Todo queda en familia... (2)

Primera noche de intensa sumisión y placer con mi Amo.

TODO QUEDA EN FAMILIA (SEGUNDA PARTE)

Antes de todo, ante nuestro olvido de mencionarlo anteriormente, puntualizamos que, efectivamente, el relato es real.

CRIS

Estuve tumbada no sé cuanto tiempo, bocabajo, terriblemente excitada con las manos a la espalda, moviendo, en la medida en que mi posición me lo permitía, las caderas arriba y abajo, intentando abrir las piernas para frotar mi clítoris hinchado y empapado contra las sábanas, buscando placer a toda costa. Pero al cabo de un rato se me cansaron las piernas y empecé a desistir. Me limité a recordar imagen a imagen todo lo que había sucedido, mojándome, notando mis jugos resbalando por la entrepierna, deseando que mi hermano viniese a follarme de una vez.

Cuando por fin apareció levanté la cabeza para mirarle, pero, cautelosa, no dije nada. Claro que tampoco habría podido con aquella mordaza, pero sabía que, por mi bien, sería mejor no emitir sonido alguno.

Se aproximó hasta mí, llevando varias cosas en la mano. Lo primero que hizo fue vendarme los ojos fuertemente con otro pañuelo. Después me colocó unos cascos en las orejas y puso música a un volumen bastante alto.

Empecé a ponerme nerviosa. Ya no intuía a mi hermano a mi lado, y tampoco podía escucharle ni verle. ¿Se habría vuelto a ir? ¿Cuánto tiempo iba a dejarme así?

JAVI

Cuando salí del cuarto de Cris tuve que contenerme las ganas de hacerme otra paja. Quería reservarme para lo que vendría después.

Me di una buena ducha durante largo rato y me relajé un poco. Pero en cuanto pensaba en mi hermanita indefensa, atada, sometida, chorreando por la excitación y completamente a mi merced, mi polla volvía a empalmarse.

Era muy tarde. Pensé en llevar un poco más al límite la paciencia y el aguante de Cris, y para ello cogí un pañuelo que encontré y unos cascos míos con radio incorporada.

Después cogí de la cocina un cuenco, pensado para un poco más adelante.

Volví a la habitación de mi hermana. Seguía en la posición en que yo la había dejado, pero moviéndose rápidamente arriba y abajo. Al verme aparecer se quedó quieta, como si hubiese sido pillada in fraganti. Levantó la cabeza, y sus ojos, que eran el vivo reflejo de la lujuria, se clavaron en los míos, aunque no intentó decir nada. Yo tampoco hablé.

Quería ponerla nerviosa y excitarla y poco a poco lo iba consiguiendo. Simplemente llegué hasta ella, y tocándola lo menos posible le coloqué los cascos con música y le vendé los ojos. Después me alejé unos dos o tres metros y me senté en una silla a contemplar la escena. Ella estuvo un buen rato moviendo la cabeza hacia los lados, sacudiéndola, intentando quitarse los cascos para escuchar, para intentar averiguar si seguía allí o pasaba de ella.

Por momentos aparecían flashes en mi mente que me hacían sentir un poco culpable. Era mi hermana, no estaba bien lo que le estaba haciendo. ¿Y si ella no quería, y si luego se arrepentía? Pero, justo cuando empezaba a plantearme hablarlo, me fijé en su coñito depilado y brillante por el flujo que resbalaba por sus piernas y en su respiración algo entrecortada. Tampoco podía decirse que estuviera sufriendo mucho. Más bien me pedía polla a gritos, y por eso me levanté con sigilo para situarme tras ella.

CRIS

La música empezó a provocarme dolor de cabeza. No estaba demasiado alta, pero tenía la impresión de que llevaba así una eternidad y empezaba a desquiciarme. ¿Por qué Javi no me follaba? ¿Sólo quería humillarme? Entonces un montón de imágenes desagradables acudieron a mi cabeza. ¿Y si por la mañana aún seguía así? ¿Y si mi padre entraba en mi habitación por algo y se encontraba el percal? ¿Qué explicación iba a darle?

