Todo por mis braguitas

Le conté a mi amiga Marta con pelos y señales, cómo aquel desconocido llegó a calentarme de la manera más inaudita y cómo del mismo modo, accedí a entregarle a cambio, mis braguitas.

  • ¿Sí?, ¿Dígame?

  • Hola Marta, chata, soy yo, Lydia... ¿Tienes algún plan para esta tarde?

  • Hola guapa... ¡Cuanto tiempo!, pues no, no tenía previsto nada.

-¿Me acompañarías a comprar algo de lencería?

  • ¿De lencería?, ¿Otra vez?, ¿No me digas que te vas a comprar más braguitas?

  • Pues sí...

  • Vaya manía la tuya con las bragas...

  • Jeje...

  • Pero Lydia, hija, ¿Qué coño haces con ellas?

  • ¡Ay, si te contara...!

  • Huy, eso suena a que hay lío de por medio, ¿Eh?, ¿Que ha pasado? Venga cuenta, cuenta, guapita.

  • Es que es muy fuerte, Marta, de verdad. Ya te lo contaré otro día, con más tiempo.

  • De eso nada. No me puedes dejar así.

  • Es que es un poco lío...

  • Oye, ¿Me lo cuentas o qué?

  • Pues es una tontería, Marta...

  • Entonces... ¡cuenta!

  • Verás... las he ido regalando... o digamos, esto... ¿cómo explicarte?... perdiendo.

  • ¿Perdiendo las bragas?, ¿Pero qué dices, tía?

  • Lo que oyes...

  • Pero ¿cómo? A ver, ¡explícate! No me vaciles, anda.

  • Que sí, que eso, que he perdido más de 10. Ha sido de la manera más extraña.

  • ¿Has perdido más de 10 bragas?

  • Sí, pero no solo perdido... es que... no, no puedes imaginártelo.

  • No, claro que no me lo imagino, me tienes intrigada.... pero soy toda oídos.

  • Me da apuro contártelo, Marta.

Solo de pensarlo es que me tiemblan las piernas.

  • Lydia, por favor, no me vengas ahora con eso. Somos amigas. Cuéntamelo o no te dirijo la palabra nunca más.

  • Pero si es una chiquillada.

  • Razón de más. ¡Venga!

  • Verás: recibí una llamada al móvil un buen día y se oyó la voz de un hombre, así como muy varonil, muy grave.

  • ¿Ah, sí? Mmmm, suena interesante...

  • Sí, pero me decía algo muy fuerte.

  • Vaya, que intrigante.

  • Pero cuando te digo fuerte... es ¡muy fuerte!

  • ¡Ufff, madre!

  • Decía literalmente: "Me apetece comerte el coño hasta que te corras en mi boca y después follarte bien follada... mmmm"

  • ¡Coño!, ¿En serio? ¡Venga ya!

  • Te lo juro.

  • Me dejas flipada, ¿Así sin más?

  • Era una voz atrapante, totalmente desconocida, pero que lo dijo de una manera...

  • ¿Y que hiciste?

  • No sé, pensé que o bien se había confundido o era una broma de algún amigo, le pregunté quién era... sé que tenía que haberle colgado desde el primer momento, pero entre la intriga, esa voz y todas las cosas que me repetía...

  • Pero ¿Aun te decía más cosas?

  • De todo. Algo así como: "No me conoces putita, pero estoy seguro que te gustaría ver este pollón que tengo para tí... estoy seguro que desearías comértelo, un rabo enorme para ti sola, zorra..."

  • Y fue cuando le llamaste "cerdo" y le colgaste, claro.

  • Pues no, no podía, Marta. Había algo que me lo impedía. No sé el qué, pero no podía dejar de escucharle.

  • ¡Lydia... no me lo puedo creer!

  • Era superior a mis fuerzas, no era capaz de reaccionar... esa voz tan sensual y salvaje a la vez, esas palabras me estaban poniendo cachondísima. No te haces idea. Era incapaz de colgarle.

  • Pero, ¿Donde estabas tú?

  • Iba en el autobús...

  • ¡Joder, tía, qué fuerte!

