¡Todos a la huelga!
Después de muchos años me encuentro con mi amor de juventud.
El sector sanitario está en plena movilización. El gobierno trata de recortar nuestros derechos y nuestra respuesta es una masiva concentración en la capital.
Estoy en medio del gentío que se manifiesta. Hay sanitarios de todo el estado y las consignas y eslóganes se repiten entre cantos reivindicativos.
¡No puede ser!, unos metros más adelante me parece haber visto a Silvia. Me cuesta confirmarlo pues casi todos vestimos nuestra bata blanca y hay mucha gente.
Silvia fue mi gran amor de la facultad. Todavía tengo grabada su imagen; morena, grandes ojos de color miel, cuerpo menudo, formas equilibradas, bonita silueta, en fin, una muñequita muy atractiva.
Su sonrisa fácil pero comedida redondea su imagen agradable y atractiva.
Otras compañeras tenían un cuerpo mucho más espectacular y atraían la atención de los chicos por sus formas pronunciadas y seductoras, pero fue ella la que me conquistó con su porte sencillo y sus elegantes maneras.
Me cautivaron la suavidad de sus formas, y su un carácter profundamente romántico y a la vez apasionado, solamente accesible para unos pocos.
Varias veces estuvimos a punto de salir juntos, pero por aquel entonces a ambos nos dio miedo empezar una relación que sin duda nos desviaría de nuestros estudios. En el tercer curso nos separamos; yo me fui a estudiar medicina rural y Silvia se inclinó por la medicina hospitalaria.
Ahora después de casi diez años nos encontramos de nuevo. Consigo alcanzarla, me pongo delante de ella y la detengo en su marcha. En el primer instante me mira sorprendida y algo contrariada.
Cuando me reconoce abre los ojos, sonríe ampliamente y a continuación nos fundimos en un gran abrazo. Durante un buen rato nos olvidamos de todo y volvemos a revivir aquellos días de facultad en los que tuvimos nuestra historia de amor.
Luego de recordar aquellos felices días, volvemos a la actualidad poco a poco. Con cortas pinceladas dibujamos nuestra vida actual intercambiando detalles sobre nosotros. Nos enseñamos las fotos de nuestras respectivas familias y tras un corto recorrido volvemos al día de hoy. Ella trabaja en un gran hospital de la capital como anestesista y yo soy médico rural en un área agrícola.
Ambos sentimos mucha curiosidad por saber cómo le va al otro, pero lo que más nos gusta es recrearnos en aquellos años de juventud. Nos hace sentir jóvenes, enamorados y llenos de ilusiones. Ambos sabemos que la realidad es agradable, que somos felices, aunque no puede ser malo hacer un paréntesis en nuestra vida, dejándonos llevar por los recuerdos, por lo que pudo ser y no fue.
Además, quién se puede negar a disfrutar del mas delicioso manjar adornado por ribetes de poesía. Después de tantos años, darnos el capricho y no amarnos por un día sería imperdonable.
Mientras que los actos reivindicativos continúan durante todo el día, Silvia y yo nos vamos a un hotel discreto. Ya en la habitación, en honor a Silvia pienso en hacerle el amor con todo mi sentimiento, recreándome en los detalles sabiendo que será una única vez en la que estemos solos como hoy.
Lo que nunca pude hacer, ahora lo compensaré con las mismas ganas de entonces y con varios años más de experiencia. Mi recrearé en las caricias, trataré de gozar y hacer gozar intensamente de todos estos increíbles momentos.
Nos desnudamos y nos metemos bajo las sabanas con un cierto pudor pero con intención de no desperdiciar ni un solo instante.
Con el dorso de los dedos acaricio suavemente desde el cuello hasta su pecho, siguiendo la hermosa curvatura de sus senos. Me detengo en la orla que rodea los pezones que ya están erizados y duros. Mientras los lamo acerco mi mano hacia su ardiente y húmedo sexo.
Me coloco encima con mucho mimo, y para no dejar todo mi peso sobre su delicado cuerpo, me apoyo en los antebrazos y las puntas de los pies, permaneciendo en estrecho contacto pero casi suspendido en el aire.
Con sumo cuidado, dirijo mi gorda polla hacia delicada almejita. La punta entra con dificultad y debe abrirse camino. Silvia se estremece y gime de dolor mezclado con deseo. Poco a poco la voy metiendo tras suaves empujones.
Su vagina me recibe con estrecheces pero caliente, húmeda y envolviendo mi polla como un guante. Tras unos instantes de pausa, levanto un poco la cadera y hago que se salga un poco, a continuación la vuelvo a meter bien adentro.
