Todo por su esposo - I
Aquella mujer había desatado deseo y morbo desde que hacia quince años apareció casada con Harry y se mudaron a aquella urbanización y se convirtieron en miembros de aquel club de campo. Dos generaciones de hombres de aquel club de campo más de una vez habían follado con otra pensando que era Jane.
Jane había alcanzado los cuarenta y un años pero seguía siendo la mujer más despampanante de toda la comunidad de la urbanización de clase alta de aquella ciudad. De padre alemán y madre indonesia enloquecía a cualquier macho que se cruzase en su camino, con su metro setenta y seis de altura su cabello castaño oscuro que clareaba por las puntas y caia sobre sus hombros en una melena que alcanzaba por las puntas la mitad de su espalda, con aquellos ojos marrones-miel felinos tan exóticos, consecuencia de su mestizaje, y aquellas cejas que dibujaban un arco fino y perfecto sobre los mismos en un rostro precioso, con una nariz hermosa y unos labios carnosos, una cara de ensueño que siempre llevaba maquillada con mucha clase. A pesar de haber superado los cuarenta no se le notaban los estragos del tiempo, ni en su rostro ni en su cuerpo. Se notaba que no era una veinteañera pero todos los que la contemplaban la situaban en la treintena. Era una loca del aerobic y machacaba su cuerpo diariamente durante dos horas, una hora de aerobic y una hora de natación y solo abandonaba su entrenamiento los domingos, con aquel ritmo de actividad física era difícil encontrar en su cuerpo un miligramo de grasa, su culo era redondo y firme como de granito con la textura del terciopelo, sus muslos redondeados y cálidos y con la firmeza del mármol, sus piernas largas, su vientre plano como una tabla y en su curvada cadera no podía ponerse el sol. Llevaba una dieta equilibrada y mucha agua le permitía tener la piel tersa y suave como la seda. Las uñas siempre largas y arregladas, y un depilado brasileño en su pubis era todo su bello corporal. Pero las curvas que más hacían enloquecer a los hombres de cualquier edad que se cruzaban con ella eran sus magnificas tetas naturales, grandes y turgentes, esféricas y erectas a pesar de ser enormes que destacaban sobre su figura, haciéndole tener el perfil de un nueve con cabeza. Hay algo más sexy que una mujer con todo su cuerpo bronceado firme y fibroso y unas enormes tetas y caderas? Aquellos pechos con sus puntiagudos pezones y sus aureolas perfectas y redondas como un pequeño anillo alrededor estos.
Aquella mujer había desatado admiración, deseo y morbo desde que hacia quince años apareció casada con Harry y se mudaron a aquella urbanización y se convirtieron en miembros de aquel club de campo, como casi todos los demás ejecutivos de la multinacional donde trabajaba Harry, la mayoría vivían allí con sus esposas y familias. Harry contaba entonces con cuarenta años y Jane con veintiséis, era uno de los ejecutivos de éxito de la empresa y apareció con aquella diosa por allí. Dos generaciones de hombres de aquel club de campo habían tenido sueños húmedos con aquellas curvas, más de una vez habían follado con otra pensando que los hacían con Jane. Los niños habían alcanzado la juventud matándose a pajas pensando en los llenos a rebosar bikinis que lucia Jane por la piscina del club de campo, ante el odio y la envidia oculta de todas las mujeres de los demás miembros del club y demás ejecutivos de la empresa. Harry era un ejecutivo importante y respetado de la empresa por lo que sus compañeros miraban de reprimirse delante de él, pero a sus espaldas todos se llenan la boca de lo buenísima que estaba Jane, y lo que más les alegraba era la presencia de aquella yegua poderosa en cada reunión social. Jane no se cortaba un ápice, siempre vestía con mucha clase pero muy sexy, vestidos, faldas, blusas, pantalones, siempre realzando al máximo sus curvas, con ese perfil de nueve con cabeza, con unos escotes llenos hasta el desborde con sus enormes globos, y no dudaba en ponerse en bikini, sobretodo cuando hacía buen tiempo, bikinis de todo tipo, con tanga, con triangulo en la parte de arriba, se tumbaba a tomar el sol en una hamaca ante la mirada atenta de todos, que babeaban y la seguían con la mirada, devorando cada centímetro de su cuerpo cuando sus mujeres o novias no los controlaban.
