Todo queda en familia (1: Empiezo a salir con...)
Se trata de la primera parte de una historia que espera contar mis últimos dos años de vida.
Todo queda en familia (1): Empiezo a salir con Irenia
Hola, me llamo Alberto y os voy a relatar algo que empezó hace un par de años, y que se ha dilatado hasta ahora. Soy un chico de 23 años, metro ochenta, ojos azules, pelo castaño un poco claro y un cuerpo normal, pero en forma (más de doce años jugando a baloncesto) y hace poco he acabado Telecomunicaciones, trabajo desde casa en un pequeño negocio, así que tengo disponibilidad de horarios casi absoluta. Tengo una hermana (Carol) cuatro años menor que yo, que estudia empresariales y unos padres que trabajan ambos, así que hemos estado desde pequeños siempre solos en casa, y me parece que he hecho más de padre para ella que los biológicos (Marta y David). Mis padres nos tuvieron jóvenes, así que yo apenas me llevaba 16 años con ellos, y mi hermana 20. Bueno, una vez presentada a la familia paso a relatar como empezó todo.
Vivimos en una casa inmensa a las afueras de Madrid, la típica casa de familia bien, con su piscina, sus centenares de metros cuadrados de jardín, y una mujer de la limpieza a media jornada, así sólo tenía que ocuparme de la cocina.
Hacía dos meses que había empezado a salir con Irenia, éramos amigos desde pequeños, y habíamos decidido empezar a salir juntos, me parece que fue más porque se suponía que era lo que nos tocaba que porque estuviéramos enamorados el uno del otro. Ya sabéis, la típica amistad infantil, que a medida que creces parece que la gente espere algo más, y por no incumplir expectativas te amoldas a lo esperado.
La verdad es que era la envidia de mis amigos, porque todos los chicos iban detrás de Irenia, y no era de extrañar, porque entre su increíble cuerpo, mide un metro sesenta y dos muy bien repartidos desde sus grandes senos, a su cinturita de avispa, pasando por una carita inocente (ojos verdes y grandes, media melena morena y una boca en media luna que parecía pedir que la besaran) hasta su manera de ser, abierta y sincera, a veces incluso un poco brusca. Nos compenetramos bien, ella espontánea y abierta y yo un poco reservado, maduro bastante más maduro que el resto de mis amigos.
Desde pequeños éramos inseparables, se pasaba todo el día en casa, jugando conmigo y con mi hermana, de hecho parecía una más de la familia, y el que en casa estuviésemos siempre solos hacía que se quedase a dormir a menudo.
Durante esos dos primeros meses de salir con ella llegué a verla como la increíble mujer que era, y a darme cuenta de la suerte que tenía de tenerla como novia. Aclarar que aunque yo tuviese 21 años nunca había tenido novia, ni siquiera algo que se le pareciese, así que ni tan solo me había besado con ninguna chica, posiblemente se debiera un poco a que había tenido de dedicarme a mi hermana y a los estudios, saliendo lo justo con los amigos.
Esos dos primeros meses en los que la mayoría de parejas se dedican a conocerse nosotros los dedicamos a disfrutar, saliendo juntos ya fuese al cine, a cenar, de compras, en casa con mi hermana y algunas salidas te turismo a ciudades cercanas como Toledo o Teruel. La verdad es que nos empezamos a querer como pareja, además que como amigos, ya sabéis, una confianza adquirida durante años que pasa a la intimidad.
Después de esos dos meses en los que sólo nos habíamos llegado a dar la mano y a besarnos mi cuerpo no podía más, no podéis imaginaros lo que es tener en casa a una mujer escultural, que acostumbra a vestir con una camiseta ceñida y un short de atletismo, en ropa interior, o en bikini, con la que no se pasa de unos ligeros magreos y unos besos robados.
Era julio, y para variar estábamos solos en casa, mi hermana había salido con las amigas y mis padres estaban trabajando en Edimburgo durante todo el mes. Me acababa de despertar y miré por la ventana, para ver si Irena estaba ya en la piscina, bronceándose. Y efectivamente, allí estaba ella, en top-less pero de espaldas, así que sólo le veía la espalda y el parte el tanga del bikini, así que imaginaros como me puse, entre la erección matutina y la visión que tenía ante mi tuve que ir a darme una ducha de agua fría para poder bajar en condiciones. Me puse el bañador y bajé a donde estaba ella. Al abrir la puerta corredera que da a la piscina ella se giró, tapándose los senos con una mano:
Ah, por fin te has despertado Alberto, Carol hace un una hora que ha bajado a Madrid a hacer unas compras.