  • Y el otro me repetía una y otra vez: "Debes tener un coño apetitoso, muy jugosito, ahora estará mojado. Imagina como le estoy dando unas cuantas chupadas con mi lengua caliente, mmmm... debe estar delicioso ese chochito, ¿A que sí golfilla? dime ¿lo tienes mojado ahora?"

  • Entonces fue cuando le mandaste directamente a la mierda... ¿No?

  • No Marta, le dije con voz baja: "Sí, estoy muy mojada"

  • ¡Dios, qué pasada!

  • Y él me repetía "Guauuuu, zorrita, que voz de puta que tienes, me encanta oírte, me la estás poniendo durísima a más no poder. Estoy viendo esa boquita de puta comiéndome la polla hasta los huevos, cómo se te cuela hasta la garganta y se te caen las lágrimas, tomas aire y te la vuelves a tragar, como una buena golfa que eres."

  • Me estás vacilando, tía. No puede ser. No comprendo como no le colgaste. ¡Que bestia de tío!

  • Te lo juro Marta, por más que lo intentaba, no podía. Sé que es una locura, pero el caso es que cuanto más fuertes eran sus palabras, más me gustaba y más me excitaba. ¿Te lo puedes creer?

  • Si me pinchas, no sangro, Lydia.

  • Luego me repetía "Te voy a taladrar ese chocho jugoso, verás como mi polla te abarca entera y te follo hasta ponerte los ojos en blanco, ¿No te gustaría eso, guarrilla mía?"

  • Y ¿tú? ¿qué decías?

  • Contestaba: "Si...me encantaría".

  • Pero ¿Te estás oyendo? ¡Estás loca!, ¿La gente a tu alrededor qué hacía?

  • No parecían darse cuenta de nada. Yo hablaba bajito, pero es que además eso me excitaba más, no sé, su voz, esas salvajadas, el verme rodeada de gente en el autobús, el morbo de ser descubierta... Dios, Marta... era tremendo... algo alucinante pero que me ponía cada vez más cachonda.

  • Pero ¿Cómo eras capaz de seguírle el juego de esa manera a semejante cerdo?

  • No sé, me sentía muy excitada... era todo demasiado para mi, no sé, aquel desconocido diciéndome aquellas cosas, todo me tenía hipnotizada...

  • Pero ¿Así de repente, consiguió excitarte?

  • Pues sí, de una manera facilísima...  sus palabras dichas al otro lado del teléfono eran fuego... una voz que era un susurro con palabras que eran cada vez más fuertes y cuanto más guarras eran, más cachonda me ponía yo. Era algo inaudito. Él insistía: "Cuando ponga este rabo gigante a la entrada de esa rajita que tienes tan apretada, ¿Qué me vas a rogar, zorra? ¿Qué me vas a suplicar?, ¡vamos, dime puta...!"

  • ¿Le contestabas, Lydia? ¿En serio? No, ¿verdad? Dime que no...

  • Sí... pegaba los labios al teléfono y le decía casi susurrando: "Quiero que me folles, por favor"

  • Estoy alucinando, tía. Me estás tomando el pelo a base de bien. ¿Como eras capaz de seguirle el juego de esa manera a semejante cabrón?

  • Te lo juro, Marta. Es como te lo cuento, Pero si es que ni yo misma me lo acabo de creer. Me dejó al borde del orgasmo, estuve todo el día calentísima.

  • Pero al final, ¿Qué pasó?

  • Pues al final... eso, que ha ocurrido nada menos que unas diez veces. En cada ocasión quiere que le regale mis braguitas después de haber estado excitándome con sus palabras. Siempre acaba diciendo "Quiero tus braguitas. ¡Ahora!", cuando sabe que me he mojado a base de bien e incluso alguna vez he llegado a correrme con sus sucias y calientes frases.

  • ¿Te has corrido?

  • Sí, una vez en la fila de la caja del banco. Me dijo que estaba detrás de mi y que imaginara como me follaba... Me dejé llevar y vaya si me imaginé la escena... tuve que cerrar los ojos y reprimir un orgasmo en medio de aquella oficina bancaria...

  • Pero... ¿Qué decía el muy puerco?

