Tomé a la hermana de mi novio

Sentirme lesbiana siempre ha sido mi secreto, viviéndolo como un sentimiento más que como una condición. Mi novio Borja es un encanto de hombre y tiene mi misma edad, "veintiséis años".

Sentirme lesbiana siempre ha sido mi secreto, viviéndolo como un sentimiento más que como una condición.

Mi novio Borja es un encanto de hombre y tiene mi misma edad, "veintiséis años". Cuando lo llevo a mi piso, me gusta que  Laura nos oiga hacer el amor "y se remueva", porque sueño con comer su chocho otra vez, como hace tres meses, cuando hicimos el amor; "aunque según ella no nos gustan las chicas, "que solo nos calentamos esa noche".

Borja me invitó a pasar el fin de semana, en la casa de sus padres en la montaña, allí conocí a su hermana Alicia, ¡que es preciosa! Ella tiene treinta y cinco años, es una pelirroja muy guapa, aunque es muy tímida e intenta disimular su belleza; Alicia tiene unos ojos verdes preciosos.

Los padres de Borja son muy antiguos y no conciben el coito fuera del matrimonio, de camino a su casa Borja me dijo que no dormiríamos juntos. Al llegar me presentó formalmente a toda su familia, su madre, que se llama Matilde me habló.

—Cuanto me alegra que pases estos días con nosotros, Isabel

—Es usted muy amable Matilde, muchas gracias.

—De nada Isabel, durante tu estancia, querida, dormirás en la habitación de Alicia que está encantada de que la acompañes.

—Gracias señora, así Alicia y yo nos conocemos —dije.

— ¡Que dulce eres Isabel, gracias!, —contestó Matilde.

Borja me acompañó a la habitación de Alicia llevando mi maleta, y por el camino, y ya solos, me dio las gracias por ser tan comprensiva, y le respondí.

—Borja, no me las des, yo vengo a disfrutar de la naturaleza contigo, del sexo ya habrá tiempo; ¡además!, "estos paisajes son perfectos para mi afición a la fotografía", aquí haré muy buenas fotos, algunas me servirán para mi próxima exposición.

—Gracias mi rubita, veras como Alicia te cae muy bien.

—Seguro que si Borja.

Borja me dejó en la puerta de la habitación de Alicia y se marchó, entré y la vi a ella poniendo las sábanas limpias a las dos camas.

— ¿Que cama prefieres Isabel? —me preguntó.

— ¿Cuál es la tuya Alicia?

—Esta, pero me da lo mismo una que otra Isabel.

—Pues para mí la otra, no te voy a quitar la cama mujer.

Ella se duchó en el baño de la habitación, mientras yo deshacía las maletas. Salió en ropa interior, con una bata echada sobre los hombros, entonces me desnudé completamente delante de ella mientras hablábamos, mostrando mi cuerpo con naturalidad y descaro; luego entré al baño a darme una ducha también; que gustó mucho relajarme después del viaje con el agua caliente. Al terminar me sequé y salí desnuda otra vez, y me encontré a Alicia sentada en la cama, ya vestida para cenar, "preciosa"; Alicia juntó mucho las rodillas, "como fatigosa"  al verme salir desnuda de la ducha, y me preguntó.

—Isabel, ¿Quieres que salga o que me gire mientras te vistes?

—Ni hablar Alicia, ¡quédate!, "y no me des la espalda", ¡que somos dos mujeres!, ¿tú no te desnudas con tus amigas?

—No, nos da corte Isabel, somos todas muy tímidas.

