Todo por la pasta

Un par de desengaños amorosos me invitaron a vivir el sexo de otra forma: Su cuerpo por mi dinero. Por el momento pocos lo rechazan. Fetichismo gay

Me llamo Pedro y tengo 29 años, mido 178 y peso 71 kilos. Soy un tipo normal y feliz hasta dos meses. Entonces supe que mi novio realmente estaba conmigo por intereseses más mundanos que el amor. Era la segunda vez que me ocurría en 10 años así que decidí que ya nadie más se intentaría aprovechar de mí.

Sexualmente siempre fui bastante tradicional y solamente estuve con mis dos novios. Incluso con ellos el sexo fue placentero pero convencional. Claro que tenía fantasías pero siempre las aparté de mi mente.  Y así seguí cuando decidí ser "malo" y aprovecharme yo también de mi posición priviligiada económicamente. Puse algún anuncio y comencé a visitar perfiles de redes de contactos, enviando mensajes aquellos que me gustaban mucho de ellos heteros. Así que pronto tenía algunos asiduos que por un poco de dinero y discrección se dejaban hacer.

Una tarde llegué a casa y me encontré a tres operarios que tiraban de un arcón congelador intentando subirlo por la empinada escalera interior. Me hicieron espacio para que pasará y mientras àvanzaba entre ellos empecé a notar un intenso olor a macho sudado. Acto seguido me sentí cachondo perdido así que le dije al servicio que se fuera y yo que les atendería.

Cuando llegaron a mi casa debían atravesarla y para que no se rayara la madera les pedí que lo cargarán a pulso. Cuando por fin lo deporsitaron en la cocina estaban exhaustos. Se sentaron alrededor del arcón a descansar y mientras les ofrecí agua pude hacerles un examen mirándolos con más tranquilidad.

El que parecía ser el jefe debía tener unos 40 años, era moreno y más bajo y fuerte que los otros. Los otros dos tendrían veinticinco y aunque no se parecían con los mismos pantalones de trabajo, botas de seguridad y el mismo polo gris parecían gemelos. Además los dos llevaban el pelo rapado al cero y pendientes o piercing en la oreja.

Siguieron colocando el congelador y ofreciendo unas vistas inmejorables de sus culos de los que sobresalían los calzoncillos. El jefe llevaba unos slips azul marino que se le marcaban bajó el pantalón y asomaban del pantalón dejando ver una línea más oscura de tela mojada en la raja del culo. Me sentí muy cerdo queriendo oler aquel culazo de macho que seguro que estaría húmedo y caliente. Ahora tenía agachado a cuatro patas a uno de los jóvenes que trabajaba con unos cables en el suelo. Su culo era pequeño pero perfecto. Llevaba el pantalón bastante caido y también el calzoncillo así se le veía el inicio de un canalillo con algún que otro pelo. A estas altura salí de la cocina a tomar un poco de aire pero rápidamente decidí relajarme y disfrutar del espectáculo.  Volví a la cocina y los encontré a los tres mirando mirando su obra y comentando los últimos ajustes que le debían hacer. Mientran gesticulaban me dejaban ver sus axilas húmedas que hacían que el gris del polo se hiciera más oscuro. Por un momento me imaginé que las levantaban para dejarme lamerlas y así uno a uno iba catando los olores de aquellos tres machotes. Creo que me comencé a empalmar cuando pillé al más joven de los tres mirándome divertido. Yo me quedé cortado y me di la vuelta rehuyendo su mirada.

Un rato después el jefe después me dijo que se quedaría el aprendiz a hacer algunas pruebas y que los otros dos se iban ya aunque antes me pidió pasar al baño. Le acompañé al servicio de cortesía de la planta baja mientras me pedía disculpas y me explicaba que no aguantaba más. El hombre parecía cortado por la situación. Iba a volver a la cocina cuando un espejo me recorde que aquella puerta cerraba mal y podía ver su interior sin ser descubierto. El tipo que se mostraba abochornado ahora en la intimidad se miraba en el espejo sonriente. Levantó un brazo y se olió la axila lo que fue suficiente para empalmarme totalmente. Debió de gustarle porque después hizo lo mismo con la otra. Después se abrió el pantalón y se bajo el slip azul marino sacándose una polla oscura y llena de vello. La colocó con cuidado sobre el lavabo y comenzó a mear con cara de placer. Mientras tanto se quitó la camiseta y con la toalla del baño se secó la axilas brillantes de la humedad. Se puso de nuevo la camiseta y cuando terminó de caer el chorro se secó con cudado su polla estaba casi morcillona. Volví a la cocina y al momento apareció para recoger sus cosas e irse junto a su compañero sin que me atreviera de decirle nada.

Ya sin la tensión que acababa de vivir me senté a tomar una cerveza mientras el último operario seguía alrededor de electrodoméstico. Comenzamos a charlar y lo cierto que es me reí con sus ocurrencias. Cuando terminó decidí invitarlo a una cerveza que de mano rechazó pero tras insistirle se sentó en una silla relajadamente. Me preguntó si podía fumar y comenzó a liarse un cigarro mientras seguía contando lo dificil que estaba el mundo laboral.

