Tom, el inicio
Susana, una traductora bilingüe enpañol-inglés, sospecha que su esposo le está siendo infiel. Contrata un detective y resulta ser cierto. Un amigo de su hija...
Susana es una traductora bilingüe español inglés, de 42 años, casada, madre de una hija de 22 años (Rebeca) y de un hijo de 21 (Mark).
Susana está sentada en su cama. Recibe una llamada de su esposo:
Hola, mi amor, ¿cómo estás?
Bien, mi vida. ¿Y tú?
Extrañándote, pero bien. Ahora mismo estoy acostada en la cama. Me acabo de acostar. Son las 10 de la noche aún.
Yo tengo mucho trabajo. Estaré hasta la madrugada redactando un informe que debo entregar mañana. Llegaré a casa dentro de dos días. Te extraño, mi amor, pero debo seguir trabajando.
Sí, entiendo.
Cuídate, ¿sí?
Vale, un besote…
Otro para ti.
Esas frías conversaciones trastornaban a Susana. No era la primera vez que hablaban tan poco en tanto tiempo. ¿Estaría traicionándola? Mejor no se ponía a reflexionar sobre esas estupideces. ¿Y si estaba en lo cierto? Confiar es bueno, pero controlar es mejor. Agarró su teléfono y preguntó por el número de una Agencia de Detectives Privados y llamó.
Buenas noches. Es la Agencia de Detectives, ¿en qué puedo ayudarle?
Pues necesito uno.
¿Para cuando desea verlo, señora?
Para mañana mismo.
¿A qué hora, señora?
A las 10 de la mañana en el cafetería que está en… - dio la dirección.
Correcto, señora. ¿Desea algo más?
Por ahora no. Muchas gracias.
Ha sido un placer enorme haberla atendido.
A la hora señalada y en el lugar indicado estuvo Susana. Un hombre alto de unos 30 años, de fuerte musculatura, vestido de traje y corbata, espejuelos oscuros y un maletín se acercó a Susana. Llegó puntual: a las 10 rayando.
Con un hombre tan puntual como usted se puede poner en hora un reloj.
Gracias. ¿La hice esperar mucho?
No más de lo necesario.
Si hubiera sabido que me esperaba una mujer como usted, hubiera llegado antes.
No exagere, por favor.
No exagero, señora. De todos modos, ¿para qué solicitó mis servicios?
Mire, señor…
Puede llamarme John Norton –Lógicamente no daría su nombre real.
Mire, señor Norton, yo no solicité sus servicios explícitamente, sino los de un detective privado.
Jajajaja, sí, obviamente. Ese soy yo. Dígame.
Es que me da un poco de pena. No sé qué pensará usted de mí.
Señora, nosotros estamos acostumbrados a tratar con todo tipo de clientes. Dígame lo que necesita, sin anestesia.
Sospecho que mi marido me está traicionando. Quiero saber si estoy en lo cierto.
Correcto. ¿Desde cuándo lo sospecha?
No es asunto suyo. Concéntrese en su trabajo.
Sé que no es asunto mío, pero esa información podría ayudarme a darle más precisión a mi trabajo.
OK. Hace unos meses lo sospecho.
Déme los datos de él para poder localizarlo y seguirlo.
¿Cuándo me traerá los datos que necesito?
En caso de ser positivos, apenas los tenga. De no encontrar nada, cuando usted me diga que pare, pues paro.
Vale. Estos son los datos que necesita. Anote, si desea, además mi número de teléfono para que me llame si cualquier cosa sucede.
¿Es el número desde el que llamó anoche?
Sí.
No me lo de, ya lo tengo registrado. Sólo quiero comprobarlo. ¿Es el..?
Sí. Nos vemos luego.
Susana tenía en su interior el deseo de estar equivocada. ¡Tantos años de matrimonio tirados por la borda! ¿Cuántas veces ella pudo haberle sido infiel a su esposo y no lo fue? ¿Y si a él no le hubiera importado lo mismo? Las dudas la aterraban, pero ella seguía firme. Esas y unas cuántas preguntas más rondaron por la mente de Susana durante varios días.
