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No sé como se me ocurrió. Sentado frente a mi portátil, mientras leía un relato de Todorelatos.com, decidí masturbarme...

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No sé como se me ocurrió. Sentado frente a mi portátil, mientras leía un relato de Todorelatos.com, decidí masturbarme. Pensé que nadie me vería. Eran las 3 de la madrugada. El relato me excitaba. Pasé a la obra. Bajé mi pantalón y comencé a estirar mi pene morcillon hasta darle un aspecto robusto, duro, firme. Pero no estaba solo. Allí, tras una cortina, me espiaban los autores de los relatos de aquella página.

No tenía sueño, y me decidí por matar el tiempo leyendo algún que otro relato de Todorelatos. Me senté frente a mi portátil y comencé con el primero de ellos. Era de Moonlight. El título, "Su puta madre". Me gustó. Después leí el de Lydia, "Todo por mis braguitas". Terminé con Romymadrid y su "Partido de fútbol". Entre las tres, me acabaron de poner en orden. Mi pene se agrandaba por momentos. Ante la soledad en la que creía encontrarme, bajé mi pantalón y saqué mi pene que se moría por ser acariciado. Poco a poco fue adquiriendo un estado jovial, duro, potente. Comencé a subir y bajar lentamente el prepucio. Me daba placer. La oscuridad del salón, solo iluminado por la pantalla del portátil, daba un aspecto erótico a la situación. Oí un ligero ruido y levanté la mirada. No veía nada. Vi moverse la cortina y me asusté. No le di importancia. Me centré en otro relato. Ahora era de Gatita. Cuando comenzaba a leerlo, una mano se posó en mi hombro. Casi me desmayo del impacto. Giré mi cabeza. Era la sombra que me iluminaba noche tras noche. Me había pillado con los pantalones bajados, el pene fuera y masturbándome. No dijo nada. Se llevó el dedo índice a la boca en señal de silencio. Me rodeó y se agachó delante de mí. Tomó mi verga con su mano y se la introdujo en la boca. Se aplicó en subir y bajar su cabeza a la vez que sujetaba el tallo firme. No daba crédito. Con una mano lo sujetaba erguido y con la otra masajeaba mis testículos lentamente. Su dedo recorría el periné. Mis piernas se abrían más y más. Cerré los ojos y me vencí hacia atrás. Luego los abrí y la vi allí, sin descanso. Aplicada en lo que estaba haciendo. Tomó mi mano y la dirigió hacia su pecho. Lo palpé por fuera de su pijama. Estaba duro. Se notaba a través de la tela la dureza del pezón. Después, abandonó mis testículos y con su mano fue desabotonando uno a uno los botones de su camisa del pijama. Sus pechos brotaron en la tenue luz. Como dos globos. Llenos. Sus pezones más oscuros me apuntaban arrogantemente, desafiantes. La felación tenía que terminar. Yo estaba a punto. Llevó de nuevo mi mano hasta sus pechos. Su carne, su calor. Ahora me jactaba de tocarlos, de acariciarlos. Me enredaba en sus pezones. Notaba el roce de sus dientes sobre mi glande en un ir y venir de placer extenuante. Su boca alojaba por completo medio pene. Lo envolvía con su saliva mientras su lengua jugueteaba con el frenillo. Iba a explotar. Traté de retirar su cabeza. No lo conseguía. Se lo advertí. Dije que me corría. Entonces cesó en sus movimientos y me miró. Se incorporó y me sonrió. Su cabello largo, liso y oscuro, la hacían mas bella. Nunca la había mirado así. Bajó el pantalón de su pijama. Lo sacó por los pies. Su braga descendió muslos abajo y me acercó su pubis. Posé mis manos en sus glúteos y bebí de aquella vulva caliente. Sus manos enredaban en mis cabellos canosos a la vez que su respiración se hacía más exigente. Luego, sus piernas se abrieron y se sentó sobre mis muslos. Tomó el tallo entre sus manos y lo guió de forma irremisible a esa cueva donde la lujuria y el placer se daban cita. Dejándose caer, engulló el falo por entero. Sus contorsiones hacia delante y atrás la proporcionaban placer. A mí me atormentaban. Se daban cita una serie de sentimientos irrefrenables. Ella se mordía su labio inferior. Sentía placer. Ese placer que andaba buscando. Mi pene era preso de un sin fin de sensaciones agradables y dolorosas a la vez. Luego inició el ascenso y descenso. Lentamente. Resbalando sobre la barra dura. Como si quisiera medir la longitud del mango. Todo lento. Noté, mientras pellizcaba sus pechos y endurecía más sus pezones, como el líquido blanquecino se preparaba para ser lanzado. Se lo dije. Me depositó un beso en los labios. Nuestras lenguas se juntaron y en ese justo instante, noté como su vagina ensanchaba para recibir mi esperma. Una violenta sacudida en ambos cuerpos hizo que nos fundiéramos más. Despacio, una a una, las salvas de semen fueron alcanzando la diana del útero. Saciado el mismo, devolvió el sobrante por su entrepierna. Luego, después de reposar así unos minutos, me besó nuevamente y me abandonó dejando mi pene aún duro. Se limpió con su braga y la enrolló sobre su mano. Su pantalón volvió a su lugar y su camisa de pijama se cerró. Otro beso y un adiós acompañado de un "hasta mañana".

A la mañana siguiente abrí mi portátil. Iba a leer algún relato de Todorelatos. Vi uno. Me llamó la atención. El título me sugería. Leí y leí cada vez más atormentado. Relataba un polvo. Pero era más que un polvo. Eran un cúmulo de sensaciones que me atormentaban cada vez más. Era lo que me había pasado la noche anterior allí mismo. En aquél mismo sillón. Entones recordé vagamente como me había quedado dormido mientras leía. Aquel sueño había provocado aquella mancha en el sillón. Fue entonces cuando reparé en la nota que había bajo el portátil, en la cual se leía "Me tomé la libertad de escribirlo, no podía hacer otra cosa después de tomarte" Lo firmaba

Coronelwinston

N.A. Gracias a todos los autores de Todorelatos.com. Con su fantasía, imaginación e ingenio para describir situaciones reales o ficticias, conseguimos despachar la soledad.

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