucciones del aparato. Les sorprendió que la voz del navegador las indico que tomasen la siguiente salida, aun a dos kilómetros de la ciudad y siguiendo las instrucciones llegaron a una lujosa urbanización, y por fin ante una casa impresionante, se podría decir que era una mansión de dos plantas, la anchura de la finca era de unos veinte metros, con un jardín delante y una entrada peatonal y otra de vehículos a la derecha.

Llamo entonces Matilde por teléfono a su hermana para decirle que ya habían llegado, y Mariana les dijo que ella misma avisaba a Susana para que les abriese la puerta de la cochera, y que también les indicaría las habitaciones donde iban a dormir. Le dijo que ella llegaría sobre las once, pues tenía turno de tarde y Toribio posiblemente no iría esa noche a dormir, pues ahora mismo estaba en una investigación que no sabía cuánto duraría. Finalmente le dijo que se sintiesen como en su propia casa, y que Susana les atendería en todo.

Efectivamente, un par de minutos después se abrió la puerta principal de la vivienda y salió una joven que saludándoles con la mano y luego tras abrir con un mando la puerta, les indicó con gestos que entrasen a la cochera. Así lo hicieron y su sorpresa fue comprobar lo grande que era, pues al parecer ocupaba la totalidad del sótano de la casa, y donde debían de caber como mínimo cinco coches, aunque ahora mismo solo había una moto de montaña con un casco colgado del manillar. Tras la furgoneta entro la tal Susana, que cuando bajaron tras indicarles ella donde debían de aparcar, las saludo efusivamente dándoles dos besos sonoros a todas en sus mofletes. Acto seguido se presentó diciendo:

-     Buenas tardes, familia de mi jefa, soy Susana y es un placer conoceros.

-     Hola guapa, - dijo sorprendida Manuela, y tras presentarse ella y luego por su nombre a las otras tres la pregunto: - ¿Y tu a que te dedicas?

-     Yo soy estudiante, pero para vivir necesito trabajar- dijo cogiendo una de las maletas y diciendo: - Toribio me conoció cuando yo trabajaba de camarera en un restaurante, y me ofreció la posibilidad de ser interna en su casa por un módico salario y una habitación para dormir, a cambio de mantener la casa ordenada y limpia, y cocinar para él y su esposa.

-     ¿Y a mi hermana le parece bien que tu convivas con ellos? – pregunto con estupor Matilde – No le molesta dejarte a solas con Toribio cuando ella esta de guardia por las noches.

-     Al que tiene que preocupar dejarme a solas con su esposa es a Toribio. – dijo riendo la muchacha – Vamos a meter las maletas en el montacargas y luego subimos nosotras.

Tal como decía eso, apretó el timbre de un pequeño ascensor que abrió sus puertas y ella coloco la maleta en su interior, y mientras lo hacia las cuatro mujeres no pudieron evitar darle un repaso visual, pues la joven además de ser muy guapa, tenia un cuerpo de escándalo, que se podía apreciar en todo su esplendor pues llevaba un short tejano que no le tapaba casi nada, ya que además de ser bajo de talle dejaba al aire los cachetes de su trasero, mas aun cuando se agacho para dejar la maleta. En cuanto a la parte de arriba llevaba una blusa sin abrochar y anudada por encima de su ombligo, dejando a la vista el canalillo de sus pechos que se apreciaban generosos, erguidos y duros.

Aun perplejas, tanto por el aspecto angelical, el desparpajo, y la vestimenta, y sobre todo por el comentario, de Susana, las cuatro fueron colocando las maletas, bolsas y demás cosas en el pequeño ascensor, y Susana tras entrar junto a los bultos, les dijo:

-     Ahora mismo vuelvo a por vosotras, pero si queréis subir andando allí esta la escalera que sube a la cocina.

-     Subiremos andando. – dijo Manuela a la vez que con el mando cerraba la furgoneta – En la cocina te esperamos.

Cerro la joven el montacargas y oyeron el motor del mismo que se ponía en marcha, y entonces Bárbara comento:

-     O yo estoy equivocada, o a querido decir que le gusta la tita Mar, más que el tío Tor. Joder que fuerte.

