Toma y dame

Jugando al sexo... el, ella, lo que salga, hasta donde queramos llegar. (Nuevamente a cuatro manos con Cripseride)

Toma y dame

El

Nos mirábamos fijamente a los ojos y sin embargo no veíamos nada. Toda la atención de nuestros sentidos estaba en nuestros pies.

Estábamos desnudos, uno frente al otro, nuestras espaldas sostenidas por cómodas almohadas. Mis manos recorrían lentamente mi pene, rozándolo, apenas acariciando para que la sangre fluyera hacia él y lo hinchara y agrandara para ella.

Los dedos de nuestros pies jugaban entre ellos, tratábamos de recuperar, en ese juego, aquella capacidad prensil de nuestros ancestros, desaparecida al bajar de los árboles.

Sus pequeños pies subían a veces a jugar con mi pantorrilla, apenas tocando los vellos de mis piernas, haciendo que un estremecimiento me recorriera hasta los genitales.

Ahora mis ojos se dirigieron a sus oscuros pezones, erguidos, amenazantes, mientras una de mis manos tomaba con suavidad mis testículos y los acariciaban con suavidad, mientras un dedo de mi otra mano, tomaba la prematura gota seminal y la esparcía por la hinchada cabeza de mi pene.

Mi dedo hacía círculos por el borde del glande, esparciendo mi propia lubricación y haciendo que mi glande brillara por la tensión que la sangre acumulada en él provocaba.

Nuevamente la miré, esta vez me fije en su abdomen, fino, casi delgado, que subía y bajaba a un ritmo casi estertóreo, alocado, que transformaba esa escena en una delicia a la mirada.

De repente siento que su cuerpo se adelanta un poco, ya nuestras piernas están enredadas a la altura de las rodillas, mis pies acariciando sus caderas, los de ella las mías, una nueva fase del juego va a comenzar.

Ella

Mis pies acarician sus caderas lenta, parsimoniosamente, con perezosa lentitud reptan camino arriba hacia su pecho y en el enredan el vello, siento los dedos de sus pies en la base de mis costillas queriendo acariciar torpemente su geografía, la caricia me haría cosquillas si no fuera porque lo único que no hay en mi mente es deseos de reír, quiero gemir, quiero gritar, deseo sentir su pene penetrar en lo más profundo de mi ser pero ¿reír? eso será definitivamente después.

Mis dedos siguen decididos en su pecho acariciando y en un momento dado él atrapa uno en sus manos y lo masajea suavemente, me hace cosquillas con los dedos en la planta de los pies y yo suelto una carcajada ruidosa que retumba en las paredes de una habitación que por largo rato sólo supo de gemidos, intenta besarme el pie que tiene apresado y yo lo evito poniendo el otro entre su mandíbula y mi otro pie, me lo lame con malicia mirándome a los ojos y yo suspiro dejándome caer en la cama mientras él besa uno a uno los deditos de mis pies y se incorpora para iniciar una navegación lenta y tortuosa por la longitud de mis piernas hasta llegar a mis rodillas.

Siento su lengua caliente y traviesa atravesar la cara interna de mis muslos hasta casi llegar a mi sexo, me siento estremecer y cierro los ojos extasiada esperando por la caricia anhelada, sin embargo cambia de parecer y regresa con su lengua hacia mis rodillas a las cuales le propina numerosos mordisquitos, estoy temblorosa y llena de deseo, me muerdo los labios en silente petición, mi piel está sonrojada, mis trémulos pechos apuntan al cielo mientras mis manos van hacia ellos y acarician los pezones que ante todas las caricias de él se han puesto tiesos, una de mis manos abandona uno de mis senos y me recorro en una larga caricia la planicie de mi estomago hasta llegar a mi bajo vientre, me detengo en mi monte de venus acariciando el corto vello que lo cubre, me detengo porque quiero que note que necesito su boca y su lengua ahí, nuestras miradas se encuentran pero él no se da por aludido finalmente abro por completo las piernas y deslizo dos dedos por entre la humedad de mi vagina apreciando la dulce suavidad de los labios de mi vulva.

Él se incorpora de entre las sábanas como una gloriosa estatua de Apolo, sosteniendo su mástil con una mano mientras lo apunta al invitador rocío entre mis piernas, lo detengo con un pie en su pecho, me mira a los ojos confundido y yo solo le sonrío con complicidad, mis dedos han subido hasta mi clítoris separando los labios menores, dejando expuesta una gota que tímida sale de mi cavidad anunciando sin lugar a dudas lo excitada que me encuentro.

