Todo queda en familia (2: Tentación)

Tras lo que ocurrió en la piscina empiezo a ver a mi hermana de una forma distinta. Y todavía no lo he hecho con mi novia!!

Todo queda en familia (2): Tentación

Hola de nuevo, ha pasado bastante desde que escribí la primera parte de éste relato, aunque ha sido más por falta de tiempo que por falta de ganas.

Tras mi primera relación con Irenia en la piscina de mi casa las cosas entre nosotros mejoraron bastante, hasta entonces habíamos sentido cierto pudor al estar solos, como si no pudiésemos olvidar que hasta entonces habíamos sido solo amigos, y temiendo que traspasar nuestra intimidad nos hiciese dejar de vernos como tales. Menudo error habíamos cometido!, tras meses algunos meses de salir juntos parecía que estábamos listos para algo más que cogernos de la mano y robarnos algunos apasionados besos en cuanto teníamos ocasión. Así pues, tras aquél día en la piscina habíamos avanzado un poco, pero no lo suficiente para mi, sé que puede sonar petulante, pero después de probar a Irenia, aunque sólo hubiese sido mediante el sexo oral, hacía que quisiese más de ella, y es así como llegamos a lo que relataré aquí.

Efectivamente había pasado algún tiempo desde que empezamos a practicar el sexo oral. Acabaron las vacaciones de verano y tuvimos que volver a los estudios, con el tiempo que ello nos robaba de nuestra relación. Yo empecé mi cuarto curso de Telecomunicaciones, y ella el segundo de biología; yo intentaba por todos los medios pasar el máximo tiempo con ella, ya fuese durante los fines de semana, recogiéndola al salir de clase, y pasando tiempo en casa junto a mi hermana Carol.

En casa las cosas iban lo mejor que podían ir, Carol e Irenia parecían cada día más amigas; así que no debería haber tenido queja alguna de cómo me iba la vida: una novia increíble, una hermana que me quería, me iba bien en los estudios y tenía una casa prácticamente para nosotros tres solos. Pero seguía habiendo cosas que me ponían nervioso, se que a veces, cuando mejores son las cosas más nos empeñamos por verles los defectos.

En primer lugar estaba el que Irenia y yo no habíamos pasado del sexo oral, y la verdad, yo empezaba a tener edad como haberme estrenado. Eso sumado a tener una diosa al lado hacía que por mucho que disfrutásemos juntos yo quisiese más, pero no me atrevía a dar el paso, esperaba que surgiese como había surgido la primera vez.

Mi segunda preocupación también tenía que ver con Irenia, y era que se había puesto a trabajar a media jornada por las tardes, tras venir a casa a comer la acompañaba a la tienda de ropa en la que la habían contratado de dependienta. Aun recuerdo la conversación que tuvimos en cuando me lo dijo:

Alberto, a partir del lunes que viene me podrías bajar al centro a eso de las cuatro?

Y eso?

Es que empezaré a trabajar en una tienda de ropa, ya sabes, para ganarme un dinerito, que siempre viene bien

Sabes que eso significa que pasaremos menos tiempo juntos verdad? – aquí me puse un poco tenso, ya que la quería sólo para mi – Además, no tienes porqué ponerte a trabajar ahora, sabes que si quieres algo solo tienes que decírmelo

Sí, lo se, pero no puedo depender en todo de ti, y así empiezo a aprender lo que es ganarme un poco la vida por mi misma – No sabía que decirle, así que me callé, sabía que tenía razón, me tragué mi estúpido orgullo machista y le di la razón.

El último motivo que me tenía preocupado era que cada vez que veía a mi hermana no podía evitar superponer la imagen en la que la había visto en la ventana de su habitación, mirándome mientras hacía mi primer sesenta y nueve con Irenia. Yo creía que ella no sabía que yo la había visto, pero eso hacía que la viese un poco más femenina, de fijarme en lo escultural que mi "hermanita" se había vuelto, a sus diecisiete años debía de tener una legión de seguidores sin lugar a dudas: medía un metro sesenta y cuatro, el pelo negro y largo y unos ojos color miel, que junto a una sonrisa muy pícara hacían que los chicos se la mirasen iba por la calle. El hecho de haberme fijado al fin en el cuerpo de mi hermana hacía que me sintiese fatal, y más cuando me pareció que desde ese día se incrementaban los roces casuales, y vestía cada vez con menos ropa.