Rebeca llegó a su casa con un amigo que le estaba enseñando fotografía, mientras Susana trabajaba en la sala de su casa con su computadora portátil. El joven impresionó a Susana con sus atributos: alto, fuerte, de voz pausada y firme, blanco, pelo negro, extremidades largas y lo que más le impresionó fue su carisma. Quizás un poco pícaro, según Susana.
Mira, mami, te presento a mi amigo Tom. Él es el que me está enseñando teoría y práctica de la fotografía.
Eso está muy bien, Rebe. Mucho gusto en conocerte, bello.
Oh, el placer es todo mío, señora. Si yo llego a imaginarme que Rebequita tiene una madre tan hermosa hubiera insistido antes en venir a conocerla.
Jajajaja, Rebe, tu amigo es un adulón de primera categoría.
Para nada, joven. Lo digo muy en serio.
Ya no soy tan joven como dices.
La mujer no es linda frente al espejo, sino frente al hombre que la ama. Eso lo dijo el poeta español Antonio Machado.
¿Y a mí quién me va a mirar?
Una lista interminable de hombres dispuestos a darse un buen gustazo, iniciada por mí, obviamente, jajajaja.
Vamos, Tom, que estás hablando de mi madre.
¿Cuál es el delito en decirle a una mujer hermosa que lo es?
Ninguno, mientras no te metas con mi madre, jajajaja. Bueno, sigue hablando con ella mientras busco mis cosas.
Yo seguiré trabajando, Rebe. Tom, con tu permiso.
Todo suyo, señora.
Rebeca se metió a su cuarto, mientras Susana intentó concentrarse en lo que estaba haciendo en la laptop, pero la presencia de Tom le impedía enfocarse en lo que deseaba.
Vaya, señora, usted sí que no tiene desperdicios en ese pedazo de cuerpo.
Jajajaja, cierra el pico, niño.
¿Niño? Jajajaja, qué bien se ve que no me conoces. Con lo que tengo, modestia aparte, puedo darte de beber toda una vida.
No te creo y como no lo comprobaré nunca, mejor terminamos el tema.
¿A qué le tienes miedo?
¿Miedo? Jajajaja. Yo no le tengo miedo a críos como tú. Sólo fanfarronean.
Si me sigue insultando me veré en la obligación de enseñarle que está equivocada.
Y si sigues creyéndote cosas seguiré riéndome de ti, jajajaja
Susana creyó que Tom bromeaba. Sin embargo, el joven se sintió ofendido. Se puso de pie, le cerró la laptop a Susana y en dos segundos ya tenía la verga afuera, colgando como un racimo de coco. Una verga de unos 18cm en estado flácido estaba a menos de un metro de Susana. Abrió los ojos como dos platos y se llevó la mano derecha a la boca. Perdió el habla y parte de la respiración también.
¿Qué es esa monstruosidad, muchacho? Anda, guárdate eso antes de que llegue mi hija.
¿Sigue pensando que es una verguita? Dígame ahora, condenada puta. ¿Por qué se impresionó tanto? ¿No está acostumbrada a ver vergas de verdad?
¡Que te la guardes, te dije! –dijo Susana sin alzar la voz para que la hija no supiera qué estaba sucediendo.
Ya lo hago, pero esto no quedará aquí, ¿me escuchó?
Sí, pero, Dios mío, guárdatela ya, por favor.
Vale, y alégrese que no la pongo a usted a que la guarde, jajaja. Es que no hay tiempo.
Dicho esto Tom se la guardó y en ese momento apareció Rebeca. Si hubiera llegado 3 segundos antes hubiera visto a su madre con la verga de Tom casi en su cara. Dejaron sola a Susana, aún extasiada por lo que había pasado. El timbre de su teléfono la hizo volver a la realidad. Tembló cuando vio un número desconocido.
¿Hola? ¿Con quién hablo?
Con John Norton, señora. ¿Cómo está?
Ansiosa por saber de usted.
Me lo imagino. ¿Podemos vernos en un hotel? Tengo información para usted. No sé si la decepcione.
Eso lo veremos. ¿Por qué no nos vemos en mi casa?
Yo no mezclo el trabajo con la vida personal, señora –dijo Mr. Norton profesionalmente.