Entonces ella se quedó mirando mi cuerpo desnudo muy fijamente, y hablándome sin parar, "no dejó de hablarme ni un momento", muy rápido y visiblemente nerviosa, mientras yo deshacía mi maleta antes de ponerme ninguna prenda de vestir, "ni bragas siquiera", abriendo mis piernas al agacharme para sacar las cosas, mostrándole mi vagina rosada y abierta como una flor, también zarandeé mis pechos en el aire ante sus ojos, mientras ordenaba mi ropa sobre la cama. Al ver como sus ojos me devoraban, noté ponerse duros mis pezones, "tan duros como gomas de borrar". Su mirada me dijo cosas que su boca no, estaba claro que me deseaba, que su cuerpo se había revolucionado por mí, ¡y eso me excitó mucho!, porque mi sueño siempre había sido estar con una pelirroja, pero nunca antes surgió la ocasión; desde ese momento Borja quedó en un segundo plano, ¡Alicia tenía que ser mía!

Bajamos juntas a cenar, yo me había puesto una blusa blanca y una minifalda  azul marino muy corta, "tan corta que estaba más cerca de mi chocho que de mis rodillas". En el comedor se sentó a mi lado Borja, y enfrente su hermana Alicia, que llevaba un vestido de fiesta súper elegante, flanqueada por sus padres. Durante la cena Alicia me miraba nerviosa con esos ojazos verdes adornados de rímel; después de los cumplidos que me dedicó su padre, hablando sobre mi belleza nórdica, le pregunté a Alicia.

—Alicia, ¿tienes novio?

—No tengo Isabel, tuve novio dos años, pero rompimos.

Mientras ella me explicaba lo triste que fue la ruptura con su novio, haciéndome ojitos, yo estiré una pierna bajo la mesa, "oculta por las enagüillas"; y le metí el pie entre los muslos a Alicia, ¡ella abrió mucho los ojos y tartamudeó!, dejando de hablar; me miró en silencio y sus mejillas se pusieron rojas como un tomate. Con la uña del dedo gordo de mi pie derecho "enganché sus bragas", y las aparté a un lado, rozando su coño con mi dedo gordo, el cual lucía la uña pintada con esmalte negro, apreté los músculos de mi pierna y "de arriba abajo" paseé mi dedo obsceno entre sus labios menores, ¡sin medias ni bragas!, ¡a pelo! Mi dedo se empapó de ella, lo restregué por su raja unos minutos muy despacio,  mientras todos comíamos y hablábamos, "bueno Alicia comía poco"; le saqué el pie y lo enfundé en mi zapato de tacón, "que me entró perfectamente", untado como estaba con la humedad de ella. Le guiñé un ojo y ella entornó los suyos, mirándome entre excitada y confusa (por su mirada supe que se había corrido sobre la silla de terciopelo rojo).

—Hija qué te pasa —preguntó su madre.

—Nada mama, solo un sofoco, será de la chimenea.

Leonardo, no eches más trocos hoy al fuego  —le dijo su madre a su padre.

Al terminar de cenar me despedí de Borja y acompañé a Alicia a nuestro dormitorio (ya era hora de dormir), al entrar, ella cerró la puerta y me habló.

—Isabel, ¡te podían haber pillado!, ¡que atrevida eres chica!; y, ¿cómo has sabido que me gustas?, ¿o que me gustan las mujeres?, cuando, ¡me has metido el pie en mi bollo!

—Alicia, por cómo me miraste antes, cuando salí desnuda del baño, supe que me deseabas.

—Eres una rubia muy bella.

—No fue admiración a mi belleza lo que vi en ti, fue deseo, entonces te quise dar placer en el comedor para romper tabúes, con un juego de riesgo, como ha sido correrte con mi pie delante de tus anticuados padres, ¡un reto conseguido!; ¿Alicia te gustan más los hombres o las mujeres?, y otra cosa, ¿con cuantas mujeres has hecho el amor?, lo que me digas, si me lo quieres contar, claro está, será nuestro secreto, ¡palabra!

—Isabel, ¿sabes?, solo me gustan las mujeres, por eso dejé a mi novio, porque no lo deseaba; nunca he estado con ninguna mujer a solas haciendo sexo, solo me toco imaginando mujeres que conozco, pero mi timidez y falta de determinación me han impedido buscar amor; Isabel: ¿tú me has tocado porque te gustan las mujeres o por probar?

