Todo lo que quiero tener. Ep.1
Tendré que castigarte después de clase, podemos ir respondió siguiendo el juego, pero Ángela no le permitió terminar la frase. No, aquí. Lo quiero ahora.
“Acabo de dejar el coche, estoy llegando a la cafetería”. Cuando Ángela leyó el mensaje dio un salto de emoción. Estaba sentada en una mesa del exterior del comedor de la universidad, leyendo unos apuntes, y Gabriel se había acercado a verla hasta que llegara la siguiente clase. Comenzó a recogerlo todo y no pudo evitar una amplia sonrisa cuando lo vio llegar.
Lo recibió con un beso, y comenzaron a caminar por el campus. El calor había llegado ya a la ciudad, cosa que Gabriel agradeció cuando vio el conjunto de su novia: una falda de cuadros y un top negro que resaltaban su figura y sus atributos. “Qué colegiala vienes tú a la universidad, ¿no?” Ángela reconoció enseguida ese tono de voz, que solía venir acompañado del comienzo de una erección. Sonrió para sí, y haciendo uso de su poca vergüenza, comenzó a exhibirse. “¿Has visto? Estaba buscando un profe que me castigara, pero no veo ninguno que esté interesado, qué pena…” puso una mueca de tristeza del todo fingida, buscando una respuesta en los ojos de Gabriel, que ya se podía imaginar a sí mismo levantando esa falda.
“Tendré que castigarte después de clase, podemos ir…” respondió siguiendo el juego, pero Ángela no le permitió terminar la frase. “No, aquí. Lo quiero ahora.” “¿Aquí y ahora?” preguntó, sorprendido aunque interesado en la propuesta que estaba recibiendo. Sabía que su novia era capaz de estar diciéndolo en serio, y a juzgar por la mirada de ella, así era.
En lugar de responder, la chica se limitó a besarlo con pasión, echando sus brazos al cuello de él, en busca de que la distancia entre ellos disminuyera, tratando de convencerlo. Cuando lo hizo, pudo confirmar sus sospechas de que a su novio le estaba encantando la idea, pues pudo notar un duro bulto a la altura de su vientre. Se acercó a su oído y susurró: “Entonces, ¿vienes conmigo cielo?” Gabriel no pudo oponer resistencia, y se dejó guiar por los pasillos llenos de estudiantes hasta llegar a una pequeña sala sin ventanas, tan solo con un tragaluz en el techo que permitía la entrada de luz natural, además de una mesa de estudio y varias sillas. Había estudiado en la misma universidad que Ángela años atrás y nunca la había visto “¿Éste es tu sitio secreto?” preguntó mientras veía cómo su novia atrancaba la única puerta con una silla “Es una sala de estudio, pero hoy vamos a usarla para otra cosa” contestó con una mirada que Gabriel conocía a la perfección, mientras lo empujaba lenta y suavemente hacia uno de los asientos. Él levantó una ceja al verse ahí sentado, observándola, viendo la mujer en la que se había convertido después de tantos años, disfrutando de la seguridad que emanaba de ella cuando se trataba de hacerlo gozar, y se le hizo la boca agua. Ángela se lanzó sobre él, se colocó a horcajadas y comenzaron a besarse con lujuria. Cada uno acariciaba el cuerpo del otro, buscando más y más carne, haciendo uso de sus uñas, de sus dientes, y de toda la pasión que compartían.
