Todo queda en familia 4: Placer por partida doble

Pasaron exactamente treinta y siete exasperantes minutos desde que mi hermano se sentó delante de la tele hasta que sonó el timbre. Todo pasaba a velocidad de tortuga, como si el reloj se burlase de mí y el tiempo fuese hacia atrás. Pero por fin, a las once y treinta y tres exactamente, llamaron a la puerta. Me excitaba y me asustaba pensar en quién iba a usarme... Javi se puso en pie con tranquilidad y cogió mi correa. Tiró de ella y me hizo arrastrarme hacia el recibidor.

Todo queda en familia 4: Placer por partida doble

CRIS

Cuando mi padre volvió a verme actuó como si no pasase nada. Yo no quería sacar el tema, me sentía completamente avergonzada, y esperaba que él tampoco lo hiciese. Afortunadamente, aquella noche fuimos la familia normal de siempre.

Pero, si aquello me sorprendió, aún más extraño fue lo de Javi. Durante días enteros se comportó como el hermano de siempre delante de mi padre: me saludaba normal, hacía bromas, ayudaba, se sentaba a ver la tele conmigo como si nada… Esperé a estar solos para ver qué ocurría, convencida de que al no haber intrusos acabaría pasando algo, pero me equivoqué. Mi padre se había ido, como de costumbre, y no volvería hasta por la noche. Javi entró en mi cuarto y bendije mi suerte. Seguro que tramaba algo, pensé.

  • Oye Cris, que me voy, ¿vale? No creo ni que venga a dormir, pero vamos, tú por mí no te preocupes, hermanita.

  • Vale… - me limité a contestar.

Estaba hecha un lío y necesitaba hablar. Por eso acabé llamando a Lucía, una de mis mejores amigas, y pidiéndole que viniese a mi casa a comer.

  • Eh, Cris, ¿qué pasa? – me preguntó cuando estábamos tomando algo en la cocina.

  • Es que he hecho algo que no está bien… - empecé a decir, directa al grano. No soy de las que se andan por las ramas – pero no sé… no me arrepiento… es más, es de lo mejor que he hecho nunca.

  • ¿Por qué dices que es malo, qué ha pasado?

  • Pues… es Javi

  • ¿Sí?

  • Es que me da corte contártelo

  • Bah tía, qué chorrada, siempre nos lo hemos contado todo, hasta las aventurillas sexuales… - comentó con una risilla.

  • Por ahí van los tiros – dije con timidez.

  • ¡No jodas! Te estás quedando conmigo, ¿no?

  • Que no, Luci, que no. Es muy fuerte.

  • ¿¡Te has tirado a tu hermano!? – casi gritó.

  • Más o menos.

  • ¡Qué cabrona! Pero, ¿cómo que más o menos?

  • Más bien él me folla a mí – respondí.

  • Ah… ya… - dijo, creo que algo cortada.

  • No ha sido un polvo convencional, hablo de… de dominación.

Abrió mucho los ojos.

  • Me… ¿me estás hablando en serio?

  • Muy en serio.

  • ¿De verdad?

Asentí con la cabeza enérgicamente.

  • Sí, y ahora pasa de mí, se comporta normal y no sé por qué, estoy desquiciada.

  • Pero… no sé… ¿te trataba mal?

  • A veces – admití.

  • Y entonces, ¿por qué quieres pasar otra vez por eso? Ahora te trata bien, ¿no?

  • Sí, pero me trata como a su hermana. No me folla. Me… me excitaba sentirme así

usada… lo necesito

Bajó la cabeza.

  • Te entiendo – murmuró.

La miré esperanzada.

  • ¿De verdad? ¿Tú… tú alguna vez has hecho algo de este tipo? O sea, ¿te has sentido sumisa?

  • Cris, yo me lié con tu hermano, ¿o no te acuerdas?

  • Sí, ¿y qué?

Claro que me acordaba, perfectamente. Unos meses atrás, en una discoteca, se habían enrollado. Estábamos todos juntos y Javi y ella se fueron. De hecho, mis amigos me tuvieron que llevar a casa en coche. De pronto caí en la cuenta.

  • ¿Era ese vuestro tipo de relación?

  • Sí – admitió – la atracción sexual era muy fuerte. Al principio sólo eran polvos de vez en cuando, pero un buen día no sé cómo acabamos así, con todo ese rollo de la dominación… a mí me ponía mogollón… me daba órdenes para que cumpliese durante el día incluso… me follaba en sitios públicos… me azotaba a veces… me hacía salir sin ropa interior

  • Y, ¿qué pasó?

  • Un día quiso que follase con otro y yo no quería… ya me había negado un par de veces a otras cosas, como a exhibirme, y se hartó.

  • Yo haría lo que me ordenase - dije casi sin pensar.

  • Ahora sé que yo también.

  • Sí, pero pasa de las dos – la hice reaccionar.

  • No creo que pase de ti – opinó ella.

  • ¿No? ¿Y entonces?