Mis dedos han comenzado a estimular mi clítoris haciendo que me revuelva gimiendo en la cama, siento los dedos de él acariciar la entrada de mi vagina y esparcir aquella gotita por todos lados, bajando hasta alcanzar mi culo, doy un respingo de sorpresa pero por nada del mundo abandono lo que estoy haciendo, de repente siento sus dedos introducirse en mi vagina imitando el incitante ritmo de una intima penetración mientras sus dedos en mi culo imitan a sus compañeros y así siento mi cuerpo estremecerse desde el último de mis cabellos hasta los dedos de los pies alcanzando un orgasmo que me hace sollozar poseída de placer.

Los impulsos eléctricos producto de mi orgasmo fueron bajando en intensidad hasta dejarme completamente laxa en la cama, levanté la vista para encontrarme a André tendido de espaldas en el otro extremo de la cama, no pude precisar el momento en que sus dedos habían abandonado mis cavidades, noté su pene absolutamente duro apuntando al techo, me incorpore y repté por sus piernas hasta alcanzar su sexo erecto que esperaba por mi como si estuviera en un festín servido.

-Dime lo quieres- le digo con la voz mimosa de una gata en celo ronroneando aliento cálido cerca de la sensible piel de su escroto.

-Quiero que te lo comas- me responde un susurro entrecortado, su voz ronca y apasionada.

-¿Así?- pregunto traviesa chupando su glande por un segundo, golpeándolo luego contra mi lengua, no responde sus ojos entrecerrados enfocan mi boca esperando el próximo movimiento, voy al encuentro de sus testículos e intercambio chupeteos entre uno y otro hasta que escucho su voz gemir "Métetelos en la boca" lo obedezco y sus bolas van a parar a mi ansiosa boca, hago círculos con la lengua dentro de ella, los saco y los vuelvo a meter esperando ansiosa la próxima orden.

-Lámeme la tranca como si fuera un heladito preciosa...

Si quería decir algo más nunca lo sabré, recorrí su verga en toda su extensión desde la base lamiéndolo como se lamería una rica paleta de frutas en un día caluroso, cuando llegué a su capullo no lo pude evitar y lo lamí también saboreando las gotas de precum que la excitación de su carne me regalaba, me introduje su glande en mi boca succionando ávidamente hasta que lo sentí hínchanse contra la base de mi paladar, entonces seguí comiendo un poco más, ensalivándolo, disfrutándolo hasta que aprecié su vello púbico acariciar mi nariz, cuando intenté sacarlo sus manos en mi nuca me lo impidieron, sentí sus caderas moverse levemente presionando su glande contra mi garganta, cuando sus manos me liberaron inicie un lento camino de ascenso jugando con mi lengua contra su carne caliente.

Su tranca me enloquecía haciendo que quisiera devorarla completa, poseerla y usarla a mi antojo como mejor me pareciera, saqué su verga de mi boca y sintiendo unos incontrolables deseos de morderla le clave los incisivos a su tensa carne caliente, lo escuche gruñir roncamente y pensando que le había hecho daño me retiré para sorprenderme con la cara de placer que tenia así que exploté mi fantasía pensando que era una sanguinaria vampiresa quien se almorzaría a un indefenso mortal succionándole toda la sangre por el pene (¿no esta la mejor forma de comerse a un hombre?) volví a encajarle los incisivos una vez más para luego meterme todo su tronco de una sola vez en la boca y succionar como si se me fuera la vida en ello.

Había abierto las piernas como una putita barata dejando que hiciera con él todo cuanto me diera la gana de hacer y no iba desaprovechar la oportunidad, acerqué mi rajita a uno de sus pies y me estimule el clítoris con su dedo mayor, quería que me llenara la cara con su leche así que no dudé en ir de nuevo en pos de sus testículos para hacerlo gemir con mis chupeteos, tomé su pene en una mano para masajearlo con presteza mientras mi lengua se perdía en el canal que sus nalgas formaban buscando y buscando con mi lengua ansiosa ese puntito sensible que lo rendiría completamente a mis deseos, encontré su perineo esperando mi húmeda lengua que como una diablesa lo estimuló a deseo hasta que lo sentí temblar, toda su piel completamente erizada, su glande cada vez mas rojo e hinchado contra mi mano.

