Todo tiene un precio

Una redactora de un programa de televisión va a hacer una entrevista a un futuro concursante y cae en sus manos por dinero.

Hola. Mi nombre es Eva. Trabajo de redactora para un conocido programa de televisión. Para los que no lo sepan, mi función se basa en localizar a participantes y a todo aquel que pueda venir al programa. Luego una vez localizados les hago las entrevista de rigor para ver si su perfil se ajusta a lo que buscamosl. Físicamente y a riesgo de parecer chula, soy bastante agraciada. Soy rubia, con ojos azules, un cuerpo proporcionado que moldeo a base de horas de gimnasio. Sin embargo, lo que más llama la atención a los hombres que se cruzan por mi camino, son mis grandes tetas, que a duras penas logro contener en muchas ocasiones en una talla 100.

La historia que les voy a contar me sucedió trabajando en este programa. Andaba yo desesperada y agobiada porque no encontrábamos a nadie que quisiera venir a nuestro plató. Además mi situación económica actual no era muy boyante que digamos. Me acababa de dejar mi novio, al irse con otra tía, y de buenas a primeras me quedé sola, y teniendo que pagar un alquiler de 1000 euros que no me permitía mi sueldo.

Y encima, mi jefa, una gorda enorme, bastante desagradable y que vivía en su mundo, me estaba empezando a atosigar porque faltaban apenas dos días para cerrar la planilla, y yo no podía permitirme el lujo de perder el trabajo que tenía. No sabía que hacer, y por más que le diera vueltas a mi agenda no sabía con quien contactar.

Estaba, al borde de un ataque de nervios, cuando una de mis compañeras, Marina, que ya estuvo conmigo en otros programas de igual contenido y gracias a la cual entré en este, me soltó:

¡¡Eva, Eva!!, creo que te encontrado alguien que quiere venir al programa –

Dios mio, aquella frase me elevó el espíritu en aquella mañana. Resulta que Marina, la pasada noche había contactado, a saber de que manera, con unos mexicanos en una discoteca. Según ella, los habló sobre el programa, y ellos habían aceptado para que les hiciéramos una entrevista para ver su perfil. Lo único malo, era que eran extranjeros y no solíamos meter a nadie que no tuviera sus papeles en regla en España. Pero que coño, toda regla tiene una excepción y yo no tenía a nadie para mi programa.

Marina me dio todos los datos. Se trataba de un joven llamado Enmanuel Luis, que estaba aquí haciendo un curso de Interpretación o de Dirección Cinematográfica. Le había dicho a su compañera que como no estaba muy seguro de que sus padres le dejaran concursar, prefería quedar en un bar, que conocíamos, así que no presentaba demasiado problema. Simplemente era ir allí, hacerle las cuatro o cinco preguntas de rigor y luego quedarse con todos sus datos para, en caso positivo, ir a grabar su vídeo donde hiciera falta.

Así que inmediatamente le llamé a su móvil. Nada más coger al teléfono, me sorprendió la voz tan grave y varonil que respondió. Durante los apenas dos minutos que duró nuestra conversación para concertar la cita, noté en el chaval unos aires muy chulescos que me dieron bastante mala espina. Sin embargo, no quise dejarme llevar por la primera impresión y llamé al chofer para que nos llevara al bar donde habíamos quedado.

Estaba en la zona de la plaza de Antón Martín, una zona de Madrid donde hay muchísima inmigración. Como el conductor que me llevó no pudo aparcar para esperarme, le dejé que se marchara y yo sola me dirigí hacia mi lugar de encuentro. Cuando llegué a la puerta, me llamó la atención que era que muy cutre. Era aún peor que una tasca de esas de barrio. Las mesas estaban sucias y había una nube de humo, que mezclado con el olor a vino del malo, hacía insoportable respirar en aquel lugar.