  • Pues simplemente está esperando el momento, o estará trazando un plan, o habrá

pasado algo

  • Bueno, algo sí que pasó, no te he contado una cosa. Nos pilló mi padre.

  • ¿¿¿¿¡Qué!???? ¿Follando?

  • No, a mí desnuda a cuatro patas en la cocina… pero no me ha dicho nada. Hace como si no hubiese pasado nada.

  • Pues ahí tienes la respuesta.

  • ¿Qué? ¿Se habrá echado atrás?

  • O eso, o está planeando algo con tu padre en el ajo.

  • ¿En serio lo crees?

  • Completamente.

Y resultó tener razón.

JAVI

Al principio, después de la primera vez con Cris, dejé pasar unas semanas. Mi padre se comportaba normal, pero de vez en cuando notaba que me miraba raro. Seguramente se preguntaba si mi hermana me había contado algo de todo aquello. Estaba decidiendo cómo sacar el tema, más por saber si él se excitaba con la idea de participar en nuestro juego que por otra cosa, cuando se me adelantó.

  • Oye Javi, necesito hablar contigo, pero no quiero que te sientas violento – empezó a decirme cuando estábamos solos en la cocina – es sobre el otro día

  • Cris me lo contó – atajé, cogiendo el toro por los cuernos.

  • Ah, ¿sí? ¿Qué te contó?

  • Que la pillaste desnuda.

  • Hijo, vosotros dos no… bueno, no estaréis

  • A veces – contesté. Parecía que le daba corte hablarlo y se lo quise poner fácil.

  • ¡Pero Javi, que es tu hermana!

  • Venga ya, papá. Antes que mi hermana es una mujer, y tú sabes cómo está de buena, y más ahora que la has visto desnuda. No me digas que no te pone.

Abrió la boca para contestar, pero volvió a cerrarla.

  • Hijo, yo siempre he sido muy condescendiente y muy liberal con vosotros, pero

  • Papá, cuando Cris me contó que la habías pillado, estaba caliente – decidí ser práctico e ir a lo seguro – y cuando yo me la follo, o incluso la azoto, no sabes cómo se pone, le va el sexo duro, que la sometan, y a mí hacerlo. Y además – me preparé para dar el golpe de gracia – por Internet buscaba algún Amo que la sometiese y los dos sabemos lo peligroso que es eso. Aquí en cambio todo queda en familia, hago lo que quiero con ella pero siempre pensando en su bienestar. No es nada malo.

  • Hombre… no sé, hijo, es una situación violenta.

  • Pero vamos a ver papá, hablemos claro. ¿Te pone cachondo Cris y la idea de hacer con ella lo que quieras o no?

Se rió, sarcástico.

  • Joder pues claro que me pone, como no me va a poner. Y más después de haberla oído gemir como gemía aquella noche.

  • Pues vamos a follárnosla, que estoy seguro de que lo está deseando.

  • ¡Pero hijo mío, no digas eso!

Resoplé.

  • ¡Vamos papá! A ver si va a ser que no te pone.

  • No digas chorradas.

  • ¿Entonces?

  • No podemos obligar a tu hermana a

Me eché a reír.

  • ¿Quién ha hablado aquí de obligar? Haz la prueba y verás. Lo está deseando

  • No sé si me convence, no sólo estamos hablando de incesto, estamos hablando de sumisión, tiene que estar muy segura para eso, no quiero que lo pase mal, y tú deberías hacer lo mismo.

De pronto tuve una idea.

  • Si consigo demostrarte que ella quiere, ¿te lo plantearás?

  • Claro, si por falta de ganas no será.

  • Vale, lo haré.

CRIS

Las palabras de Lucía martilleaban mi cabeza… ¿Cómo podíamos haber llegado a ese punto? Me había pedido que hablase con Javi sobre su antigua relación, que le diera otra oportunidad, puesto que a ella no le hacía caso. ¿Cómo iba a decir yo eso? Además, no estaba demasiado segura de querer hablar con mi hermano sobre otra… Lo que yo quería es que todo volviese a ser como antes, y eso nos incluía a él y a mí. Nada más.

Pero algo me llevó a hablarlo. No sé si por hacerle el favor a ella, o porque pensé que Javi reaccionaría, o porque – aunque esto intentaba apartarlo de mi cabeza – me excitaba estar con más de una persona a la vez.

Una noche estábamos solos y noté a mi hermano más serio que de costumbre. No es que estuviera enfadado, era algo diferente. Me ignoraba o me trataba con desdén. Recogí la mesa después de cenar, pensativa, preguntándome si su humor se debía a algo premeditado, si por fin iba a suceder otra vez algo entre nosotros… Y, cuando menos me lo esperaba, de pronto, se situó detrás de mí y pegó su cuerpo contra el mío. Iba a darme la vuelta para mirarle, pero su voz autoritaria me detuvo.

  • Quieta.

Me separó un poco los brazos y me hizo abrir las piernas. Metió la mano por debajo de mi falda y agarró la goma del tanga por los dos lados. Empujó hacia arriba con fuerza y me lo incrustó en el coño. Subió mi camiseta y me sobó las tetas por encima del sujetador. Las sacó, dejándolas encima de los aros, que me molestaban, y apretó los pezones.

