Tonos grises (cap. 3)
Lo que puede pasar entre un alumno y un profesor, muchas veces supera nuestra imaginación.
Después de escuchar lo que Ezequiel acababa de decirle, Jonathan está en shock , no sabe qué hacer, qué decir…
Solo puede quitar la mano de su amigo de su pecho y se va rápidamente por el pasillo para buscar a su novio.
En el cafetín están Vicente, Carla y Adriano ya más relajados hablando de banalidades, cuando Jonathan interrumpe su conversación bruscamente, toma a Adriano de un brazo y le dice “¡Tenemos que hablar!”.
— Ey ya va, ¿qué pasa? —interviene Vicente— Después de lo que pasó en el salón de clases lo mínimo que puedes hacer es pedirle una disculpa a Adriano.
— Pana, ¿hasta cuándo tú metiéndote en vainas que no te importan?
— Ok —dice Adriano—, vamos a hablar. Gracias Vicente, pero no te preocupes.
Y se aleja a un rincón con Jonathan ante la mirada molesta de Vicente y una Carla un tanto confundida.
— ¿Qué pasó? ¿De qué tenemos que hablar? —pregunta Adriano.
— ¿Que qué pasó?... ¡Pasó que Ezequiel nos vio besándonos ayer en las gradas de la cancha! Eso pasó.
Adriano muestra sorpresa en su rostro y permanece en silencio unos segundos, hasta que logra decir:
— ¿Estás seguro? ¿Cómo lo sabes?
— Porque acaba de decírmelo al salir del salón. No sé qué vamos a hacer.
— ¿No sabes qué vamos a hacer?... No sé tú, yo sí sé lo que tengo que hacer, vivir mi vida normalmente.
— Por Dios Adriano, ¿de qué hablas?
— Hablo de que me sabe a mierda que Ezequiel sea un homofóbico frustrado, o lo que piense el profesor Villalobos, yo soy yo, así soy. Mi familia y mis amigos me aceptan tal cual soy, ¿por qué tendría que importarme lo que piensen los demás?
— Porque a mí me importa, ¿te parece poco?... Adriano, yo no puedo andar por la universidad contigo agarrados de manos, la gente se burla de los maricones, eso tú lo sabes.
— La gente se burla de los maricones que no tienen las suficientes bolas para aceptar lo que son.
Jonathan mira fijamente a Adriano por unos segundos y luego baja la mirada. Con voz entrecortada dice:
— Adriano yo te quiero y lo sabes, eres muy importante para mí. Pero no logro entender que no me apoyes, que no me entiendas a mí. Así no podemos seguir, no puedo simplemente salir del closet y ser como tú.
— ¿Estás diciendo que terminamos?
— Si no estás dispuesto a hacer algo para evitar que sepan lo nuestro, pues… sí.
— Chévere, está bien. Que te vaya bien.
Adriano vuelve a la mesa donde están sus amigos, agarra su bolso y se va.
— ¡Mira! ¿Para dónde vas? —pregunta Carla, y se va tras él.
Vicente se levanta de la mesa y mira a Jonathan, pero luego decide irse con sus amigos.
Adriano les cuenta que Jonathan y él han terminado la relación, otra vez, y que ya no está dispuesto a volver.
-o-o-o-
Minutos más tarde, se encuentran todos sentados en el salón de clases. Adriano muy serio, junto a sus amigos. Jonathan no está, seguramente se fue a su casa. Ezequiel mira a Adriano con una ligera sonrisa.
— ¡Buenos días!
En ese momento entra al salón un hombre de más de treinta años de edad, 1,86 m, 90 Kg, piel bronceada, acuerpado, grueso pero atlético. Ojos color miel con unos lentes de aumento sobre ellos, nariz perfilada y unos labios muy sexies enmarcados por una barba tipo candado. Vestía un traje gris con camisa azul celeste y una corbata del mismo color.
— Mi nombre es Rodrigo Cabezas, soy su nuevo profesor de estadística.
— Buenos días —respondieron los jóvenes.
Carla y Adriano no podían evitar posar su mirada en aquel hombre, sin duda el profesor más sexy que hayan visto en la universidad. Vicente lo miraba con algo de recelo.
