Top Model (7) Los dias libres nunca duran
Si alguna vez pensaste que la vida de las modelos es maravillosa, te equivocas. Somos perchas para ropa cara y moneda de cambio para gente poderosa y pervertida. Esta es la historia de cómo acabé siendo una top-model. No es para gente sensible.
[-Has sobrevivido a tu primera fiesta post-desfile y me has ayudado a conseguir un contrato millonario, estoy orgulloso de ti. -dijo, mientras me acariciaba la cabeza. Yo me encogí aún mas bajo las mantas- Buenas noches, muñequita. Me alegra que no estés molestando llorando como una imbécil, como haces siempre.
Me habría gustado decirle que no lloraba por que no me quedaban lágrimas.]
Aviso: este capítulo contiene un poco de spanking.
Andrés era muchas cosas, pero por lo menos cumplía sus promesas.
A la mañana siguiente de mi primera "fiesta", se fue de la habitación y regresó al rato con dos grandes cajas de pizza, una botella de un alcohol amarillo que nunca había visto, una bolsa con dos donuts y una cámara.
Colocó la cámara en una esquina de la habitación.
-Lo prometido es deuda, desde ahora empiezan tus tres días libres. No vas a salir de la habitación, claro, tengo un hombre de seguridad en la puerta y varios de mi equipo repartidos por el hotel, y esta webcam está conectada a mi teléfono así que vas a seguir estando controlada.
Se acercó a mí y apartó la manta. Estaba acurrucada aún abrazada a mis rodillas y la sábana estaba manchada de sangre.
-Asi que estás viva... Bueno, disfruta.
Y sin decir nada más, salió por la puerta. Escuché varios cerrojos y me quedé inmóvil aún durante un rato.
Poco a poco me levanté y fuí hasta la comida. Mis piernas temblaban, me dolía todo el cuerpo y estaba tan asustada que, aunque la habitación estaba caldeada yo temblaba como una hoja. Pero tenía hambre. Dios mío, tenía tanta hambre.
Gracias al polvo que Andrés me daba antes de los desfiles apenas había notado el hambre durante esa semana, pero hacía ya dos días que no me daba de ese polvo blanco y el estómago me rugía como loco en cuanto olí el aroma de las pizzas.
Sin pensarlo un segundo empecé a devorar la comida y a beber el licor que me ayudó a que se me pasara el miedo un poco.
Esos tres días estuve en la gloria. Aunque sabía que Andrés me vigilaba constantemente a través de la webcam y de vez en cuando el hombre de seguridad entraba para revisar la habitación, estaba más o menos libre.
Nadie me tocaba ni me pegaba ni me follaba.
Pasé los tres días comiendo lo que me traían, durmiendo y tomando baños calientes que ayudaban a que mis moratones dolieran menos.
Recé muchísimo para que Dios viniera y me sacara de ahí. Intenté pensar una forma de escapar pero no se me ocurría nada.
También lloré durante esos tres días, lloré mucho.
Lloré pensando en que mis padres me habían intercambiado por un puñado de euros y me habían tirado en brazos de un hombre que ni siquiera conocían, lloré pensando en que ni Dios ni la virgen me escuchaban, lloré recordando todo lo que los distintos hombres me habían echo durante esas semanas, lloré pensando porque nadie se apiadaba de mi, lloré cada vez que despertaba de una de esas pesadillas donde sus caras aparecían de nuevo sobre mi. Y lloré pensando que pasaría después de esos tres días.
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Al cuarto día, el lobo volvió.
Yo estaba en la bañera y salí rápidamente envolviéndome con la toalla para que no me viera desnuda.
Abrió la puerta del baño.
-Marina cariñito mío... Te he echado de menos -se acercó a mí y yo me pegué a la pared queriendo apartarme de él. Me tomó de los hombros y empezó a besarme- espero que hayas descansado estos días, ¿me has echado de menos?
Sin esperar respuesta me empujó para que saliera del baño. Vi a un hombre y una mujer vestidos con traje que me sonrieron al verme.
-Te presento a Elena y Francisco, son los directores de una revista de moda muy importante en Europa, y te quieren conocer.
Temblando solo en toalla que me cubría apenas el culito miré a Andrés y el me empujó para que les diera la mano.
-Encantada Marina, nos gustaría que vinieras a la oficina central de nuestra revista. Te vimos desfilando y nos gustaría añadirte para el número del próximo mes.
