Todo por Jim Morrison

Dos adolescentes y un juego que jamás olvidarán.

Ella baila dentro de un aro de fuego y aleja el reto con indiferencia.

James Douglas Morrison

Mis manos hurgan en la masa con atención desmedida. Las palmas estiran, los dedos rehacen. La apoyo sobre el mármol gris de la mesada y apelotonándola, la preparo para la lluvia de golpes que, según mi madre, se le debe propinar siguiendo el ritmo del corazón. Comienzo el golpe desde abajo, elevando la mano que en forma de martillo se acerca al techo y en descenso rápido,  toma velocidad a medida se acerca al punto de impacto. Resuena en la cocina el estallido de mi puño sobre la bola blanca. Tengo ahora, la mano enterrada en aquella blandura, como envuelta en las fauces de alguien. La vida es un puño incrustado en el fango de las elecciones y sus consecuencias.

Mi cuarto se encuentra al final de un pasillo que comunica a todas las habitaciones de la casa con el living principal. Una cama pequeña, un escritorio lleno de libros, un closet azul y cuatro paredes vestidas con láminas y dibujos del Rey Lagarto le dan forma y muerte a mi guarida. Ese es mi lugar en el mundo, el sitio en donde residen mis intimidades, el punto de encuentro con mis amigas y mis soledades. Un cartel con la frase "no pasar" cuelga de la puerta. Obviamente está dirigido pura y exclusivamente a mis padres, que a disgusto, acatan la orden.

A pesar de contar solo con diecitantos tengo todo bajo control. Una muy buena posición económica producto de un apellido de peso que me ha llevado a conocer medio planeta antes de tener mi primera menstruación. Mis estudios se han desarrollado en los mejores institutos del país y en cada uno de ellos formé parte de sus grupos selectos como parte activa y fundamental. Nadie podría discutirlo; estoy en la cima y desde la cima los veo a todos arremolinados y confusos.

Sin ánimo de resultar una ególatra aunque poco me importa que así me vean, no me sonroja confesar que soy hermosa; tanto que me han ofrecido cientos de veces incursionar en el mundo del modelaje. No me place en lo más mínimo ese universo de explotación; no me hace falta. Alta, piernas largas, una cintura que despierta la envidia de todas mis compañeras, cabellos dorados y lacio cayendo cual catarata solar hasta mi cintura, una cola redonda y firme resultado de horas de gimnasia, pechos incipientes pero provocativos de pezones rosados y simétricos y un rostro digno de ser parte de una propaganda de cremas humectantes, hacen de mí, la chica más deseada esté dónde esté y pese a quien le pese.

En mi actual instituto, soy la reina escolar que más tiempo ha permanecido en esa condición. La corona ha sido otorgada democráticamente cada año mediante el voto de todos los alumnos. Este año, la reelección se dio con cifras aplastantes; el noventa por ciento pensaba que era la más bella de todas. Que se joda el otro diez por ciento. Pues, que se jodan también los que me votaron. Nada les debo. Solo a Jim, sí, Jim Morrison. No todos saben apreciar la belleza en su máxima expresión. Aún así, ese título me resulta un rótulo estúpido e inútil. Reina soy con o sin permiso del vulgo.

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- "Una vasta playa radiante y una fresca luna enjoyada / Parejas desnudas corren por su tranquila orilla / nos reímos como tontos niños locos, presumidos / en los cerebros de algodón de la infancia " Qué hermosas palabras. Solo él puede darle brillo a las palabras. Lo amo – digo en voz baja y mis ojos se pierden en los pantalones de cuero negro del rey lagarto estampado en una foto al pie del poema.

  • ¿Tanto te gusta Jim Morrison? No lo voy a negar, el tipo está para amarrarlo a la cama y violarlo hasta el cansancio; pero seamos realistas, se encuentra en un cementerio parisino a tres metros bajo tierra – asegura Xoana, mi mejor amiga, mientras se sienta al borde de mi cama.

  • En la sección sexta del cementerio de Pére Lachaise, para ser más exactos. Es un gigantesco camposanto que reúne a más de un millón de difuntos, entre los que se encuentran grandes artistas y pensadores que no me interesan en lo más mínimo – musito sin quitar la vista de mi bello monstruo negro vestido de cuero, ubicado en un cuadro de bordes rojos sobre mi mesa de noche.

- Maldita perra, no me digas que también has estado en ese lugar – retruca con marcada envidia.