Después de una breve introducción, el profesor Cabezas empieza su clase:
— Como sabrán, la estadística es una ciencia que estudia el uso y análisis de una muestra de datos. Busca explicar las correlaciones y dependencias de un fenómeno físico o natural. Sin embargo, la estadística es más que eso, es una herramienta fundamental que permite llevar a cabo el proceso de la investigación científica…
“Herramienta”… Aquella palabra hacía eco en la mente de Adriano, quien se distrajo por un momento y desvió su mirada hasta el pantalón del profesor. A través de la tela se podía observar un paquete que daba fe de la buena dotación de aquel profesor. El jovencito enseguida imaginó alguna escena…
Se levanta de la silla, le dice al profesor que debe ir al baño y lo hace.
Estando ya frente al urinario y aprovechando la privacidad que aquel baño solitario le ofrece, saca su miembro y empieza a sobarlo. Poco a poco el pene inmaculado del joven comienza a tomar rigidez, dejando ver aquel hermoso glande rosado. Adriano suelta un ligero gemido de placer mientras se masturba lentamente…
De pronto alguien más entra en el baño, es el profesor de estadística quien desea descargar sus ganas de orinar.
Adriano no puede creerlo, se encuentra solo en el baño con aquel hombre tan sexy. Por un momento deja de tocarse y emula estar orinando, mientras el profesor a su lado suelta aquel chorro amarillo de cálida orina. El jovencito escucha el potente chorro chocar con la cerámica del urinario y disimuladamente intenta observar el pene de su profesor. Era hermoso, una verga gorda, oscura, venosa… Adriano tiene la boca echa agua.
— ¿Te gusta? —pregunta el profesor.
— ¿Ah?...
— ¿Que si te gusta?...
Adriano se enrojece por un momento, pero esa era una oportunidad única así que es el momento… “Sí” responde con timidez.
— No tengas miedo, no muerde —dice el Sr. Cabezas—, ¿por qué no lo tocas?
— ¿Seguro?
— Claro, ven…
Toma a Adriano de la camisa y lo lleva a uno de los cubículos del baño, cierra con seguro y vuelve a hacerle la invitación al joven. Adriano sin pensarlo dos veces comienza a tocar el pene del profesor. Puede sentir cómo aquella verga gruesa está palpitando entre sus manos y se hace cada vez más grande.
El profesor toma al muchacho por la barbilla y le da un beso. Adriano siente la barba áspera que raspa su cara, pero no le molesta, al contrario, le excita… Sus labios se encuentran con los del profesor, sus lenguas exploran aquellas bocas y juegan entre ellas.
Rodrigo desabotona la camisa de Adriano y desnuda el pecho lampiño del muchacho. Las tetillas rosadas son una clara invitación a ser chupadas. El profesor acerca su boca hasta el pecho de Adriano y empieza a chupar apasionadamente las tetillas. Solo se escucha en aquel ambiente la agitada respiración de ambos. El muchacho empieza a gemir, la lengua y labios del profesor, además de alguna que otra suave mordida, le propinan un placer inmensurable.
Cuando el Sr. Cabezas deja de chupar las tetillas de su joven estudiante, éste baja la mirada y observa cómo el miembro del profesor ha triplicado su tamaño. Está erguida, recta, bombeando y con la cabeza rojita.
Adriano tiene la boca echa agua y baja para meterse aquel gran miembro en su boca, que debía medir unos 24 cm. Empieza besándolo suavemente, moja con su saliva el glande y se va desplazando hasta la base para intentar tragárselo completo. Muy difícil, es un trozo de carne muy grande. Sin embargo, el profesor trata de ayudarle y con sus manos hace presión en la cabeza del joven que a los pocos segundos empieza a tener arcadas.
— ¿Te gusta? —vuelve a preguntar el profesor mientras levanta la cara del muchacho agarrándolo por el cabello.
— Sí, me gusta mucho —logra decir Adriano al sacarse aquel pene de la boca.
— Entonces no me lo digas, demuéstramelo.
Adriano vuelve a tragarse la verga gigante de su profesor, esta vez le atraviesa la garganta, logra metérsela completa, hasta los huevos. Con ojos llorosos el joven sigue mamando, para demostrarle a su profesor lo que le encanta tener aquella verga en su boca.