-Damela papi...- le susurre elevando el rostro hacia su verga, soplando cálido aliento contra su pene para en el último giro que ejecutó mi mano recibir la primera descarga del ardiente licor en una de mis mejillas, el segundo directamente en mi boca y el tercero en mi carnoso labio inferior de donde goteó mezclado con mi saliva, recogí el semen de mi mejilla con una de mis manos, lamiéndome los dedos golosa mientras la otra trataba de obtener codiciosa cualquier remanente que hubiera quedado dentro, me lancé a devorar los restos de semen que se habían derramado en la extensión de su pene mientras él no paraba de temblar bajo mi boca, cuando los estremecimientos cesaron del todo elevé la cabeza para encontrarme con sus ojos, los míos anegados de lujuria y voluptuosidad, mi lengua voraz recorriendo los confines de mi boca buscando cualquier traza de ardiente semen que me hubiera pasado desapercibida y en su boca una sonrisa de satisfacción que anunciaba mi gloriosa victoria en su ahora derrotado campo de batalla.

-Ahora te toca a ti- dije moviendo el trasero contra sus pies hasta que él pudo sentir la humedad delatora de un hambre sexual que pedía ser colmada.

EL

A pesar de estar rendido por la corrida, la sensación de su húmeda vagina contra ni pantorrilla me hizo contraatacar.

La tomé de sus brazos y la hice tenderse sobre mi cuerpo, levanté mi rodilla y mi muslo quedó aprisionado entre sus piernas. La humedad que emanaba de ella humedecía mi carne y mis manos se tomaron con furia de su trasero.

Mi boca se fundió a la de ella con pasión, mientras mis manos entraban entre sus nalgas buscando llegar a esa gruta golosa que se me antojaba.

Dos dedos de cada mano acariciaron sus labios mayores y los abrieron. En mi mente me imaginaba esa oquedad húmeda esperando ser penetrada, mi lengua jugaba con la suya y mis manos movían y restregaban su sexo contra mi pierna.

Su cabello caía a los lados de su cara y rozaba mi rostro, mientras uno de mis dedos jugueteaba con su culito, tan prieto, tan estrecho, tan hipócrita al cerrarse en un espasmo involuntario pues sabía que deseaba que lo penetrara con furia.

La levanté de las caderas y repté debajo de ella, sentándola sobre mi rostro, admirando a centímetros de mis ojos y de mi boca su vagina.

La olí, olía a hembra dispuesta y comencé a pasar suavemente mi lengua por toba su rajita, saboreando ese néctar que abundantemente brotaba de su interior.

Su inflamado clítoris quedó aprisionado entre mis labios y sus caderas reaccionaron naturalmente restregando su sexo en mi boca. Solté mi presa y enterré todo lo que pude mi lengua dentro de ella. La moví con fuerza, en círculos por toda la entrada de su vagina, chupé y tiré de cada uno de sus labios menores, mientras mi manos amasaban sus nalgas con fuerza.

Empujé sus caderas hacia delante y levemente hacia arriba para alcanzar su culo. Mi lengua golosa comenzó a chupar ese reducto de placer y sus gemidos me corroboraron su anuencia.

Mi nariz quedaba en la pura entrada de su vagina y me costaba respirar, pero con mi boca abierta tomaba aire para seguir empujando mi apéndice en su culito.

Levante su delicado cuerpo con mis brazos y salí de debajo de ella. Boca arriba, mirando al techo, piernas abiertas, sumisa entrega

Más cómodo me dediqué a chupar sus muslos y morder sus caderas, dos dedos dentro de su vagina, tocando hacia arriba, la palma de mi otra mano sobre su pubis, sintiendo el movimiento de mis dedos dentro de ella.

Se podía ver en su vientre el movimiento de mis dedos dentro de su vagina, lo hacia con fuerza, pensando en que quería meterle toda la mano, pero sabiendo que su frágil cuerpo y lo grande de mi mano eran suficientes impedimentos para semejante idea.

Mi boca se fue hacia sus pezones, oscuritos, enhiestos y mi vena sádica me hizo morderlos con fuerza. Su quejido no se hizo esperar pero mis dientes no soltaron su presa, tire de ellos, levantando tilinte la piel de su pecho, para luego soltar y abrir la boca desmesuradamente metiendo casi todo su pecho dentro de ella.

Realicé la misma operación con su otro pecho y luego la coloqué de cuatro patas. Sus cuartos traseros se mostraban completos y mi boca se hundió entre sus nalgas, volviendo chupar su culito y su vagina, pero esta vez desde atrás.

Tomé mi pene, repuesto de la batalla anterior y lo coloqué entre sus nalgas, lo froté entre ellas y le solté sonoras nalgadas que retumbaron con eco en aquella cerrada habitación.

Comencé a darle nalgaditas con mi pene y apoyé mi glande en su culito, su cuerpo intento un escape que mi mano en sus cadera impidió, y comencé a frotarlo lentamente, sin intentar penetrarla, sólo anunciando mis posteriores intenciones.

Me retiré un poco hacia atrás y volví a meter dos de mis dedos en vagina para comenzar un mete saca lento, pero que pronto se convertiría en una frenética metida de dedos.