- Claro que no. Cuando mis padres me llevaron a París solo tenía siete años y lamentablemente desconocía totalmente la existencia de Jim. Simplemente lo sé porque he leído hasta la última línea referida a él. Inclusive puedo decirte el tamaño de su pene – sonrío de lado.

  • No puedes saber su tamaño – y devuelve la sonrisa con cierta incredulidad.

  • Claro que lo sé. Te he dicho que leído todo sobre él. Y todo es todo – remato con la seguridad que siempre me caracteriza.

  • Pamela, que puta eres – vocifera entre risas - ¿Cuánto medía? pregunta cayendo ante su curiosidad.

- Y tú una hipócrita – me rio de ella y con ella - En fin. Era lo suficientemente grande como para tomarla en su extensión con las dos manos y no cubrir su largo – le digo gesticulando con las manos, como si la estuviese agarrando – Y el glande… dios, el glande carnoso y rosado -

  • Mierda... eso si es un gran pene. Aunque no he visto los suficientes como para comparar tamaños y formas. Bueno. En realidad vi como… uno. El resto, los de internet, no creo que cuenten – se sonroja – Y tú, ¿has visto alguno?- pregunta.

Del interior de una caja de madera ubicada detrás de un oso de peluche sin ojos y con la boca cocida, tomo un porro de buen grosor y lo poso entre mis labios ante la mirada atónita de Xoana. Un encendedor con los contornos de un Jim con anteojos le dará vida al misil de sueños. La llama se eleva como si fuese una serpiente luminosa presta a lamer al dulce capullo de verde elixir. Pito hundiendo mis pómulos y contengo el humo – No voy a mentirte, jamás he visto uno, salvo en videos o revistas. Pero si toqué y hasta masturbé el pene de algunos de los chicos con los cuales me besé en alguna que otra fiesta de curso. ¿Quieres pitar? -

- Mierda, ¿desde cuándo fumas marihuana? –pregunta sorprendida con sus ojos como platos.

- Xo, ¿quieres o no? impávida, la miro a los ojos sosteniendo el porro con dos dedos.

  • Dámelo – dubitativa lo toma y lo lleva a su boca. Hunde sus pómulos. Apenas pero lo suficiente – Es que desconocía que estuvieses fumando esto. Pero volviendo al tema... ¿no has tenido tu primera vez? ¿tú, la más deseada de todas? ¿por la que hasta los profesores comentan en los pasillos? -

  • Si tanto te interesa saberlo todavía no me metieron una verga, tonta. Aún no me cogieron como dios manda, o mejor dicho... como dios propone. Y no te sorprendas por ello, que así lo quise. Tengo mis motivos – y esbozo una media sonrisa. Me recuesto sobre la cama mirando hacia un punto inexistente en el techo mientras Xo me pasa el porro – Lo que daría por hacerlo con Jim. Juro que le entregaría hasta el último rincón de mi cuerpo – la cabeza del cigarro prohibido se enciende al darle una profunda pitada. – Me calienta mucho pensar en él. Mierda, ni vislumbras cuanto me calienta, en serio -

  • Sos tan hermosa, tan perfecta, jodida suertuda, he tenido mis momentos en los que te odiaba de la envidia que me provocabas, pero bueno… qué se puede hacer – agrega Xoana y se restriega los ojos - No es posible que exista un solo hombre en este mundo capaz de no caer rendido ante tu belleza. Si te sirve de consuelo, seguramente Jim lo haría contigo sin pensarlo siquiera una sola vez ¿Me pasas el porro? -

  • Viciosa; eres una diablilla – reímos - Mira que no quiero ser la creadora de una nueva adicción para ti. Tómalo, pero con calma y después de esta noche, si puedes olvidarlo mucho mejor -

  • Nada de adicción. Si tú lo haces, ¿por qué no podría hacerlo? – Así somos las adolescentes, jamás queremos ser menos y no nos importa que esté en juego con tal de cumplir a rajatablas aquella extraña regla impregnada de ignorancia. Admito que fumo desde hace un par de años y a escondidas del mundo correcto que me rodea; es el vicio que me une a mi amado, nuestro vínculo cósmico y también mi posible perdición. Pero es mi elección.

- "La cama aparece como una blanca barcaza fúnebre de mariposas, en un extremo de la habitación, adornada con redes y velas. Somos forajidos"... bueno, en nuestro caso, forajidas – aprieto los párpados como posesa y recito otro de los poemas de mi amado.

