Todos adoran mi enorme clítoris (2)

Un reportero me entrevista en mi camerino. Y tiene mucha curiosidad por ver si es cierto lo que se dice de mi gran clítoris. ¡Pobre!.

Todos adoran mi enorme clítoris (2) por Lado Oscuro 4 ( ladooscuro4@hotmail.com )

El reportero había pasado a mi camerino de vedette. En realidad, por encima de la exuberancia de mis pechos y de mi culo, y de la belleza de mi carita de nena perversa, había trascendido el tema de mi enorme clítoris. Y el hombre se salía de ganas de tocar el tema. Decidí que lo haría tocar algo más.

"¡Me alegro que pudiera recibirme, señora Julia, hace mucho que quería hacerle este reportaje...! ¡No se imagina cuanto le agradezco...!

"Sí que me imagino. Y no se preocupe, ya encontraremos un modo de que me lo agradezca...!

Él estaba sentado sobre un banquito bajo, de modo que cuando apoyé mi culo sobre la mesa de maquillaje, manteniéndome sobre mis hermosas piernas con mis pies tocando el piso, su nariz quedaba apuntando directamente a mi entrepierna. Llevaba puesta una pollera con tajo, que se abría por adelante. Con un poco de perversidad entreabrí un poco el tajo, con solo avanzar un muslo hacia fuera. Era un modo de llevar a su atención el tema de mi super clítoris.

Pero antes aclaremos algunos aspectos sobre mi persona. Tengo cara de nena perversa, sí, pero con algo más de cuarenta y cinco años, a este chico, de menos de treinta, yo debía parecerle más bien una vieja dominante y perversa, una putona dominante. Así que me posicioné en el papel.

Y mientras íbamos haciendo el reportaje, mecía mis poderosas caderas contra la mesa de maquillaje, con alguna que otra contracción o avance hacia delante de mi pelvis, lo que estaba poniendo más que nervioso al joven reportero. También mi sonrisa dominadora lo estaba perturbando. Y yo lo disfrutaba y procuraba acentuar el efecto. Con mis manos acariciaba mis caderas, avanzaba un poco el pubis, me hamacaba lateralmente con mi culo apoyado en la mesa de maquillaje, acariciándome una de mis enormes tetas, como al pasar. Al poco rato lo tenía psicológicamente con la lengua afuera.

Poco a poco fuimos agotando los temas de mi carrera, y cada vez era más evidente que sólo nos quedaba, insoslayable, el tema de mi gran clítoris. Y yo lo miraba fijo cada vez con más intensidad y un toque de ironía, como diciéndole "¿tenés miedo de preguntarme, nenito?" Y dejaba que el tajo se abriera un poco más dejando a la vista mis sabrosos muslos en las inmediaciones de mi pubis. El muchacho miraba mis carnes de vieja putona cada vez con más adoración. Y seguramente algo del olor de mi concha estaba llegando a su nariz, que se encontraba a menos de setenta centímetros en línea recta. Como me di cuenta de que no se animaría a sacar el tema, lo abordé directamente, "¿Y no hay nada más que quieras preguntarme...?" "Bue-bueno, estee... sí... yo..."

"Querés saber si tengo un clítoris tan enorme como dicen que tengo..." "Este, s-sí..." "Pero vos sabés que al que le muestro mi gran clítoris me lo tiene que besar, ¿no?" El muchacho tragó saliva, y se le escapó el anotador de las manos, cayendo al suelo. Con manos nerviosas iba a recogerlo, pero se lo impedí. "¡Dejá eso! ¡Ahora no vas a poder escribir nada!" Y levantando lentamente mi falda dejé mi peluda concha a su vista. El chico no se lo esperaba, seguramente pensaba que llevaría braguitas. Y yo contaba con eso, el factor sorpresa es muy desarmante. Y a mí me gusta tener a los hombres desarmados frente a mi clítoris. Y a este ya lo tenía...

Con mis dedos separé la fronda de mis pendejos dejando mi clítoris a la vista. Se hallaba en estado de reposo, de modo que medía poco menos de tres centímetros, pero el muchacho reaccionó conforme a lo esperado. "¡Dios mío! ¡Qué pedazo de clítoris! ¡Nunca había visto uno tan grande y gordo...!"

Le di una sonrisa sobradora, "Tocámelo, nene, y lo vas a ver más grande y más gordo...!"

El lo agarró con la yema de sus dedos pulgar, índice y medio, sobándolo suavemente. Yo lancé un jadeo lascivo. "¡Síihh nene, así...!" Y a medida que lo sobaban, mi viciado clítoris se fue parando. Los ojos del muchacho parecían no poder creer lo que veían, y su lengua salía un poquito, mojando sus labios.

"¡Chupámelo, cielo! ¡Me enloquece que me lo chupen! ¡Cada vez que tengo la cabeza de un hombre entre mis piernas chupándome el clítoris me pongo muy puta, muy, pero muy putona!" Y avancé el pubis, para que el chico no tuviera más remedio que agarrar mi duro y sensible pedacito entre sus labios. Lo atrapó con fruición y comenzó a chupármelo y lamerlo. Yo sabía que el olor de mi concha lo estaba dominando.

"¡No sabés la cantidad de tipos que se bajaron y los tuve ahí, donde tenés la cabeza ahora, adorándome el clítoritazo, chupándomelo de rodillas!"