Sus gemidos aumentaron de intensidad y comencé un juego de palabras fuertes que me encantaba. Así caliente le decías las más aberrantes fantasías, le pedía que me dijera lo más sucio que su mente pudiera idear y me excitaba pensando que cuando se excitaba se convertía en una salida dispuesta a todo, para después más calmados reírnos de las tonteras que se nos salían en esos momentos.

Cuando sus gemidos, el movimiento de sus caderas y su propia voz me anunciaron su corrida saqué mis dedos de su cálido recinto y esperé.

No alcanzó a venirse y su mirada de odio me fascinó.

La volvía a colocar boca arriba en la cama y me acosté sobre mi pecho llevando mi boca a su vagina. Mi lengua comenzó a acariciar su clítoris y la tomé con fuerza de sus muslos, a pesar de lo cual sus caderas se movían buscando retomar la ruta del orgasmo interrumpido.

La tensión de su vientre, la forma en que elevaba sus caderas por espacios cada vez mayores y con más fuerza me anunciaron que otra vez estaba dispuesta al orgasmo, y esta vez la dejaría llegar al final.

Pronto su cuerpo perdió compostura y convulsionó sobre la cama, apretando su sexo contra mi boca, dejándome sorber y degustar el producto de su orgasmo.

Mientras se recuperaba de él me dediqué a pasar mi lengua suavemente por toda su vagina, deleitándome en los brinquitos espasmódicos que daba su cuerpo cuando, con malévola intención, mi lengua golpeaba su clítoris.

Poco a poco subí mi cuerpo sobre el suyo, chupando su ombligo, sus pechos, su cuello, su boca. En vez de detenerme seguí hacia arriba, restregando mi cuerpo contra su cara, de la que salió su delicada lengua a hacer el trabajo propuesto.

Le puse mis pezones en su boca y le pedí que los mordiera. A cada mordisco suyo mi pene respondía con una contracción que sólo aumentaba su dureza.

A pesar del gusto seguí, mi abdomen y mi ombligo fueron correspondidos por mi accionar de antes y pronto me encontraba sostenido sobre mis brazos y piernas, con mi pene sobre su cara.

Coloqué la punta de él cerca de su boca y ella abrió complaciente. Le pedí que sólo la dejara abierta y bajé mi cuerpo penetrándola por la boca, primero sólo el glande, luego un buen trozo de mi pene se perdía en ella y me dediqué a ver cuanto de él podía tragar antes de retirarse para evitar la arcada.

Me sorprendí al ver que casi todo mi pene entraba en tan deliciosa boquita y, de nuevo con sadismo, cuando ella trataba de retirarse daba un pequeño empujón a mis caderas que generaban un sonidito gutural, leve, pero excitante cuando le entraba el ahogo.

A pesar de esto no se quitó y me dejó hacer un buen rato, hasta que mi pene brillaba cubierto de su saliva.

Me levanté de mi posición y me hinqué entre sus piernas. Coloqué mi glande en la entrada de su vagina y comencé a tocar con mi glande su clítoris. Metí la punta de mi amigo de batalla en esa húmeda cavidad y la comencé a mover con mis manos hacia los lados y hacia arriba y abajo, abriendo ese orificio lúbrico.

Su cara era de relajación y placer, lo que me dio el espolonazo de inicio. De golpe dejé caer todo mi cuerpo sobre ella y le enterré mi pene con furia, observando sus ojos y boca abrirse en un gesto de sorpresa, gesto que no pudo contraer pues comencé a darle con furor, haciendo sonar nuestras carnes, penetrando hasta lo más hondo, sosteniendo sus piernas en mis hombros mientras la penetraba con ganas. Lo cercano de su anterior orgasmo ayudó para verla acercarse a uno nuevo después de apenas un par de minutos, y cuando me anunció su nuevo nirvana me salí de ella dejando la boca de su vagina palpitando, boqueando casi con vida propia, mientras ella instintiva se llevaba las manos a su vagina y se acariciaba el clítoris con furia para acabar lo que yo había comenzado.

Verla retorcerse en su auto producido orgasmo fue suficiente pago para soportar su reclamo anterior. -Sigamos jugando- me atreví a decirle… y sonrió.

Ella

Estaba exhausta pero ni por el demonio le dejaría que se diera cuenta, me recosté a su lado mientras él esperaba impaciente mi próximo paso. Acaricié sus hombros deleitándome en sus formas, mis dedos como duendes traviesos acariciaron su pecho sintiéndome morir de deseo una vez más, cuando mis manos resbalaron hasta sus costillas de repente y sin previo aviso le clave las uñas, lo vi arquearse, ofrecerse, sentir...

