Todo por una película homosexual 5

Estaba deliciosamente húmeda. Mis dedos se deslizaban con facilidad, con lo que conseguí arrancarle varios gemidos rápidamente. —Recuéstate —le pedí con dulzura. Ella lo hizo, acomodando su cabeza sobre la almohada.

Estaba deliciosamente húmeda. Mis dedos se deslizaban con facilidad, con lo que conseguí arrancarle varios gemidos rápidamente. —Recuéstate —le pedí con dulzura. Ella lo hizo, acomodando su cabeza sobre la almohada.

Besé sus piernas, su vientre, sus piernas, su vientre... así, en ese orden, siguiendo un mismo ritmo. Luego, cuidadosamente fui separando sus ext

remidades, la abrí para mí. La abrí y enseguida la luz se reflejó sobre su humedad, que como suculento manjar, tentaba mi lengua. —Eres hermosa —susurré totalmente extasiada. Y no dejé pasar ni un segundo más y la degusté por primera vez.

Ese primer contacto hizo que se estremeciera. Con mis manos intenté calmarla, acariciando tiernamente su piel. Mi lengua en cambio, se deleitaba con violencia. Casi con urgencia, ella comenzó a acariciar sus senos. Y yo comencé a acariciarla con más insistencia.

Subí y besé sus labios, lamí sus apetitosos pezones y mientras tanto con la yema de mis dedos estimulaba ese punto tan placentero, dejando que su humedad me envolviera por completo.

Su cuerpo comenzó a retorcerse, todo había sido tan intenso que estaba a punto de alcanzar el orgasmo, entonces, me detuvo, se abalanzó sobre mí y devoró mis labios con experta habilidad.

En la distracción no noté que introducía sus dedos en mi interior, lo noté hasta que los movió por primera vez, hasta sentir que me exploraba por completo. —Dios, Denise —ge

mí — lo haces tan bien. — ¿Demasiado bien para una heterosexual? —Tonta —bufé.

Sonrió. Me besó nuevamente y luego centró su atención en mis senos. Mis pezones se pusieron erectos en cuestión de segundos. La cálida punta de su lengua parecía cargar consigo todos los placeres del mundo, porque cada vez que la pasaba por mi cuerpo me hacía perder el control. —Amo saber que estás tan húmeda debido a mí —dijo, reanudando las caricias que sus dedos me proporcionaban.

—Estuvo delicioso —sonrió y besó mi mano. —Estuvo delicioso —repetí, extenuada pero sumamente complacida.

Seguía suspirando, una parte de mi apenas podía creer lo que acababa de pasar, y la otra, pues la otra estaba simplemente feliz. —Esto no cambia nada. —Sí —afirmé en extremo convencida — esto no cambia nada.

En lenguaje humano eso significa que lo ha camb

iado todo pero que no estamos dispuestos a aceptarlo. —Y sabes otra cosa... — ¿Qué? —Esto aún no acaba... Amanecimos todas enredadas entre un mar de sábanas. El delicioso roce que me produjo su cuerpo desnudo al despertarme, me hizo pedir otra ronda más. Pero supuse que lo mejor era esperar un poco. Que descansara que bien merecido se lo tenía.

La dejé dormida en la cama, me puse una enorme camiseta que me cubría lo necesario y me fui a la cocina. Prepararía el desayuno, comería y luego me bañaría.

No sabía qué hora era, gracias a Dios era domingo y eso poco importaba. Bostecé. Tomé algo de agua, me senté un momento para recordar como boca el encontronazo sexual que había protagonizado con mi mejor amiga... ¡Dios! Sencillamente divino. Rogaba porque se repitiera esa misma noche de ser posible.

Comenzaba a excitarme cuando escuché que llamaban a la puerta. Cuando pasé por la sala me di cuenta de la hora: 12:13. ¿Cuál desayuno? ¡Ya casi era hora del almuerzo!

Nos acomodamos para seguir besándonos, para seguir tocándonos al mismo tiempo, para sentir el cuerpo de la otra hasta el cansancio, hasta que el placer desbordara y nos hiciera no querer nada más.

Caímos la una al lado de la otra, totalmente rendidas, sudorosas, nuestras bocas, semi-abiertas, jadeaban pero nuevamente se anhelaron mutuamente y los jadeos desaparecieron momentáneamente.