Supongo que habrá desayunado algo antes de irse.- Mi vena paternal, que queréis que le haga.
Si, ya ha comido algo.- Un corto silencio por su parte Por cierto, puedes ir a mi habitación un momento, es que me he dejado la crema solar y si no me pongo ya me parece que me voy a tostar.
Ahora voy, quieres que te traiga algo de picar?
No, no hace falta, he comido con tu hermana.
Así que me fui a la habitación que llevaba usando Irena desde hacía años, pasada la mía y la de mi hermana, al final del pasillo. Al pasar ante la puerta de mi hermana me extrañó mucho ver que se había hecho la cama antes de irse, porque es un poco dejada, pero no le di mayor importancia.
Al bajar Irena seguía en la misma posición, cubierta de una fina capa de sudor y con los ojos cerrados.
Irena, toma, la crema
Ay, estoy un poco cansada y no me apetece moverme, podrías ponérmela tu?
Claro
Yo ni corto ni perezoso empecé a aplicarle la crema por la espalda, poco a poco, primero por los hombros, después bajando poco a poco, con suavidad (me estaba volviendo a excitar, y de que manera), después por las piernas, subiendo poco a poco hasta llegar a los glúteos, en los que me entretuve un poco más de lo normal; poco a poco me fui dando cuento que su respiración se había empezado a acelerar, así que aceleré un poco el movimiento de mis manos, que fueron subiendo de nuevo, recorriendo sus caderas (aquí ya no tenía crema que poner, pero me daba igual), acariciando con una mano su trasero mientras la otra le acariciaba el cuello.
Ahora por delante.- Me dijo.- que si no voy a quedar mitad/mitad
En ese momento me di cuenta de lo que estaba haciendo y paré un momento, para contemplar como se daba la vuelta y quedaban ante mi esos dos estupendos pechos y ella me miraba con una sonrisa y una mirada de picardía que no le había visto nunca.
A qué esperas?, que aun me quemaré
Yo ni corto ni perezoso volví a untarme las manos con la protección solar, y empecé por sus muslos, a ella se le escapó un gemido. Fui subiendo hasta los pechos, empecé a sobarlos ya completamente fuera de mi, recorriéndolos con la lengua, mientras mis manos masajeaban su culo mi legua recorría todo su abdomen, subiendo hasta los pechos donde empecé a lamer como si fueran lo único que existía en el mundo. Llegados aquí Irena empezó a sobarme mientras yo seguía subiendo mi recorrido con la lengua, llegando por fin a su boca. Nunca nos habíamos besado con tanta pasión, estrechándonos el uno al otro, estirados sobre el césped que rodea a la piscina, con sus pechos apretados contra mi torso; no sé cuanto tiempo estuvimos así, pero a mi se me hizo increíblemente corto, quería seguir saboreando sus labios, en contacto con su lengua.
Al separarnos para tomar aire me miró de nuevo con una mirada increíblemente ardiente y me hizo un gesto de asentimiento con la cabeza mientras me decía:
Ya que hemos llegado hasta aquí ni se te ocurra detenerte ahora
Se dio la vuelta, se puso a cuatro patas y empezó a deslizar su tanga poco a poco, moviéndose de una forma casi serpentina. Dejando al descubierto su concha; nunca había visto una, tan solo había visto la de mi hermana (la había bañado durante muchos años) y las de las actrices porno de la colección de mi padre. Ninguna me había parecido tan apetecible como la que tenía a escaso un metro de mi cara; ella se puso de nuevo boca arriba, semisentada y se abrió lentamente de piernas; mi reacción fue instantánea, me lancé a probar ese delicioso manjar que se ofrecía ante mi, recorriéndolo con mi lengua, con mis labios, haciéndole gemir de placer, pase varios minutos lamiendo su coño, absorbiéndolo como si fuese aire; hasta que noté como se le tensaban todos los músculos del cuerpo.
Aaaaaaaaaaaargh, Dios, me corro...
Y efectivamente se corrió, bajando poco a poco su respiración hasta un ritmo normal, mientras yo me estiraba a su lado con una erección tan potente que casi me dolía la tensión contra el pantalón. Ella la vio, y cogiendo el pote de crema solar dijo:
Bueno, no puedo permitir que te quemes por el sol.
