Top less en la playa ( Tony 2)

¿ Qué se puede hacer con un supermacho? Continuación de una historia escrita con mas de cuatro manos.

TOP LESS EN LA PLAYA ( Tony 2)

Silvia abrazaba a su marido mimosa. Pablo le acariciaba la espalda como si fuera una niña pequeña a la que hay que cuidar. Alex seguía atado, parecía no entender lo que pasaba. Yo , tranquila bebía un gin – tónic, y pensaba qué iba a hacer, porque seguía caliente, el ejercer de ama me excitaba terriblemente, y más cuando encima había sido un ama buena. Debe ser la sensación de las brujas cuando se portan bien.

Alex era un supermacho, y ahora totalmente depilado, daba la sensación de ser todo pija. Y encima bien armado. Al afeitarle el sexo, éste parecía aún más grande, me apetecía pero no debía hacerme un dedo.

Me acerqué al hombre atado, era todo músculo e ira. Con el índice le fui recorriendo la piel, estaba suave, le clavé la uña en los pezones, le iba la marcha, la polla se había endurecido.

Pablo y Silvia nos miraban abrazados, Le dí unas cachetadas en las nalgas, estaban duras como piedras, la verga empezaba a estar pero que muy interesante. Le abofeteé, sus ojos reflejaban odio y deseo. Cuando acabé de pegarle, tenía la polla dura como una piedra y enorme, yo estaba mojada, quería que me cogiera. Me tumbé a medias en el sillón, el torso apoyado , las piernas fuera y abiertas.

-“Veamos cómo de macho es nuestro bebé. Metémela bien metida.”-

Le costó levantarse, cuando lo hizo vino hacia mí, como un toro al capote, me preparé para pegarle si intentaba atacarme, pero no, se paró entre mis muslos, yo le agarré el arma y la coloqué en la puerta de mi concha. Empujó hasta meterla entera. Era estupendo tener un pedazo de falo así dentro de una, y más cuando empezó a bombear como un poseso. Con los polvos que había echado, sabía que iba a durar un buen rato hasta estallar. No me imaginaba lo que pasó a continuación. Silvia y Pablo se acercaron a nosotros, y con infinita delicadeza, con una dulzura enorme, Silvia me besó. Fue un beso sólo de labios al principio, luego empujó su lengua en mi boca, con pasión acumulada. Pablo me acariciaba los pechos, los amasaba, los sobaba, y lo hacía muy bien, cuando atacó mis pezones mi gemido se ahogó en el beso de su mujer.

Fue Silvia la que se separó primero. De la mano de Pablo se puso a mi lado, hizo que el hombre se tumbara, la verga de Pablo estaba en alto y Silvia se empaló en ella, junto a mí. Dos hembras dispuestas al goce, a disfrutar del sexo, y sin darme cuenta mi rencor hacia ella, se fue transformando en una extraña y maravillosa camaradería. Estaba tan cerca que podía acariciarla, y lo hice. Mi mano llegó a sus senos y los hizo suyos, me miró con una enorme sonrisa, y me imitó. Nos mimábamos las lolas la una a la otra, repitiendo las caricias, mientras nuestras vaginas, llenas de hombre, se esponjaban de placer.

Fui la primera en llegar, pero Alex seguía dándole así que decidí dejarme follar por otro buen rato. Me di cuenta que Silvia alcanzaba la meta tras un par de minutos de mi orgasmo. No pude evitar sonreír al pensar que estábamos con caballeros , de esos de las damas ,primero. Nos quedamos de la mano mientras los machos alcanzaban la descarga.

Me apetecía una ducha, agarré a Silvia e hice que viniera al baño conmigo. Estábamos desnudas, entramos juntas en la ducha, dejé que el agua saliera templada y comencé a enjabonarla con la mano, ella me imitó, nuestra pieles agradecían las caricias , no buscábamos el placer sexual, era otra cosa, un erotismo íntimo de encuentro, de lavar rencores y envidias, un buscar una unión de compañeras, de mujeres.

Salimos y nos secamos la una a la otra, teníamos la cama a nuestro alcance. Silvia me besó con una mezcla de ternura, deseo y admiración.

-

“ Espera voy a buscar a Pablo.”-

volví al salón. Alex seguía atado, Pablo tomaba tranquilo un gin tonic.

-

“Ve al cuarto, ahora voy yo”-

me quedé sola con el ex macho alfa, empezó a musitar insultos en voz baja cargado de ira. Agarré sus calzoncillos y se los metí en la boca, comprobé que estaba bien atado y volví al dormitorio.

Pablo salía de la ducha, me acerqué para secarle, Silvia nos miraba desde la cama. Mi desnudez restregando sus partes secas tenía su efecto. La verga volvía a estar en alto. Fuimos hacia el lecho.

