Todo por una barra de pan 3
Tercera parte. Sybilla de Salvart está a punto de recibir una mala visita nocturna
Louis era el hijo del sheriff del condado. Era un mocetón alto y desgarbado de pelo largo, simpático...pero con la cara medio deformada por un incendio que había tenido suceso dos años atrás. Era un chico con un corazón de oro y un rostro horrendo que cometió la estupidez de pedir en matrimonio a la arrogante Sybilla de Salvart.
S: ¿Yo, casarme contigo? ¡jamás! ¿por quién me has tomado, monstruo? L: Pero...yo...te quiero -Se intentó defender inútilmente S: ¿Me quieres? ¡Jajajajaja! tú no puedes querer, monstruo
Ella era la única muchacha que se atrevía a burlarse de él a la cara, las otras lo hacían pero por la espalda para evitar represalias del sheriff. Pero un día Sybilla fue demasiado lejos cuando se dejó "seducir" por Louis.
S: ¿Ésto...te gusta? - Le preguntó mientras le frotaba la entrepierna por fuera del pantalón. L: Sí...quiero más S: ¿Más...? ¿por ejemplo que mi mano entre por las telas de tus ropas y acaricie tu enhiesto y duro falo? imagínatelo...mis manos rozando tu erecto pene, subiendo y bajando...y que luego yo, presa de una excitación sin precedentes, recorra tu torso con lametones y mordiscos hasta alcanzar la punta...la lama, la bese. Me la meta entera en la boca y...me la trague - Le susurraba aquello junto al oído. L: Sí...porfavor sí - Le pedía más, con una erección tremenda que incluso a Sybilla hubo sorprendido. S: Desnúdate...
Louis no tardó en hacerlo, y en cometer el error de su vida. Un muchacho, compinchado con Sybilla, recogió las ropas y le hizo un gesto a su compañera.
S: Louis... L: ¿Qué? S: ¡Jamás me dejaría tocar por un monstruo como tú!
Ella y él se marcharon riendo dejando al muchacho herido en el orgullo y el corazón. El chico no soportó la vergüenza de recorrer el camino de vuelta desnudo y cuando llegó a la casa se colgó. Aquello sumergió a Gilbert en una depresión que desvió en un odio terrible.
M: Eres tan cruel... - Le dijo el compinche de Sybilla, en la cama, cuando se enteró de la noticia. S: No me importa, ¿qué pueden hacerme? mi padre es el señor de estas tierras, y él un simple monstruo.
Sybilla trató de recordar esas noches pasadas en la cama con aquél fornido caballero al servicio de su padre. Los furtivos besos y los magreos mal disimulados, y cómo él la cargaba hasta el lecho y le arrancaba las ropas con salvajes impulsos que la volvían loca. Al principio ella no se atrevía a consumar de todo aquellos encuentros y se limitaba a devorar y dejarse devorar el sexo del caballero. Pero una noche éste no pudo aguantar la tentación y la desvirgó...
¿Porqué ese idiota no me pidió matrimonio...? - Se preguntó Sybilla mientras escuchaba cómo alguien se acercaba a la celda. Se extrañó de que un carcelero fuese a esas horas de la noche, no querría nada bueno...