Ella y Harry no habían tenido hijos, lo que aumentaba aún más su lozanía y el buen estado de su cuerpo. Harry no solía alardear de lo buena que estaba su mujer, pero alguna vez contándose confidencias de cama en el gimnasio con algún directivo de los que consideraba amigo, remarcaba que las tetas de Jane eran totalmente naturales y de que era una mujer muy caliente, fogosa y de muchas humedades. Estas confidencias corrieron como la pólvora entre todos los hombres de la empresa y del club de campo, lo que aumento el deseo y el morbo de todos. Algunos pocos habían intentado seducir a Jane, pero sin éxito a aquellos con los que había habido un supuesto cortejo galante o coquetería con confianza, Jane siempre les había parado los pies, dejándoles claro que solo había amistad y que ella era fiel a su marido. Así que nadie había podido follarse a aquella hembra más que Harry, lo que aumentaba el morbo y el deseo sobre Jane de toda la comunidad masculina de la urbanización entre los dieciocho y los cincuenta años. Sobretodo los más jóvenes que la tenían como ídolo, y que la habían seguido muchas veces a la playa, y no le quitaban ojo de encima en la piscina del club de campo, esperando o soñando con un topless suyo que nunca llegaba y nunca se había producido para su frustración, al menos sabían que los melones de Jane tenían a la fuerza la marca del bikini. Aquel bikini que parecía que iba siempre a explotar sin poder contener aquellas maravillosas ubres.
La vida seguía y Jane seguía paseándose por la urbanización y las reuniones de los ejecutivos de la empresa con sus vestidos elegantes y sexis, con sus escotes, sus tetas rebosantes, su culo firme y sus largas piernas. A veces con vaqueros y blusas con ligeras transparencias que dejaban ver sus sujetadores todos wonderbras de grandes copas en las largas y cálidas noches californianas. Ella no era tonta y podía percibir las miradas que le devoraban, las miradas de deseo de todos los hombres que allí había, pero había aprendido a disimular que le gustaban y le excitaban, no quería provocar más envidia entre las mujeres de la que ya suscitaba, y creía haber fraguado buena amistad con más de una. Harry ya no era el hombre que había sido, con cincuenta y cinco años y algunos kilos de más, estaba fondón, nunca había sido un gran amante pero ahora casi nunca lo hacían, y además estaba muy agobiado por las cosas del trabajo. Desde hacía algunos meses estaba muy callado al llegar a casa, y siempre andaba cabizbajo, Jane también se había dado cuenta que sus compañeros ya no lo trataban con la misma deferencia sobretodo los más jóvenes, algo estaba pasando. Una noche Harry llego blanco en vuelto en sudor frio, Jane se asusto y logro que se sentara en el sillón y le hablase sinceramente. Hacía ya más de medio año que había caído en desgracia para la nueva dirección, gente joven y ambiciosa que gustaba de hacer las cosas de otra manera. Aquella semana lo habían relegado a un despacho a leer periódicos y lo habían amenazado con el despido. Era un hombre acabado, sería despedido y tendrían que abandonar aquella vida acomodada. Jane no podía entender como después de todos aquellos años los socios principales, todos gentes con los que convivían y habían compartido todos aquellos quince años podían permitir, que a alguien que había aportado tanto como Harry a la empresa lo trataran así. Pero Harry le dijo que era así, porque justamente ellos eran los que habían impulsado aquel cambio generacional. Le dio un tranquilizante a Harry y le dejo dormir, permaneciendo en el salón de su casa reflexionando algo se podría hacer, durante quince años Harry se lo había dado todo, y ahora necesitaba su ayuda, alguna cosa se podría hacer, ellos habían convivido con aquella gente durante quince años, eran sus amigos y vecinos. Al día siguiente llamaría a la oficina de Dick Douglas uno de los principales socios de la multinacional, ellos habían sido testigos en la boda de su hijo, tal vez debería informarle de lo que estaban haciendo con Harry, y recordarle quien era Harry y lo que había significado para la empresa todos esos años.
