Top-less en la playa (2)

Después de hacer que casi me desnudara en la playa y de sobarme delante de mi marido, el hombre me lleva al apartamente para terminar la faena.

Del capítulo primero:

“- Por favor, por favor, llévame al apartamento y fóllame, penétrame con tu polla. Te lo suplico, por favor, lo necesito.

- Ya veo que lo necesitas guapa, pero no se, tienes el coño tan caliente y hambriento que me da miedo meter ahí la polla, no se si volveré a verla. -Después se dirigió a mi marido. - Bueno, amigo, ¿serás capaz de satisfacer sexualmente por una vez a tu mujer? Porque yo sólo me la voy a cepillar si tu nos grabas mientras me la beneficio...

Yo miré a Pablo con ojos suplicantes. Él también estaba fuera de control porque asintió inmediatamente.

  • Si estamos todos de acuerdo, vamos al picadero, que voy a vaciar los huevos dentro de esta putilla. - Dijo levantándose.”

Yo, como en un sueño aún, me levanté también. Cogí la parte superior del bikini para colocármela, pero el hombre me la arrebató y la usó para limpiarse los dedos mojados de mi coño. Después la tiró al suelo mientras me decía seriamente.

  • Me apetece que vayas en tetas por la calle. En cuanto a la braguita, déjatela así. Me gustan los tangas.

Sin decir más, el hombre me cogió por la cintura e, inmediatamente después, llevó su mano a mi trasero y lo fue amasando mientras se ponía en marcha. Dejamos a Pablo recogiendo a toda prisa las cosas.

Yo según llegaba al final de la playa, no me podía creer que fuera a marchar por la calle en tetas y con la braguita en tanga... Aunque fuera un pequeño pueblo costero y el apartamento estuviera cerca. El camino a casa de esta guisa y con mi culo permanentemente masajeado logró calentarme de nuevo.

El hombre me hacía caminar despacito, para que la gente pudiera verme en pelotas. Muchos ojos se posaron en mí y cada mirada me excitaba un poco más. Quisé confesárselo al hombre que sonrió al escucharme.

Al ritmo que caminábamos, Pablo no tuvo problemas para alcanzarnos pronto, pero permaneció a pocos metros detrás de nosotros, disfrutando desde ahí su nueva perspectiva de la vida. Podía observar cómo la mano del hombre no cejaba un segundo de acariciar mi trasero casi descubierto y a mí pegar el cuerpo al suyo como si me fuera la vida en ello. Seguro que también se fijaba en las mirada de todos los hombres que se cruzaban con nosotros clavarse en los pechos descubiertos de su mujer.

Llegamos al portal y en el ascensor no pude aguantar más. Me lancé a su boca. Necesitaba sentir sus labios y su lengua y él me los regaló. Nos besamos en las narices de Pablo, que fue quien nos abrió la puerta del apartamento.

Entramos besándonos y, sin dejar de hacerlo, intenté quitarme la braga del bikini, pero el hombre me detuvo. Sacó una cámara del bolsillo y me apuntó con ella.

  • No estés tan impaciente en desnudarte para mí, cielo. – Dijo mientras grababa. - Ahora puedes enseñarme el coñito, guapa, mientras me dices cómo te llamas, pero no te las quites, sólo quiero que me lo enseñes con las bragas puestas.

  • Silvia Escribano.- Respondí mientras me bajaba la goma de la braguita según me ordenaba.

Vi como el hombre apuntaba con la cámara directamente a mi sexo y me excité enormemente. Me siguió interrogando.

  • Cuéntame qué pasó en la playa.

  • En la playa me masajeaste las tetas hasta que estaba a punto de llegar al orgasmo. Entonces te prometí que, si seguías tocándome, luego podrías follarme… - No preguntaba nada más, así que supuse que quería que contara todo-. Al final terminé suplicándote que me follaras.

  • Y tu, amigo, ¿cómo te llamas?- Dijo a la vez que apuntaba a mi marido con la cámara.

  • Pablo García.

  • ¿Te has empalmado mientras magreaba a tu santa esposa?

  • Sí.

  • ¿Te has empalmado mientras me comía la boca en el ascensor delante de tus narices?