Aún con ganas de seguir besando esa boca, Gabriel pudo ver a su novia desabrochándole el pantalón mientras se relamía de forma sensual sus labios, por lo que no se sorprendió cuando se la encontró con las rodillas clavadas en el suelo, recorriendo de abajo hacia arriba el tronco de su pene con la lengua, para metérselo entero en la boca. Una, y otra vez. Ángela sabía cómo hacer una mamada, se conocía a la perfección los puntos de placer de su pareja, y los utilizaba a su favor. Cuando se quiso dar cuenta, Gabriel le estaba avisando de que, si seguía en ese plan, no iba a durar mucho más. Ante tal advertencia, la chica bajó el ritmo, hasta que finalmente se incorporó para echarse el tanga a un lado y volver a sentarse sobre su novio, esta vez permitiendo que entrara en ella. Disfrutaron de la sensación de estrechez de su coño durante un momento antes de comenzar con su particular meneo de caderas, formando una especie de infinito que la hacía llegar casi a su límite. El chico sabía perfectamente qué hacer para que ella explotara, por lo que
aprovechando su posición, buscaba el punto G de la chica con la punta de su pene, embistiéndola como podía mientras jugaba con sus pezones con los pulgares. “¿Qué pasa, putita? ¿Tengo que ponerme serio para que te corras?” en cuanto su novio adquirió ese tono, lleno de autoridad, Ángela comenzó a gemir más. “Sí papi, necesito que me castigues” dijo con un hilo de voz, entre gemidos, lo que calentó más a Gabriel, quien la agarró de las nalgas para apretarla con fuerza, llegando a lo más profundo de su vagina, para seguidamente sacar gran parte de su polla y volver a metérsela con fuerza. Mientras lo hacía tiraba de su cabello, recogido en una coleta alta. Todo esto provocó que Ángela empezara a contraerse, a gemir, a temblar, mientras un intenso orgasmo recorría todo su cuerpo. Cayó derrotada sobre el pecho de Gabriel, exhausta, con la respiración entrecortada, pero con ganas de más.
En cuanto se recompuso, buscó la mesa con la mirada, ideando su próximo plan. Se puso en pie, se quitó el tanga, ya mojado por la excitación y la intensidad de su corrida, y se apoyó sobre la superficie con la espalda bien curvada para acentuar la pompa de su culo. Se giró hacia su novio, quien disfrutaba de la casi telepatía que tenía con la chica, pues conocía perfectamente sus intenciones, y haciendo un movimiento con la cabeza le dijo: “¿Vienes, fiera?”. Gabriel no lo dudó un segundo, se abalanzó sobre su coño, enrojecido por el coito, y dedicó unos momentos a acariciar el clítoris con su lengua. Acto seguido, se incorporó, buscó la entrada de la vagina de Ángela con su glande, y volvió a penetrarla con fuerza. La chica volvió a gemir, aún más caliente que antes, mientras movía las caderas al ritmo de Gabriel, buscando la sintonía que los haría explotar de placer. El chico gemía mientras agarraba a su novia de las caderas, sintiendo cómo ésta le estrujaba la polla con sus contracciones. “¿No querías que te castigara, zorra?”. La chica resopló, llena de placer “Así es papi, castígame que me he portado muy mal”, acertó a decir entre gemidos. Ante tal respuesta, Gabriel levantó la mano y la dejó caer sobre las nalgas de ella, propinándole un fuerte azote. Esto encendió aún más a Ángela, que soltó un grito de sorpresa y placer, e instintivamente curvó aún más su espalda, buscando que la polla de su novio se hundiera en lo más profundo de su coño.
Gabriel le dedicó varios azotes antes de decidir su próximo movimiento, el cual sabía que sería el último. Con una sonrisa, viendo cómo Ángela se entregaba al placer, se llevó un dedo a la boca, llenándolo de saliva, y lo puso en la entrada del culo de su novia, quien dio un pequeño respingo antes de volver a apoyarse sobre la superficie, en señal de deseo y sumisión. Suavemente comenzó a hacer pequeños círculos sobre su agujero, introduciendo su dedo, llenándola de placer, mientras notaba cómo Ángela se tensaba más y más, preparándose para un nuevo orgasmo. Sabía que en cuanto ese coño empezara a bombear sería también su final, así que escupió sobre el culo de su novia y aumentó el ritmo de sus dedos y sus caderas. En menos de un minuto la chica comenzó a gemir más fuerte, mientras el clímax crecía en su interior, hasta que finalmente giró como pudo su tronco para mirar a su novio mientras se dejaba llevar por el placer. El coño de Ángela se contraía con fuerza, y Gabriel abrió bien los ojos, corriéndose a su vez, llenándolo de semen.
Se quedaron así unos instantes, exhaustos y sudorosos, pero satisfechos. Entre besos volvieron a vestirse, y recogieron el desastre formado en la sala. Para cuando salieron de allí, las clases habían terminado. “Al final te has perdido Historia pero has aprendido Anatomía” comentó Gabriel entre risas mientras abrazaba a su pareja por la espalda. Ángela también reía, feliz de tenerlo a su lado, con la certeza de que ésa sería sólo la primera de muchas –muchas- clases que se perdería a cambio de estos momentos con su novio.