Tomando el toro por los cuernos
No se si califica como historia, pero acá les va un poco de mis experiencias en esto del sexo, algo que se ha vuelto mucho más interesante desde que dejé la casa de mis padres y comencé a estudiar en la Universidad, espero que les agrade.
Tomando el toro por los cuernos.
No se si esto valga como relato, pero como he visto que mucha gente cuenta acá sus historias quiero también contar algo sobre mi, ya me dirán ustedes si fue o no bueno.
Cuando comencé la Universidad, me mudé con una amiga a un pequeño departamento de dos habitaciones y renta compartida, en una urbanización cómoda y pequeña, a penas treinta y dos departamentos distribuidos en cuatro edificios pequeños, súper agradable.
Quizás por el mismo hecho de ser una urbanización pequeña, los vecinos casi todos se conocen, hay grupos para correr por las mañanas y las tardes organizados por las mujeres, los chicos juegan softball en un terreno que forma parte de las áreas comunes, hasta los viejitos se reunen en la placita central para jugar dominó. Fue ahí en donde vi al chico con el que tuve -o tengo- esta historia.
Suele jugar al softball con los otros chicos, o entrenar en un gimnasio al aire libre que está dentro de la urbanización y es realmente atractivo. Lo primero que me llamó la atención es la estatura, altísimo (más de dos metros) Además, con un cuerpo esculpido por muchos años de entrenamiento que quita el hipo chicas, puedes lavar la ropa en esos abdominales y abrir nueces con esas nalgas jajajajaja.
El punto está, y creo que aquí comienza realmente la historia, en que cuando yo lo veía no solía manifestar los típicos suspiros de la chica que ve de lejos al príncipe azul, acá había otra cosa. Mi imaginación no volaba con cupido precisamente, me lo imaginaba desnudo, me veía a mi misma disfrutando de ese cuerpo. Si, deseo crudo y carnal, no es que jamás hubiese mojado las bragas por un chico -eso sería mentir- pero siempre había de por medio un sentimiento de romanticismo que aquí no parecía ser lo más sobresaliente.
Al principio, me limité a ignorar el asunto, pensé: "Bueno, te gusta, lo deseas, pero ni modo que vayas y se lo digas, no?" Pero luego, después de muchos cafés con las amigas en donde hablábamos sobre tomar o no la iniciativa cuando alguien nos gusta, me di cuenta de que en mi vida sexual nunca había decidido yo, por lo menos no de frente ¿Y qué tiene de malo que a una mujer le guste un hombre y decida que se lo quiere llevar a la cama, sin tener que desplegar toda una técnica de seducción, en donde le hacemos creer que es él quién nos vio, quién nos sedujo y se acostó con nosotras? No hablo de ir de puta, si lo quieren llamar así, sino más bien de plantearte la posiblidad de "tomar el toro por los cuernos", como dice el título de esta historia, olvidarte de las tramas de la bella durmiente, levantarte de la cama y salir a besar al príncipe, o a cojértelo si es lo que te provoca.
Como la comunidad es pequeña, no fue muy complicado comenzar a tratarlo, el saludo de todos los días, encontrarlo en la caminería cuando salgo a ejercitarme, en fin la idea fue hablarle con frecuencia sin darle tantas vueltas. Poco a poco, descubrí que teníamos bastante en común, nos gustaba buena parte de la misma música, incluso algunos vídeo juegos! La conexión se había hecho.
¿Y ahora? ¿Me iba a matar entrenando por las mañanas para ver si me invitaba a tomar algo? ¿Me haría fanática del softball? Nada que ver, ya sabía lo esencial, no tenía esposa o novia esperándolo en el departamento, yo no estaba de mal ver -aunque soy delgadita y de tetas pequeñas tengo un buen culo para ofrecer- y hasta ahora habíamos tenido buena química, así que di el paso:
Oye ¿Quieres ir a mi departamento? Tengo unas grabaciones de música que quiero mostrarte.
Claro, dime cuándo.
¿Puede ser mañana por la tarde? Mi compañera de piso tiene clases hasta la noche así no habrá nadie más.