Ah, y no puedo olvidar la manera en que Irenia y Carol se miraban cuando yo estaba presente, parecía que compartiesen alguna broma, algún secreto que yo debería conocer, pero que se me escapaba. Me miraban diciéndome: sabemos algo que tu no sabes.

Así pues estaba cada día más enamorado de Irenia, pasaba a verla por la tienda (por cierto, era de ropa de hombre), y cada vez que iba veía como dos o tres desconocidos se la comían con la mirada.

Una vez acabada ésta especie de "diario" sobre las siguientes semanas pasaré al motivo de éste relato. Eran inicios de octubre, y estábamos los tres en casa comiendo, como todos los días, charlando sobre como nos había ido la mañana, de tal o cual película

Ésta tarde si quieres puedo esperarme a que acabes de trabajar y salimos a tomar alguna cosa. – Le dije a Irenia

Hermanito, la cuidas demasiado

Bueno, sabes que tengo que estar en la tienda por lo menos cuatro horas, así que búscate alguna cosa que hacer mientras.

Por eso te decía, se me ha estropeado el pc, y después de dejarte tengo intención de ir a comprar algunas piezas que me hacen falta para repararlo.

Ah, entonces bien. Quedamos a eso de las ocho y media vale?

Eh!!, que entonces me quedo yo sola en casa – Mi hermana siempre haciéndose la víctima.

Bueno, ya te dejaré algo preparado de cena, de todas formas no creo que volvamos muy tarde.

No te preocupes hermanito, que ya se cuidarme sola – Una mirada pícara – Bueno, me voy a la ducha, que aprovecharé que bajas para ir a hacer unas compras.

Pues me iré a cambiar, no quiero al trabajo con la ropa sucia.

Y allí me quedé yo, sólo con los platos por lavar, la verdad es que se escaqueaban a menudo, pero me daba igual. Cuando acabé de lavar los platos me dirigía a mi habitación, para coger la lista de los componentes que me iba a hacer falta. Al llegar a ella no pude evitar abrir los ojos como platos, allí estaba mi hermana, con una toalla enrollada alrededor de las caderas y sin nada que tapase sus generosos senos. No sabía que decir.

Parece que nunca hayas visto unas tetas Alberto, no te preocupes que ya salgo, solo he entrado a buscar una camiseta que se debió juntar con tu ropa al hacer la colada. Ves? – Me dijo levantando un diminuto top y saliendo de la habitación, no sin antes frotarse de una forma tan fortuita que no pude evitar pensar que lo había hecho a propósito.

Un rato después dejaba a Carol con unos amigos, y seguía con Irenia para llevarla a la tienda. La visión de los pechos de Carol me había puesto a mil, realmente parecía que no hubiese visto unas tetas en mi vida; pero lo que me tenía así era que cada vez me daba más cuenta de que mi hermana era una mujer, y que seguro que hacía tiempo que sentía la llamada de la naturaleza. Además, Irenia no hacía nada por mejorar la situación, ya que se había puesto una faldita de colegiala que mostraba prácticamente todas sus piernas, junto a unos calcetines negros altos, que tan de moda se han puesto últimamente.

Llegamos a la tienda un poco antes de lo normal, ni siquiera estaba allí la otra dependienta, una tal Miriam. De hecho habíamos llegado casi tres cuartos de hora antes de lo normal, sobretodo debido a que mi hermana había quedado pronto. Así que hicimos como otras veces: fui al almacén con ella, para no dejarla sola y charlar un rato. Entró ella primero, contoneándose como hacía cada vez que quería ponerme caliente, y como siempre, lo consiguió. Nos sentamos el uno frente al otro, hablando un poco de todo, hasta que se acercó a mi y empezó a besarme; con una pasión impresionante, absorbiéndome, para acto seguido deslizar la mano por encima de mi pantalón.

Parece que hoy te traes la erección de casa

No puedo evitarlo, cada vez que te veo pienso en la suerte que tengo. – ella sonrió y se agachó frente a mi, liberando mi hinchado falo.

Se levantó y echó el pestillo del almacén por dentro, ahora nadie nos molestaría. Se puso de rodillas debajo de la mesa y empezó a besar mi entrepierna, lo hacía como sabía que a mi me gustaba, masajeando los testículos poco a poco, besando primero el glande u y el tronco, recorriéndolos con la lengua; sintiendo mi pulso con sus labios. Siguió poniendo la lengua entre la piel del glande y el glande mismo. Se me escaparon mis primeros gemidos de placer. Poco después empezó a chuparlo, primero como quien se come un helado, usando la lengua y los labios; para después seguir con un movimiento de cabeza; el típico sube y baja.