OK. Dígame dónde podemos vernos.
Anote la dirección: Hotel… Habitación número… Diga que usted es la señora Angela Miles. Tuve que inventarle un nombre a mi gusto. Es cuestión de seguridad. Espero no le incomode.
En lo absoluto. Es mejor así. Gracias por cuidarme.
Es parte de mi trabajo, señora.
Bueno, lo veré allí cuanto antes.
Correcto.
Rebeca salió disparada para donde le pidió el detective. Mientras conducía camino al hotel apretaba el volante fuertemente. No concebía que su amado esposo la estuviese engañando. ¿Por qué? Ella conocía sus gustos mejor que nadie, llevaban juntos muchos años de casados, tienen dos hijos, ella le satisfacía totalmente en lo sexual, etc. Estas y otras ideas martirizaron a Susana durante todo el trayecto. Finalmente entró al hotel y llegó a la habitación sin problemas. Allí la esperaba el tal “John Norton”, como se hizo llamar. Seguramente ese no era su nombre real, pero fue como le permitió a ella que lo conociera.
Adelante, señora. La estaba esperando.
Gracias. Usted dirá.
Tengo lo que necesita.
Susana respiró hondamente. Efectivamente, su esposo la traicionaba. Aunque era ilógico pensar que tanto tiempo fuera de casa iba a mantenerlo casto y puro, la realidad siempre es más cruel.
¿Qué tiene para mí?
Tengo mucho, señora, pero no sé si quiera verlo. Es un poco fuerte. Quizás sólo con las palabras usted se convenza. No es necesario que se traumatice con el material que tengo.
Estoy lista para todo. Sicológicamente me he preparado, aunque hay cosas para las que una persona nunca está totalmente lista.
Tiene razón. Bueno, ya que usted lo pidió, se lo mostraré. Su marido, en efecto, la está engañando. Aquí tengo material para que usted misma saque conclusiones: fotos, videos, conversaciones, etc.
Déjeme ver.
John le enseñó unas fotos a Susana. En ella aparecían su esposo y una amiga de la hija muy cerca, en otras fotos se estaban besando y así sucesivamente imágenes más fuertes.
En esta bolsa tengo material videos, por si los quiere ver.
No es necesario, pero démelos. Además, no pretendo reproducirlos delante de usted, como comprenderá.
Sí, me lo imagino. Entonces, ¿está convencida de mis pruebas? Considero que fue suficiente.
Obviamente. No hay dudas. Estoy siendo engañada por mi esposo.
Por suerte y por desgracia, sí.
¿Cómo que por suerte y por desgracia? ¿Acaso le ve usted algo chistoso en confiar en alguien y que todo resulte mentira? ¿No sabe usted que he rechazado propuestas indecentes donde me hubiera sentido cómoda por serle fiel al hombre con el que tengo dos hijos y se tiró a una amiga de la hija que tenemos? ¿Eso tiene algo de gracioso?
Por supuesto que no. Imagino cómo se siente, pero las propuestas no cesarán mientras usted se mande ese cuerpazo que tiene.
¿Qué quiere decirme usted?
Señora, yo no le estoy queriendo decir nada, yo le estoy proponiendo algo.
Sea explícito.
Yo quiero estar con usted. Es decir, quiero ayudarle a hacerle pagar a su marido la canallada que él le hizo a usted.
Ni se le ocurra. Yo soy una mujer decente. No hago esas cosas.
OK. Este es mi número. Ya sabe por si cambia de opinión.
Vale.
Susana salió de la habitación acalorada. Ver la verga de Tom la había puesto acelerada y ahora la proposición del detective había llenado la copa. De camino a casa pensó en cómo desquitarse lo que le había hecho el marido, pero no sabía cómo. Al llegar a la casa, estaban Rebe y Tom. Estaban estudiando en el comedor. El mantel era largo y casi rozaba el piso. Rebeca fue a tomar una ducha y volvería. Dejó a Tom a solas con su madre.
Dígame, señora, si ya se convenció del tamaño de mi polla.
¿Vas a seguir con eso, niño?
¿Pero sigues pensando que soy un niño? Ahora sí me colmaste la paciencia.
