Toms Dinner
Cafetería.
Bebía un café a media mañana cerca de un restaurante por las orillas de la ciudad. El establecimiento estaba solo. Hernán era un muchacho común y corriente, a quien le preocupaba más si el día de mañana tendría algún tipo de conflicto en su trabajo a cómo iba vestido. Da un sorbo a su taza humeante, levanta la mirada y observa a los peatones moverse de un lugar a otro; está aburrido.
Se ha dado cuenta que la mitad de su vida hasta sus 25 años ha sido simple, a pesar de su juventud y su agilidad para hacer muchas cosas, él prefiere pasar desapercibido, qué mejor que disfrutar uno de los pocos días libres del año sentado en la cafetería de la esquina, vaya patético.
Abre el periódico, hay una historia al frente, parece ser de un actor que murió abandonado, nunca escuchó de él, no le interesa, pasa a la sección del horóscopo. El hombre que vierte la leche en café se acerca, Hernán no hace caso y gira la mirada una vez más a la calle; un muchacho en sus patines parece verle con atención, alrededor de 18 años, tal vez más joven. Se pone nervioso, sólo para darse cuenta de que no lo mira a él, sino a su propio reflejo. La campana de la puerta se hace sonar; alguien entra.
-Siempre es un gusto volver a verte… -Dice el hombre tras el mostrador-
-Digo lo mismo Joaquín –Muestra una sonrisa deslumbrante, tal vez la más linda que Hernán haya visto desde el bachiller-.
Se trata de un hombre de alrededor 35 años, con cuerpo duro y barba cerrada. Sacude su paraguas como si afuera estuviese lloviendo, lo cierra y lo deja en la entrada. Se acerca y hace un pedido, después se sienta en una de las sillas cerca del mostrador, el mismo hombre le sirve leche a su bebida, podría ser también café, o chocolate. No lo sabe.
El clima es fresco, el misterioso hombre sorbe su nariz y da un trago a su bebida. Hernán lo mira de espaldas, se mueve suavemente sobre su asiento. Saca una pequeña libreta de su mochila que lleva a todos lados, abre una página al azar, por lo menos ahora tendrá a alguien de quien hacer notas, eso era interesante; hacer notar de las personas, tal vez un dibujo, aunque muy dentro de él sabía que era extraño, qué más da, nadie lo miraba, no era importante.
“Le gusta ver películas los domingos por la tarde en compañía de su esposa. Los viernes saca a su hija a dar una vuelta en bicicleta, y de lunes a miércoles trabaja por las noches en un gimnasio para mantenerse en forma”. Todo en forma de lista, después lo mira una vez más y dibuja las curvas de su espalda, bajando hasta su cintura donde hay dos bultos casi imperceptibles de peso extra. Le mira con atención, se esmera en su trazo como siempre lo ha hecho, muerde su labio. Pasa por su cabello, sus hombros y al final sus posaderas sobre la silla alta.
Está a punto de terminar, suda un poco por la concentración, no piensa en el tiempo, tampoco en los ruidos del tráfico escaseado, y mucho menos en el lugar en el que se encuentra. Ha terminado, levanta la mirada mientras una sonrisa tímida de satisfacción pincela sus labios, ajusta sus lentes y le mira otra vez. Traga saliva al darse cuenta de que el sujeto lo ha observado todo el tiempo por el espejo que está frente a él; en ese momento llega a odiar profundamente los reflejos.
El hombre del paraguas se pone de pie, da media vuelta con su bebida humeante en la mano, cabizbajo llega hasta donde se encuentra Hernán, lo mira por poco tiempo, lo que hace ponerle nervioso. Mete sus cosas a la mochila dispuesto a salir, se alarma.
-¿Puedo sentarme? –Escuchar decir al sujeto. Hernán traga saliva preguntándose si es a él a quien se dirige-.
-Claro –Musita-.
Le hace caso deslizándose por el sillón largo de la mesa para cuatro personas, Hernán se deja caer de hombros mientras el sujeto lo observa, él lo sabe, sabe que lo observa y eso le incomoda, le hace sudar y portarse estúpido.