-

“Hazle feliz”-

susurró Silvia mirándonos a los dos con un inmenso amor.

Pablo se tumbó y yo comencé a lamerle la polla, luego me la metí en la boca para mamarla. Silvia comenzó a masturbarse. La agarré de la mano libre y la aproximé a nosotros. Saqué la pija de la boca y volvía a recorrerla con la lengua. Silvia no entendía.

Vos, también”-

quería que las dos le hiciéramos la chupada. Jugamos con la torre que teníamos para nosotras en deliciosa camaradería. Pablo, tumbado como un sultán, nos dejaba hacer. Yo no quería que se nos fuera, se había corrido ya y debía resistir sin soltar la leche de vida, pero más vale prevenir que curar.

-

“¿Me lo dejas?”-

pregunté a la que ahora veía como amiga y compinche.

-

“Sí, es tuyo”-

me puse se sobre él y me empalé en su poronga , me movía despacio, adelante y atrás, en círculos, arriba y abajo.

Estaba a gusto, el follarle era algo dulce, tierno, amistoso, donde buscaba que él se encontrara en la gloria. Silvia seguía pajeándose a nuestro lado. Hice que se levantara y pusiera su almejita al alcance de mi boca. La comencé a lamer. Ella me acariciaba los pechos. Aquello duró, parecía como si el tiempo se hubiera detenido en la nirvana del sexo. Yo sabía que el culmen estaba próximo. Los temblores de la mujer me indicaron que su orgasmo estaba empezando, aceré la cabalgada, Pablo se movía empujando su arma en mi funda hasta estallar, yo me ayudé con el dedo para venirme, ocupada del placer ajeno había descuidado el mío.

Nos quedamos tumbados , Pablo en el medio, las mujeres una a cada lado. -

“ Os invito a cenar, vosotros me habéis invitado a almorzar, así que a mi me toca la cena. Silvia, dejáme algo para ponerme.”-

Me puse de pie y fui al salón, miré al macho atado, hermoso, potente como un tigre y decidí mi paso siguiente. Hice una llamada, sabía que iban a venir pronto en cuanto expliqué de qué se trataba.

Pablo se había puesto una camisa azul cielo y unos pantalones de dril blancos, con los naúticos estaba guapísimo. El problema era qué nos poníamos nosotras. Yo elegí la ropa de Silvia. Una musculosa blanca con sisas enormes que dejaba ver sus senos en cuanto se movía por los laterales y un pantalón negro que le marcaba la cola como un guante. Sin corpiño , con las tetas ondulantes estaba para comerla. Yo me puse una camisa rosa de Pablo, abierta y anudada sobre la cintura y una pollera ibicenca, que me dejaba las piernas al aire cuando me movía. Sonó el timbre, fui a abrir, mis amigos me acompañaron. Se quedaron asombrados cuando vieron entrar a dos tipos enormes, gordos, con brazos como toneles, con saco, camisa y jeans.

-

“ La verdad que vale la pena. ¿ Cuánto quieres?”-

me preguntaron.

-“

El precio lo ponen ustedes. Eso si lo quiero lejos”-

Sobre la mesa dejaron diez mil euros, yo sabía que Alex valía más , pero no quería discutir. Cuando vieron que aceptaba, lo agarraron por los tobillos y los sobacos y con facilidad lo levantaron y se lo llevaron, despidiéndose con un buenas noches totalmente educado.

Me di cuenta que Silvia y Pablo se habían quedado de piedra, asustados, mirándome aterrorizados. Yo agarré el dinero y sólo dije: -

“ Vamos a cenar y os cuento. No pasa nada, no os molestará más”-

Seguían callados en el mejor restaurante de la ciudad, pese a los gambones rojos, seis por persona, la dorada a la sal y la botella de blanco del Penedés, pedía otra y una ración de pulpo. Les intenté tranquilizar. A Alex lo iban a llevar a un prostíbulo, casi seguro en el lejano oriente. Era un macho superdotado y podía servir de garañón de mujeres que quisieran disfrutar de una superpolla. Seguro que disfrutaba. Les vi que se relajaban. No les dije que cuando se fuera menos poderoso lo reciclarían en eunuco para algún harén. Nunca me han gustado los machos que se creen superhombres. Miré a mis amigos, me di cuenta que podía ayudarles a resolver las cuestiones que les habían llevado a esa situación. Pedí champán y les pregunté.

-

“ A ti, Silvia, ¿te gustaba ser Silvana?. Y a vos Pablo, te excita tener una mujercita zorra , zorra. Eso puede ser un juego, pero sin caer en manos de un hijo de puta. Vosotros podéis controlar la historia.”-

Levanté la copa en un brindis y me quedé esperando su respuesta.