Besé su estómago y él se revolvía debajo de mi boca queriendo hacer más corto mi viaje hasta la dureza de su masculinidad que me esperaba orgullosa y erguida. Mi boca se desvió y encontró el filo de sus estrechas caderas, mi lengua sorbió con deleite el sabor salobre de su sudor y como quien ha extraviado el camino me encontré ante su verga. Lo mire a los ojos a través del deseo que parecía inflar el aire de la habitación con átomos de lujuria.

Lo lamí una vez más sólo que esta vez deguste el sabor de mi propia esencia de mujer, el jadeó y me tomó de la nuca incitándome a que introdujera su carne dentro de mi boca, hice amago de hacerlo abriéndola más y dejando que unos cuantos centímetros penetraran el interior de mi boca pero de repente lo solté como una niña a quien un juguete no le interesa más.

Sin embargo lo monté ante su mirada de apreciación, mis muslos a ambos lados de sus caderas lo apresaban para que no pudiera escapar, para que ni lo intentara, tomé su polla en mis manos y lo masajeé lentamente hasta guiarlo a la cálida bienvenida de mi vagina que se contrajo de placer presintiendo lo que llegaba. Lo coloqué en la entrada y con lentitud moví mis caderas en pequeños círculos hasta hacer que su glande entrara, eché la cabeza hacia atrás y fruncí el ceño en total concentración, otro movimiento y otra buena porción entro, seguí así follándolo hasta que me lo encajé hasta la base y solo entonces gemí llena de gozo.

Elevé las caderas cuidando de que el no saliera por completo de mí y me volví a sentar con fuerza sobre él haciendo que su verga chocara contra las paredes de mi interior.

-Más fuerte...

Susurro él pero no le hice caso hasta que mi propia necesidad me obligo a buscar placer y entonces si lo cabalgué con bríos, sacándolo casi de mí para enseguida volvérmelo a clavar hasta los huevos, en el último giro su verga escapo de mi interior haciendo que me estremeciera, agite las caderas fuera de mi mientras con una mano trataba de recobrar lo que se había convertido para mí en mi más grande tesoro.

Él me escuchó lloriquear y cuando lo tuve apuntándome la entrada otra vez con un certero movimiento de sus caderas me lo clavó lo más profundamente que pudo, los gemidos escapaban de mí sin ningún control mientras mis senos saltaban una y otra vez, arriba y abajo hipnotizando su mirada hasta que seducido por el erótico bamboleo los agarro en sus manos y los amasó haciendo que temblara por el asalto.

Su vena de macho dominante estalló dentro de él y decidió en el calor de la pasión que era su turno de dictar el paso. Me tomo de las caderas y se hundió en mi de una manera completamente bestial para luego levantarme como si no pesara nada haciendo que gimoteara necesitada de que su polla estuviera dentro de mí de nuevo, me colocó de espaldas en la cama mientras elevaba mis caderas por detrás sin ninguna ceremonia, yo me revolvía nerviosa e intentaba darme la vuelta pero no me dejaba, mis manos intentaban apartarlo y él me las cogió y apresó detrás de la espalda.

Mi cara quedo enterrada de lado en la almohada mientras le exigía que me soltara porque ya no estábamos jugando, eso a él le valió madre, mi espalda formaba una curva tentadora que exponía sin pudor mis nalgas abiertas de par en par sin ninguna decencia, me sentí vulnerable y atrapada mientras el muy bastardo me metía mano por doquier como mejor le parecía.

Con uno de sus velludos brazos rodeo mis caderas elevándolas hasta su bajo vientre y sin más esperas me penetro con rudeza, adentrándose en mi con una potencia que me dejó mareada, sentí mi cuerpo calentarse, abrirse deseoso de darse a él por completo, dejó mis manos libres para agarrarme a ambos lados de las caderas y poder así penetrarme con mayor fuerza y profundidad, si es que ello era posible.

Mi cuerpo entero se rindió a esa brusca posesión que era mitad violación, mitad entrega, su carne azotaba sin piedad la mía sensibilizando hasta el ultimo rincón de mujer en mí, haciéndome suplicar por un orgasmo mas. Sus dedos encontraron la zanja que dividía mis nalgas navegándolas con los dedos una y otra vez, en un segundo preciso uno de sus dedos acaricio mi ojete con indolencia pues sabia que podía hacer de mi lo que quisiera.

-¿Te gustaría que te la clavara por el culo Veri? ¿te gustaría sentir este pedazo de carne perforarte las entrañas?- mientras decía esto y uno de sus dedos me acariciaban seductores la idea se abrió paso en mí a cada embestida que recibía- ¿no te gustaría? ¿a quién se lo estás guardando?