Nunca he sido una niña pija, a la que le importe donde voy. De hecho, por mi trabajo he tenido que hacer entrevistas a energúmenos en los sitios más insospechados. Sin embargo, aquel día, me sentí lo más incómoda del mundo. Además mi vestimenta no ayudaba lo más minimo. Llevaba una blusa blanca, estilo hippy con florecitas, cubierta con una chaquetilla también de ese estilo marrón, por debajo una falda vaquera hasta las rodillas y unas botas de tacón. Sentí como al entrar y dirigirme a la barra, los cuatro o cinco abuelos que había allí se me quedaron mirando desnudándome con la mirada. Pero nada comparado con la mirada del hombre de la barra, un tipo grasiento, con barriga prominente, y con un palillo en la boca, que me soltó cuando me acerqué:

Ey preciosa, ¿te has perdido?, o ¿buscas algún príncipe azul para alegrarte el día?

Yo le eché una mirada intentando fulminarle, pero no le intimidó lo más mínimo. Al revés, él me miró, con una leve sonrisa en los labios, que hizo que, sin querer bajará la vista y me sintiera inferior y dominado por la situación. Así, toda azorada como estaba y con su mirada clavada en mis tetas, le pregunté por Enmanuel Luis, No pude terminar la pregunta, porque de entre las mesas surgió la misma voz grave y fuerte que había oído en el móvil.

Soy yo guapa. Tu príncipe azul soy yo. El que buscas. Soy Enmanuel – soltó así sin más como presentación. – Siéntate aquí conmigo y platiquemos.

Mi primera impresión no pudo ser más negativa. De frente a mi, sentado con las piernas cruzadas y estirado sobre la silla, tomándose una copa de soberano estaba un tipo renegrido, con una sola ceja y con una mata de pelo enorme negro que con gomina había peinado para atrás. Intentaba ir elegante, pero lo único que iba era desagradable. Pero no tenía más remedio, que aguantarlo, necesita a aquel tipo para el concurso.

Con aire seguro me acerqué a él, y sin dudarlo me senté enfrente de él. Clavó su mirada de salido y obseso en mis tetas, pero como yo estaba acostumbrada a la situación en seguida puse mi mochila sobre mi pecho, y saqué un cuaderno y un boli para tomar todas las notas posibles.

Bueno a ver Enmanuel Luis, dime tu nombre completo y tu número de pasaporte.

Enmanuel Luis Negros De Castro para servir a Dios y a Usted, soltó de improviso, dejándome totalmente muda – y mi número de pasaporte es el 61090764Z

Muy bien, gracias. Ahora me imagino que sabrás que tengo que hacerte una serie de preguntas sobre tus aficiones.

Sin problemas

A ver cuales son tus hobbys – le pregunté sin mirarle a los ojos, con la vista clavada en el formulario –

Ver fútbol, sobre todo el Real Madrid… y hacer el amor con chicas bonitas…. Como tu – soltó de repente aquel tipo –

Me quedé realmente anonadada. No podía creer lo que aquel mexicano acababa de decir. Intenté hacer caso omiso, a lo que me decía… y seguí con la siguiente pregunta.

Vale, bien, fuera de bromas, ¿Qué te ha traído a concursar a nuestro programa?

Ya te lo he dicho… conocer y follarme tías como tu. Con esas tetas y ese cuerpo no se ven todos los días – dijo sin inmutarse lo más mínimo – Con ese cuerpazo de zorrita pija seguro que tienes loquito a todos los hombres -

Aquello era más de lo que podía aguantar. No me podía creer lo que estaba oyendo. Me estaba entrando sin tapujos, y además estaba insultándome. Sin embargo, necesitaba aquella entrevista como fuera. No podía permitirme el lujo de perderlo, así que esboce una sonrisa de cumplido, y preferí no hacerle caso, y seguir con las preguntas.

Ya ya ya… a ver Enmanuel Luis, ¿que es lo que buscas en el programa?

No te hagas la tonta, niñata. Sabes muy bien lo que quiero. Quiero una rubia con ojos azules, buena pollera, y con unas tetas enormes que se muevan y balanceen mientras de espalda la doy bien por detrás… - continúo mirándome fijamente a los ojos – Una polla de 30 centímetros como la mía está muy cotizada entre las zorritas europeas como tu

Aquello si que era el final. No iba a soportar más a aquel desgraciado, así que recogí mi cuaderno y mi boli, y los fui a meter en la cartera, antes de echarle una mirada de odio tremenda.