  • Sigue recogiendo – dijo – te quiero en mi habitación cuando acabes.

Se fue. Me dejó allí, con cara de idiota, haciéndome desear lo que no llegaba nunca.

JAVI

Miré el reloj. Eran las diez y media. Aquel día mi padre no había llegado aún y no sabía cuando lo haría, pero daba igual. Lo único que le pedí fue que no entrase en mi cuarto o en el de mi hermana, para poder grabar todo lo que sucediese, y así demostrarle que Cris no necesitaba que la convenciesen de nada.

Necesitaba un "voluntario", así que días antes había hablado con Pedro, un amigo mío que siempre estaba diciéndome lo buena que estaba. Había intentado acercamientos más de mil veces pero ella le rechazaba.

Unos cuantos días antes de aquella noche quedé con él y le conté por encima lo que había entre ella y yo.

  • Venga ya, no me lo creo – dijo escéptico – con Lucía vale, pero Cris es tu hermana

  • Créete lo que quieras, pero te estoy diciendo la verdad. Esta es una sumisa en potencia.

  • ¡Qué cabrón, con el polvazo que tiene! ¿Y dices que hace un par de semanas que no haces nada con ella?

  • Sí, pero en un par de días pretendo volver a la carga.

  • Menudo desperdicio, chaval, yo le echaba polvos hasta que me hartara si me pasase a mí, vamos.

  • A eso iba, quiero probar su obediencia, ¿qué haces el sábado por la noche?

Se atragantó con el agua que estaba bebiendo de la sorpresa.

  • ¿Cómo dices?

  • Que si quieres participar en la próxima sesión, quiero probarla.

  • ¡Joder tío, eso ni se pregunta! ¿Es una pregunta trampa?

  • Venga, a las once en mi casa. Habíamos quedado en que le abriríamos los dos, yendo Cris desnuda y bien ataviada con las cosas que había estado planeando y comprándole yo durante aquellas semanas de supuesta abstinencia.

Saqué el collar de perro de cuero azul, precioso, comprado especialmente para ella – tenía una chapa con su nombre – y la correa y los dejé encima de la cama, al lado de la caja con todos los juguetes: pinzas, esposas, vaselina, vibrador, mordaza, pañuelo para vendar los ojos, bolas chinas y anales, cuerdas, un látigo y una fusta.

Llamaron a la puerta de mi cuarto y, antes de darle permiso para entrar, conecté la cámara de vídeo, semiescondida entre unos cuantos libros. Quería que se comportase con naturalidad.

  • Pasa.

Abrió, dubitativa, pero se quedó en el umbral.

  • He dicho que pases – repetí.

Entró, andando con lentitud, y se situó en el centro de la habitación. Le bajé la falda de un movimiento brusco y le quité la camiseta. Sus tetas seguían por fuera del sujetador y el tanga metido en el coño. Se lo quité todo. El tanga estaba empapado.

  • Abre la boca – ordené, metiéndole la parte empapada del tanga en ella – absorbe, chúpalo todo. Lo has empapado tú, guarra – pasaba la lengua por él y succionaba con todas sus fuerzas, hasta que le indiqué con un gesto que lo dejase en el suelo.

  • Hoy voy a usarte – informé.

  • Sí, Amo, estaré encantada de servirte.

  • Lo sé, pero no es sólo eso, me sabe a poco. Quiero que te use alguien más. ¿Algún problema?

  • No, ningún problema, Amo.

  • Muy bien. Te pone caliente, ¿no? Pensar en otros rabos taladrándote. Apuesto a que ya te has empapado pensando en que los dos a la vez estemos follándote.

  • Sí Amo, me pone muy caliente.

  • Ya… Bueno, pues como eres una perra caliente, te comportarás como tal, ¿estamos?

  • Sí, Amo.

  • Eso quiere decir que tendrías que estar ya a cuatro patas, no veo que lo hagas.

  • Perdón, Amo – enseguida adoptó la posición.

  • Y también quiere decir que puedo disponer de ti como me de la gana, usarte o ignorarte, darte placer o negártelo, exhibirte, humillarte, alquilarte, prestarte, follarte, encularte… ¿Alguna objeción?

  • No, Amo.

  • Bien. Entonces quieres ser mi perra, ¿no?

  • Sí, Amo, déjame ser tu perra, por favor.

  • Muy bien.

Abrí el collar, lo ceñí a su cuello y coloqué la correa en la arandela.

  • Tus pezones no están lo suficientemente tiesos, puta – dije retorciéndoselos – creí haberte dejado bien claro que en mi presencia siempre tienen que estarlo.

  • Sí, Amo, pero no me esperaba que quisieras usarme

  • Pues si no te lo esperas te las arreglas para tenerlos duros las veinticuatro horas.

  • Sí, lo siento, Amo.

Empezó a pellizcárselos con fuerza y no tardaron en responder. Le quité las manos con firmeza y coloqué las pinzas metálicas en ellos.