-¿Qué hacías en tu libreta? Parecías inspirado –Da un sorbo a su café-.
-Nada, simplemente… -Mira a otro lado- Dibujaba algo…
-¿Algo? Ya, ¿y qué es ese algo? –Seguía mirándolo-.
-Nada en especial, simplemente perder el tiempo –Acomodó sus lentes-.
-¿Me dejas verlo? –Aclaró su voz-
Hernán se quedó callado; nunca nadie le había pedido eso, simplemente los guardaba para él mismo mientras esperaba el regreso a casa y pegarlos en su libreta de cosas finitas, más bien, un diario de dibujos que él deseaba algún día fueran infinitos.
-No, es algo personal… lo siento… -Susurra como si sólo estuviese él-.
-No hay problema con eso, ¿eres de los alrededores? –Sigue cuestionando, lo que hace pensar a Hernán cosas raras, es muy anormal que alguien se interese en él, además nunca deja preguntarse nada por miedo a que descubran su secreto, saber que, no hay nada interesante en su vida, en su trabajo o en su mundo.
-Sí, a unas cuadras de aquí –Posa la mano en su café, hace círculos en la boquilla de la taza-.
-Acabo de llegar hace unos días –Hernán lo escucha-.
-No te creo… -Logra decir-.
-¿y eso?
-El señor de la cafetería dijo que es un gusto verte de nuevo –Lo mira-.
-Lo sé, pero ser nuevo aquí no quiere decir que no haya venido antes a éste lugar muchacho…
Sabe que tiene razón, eso lo sonroja, aunque no está seguro si por hacer obvio que escuchó su conversación al entrar, o no le pasó esa idea por la cabeza, sabe que es mejor no hablar, regresar a su departamento sin no antes pasar por la biblioteca a comprar una que otra novela que le ayude a practicar algún idiota extranjero.
-Me tengo que ir –Toma su mochila y se pone de pie, saca unas monedas de su bolsillo y las tira sobre la mesa-.
-Espera hombre –Escucha la voz del individuo a su lado- ni siquiera me has dicho cómo te llamas, que burro, ni yo mismo me he presentado… mi nombre es Leslie –Extiende su mano-.
Hernán no sabe si aceptar, no sabe si le está jugando una broma de mal gusto, ¿Quién se llama así? Ese es un nombre de mujer, piensa por momentos fugaces que simplemente se está burlando de él. Muerde su labio.
-Hernán –Acepta el apretón, y camina a la salida sin decir nada más-.
Antes de llegar a la puerta, recuerda orinar, desde hace un buen rato tenía ganas, pero no suficientes, además de que, el frio allá afuera le aumentará la sensibilidad en su anatomía, y así, no podrá escoger bien los libros. Empuja la puerta y entra a los baños.
Tiene una mala costumbre, no usa los orinales, le parece que los hombres lo observan y eso no es de su agrado, a pesar de que no hay nadie dentro, tiene miedo de que cuando éste evacuando el líquido se le interrumpa, por lo que entra a un cubículo, baja su cierre y suelta la orina lo que provoca que un suspiro salga de su boca. Alguien más entra al cuarto, no le da importancia y sigue.
Arregla un poco su ropa, talla sus manos en el pantalón, toma su mochila que tira a su espalda y abre la puerta, el sujeto que entró ahora lava sus manos, se pone nervioso al darse cuenta que se trata de Leslie, aquel hombre con el tatuaje en el cuello y mirada color negro penetrante. Duda en acercarse, pero tiene que lavar sus manos, trata de ignorarlo dejando que el agua escurra por sus dedos.
-Qué frio hay allá afuera ¡Uf! Hubiese traído algún abrigo –Siente su mirada encima-.
-Digo lo mismo –Moja sus labios-.
-Es el primer viernes por la mañana que tengo un frio como éste, quien lo diría, al otro lado del país las cosas no son así, no por estas fechas –Suelta una risa escueta-.