-     Pues hay que reconocer que la muchacha esta que revienta de buena, - opino entonces Ana Aurelia – Y además lo sabe y lo enseña.

-     Madre mía, y yo que decía que vosotras vestíais de forma escandalosa, y al lado de esta chiquilla parecéis monjas. – dijo Matilde riendo – Pero como dice Ana es un escándalo de mujer.

-     Pues el tío Tor estará todo el día empalmado, si va así por la casa, y más si están los dos solos. – dijo Bárbara – Yo de la tita, no me fiaría.

-     Pero niña que forma de hablar es esa. – la recrimino su madre – No puedes decir lo que has dicho de tu tío Toribio.

Subieron por las escaleras que les había indicado Susana, y al abrir la puerta y llegar a la planta baja, comprobaron que estaban en la cocina, una cocina amplia moderna y con los últimos adelantos tecnológicos. Y entonces Matilde comento:

-     Parece que a Toribio le funciona bien la agencia de detectives, pues viven bastante bien y la casa es una pasada. Y hasta se permiten el lujo de tener sirvienta interna.

-     Y vaya sirvienta, - volvió a insistir Bárbara – porque la muchacha además de tener una cara preciosa, es un monumento de mujer.

Solo esperaron un par de minutos, y de pronto entro como un ciclón Susana, diciendo:

-     He dejado las maletas en el recibidor, pues no se de quien son. Si os parece subimos y vosotras las entráis en el dormitorio que os ha asignado Mariana.

-     En el piso de arriba hay cinco habitaciones, todas con baño incorporado, y como es lógico la mas grande es la de mis jefes, y las otras cuatro prácticamente iguales. Una es la mía, otras dos las ha asignado a las jóvenes que van a vivir aquí, y la otra la tendrán que compartir las madres. – todo eso se lo conto subiendo las escaleras delante de ellas bamboleando su hermoso culo, y que al subir la entrepierna de su short se había incrustado entre sus gluteos y lógicamente su culo quedaba prácticamente entero a la vista de las que le seguían – Esta es mi habitación, estas dos las de las jóvenes y esta otra la de las mamas. ¿A quién ayudo primero?

Fue Ana Aurelia la que le dijo que a ella le encantaría que la ayudase, y cada una entro en las habitaciones asignada con sus respectivas maletas, y de nuevo quedaron gratamente sorprendidas por la amplitud de los dormitorios, con un gran armario empotrado y con el baño incorporado también de un tamaño espacioso y con una ducha. En los dos asignados a las jóvenes había una cama normal y también había una mesa y un sillón giratorio, pero en la asignada a sus madres, solo había una cama que era inmensa, como de unos dos metros de ancho

-     Joder que chulo, dijo Bárbara, si vamos a vivir como en un hotel.

-     Venga yo te ayudare a colocar tus cosas, que tu prima ya se ha buscado ayudante. – dijo su madre – Nosotras solo traemos cosas para unos pocos días y lo colocaremos en un plis plas.

Mientras las demás estaban colocando la ropa, Manuela se dedico a curiosear el resto de la planta, y entro en el dormitorio de Toribio y su hermana, sorprendiéndose de la cama que era inmensa, acorde al tamaño del dormitorio, pero mas asombro le causo el baño, pues tenia una bañera en uno de los ángulos en forma de cuadrante de circulo, y al parecer era un jacuzzi. Luego fue hasta el otro extremo de aquella segunda planta y comprobó que además de las cinco habitaciones que había dicho Susana, también había un despacho.

No contenta con eso, bajo de nuevo a la primera planta y comprobó que además de la enorme cocina, había dos baños completos, otro despacho y un gran salón con una enorme TV.

Subió de nuevo y fue a ver como iba su hija con la colocación de sus cosas y le sorprendió ver que estaba todo colocado, pues normalmente su hija era un desastre en cuanto a organización. Estaban hablando Ana y Susana animadamente y cuando la vieron, su hija dijo:

-     Susi, es la leche mami, ha colocado todo en un momento, y me ha prometido que me va a ayudar a ser organizada, dice que todo es cuestión de aplicar la lógica, bien en la ropa, en los libros, en los apuntes y en cualquier cosa.