  • ¿Duelen?

  • Un poco, Amo.

  • Bien.

Acaricié su coño empapado, y después de meter en él dos o tres dedos varias veces, le inserté las bolas chinas de un golpe.

  • Ahhh – gimió.

  • Eso sí que te gusta, ¿eh?

  • Muchísimo, Amo.

  • ¿Hace cuanto que no te corres, cerda?

  • Desde que me usaste por última vez, Amo.

  • Así que me has obedecido, ¿no? Bien… tendrás tu premio

  • Sí, Amo, por supuesto. Muchas gracias.

  • Pero tú con lo guarra que eres solías masturbarte a menudo, ¿no? Te sobabas el coño como una puerca.

  • Sí, Amo, todas las noches.

  • Joder qué guarra. Vamos, que arrastras un ansia de rabo que no te lo crees ni tú.

  • Sí, Amo.

  • Bueno, pues esta noche vas a tener dos para ti sola. No me defraudes, zorra.

  • Intentaré hacerlo bien, Amo.

  • No lo intentes, perra, simplemente hazlo y a lo mejor me pienso dejar que te corras. Si no lo haces te dejaré el culo que no te vas a sentar en un año. ¿Me he explicado?

  • Sí, Amo.

  • Muy bien, zorra. Vamos abajo.

Paré la cámara antes de salir.

CRIS

No podía creerme lo que estaba pasando. No sólo iba a usarme (¡por fin!) sino que además ya me trataba, oficialmente, como a una perra, como demostraban el collar y la correa con los que me paseaba por la casa. Y, por si eso fuera poco, iba a venir alguien para usarme también. Me daba un poco de vergüenza, y de respeto, aunque pensar en ser empalada por dos pollas me encharcaba el coño.

Javi se sentó en el sillón a ver la tele conmigo a su lado, o mejor dicho delante, en el suelo. De vez en cuando me tocaba el culo o apretaba alguna pinza, pero nada más.

Pasaron exactamente treinta y siete exasperantes minutos desde que mi hermano se sentó delante de la tele hasta que sonó el timbre. Todo pasaba a velocidad de tortuga, como si el reloj se burlase de mí y el tiempo fuese hacia atrás. Pero por fin, a las once y treinta y tres exactamente, llamaron a la puerta.

Javi se puso en pie con tranquilidad y cogió mi correa. Tiró de ella y me hizo arrastrarme hacia el recibidor.

Mi mirada se mantenía clavada en el suelo, como él siempre me ordenaba, pero he de decir que estuve a punto de desobedecer por culpa de la curiosidad. Por suerte me detuve a tiempo. Total, iba a usarme igual fuese quien fuese, ¿no?

La sorpresa fue muy grata. Mi hermano abrió y enseguida reconocí a Pedro, uno de sus mejores amigos. Era un chico muy alto, fuerte, atractivo, que tenía algo que me atraía pero no terminaba de convencerme, motivo por el que le había rechazado alguna vez.

Pero eso no quería decir que no me gustase físicamente.

Me ignoró completamente al principio. Entró y saludó a Javi con unas palmaditas en la espalda y un par de comentarios sin reparar en mí. Ambos se dirigieron hacia el salón y volvieron a sentarse, Javi conmigo a su lado en el suelo. Hablaron durante mucho rato de mil cosas que seguro se habían contado un montón de veces. Empecé a pensar si lo único que quería era humillarme delante de su amigo, que me viese comportándome como una perra para después recordármelo toda la vida y reírse.

Pero me adelanté en mis conclusiones.

  • Bueno qué – empezó a decir Javi – has visto a la puta, ¿no? ¿Ves cómo no te mentía?

Pedro me miró con desdén.

  • Sí, ya te digo, qué buena está la muy zorra.

  • Si, siempre me imaginé que te ponía cachondo.

  • Y a quién no, con esos escotes que se pone la muy puta, que te dan ganas de agarrarle las tetazas.

  • Pues ahora he decidido que vaya siempre sin ropa interior.

  • No jodas, ¿incluso por la calle?

  • Bueno ahora es que no la follaba, pero sí, por lo menos cuando vaya conmigo que se olvide de sujetadores y bragas y gilipolleces de esas.

  • ¡Qué cabronazo! – exclamó Pedro echándose a reír – pero tío que con esos melones se va a notar mucho.

  • Pues mejor, una alegría para más de uno, ¿no? – rió Javi también.

  • Bueno, ¿y qué, hace de todo? ¿Traga leche, la enculas?

Estaba segura de que ya habían hablado de todo eso hasta la saciedad antes de aquella noche, y lo hacían de nuevo como una forma más de humillarme. Pero, como siempre, mi coño empezaba a encharcarse. Entre eso y el dolor de mis pezones me revolví en mi sitio, incómoda.

  • Creo que está deseando que la usemos – objetó Pedro.

  • Ya, está chorreando, como siempre, la muy zorra. No puede evitarlo – me agarró del pelo y me alzó la cabeza obligándole a mirarle – eh, puta, hoy tendrás dos Amos.