Me imaginé su potente verga rompiéndome esa barrera que nunca antes había sido traspasada, bombeándome con ese vigor tan salvaje que parecía no tener fin y me encogí de miedo por el dolor que seguro causaría.

-No te atrevas- le dije con los ojos dilatados, la voz ronca- Deja de... ¡Ahhh!!- las palabras murieron en mi boca cuando sentí dos de sus dedos abrirse paso por el cerrado orificio de mi culo, los movió en círculos para ensanchar el sensible tejido y luego los sacó, agité las caderas involuntariamente porque muy a mi pesar deseaba que lo hiciera, ansiaba que tomara de mi todo cuanto quisiera.

Sin salirse de mi interior estiro el cuerpo lo más que pudo para alcanzar un frasco de aceite de bebé que había sobre la mesita de noche, destapando la botella impaciente lo vertió abundantemente en mis nalgas; lo sentí gotear por todo mi sexo, empapando mi carne, goteando por mi clítoris hasta manchar las sábanas, lo sentí correr como un río desbordado por el surco de mi espalda haciendo que mi piel brillara con la oleosidad incitante del aceite.

Acarició toda mi espalda untándola con el aceite, haciendo que me relajara más a cada momento bajo sus ladinas manos y finalmente rindiéndome y entregada a sus caprichos empiné por completo las nalgas que brillaban invitadoras para él, consciente de mi capitulación sus manos amasaron las trémulas montañas de carne en las que se habían convertidos mis posaderas, sentí sus manos recorrerlas con adoración por varios segundos hasta alcanzar una vez más mi hendidura y dedicarse a acariciarla con los dedos rozando juguetón mi apretado orificio.

Suspiraba relajada presa de una tibia excitación que me mantenía completamente sumisa a sus caricias, cuando salió de mi lentamente haciéndome apreciar su extensión me quejé por lo alto por el abandono hasta que sentí su capullo rozar con insistencia mi culito, agarró su mástil por la base y separándome las nalgas más aún con sus diestros dedos comenzó a empujarme su glande con determinación, por un momento pensé retroceder por miedo a lo que podría suceder y así lo hice separándome de él hasta que sus manos me inmovilizaron.

"No te muevas" me susurro roncamente y con deliberada lentitud fue enterrándome porción a porción su pinga, yo tenía el cuerpo bañado en sudor, los ojos cerrados con fuerza y los nudillos blanquecinos de apretarlos contra las sábanas. Centímetro a centímetro su potente verga iba ganando terreno, adentrándose cada vez mas dentro de mi, había un completo silencio en la habitación que sólo era roto ocasionalmente por mis quejidos y por su rápida respiración.

Debo confesar que al principio sentí dolor pero lentamente ese dolor se fue mezclando con un placer por completo desconocido y fue esa rara mezcla del dolor más insoportable con un placer que iba creciendo en intensidad que me hizo mover las turgentes nalgas contra mi invasor en un intento desesperado para que me la acabara de clavar completa. Aún así André se tomo su tiempo y en vez de dejarse llevar por mis deseos y su imperiosa necesidad tomo las cosas con calma deteniéndose en un punto indeterminado para dejarme sentir como su verga me embargaba y mi culo latía por designio propio lanzando llamaradas de excitación por todo mi cuerpo.

Fue sólo cuestión de tiempo para que me desesperara y en un momento de distracción por parte de André empuje mi cuerpo completo contra el de él haciendo que su verga se hundiera hasta la base en mis adentros, lloriqueé adolorida y juro que lo vi suprimir una sonrisa mientras me dejaba ahí clavada y empleaba un dedo en mi clítoris para estimularme y hacerme olvidar la repentina incomodidad que mi necedad me había causado.

Pero el placer no sabe de después y yo me hallaba en el punto de no retorno y aunque me desgarrara toda en el proceso quería sentirlo culearme más allá de todas sus fuerzas así que empleé mis nalgas para mover mi culo en apretados círculos contra él, apresándolo y martirizándole el glande con mis contracciones como si quisiera triturarle el palo con el cual me tenia ensartada con deliciosa precisión.

No aguantó más la tentadora invitación que mis contoneos descarados le brindaban y procedió a bombearme despacito sacando apenas centímetros de su enhiesta verga para luego empujármelos con ansia, no me importaba que me partiera el culo lo único que quería era que me la metiera, lo único que me importaba era esa fuerza musculosa, palpitante y dura que estaba dentro de mis intestinos.

