Todo queda en familia

Jovencitos en el pueblo. Que podría salir mal.

La leñera estaba muy a oscuras. Mi prima y yo nos deslizamos a ciegas con soltura y facilidad entre las ramas hasta llegar a un hueco en la montaña de madera que habíamos descubierto unos días atrás. Allí jamás nos encontraria nuestro primo Cristian, que era el que le tocaba buscar.

Nos acurrucamos en el escaso hueco, yo en el fondo y ella vigilando la entrada. Estuvimos un minuto en silencio y luego me acerque a ella, pegándome lo máximo posible. La agarre por las caderas, apretándola más aún. Ella no respondió, pero sabía a qué habíamos ido a ese rincón. Había sido idea suya.

Echó una mano hacia atrás y me palpó la ereccion por encima del pantalón de chándal. Yo agarré la cinturilla del suyo y se lo baje por las rodillas. Acaricie y apreté su trasero y sus piernas, pero rápidamente pase a acariciar su vagina por encima de la ropa interior. No me dejaba tocarla por debajo. Se empapaba y tenía varios orgasmos al día, pero me negaba esa última barrera. Yo era un crío, tampoco me importaba.

Ella me quito el pantalón del mismo modo que yo a ella y encajo mi pene entre sus piernas. Lo frotaba contra su entrepierna con la pericia de la experiencia. Yo sentía su clítoris a través del suave algodón de las braguitas holgadas y como sus flujos me rodeaban el pene. No tardamos en corrernos entre convulsiones, pero no nos detuvimos. Mi prima y yo teníamos mucho vicio y éramos unos jóvenes muy precoces.

Simplemente nos recostsmos un poco, tomando aliento para el segundo orgasmo. Yo ni siquiera perdía la erección con ella. Durante ese descanso, frotó mi pene con su mano por toda su vagina. Y yo comencé a sentir como sus braguitas se apartaban y mi pene frotaba contra sus labios, empapados y cálidos. Al sentir el grosor de su clítoris pasar en una de las idas, no pude aguantar más y me corrí de nuevo. Ella siguió un rato, matándome de placer y corriendose en el proceso. Y entonces sucedió, sin más.

El orgasmo la hizo agacharse un poco, mi pene resbaló y se alineó con su vagina, entrando casi la mitad de golpe. Nos quedamos callados. Luego ella bajó lentamente hasta tenerlo entero dentro y luego empezó a moverse lentamente. Y a tocarse. Sentí que el orgasmo subia de nuevo y empuje hasta el fondo. Ella me cabalgó unos minutos más y luego, tras un orgasmo, se quedó rendida contra mi, aún con mi pene erecto dentro.

Éramos absurdamente jóvenes. Teníamos una vaga conciencia de lo que habíamos hecho, y no se ella pero yo estaba mareado y sentía que se me iba la vista. No le di mucha importancia. Mi ereccion se redujo por primera vez y el pene se deslizó fuera, lo que me hizo sentir el frío. Ella parecía satisfecha, y simplemente se dejó caer en el suelo suspirando. Siempre era igual. Parecía llena, pero duraba poco.