-     Pues si consigues que sea ordenada te quedare eternamente agradecida, - dijo Manuela a Susana – Sobre todo con la ropa sucia que la deja tirada por cualquier sitio.

-     Pues en esta casa lo tiene crudo, - dijo Susana – Mariana es una maniática del orden y no acepta nada fuera de lugar, eso le estaba diciendo a Ana. No veáis las broncas que le echa a Toribio por ese tema, pobrecito me lo tiene acojonado.

-     Entonces la que aquí manda es mi hermana ¿No? – pregunto curiosa Manuela – Es que la “peque” tiene carácter.

-     ¿La peke? – pregunto Susana y de pronto soltando una risita dijo – A claro, la hermana pequeña, pues si tiene un carácter muy fuerte, pero a mí su forma de ser me tiene enamorada, y pese a su acritud en determinados momentos es una de las mejores personas que he conocido. Además, es muy alegre, muy simpática y tiene un sentido del humor excelente. A mi por ejemplo me anima a que vista así de provocativa, pues dice que cuanto mas caliento a su marido, mejor para ella.

-     ¿Y es así? – pregunto Ana sorprendiendo a su madre – Porque tu oirás por la noche lo que hacen, pues tu habitación esta al lado de la de ellos.

-     Pero que impertinente eres niña. – dijo Manuela - ¿Cómo te va ha contar las intimidades de tus tíos?

-     Va, ha mi no me importa decírselo. – dijo Susana con una sonrisa pícara – Si debe de ser cierto, porque cuando me esmero un poco, esa noche los oigo follar como locos, bueno a ella, que grita como una loca pidiendo más y más. Toribio debe de hacerlo muy bien.

-     ¿Qué has querido decir “cuando me esmero un poco”? – pregunto ahora interesada la madre - ¿Qué haces?

-     Lo normal, - dijo con desparpajo – dejo que se me salga una teta, si llevo falda me agacho para que me vea el coño, cosas así.

-     ¿Y Mariana te anima a que hagas eso? – pregunto con estupor Manuela – Me pichan ahora mismo y no me sale ni gota de sangre, me has dejado helada.

-     Claro, ella sabe que yo para Toribio soy inofensiva, me conoce muy bien. – dijo Susana – Yo soy lesbiana y no me gustan los hombres. Y alguna vez ya le he dicho a ella que ya me gustaría hacerla gritar como lo hace su marido. Es que es muy guapa, muy lista y una buena psiquiatra, a mi que estoy como una puta cabra me está ayudando mucho.

-     En eso tienes toda la razón, - intervino entonces Ana – si prefieres a mi tita a Tor, es que estas como una puta cabra.

-     Anda, eso si que yo no me lo esperaba. – dijo riendo Susana – Ahora resulta que la sobrina esta coladita por su tío.

-     No me dirás, a pesar de tus tendencias, que no ves que mi tío es un hombre guapísimo. – dijo Ana – Seguro que mi madre piensa lo mismo que yo, que Bárbara y que su madre.

-     No si eso salta a la vista. – dijo Susana – Y ese es otra de mis obligaciones, cuando alguna cliente se pone tontita con mi jefe, yo intervengo, me hago pasar por su amante y las asusto, y evito ese mal rato a Mariana.

-     ¿Y como las asustas? – pregunto con curiosidad Ana - ¿las das dos ostias?

-     Pero que bestia, eres como tu tía, que graciosa. – dijo riendo Susana – No mujer me disfrazo de policía y delante de la cliente le monto un numerito diciendo que como me engañe con alguna, la mato.

-     Por cierto, ¿tú no has dicho que eras estudiante? – pregunto curiosa Manuela - ¿Qué estudias? si es que te queda tiempo para eso.

-     Pues estoy en tercer curso de Psicología, en la rama forense y criminología, de eso conocía a Toribio, ya que nos dio unas charlas en la Universidad, y cuando lo vi en el restaurante le saludé.

Por fin Bárbara y Matilde habían terminado también de colocar todas las cosas y entonces las dos hermanas dejaron sus pertenencias en el dormitorio asignado para ellas, y bajaron a la cocina donde Susana les dijo que les iba a servir una suculenta cena.

Continuara....