Su boca se sentía caliente y húmeda, y su lengua me lamía con frenesí mientras me chupaba.

"¡También tuve nenes chupándomelo! ¡El hijito de una amiga mía, de ocho años se escapaba de su casa para venir a chuparme el clítoris! ¡Se entusiasmaba como loco y me llevaba de polvazo en polvazo! ¡Ese nenito no se cansaba nunca de chupar! ¡Al final yo terminaba tirándome en bolas en la cama, con las rodillas bien abiertas y el nene entre mis muslos, chupándome el clítoris! ¡Mi amiga jamás sospechó por qué su nene se había aficionado tanto a mi casa!"

Escuché que el reportero, allí por abajo, gemía al escucharme, mientras continuaba prendido a su chupete. Comencé a darle vaivenes a mi pequeño nabito erecto, cogiéndole la boca, con pequeños movimientos de mi pelvis.

"¡Con ese nene la cosa comenzó casi por casualidad...! ¡Estaba jugando debajo de la mesa, mientras charlábamos con su mamá, y de pronto sentí su cabecita entre mis muslos, besándolos, y los abrí, dejándole llegar más adentro, y se fue entusiasmando, mientras yo intentaba aparecer reposada frente a su madre, procurando mantener la conversación. Y cuando llegó a mi peluda concha –estaba de entrecasa sin bombacha esa tarde, ¡por suerte!, su lamiente boquita encontró mi clítoris y se prendió a chuparlo con pasión, como los nenes cuando toman la teta, pero con más pasión. ¡Y yo me ví en figurillas para disimular los orgasmos que estaba teniendo...! ¡Cuando se fue con su mamá, el nene me dio un simpático –para la mamá- beso en la boca, que la hizo reír. Claro ella no vio que el nene me metió la lengua, llena de gusto a concha, mientras con una de sus manitos me apretaba una teta, todo eso en menos de un par de segundos, y la madre no se dio cuenta de nada. Y yo quedé calentísima, y me tuve que pajear toda la noche, pensando en lo que iba a hacer con ese nene cuando estuviéramos los dos solos, que tendría que ser muy pronto, por la calentura que me había dejado. Y al día siguiente, pasé por su casa, y le dije a mi amiga si no quería que se lo cuidara un ratito, y ella aprovechó para salir de compras, dejándolo en mi casa. El nene sabía perfectamente de que la íbamos, y apenas nos quedamos solos se me tiró encima agarrándome las tetonas a través de la blusa y después desnudas, chupándome los pezones. Pero su obsesión era volver a saborear mi gran clítoris. Y ahí comenzamos una relación que duró varios meses, hasta que se mudaron!"

El hablar me ayudaba a ralentizar mis reacciones, distrayéndome un poco, pero al reportero le había pasado lo contrario. Se había arrodillado, dejando el banquito, y tenía la cabeza pegada a mi clítoris, y a medida que yo le contaba mis experiencias pasadas, se aferraba con más fuerza contra mí, agarrado de mis nalgas, y sintiendo mis muslazos contra su cuerpo. Yo podía sentir sus temblores, mientras su lengua lamía y lamía. Yo le movía la concha en pequeños círculos como para mantenerlo ocupado en no perder mi clítoris, y de paso darle unas cuantas sensaciones más.

"¡Después tuve que buscar alguien más que me chupara el clítoris, porque ya era un vicio, aún antes del nene, claro! ¡Por suerte en el sexto había un señor jubilado que me sirvió perfectamente! ¡Todo empezó... ahh, nene, seguí así...! todo empezó una mañana que me ayudó a entrar las cosas del supermercado en mi departamento. Y lo invité a pasar. Nos sentamos a conversar, en mis dos sofás enfrentados, y entonces le dejé ver que no tenía bombacha. Y mi peluda concha lo pudo. Me pidió de rodillas que... que... ahhh, síii... mi vida... seguí... seguí... y... de rodillas me pi... pidió que lo dejara chu... par... me... la... ayy... ne... ne... no... no... pa... pa... res... que me estás hacien... do a... ca...bar...!" Y agarrándole la cabeza con ambas manos se la apreté contra mi concha que comenzó a estremecerse, y esto fue demasiado para el pobre reportero que agarrándose fuerte de mi culo, con su cara enterrada en mi coño y con mi erótico pedacito duro en su boca, llegó al máximo de sus temblores y se corrió en sus pantalones. Se quedó un rato en la misma posición, con la cara contra mi pubis, y abrazado fuertemente contra mis muslos, respirando el olor de mi concha, y saboreando, todavía mi clítoris.

Luego se fue derrumbando, a medida que su cara iba bajando por mis muslos. Me agache para verle la cara. Estaba totalmente mojada por mis jugos, con mis pendejos repartidos por su rostro, y unas ojeras enormes por su acabada. Me miró con ojos embobados.

"¡Bueno, ahí tenés tu reportaje!" le dije. "Dentro de media hora tengo que darle otro a un colega tuyo, asi que mejor te vas."

Había nacido otro adorador de mi devastador clítoris.

Tengo mucho más para contarte sobre los estragos que hice con mi clítoris. Si te interesa, escribime a ladooscuro4@hotmail.com y dame tus impresiones.