No me mires así guapita de cara. Estoy segura que podría follar contigo – me dijo tranquilamente y sin perder la compostura –

¿Pero quien te has creído que eres?. ¿Richard Gere?. ¡¡¡¡No eres más que un imbécil engreído, un …!!!! – le dije ya fuera de mis casillas –

Alto alto preciosidad – intentó tranquilizarme levantando una mano – siéntate, ¿no querrás montar un espectáculo en mitad del bar?

¿¿¿Un espectáculo???. Mira gilipollas – le dije apuntándole con el dedo y echándome para adelante casi a la altura de su cara – Eres un auténtico subnormal de mierda… ¿quién te has creido que eres?

Nada más y nada menos que el hijo del presidente de Cementos Cruz Azul… te suena, mi apellido rubita o ¿sólo te sabes los de los payasos que salen en la tele en los programas de cotilleo? – Hizo una pausa y me clavó los ojos – y eso quiere decir que tengo mucho dinero… - Hizo otra pausa – y se de buena tinta que tu, lo necesitas y rápido

Me quedé paralizada al oir aquello. Aquel hijo de puta sabía que yo estaba muy necesitada. ¿Pero como?... ¿Quién?. Me quedé sin poder esbozar palabra. Me vine abajo, toda mi furia se disipó al instante

Bien, bien, ves como no hace falta ponerse así. No hace falta montar ningún escándalo. Yo te propongo un trato. Simplemente eso. Con ese cuerpazo puedes ganar millones, solo hay que ser… un poco… digamos desinhibida… ya sabes a que me refiero – Me miró fijamente analizando mi reacción – Todo el mundo tiene un precio. Todas las mujeres tenéis un precio

Estupefacta me volví a sentar, sin saber muy bien que hacer. Como podía aquel cabrón saber cual era mi situación… pero no pude pensar más, el mexicano seguía hablando

Mira, yo tengo dinero y tu lo necesitas. Pero yo no soy Teresa de Calcuta, las ONG’s no existen. Yo te ofrezco una cosilla. Mira te puedo dar hasta 700 euros por que seas complaciente conmigo durante un día, desde ahora mismo, la dos y diez de la tarde, hasta las dos y diez de mañana. Eso si, si quieres el dinero, tienes que ser complaciente conmigo, solo te pido eso. – Me volvió a mirar a la cara examinando cada uno de mis gestos, sin alterarse lo más mínimo y dando vueltas a un mechero sobre la mesa - ¿Qué opinas?. ¿Te interesa?. Ah y por supuesto si te portas bien, por supuesto que iré a tu puto programa y si no pues nada

No sabía que hacer. No podía articular palabra. Estaba alucinada. Me solían entrar tios, pero que me hubieran dado dinero por folllar con ellos, nunca. Por un lado me hacía sentirme una puta, pero por otro necesitaba aquel dinero y además no podía volver sin su entrevista para el programa.

Bueno guapita de cara, te dejo que te lo pienses. Con lo que decidas, llámame. Aquí está mi número – Me acercó una tarjeta con su número su nombre, y por debajo un billete de cien euros – Piénsatelo y me lo dices zorrita.

Se levantó así sin más, me puso la mano en el hombro y salió de allí sin mirar atrás. No se el tiempo que estuve allí sentada, en aquella mesa dándole vueltas a lo que me acababa de pasar. Estaba en una encrucijada, y tras darle muchas muchas vueltas cogi mi móvil, y marqué el número que estaba indicado. Con un nudo en la garganta y con la piernas temblándome, intenté hablar, pero antes de que pudiera articular palabra, su voz sonó al otro lado del teléfono.

Bien, bien – dijo con su voz inconfundible – veo que eres una guarrita que estás dispuesta a aceptar mi ofrecimiento. ¿Ves como el dinero lo puede todo? – de repente se calló, viendo como yo al otro lado, respiraba sobresaltada – No te he oido, guapa, ¿verdad que el dinero lo puede todo?

Siii… - dije tímidamente con un hilo de voz apenas audible –

¿Cómo?. No te he oido, perdona ¿es verdad que el dinero lo paga todo? – repitió está vez con más insistencia – ¿y es verdad que el sexo se puede pagar con dinero prácticamente a cualquier mujer?