—Por probar Alicia y porque sé que me gustara contigo (ella no necesitaba saber nada mas), y aunque yo quiero a tu hermano Borja, ¡ahora!, ¡y aquí!, solo deseo darte placer y deshacer un poco de tu tiempo perdido, algo íntimo para las dos.

Alicia no dijo nada, solo dio un suspiro que sonó en toda la habitación, "como un gran peso que se quitara de encima", "como el suspiro que di yo mi primera vez con una mujer"; después se desabrochó el vestido y lo dejó caer al suelo, tras él cual se quitó el sujetador y lo posó en mis manos, lo mismo hizo con sus bragas negras y su ligero del mismo color; pero se dejó puestas las medias negras, que hacían juego con mi laca de uñas.

Me desnudé y me acerqué a ella mirándola con deseo, posé mis manos en su espalda y juntamos nuestros pechos desnudos, rozando los pezones; los pelos de su pelirrojo chocho arañaron la suave piel de mi depilado pubis, su calor y su aroma me embriagaron. Después rodeé su cabeza abrazando su nuca  y acariciándola. Junté mis labios con los suyos muy despacio, sin apartar la mirada ninguna de las dos, chupé sus labios y le clavé mi lengua en su boca, que se abrió para mí relajada. Mi lengua se acopló debajo de la de Alicia, succioné su lengua y la atrapé, mordiéndola con mis dientes, ¡con fuerza!, pero sin herirla.

La cogí de la mano y la llevé a su escritorio, y le  pedí que se sentara en él con las piernas abiertas. Alicia se sentó y apoyó sus tobillos en el borde de madera. Cogí una silla y me senté mirando al escritorio, frente a sus piernas abiertas; con mi boca a la altura del pelirrojo vello de su chocho; acerqué mi cara a su sexo y respiré fuertemente junto a su raja, su deseado olor  llegó a mis fosas nasales como un manjar; unnn, mordí su pubis llenando mi boca con sus pelos, y ella agarro mi melena rubia y se la restregó contra su bajo vientre (su vello púbico pelirrojo parecía fuego del que salía la llama rubia de mis cabellos).

Pasé mi lengua por su coño de abajo arriba, notando sus gordos labios mayores, al darle otra pasada con la lengua ya habían emergido sus labios menores, rosados, gordos, carnosos y brillantes, unnnn; los chupé con mimo, ¡muy despacio!, retorciéndolos dentro de mi boca, entonces Alicia me dijo.

— ¿Que me haces Isabel?, ¿no ves que se me va la cabeza?, ¡cuantos años perdidos Isabel!

Acto seguido se corrió en mi boca, en mi barbilla, en mis pechos desnudos; su fuente me regó, y choreó por su coño hasta el ojete de su culo, a la altura del tablero de la mesa; le metí mi lengua bajo su cuerpo como una cuchara carnal, absorbiendo toda su esencia derramada, laminado la mesa y el ojete de su culo a la vez. Después nos acostamos en su cama, y le dije.

—Alicia, ahora tú por favor, ¡cómeme el coño hasta que me corra de gusto!, por favor que estoy que ardo —Lo hizo muy bien.

Mordió mi culo prieto, señalando sus dientes en mis cachetes, como una improvisada  mujer loba de esas montañas. ¡Qué placer más grande!,  "me metió su lengua entera en el agujero del culo", para lo cual me lo abrió tirando de mis cachetes con sus manos, como si mis glúteos fueran las hojas de una ventana, y jugueteó en el interior, ¡coño con la tímida pelirroja!, (pensé). Después me chupó el coño, estampando sobre mi raja su cara, ¡muy apretada!, y sorbiendo y gimiendo con mi sabor. Luego dilató mi vagina con tres dedos, paro un poco, sacando de la mesita de noche un aparato con dos penes de látex enormes y unidos.