Allí fumando, con su polo de empresa mojado por el sudor en el pecho y en las axilas y las piernas cruzadas lo que dejaban ver unos viejos calcetines blancos, me pusé otra ver nervioso pensando en verlo desnudo en aquella misma postura. Volvió a insistirme en que si sabía de algún trabajo para hacer de vez en cuando le avisara. Decidí entonces explicarle mi oferta porque no quería perder la segunda oportunidad en un mismo día.

Se quedó con la boca abierta cuando le expliqué la forma de ganar dinero pero aceptó. La primera fórmula era sencilla sólo se trababa de dejar que le oliera y le tocara pero sin masturbarlo.

Javi, el bakala metido a operario se  sentó cómodamente en el sofá. Con cierta maldad le puse una película porno en la que podía fijar sus sentidos mientras me dejaba hacer. Me arrodillé delante del sofá y le ayudé a recostarse y poner las manos tras la cabeza. Por fin veía con tranquilidad aquellas axilas oscuras de las que sobresalían pelillos negros. Olí la tela mojada y tuve un subidón del olor a machote que emanaba de aquel chaval que llevaba todo el día sudando cargando electrodomesticos. Le quité el polo y pude ver su pecho más bien estrecho con algo de vello iregular brillando por el sudor lo mismo que sus sobacos con bastantes vellos y largos. Notaba su humedad con las yemas de mi dedos y pasaba mi nariz asipirando el aroma de mahote en celo. Y era literal porque de reojo pude ver la tienda de campaña que había en su pantalón.

Cuando me grabé bien su olor me puse a descalzarle aquellas botas viejas. Al sacarlas de los pies un olor profundo me llegó a la cara procedente de aquellos calcetines caidos y que estaban grises por la parte de la planta del pie. Metí la nariz entre sus dedos notando toda la humedad y un olor no tan intenso como esperaba. Me pasé sus calcetines por toda la cara. Quería llevar su olor en ella y me la humedecí con el sudor de sus pies. Por primera vez Javi desviaba la mirada del porno para sonreir mientras le quitaba los calcetines y descubrir sus huesudos pies también húmedos que aproveché a oler un largo rato mientras los masajeaba.

  • Joer la verdad es que el otro día cuando volví de jugar un partido me olí los calcetos y me puse cachondo a mí mismo tío- Fue su primera palabra desde que se sentó. Yo le sonreí y le dije que me gustaría saber también como olían los cerditos de sus gallumbos. Se quedó extrañado por la observación pero se pasó la tarde enseñándomelos mientras trabajaba.

  • Ponte a cuatro patas sobre el sofá- pero Javi se hacía el remolón y le tuve que recordar quien mandaba allí y por qué. Se dio la vuelta bajándose el pantalón y subiendose al sofá. No me podía creer el pedazo de culo que tenía delante adornado por unos slips con dibujos de cerdos y un blanco dudoso de fondo. Algunos vellos sobresalían por las ingles y una marcha vertical de humedad hacia algo transparente el slip. No pude esperar más y comencé a masajear los cachetes del culo metiendo la nariz entre ellos y llevando el slip hasta su ojete. El olor a macho era intenso pero de macho limpio. Quería más y apartando la costura dejé su raja completamente al aire. Era una culo velludo pero dejaba ver perfectamente su botón oscurito y brillante. Lo toqué despacio pero me quitó la mano rápidamente. Así que seguí esnifando ese olor a sudor.

Creo que se relajó cuando le pedí que se sentara de nuevo. - Joe nunca me había olido el culo macho. Eres un guarro- Y se rió quizá de forma un poco exagerada. A mí en ese momento me saba igual la conversación. Estaba borracho de aromas de aquel currante que el destino había traido a mi casa.

Mientras le quitaba del todo el slip recordé como a veces pensaba en una situación similar al mastrubarme pero siempre lo intentaba apartar de mi mente porque me parecía una guarrada. Aquel chico era guapo y aunque demasiado delgado tenía un cuerpo proporcionado. Y sobre todo a mi disposición.

Me acerqué a sus pelotas y el olor a sudor era indescriptible. De nuevo me sentí borracho y dispuesto a seguir bebiendo. Y seguí oliendo ya sin ropa interior aquellos cojones grandes y peludos. Su rabo estaba morcillón pero no acababa de animarse. Lo cogí con delicadeza y le retiré la piel para poder acceder a un olor más concentrado de maxo con aroma de su meada.

  • Eres un puto cerdo pero la verdad es que mola ver lo perro que te pones sólo oliendome el rabo- Lo que yo interpreté como prediposición a seguir el juego y le di un lametón en las pelotas. - Para macho. Ya vale tío, dame mis veinte euros y me voy- Yo me frustré porque estaba convencido que podría probar los mismos manjares que acababa de catar.

Mientras se vestía me preguntó - ¿Y qué hay que hacer para ganar cien euros?- Yo me quedé pensativo y le respondí que estar por completo a mi disposición lo que desde luego no le animó de dejar de vestirse. - Te doy diez euros más por los gallumbos- Él me miró con cara de desprecio y me los tiró a la cara. Los exámine y todavía mantenían su olor a pelotas y rabo de hombre mientras que por el otro lado tenían alguna mancha.

En fin, no había estado nada mal aunque en aquel momento hubiera seguido comiendome a aquel currante.

En cuanto le despedí me fui con sus calzoncillos y la toalla con la que su jefe se había secado los sobacos y el rabo y me hice dos pajas seguidas por toda la excitación que había acumulado. Sabía lo que quería y sabía como conseguirlo.