André comenzó a culearme con mayor ímpetu arrancándome gemidos de placer que hacían crecer una inmensa marea de goce en mí que me traspasaba, los muslos me temblaron, me mordí los labios y de repente estalló en mí un orgasmo que me hizo contraerme completa arqueando la espalda contra la cama, un silencio ensordecedor hizo eco en la habitación para luego ser mutilado por los mugidos de placer que de mi garganta escaparon.

Me volví una masa de carne laxa entregada al placer, sin movimiento ni vida mientras las inmensas sensaciones de placer se propagaban por mi cuerpo dejándome aturdida y sin capacidad de moción. Él se dedicó a la placentera tarea de satisfacerse a si mismo montándome como una bestia y bramando enloquecido por su propio placer, sentí su pene hincharse y pulsar en el interior de sus intestinos anunciándome la proximidad de su clímax, en un momento sentí un borbotón de su ardiente leche quemarme las entrañas para después él sacarme su polla y exprimirse el glande haciendo que la eyaculación restante me bañara la empapada raja y se mezclara con el aceite de bebé.

Se dejó caer a mi lado en la cama arrastrándome hacia él para tomar mi boca con pasión, mis labios le respondieron de inmediato y la punta de mi lengua como una braza ardiendo se enredó con la suya por lo que pareció una eternidad hasta que ambos necesitamos buscar aire, sólo entonces ambos todavía tratando de recuperar el aliento nos miramos a los ojos divertidos rememorando en ese instante las diabluras que nos habíamos hecho en este encuentro.

  • ¿Seguimos?- le pregunte más por preguntar que por otra cosa, mis ojos retándolo a que dijera que no.

-¿Te atreves?- replicó con un brillo de burla en la profundidad de sus bellos ojos oscuros y yo sonreí mimosa mientras me acurrucaba a su lado para que me acariciara la espalda.

EL

A pesar de nuestras amenazas de seguir las dos corridas de ambos nos hicieron que cayéramos dormidos acurrucados deliciosamente.

Me desperté y el aroma de sexualidad que emanaba su cuerpo me lleno las fosas nasales y llegó a mi cerebro. Mis ojos se posaron en su cadera, que se elevaba como una montaña retándote a escalarla.

Poco a poco mi cuerpo tomó conciencia de su posición y noté mi brazo rodeando su cuerpo, sus nalgas contra mi flácido pene y mi nariz enterrada en su cuello.

Así, de lado comencé a recordar la sensación de estar penetrando ese cuerpo, que ahora se me hacía tan pequeño entre mis brazos, y que me había albergado sin problemas por todos sus orificios.

Mi pene comenzó a cobrar vida y se fue irguiendo entre sus nalgas. Me moví un poco y el aceite utilizado anteriormente me permitió hacerlo resbalar entre sus nalgas a placer.

Pensé en penetrarla nuevamente por su delicioso trasero pero no sabía si estaba despierta o no y no quería averiguarlo. Lentamente me moví lo suficiente para penetrar su deliciosa vagina. Sólo una tercera parte, quizás un poco más de mi pene, entró en ella. La suavidad de su carne y la abundante lubricación producida por el encuentro anterior me dieron la posibilidad de moverme lentamente dentro de ella, poco a poco, sintiendo mi glande ser acariciado por los pliegues de su sexo, engulléndome como si fuera una boca con vida propia.

Me moví lentamente penetrándola despacio sintiendo la humedad de su vagina impregnar mi pene poco a poco, dejándome ir cada vez más adentro.

Seguía sin saber si Veri estaba despierta o no, poco a poco fui recargando mi cuerpo contra el suyo, volteándola lentamente hasta quedar boca abajo. La seguí penetrando en esta posición y su cara, apoyada contra la almohada, me saco de dudas: estaba dormida.

La excitación de tenerla así, dormida, penetrada, me llevó el morbo al máximo, y seguí entrando y saliendo lentamente de ella, completo, entero, desde la punta hasta la base, una y otra vez, hasta que el orgasmo me llegó raudo y mi semen inundó su vagina.

Me bajé de ella y me acosté a dormir, no sé si se habrá despertado.

Ella

  • ¿Qué estuviste haciendo mientras dormía André?- le pregunté mirándolo a los ojos.

-Nada...- dijo con voz esquiva evitando el encuentro con mis ojos.

-¿Seguro?- le pregunté divertida mirando como entre mis muslos se vertía la blanquecina evidencia de cómo me había utilizado a su antojo sin respetar mi sueño- me pregunto si tienes alguna fijación con violar mujeres, si te excita hacérselos a la fuerza...- deje mis palabras flotando, penetrando la espesa niebla de deseo sexual que se extendía entre nosotros como una nebulosa de voluptuosidad.