Hernán tiene ganas de preguntar a qué se refiere, pero se contiene. Cierra el grifo y una vez más, limpia sus manos en sus vaqueros.
-¿Te molestia si te pido un favor? –Escucha la voz del hombre antes de salir- Soy nuevo aquí, en la ciudad, y el señor dueño del local es mi tío, por eso mismo me dijo que gusto en verme otra vez, aunque me haya dicho lo mismo ayer… te lo digo por si te lo preguntas…
-Siento mi indiscreción de hace un momento, no debo escuchar conversaciones ajenas…
-No te preocupes por eso, no pasa nada… te decía que no conozco mucho de acá, por lo que, me sería un gusto por lo menos, conocer el centro, o algún lugar, alguna biblioteca, o que se yo… no te lo pido ahora, podrá ser otro día…
-Tengo trabajo, solamente tengo 2 días libres a la semana –Se vuelve y lo mira-.
-Otro día tal vez –busca en su bolsillo- toma, te dejo mi tarjeta, son recientes, las acabo de imprimir –La toma entre sus manos, parece que es limpiador de ventanas- No es el mejor trabajo del mundo, pero lo hago por diversión, suena tonto lo sé, lo que importa es el número telefónico, cuando tengas tiempos, me puedes llamar…
Hernán asiente con la cabeza, sale del baño, se despide con la mano del señor, en menos de 30 segundos está fuera caminando por la calle. Es el único sujeto que lleva una mochila en su espalda, no lo hace sentirse extraño, está acostumbrado. Sus lentes se empañan por el frio, los limpia con sus mangas y mira la tarjeta que aquel sujeto le acaba de dar. Sonríe torpemente, ni siquiera saber por qué.
Kilómetros atrás, Leslie esta con sus manos recargadas sobre el mostrador, sostiene su rostro con sus ellas y mira a su tío que limpia el lugar con cuidado. Abre el periódico y mira las noticias, no hay nada interesante, tampoco logra ubicar a el hombre que acaba de morir, no le da importancia alguna; da un bostezo. Se siente despreocupado, cansado y mucho más joven de lo que aparenta ser.
-¿Cómo va el trabajo de limpiar ventanas hijo? –Pregunta su tío-.
-Va bien, es interesante, o por lo menos eso quiero pensar… -Toma uno de los dulces de bolas de colores que están sobre la cinta-.
-Tú y tus locuras, no tienes ni la más mínima de qué hacer con tu tiempo libre…
-No es fácil que tu abuelo te haya dejado una herencia para mantener vivos a tus hijos por el resto de sus días, bueno… si los tuviese… -Suspira-.
-Punto a favor –Desliza la franela por el brillante acero-.
-¿Conoces al actor que murió bebiendo? –Frunce el ceño-.
-No, no lo conozco, pasan cualquier estupidez en los periódicos, y lo peor es que, a nadie le importa, además, ¿ese periódico? Es para idiotas.
-No es mío, lo tenía el muchacho que estaba sentado justo allá ¿sabes cuál? -Mi tío asiente-.
-Sí, aunque no lo veo mucho por acá, son pocas veces… es un poco extraño, tiene una mala costumbre de ver extraño a las personas y anotar cosas en sus libretas, creo que los dibuja y eso es perturbador
Sin embargo a Leslie eso no le parece para nada perturbador, le parece interesante en un hombre de tal vez 28 años, edad en la que se supone que tienes que ser más maduro de mentalidad. Había algo en su mirada apagada y gris, algo destellante y nuevo para sus ojos, al verle dibujar con precisión le sacó de sus pensamientos, le llamó la atención y quiso acercarse.
No era difícil para él socializar, por eso mismo no tenía una buena fama entre sus amigos, todos pensaba que era un fácil, pero no de esos fáciles, sino de las personas que rápidamente te pueden hacer una plática, esas típicas personas que a todo mundo caen bien, y con ese nombre, podría sacar sonrisas a cualquiera.
-Da, da, da, da, da, da… -Comienza a tararear-.