  • ¿Qué dices? ¿Eso causa el fumar esta porquería? – dice Xoana imitando la voz de una de las profesoras de literatura, entre risas y ojos rojos.

  • No idiota. Es el fragmento de un poema Jim. Esta cama, esta charla, las fotos, el ambiente... el conjunto hizo que la recuerde. No sé... es que dijiste que te parecía hermosa, perfecta, muy mujer. Pienso exactamente lo mismo de ti -

  • ¿Hermosa yo... perfecta? Pamela, no te burles. Lo he comprobado, ya no quedan dudas... pendeja, estás totalmente drogada y es hora de que dejes de atacar a tus neuronas con esta mierda – se mofa del comentario. Claro que no estaba drogada; un porro fumado entre dos no provoca más que un leve enrojecimiento en los ojos y una especie de mutación hacia las risas y los atrevimientos.

  • No me estoy burlando ni estoy drogada – afirmo mientras la recorro con la mirada – Simplemente te observó y no puedo obviar lo bella que eres por más que me pese. ¿Es eso un pecado? O sea, si quieres te miento y listo – masculló.

  • No, claro que no es un pecado – respira profundo - solo que no estoy acostumbrada a oírlo y menos de alguien que jamás florea a nadie más que a sí misma. Pensé que estabas burlándote de mí – tartamudea con los pómulos sonrojados – Bueno, gracias, viniendo de la reina del instituto es más que un halago – y suelta el aire de sus pulmones.

El ambiente se impregna de miradas furtivas, de sonrisas forzadas, de silencio absoluto. Desde todos los puntos del cuarto, Jim observa provocativo, con sus ojos negros cual alas de muerte, con sus labios carnosos prestos a posarse entre los muslos del deseo, con su sexo a flor de piel. Una botella vacía de whisky se asoma por debajo del escritorio. Hasta se puede presentir la existencia de una gota colgando desde el borde de su pico. Y Xoana debatiéndose entre el asombro y el espanto. Envuelta en un manto de nervios. Sus dedos soban con suma prestancia la suavidad de sus rodillas y sus ojos inquietos, rojos por el humo dulce, lo hacen todo por evitarme.

“El clima se alteró como una danza visible / Mujeres de la noche / Maravillosos sacramentos de duda / Saltaron amenazadoras en explosiones de miedo y culpa / en el socavón del útero bajo el cinturón de la bestia"

  • No lo dudes, es más que un halago. Y ya que estamos en ronda de confesiones, me place decirte algo – remato con la perversidad de los oscuros. Xoana no sale de su asombro - Debajo de esa blusita te traes dos tetas que vislumbran perfectas, mucho más grandes que las mías – sonrío de lado - Siempre quise saber cómo se verían tus pezones -

Para Xoana todo es confusión. Se le atoran las palabras y la palidez se cierne en su rostro - Pamela, ¿estás loca? Imagino que no pretenderás que te muestre mis tetas, no en esta situación… ni en ninguna otra desde ahora – aclara pero solo oscurece - Si lo hago en las duchas del instituto es porque todas nos estamos duchando, pero acá, esta noche… estás loca – y vuelve a respirar profundo, mareada por la situación.

  • ¿Qué tiene de malo que quiera verte las tetas? Bueno, en realidad, lo que quiero verte son los pezones para saber si los tienes grandes o pequeños, oscuros o claros, rugosos o suaves, al fin de cuenta somos mujeres y entre mujeres no supondría nada raro. No comprendo que puede ruborizarte tanto – le doy la enésima pitada al porro y guardo el humo en mis pulmones - En fin, si me llevo por lo que insinúan deben ser magníficas. A qué sí – y doy una carcajada soltando parte del humo retenido.

  • Tetas magníficas, belleza y perfección... pero si tú eres la reina y con plena justicia. Estás completamente loca, Pamela. De todas maneras, gracias por los halagos y por… bueno, por nada – dice y se rasca la frente entre pálida y sonrojada.

  • Niña, sí que eres humilde y complicada. Te digo que tienes un par de tetas dignas de ser vistas y me sales con esa modestia que solo logra eclipsar lo bueno que te puedan decir. Eso es lo que más le resta a la belleza… la inseguridad – digo ofuscada - Pero qué va... tanto pensar en la verga de Jim hizo que me caliente más de la cuenta – poso las manos sobre mis hombros y refunfuño con el ceño fruncido.