— Ya está bien duro y lubricado —dice el hombre—, párate, te lo quiero meter.
El muchacho obedece sin chistar, se pone de pie y le da la espalda a su profesor, quien se moja sus gruesos dedos y empieza a introducirlos en el tierno culito de su estudiante.
Adriano se queja, pero le encanta lo que siente.
Después de unos minutos con dos grandes dedos introducidos en su culo, Adriano se da cuenta que ya está dilatado.
— Métemelo —le pide al profesor.
— Así me gustan, que se pongan putas, que pidan güevo… Prepárate.
El profesor abre bien las nalgas del muchacho y pone su gran verga dura y gruesa en la entrada del culito del joven. Escupe sobre el culo de Adriano y empieza a hacer presión para meter con su verga la saliva dentro del agujero del chico.
— ¡Ah!... Me duele.
— Shhh… Tranquilo.
Rodrigo muerde suavemente la oreja de su estudiante para ayudarlo a relajarse, Adriano está muy excitado y comienza a ceder.
Poco a poco el profesor se mueve y Adriano no hace más que soltar pequeños gemidos, algunos de dolor, otros de placer. El muchacho siente cómo aquella verga tan grande, gruesa y venosa le atraviesa el culito, el dolor es inmenso pero la excitación es aún más grande. El Sr. Cabezas está feliz, no se había imaginado que en su primer día sería capaz de destrozar el culo joven de alguno de sus estudiantes.
Las embestidas son cada vez más fuertes, cuando de repente escuchan unos pasos. Alguien más acaba de entrar al baño.
Los amantes dejan de moverse, pero la verga del profesor sigue dentro del culo del muchacho.
Escuchan los pasos dirigirse a uno de los urinarios, seguramente algún estudiante que por cierto, está tarareando la melodía de una canción. Unos segundos y se oye un chorro caer sobre la cerámica.
El morboso profesor vuelve a embestir a su joven presa mientras le tapa la boca con una de sus manos. El extraño del baño aún sigue orinando.
Adriano no puede contenerse más, el placer y el dolor se mezclan dentro de su cuerpo y de algún modo siente la necesidad de dejarlos salir, un gemido sería perfecto en ese momento pero sabe que no debe. El profesor le presiona la boca al muchacho cada vez con más fuerza, consciente de que si es descubierto, ese podría ser su primer y último día de trabajo en la universidad. Pero el morbo también es grande, y sin dejar de tapar la boca de Adriano, sigue embistiendo cada vez más y más duro.
El extraño se cierra el pantalón, se lava las manos y sale del baño.
Rodrigo libera la boca de su joven estudiante quien no se contiene y empieza a gemir nuevamente. El profesor lo penetra como un loco.
Un par de minutos más hasta que Rodrigo siente que está a punto de explotar y saca su verga del culito del muchacho, que ya estaba bastante abierto por supuesto.
El profesor arrodilla al joven, pone un pie sobre la poceta y con la verga encima de la cara de Adriano, empieza a soltar chorros y chorros de semen blanco y caliente sobre la faz de aquel muchacho.
Chorros de leche de deslizan por la cara de Adriano. El joven, muy excitado y a punto de correrse también, sigue masturbándose y de pronto…
— ¡Ey, es contigo! —dice Carla.
Adriano abre sus ojos. Está nuevamente en el salón de clases, de vuelta a la realidad. Todo el mundo está observándolo, incluso el profesor…
— ¿Que qué? —pregunta Adriano.
— Le estoy preguntando que si sabe quién fue Blaise Pascal —lo interroga el profesor.
— Eh… Sí, sí, claro… Él fue el inventor de la calculadora, si mal no recuerdo.
— Así es, y uno de los padres de la teoría de probabilidad. Preste más atención, lo veo algo distraído.
— Disculpe, profesor.
Todo fue producto de la imaginación del muchacho, pero le hubiese encantado que aquello pasara en la vida real. Sin embargo, la erección que en este momento tiene Adriano entre sus piernas sí es real, y esta vez, asegurándose de que no está imaginando ya nada, pide permiso al profesor para ir al baño, el cual accede.
Definitivamente Adriano tenía que descargar sus ganas y a eso iba.
(Continuará…)