Se arrodilló entre mis piernas (estaba estirado) y me bajó lentamente el pantalón, haciendo que mi pene se liberase como si fuese un muelle, poco le faltó para que le golpease en la cara.
Pero que tenemos aquí!!, si parece un bate de béisbol!! Tengo que admitir que exageraba un poco por la excitación del momento, pero bajé mi mirada y vi que polla había adquirido un tamaño mayor que el normal (aunque virgen sí que llevaba varios años masturbándome, así que hasta a mi me sorprendió). En ese momento era un pedazo de carne duro como el hierro de un poco más de veinte centímetro de longitud y un grosor bastante desproporcionado (siempre la he tenido bastante más gorda de lo normal).
Rápidamente empezó a aplicar la crema sobre mi miembro, poco a poco, como lubricándolo; empezó a moverlo arriba y abajo, primero lentamente, pero después cada vez más deprisa, cuando pareció hartarse de esperar acercó su boca y empezó a chuparlo, primero besándolo, mientras me masajeaba los huevos, para después lamerlo y acabar en círculos, de arriba abajo. Al final se lo empezó a introducir en la boca, para hacerme mi primera mamada, la verdad es que empezó un poco titubeante, pero enseguida le cogió el gusto y empezó a disfrutar con ello, pero seguro que disfrutaba menos que yo, que me encontraba en el paraíso. Le veía la cara, mirándome a los ojos con esos increíbles ojos verdes, con su culo más elevado que la cabeza, los pechos subiendo y bajando, rozando contra mis piernas mientras subía y bajaba la cabeza, apartándose el pelo de la cara para que la viese bien. Ésta situación se prolongó durante varios minutos, hasta que empezó a girar poco a poco, sin dejar mi polla en ningún momento, hasta que abrió sus piernas encima de cara, una a cada lado, y su concha completamente mojada encima de mi cara, quedando en una posición ideal para hacer un sesenta y nueve, yo la agarré del culo y se lo bajé hasta tener su concha a tiro de mi lengua, y empecé a lamer de nuevo, introduciéndola de nuevo, moviéndola con toda la inexperiencia que tenía, pero dedicándome a ello con cuerpo y alma. Estuvimos de nuevo así, lamiéndonos el uno al otro con una pasión animal, sudando al sol, y resbalando ligeramente nuestros cuerpos el uno contra el otro debido a la crema que tenía Irenia esparcida por todo el cuerpo; pasado un rato que no supe cuantificar los gemidos de mi novia
empezaron a intensificarse de nuevo, y la velocidad de su mamada se aceleró incluso más.
Alberto, me corro otra vez
Espera un momento, que estoy a punto, hagámoslo juntos!
Cuando me quedaba muy poquito para correrme levanté la mirada un momento, y cual fue mi sorpresa al ver que mi hermana nos observaba desde la ventana de su habitación, con la camiseta subida, sobándose las tetas con una mano y moviendo la otra a una velocidad sorprendente a la altura de lo que debía ser su concha (desde donde estaba solo le veía de cintura para arriba). Parece que no vio mi mirada, porque ni se inmutó, estaba excesivamente centrada en el espectáculo que estábamos dando en el jardín.
En ese momento no pude más, entre la visión de Carol, la de Irenia, la excitación que llevaba acumulada y sobretodo la fabulosa mamada que me estaba regalando Carol me corrí. Abundantes chorros de semen inundaron la cara y la garganta de Carol, a la vez que su cuerpo se arqueaba por segunda vez esa mañana y los dos emitíamos gritos de placer. Segundos más tarde quedamos los dos estirados de nuevo sobre la hierba satisfechos, ella con la cara llena de esperma, ambos sudados como si acabásemos de correr una maratón. En ese momento me acordé de mi hermana, levanté la mirada hacia su habitación pero no vi a nadie, quizás me lo había imaginado¿?. En ese momento la verdad es que me daba un poco igual, así que abracé a Irenia y nos quedamos allí tendidos y abrazados un largo rato, desnudos y recuperándonos de lo que acababa de pasar.
Éste es mi primer relato, y en principio tengo la intención de continuar con ésta serie de relatos, porque queda mucho que contar. Agraderé vuestros comentarios, así que hasta pronto.