  • Pamela, ¿qué quieres que te diga? Es que no me esperaba que me dijeras las cosas que me has dicho y mucho menos que quieras ver mis tetas en plan calentón, porque, perdóname pero disculpa, es lo que siento – hace una pequeña pausa que le parece una eternidad – a luces me estás seduciendo – completa mientras baja la mirada para estrellarla contra el suelo. Si las miradas hicieran ruidos al ser apoyadas en superficies duras, la de Xoana sonaría a vidrios e hierros retorcidos.

  • No seas tonta, ¿seduciéndote? ¿yo? Nada más lejano. Mira, no sé qué puedes verle de malo. Te digo más, yo no tendría problemas en mostrarte las mías. Pero ya, no te compliques... déjalo así – otra pitada al porro, otro tono más rojo para mis ojos y otro empujón hacia el abismo – No tengo cabeza para estas charlas; solo sé que necesito la verga de alguien entre mis piernas, preferente la de Jim… y más nada – abro ligeramente mis piernas – Bueno, y manos que me recorran todo el cuerpo, bocas que muerdan y ensaliven y besen cada espacio de mí – suspiro con una sonrisa de mil dientes en mi rostro - Me place sentir la dureza de una buena pija enterrándose dentro de mí. Testículos acariciándome los muslos mientras gozo como me la clavan – carraspeo - Pero basta que voy a terminar masturbándome delante de ti – me incorporo quedando sentada en el centro de la cama con las rodillas apoyadas a mis hombros y apuntando al techo. En esa posición, mis faldas, muy cortas, dejan ver el dibujo de mi vagina bajo la tela blanca de mi ropa interior y el hilo de tanga perdiéndose entre mis muslos. A Xoana se le cae la mandíbula y los ojos, enormes, reflejan toda su sorpresa. No porque me estuviese viendo lo que cientos de veces vio en ronda de amigas, sino porque lo está viendo luego de escuchar lo que ha escuchado.

  • No sé qué decirte – traga saliva como si ésta fuese una roca o mercurio – Digo, es qué… no sé… - sonrisa nerviosa – Dame una pitada de ese porro… la necesito – agrega y toma el porro para darle una profunda pitada que hace de sus pulmones un contenedor de humo dulce.

  • No tienes que decir nada y mucho menos ponerte nerviosa, tonta – doy una carcajada de boca abierta - Solo anímate a mostrarme las tetas, vamos, no seas jodida. Deja la vergüenza. Hazlo por tu amiga la curiosa, vamos… ¿somos amigas o qué? No soy el tipo que te gusta tanto ni un obrero de aquella construcción frente al instituto, soy tu amiga… boba. Muéstrale las tetas a tu amiga, dale, ¿sí? – con una sonrisa disfrazada de inocente, junto las palmas de mis manos a la altura de mi mentón, en posición de rezo y le imploro.

  • Que eres jodidamente persuasiva ¿Alguna vez te han dicho que no? Mierda, mierda, mierda. Mejor no respondas – me entrega el porro y se arrodilla sobre la cama– Prohibido reírse, opinar en contra, chismorrear lo ocurrido, usar sarcasmo y tocar... ¿Ok?, no se vale tocar – aclara tratando de ahogar una carcajada cargada de nerviosismo.

  • A todo que sí, Xo, a todo que sí – hago una pausa, le doy una pitada al porro y sonrío – Lo juro por la verga de Jim y su glande húmedo por mí –  elevo mi mano con los dedos extendidos y juntos a manera de juramento.

  • Pues bien, ahí voy, jodida, ahí voy, la puta madre tú y tus locas ideas afiebradas por el puto porro de esta puta noche. Ahí voy – toma los bordes de su blusa y hala hacia arriba. Para sincerarme ante todos los lectores de TR, nunca creí que me resultara tan sensual ver a una mujer quitarse la ropa; la sensualidad que destila incluso en momentos de tensión, la timidez con que lo hace, la dulce parsimonia. El imaginar la tela como palma suave acariciando, quitando, sobando… me pone demasiado. Sí, es un hecho, estoy exageradamente caliente por el ambiente y el halo de fuego que nos rodea, a estas alturas todo me parece erótico y sensual. Como supuse; no lleva sostén y sus tetas son grandes, redondas y firmes. La blusa cae hacia un costado de la cama y el rostro de Xoana está rojo como el más rojo de los rojos. Debe quemarle de rojo. Sus pezones son dos círculos oscuros de piel erizada, protuberancias de perfecta redondez, con las curvas exactas y para mi sorpresa, culminan en dos erecciones… aunque frio no hace.