Acto seguido Tom se levantó y se la volvió a sacar. Esta vez se estaba poniendo erecta. A medida que iba creciendo Susana se ponía más colorada
¿Qué estás haciendo?
Te voy a demostrar que a las putas boconas como tú hay que enseñarles a respetar.
La tomó por el pelo y se lo jaló un poco. Susana por el dolor abrió la boca, oportunidad que aprovechó Tom para enfundarle media verga en la boca a Susana. Esta trató de zafarse, pero Tom le aprisionó la cabeza con la verga y no la dejaba moverse. Susana dejó de hacer fuerza, la boca se le hacía agua de tener el pollón aquel dentro de su boquita. Decidió disfrutar. Comenzó a chupársela a Tom con dulzura.
Esssssooo, Susi. Mmmm, gracias por el tratamiento que me estás dando. Eres divina.
Cállate y disfruta –dijo Susana y reanudó la mamada.
No puedo creer que me la esté chupando una puta tan rica como tú.
Ahí viene mi hija. Mejor lo dejamos para otro día.
Nada de eso. Te pones debajo de la mesa y sigues.
No.
Te dije que sí.
Tom obligó a Susana a meterse debajo de la mesa y ya los pasos de Rebeca se escuchaban cerca. Tom se sentó, aún con la verga afuera.
¿Dónde está mi madre, Tom?
Está haciendo un trabajo bucal. Me dijo que lo disfrutaría, así que se fue.
Vale. Sigamos con lo nuestro.
Susana por iniciativa propia comenzó a masturbar a Tom. Estaba molesta por la infidelidad de su esposo y por eso lo hacía con más ganas. Era como el aliento para hacer lo que estaba haciendo. Él sentía el calambre en las piernas cada vez que Susana alternaba la boca con las manos. Definitivamente tenía una buena mamadora debajo de la mesa. Rebeca no se imaginaba que su madre estaba a unos centímetros de ella disfrutando de la polla de su amigo.
Rebe, tu madre es una mujer muy hermosa.
No me digas que te gusta mi madre.
Yo dije solamente que es una mujer muy hermosa.
Además, nunca tendrías oportunidad con mi madre. No es el tipo de mujer que se acuesta con cualquiera.
Tienes razón, pero nadie es fuerte todo el tiempo. Todos tenemos momentos de debilidad y quién sabe si ahí puedo aprovechar.
Jajaja, no lo creo. Mi madre es una mujer muy dulce, pero no es débil.
Ya lo creo, Rebe.
¿Tom, sinceramente crees que te follarás a mi madre?
Sí, jajajajaja. Y luego te follaré a ti, jajajaja.
Si te la follas a ella, me podrás follar a mí y como a ella nunca te la follarás, a mí menos, jajaja.
No estés tan segura, Rebe. Mira que de cualquier piedra salta un sapo.
De mi madre no, Tom, de mi madre no.
Susana escuchó todo lo que hablaban su hija y el amigo, así que decidió terminar aquello y se dedicó a mamársela a Tom con todo su empeño. Tom apretaba las manos, cosa que Rebeca notó, pero no imaginaba la causa. Se apretó la cara con las manos, momento en que soltó su chorro de leche en la garganta de Susana. Rebeca no sabía lo puta que era su madre, ni la madre misma lo sabía. Sólo lo sabía Tom. Susana bebió todo el semen que le dio Tom, se la limpió y se la guardó. Permaneció ahí todo el tiempo para que no la descubrieran. Cuando terminaron de estudiar, se fueron Tom y Rebeca. Al final Susana pudo salir debajo de la mesa. Estaba muy avergonzada, pero complacida por la venganza.
Mientras se duchaba recordaba a cada instante el pedazo de verga de Tom. Se sintió tan bien chupándosela que deseó hacerlo nuevamente, pero esta vez quería llegar más lejos. Lo llamó al celular:
Habla Tom. ¿Con quién hablo? –dijo Tom al ver un número desconocido en su móvil.
Con Susana.
No sé quién es usted, señora.
Soy la madre de Rebeca.
¿Rebeca? Tengo muchas amigas que se llaman Rebeca –dijo haciéndose el tonto.
Mira, no te hagas el tonto. Sabes muy bien quién te habla.