—Isabel, te presento a mi osito jajaj, me dijo mostrándome el aparato de doble pene. Ni corta ni perezosa me zampó en el coño la punta de ese "robot de vagina", ella accionó el botón y mi chocho comenzó a vibrar, ¡temblándome hasta el vientre!, me sentí extraña pero me gustó, animada ella, lo achuchó más adentro, metiéndome entero uno de los dos extremos de aquel aparato, ¡enorme!, ¡no sé cómo me entró! Luego se puso frente a mí e intentó meterse el otro extremo, yo la detuve, me saqué su juguete del mismísimo y le dije.

—Déjame a mí meterte algo distinto Alicia.

Acerqué mi mano derecha a su dilatado coño y le metí dos dedos, moviéndolos como si ordeñara su coño, después le metí los cinco dedos a la vez, solo en la entrada de su ser, los retorcí y se estremeció, apreté mi mano y le metí todos los dedos "hasta los nudillos", su vagina era una empanada abierta; ¡nunca le había hecho eso a ninguna mujer!, y se lo hice a una novata, que para colmo me dijo.

—Méteme la mano Isabel, ¡ábreme! —me dijo, y sacó un tarro de vaselina de su mesita de noche entregándomelo.

—Que ganas de ti Alicia —le hablé, y ella abrió más las piernas y cerró los ojos esperándome.

Saqué mis cinco dedos que aún permanecían en su interior, los extendí y con la ayuda de la otra mano los impregne de vaselina; froté su sexo dejándolo brillante como un pollo para el horno. Volví a meterle mis cinco dedos ya impregnados de vaselina, los  plegué entre sí como punta de lanza, encabezados por mis uñas pintadas de negro, cortadas y pulidas; apreté más y la mano entera se metió en su vagina, ¡yo estaba, muy, muy excitada!, ¡¡apreté más aún!!, y la mano se perdió en su interior, Alicia dio un gemido casi gutural y su chocho se cerró como planta carnívora sobre mi mano, atrapando mi brazo por la muñeca, a la altura de mi pulsera de plata; de la que algunos adornos quedaron en su interior  y otros colgando en el exterior de Alicia; en ese momento ella era mi muñeca pelirroja, y yo su ventrílocua sexual.

Al día siguiente Borja y yo fuimos a hacer fotos por la naturaleza; me sentía mal, tenía remordimientos, "no me arrepentía de sacar a Alicia del armario", sino que me sentía mal por hacerlo a espaldas de un novio tan buena persona, ¡se lo tenía que compensar!

En lo alto de unas rocas le hice una mamada sin coito, fue la primera vez que me rebajé a chupársela a un hombre fuera de la cama, y lo hice con gusto proponiéndoselo así.

—Borja, quédate ahí de pie que te la voy a chupar.

— ¡Y eso Isabel!

—Es un deseo antiguo que te ha tocado a ti.

— ¡Gracias mi rubita!, que emoción.

Me puse de rodillas, abrí su bragueta y saqué su pene semi erecto, y lo chupé con energía chocando mi nariz con la cremallera entreabierta de sus vaqueros, ¡se le puso duro como un tronco!, mis labios sentían como su punta los abría mucho, hasta que se corrió en mi lengua," blanqueándola hasta la campanilla"; tragué su semen y después saqué sus distendidos huevos del pantalón, por la bragueta también, "chupándolos los dos a la vez", llenando mi boca con su bolsa escrotal, mientras su pene aún erecto se apoyaba en mi frente; él me dijo.

—Isabel, ¡que gusto más grande!, aquí en el campo correrme dentro de tu boca, me has hecho un hombre muy feliz mi rubita.

—Lo sé Borja, lo sé.

El resto del fin de semana fue un frenesí de sexo a dos bandas, y de secretos, sobre todo de secretos de los sentidos.

—Fin—

© Isabel Nielibra 2016