  • Me has dejado sin palabras – digo mientras pierdo descaradamente mis ojos en sus tetas y olvidándome de su rostro – Realmente me has dejado sin palabras – musito.

  • Gracias, curiosa, muchas gracias por el cumplido aunque no creo que sea para tanto. Son dos tetas y todas las tetas supongo que son parecidas – dice Xoana y se rasca la cabeza con una media sonrisa en sus labios.

Sin abandonar mi posición de rodillas apoyadas en mis hombros y las piernas levemente abiertas, me acerco a ella moviéndome sobre mis glúteos, sí, sobre mis glúteos. Xoana no se ha movido ni un milímetro, continúa sentada en el borde de la cama, no sé si tímida, confundida, temerosa, expectante o todo eso junto – No tienes porque agradecerme nada... solo estoy diciendo la verdad – las distancias se acortan cada vez más... tanto que siento el aroma de su aliento mentolado en mi rostro.

  • Pamela, no me asustes, lo prometiste… recuerda lo que acabas de prometerme y entre esas cosas estaba la promesa de nada de… – prácticamente solloza pero sin alejarse un centímetro y no puede culminar la frase.

  • No es mi intención asustarte, boba. Es que como te dije antes, hablar de mi Jim me calienta muchísimo y como sé que esta noche un pene no puede satisfacer el ardor que llevo entre mis piernas... me encantaría que lo hagas tú – digo rozando con mi labio inferior a su labio superior. Las bocas están secas.

Se detienen los relojes. Se ahogan los latidos en su ritmo desbocado, y la sangre fluye con la rapidez salvaje de ríos torrentosos de pasión. Espasmos imperceptibles comienzan a abordarnos. Piratas y demonios, sombras y más ganas. Si los ambientes llevaran el color de las sensaciones… éste sería rojo carmesí.

- Pamela, ¿te has vuelto loca? – se le escapa un bufido de entre los dientes pero no se aleja - Soy una mujer, jodida, soy tu mejor amiga. ¿Qué no ves? -

  • Es verdad, eres una mujer y justamente una mujer que es mi mejor amiga. Lo tengo claro. Pero hazte cargo, también eres una mujer que no puede evitar mirarme la vagina, una mujer que tiene ganas de besarme en la boca y que aún no deja de mostrarme sus tetas – abro mis piernas, muerdo mi labio inferior – Una mujer que se excita con el solo hecho de imaginarme mojadita, ¿me equivoco?- mi sonrisa de perversidades en fila es apoteósica. Ni yo me conozco pero me gusto, mucho.

  • No sigas. Para de una vez. Estás totalmente loca, Pamela, si sabía que sería así… joder, no puedes decirme esas cosas… no puedes hacer esto… lo prometiste – se inquieta pero no se aleja.

" Recreemos el mundo / El palacio de la concepción está en llamas / Mira, contempla como se quema / Toma color junto a los carbones calientes / Eres demasiado joven para ser vieja / no necesitas que te lo digan "

- Deberías entender que no existen límites para los deseos; los ardores reclaman y no podemos desoírlos seamos hombre o mujer – clavo la mirada en el fondo de sus pupilas – "El momento de dudar ha pasado / No es tiempo de revolcarse en el barro / Inténtalo, solo podemos perder", eso Xo, es la idea acertada de Jim plasmada en una de sus canciones. No se pierde nada si nada tenemos, ¿entiendes? le acaricio el mechón de cabello que le cae sobre el hombro - Xoana, él nunca se equivoca. Te estoy deseando y sé que me deseas, por tanto, no podemos ni debemos escaparle a eso – esbozo una media sonrisa.

  • Basta ya, Pamela. Te ruego que no sigas. Quizá lo mejor sería irme antes de cometer un error del que me arrepentiría toda la vida, porque estemos claras, sería un gran error – las palabras que escupe le ordenan retirarse de la cama pero su cuerpo no las oye y se nota demasiado; puede más el deseo, siempre puede más el deseo. La lujuria asesina cualquier atisbo de razonamiento. Sus rodillas permanecen hundidas en el colchón, sus pechos ofreciéndose a mis ojos y sus pezones activando a mis más profundos demonios.