Dos días después estaba en la sala de espera del Dick Douglas, a las doce y cuarto del mediodía su secretaria le dijo que pasara. Por supuesto Harry no sabía nada de aquella visita. Dick salió a recibirla, al tiempo que le decía a su secretaria que no pasara llamadas, ni le molestara, le dio la mano y la acompaño a sentarse del otro lado de su mesa. Jane le pregunto por sus hijos y sus nietos, Dick era un importante socio de la empresa de sesenta y seis años, calvo en la sien y cabello cano en los lados, con papada, barriga y de un metro setenta aproximadamente, con las piernas y los dedos de las manos regordetas, un hombre viejo basicamente. Dick le hizo algunos comentarios jocosos sobre sus hijos y nietos y después le pregunto por ella y Harry. Jane llevaba unos vaqueros ajustadísimos y en la parte de arriba una colorista blusa-falda de manga corta, que le caía hasta las pantorrillas, y que se ajustaba a su cuerpo con un cinturón grueso de cuero por debajo del pecho que aun resaltaba más sus enormes melones esféricos, se cubría con una americana de color marrón glasé y llevaba un bolso de cuero a juego con el cinturón, unas sandalias de tacón también a juego. Los labios pintados de morado y los ojos con un poco de sombra del mismo color, una pulsera dorada y ancha en su muñeca izquierda y un colgante alrededor del cuello que acababa con una especie de medalla al principio de su canalillo. Jane empezó a hablar, a contar la situación complicada de Harry, con un tono de preocupación en la voz, al tiempo que el viejo se retorcía incomodo en su sillón y endurecía el semblante. Cuando Jane hubo acabado Dick la miro fijamente y le pregunto si Harry sabía de su visita. Jane negó con la cabeza. Dick suspiro, y le dijo que él no podía hacer nada que aquella era la nueva política de la empresa, y que había que adaptarse a los tiempos. Jane le miro apesumbrada y con un tono de súplica en la voz le dijo, que incluso podían despedir a Harry, y que ellos eran viejos amigos. El viejo la miraba como petrificado acariciándose la barbilla, cuando ella le dijo de forma lastimosa que estaba segura que él podría hacer algo. El viejo miro por la ventana y dijo “bien, tal vez yo podría hablar con alguien, y podría decirle que vas de mi parte y tal vez la situación de Harry podría cambiar”. Si por favor contesto Jane. El viejo se quedo en silencio, juntando las manos y mirándola fijamente. Lo que desconcertó a Jane, Después le dijo que aquello que le pedía era un favor muy valioso, y que exigía algo muy valioso a cambio. Jane le sonrió, dejo pasar un incomodo silencio y le dijo que no le entendía. Dick se reclino en su sillón juntando las manos y esbozo una sonrisa, Jane continúo diciendo que no entendía lo que le pedía. Entonces Dick separo las manos y dijo que si quería que el ayudase a Harry, ella debía ser suya, sobretodo sus fantásticas tetazas, y remarco la palabra tetazas con ansiedad. Jane se lo quedo mirando con estupor, cogió, su bolso y se levanto, diciendo que le parecía increíble aquella proposición después de aquellos años de amistad, que ella era amiga de su esposa, testigo en la boda de uno de sus hijos, aquello era inconcebible, repetía mientras se marchaba airada con paso firme y elegante hacia la puerta, lo último que oyó antes de abrir la puerta y salir fue que aquel era el precio y que ya sabía donde estaba.