Espero que sepas servirnos como nos merecemos.

  • Sí, Amo, estaré encantada de hacerlo, será un honor para mí.

  • Ya la has oído- dijo mi hermano soltándome – puedes hacer lo que quieras.

Pedro agarró con fuerza mi teta izquierda.

  • Anda, ¿y esto? – preguntó.

  • Ah, la marca de su Amo.

  • ¿Y la lleva siempre?

  • Eso espero, no sé – se dirigió a mí – eh, zorra, ¿la has repasado todos los días?

  • Sí, todos, Amo.

De pronto mi hermano se puso de pie y cogió la correa.

  • Bueno, dejémonos de charlas, que hay que aprovechar el tiempo – dio un tironcito, presionando el collar sobre mi cuello – anda delante de nosotros, a ver cómo te mueves.

JAVI

Cuando llegamos a mi habitación, después de los días de abstinencia que llevaba y de haber visto a mi hermana con las tetas balanceándose a uno y otro lado mientras subía las escaleras a cuatro patas, mi polla casi reventaba.

  • Espera- susurré a Pedro.

Cris hizo lo propio, lo que ya sabía que debía hacer: fue hasta el centro de la habitación y se quedó quieta a cuatro patas como se le había ordenado, esperando.

  • Es mejor que la hagamos esperar, que se impaciente – aclaré, con cierta malicia.

  • Oye tío, hay cosas de las que no hemos hablado – dijo mi amigo – no sé… no quiero pasarme en ningún momento. Seguro que está preparada, ¿no?

  • Claro que sí, tú tranquilo. Si quieres darle unos azotes, o atarla o ponerle más pinzas, o lo que sea, puedes hacerlo, siempre que el dolor siga excitándola. O sea, no llegues nunca al extremo, ¿entiendes? Ni dejar marcas. Todo eso de la electricidad, o las agujas, o quemarla… nada.

  • Sí, sí, no soy sádico

  • Y no hagas cosas desagradables.

  • ¿Cómo qué?

  • Pues no sé, scat, o cualquier práctica que se salga de lo pactado.

  • ¿Y lluvia?

Me quedé pensativo. Eché un vistazo a Cris y, pese a que se había situado de espaldas a nosotros, noté que estaba nerviosa y excitada.

  • No – dije por fin – es algo que quiero hacerle algún día, pero creo que aún es pronto.

  • Lo suponía – coincidió Pedro con cierta frustración – pero algún día me dejarás, ¿eh?

  • Cuenta con ello – respondí, aun sabiendo que sería algo que, si algún día me planteaba, hablaría primero con ella para fijarlo o no como límite.

Mi amigo se llevó la mano a la entrepierna.

  • Entramos ya, ¿o qué? No puedo más.

  • Sí, creo que ya está lista.

Cris nos intuyó y se puso rígida. Yo volví a encender la cámara.

CRIS

Pedro se sentó en la silla giratoria del ordenador de mi hermano y él se quedó detrás de mí. Le intuía a mi espalda, muy cerca, pero no me tocaba. Yo no me moví de mi sitio.

  • Ven aquí – dijo Pedro.

Me aproximé, esperando una orden. Pero cuando habló no fue para dirigirse a mí.

  • Oye Javi – dijo mientras me agarraba las tetas y las manoseaba a su antojo y movía las pinzas hacia los lados – ¿tienes algo para atarle las manos a la espalda? No quiero que las use para nada.

  • ¿Cuerda o esposas?

  • Me da igual, con que no se mueva… - después sí me habló a mí, mientras notaba a mi hermano ciñendo unas esposas a mis muñecas – las piernas más abiertas, putita.

Así, de rodillas como estaba sin poder mantener el equilibrio con las manos y las piernas muy abiertas, me dio miedo caerme. Pero entonces Pedro me agarró de la coleta – y entendí por qué tanto empeño en peinarme así esa noche – con fuerza y me llevó la boca a su entrepierna.

  • Desabrocha los botones y baja los calzoncillos.

Él me movía la cabeza de un lado a otro, haciendo aún más difícil mi labor.

  • Venga zorra, no tenemos toda la noche.

  • Perdón, Amo.

Me costó un rato desabrocharlos e incluso me raspé con la cremallera en la comisura de los labios, pero después él mismo me ayudó levantando un poco el culo y bajándose los vaqueros. Aproximé la cabeza para agarrar la goma de los calzoncillos con los dientes y me di cuenta de que estaban ya mojados. Conseguí quitarlos, y enseguida su polla salió disparada, completamente erecta.

No era nada fuera del otro mundo: tanto en longitud como en grosor parecía muy normal. Aunque estaba muy, muy dura y muy mojada, y los huevos eran muy grandes.

  • ¿La quieres? – preguntó con voz entrecortada.

  • Sí, Amo.

  • Suplícamelo, zorra.

  • Por favor, Amo, permite que me coma tu polla.

  • ¿Y por qué debería darte ese premio?

  • Porque quiero dar placer a mis Amos… y porque estoy muy caliente.