De veras que no lo sé. Dígame algo que me haga recordarla.
Hace unas horas te la chupé debajo de la mesa mientras estabas con mi hija estudiando.
Oh, disculpe, señora, de momento no la conocí. ¿Cómo obtuvo mi número?
Rebe me lo dio.
¿Y qué desea?
Pues terminar lo que comenzamos.
¿Y no lo terminamos o es que no eyaculé?
No seas cabrón, sabes que tú sí lo hiciste, pero yo no.
¿Qué propones entonces?
Que nos veamos en un hotel.
Vale, dígame cual.
Hotel …
Susana solamente traía puesto un sostén y un hilo muy fino. Ambos de color negro. Tom se le acercó desnudo y comenzó a besarla. Ella estaba sentada y él de pie con su miembro colgando. Mientras la besaba le metió la mano por el hilo y le acarició el clítoris. Ella lo masturbaba disfrutando el momento. Luego, él le metió tres dedos en la boca y ella se los chupó. Acto seguido le quitó el sostén, le besó la boca y el cuello. Ella se aferró a la polla del amante con rapidez y él la agarró del pelo largo y lacio que le daba casi por la cintura. Susana le pasaba los labios por los costados del martillo de Tom y lo escupía de vez en cuando. Ya él no la tenía sujeta del cabello. Ella volvió a tragársela y lo miraba alternativamente a los ojos.
Con la mano derecha ella le acariciaba la parte posterior de los testículos de Tom, mientras con la izquierda le acariciaba la polla de arriba hacia abajo. La lengua se encargaba de los testículos. Luego de dos minutos en esa tarea le sopló el pene para que sintiera una sensación diferente. Tom le empujó la cabeza a Susana para que reanudara la mamada y le puso la palma de las manos de ella detrás de la cabeza. Era como si estuviera rindiéndose, pero ella estaba arrodillada mamando una verga que no era de ella.
Al poco rato Tom la puso de pie y le quitó el hilo. La acostó en un sofá y comenzó a mamarle el clítoris con descaro a la señora casada mientras ella se acariciaba el pecho. Tom se deba gusto con la lengua en la rajita de Susana y al mismo tiempo le metía dos dedos en la vagina como si la estuviera follando. Ella se limitaba a acariciarle el pelo con una mano, mientras con otra se acariciaba el pecho y se metía dedos en la boca.
Tom hizo que Susana se pusiera en cuclillas con las piernas abiertas, se subió encima del sofá frente a Susana y se la metió en la boca como si la estuviera follando. Con la mano izquierda la agarró del pelo para que no se fuera para atrás la cabeza de Susana y con la derecha controló el pene para una penetración más profunda. A veces Susana le mamaba los cojones en esa posición. Definitivamente estaba entregada.
Tom la levantó en peso y la puso patas arriba. Ella entendió que debía mamársela en esa posición y lo hizo. Él le pasaba la lengua por la rajita. Susana estaba gozando de lo lindo. Luego, Tom acostó a Susana todo lo largo del sofá, con una pierna encima del sofá y otra en el suelo. Se puso en el extremo de la cabeza de ella y la puso a mamar nuevamente mientras la masturbaba, le daba palmaditas en los muslos, los senos y la cara. La sentó y comenzó a besarla y se masturbaban uno al otro.
Fóllame ya, por favor.
No, puta, primero tienes que darme tu leche masturbándote tú.
Vale, pero luego me follas, ¿ok?
OK.
Susana estaba como una mantequilla. No esperó mucho tiempo dándose dedo. Se corrió copiosamente. Temblaba, miraba a Tom, se erizaba, sonreía. Era toda una puta. Tom se sentó en el sofá estirado y la puso de espaldas a él, con los pies de ella sobre sus rodillas. Comenzó la penetración poco a poco.
Mmmm, Susi, ¡qué rica estás! ¡Qué vagina más apretadita!
Dios mío, ¡qué pedazo de pinga te mandas! –decía Susana mientras se la clavaba hasta la empuñadura.
Es toda tuya, putona –contestaba Tom profundizando la penetración al tener a Susana agarrada por la cadera con ambas manos.