  • Xoana, no hables más, no tiene caso. Deseo tocarte los pezones – mis caricias sobre el mechón de cabello cayendo sobre uno de sus hombros se atreven a tocar el reino de su piel y con la parte externa de los dedos, se deslizan por su clavícula hacia su pecho.

  • No me hagas esto, por favor, amiga, no me siento cómoda. Me da de todo, basta, por favor, no sigas más– ruega como si fuese la niña que puede que sea, bueno, que seamos - Además, lo has jurado por la verga de Jim – dice con una sonrisa cargada de nerviosismo.

  • Xoana... el mismo Jim se cagaría en ese juramento si de sexo se trata… y esto es puro sexo, quiero tocarte toda… y que me toques toda. Hoy soy tuya… y quiero que seas mía – le contesto atragantada de ganas y con la intención de vomitarlo todo.

  • Eres una jodida mentirosa, Pamela – refunfuña antes de sumirse en un silencio permisivo.

Apoyo la yema de los dedos sobre la suave rugosidad de sus pezones y los acaricio en círculos de calentura. Xoana cierra los ojos y en su afán de ocultar la excitación que esto le provoca, se muerde los labios y frunce el ceño mientras arquea su espalda. Me alejo unos centímetros, apartando mis dedos de su caliente labor, y sin previo aviso me quito la remera dejando mis pechos libres en su desnudez.

  • Ahora te toca a ti – sonrió de lado y  apoyo mis manos sobre el colchón.

Abre los ojos y se topa con mis pechos. Bufa y sonríe de lado – Realmente eres hermosa, Pamela – hasta que vuelve en sí - ¿Pretendes que te toque las tetas? ¿De verdad? – musita hundida en la sucesión de sorpresas.

  • Pretendo que hagas lo que más te plazca. Ya te lo dije, soy toda tuya. Acaso, ¿no quieres amasarme las tetitas? – remato desvergonzada y caliente.

  • No, no, no, no puedo hacer esto, Pamela, yo no soy así. Será mejor que me vaya – razona, no así su cuerpo que ni se inmuta.

"Bailad ahora o morid impecables y gordas / en vuestros apestosos asientos / con el cinturón aún puesto para el vuelo"

  • Las puertas siempre están abiertas para quien quiera irse… aunque de querer irte lo hubieses hecho antes del primer atisbo de seducción, ¿no es así? -  entrecierro los ojos, la miro y miro mis senos – Vamos niña modesta, haz lo que te plazca. Tócame las tetitas a tu gusto. Caliéntame más de lo que estoy – paso la lengua por mi labio inferior.

Duda apenas unos segundos, hasta que sus manos se posan en la turgencia de mis pequeños senos, firmes, respingados. Los amasa, los estruja, aprieta mis pezones que se hinchan al punto de amenazar con estallar de placer. Una serie de minúsculos espasmos surcan mi cuerpo de pies a cabeza, en ida y vuelta contínuos. Mis rodillas permanecen apuntando al techo aunque la excitación me haya obligado a inclinarme hacia atrás, dándole una perfecta visión de mi vagina marcándose bajo la ropa interior.

  • Por Jim, su verga y todos los putos demonios, Xoana – exclamo jadeante, mordiéndome los labios, entre suspiros – Cómo me calienta que me toques de esa forma. Se siente tan suave, tan inocente, tan tan tan caliente – le apunto con aquella mirada entrecerrada de gata en celo que la lujuria logra en las mujeres y respiro profundo.

  • No digas nada, Pamela – exclama como si se hubiese transformado en otra más osada, más decidida, sin tapujos – Ya estamos en el punto sin retorno… a la mierda con todo. Has dicho que haga lo que me plazca, pues ahora solo calla y déjate llevar – remata sorprendiéndome más de lo pensado. Lo que logra el sexo y su calentura. Nada es incorruptible, nada es imposible, absolutamente nada es invariable; menos cuando la razón se disputa en las entrepiernas. La maldita perra inocente había tomado las riendas del juego y debo admitir que eso siempre termina por gustarme. Mucho más cuando siento que logro lo imposible.

Sonríe, se agacha, lleva su rostro a la altura de mi abdomen e introduce su lengua dentro de mi ombligo dándole una lamida que me estremece. Toma los bordes de mi falda y hala hacia arriba dejándola enredada en mi cintura. Postal erótica la que le estoy dando; mi cuerpo inclinado hacia atrás, mis codos enterrándose en el colchón, mis rodillas en punta y mis piernas abiertas ofreciendo el ardor de mi vagina, de mi cuerpo, de mi alma.