  • ¿Chupas bien? – me preguntó.

  • Lo intento, Amo, pero eso no creo que pueda decirlo yo… Me esforzaré todo lo que pueda en procurar el máximo placer a mis Amos.

  • Me gustan tus respuestas, puta. Cómete los huevos, si lo haces bien a lo mejor uso tu boca, pero tienes que ganártelo.

  • Sí… gracias, Amo.

Mientras lamía y jugaba con mi boca por sus huevos, Pedro seguía estrujándome las tetas y torturando mis pezones, aprisionados en aquel pequeño hueco metálico.

  • ¿La come bien? – le preguntó a mi hermano.

  • Sí, es una chupapollas de cuidado, creo que se ha debido comer tantos rabos que ha perdido la cuenta ya.

Los dos se rieron.

  • ¿La has dejado algún día que se corra?

  • Sí, dos veces, menuda puerca, cómo chillaba. Hasta nos oyó mi padre.

Aquella parte de la conversación empezaba a interesarme. Seguí con mi labor mientras ponía especial atención.

  • No me jodas, ¿te ha dicho algo?

Noté la mirada de Javi en mi cuello.

  • Ya te contaré… el caso es que nos oyó. Pero no sabes lo mejor, la muy cerda se meó encima mientras se corría.

  • ¡Qué dices! – exclamó Pedro, incrédulo – qué guarra… Nunca me lo hubiese imaginado. Claro que lo de ahora tampoco, tanto tiempo detrás de ella para ver si quiere salir conmigo y me dice que no. Y ahora mírala, suplicando poderme comer la polla.

Me agarró de la coleta y separó mi boca de sus huevos, dejando un hilillo de saliva entre ambos. Su capullo quedó justo delante de mis labios.

  • ¿La deseas? – susurró en mi oído, lamiéndome la oreja.

  • Sí… sí Amo… por favor.

  • Por favor qué, puerca.

  • Por favor Amo, deja que me coma tu polla

  • ¿Quieres que te viole la boca hasta dejarte llena de leche, puta, eso es lo que quieres?

  • Sí… por favor, Amo

  • Pues entrégame tus tetas y trágatela ya, cerda.

Me la metí un poco, saboreando el líquido que ya manaba de ella, pero no le pareció suficiente y me empujó la cabeza hasta que me dio en la campanilla. Intenté sacármela un poco para evitar las arcadas, pero la presión en mi cabeza continuaba. Los ojos empezaban a llorarme. Sin embargo conseguí aguantar. Otra vez me tiró del pelo y me sacó la polla. Tosí.

  • Si no eres capaz ni siquiera de hacer una mamada en condiciones lo dejamos y punto.

  • Pe… perdón, Amo.

  • Bien.

Volví a engullir su polla mientras él utilizaba mis tetas arriba y abajo cada vez que salía de mi boca.

  • Hum… qué gusto, este par de melonazos – dio unos cuantos azotes a cada uno.

De pronto noté que tiraban de las bolas chinas. Tenía que ser Javi, pensé. Pedro tenía una mano en cada una de mis tetas. Y enseguida comprobé que, en efecto, era él. Gemí con intensidad. No me esperaba que me las quitase, y menos de un golpe tan brusco. En otras circunstancias probablemente me habría dolido, pero en aquel momento el coño me chorreaba. Las bolas anales, sin embargo, me las dejó dentro, y debo decir que eso sí me molestaba.

Pedro se bajó de la silla y se puso de rodillas en el suelo.

  • Inclínate.

Yo no tenía movilidad con las manos y fue todo un equilibrio poder mantenerme, si no fuese porque Pedro me sujetaba del pelo y las tetas y Javi me agarró la cintura.

  • A ver este coñito – oí a mi hermano.

Me la empaló de un golpe, como venía siendo costumbre. Estaba tan mojada que la polla resbalaba en mi interior.

  • Qué zorrón, no se puede estar más empapada.

Se movió mientras jugaba con las bolas anales. En cierto modo me excitaba, pero también me dolía un poco. Y ese dolor me encantaba.

En un momento dado me las sacó.

  • Alza más el culo, perra.

Me temí lo peor. Aunque ya no era virgen, mi culo aún debía seguir siendo bastante estrecho. Y pese a que lo tenía embadurnado de vaselina, puesto que estaba en todas las bolas anales, me entró el pánico. Noté la punta del rabo de mi hermano.

  • Relájalo, puta estúpida, ¿no ves que si no te va a doler? Yo me voy a descargar igual.

El que sí empezó pronto a descargar fue Pedro. Comenzó a gemir y a darme pequeñas tortas en la cara.

  • Traga zorra…. ¡Aaaah madre mía! ¡Trágatela, no dejes ni una gota!

Engullí su leche mientras intentaba relajar el culo. Pedro me soltó y se fue a sentarse a la cama para descansar, con lo cual mi cuerpo cayó hacia delante.

  • Abre bien las piernas – me ordenó Javi.

Llevaba la mano a mi coño empapado, y después de meter varios dedos los insertaba en mi culo, acostumbrándomelo para lo que vendría después.