Si es verdad, el dinero lo puede todo, incluso el mantener relaciones sexuales – dije llena de vergüenza razonando que ya no había marcha atrás en lo que estaba haciendo

Bien, bien, Pero antes de estar seguro y como respuesta a los cien euros que ya te has llegado, quiero que des una muestra de buena fe. Quiero que ahora mismo, ahí sentada, te quites las bragas y los sujetadores y los metas en el bolso. Además quiero que te toques disimuladamente los pezones y los pongas duros. Entonces sal por la puerta y dirígete al Porche Negro que hay enfrente del bar. Te estoy esperando.

¿Queeeee?. – Le solté casi sin darme cuenta – Estás loco, te has vuelto gilipollas, ¿como quieres que haga eso? – Le medio grite al móvil, pero no encontré respuesta, el muy cabrón había colgado. Ya no había marcha atrás, si quería el dinero debería hacerle caso por muy hijo de puta fuera.

Así que miré adelante, atrás, y a los dos lados y armándome de valor, y poniéndome más roja de lo que jamás pensé, levanté un poco el culo de la silla, y ante la atenta mirada de los viejos que estaban jugando al dominó, ahuequé un poco mi culo, me metí las manos por debajo de la falta, y con mucho apuro conseguí sacarme mi tanga de encaje. Con el mayor disimulo que pude, la guardé en el bolso. El sujetador iba a ser imposible. Así que decidí que iba a ir al baño, pero cuando me levanté sonó mi móvil

¿Donde vas?. Yo no te dije en el baño, te dije que te lo quitaras allí. No metas la pata. Lo estás haciendo muy bien, no ves como babean los viejos de enfrente –

Dios, aquel psicópata me estaba vigilando. Entonces me acordé de lo que dijo del coche en la puerta de enfrente. Miré hacia la puerta y ví un vehículo negro. Apoyado sobre la puerta estaba él. Pude ver como me sonreía y me hacía un gesto de afirmación con la cabeza. Me armé de valor, me volví a sentar en la silla, mirando fijamente a los ancianos y lo mejor que pude, me quité el sujetador, montando un espectáculo que no pasó desapercibido, para nadie, ni siquiera el de la barra, que ya no me quitaba el ojo de encima. Con muchos más apuros, los guardé también en el bolso, notado como mis tetas rozaban contra el encaje de flores de mi blusa. No necesité ninguna ayuda alternativa para erizar mis pezones, que se endurecieron en un visto y no visto.

Rápidamente y toda azorada, cogí mi bolso e intenté salir corriendo hacia la dirección del mexicano. Sin embargo, cuando iba a salir, oí la voz del camarero, que me gritó pidiéndome la cuenta. El muy hijo de puta no había pagado. Me acerque a la barra, totalmente colorada y sulfurada, para pagar, mientras soportaba que aquel hijo de puta me mirara las tetas y mis pezones erectos, más que al billete de 5 euros que le di para pagar. Cuando me dio la cuenta, noté como se relamía, el muy cerdo, y cuando me di la vuelta note su mirada clavada en mi culo.

Cuando llegué a la altura del mexicano, estaba esperándome tranquilamente apoyado en su coche, con una máquina en la mano.

¿Has visto? – me dijo enseñándomela – Es incrible la definición y la capacidad de zoom que tienen hoy en día las cámaras de fotos de hoy en día. Mira… - dijo acercándome la pantalla… - ¿ A qué sales guapa?. No sabes el auge que tienen ahora por Internet esto de las fotos robadas y si encima, son de una tia tan buena como tu haciendo exhibicionismo pueden ser un bombazo… ya sabes – dijo cínico – un par de llamaditas y eres la estrella de la red.

Aquel cabrón me había hecho fotos durante mi estancia en el bar. Ahora si el hijo de puta me tenía pillado. Me vine abajo, mi ánimo se derrumbó rápidamente, ya si que no sabía que hacer.

No me mires así, no te preocupes, es como mi contrato, es la forma de saber que no me va a engañar. Tengo que guardarme las espaldas, pero creo que vas a dar de si y mucho… Vamos zorrita sube al coche que empiezan unas 24 horas que no olvidarás en la vida.

CONTINUARÁ

(ES UN RELATO INTERACTIVO – ESPERO VUESTRA COLABORACIÓN PARA IR AÑADIENDO COSITAS QUE PUEDA PASAR NUESTRA REDACTORA EVA)