Si le pareció muy atrevido o no, la verdad es que no lo dijo, pero lo importante fue que aceptó, y no tenía intenciones de dejarlo pasar. Ese día me puse uno de mis shorts cortitos -que acá se usan siempre, tampoco es una ignominia- una remera de tirantes blanca sin nada debajo, de esas que te marcan discretamente los pezones cuando se endurecen, y un hilo mínimo de esos que no deja nada a la imaginación, de un color rosa lo suficientemente intenso como para asomarse discretamente bajo la ropa.
Cuando llegó al departamento, me miró de arriba a abajo muy discretamente y por la forma en que entornó los ojos supe que estaba lo suficientemente ligerita de ropa como para llamar su atención. Le ofrecí una cerveza helada, saqué mi laptop con su lista de canciones y video juegos y comenzamos a charlar.
Tenía claro para qué lo estaba invitando, así que no me anduve mucho por las ramas, me senté a su lado y comencé mi juego, rozándole las rodillas, poniéndole la mano sobre la pierna -a veces en la rodilla, a veces un tanto más arriba, hacia la cara interior del muslo- tocándole el brazo, todo en medio de la conversación, de lo más tranquila y sin cortarme. Caray, tendría que sufrir retardo mental para no darse cuenta, además él tenía 36 , no creo que a esa edad una chica medio vestida de 21 años como yo tenga que ponerte las cosas con un letrero de neón, y en efecto así fue.
Al principio se notaba medio nervioso, pero luego comenzó a mirarme como un depredador, estaba captando el mensaje, y me lo dejó bien claro cuando lo dijo de frente.
Oye linda, me estás tocando mucho, sabes?
Y eso te molesta?
Nooo para nada, pero... eso me da pie a pensar que yo también puedo tocarte, no crees?
Tócame...
Con toda la sencillez del mundo, tomé una de sus manos y la puse más arriba de mis rodillas, no hizo falta más. Enseguida se inclinó, buscó mi boca y me obsequió un beso largo y delicioso que me supo a cielo, que venía deseando desde hace semanas, y que me hizo mojar hasta el nombre. Lo siguiente que hice, fue tomarlo de la mano y decir las palabras mágicas.
- Ven, vamos a mi habitación.
Esa cara de excitación y sorpresa fue un poema erótico delicioso que jamás podré olvidar. Le pedí que se sentara al borde de mi cama y como quien desenvuelve un dulce que ha deseado por mucho tiempo, tomé el bajo de su remera y la levanté por su torso hasta sacarla por su cabeza, hice lo mismo con mi propia remera y luego senté sobre sus piernas para disfrutar de un rico abrazo que me dejara sentir en la piel cada uno de esos hermosos músculos que me habían hecho babear.
Te deseo desde que te vi la primera vez, sabías? -Le dije con la voz quebrada por la excitación-.
Yo también... eres mucho más abierta de lo que pensé...
¿Eso te incomoda?
Jajajajaja ya verás si me incomoda...
Me empujó un poco hacia atrás para acceder a mis senos, tomó uno con sus manos - le cabe perfecto- mientras comenzó a succionar el otro haciéndome perder del deseo. Creo que la expectación de haberlo buscado y simplemente traerlo para coger esa tarde me puso literalmente en celo, ya entiendo porque a los chicos les encanta tanto esto de cazar a su presa!
¿Tienes condones aquí?
Si, en la mesa de noche...
Es lo último que recuerdo con claridad, antes de encontrarme en cuatro patas sobre el colchón, abierta de piernas y siendo generosamente penetrada desde atrás, hasta correrme entre gritos incoherentes y caer rendida sobre las sábanas.
Luego de esa vez, he probado muchas cosas con mi vecino y amigo, ya les contaré luego si les apetece saberlo, lo importante hasta este punto, es que tomar el toro por los cuernos es una gozada y estoy disfrutando del mejor sexo que he tenido sin remordimientos.
¿Qué les ha parecido mi historia? Me encantaría saber sus comentarios, no sólo del trabajo en si, sino también de la experiencia que les conté. Les dejo mi correo abierto por si quieren escribir. Eso si, absténgase de buscarme para cibersex, con todo respeto no ando pendiente de esas cosas, les leo pronto.