  • Te gusta, ¿eh, putita? ¿Te gusta que te usemos los dos?

  • Sí, Amo – contesté con un suspiro de placer.

  • El caso es que te den polla, ¿no? Sea quien sea – me azotó el culo – di, puta, te dejarás usar por cualquiera que me apetezca, ¿no?

  • Por supuesto, Amo.

  • Ya puede ser un amigo mío, o el viejo del quinto, o papá, lo mismo te da.

Me pareció que aquella frase iba con trampa – y no me equivocaba, pero eso lo supe mucho tiempo después –. Era demasiada casualidad que mi padre me hubiese pillado desnuda, se comportase con naturalidad y Javi me preguntara eso, pensé. Pero no dije nada, sólo lo que él quería oír, que en definitiva era también lo que yo quería responder.

  • Sí, Amo, me pone muy caliente que me usen, sea quien sea.

Cuando estimó que estaba suficientemente dilatado empezó a penetrarme. Noté claramente cómo abría mis nalgas con las dos manos dejando vía libre para su polla y comenzaba a empujar.

  • Voy a perforarte, puta. Te la voy a clavar hasta que me harte.

  • Ah... sí… gracias, Amo… - gemí a pesar del dolor.

  • Te mojas como una perrita en celo

  • Sí, Amo, pero me duele… por favor… por favor, más despacio

Me mordí el labio inferior para intentar amortiguar un poco el dolor.

  • Sóbate el coño a ver si así se te pasa

Llevé la mano hasta él cuando la voz de Pedro me detuvo.

No, espera.

Vino hasta mí y me hizo incorporar el cuerpo. Se colocó debajo y volvió a tumbarme para que la labor de mi hermano siguiese siendo sencilla. Mis tetas quedaban justo encima de su polla, y su boca… Su boca me hacía derretirme.

Noté su aliento en mi coño. Insertó la lengua dentro de mí y la movió con maestría, arrancándome varios gemidos. Luego la sacó y se dedicó a mi clítoris hinchado y excitado. Lo mordisqueó, lo absorbió, apretó con los labios, lo lamió… Y entonces me di cuenta de que me estaban comiendo el coño – a la vez que me azotaba las tetas – mientras me enculaban, con las manos a la espalda, y noté el ansiado orgasmo muy cercano.

  • Amo… Amos – rectifiqué enseguida – pido… permiso… para correrme… por favor.

  • No – contestó Javi rápidamente – no puedes correrte aún, puta. Quiero que lo hagas a la vez que yo.

  • Sí… aaaah, sí Amo… entonces suplico que baje un poco la intensidad de los movimientos, por favor… no creo que… aaaah, que a-aguanteeee… por favor

  • Ni puto caso – respondió mi hermano con desdén – tú a lo tuyo, eh Pedro, lo que te apetezca, ni caso a esta. Sabe que si se corre sin permiso el castigo va a ser histórico.

Volvieron los mordisquitos a mi clítoris y me pregunté cuánto tiempo más aguantaría. Contraje los músculos, reteniendo el orgasmo, mordiéndome el labio hasta hacerme daño. Iba a suplicar de nuevo cuando Javi me apretó el culo e incluso me arañó.

  • Córrete, perra. Dame tu placer, ¡córrete a la vez que tu Amo, vamos!

Esta vez sí que no pensé en los vecinos, ni en mi padre, si es que estaba, ni en nada que no fuese el placer. El orgasmo llegó poco a poco como una explosión, y cuando estaba en su punto culminante grité como una loca.

  • ¡Sí, sí, sí, Amo, me corro, aaaaaaaaaaah, ya me corroooooooooooooooooooo!

  • ¡Sí, perra, córrete, dime lo que eres!

  • ¡Soy una perra, soy vuestra puta! ¡Soy una puta, me corro como una perraaaaaaa!

Cuando los espasmos cesaron y apoyé la cabeza contra el suelo entre las piernas abiertas de Pedro y suspiré, tuve que cerrar los ojos. Había sido ya, sin lugar a dudas, el orgasmo más intenso de toda mi vida y todo el cuerpo me temblaba.

  • Gracias… Amos, por permitir que me corra… - pude murmurar con un hilo de voz.

Pedro se quitó de donde estaba y se sentó encima de la cama. Javi me sacó la polla y vino a ponérmela en la boca, no sin antes tirarme de la coleta para obligarme a ponerme de rodillas.

  • Límpiala entera.

Seguía dándome asco, pero tenía la lección bien aprendida y lamí hasta que no quedó ningún resto, dejándola reluciente.

  • Increíble, vuelvo a estar empalmado – comentó Pedro.

Javi se quitó.

  • Pues toda tuya.

Pedro seguía encima de la cama y ni siquiera se movió. Me silbó y me hizo un gesto con la mano, con lo cual me sentí aún más humillada, tratada como una vulgar perra.

  • Voy a correrme en tu cuerpo – me informó – en las tetas y en la cara exactamente.

Quiero que mi leche llegue a ambas partes, ¿está claro?