  • Sí.

Entonces el hombre apuntó con la cámara la erección de mi marido y siguió preguntando.

  • Y no sólo eso, ¿verdad, cornudo pichafloja? Has accedido a grabar en directo cómo otro tío se beneficia a tu mujercita, ¿no es así?

  • Sí.

  • Pues toma y graba bien, chaval, que yo tengo que follar.

Le dio la cámara a Pablo y tomándome de la mano, me llevó a la habitación. Me tendió en la cama y se quitó el bañador. Esperaba una tranca considerable, pero no podía creer lo que me encontré. Más que la longitud, era el grosor que tenía y, según estaba, bien enhiesta, tuve serias dudas de que pudiera entrar en mis entrañas. Miré a mi marido, delantado sin querer que la suya nada tenía que ver con ese portento.

  • Madre mía, ¿es esto real?

  • Lo es, preciosa. Y ahora mismo, es toda para ti.

  • ¿Crees que me romperás por la mitad con ese aparato?

Ni siquiera respondió. Subió a la cama y agarró mis braguitas. Yo levanté el culo para que pudiera sacarlas con facilidad y me encontré desnuda completamente debajo de él.

  • Pablo, este tío me va a follar. - Le dije mirándole a él ... o tal vez a la cámara. Él miró, asintió y calló.. - Por favor, no aguanto más, fóllame.

El hombre me agarró por las piernas y me arrastró hacia él. Yo levanté un poco el culo, ansiosa por alcanzar su rabo.

-  Te la meteré bien dentro, cielo, hasta el fondo. - Dijo jugando con su aparato en los labios de mi sexo.

  • Hazlo ya, por favor, no puedo más.

De pronto se clavó entera de golpe hasta el fondo. Cerré los ojos. Sentí que el aire me faltaba, que estaba a punto de explotar. El hombre agarró mis nalgas y comenzó a bombearme fuertemente. Sentía chocar sus pelotas contra mí y cerré los ojos sin poder creer aún que mi coño se la hubiera comido entera.

  • Lo necesitabas, ¿verdad? Necesitabas que alguien al fin te follara como mereces y necesitas. Tu marido nunca podrá follarte así.

Yo entrelacé mis piernas detrás de su espalda, sorprendida de que tan pronto volviera a llamar el orgasmo a mi puerta. Los golpes sobre mi encharcado chocho producían un sonido delicioso que me hacía enloquecer aún más.

  • Lo necesitas y a partir de hoy no podrás vivir sin mi polla. Ya verás, harás todo lo que yo te diga.

Siguió dándome pollazos y logró que un nuevo orgasmo tomara el control de mi cuerpo.

  • Harás lo que te ordene, como ir en top-less en la playa, como dejar que te meta mano en público.

  • Eso te lo prometí - Atiné a decir entre jadeos y él continuó.

  • Como dejar que la polla de un desconocido del que no sabes ni su nombre, se entierre hasta el fondo de tu coño.

  • Eso es…

  • Como prometerle que le dejarás que te la meta siempre que quiera.

Saber que estaba ahí mi marido y encima grabando mis palabras me excitaba más y no podía negarme

  • …Te lo prometo…

  • Prométeme que, a partir de ahora, harás todo lo que yo te diga.

  • Lo haré, te lo prometo, pero sigue follándome, sigue dándome rabo.

  • No paro, cielo. Y para celebrar que te has convertido en una putita obediente te voy a llenar el coño de leche.

Pensé que era imposible más ritmo, pero, para mi sorpresa, comenzó follarme con más fuerza aún que antes. Agarró mis tetas con fuerza y mi cuerpo se bamboleó violentamente ante sus embestidas. Los dos comenzamos a gritar como salvajes en un canto tan sincronizado como falto de armonía, bañado por los flujos invisibles que en ese momento se mezclaban en mi interior. Poco después, exhausto, se tendió sobre mí.

Yo me quedé quieta, con las piernas aún anudadas en su espalda, sintiendo escurrirse la leche de mi sexo. Sorprendentemente, Pablo acercó la cámara al sexo y el hombre sacó su rabo de mí, haciendo que mi marido grabara cómo la leche de otro hombre salía a borbotones del coño de su mujer. Yo sentía el semen resbalar hasta la sábana y vi a mi marido frente a mí, como un pelele, grabando el recorrido.