Intenté tranquilizarme y respiré profundamente. Entonces noté la mano de Javi que me acariciaba el culo y emití un largo suspiro, no sé si de alivio, de excitación, o de todo a la vez.

Bajó lentamente la mano, muy despacio, hasta acariciar mi coñito empapado. Lo rodeó con el dedo palpando los alrededores y metió dos dedos de un golpe seco, hasta el fondo. Abrí la boca y jadeé a pesar de la mordaza. Estuvo follándome con la mano rápidamente durante un rato, hasta que se sentó encima de mi espalda, en la cama. Me quitó los cascos y el pañuelo de la boca, pero no la venda de los ojos. Me puso los dedos en la boca.

  • Lámelos.

Oía sus palabras como en otra dimensión. Los oídos me pitaban por la música y tardé unos segundos en reaccionar y acostumbrarme otra vez al silencio. Abrí la boca y empecé a lamer, saboreando mi propio flujo y calentándome más y más.

  • Eh, pequeña zorra, ¿quieres que te use?
  • Sí… - susurré.
  • ¿Cómo? No te oigo.
  • Sí, Amo, por favor
  • Por favor, ¿qué?
  • Lo necesito.
  • ¿Qué es lo que necesitas, golfa?
  • Necesito que me uses, ser tuya, que me folles como quieras y por donde quieras, ser tu puta – contesté fuera de mí.
  • ¿A pesar de que sólo te vas a correr cuando a mí me de la gana? Porque sabes que tu placer me pertenece, ¿no?
  • Sí, Amo, desde luego.

Se bajó de mi espalda y enseguida noté cómo me desataba los tobillos y las muñecas.

  • Ponte a cuatro patas, que voy a montarte.

Esta vez no se hizo esperar. Debía estar cachondo perdido y me empaló la polla de un golpe seco hasta el fondo, rebotando sus huevos con violencia. Apoyé la cabeza contra la almohada para amortiguar los gemidos, que llevaban el camino de convertirse en gritos. Me sentía totalmente taladrada, llena, ensartada. - Ah… uf... si, dame más, más fuerte - Sí zorra, dime lo que eres. - Soy tu puta, dame más, fóllame.

Me la sacó de repente y empezó a jugar con ella alrededor de mi coño. Yo empujaba el culo hacia atrás, buscando que me follara de nuevo, pero no lo hacía.

  • Por favor, Amo, fóllame, no puedo más, necesito tu polla dentro.
  • Ya lo sé, pero no querrás que te preñe, golfa.
  • No, Amo – respondí suspirando. Deseaba correrme con todas mis fuerzas, y para ser sincera no había caído en eso.
  • Tal vez… tal vez debería probar todos tus agujeritos – dijo, llevando un dedo empapado a la entrada de mi culo. Di un respingo y me volví, aterrorizada.
  • No… Amo no, por favor, nunca lo he hecho por ahí, soy virgen… me dolerá
  • No me lo puedo creer, yo creía que con lo zorra que eres en ese culo tenían que haberte enterrado más de un rabo.

  • Nunca, Amo, te lo suplico

  • Bueno, bueno, ya veremos, tal vez mañana – se puso delante de mí y me agarró del pelo – ahora de momento vuelve a tragártela.

Me la clavó hasta la garganta, pero yo ya estaba preparada y la recibí con un leve jadeo. Me la saqué y ensalivé el glande, saboreando el líquido que manaba de aquella polla con ansia, masajeando sus huevos, clavándomela otra vez hasta el fondo, empezando con un movimiento de meter y sacar que alternaba con succión y apretando un poco los labios, volviendo a dar lengüetazos en el glande… Sustituyendo mi mano a mi boca para poder comerme sus huevos con delicadeza, tan duros y llenos de leche que deseaba recibir en la garganta… volviéndomela a meter hasta el fondo

  • Ah… qué zorra, vas a vaciarme los huevos… uf, ya me corro… déjatelo en la boca, no te lo tragues, perra.