Jane estaba en un restaurante del centro en frente de la oficina de Dick Douglas aquel viejo vicioso y salido. Aquel cerdo, con las de veces que habían estado juntos, claro que había observado muchas veces que el la miraba con deseo como los demás, pero pensaba sinceramente que era amigo de Harry. Ahora estaba allí en un callejón sin salida, todos los antiguos jefes influyentes eran ahora jubilados sin influencia, y la única amistad de un consejero que habían cultivado era la de Douglas, los demás amigos de Harry, no tenían influencia como para modificar la situación de Harry. Hacia ya más de media hora que estaba sentada en aquel restaurante consciente de que no tenía otra puerta a la que tocar. Mientras estaba allí un hombre había intentado flirtear con ella y lo había mandado a paseo. Que iba a hacer, que iba a hacer. No tenía opción y lo sabia. Cogió su móvil y llamo al despacho de Douglas, la secretaria la detuvo un momento y luego la paso al instante. Jane no dejo hablar al viejo, le dijo que aceptaba la oferta pero con una condición, que solo habría una única vez, noto a través del teléfono como el viejo sonreía. Luego ella pregunto cuando y donde, Dick Douglas le dijo en su despacho a las seis de aquel día, el viejo no le daba ni una noche de reflexión no vaya a ser que se lo pensara mejor, pensó entre maldiciones Jane.
Paso el resto del día dando vueltas por el centro, reflexionando concienciándose de que lo hacía por el bien de todos, convenciéndose que era un sacrificio que merecía la pena. Había llamado a Harry para decirle que llegaría a casa después de las ocho, que había quedado con una amiga en el centro, lo había hecho rápido para no darle tiempo a sentir remordimiento, Harry le había contestado que bien.
La puerta de la planta noble de la oficina de Douglas estaba abierta, pero allí ya no había nadie. Jane entro titubeante y se dirigió a la puerta del despacho del viejo, este la esperaba en la puerta con una sonrisa de oreja a oreja la hizo entrar y cerro la puerta con llave tras de si. Una ligera música de Jazz amenizaba el ambiente, Dick le pidió que se quitara la americana glasé. Jane lo miro desconfiada, Dick solo pronuncio un por favor. Ella se la quito, dejando al descubierto su blusa-falda y la redondez de sus pechos en el balcón de la misma. El viejo lanzo una sonrisa de asentimiento, mientras se dirigía al mueble bar y le preguntaba si quería beber algo, y le pedía que se sentara en el sofá del despacho. Ella negó con la cabeza, él se sirvió un whisky, sosteniéndose la corbata por encima de la barrigota, y después como bailando torpemente se dirigió al sofá, donde ya estaba sentada Jane, que permanecía tiesa poniendo cara de asco. Dick le hizo bajar los brazos para que los mantuviera al lado del cuerpo haciendo de esta manera sobresalir aún más los enormes globos de Jane, entonces acerco su rostro al escote de esta al tiempo que pronunciaba una frase del tipo cuanto tiempo deseando teneros a mi merced. Entonces dio un trago a su whisky, y se acerco a los labios de Jane y la beso, Jane rechazo el beso. El viejo empezó a negar con la cabeza y a decir no, no, no, así no. Entonces tomo a Jane por la barbilla y la volvió a besar esta vez Jane se dejo, el viejo acariciaba su rostro suave como la seda con sus dedos regordetes mientras la besaba y lamia sus labios y sus mejillas. “Ponte de pie” dijo entonces, “ponte de pie y quítate el cinturón”. Jane se levanto sobre sus sandalias de tacón, se planto frente al viejo y se quito el cinturón de cuero sin pronunciar palabra, el viejo le ordeno entonces mientras tragaba saliva que se quitase la blusa-falda multicolor, Jane así lo hizo con frialdad absoluta. Entonces el viejo abrió la boca con un gran semblante de sorpresa y se paso la lengua por los labios, ante el estaban las más famosas y codiciadas tetas de toda la comunidad del valle enfundadas en un maravilloso wonderbra negro de licra