  • Graba bien mi leche, amigo, - dijo -, a ver si la he preñado.

  • No creo. Silvia toma la píldora.

Pero sus palabras fueron devastadoras. El sólo pensamiento de que este hombre me dejara preñada... ¡era imposible dejar de estar ardiendo en todo momento! Y eso que la sensación de vacio que sentí cuando la barra de carne me abandonó me hizo sentir extraña. Apenas me había repuesto cuando tenia la polla del hombre frente a mi cara.

  • Límpiame el rabo, puta.

Abrí la boca y saqué la lengua para lamer la punta. Pronto la tenía al completo dentro de mi boca con mi lengua jugando con ella. Cuando llevaba un rato se separó de mí.

  • ¿Cómo te llamas? - Le pregunté al hombre.

  • Alex, cielo, Alex es el dueño de la polla que te acaba de llenar.

Le quitó la cámara a Pablo y dijo:

  • Pablo, ahora te vas a follar a tu mujer. Me apetece ver cómo mojas tu polla en mi leche. Te la follarás sabiendo que me la acabo de tirar y sabrás que con tu medio polla ella no está sintiendo ni la mitad de lo que le hice disfrutar yo con mi aparato.

Pablo se desnudó y se colocó encima de mí, pero Álex le corrigió.

  • Al revés. Silvia, ponte encima de él. Quiero que le gotee encima mi semen.

Me coloqué encima de mi marido y coloqué su polla dentro de mí. Después comencé a cabalgarlo. No necesité orden alguna para que dijera lo que ambos querían oír:

  • Llevas razón Alex, después de tu rabo, ahora no siento nada.

El se reía mientras grababa. Pablo cogió mis pechos y comenzó a amasarlos mientras yo seguía cabalgándole. Estaba como loco, desatado. Incluso me hacía daño en las tetas, pero lo dejé disfrutar.

  • Pablo, sabes que te estás follando a tu mujer porque yo se lo he ordenado, ¿verdad? Silvia, para de follar ahora mismo.

Me detuve en seco mientras ahora era Pablo el que trataba de generar rozamiento interno moviendo su cadera. Alex colocó la cámara estratégicamente en la mesilla, se acercó a nosotros y se colocó detrás de mí. Quitó las manos de Pablo de mis tetas y puso las suyas.

  • Ahora, esta puta follará con quien yo quiera y como yo quiera, amigo. Puta, dilo.

Sus manos volvían a masajear maravillosamente mis pechos y yo contesté convencida.

  • Soy la mujer de Pablo, pero sólo follaré con quien tú ordenes.

  • Sigue follando, entonces, guapa. Quiero que tu marido se corra mientras yo te magreo.

Efectivamente, a poco de volver a cabalgar, Pablo, viendo como Alex sobaba las tetas de su mujer, comenzó a gemir y poco después explotaba en mi interior. La primera vez que se corrió hoy en mí fue por culpa de Alex, la segunda, estaba siendo por su orden expresa. Yo, a cambio, no me corrí esta vez, aunque estaba tremendamente excitada.

Apenas habían acabado los gemidos de Pablo, Alex apagó la cámara y me dijo que fuera a ducharme.

  • Y límpiate bien el coño, que no quiero una gota de la leche de este pichafloja.

Obedecí y volví rápido. Me encontré a los dos vestidos, sentados en el sofá. Alex con una copa en la mano. No sé de qué habrían hablado, pero Alex mostraba una resplandeciente sonrisa de triunfo.

  • Silvia, ven aquí. - Ordenó.

Me hizo sentar en sus rodillas y comenzó a acariciarme los pechos ante la atenta mirada de Pablo.

  • Ya he hablado con tu marido, cielo. Me lo ha reconocido todo. No sólo lo evidente. Estaba claro que en su vida había disfrutado tanto como al verme a mí empalándote. Era obvio que ni siquiera follarte después le ha gustado tanto cómo verme someterte. Pero además ha tenido la decencia de reconocer que el hecho de reírme de él en su cara, de obligarme a ver mis manos en tus tetas mientras él te follaba, también le ha vuelto loco.