  • De todo. Que me estaba acariciando entre los muslos, que su lengua jugaba entre mis glúteos, que sus manos apretaban mis pezones, que su polla estaba dura y lista para penetrarme...

  • ¡Lydia, pero que salvajada!

  • Sí, lo sé, pero la cosa seguía y seguía, mi corazón palpitaba a 1000 por hora, mis músculos se tensaban, todo mi cuerpo se empapaba de sudor y ese hombre no dejaba de calentarme sin parar...

  • ¡Increíble!

  • No te haces idea...

  • No, no me la hago. Todavía estoy alucinando, tía.

  • Ese desconocido me ha puesto a mil, es un cerdo, lo sé, lo reconozco, pero es que me supera... ¿cómo le voy a negar mis braguitas?

  • Y ¿Tú se las has dado, así, sin más?, ¿Pero cómo lo has hecho?

-Claro, ¡cómo para no! Creo que nadie me ha puesto nunca tan cachonda, con solo oír su voz. Además, me repetía que si no se las entregaba, no me volvería a hablar y compréndelo... no podía dejar pasar esa oportunidad. Nada más colgar, estaba loca por volver a recibir su llamada.

  • Flipo contigo, tía. Eres una cerda con pintas... más todavía que él.

  • Marta, tenías que ver como llegaba a ponerme con ese tío, me subía por las paredes, sus palabras, me hacía ver la escena de estar follando con él. La detallaba tan minuciosamente que soñaba con ese momento. Creo que me he acostumbrado tanto a sus llamadas que no puedo pasar sin ellas. ¿A que solo de pensarlo tú también te estás poniendo a cien?

  • Pero ¿Qué dices?... ¿Yo?,  Venga.... cuéntame como le entregabas las bragas, anda.

  • Te veo muy interesada... jeje... Pues me decía que se las dejara en algún sitio concreto; unas veces en un ascensor de un portal, otras en algún baño público, bajo el asiento de un taxi, en un buzón, en un banco del parque... en fin, sitios donde él las recuperaría después y a la siguiente llamada me comentaba que se pajeaba con ellas, que sentía mi aroma impregnado y que le encantaba mi olor a perra.

  • ¡Joder que bestia! Y... ¿Nunca le viste recogerlas?

  • No, nunca. No sé ni como es. Me ha dicho que ni intente seguirlo. El caso es que me tiene loca y estoy esperando que hoy me vuelva a llamar y me cuente qué hizo con el tanga que recogió ayer. Es un cerdo... y me pone a mil el muy cabrón. No lo puedo remediar.

  • ¿Hoy también te llamará? ¿A que hora lo suele hacer?

  • A cualquier hora. Tengo unas braguitas preciosas para él... ¿No te gustaría oírlo...?, ¿A que sí, Martita?

  • ¿Qué dices, tía? ¡Estás chalada!

  • Venga Marta, te noto caliente también. Le podría dar tu teléfono, si quieres. Seguro que le darías tus bragas, igual que yo.

  • Estás definitivamente loca, Lydia, de verdad.

  • Vale, vale, era solo una idea, yo solo quería invitarte a una sesión de sexo telefónico de lo más fuerte. El tío es genial, no veas que manera de calentarte... Tiene una voz atrapante... sugerente, y dice unas cosas... venga, anímate, tan solo le doy tu número de móvil, y luego decides. Total, no sabe quién eres.

  • ¿En serio me lo dices?

  • Claro, mujer.

  • Y... ¿Crees que me llamaría?

  • Mírala... la que no quería, la que dice que estoy loca... jajaja.

  • No, es solo curiosidad, hija. Me has dejado intrigada.

  • Ya...ya...

  • Es que todavía estoy alucinando. No me lo acabo de creer.

  • ¡Ostras!, Marta, te tengo que dejar. Me ha entrado una llamada, debe ser él. Dios, ya estoy mojándome con solo pensarlo. Joder, como me pone este tío...

  • ¡Oye Lydia!

  • ¿Qué?

  • No te olvides de darle mi móvil...

  • Jajaja... No, no te preocupes, ¡Besitos guapa!

  • No te olvides... Lydia, por Dios... que soy tu mejor amiga.

Lydia