Esssso, macho. Dame duro, que es lo que deseo en este instante.
Tom bajó a Susana y desde un costado la puso a que se la mamara un rato. La acostó en el sofá bocarriba y le levantó las piernas, él se arrodilló y la penetró bruscamente.
Aaayyyyyyy, -gritó Susana.
Cállate, puta, que estás gozando.
Sí, pero trátame suave, perro –decía Susana, mientras acariciaba con su mano derecha el muslo izquierdo de Tom y con la derecha se apoyaba en el piso. El pelo le caía al piso. Tom lo disfrutaba. Apoyó una pierna en el piso y siguió follándola, mientras la señora decente y casada estaba bocarriba, abierta de patas, con las manos en la boca, gimiendo y recibiendo una verga enorme en su vagina.
Tom se pegó a Susana, la besó todo lo que quiso, le acomodó unas almohadas detrás de la cabeza y espalda sin dejar de besarla y se apartó para seguir follándola. Susana se masturbaba y pedía que la follara con más fuerza.
Susana se separó y en la posición de X, con una pierna sobre la de Tom, se la mamó intensamente mientras le acariciaba los huevos. Este le acariciaba el bello pelo de la hembra que tenía a su disposición.
La supo en 4 puntos. Le agarró la mano derecha y la levantó a su altura. Ella le pasó el brazo sobre sus hombros y se besaron. Él le acarició el seno izquierdo con su mano derecha y ella lo acarició por encima de su mano. La puso de nuevo a 4 patas y la penetró suavemente por el ano, gracias a la saliva y a los jugos de ella.
Después de un buen rato, Tom la obligó a pegar la cara de ella al sofá y se levantó de la posición de rodillas para estar de pie y así follarla más profundamente. Los quejidos de Susana eran más profundos que la penetración en sí. Una vez en 4 puntos, Susana no pensaba en otra cosa que no fuera en darle placer a Tom y recibir placer de él. Tom le agarró el brazo derecho y casi lo puso en la nalga izquierda de Susana. Con la verga la empujaba y con el brazo la jalaba.
Tom puso a Susana con la cabeza en el piso y las piernas en el sofá y él se sentó en el mismo. La penetró así con las piernas abiertas durante un rato. Luego se puso de frente al sofá y la penetró en la misma posición ella, pero desde otro ángulo. Susana estaba que no cabía de la sorpresa de que aquel jovencito tuviera tanta imaginación. Tom se la sacó de la vagina y se la metió en la boca. Susana no tuvo otra alternativa que tragarse el pollón que le metió Tom luego de haberse quitado el preservativo. Después que se la sacó de la boca se puso otra goma y la volvió a penetrar por el ano. Susana estaba entregada. Volvió a correrse.
Cuando Tom sintió que se venía, se la sacó y la puso de rodillas. Se masturbó un poco y le tiró a Susana toda la leche en la cara que ella misma se regó agarrando la pinga de Tom y pasándosela por todo el rostro. Luego se la limpió y le besó la puntica.
Has sido una puta decente.
No, cabronazo, soy una mujer decente.
¿Ah, sí? ¿Vas a hacerte la larga después que me has demostrado que eres más corta que febrero?
Jajaja, no, tontín.
¿Y entonces por qué me pediste que te follara?
Porque me enteré que mi esposo me es infiel y decidí pagarle con la misma moneda.
Ya entiendo, pero quiero que sepas una cosa: ya te follé a ti, puta. La próxima es tu hija, para que lo sepas.
¡Ni se te vaya a ocurrir!
¿Tú lo vas a impedir?
Por supuesto.
No sé con qué moral, Susi, no sé no qué moral.
Pues con la mía.
Tú lo escuchaste cuando estabas mamándomela debajo de la mesa que me la follaría a ella si te follaba a ti y ya estás follada. Muy buena follada, ¿o no?
En eso sí tienes razón, pero no puedes ser tan cínico.
Lo soy. ¿O es que no te acabas de dar cuenta?
Sí, cristalinamente.
La próxima vez me llamas con más tiempo para prepararme mejor, ¿vale?
No habrá una próxima vez, Tom.
Eso lo veremos, puta.
Era el comienzo de un adulterio incontrolado.