Hizo una pausa para besarme. Su lengua invadió mi boca mientras yo volvía a deshacerme con las caricias que Alex regalaba a mis tetas. Miré un segundo a Pablo que nos observaba hipnotizado. El bulto que provocó en su entrepierna el verme sobada y besada así delataba lo que acababa de explicar Alex. Separó sus labios de los míos y continuó explicándome.

  • Y tú preciosa... ya me ha dicho tu marido lo sorprendido que está. Lo recatada que eres normalmente... Voy a cambiar eso. Voy a cambiarte.

  • ¿A qué te refieres?

Él puso un dedo en mis labios.

  • Prometiste hacer todo lo que te ordenara. Y como le dijsite al cornudo hace unas horas, tú siempre cumples lo que prometes.

Volvió a besarme y siguió acariciándome. Me parecía estar cayendo en un abismo, pero me sentía muy bien.

  • Tranquila, disfrutarás con todo lo que te hago. Igual que has disfrutado volviendo al apartamento en pelotas, igual que te has deshecho cuando te he metido mano en la playa. Ya verás, esta noche vas a salir conmigo a cenar medio desnuda, con una minifalda escandalosa, sin bragas ni sujetador y disfrutarás con ello. Seré yo quien elija tu ropa de ahora en adelante, os guste a tu  marido y a ti o no. Y a ti te encantará que así sea.

Volvió a besarme y siguió sobándome mientras mi marido se empalmaba mirándonos. Yo no paraba de dar vueltas a las cosas. En cuanto separó sus labios de los míos le dije a mi marido:

  • Pablo es verdad que...?

  • Estaba muerto de vergüenza con lo ocurrido hoy. Y Alex estuvo hablando conmigo. En realidad no es culpa mía que me excite eso... y a ti no parece importarte, de modo que, ¿por qué evitarlo? Cada cosa que Alex ha hecho contigo ha sido mejor, de modo que he decidido no negarme. Y tú deberías hacer lo mismo porque...

  • Pablo. - Nos interrumpió Alex-. ¿Te apetece que me folle de nuevo a tu mujer?

  • Yo… -bajó la cabeza y respondió.- En realidad, lo estoy deseando.

Alex sonrió y me levantó. Me cogió de la mano y me llevó, desnuda como estaba, a la terraza. Al salir, vi que en la terraza de enfrente había un hombre de unos cincuenta años fumándose un cigarrillo.

  • Coño, tenemos público. Perfecto. Me encanta ver cómo la gente disfruta viendo a los cornudos grabar a sus mujeres siendo folladas por otro. Asómate y saluda, guapa.

Yo obedecí y, en pelotas me acerqué a la barandilla y di las buenas tardes a nuestro vecino, que me miraba fíjamente.

  • Permanece ahí, preciosa, disfruta dejándole verte las tetas. ¿Te gusta? - Yo asentí. El hombre sonreía y su barrigón subía y  bajaba al ritmo de las caladas mientras no perdía detalle de mis tetas. Yo lo miraba y sonreía también.

  • Bien. Ahora arrodíllate ante mí.

Obedecí. Me coloqué de rodillas frente a él, que se sacó la verga y me dijo.

  • Mama polla, puta.

Yo acerqué mi boca a ella y la besé. Miré la cámara que sujetaba Pablo mientras lo hacía. Después lamí la punta, abrí la boca y me la introduje completamente.

  • Me gusta, puta.

... Y a mí me gustaba que me llamara puta... Ni me preocupé en preguntarme por qué.

  • Los huevos, zorra, lame los huevos.

Obedecí y rápido rodeé sus huevos con mi boca. Sentí su gemido de gusto y los mantuve un rato entre mis labios hasta que me decidí a lamerlos. Su tranca creció en segundos y volví a por ella. Mi lengua pasó de los huevos al tronco, recorriéndolo hasta llegar a la punta, a la que lamí, besé y succioné.

  • Suficiente. Levanta y mira a tu vecino.