Puse su polla entre mis tetas y empecé a moverlas con rapidez a la vez que seguía jugando con la lengua y la garganta. Enseguida fui recompensada con el primer chorro de semen que recogí con avidez, y otro, y otro

Cuando hubo terminado me agarró del pelo y me hizo sacar su miembro de la boca. Yo me mantuve a cuatro patas delante de él, con la boca cerrada para no derramar su leche. Javi estiró el brazo y cogió una especie de cuenco que había por allí, supuse que lo había traído él antes, y dijo:

  • Escupe aquí – después lo situó en la cama, delante de mi boca – bebe como lo que eres, mi perra.

Di grandes lengüetazos para terminar pronto de beber, pero entonces un poco se salió del recipiente. No quería darle motivos para castigarme, así que reduje la velocidad. Aunque tardase un poco más, me aseguraría de hacerlo bien.

  • Buena perrita- dijo – ahora túmbate boca arriba. Obedecí, y entonces volvió a vendarme los ojos y, lentamente, me ató los brazos y las piernas a la cama.

JAVI

  • Ahora – dije a Cris al oído, lamiendo el lóbulo de su oreja, en susurros – me vas a entregar tu placer, ¿está claro?
  • Sí, Amo – contestó ella con grandes suspiros.
  • Pero me vas a pedir permiso, y hasta que no te lo de no te está permitido correrte.

La besé en la boca. Era extraño, en ningún momento lo había hecho, y la verdad es que siempre había fantaseado con ello. Mi lengua enseguida buscó la suya, ávida de deseo, y mi hermana respondió con creces. Casi me parecía imposible, pero si seguía así iba a terminar poniéndome cachondo de nuevo.

Bajé con los labios por su cuello y me detuve en sus tetas: grandes, redondas, con dos pezones no demasiado oscuros de grandes aureolas que, con el simple roce de mi labio, respondieron poniéndose duros. Estrujé sus tetas arrancándole varios gemidos y me dediqué a lamer y morder sus pezones con la suficiente fuerza para hacerle un poco de daño pero que eso no impidiera que se pusiera caliente.

Llevé una mano a cada teta y continué con mi labor, estrujándolas, apretando los pezones calientes y duros, y mi boca continuó bajando por todo su vientre, su tripa, sus ingles… pasé la lengua por los labios vaginales, recogiendo algo de su flujo, sin siquiera hacer amago de rozar el clítoris, poniéndola nerviosa, provocando que moviese la pelvis hacia mi boca.

Le eché el aliento en el coño y se estremeció de placer. - Lo estás deseando, eh, perra – dije mientras seguía apretando sus pezones – así, despatarrada, entregada a mí. Puedo hacer contigo lo que me de la gana. - Sí… lo que quieras, Amo. - ¿Por qué? - Porque soy tu puta. - Y eso te pone cachonda – continué, bordeando su coño con la lengua. - Mu… mucho… aaah, mucho, Amo. Di un breve lengüetazo en su raja y gimió. - No gimas tan fuerte, cerda, que pueden oírnos. - Perdón, Amo. - Aunque seguro que te da igual. Seguro que no te importa que papá o los vecinos se den cuenta de que eres toda una zorra. - No Amo, no me importa

Le abrí el coño con las manos y mordisqueé su clítoris. Apreté la lengua contra él y lo succioné, absorbiendo y dando lengüetazos. Noté cómo Cris se aferraba a las sábanas, cómo se tensaba y se clavaba las uñas en las palmas de las manos. Mis dedos retorcieron sus pezones con fuerza.

  • Amo… Amo por favor, te lo suplico, déjame correrme.
  • Y, si te corres, ¿serás mi puta? – pregunté.
  • Sí, seré tu puta siempre que lo desees.
  • Harás todo lo que yo te diga, como si me apetece que le saques la leche a otro tío o que te tragues todos los rabos del mundo.
  • Sí Amo, lo haré encantada de servirte. No podía más, casi hablaba a gritos, con el coño chorreante, suplicando su orgasmo.
  • ¿Por qué, zorra?
  • Porque soy tu puta – repitió por segunda vez en pocos minutos.
  • Córrete ahora mismo, puta, dame tu placer. ¡Dámelo, vamos!