liso. Dick casi sin palabras indico a Jane con las manos que se acercara, ella se acercó y puso sus enormes ubres a la altura del viejo, que lanzo un húmedo y frio lengüetazo al canalillo de Jane entre risas morbosas, Jane seguía impasible y llena de amargura, entonces el viejo recorrió lentamente con sus dedos regordetes la fina y sedosa piel de Jane desde sus caderas hacia su espalda, al tiempo que un cosquilleo subia desde la entrepierna de Jane hacia arriba, llego hasta el enganche del wonderbra y muy lentamente lo desabrocho metiendo prácticamente la nariz entre las tetas de Jane, la cual se mantenía inerte cada vez mas amargada con aquella situación. Después y sin desprender el wonderbra de Jane el viejo recorrió de nuevo con sus dedos regordetes la espalda de Jane y le desabrocho lentamente el colgante, el cual lanzo al suelo, a continuación volvió a bajar sus brazos y tomando el wonderbra desde la parte baja de la copa ayudo a Jane a quitárselo entre exclamaciones de satisfacción y sorpresa. Allí ante el a la altura de su nariz flotando turgentes e inertes estaban las tetazas más cotizadas de su pequeña sociedad. El viejo como si se tratase de la más valiosa de las mercancías dirigió sus manos lentamente hacia aquellos enormes melones al tiempo que le ordenaba a Jane que pusiera las manos por detrás de la nuca para que las tetas se pusieran aún más inertes. El viejo se asió a los pechos de Jane, cada uno tan grande como su cabeza e incomprensiblemente perfectamente esféricos en forma de gota de lluvia y nada caídos, y empezó a degustar el tacto de la piel de aquellas redondeces supremas con sus dedos regordetes apretando suavemente con sus yemas, sin dejar de mirar fijamente a Jane que apartaba la vista asqueada, sus dedos pronto alcanzaron los pezones de Jane y empezaron a juguetear con ellos entre risitas dementes del viejo, que los hacia balancearse arriba y abajo y estiraba a la vez de ellos, ante lo que Jane lanza alariditos entre incomodos y dolorosos, mientras notaba como sus pezones se endurecían. El viejo la atrajo hacia si en el sofá he hizo que Jane se sentara a horcajadas sobre el, y empezó a chuparle las tetazas, mientras Jane que intentaba no mirar y aislarse mentalmente, el viejo pasaba la lengua por toda la superficie de las tetas de Jane, chupaba el canalillo, sostenía con las manos las dos ubres y lanzaba chupetones a los pezones, al tiempo que con la punta de la lengua recorría la aureola de los mismos, Jane no quería, pero el viejo le estaba comiendo las tetas estupendamente y ella empezaba a lanzar más alaridos de placer que de dolor, y en su mente no lograba aislarse, llevaba así el viejo unos tres o cuatros minutos mamándole las tetas, cuando llevado por la excitación la tumbo sobre el sofá. El viejo encima de ella no dejaba de chuparle las tetas de devorarle los pezones mordisqueándoselos, sin que Jane supiera que hacer con su manos, dado que el viejo igual chupaba que le magreaba las tetas apretándolas con fuerza, en un momento dado el coloco su fofo, gordo y viejo cuerpo entre sus piernas y a la gran mamada de tetas que le estaba haciendo el viejo contribuyo con un acelerado movimiento púbico sobre la entrepierna de Jane, no llevaba ni dos minutos cuando Jane ya estaba húmeda y no dejaba de emitir pequeños gemiditos casi imperceptibles. El viejo Douglas recorrió con su lengua el plano vientre de Jane y llego hasta los pantalones vaqueros de esta deteniéndose un momento para jugar con su ombligo. Después le saco las sandalias de tacón a Jane sin dejar de mirarla con el frenesí y el deseo loco escrito en su cara sudorosa, y ante la tensión del cuerpo de Jane le desabrocho y le saco los vaqueros, Jane abrió las piernas ante su asombro entre espasmos sin dejar de mirar al viejo que había empezado a lamerle con desesperación los dedos de los pies, los tobillos, a chuparle los gemelos a recorrer con su lengua los muslos y