  • Sí, Amo.

  • Pues venga, métela entre tus melones y sácame la leche.

Me agarré las dos tetas y aprisioné su polla entre ellas. La hacía subir y bajar mientras él guiaba la velocidad de los movimientos.

Debía estar muy, muy caliente, porque tardó bastante poco. Cuando vio que iba a correrse soltó un pequeño gemido. Con una mano me agarró del pelo y me colocó la cara justo delante, y con la otra movió su polla hacia arriba, abajo o los lados, para que llegase tanto a mi cara como a las tetas. Iba a cerrar los ojos, pero ver los chorros de leche caliente salir disparados me ponía muy cachonda.

  • Ahora sí te permito que me la limpies con la boca – dijo.

  • Gracias, Amo.

Pasé la lengua varias veces y después me hizo quitarme con un gesto despectivo. Como Javi tampoco me llamó, volví al centro de la habitación, esperando alguna orden, con el culo, la cara y las tetas llenas de leche y relamiéndome la que me quedaba cerca de la boca mientras ellos se burlaban de mí ("¡jajaja, mira qué guarra, va chorreando leche por el culo!").

Me quedé allí durante unos instantes. Pedro se estaba vistiendo, así que supuse que todo había terminado, y mi coño se sintió frustrado.

Javi vino hasta mí y me quitó las esposas. Cuando tuve las manos liberadas las apoyé en el suelo, pero estaban como atrofiadas y no me respondieron. Mi hermano se dio cuenta y se apresuró a sujetarme. Sentado, desnudo, en su silla, apoyó mi cabeza encima de sus piernas y me acarició el pelo.

Pedro se despidió de él brevemente, que en vez de acompañarle se quedó conmigo.

  • Has sido una perrita buena – me susurró besándome en la cabeza – vas mejorando.

  • Gracias, Amo – contesté orgullosa, sintiéndome incluso emocionada.

JAVI

Después de descansar un buen rato, habiéndose ya ido Pedro, me acordé de la cámara y la desconecté, aunque creo que Cris no se dio cuenta de lo que hacía, simplemente me vio acercarme a la estantería. Luego volví a su lado.

  • Esta noche no quiero que te limpies, quiero que duermas con la leche de tus Amos.

  • Sí, Amo.

Noté que se revolvía.

  • ¿Pasa algo, perrita?

  • Amo… por favor, suplico si es posible, si lo crees oportuno… que me quites las pinzas… por favor.

Miré sus pezones. Estaban muy rojos, ni siquiera había caído en ello. Simulé que me lo pensaba.

  • Está bien. Pero ponte de rodillas.

Levantó la cabeza de mis piernas. Con mucha delicadeza quité ambas pinzas, primero una y luego la otra. Masajeé sus tetas y ensalivé los pezones, rojos e hinchados.

  • ¿Te alivia? – pregunté.

Cris soltó algo parecido a un gemido.

  • Sí, gracias, Amo.

  • ¿Qué pasa, te estás poniendo caliente?

  • Sí, Amo – noté que se sonrojaba al contestar.

  • Bueno, lo que pasa es que ya no puedes correrte más, no quiero que seas una perrita salida. Pero no sufras, es probable que pronto tengas otra ración extra de polla – pensé en mi padre, si todo iba según lo previsto. Si no, siempre podía llamar de nuevo a Pedro, que seguro acudiría encantado – es hora de dormir. Pero espera un momento.

Como estaba de espaldas a mí, me di prisa en coger la cinta de la cámara. Le puse una etiqueta y escribí en ella: "La prueba definitiva" . Fui al cuarto de mi padre y la dejé encima de su mesilla de noche.

Después volví a mi dormitorio. Cris continuaba en la misma posición en que yo la había dejado. Le quité la correa, y cuando iba a hacer lo mismo con el collar, su voz dulce y delicada me detuvo.

  • Quisiera dormir con él, Amo, ¿me lo permites?

  • Claro que sí.

Me sorprendió mucho aquello, y me provocó una oleada de ternura. Por eso, de pronto, me sorprendí a mí mismo diciendo:

  • ¿Quieres dormir con tu Amo?

Me miró a los ojos, aun sabiendo que no solía gustarme que lo hiciera pero intuyendo que ese no era uno de esos momentos.

  • Sería un honor para mí, Amo – murmuró bajando la cabeza inmediatamente, entre orgullosa por mis palabras y avergonzada por su atrevimiento.

La hice subir a la cama y tumbarse de lado. Pasado un rato yo también me acosté y la abracé por la cintura, donde no había ningún resto de leche, pudiendo tocarla sin mancharme, pero dejando que durmiese como yo le había ordenado.

  • Buenas noches, perrita – susurré en su oído.

Ella apoyó la cabeza en mi pecho y la besé en el pelo.

  • Buenas noches, Amo.

Y nos dormimos, cuerpo con cuerpo, hasta bien entrada la mañana. :::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Correo de Cris: tuperritaobediente@hotmail.com

Correo de Javi: kraftwerk78@yahoo.es