Cierro los ojos y la imaginación me lleva hacia los aposentos de mi amante cósmico, la bestia de cuero negro, la serpiente del pecado, el rey lagarto, emperador de mi sexo y de todos mis pasos en esta vida. Anteojos negros ocultando el fuego de sus ojos de mirada penetrante, cabello azabache al viento, sonrisa sarcástica, un potro enfurecido, un demonio de cuero. Sí, mi Jim, el chamán del sexo apocalíptico empuñando su largo y grueso falo frente a mi vagina húmeda, caliente, completamente toda para él. Jimbo, te amo, te amo... por ti lo haré todo. Siempre. No me importa nada más que tu figura obscena, tu alma de payaso asesino, tu esfinge de poesía de muerte "La política del éxtasis es real" decías mientras cogías con cuanta puta se cruzaba en tu camino. Siempre tan acertado, mi rey lagarto, siempre esgrimiendo la verga de la verdad.

Cálida brisa sobre mi pubis y una rica opresión/succión en los labios de mi vagina. La boca de Xoana comienza a sobarme con dulzura las partes más calientes y mojadas aún atrapadas bajo la tela del tanga. Con su mentón ayuda a comprimir y descomprimir sobre el dibujo de mi sexo en la seda. Es inmenso el placer que recorre cada hendidura de mi cuerpo, innumerables las pequeñas descargas que alimentaban a mis ardores. Y mi clítoris, endurecido, vibrante, quiere estallar, siento late como un corazón a puro galope rumbo al reino de los estallidos húmedos.

  • No esperes más, ya basta… Xoana chúpamela, por favor. Necesito sentirte ya mismo – ruego abriendo mis piernas al máximo, aplastando mi cabeza contra el colchón. Toma el borde del tanga para llevarla sensualmente hacia abajo, sin apuros. Su respiración se acelera sobre mi vagina. Me provoca escalofríos, ganas de que me cojan con furia, con ira, con salvajismo, como lo haría Jim, deseado Jim.

"Fuimos descendidos interminablemente desde un profundo sueño / despertados al fin del día por guardianes preocupados / y conducidos a través de la selva bañada en rocío / hacia la rápida cima, con vista al mar"

Su lengua arremete contra mi pubis, mi entrepierna, la línea de mi vagina, el comienzo de mi ano. No puedo evitar moverme, mis caderas empujan contra su cara en un vaivén desprolijo y caliente. No existen las prolijidades en las tierras de la calentura. Entierra sus dedos en mis muslos y los aprieta con la desesperación del éxtasis abriendo mis nalgas, agrandándome el agujero del culo y eso me calienta a niveles insospechados. Imagino a Jim con ganas de romperme el culo con su verga de oro, lo imagino y me vuelvo más loca de placer. Xoana por fin mete su lengua en mi vagina. Se hunde en ella, chapotea en mis humedades, me mordisquea el clítoris, y siento que el universo colapsa… y yo junto a él. Intento jadear pero solo emito silencioso acezo abriendo mi boca, apretando los ojos. Intensifico el vaivén de mis caderas contra su cara. Arqueo la espalda. Doblo la cintura. Hundo mi abdomen. Abro mis piernas. Rechino las muelas.

Al alzar mi mirada por sobre los hombros de Xoana veo que también está que explota de calentura. Mete sus dedos en mi vagina y ayuda a sus labios y dientes en la faena de chupármela. Eso me excita aún más. Siempre existe un “poco más” – Putita ¿te gusta chupármela, eh? – pregunto jadeante, casi sin poder decir nada, ahogada en mi excitación.

– Me… me encan… ta… chupártela… - responde con su boca llena de mí. Cosas del sexo. Nos deja sin palabras, lanzándonos al país de los jadeos. Toma mi clítoris entre sus dientes acariciándolo con la punta de su lengua y un anular – Me encanta… tu vagina… me mata masculla y es lo que parece decir mientras escucho el sonido de mis humedades y sus lengüetazos.