a lanzarle chupetones, Dick le doblo las rodillas y empezó a morderle las duras y turgentes nalgas, al tiempo que le lanzaba de vez en cuando lametazos a su raja por encima del empapado tanga blanco de Jane, la cual solo sabía que gemir y jadear, olvidado ya cualquier pudor o amargura estaba disfrutando de la lengua y los cuidados del viejo. El cual cuando ya hubo chupado suficiente agarro con sus dedos regordetes el tanga de Jane y se lo saco de un solo movimiento, apoyándose en los muslos firmes y empapados en su propia saliva, Douglas empezó a chupar los labios internos de Jane como si hubiera andado todo el día por el desierto y el coño de Jane fuera un pozo de agua fresca, Jane ya no sabía como comportarse se aferraba al sofá con ambas manos, y aullaba de placer mientras aquel viejo regordete frotaba su clítoris a cien por hora, recorriendo con su lengua cada rincón de su sexo, agitando la lengua como una maquina, con un ritmo enloquecido, llevaba ya varios minutos cuando cerro los ojos entre gritos de placer y se corrió en la cara del viejo. Este jadeante pero reflejando el éxito en su rostro se incorporo, mientras Jane aun se convulsionaba en el sofá y recuperaba el aliento, se bajo los pantalones y los calzoncillos dejando a la vista un arruinado, flácido y morcillón miembro, y se subió encima del vientre de Jane, mientras explicaba que después de una angina de pecho y un infarto sus capacidades estaban limitadas, pero que quería gozar de aquellas tetas un poco más. Jane adopto una actitud más conciliadora y por primera vez en toda la velada sonrió, ajustando desde abajo con sus finas manos acabadas en cuidadas uñas sus tetas al rabo de Dick y empezando a agitar sus ubres arriba y abajo mientras el viejo Dick se agarraba al sofá y empezaba a gemir al tiempo que su miembro se hinchaba y cogía fuerza. El viejo Dick tenía la frente sudorosa y una expresión de placer máximo entre gemidos que más parecían lamentos, mientras Jane le estaba haciendo la mejor cubana que le habían hecho en su vida y con las mejores tetas que se había comido en su existencia, Jane se acompasaba lentamente para que el viejo disfrutase, en cierta manera le estaba agradecida, Harry no servía ni para hacerle un buen conilingus, cuando vio que el viejo se tambaleaba como si no aguantara más, aumento el ritmo de la frotación al tiempo que escupía elegantemente para lubrificar su canalillo el viejo no tardo en correrse entre su canalillo llenándole el cuello con su semen entre exclamaciones de placer que parecían el lamento de un moribundo. Jane se levanto con el cuello, la barbilla y el pecho lleno con el semen de Douglas, por suerte no le había manchado el pelo, cuando se dirigía al baño del despacho, Douglas la llamo, ella se acercó y el viejo con una sonrisa de oreja a oreja, cogió su propio semen y lo extendió como si fuese una crema sobre las tetazas turgentes de Jane, la cual por primera vez en toda la velada le devolvió una sonrisa sincera dejándose hacer y cumpliendo los deseos de un pobre viejo, cuando el viejo acabo fue al baño y se lavo. Volvió al despacho donde Douglas se había vuelto a vestir y fumaba un cigarro satisfecho contemplando como Jane se vestía de nuevo en silencio, después ella le dio un beso de despedida en la boca, susurrándole al oído que aquello era su secreto, él le dijo que cumpliría su palabra y que hablaría con quien tenía que hablar. Ella se marcho dejando al viejo en su paraíso particular.
Al día siguiente aún estaban en la cama, cuando sonó el teléfono, Harry se apresuró a cogerlo, por su tono había sucedido algo grave. Cuando colgó se giro a Jane y le comunico que la noche anterior Dick Douglas había tenido un infarto antes de salir de su despacho y había muerto. Jane se quedo atónita, pero inmediatamente después pensó que al menos el viejo había muerto feliz, y se había llevado el secreto a la tumba, pero también la solución a sus problemas.