Tímidamente les di las gracias. Andrés me indico que me vistiera con la ropa que me había traído.
Me metí de nuevo en el baño y, lo más lentamente que pude, me sequé y me vestí con unos jeans apretados, un top rosa y unos tacones negros.
Empecé a temblar mientras me peinaba, ¿que me iban a hacer estas personas? Había visto como me miraban.
Salí del baño y Andrés me cojió de la mano y salimos caminando del hotel como si no pasará nada. Un gran 4x4 negro con las ventanas tintadas nos recogió y al subir vi que en ese coche cabían unas 10 personas.
Me senté e inmediatamente tuve un vaso de whisky en la mano.
Los tres adultos empezaron a hablar de esto y aquello mientras yo bebía todo el whisky que me daban e intentaba pasar desapercibida.
Notaba la mano de Andrés pasar por mi pierna o mi cuello, y un par de veces se inclinó a besarme.
Después de casi una hora de viaje en coche llegamos a las oficinas y subimos hasta el piso más alto del edificio. Entramos en una gran oficina/estudio de fotografía y me presentaron a otro hombre que me iba a hacer unas fotos.
Sin maquillarme ni nada me indicaron que posara en frente de la pared blanca.
Empecé a relajarme pensando que realmente iban a ser solo unas fotos, hasta que el fotógrafo me indico que me quitara el top.
Paralizada miré a Andrés que asintió.
Poco a poco me quité el top y empecé a posar de nuevo, intentando taparme las tetas con los brazos.
Después de unos minutos me indicó que me quitara los pantalones y Andrés volvió a asentir.
Me los quité y, solo con los tacones y un tanga rosa empecé a posar de nuevo.
-A ver bonita, déjame que te muestre como quiero las fotos...
El hombre se acercó a mí y sin ningún reparo empezó a tocarme por todas partes para "mostrarme" las poses que quería.
Cuando estuvo satisfecho les comunicó que había acabado, se acercó a mí y apretándome la nalga muy fuertemente me besó y me dijo que "ya nos veríamos".
Cuando se marchó Elena me indicó que me iban a hacer una entrevista, Andrés se sentó delante del escritorio y me indicó que me sentara sobre sus piernas. Los dos se sentaros detrás de la mesa y, muy formales me empezaron a hacer preguntas mientras yo temblaba de frío. Notaba las manos de Andrés sobre mis desnudas piernas, y el whisky ya no ayudaba con el miedo.
-Una última pregunta Marina, ¿que estás dispuesta a hacer para llegar a lo más alto?
Paralizada, no supe que contestar.
-Todo lo que haga falta -contestó Andrés.
Entonces Francisco se levantó, me cogió de la mano y me llevó donde había posado. Elena cogió otra cámara de fotos.
-Marina, quiero que te arrodilles y supliques que te incluyamos en la revista.
Yo los miré sus comprender, ¿de qué iba aquello? entonces Francisco me empujó para que me pusiera de rodillas.
Vi que Andrés levantaba la mano de forma amenazante.
Mirando al suelo tragué saliva y empezé a hablar.
-Por favor, por favor señora Elena y señor Francisco, por favor inclúyanme en su revista. Haré lo que haga falta para que me escojan.
Francisco se acercó a mí y cogiéndome de la mano me llevó hasta Andrés.
-Muy bien, espera aquí. Un equipo de maquillaje y peluquería vendrá y luego te harán unas fotos.
Y así fue.
Los tres se marcharon y vinieron otras personas que me maquillaron y me peinaron me dieron unos jeans normales, una camiseta blanca de tirantes y me enfocaron con una cámara mientras me indicaban que sonriera.
De vuelta en el hotel le pregunté a Andrés si no me iban a hacer una entrevista además de las fotos.
-Oh no cariño, a nadie le importa lo que una modelo tenga que decir.
Me dijo que esa noche íbamos a salir a cenar.
Me dió un vestido muy elegante, negro, de manga larga y que bajaba hasta mis rodillas. Una mujer me maquilló de forma sutil y me recogió el pelo.
Fuimos a un restaurante pequeño y con pinta de ser muy caro, y a la puerta había fotógrafos.
-Les he pagado yo, es para darte más exposición.
Sentados en el restaurante, nos trajeron una sopa de langosta como entrante y carne de plato principal.