Noté que ella empezaba a gemir también, apartándose primero algunos cabellos de la cara, empezó a masturbarse. Sus lamidas se volvieron más frenéticas, veía como el sudor recorría sus piernas, como movía en su mojada concha mientras seguía con el sube y baja, compenetrando el ritmo de su mano con el de su boca. Durante los minutos siguientes jadeábamos de placer, sin tener ninguna noción del tiempo. Nos daba igual. Cuando nuestros gemidos se aceleraban ella se sacó mi miembro de la boca y acabó pajeándome con la mano; la corrida no se hizo esperar, le llené la cara y las manos, incluso la ropa de esperma. No había podido contenerme.

Lo siento – Alcancé a balbucir en un estado éxtasis

No pasa nada, tengo aquí ropa de repuesto.

Se levantó, se acabó de sacar las bragas y me limpió la polla con ellas; era increíble pero me había excitado de nuevo. Parecía que hoy pasaríamos a mayores.

Me acerqué a ella, le di la vuelta y la apoyé contra la pared.

Alberto... nos puede oír alguien, ya casi es la hora de abrir la tienda. – Era cierto, pero no me podía quedar así.

Abría la puerta del almacén, subí con ella al altillo que su jefe usaba de despacho, cerré de nuevo desde dentro y bajé las persianas que daban a la calle desde el primer piso.

Me da igual, si te echan estoy seguro que encontrarás otro trabajo. Pero ahora no podemos dejarlo así.

Al fin te has decidido, pensaba que nunca lo harías. – Esas palabras acabaron de romper mi vínculo con la realidad, ahora sólo quería poseerla allí mismo.

Me agaché a su espalda y empecé a lamerle el coño, a estimularle el clítoris con la lengua, a intentar ponerla tan caliente como estaba yo. Parece que lo conseguí, porque no bien había empezado a recorrer sus muslos con las manos que ella ya estaba gimiendo de placer. Al verlo yo dejé de estimularla con la lengua y empecé a estimularla con el glande. Sabía que sería mía al fin, así que no me importaba prolongar un poco más el placer previo. Le sobaba los pechos desde detrás suyo mientras acomodaba el glande entre sus piernas.

Por favor no lo alargues mas, métemela de una vez.

Dicho y echo, poco a poco fui introduciendo mi miembro en su concha hasta que estuvo completamente dentro; un suspiro de alivio y de placer se nos escapó a los dos.

Te quiero – Dijimos a la vez

Empecé a moverme lentamente, con ella apoyada contra la pared, sus gemidos, la gente entrevista a través de las persianas bajadas. Le masajeaba la espalda, los pechos, le besaba el cuello y le mordía la oreja, mientras me iba moviendo cada vez con más fuerza, primero incrementando el ritmo poco a poco, hasta acelerar y sentirme como una bestia salvaje, disfrutando cada gemido, cada palabra, cada caricia. Siguiendo con el mete-saca. Moviéndome como si fuese un taladro, sin cejar en ningún momento, mis embestidas eran casi violentas, pero como más rápido y fuerte empujaba más rápido y fuerte gemía ella. Notaba como se le deslizaban los flujos vaginales por los muslos, como tenía el pelo empapado; sudando como animales.

placer. Sus pechos rebotaban sobre mi pecho, sus ojos me miraban, diciéndome que me quería, nuestros cuerpos se acabaron fundiendo; no sabía donde empezaba y donde acababa ella. Hasta que en una explosión llegamos ambos al clímax, abrazados, permanecimos así hasta que mi miembro se puso flácido en el interior de su coño. Hasta que volvimos a la realidad y tuvimos de separarnos. Nos dijimos de nuevo mutuamente te quiero, nunca había sido tan cierto.

Lo siento, pero tengo de trabajar, casi dos horas aquí y hemos tenido suerte de que Miriam no entrase. Así que al salir diremos que me ayudabas a guardar unas cosas y te irás a lo del ordenador. Pero cuando vuelvas... iremos directamente a casa de acuerdo?, ya me ocuparé de que tu hermana no esté, le llamaré con alguna excusa y la tendré ocupada. – Sus ojos me miraban anticipando lo que vendría por la noche; lo que vendría siempre que pudiésemos a partir de ahora.

Nos despedimos con una mirada cómplice, y con la promesa en la mirada de lo que vendría más tarde.

Espero que os haya gustado, y espero vuestros comentarios. Dentro de poco espero tener listo el tercero, pero como comprenderéis tengo pocos ratos libres ;).