Dirigí mi vista donde se me ordenaba y me encontré con el hombre acariciándose la verga mientras nos miraba. Fue una sensación deliciosa. Un hombre me estaba usando para masturbarse. Alex elevó un poco la voz ahora, para asegurarse de que el hombre nos oía.

  • Ahora te voy a poner mirando a Cuenca, preciosa. Te vas a poner a cuatro patas y te voy a hundir el pollón en tu coño mientras miras a la cámara. Quiero que tu marido vea y registre tu cara mientras te corres.

Me colocó frente a mi marido paralela a la barandilla. Así nuestro vecino podría ver bien la maniobra y Pablo mi rostro. Alex se colocó detrás de mí y, sin decir nada, hundió su enorme verga hasta el fondo de mis entrañas. Me costó recibir semejante aparato, pero poco a poco me fui acostumbrando, ayudada sin duda, por el suave masaje que Alex aplicaba en mis pechos. Su rabo resbalaba en mi interior y, poco a poco, fui entrando de nuevo en trance. Cuando Alex me sintió madurita, empezó a hablarme cerca del oído.

  • ¿Has visto cómo se masturba el cincuentón de enfrente?

Yo miré de nuevo y lo vi, ya no acariciándose, sino masturbándose directamente.

  • ¿Te gusta que se la esté machacando mientras te mira? - Yo asentí. - ¿Te gustaría que se corriera viendo cómo te someto?

  • Me excita que así sea. - Reconocí.

  • A partir de ahora, chicos, - continuó Alex,- sólo yo decido cuándo, cómo y con quién folla Silvia. Así que me tendréis que pedir permiso para que follar vosotros dos, ¿entendéis?

Yo gemí un sí y, sorprendentemente, mi marido también verbalizó su sumisión. Oír a mi marido aceptando semejante cosa mientras estaba empalada así era demasiado para mí y comencé a correrme otra vez.

  • Tu marido me tendrá que pedir permiso para tocarte y veremos si le dejo que te folle o se tiene que conformar con un paja.- Cada frase acaba irremediablemente con la polla golpeándome hasta dentro.

  • Si, cielo, serás tú quien me lo diga.  Mi marido no me tocará si tú no quieres. Sobre todo si me tienes así, corriéndome 10 veces por hora.- Respondí.

  • Eso es, preciosa. Dile al cornudo quién manda.

  • Soy la esposa de Pablo, pero eres tú quien manda. - El pollazo que recibí me levantó las rodillas del suelo.

  • Así me gusta, perrita. Dime, ¿quién es tu Amo?

  • Tú-  Sentencié.- Tú eres mi Amo.

El efecto de mis palabras fue demoledor. Alex volvió a vaciarse en mí y nuestro vecino lanzó chorros de semen al aire. Yo acompañé el éxtasis del que había llamado Amo con mis gemidos. Segundos después, llegó la calma y el silencio. Y poco después, Alex, salió y de mí y gritó, dirigiéndose al vecino.

  • ¿Qué amigo, te ha gustado? - Éste asintió y Alex siguió - ¿Quieres probar? Estamos en el portal 8, 3ºB.

El hombre ni se lo pensó. Se levantó inmediatamente y desapareció.

  • ¿Alex estás loco? No voy a dejar que me folle...¡Zas! Me soltó una bofetada. Pablo, sorprendentemente no hizo nada, casi hasta le vi disgustado por mi reacción.

  • ¿Tan poco dura tu palabra? Acabo de decirte que sólo yo decidiré cuándo, cómo y con quién vas a follar y tú has aceptado. Luego me has dicho que yo soy quien manda y ahora... ¿me vienes con éstas?

Miré a Pablo pidiendo ayuda y, leyendo mis pensamientos, Alex dijo:

  • Tú, cornudo, ¿llevo razón a no?

  • Esta grabado, cielo, si quieres te lo enseño. Tú y yo hemos aceptado cuando ha dicho que tú follarías con quien él quisiera.

  • ¿Y eso es lo que quieres, que me folle cualquiera?

  • Sólo si tú quieres...

Sonó el timbre de la puerta. Los dos hombres me miraron, esperando mi reacción.