Yo no podía estar más contenta. Pensaba que los días de abrirme de piernas para hombres habían pasado y que ya era una modelo de verdad. Cenando en un sitio caro después de hacer una sesión de fotos para una revista muy importante.
Comí y bebí el vino que nos traían.
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Alejado de Madrid había un pueblo bastante pequeño cuyo nombre no voy a mencionar. Un pueblo pequeño pero con encanto, que se llena de turistas en verano y se vacía en invierno. A todos les gusta, menos a la gente que tiene la desgracia de vivir ahí todo el año
En ese pueblo, había muchos apartamentos enanos, pero me centraré en uno de ellos.
El timbre sonó y una mujer alta y algo regordeta salió del baño (enano, claro). Llevaba productos de limpieza en la mano y unas zapatillas de ir por casa casi rotas. Y, curiosamente, una bata de seda con sus iniciales bordadas en el pecho con hilo de oro.
-¡Padre! Que alegría verle, pase, pase...
Le abrió la puerta a un señor de unos 50 o 60 años, quién sabe, sobriamente vestido con una sotana negra y el alzacuellos propio de un cura.
Pasó y se sentó en el sofá raguñado que le indicó la mujer.
-¿Cómo está? Espere, haré café...
-No, hija, no te molestes. -con una sonrisa amable le indico que se sentara- No puedo quedarme mucho rato, solo pasaba por aquí antes de ir a dar clase de catequesis a los niños en el centro social. ¿Cómo van las cosas? -un gato viejo aunque muy dulce saltó sobre sus rodillas.
Mister Bigotillos, como le llamaba nuestra protagonista, era un gato de la calle que recogió un día de tormenta volviendo del colegio. El Padre Pablo vio también un gatito nuevo, un cachorro de gato de Angora, bastante caro, rondando por el salón-cocina-comedor.
-Quería preguntarte Laura, hace mucho que no veo a tu hija por catequesis, ¿está enferma?
-Ah, Marina... No, no está enferma, Padre. Marina está... de viaje. Está trabajando como modelo.
-Modelo... ¿como es eso?
-Pues ya ve, mi niñita es modelo ahora. Hace unos meses estábamos las dos en la playa y cuando se fue al agua un muchacho muy agradable se me acercó y me dijo que trabajaba para una agencia, y que Marina sería perfecta. Así que fuimos a un casting y la cogieron, ¿se lo puede creer? La niña estaba muy emocionada. Están en Madrid ahora. Creo.
-Vaya -el cura rió- ¿quién lo diría? Pero Laura, el mundo de la farándula es muy peligroso, lleno de pecadores...
-Oh, pierda cuidado Padre. Andrés era un hombre muy simpático, el la cuidará.
-Claro... Bueno querida, he de irme. Cuando su hija venga a verles, díganle que se pase por la parroquia a confesarse, ¿si?
-Por supuesto Padre Pablo, ha sido un placer tenerle en casa.
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Mientras mi madre le decía lo contenta que yo debía estar siendo modelo, Andrés me llevó hasta el coche después de cenar y me preguntó si alguna vez había viajado en avión. Negué con la cabeza y él me dijo que estaba de suerte, porque mañana íbamos a volar en avión privado a París.
-¿¡París!? -emocionada me senté en la parte de atrás del 4x4.
-Si, París. La semana de la moda de Madrid a terminado, pero te han contratado para desfilar en París la semana que viene, ¿estás contenta? -asentí- bueno, pues ven, dame la mano y ponla aquí... ¿Ves lo hinchado que está? Arrodíllate y enséñame lo contenta que estás...
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Laura se quedó preocupada.
Cuando su marido llegó a casa fue a él directamente.
-¿Cariño, crees que hicimos bien? Con lo de la niña y la agencia de modelos...
-Pues claro, es una vida mejor para ella y para nosotros.
-Ya pero no sé, he estado intentando llamar a Andrés todo el día para poder hablar con ella y no me lo coge... Estoy preocupada, he leído muchas barbaridades contadas por gente del mundo de la moda, muchos abusos, y, ¿cuánto sabemos en realidad de este hombre?
-Laura, mi amor, no te preocupes. Andrés nos prometió cuidarla, además Marina es sólo una niña, no le van a hacer daño a una niña. Anda ven aquí... -la abrazó y ella pudo oler su nueva colonia de Calvin Klein, un lujo que antes nunca habrían podido consentirse.