  • ¿Y qué?- preguntó atrayéndome hacia él- estoy seguro que tú tienes más de mil fantasías... ¿por qué no me cuentas una?

La pregunta me tomó desprevenida y tardé varios minutos sopesando la respuesta, midiendo hasta que punto podría comprometerme sin que él hubiera realmente cedido; estiré mi cuerpo desnudo con perezosa lascivia, él recorrió con ojos codiciosos mi cuerpo que brillaba con los remanentes del aceite de bebé, fijándose en como mi vientre se estiraba y mis senos se mecían con los suspiros que dejaba salir de mí y con un hambre que no conoce la saciedad una de sus grandes manos me acarició las caderas hasta alcanzar uno de mis pechos y aprisionarlos bajo su palma, creí que ahí cedería su impulso y que la pregunta se olvidaría quedando rezagada en otra tempestuosa racha de sexo pero su mano llego hasta mi cuello y ahí la cerró suave pero a la vez firmemente y con un susurro ronco me preguntó:

-Dime pequeña bruja qué es lo que más te excita, dime qué es lo que llena ese lujurioso cuerpo que tienes de lascivia...- dudó un segundo como considerando sus palabras y luego añadió- dime mi pequeña hechicera cómo te puedo complacer.

Bajé la copiosa maraña de mis pestañas como de repente avergonzada lanzando sombras de duda sobre mis sonrojadas mejillas, suspiré como resignándome y le dije con voz contrariada:

-Estoy satisfecha...

-¡Embustera!!!- me interrumpió con una carcajada, su cuerpo se colocó sobre el mío de forma que no pudiera escapar a su mirada inquisitiva, apoyado en sus brazos sin su pecho tocarme siquiera parecía una feroz pantera a punto de devorar a su presa, el pensamiento me excitó haciendo que un millón de indicios delataran mi debilidad: mi ojos se dilataron llenos de pasión, los pezones se erguían tiesos hacia su pecho, mi vientre se tensó en respuesta a mi necesidad y me comencé a revolver nerviosa debajo de él.

Si pensaba hacerlo desde el principio o fue el ansia que leyó en mis ojos nunca lo sabré pero una de sus rodillas separo decidida mis muslos abriéndome para él y con un certero embiste me penetró gruñendo y haciéndome arquear hacia él y gimotear como una cría, en el momento en que mi espalda se arqueó ofreciéndome a sus ganas en silente petición su boca apresó uno de mis pezones entre sus labios chupándolo con malicia, sus embistes me hacían arremeter hacia arriba buscando acoger su miembro más profundamente de mí. Sus labios liberaron mi sensible pezón y con una lenta y deliberada caricia su lengua recorrió mi cuello hasta llegar a mi oreja, sus dientes apresaron el lóbulo mientras su aliento exhalaba una pregunta:

-Dime mi linda putita que es lo que te excita...

No le respondí y como castigo una de sus tiranos dedos me jaloneó un pezón haciendo que lloriqueara acongojada, su pene me rozaba el clítoris en círculos cerrados que me llevaban al borde el orgasmo, el suave vello de su pecho me torturaba los senos sensibilizándome los pezones y su aliento seductor jugaba entre mi cuello para que le rindiera mis secretos.

-Deseo...- dije entrecortadamente y él me embistió más fuerte como para que mi resolución no se volviera solo gemidos- deseo tener dos hombres penetrándome a un tiempo por mis dos accesos- solté atropelladamente deshaciéndome en gemidos, él me miró a los ojos sin parar de moverse como si esperara algo mas o menos escandaloso según se vea, yo por mi parte no pude seguir llevando más el ritmo de su intensa posesión pues la miríada de imágenes que mi secreta fantasía había desencadenado en mí me hizo retorcerme contra él, clavarle las uñas en la espalda y jadear buscando aire mientras las oleadas de placer se sucedían una tras otra robándome el aliento.

El también llego a su limite, no sé si fue porque me vine, si fue por lo sensibles que se encontraban nuestras pieles por toda la intensa actividad o porque como a mí la idea de verme traspasada por dos vergas a la vez siendo él uno de los protagonistas lo llenaba de una lujuria difícil de esquivar, convulsionó contra mí mientras me hundía su pene lo más profundo que pudo y derramaba en mi interior su semilla, en su estremecimiento final me arrastró con él para colocarme sobre sus caderas sin separar nuestros sexos y con dos potentes arremetidas termino de ahogar en mi vagina su intenso orgasmo. Me dejé caer sobre su pecho mientras lo abrazaba con brazos y piernas y él murmuraba contra mi pelo como quien sopesa sus opciones:

-Vaya, vaya con la Veri...