Enredo las sábanas en mis manos hasta perderlas entre nudos blancos, llevo mi cabeza hacia atrás y antes de cerrar los ojos observo el filamento amarillo de la lámpara que cuelga del techo. Si en este momento Jim estuviera viendo, se masturbaría y acabaría en mi boca o en mis tetas o e mi abdomen o en la espalda de Xoana, porque así se lo pediría y él jamás me diría que no. Soy su amante cósmica. Mi pubis se acalambra o se electrifica o se expande o se contrae o todo a la vez. Se acumulan todos mis demonios en el vientre. Una punzada atraviesa mi estómago hacia mi espalda y de ahí a mi coxis para terminar en los bordes de mi vulva. E intento ahogar un grito que se convierte en chillido, en una lágrima saltando hacia la nuca de Xoana, en mis piernas tensándose y en los dedos de mis pies estirándose y abriéndose. Arqueo mi espalda, lo estiro todo, aprieto mis glúteos y acabo, sí, me derramo una, dos veces dentro de la boca de quien me está dando placer.

“Todo lo humano está abandonando el rostro de ella”

Mis piernas caen vencidas a cada lado de Xoana y aún se escapan jadeos de mis labios. En un orgasmo se pierden pedazos de alma. En dos se destilan pequeños fragmentos de corazón. Xoana se aleja de mi entrepierna con el rostro empapado, se relame, sonríe de lado y vuelve a agacharse para pasar su lengua por las humedades de mi vagina, hilos de plata deslizándose a través de mis muslos. Cae mi rostro hacia un costado en un intento de recuperar aliento y mi mirada se recuesta en ua fotografía de Jim con el torso desnudo y pantalones de cuero. Una pantera sexual. Todos mis motivos. Y sonrío de lado volviendo la vista a mi amiga - Xoana, pensar que todo esto es por la culpa de tu par de tetas –

Ella asoma su rostro entre mis piernas, sonríe con una inocencia que me abruma y los labios empapados de mí. Se incorpora, se sienta en el otro extremo de la cama, abre las piernas y corre su tanga. Una vagina carnosa y rosada carente de vellos asoma empapada – Por culpa de mis tetas – remarca imitando mi voz y apoya sus codos a cada lado de su cuerpo.

  • ¿Eso quiere decir? – pregunto sabiendo lo obvio de la respuesta.

  • Que la noche aún no ha terminado – esboza mientras abre sus piernas hasta casi rasgarse el corazón.

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Mi mano permanece enterrada en el bollo de masa como si estuviese envuelta en las fauces de alguien. Claro que sí, la vida es un puño incrustado en el fango de las elecciones y sus consecuencias. Un par de golpes más y la masa estará preparada para visitar el horno. Doscientos grados. No tanto como el infierno. No menos que mis deseos por mi rey lagarto.

Suena mi celular. Atiendo. Es mi profesor de arte. Un loco adinerado que no sabe otra cosa que enseñar por las mañanas, lamentarse de su familia por las tardes y pajearse por las noches.

  • Hola, profesor. Sí. Siempre cumplo con mi palabra. Tengo el vídeo que me pidió. Sí. No le miento. ¿Por qué debería hacerlo? Profesor, usted me dijo sexo entre dos mujeres y que una de ellas sea yo. Ok. Está listo, aunque no lo crea. Sí, sí, soy una diosa, no sé yo, lo sabe usted, lo saben todos. Claro, para recibirla deberá depositar en mi cuenta la cifra acordada. Sí. Confío en usted  y en su discreción, de lo contrario nunca habría accedido a filmarme desnuda y teniendo sexo lésbico con una compañera de clases. Sí, la otra mujer es una compañera de clases. Verdad, no es prudente pero nunca se dijo quien podría ser la otra mujer. Sí. Es más, a pesar de confiar en usted y saberlo discreto, tomé medidas para que usted reciba el video y me envíe el doble de lo acordado. Sí, no bromeando. Le enviaré el video original filmado con su videocámara y me quedaré con varias copias ¿Qué cómo obtuve su videocámara? Profesor, usted es inteligente, me la prestó su hija. Sí, Xoana. Es mi amiga ¿No lo sabía? Bueno, no sé porque obvió contarle eso. O sí. Creo recordar que le dije que no le diga a nadie que éramos amigas. Bueno, profesor, espero el depósito. No es que esté apurada, compraré mi viaje a París pasado mañana pero si en dos horas no está en mi cuenta pueden robarme el video. Sí. No bromeo, no me queda bien hacer bromas. Bueno, espero lo que acabamos de acordar. Un besito y otro para Xoana. Por cierto, sabe muy bien. Adiós