Así es como siempre soñé que le haría el amor a Silvia. Ella termina de acomodar su cuerpo, enrosca sus piernas con las mías y espera a que me la folle como siempre deseó.
Lentamente empiezo a subir y bajar mis caderas haciendo que mi polla entre y salga en su chocho que se adapta a ella con precisión.
Muy a pesar mío, y por ser tanta la emoción contenida durante años y el placer que siento, que mi polla se mueve contra mi voluntad anunciando la corrida inminente.
Trato de evitarlo, la saco casi del todo para tratar de reducir la presión, me detengo, trato de pensar en otra cosa…pero todo resulta inútil. Me corro irremediablemente.
Me siento contrariado y algo decepcionado, no he podido dar a Silvia la tarde de placer que deseaba.
Los espasmos que acompañan a mi orgasmo no se pueden ocultar y aunque trato de continuar, he perdido buena parte del vigor y me resulta imposible. Me rindo, beso a Silvia como pidiéndole perdón y me quedo a su lado.
Silvia se coloca a mi costado, me da besos en el cuello y en la cara mientras juega con el pelo de mi pecho, mientras se frota con mi cuerpo como una gatita mimosa que espera nuevas caricias de su amo.
Luego, casi susurrándome al oído me confiesa:
- “Ha sido maravilloso…siempre desee poder darte todo este placer…”, “ahora descansaremos un poco y luego quiero que me ames como siempre deseaste”.
Dicho esto, se acurruca junto a mí, de vez en cuando me besa y su mano empieza a acariciarme.
Primero los muslos, luego la entrepierna, luego se acerca a mi polla pero sin tocarla. Enreda sus dedos con mis pelos y luego recoge en su mano mis huevos calientes.
Poco a poco, mi polla se vuelve a poner a tono. Silvia la coge y la frota suavemente. La piel sube y baja con suma facilidad ya que todavía conservo parte de sus flujos.
Tras unos minutos de meneos, ya la tengo igual de dura que al principio y estoy deseando poderla meter de nuevo.
Liberado un poco de emoción contenida de años, ahora estoy seguro que será mucho más fácil de dominar mi pasión por Silvia.
Pero antes de que pueda hacer nada, Silvia se sienta sobre mis muslos. Se inclina hacia mi y nos besamos.
Al retirarse, pasea sus manos por mi cuello, por los brazos, por el pecho hasta llegar al vientre. Espero impaciente que me la coja y la menee. Acaricia un poco la punta y se la acerca hacia sus labios, se levanta un poco sobre sus rodillas, baja y siente como se introduce en su vagina. Lentamente va dejando caer su cuerpo hasta que la recibe completamente.
Tras un instante de reposo, balancea sus cuerpo adelante y atrás, haciendo que la punta roce intensamente en el fondo de su chocho.
Luego se inclina hacia mí, haciendo que se salga un poco. Una gota de su jugo corre hacia mis huevos.
Me siento complacido al ver que poco a poco va encontrando los movimientos más placenteros y disfruta conmigo como siempre soñé.
Silvia empieza a moverse arriba y abajo, cada vez con más amplitud y rapidez, intercalando movimientos de sus caderas adelante y atrás. Sus tetas, como dos naranjas, le acompañan en sus movimientos.
Le pido que continúe, que me encanta verla cabalgar sobre mí, que estoy a punto de correrme de nuevo y Silvia parece excitarse más y más, saltando sobre mí su chocho se come una y otra vez mi polla desde la punta hasta la raíz.
Mi polla hinchada roza intensamente en las paredes jugosas de su chocho y ambos estamos al borde del orgasmo.
Antes de que este llegue, la hago descabalgar y la vuelvo a poner debajo de mí.
Con un empujón vuelvo a meter toda mi polla en su vagina. Ahora, con los brazos extendidos y apoyado en las manos, empiezo un mete y saca vigoroso y rápido.
Al ver acercarse su orgasmo, me detengo un instante a que baje la intensidad, para continuar instantes después.
Así lo hago varias veces, hasta que Silvia me pide que no pare, que siga hasta el final.
Ya no me detengo hasta que Silvia se retuerce de gusto, gime, me aprieta el culo atrayéndome hacia ella y se incorpora un poco para llegar a besarme y morderme los labios.
Ante tal explosión de placer, me vuelvo a correr largamente.
Permanecemos uno junto al otro largos minutos, saboreando y relamiéndonos al ver cumplido nuestro sueño de juventud.
Antes de volver a la realidad quedan varias horas que sin duda aprovecharemos bien para compensar todos los años en los que hemos tenido la llama encendida.
Deverano.