Volví a absorber su clítoris y darle lengüetazos, y apenas hicieron falta dos segundos para que empezase a gemir como una descosida.

  • ¡Me corro, Amo, me corro! – exclamaba intentando no gritar demasiado – ¡ya me corro! ¡Aaaaaaaaaahhhhhhh!

Apretó las piernas contra mi cara, reteniéndome allí y yo, cachondo perdido, tragué todo el flujo de su orgasmo, tal como había fantaseado tantas veces. Mi lengua no dejó de moverse hasta que noté que los espasmos cedían y todos sus músculos se relajaron.

  • Gracias… Amo… por dejar que me corra – murmuró con un hilo de voz.

Reprimí una sonrisa. La verdad es que estaba muy en su papel, empecé a no saber distinguir entre realidad y ficción.

Cuando fui a levantarme vi un pequeño charco de líquido caliente delante de su coño, donde momentos antes había estado yo.

  • Zorra, ¿qué es esto? – pregunté. Cris intentó incorporarse pero sus ataduras se lo impidieron – te has meado. Pude ver que se ponía roja de vergüenza.
  • Lo siento muchísimo, Amo.
  • Que lo sientas no va a hacer que esto desaparezca de aquí, eres una perra sucia y salida. Si no aprendes a controlarte va a ser peor.
  • No volverá a pasar, Amo.
  • Claro que no, me aseguraré de corregirte con un castigo. Pero eso no será hasta mañana, putita.

CRIS

  • Sí, Amo, será un placer recibir mi castigo, me lo merezco – dije, avergonzada. Ni siquiera me había dado cuenta de haberme hecho pis. Había sido, sin duda, uno de los orgasmos más intensos de mi vida y por eso me abandoné a él, olvidándome de todo lo que me rodeaba, y el exceso de placer lo había provocado.

Javi me desató, y después me hizo poner los brazos a ambos lados del cuerpo para atarme, incluida la cintura, y dejarme sin movilidad alguna.

  • No quiero que papá entre por lo que sea y tengas que darle explicaciones, por eso te desato. Pero las manos se quedarán así, no me fío de ti. Eres una perra salida y podrías correrte sin permiso – me hizo tumbarme en la cama y me tapó con la sábana. Después me dio un beso suave en los labios – buenas noches perrita, mañana seguiremos con tu adiestramiento.

  • Buenas noches, Amo.

Cuando nos acostábamos ya casi era de día, y después de un día ajetreado y una noche tan movidita debería haber caído rendida. Pero mi mente era caprichosa y se empeñaba en revivirlo todo una y otra vez. Así era imposible que mi coño estuviese seco más de dos segundos. Pero estoy segura de que, si hubiese tenido las manos libres, no me habría masturbado. Mi Amo era el dueño de mi placer y yo así lo deseaba.

Era ya mediodía cuando Javi entró en mi habitación a despertarme. Iba vestido, así que debía llevar levantado un buen rato. Me desató las manos.

  • Ponte algo de ropa y baja, papá se irá en breve.
  • Voy a ducharme.
  • No, no quiero que te duches, quiero comprobar si has seguido como una perra en celo. Ponte un vestido, o una falda y una camiseta. Y no te pongas ropa interior.
  • Pero se va a notar que no llevo sujetador
  • Eso es tu problema, yo te he dado una orden y tú la cumples. Tienes que estar accesible para cuando quiera usarte, no me apetece estar perdiendo el tiempo con gilipolleces, ¿estamos?
  • Sí, Amo.
  • Pues vamos, deprisita.

Me puse lo primer que pillé: una minifalda negra y una camiseta rosa, fina, que marcaba un poco mis pezones ya endurecidos.

Bajé las escaleras y encontré a mi padre en la cocina leyendo el periódico y Javi, a su lado, me ignoró completamente.

  • Hola, hija – me saludó mi padre - ¿todo bien? Me senté enfrente de mi hermano, que seguía sin mirarme.
  • Sí, muy bien ¿por qué? Me miró de arriba abajo, sonriendo con cierto sarcasmo.
  • Ya me parecía.