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Mientras sentía la leche resbalar por mi garganta, Andrés me empujó la cara más contra su ingle y cuando no pude respirar, noté como su leche me salía por la nariz también. Tosiendo, me senté de nuevo y Andrés se rió.
-Bueno cariño, si comes pollas así vas a hacer muchos amigos en este mundillo.
Me quedé mirando por la ventana intentando no pensar en el sabor amargo en mi garganta.
No quería eso, nunca había querido nada de eso. No quería ser modelo ni hacer las cosas que Andrés me obligaba a hacer, necesitaba un plan para escapar... Pero cómo, si nunca me dejaba sola.
-Señor Andrés... -pensé bien como formular mi pregunta- ...no quiero sonar mal, pero yo sé que las modelos que veo en la televisión ganan mucho dinero... ¿yo no cobro nada por trabajar en los desfiles o salir en las revistas?
Andrés me miró con los ojos oscurecidos y una mirada muy seria.
Justo antes de responder llegamos al hotel y sin mediar palabra me cogió de la mano y me llevó prácticamente a la habitación, dónde puso la tele de nuevo muy alta.
Oh no.
Vino hacía mi y me llevó hasta el baño. Arrastrándome del pelo me tiró hacia la bañera de modo que de cintura para arriba está dentro y las piernas las tenía fuera. Me subió el vestido hasta que solo mis blancas nalgas quedaron a la vista con los arañazos del pasado y sin ropa interior.
Empecé a llorar y a suplicar que me dejara en paz, que lo sentía muchísimo y que nunca volvería a preguntar.
Entonces lo noté.
El primer fustazo cayó sobre mi nalga izquierda y me quemó como un cubito de hielo que sujetas durante mucho rato.
Andrés conservaba la fusta de punta fina de Lui y parece ser que había estado muriendo de ganas de usarla.
El siguiente dolor fue en el muslo y de ahí alternó pegándome en las nalgas o los muslos.
Con lágrimas resbalandome por las mejillas le dije mil veces que lo sentía y que nunca más preguntaría.
-Puta desagradecida, ¿quién te crees que eres? ¿Así me agradeces que te esté haciendo famosa? -la fusta caía con más fuerza sobre mis nalgas ya doloridas- ¡Discúlpate zorra, discúlpate!
Balbuceando pronuncié un "lo siento" y de repente los fustazos pararon.
Noté su mano en mi pelo de nuevo y me empujó dentro de la bañera hasta hacerme poner en cuatro patas.
Encendió el agua fría y noté como caía como mil agujas sobre mis cortes en las nalgas. Gimiendo de dolor no me atrevía a levantar la cabeza, solo viendo la blancura de la bañera y mis dedos huesudos.
-Que te quede clarita una cosa, no soy tu jefe, soy tu dueño. -acercó el grifo de la ducha a mi trasero y aumentó la presión del agua contra mis heridas, llorando de nuevo recé para que terminara todo- No estás trabajando para mí, imbécil, no eres modelo. Eres MI muñeca que he decido que haga de modelo, ¿lo entiendes? -asentí- y las muñecas callan y hacen lo que les ordenan.
Apagó el agua y noté un escupitajo en mi pelo.
-Te iba a dejar dormir en la cama como una persona normal, pero por avariciosa te quedas aquí.
Salió y cerró desde fuera con un candado.
Me quedé de rodillas un poco más sintiendo como nuevos cortes sobre mis nalgas goteaban un poco de sangre y como el sabor de la leche aún en mi garganta me daba arcadas.
"Definitivamente" pensé "necesito encontrar una forma de escapar de este hombre tan malo. ¿Por qué no me ayudas, Dios mío?"
Poco a poco salí de la bañera y me tumbé sobre la alfombra de ducha.
Intentando no pensar en el dolor en mi culo cerré los ojos y empecé a rezar.
[Continuará]
Nota de la autora: hola de nuevo y gracias por las lecturas. Espero que hayáis disfrutado de este capítulo, aunque es algo diferente.
La página me ha borrado por segunda vez la primera parte de la historia y mucha gente me habéis preguntado por ello. No sé qué cojones le pasa a quien me denuncia/borra pero ya he mandado dos mensajes y no me contesta la gente que se supone administra esta web, así que si alguien tiene interés en leer la primera parte, me podéis mandar un email a isafreegratis@gmail.com y os la enviaré por email. Un saludo y gracias por leerme :)