Todo lo que pasó por un error (4)

Después de lo que me dijo el botones del hotel, decidí irme por mi cuenta a donde Rarotonga

Después de llorar todavía por un tiempo más, tomé una desición, me iría a donde Rarotonga. Así que tome un taxí y le di la dirección. Él no la conocía así que tardamos varias horas hasta dar con ese callejón donde se encontraba la puerta por donde había entrado a los dominios de mi señora. Me baje, a pesar de las suplicas del taxista que me rogaba que regresara con él, que lo que veía no le gustaba nada y que era peligroso para mi. Pero yo iba decidida a buscar a Rarotonga y explicarle lo que había sucedido y que me perdonara, no entendía como se había enterado, pero ya no le di más vueltas en mi cabeza y decidí enfrentarme a mi error. Pagué el importe del viaje, al taxista que seguía insistiendo que no me bajara del taxi, no hice caso y me baje decidida a enfrentarme con mi destino. Encaminé mis pasos hacia esa puerta que hacía algunas noches me había mostrado los dominios de Rarotonga, deseaba gozar nuevamente de su cuerpo o más bien que ella gozara con el mío.

Llegué a la puerta, por la que una vez había pasado, y parecía cerrada, trato de abrirla pero siento resistencia y por más que trata no logro que ceda, mientras tanto, al voltear para el taxi, veo su ocupante con una cara de suplica que me decía: regresese señorita esto se ve muy mal. Mientras le contesto: que no me ire hasta no ver a la persona que buscaba, siento una corriente de aire que mueve mi pelo y mis ropas y penetra hasta lo más intimo de mi ser. Nuevamente volteo hacia la puerta y la veo completamente abierta, por lo que le digo al taxista que ya se vaya.

Penetro al gran salón y me doy cuenta que estaba vacío, algunas mesas aun con las silla arriba de ella, como si estuvieran limpiando el lugar, pero me sorprende que la mesa que había ocupado, anteriormente, estaba dispuesta, había poca luz y esta era de un color rojo que daba un aspecto fantasmagórico a la escena. Me siento en esa silla donde había sabido lo que era tener sexo salvaje y siento que se me humedece mi tanga, además el hilo dental me produce cierto cosquilleo en mi ojete, siento como se abre y se cierra espasmódicamente. Estoy sola ante ese inmenso salón, volteo a diestra y a siniestra y no veo a ningun ser vivo. Me da miedo y me levanto de la silla y corro hacia la puerta, pero al trata de abrirla pero está cerrada y me es imposible abrirla. Me quedó un momento parada, enfrente de la puerta, haciendo intentos por abrirla, pero no puedo. De repente escucho a mis espaldas una voz sensual preguntandome: ¿A donde vas mi amor?, pero esto último de mi amor fue con un dejo despectivo. Volteo y veo a Rarotonga parada en el escenario iluminada por un reflector que ilumina su imponente figura, veo su cabellera ensortijada, sus bellos ojos verdes, su boca con esos labios sensuales que invitan a besarlos, su nariz respingada, unas orejas pequeñas con grandes pendientes verdes que hacen que sus ojos se vean más verdes, su cuello delgado, fijo a unos pequeños hombros, con unos brazos delgados pero musculosos, con unos tremendos pechos, que por su peso se encuentra pendulos, pero no dejan de estar turgentes y firmes, con unas areolas obscuras rematadas por tremendos pezones bien erectos, como pidiendo que una boca los mamara, la cintura estrecha, y sin una gota de grasa, con un ombligo que parece una pequeño orificio que espera ser llenado con una lengua hambrienta, y luego unas amplias caderas con abundantes carnes, rematadas con unas nalgas preciosas, con una piel que sería la envidia de cualquier artista de moda, y sobresaliendo de su pubis una tremenda verga, sin erección alcanza casi a mitad del muslo, rematada con una gran cabeza, descubierta por haber sido retirado el prepucio, colgando como un pedazo de carne inerme pero presta, en el momentoa adecuado, al ataque y penetrar a cuanto culo de le atraviese en su camino. Llevaba únicamente un liguero verde y con una medias verdes, que le daba un aspecto de reina de la sexualidad.

Me dice con una voz renca por la excitación: que bueno que llegaste a esta hora, así podremos platicar sin que nadie nos escuche. Con ojos de sorpresa le pregunto: ¿De quieres platicar mi señora?, vengo dispuesta a pedirte perdón. Me cotesta: acercate más para poder tocarte. Me acerco y me recibe con un abrazo, tan fuerte que siento que me ahoga, me quejo y ella me dice: tranquila, todavía no has sufrido lo que mereces para poder perdonarte. Me toma de la mano y me lleva a la mesa, donde me había sentado anteriormente, ella se sienta en la mesa y me hace que tome mi lugar en la silla. Luego toma con sus manos su tremenda verga y, mientras la enarbola como una hasta bandera, dice: mira pequeña, esta es la zorra que te cambió por una verga vulgar, tú me vas a decir cual debe de ser su castigo. Luego mientras sostiene esa masa de carne con una mano con la otra, mano, me toma mi cabeza y acerca mi boca a esa cabezota palpitante y dice: a ver mi amor, dale unos besitos y una mamadita para que vea tu disposición a que te perdone. Abro mi boca lo más que puedo y dejo que me meta esa cabeza, lisa, fija a un cilindro donde gruesas venas lo surcaban y pude sentir como palpitaba y crecía dentro de mi boca hasta obstruirla completamente. Entonces empecé a succionarla y a acariciarla, así como estaba, con la lengua y al tocar la hendidura por donde sabía que iba a salir esos jugos del amor, sentí que salía un líqudo salobre, pero de gusto dulzón. Esto me excitó y me hizo seguir mamandole la verga, hasta que sentí que se puso dura en toda su extensión y que había crecido unos centímetros más. Cuando abrí los ojos vi a Rarotonga con los ojos de más lujuría que había visto, con la cara de placer y una sonrisa que dejaba ver su blanca dentadura y entre ellas salir una lengua que le llegaba hasta más abajo del mentón.

Me retira de lo que estaba haciendo y al levantarse pude ver su verga en todo su esplendor, esa una preciosidad con una gran cabeza pegada a un grueso cilindo de carne y lo que me impresionó fue ver y tocar esas gruesas venas que los surcaban. Tomé la verga con las dos manos y aun así quedaba libre toda la cabeza, no me era posible tomarla completamente con mis manos. Luego me arranca el vestido y el sosten, por lo que se me caen mis implantes y quedo con mi pecho tal cual era, pero para sorpresa mía me habían crecido mis pechos, poco, pero me habían crecido y mis pezones estaban duros y rígidos. Se lanzó como un animal en brama y me toma con su boca mis pezones y los empieza a mamar y acariciar con su lengua, lo hizo de tal froma que sentía que tenía un orgasmo, y al tocarme la entrepierna sentí más que húmedo. Me había hecho que llegara a venirme únicamente mamandome mis pechos. Como traía unas medias arriba de la pantimedias, lo que hizo fue romperme las pantimedias para dejar escapar la tanga y luego de romperla esta, quedó al aire mi pequeña verga, que había crecido en dimensiones que nunca había visto, y mi hermoso culo.

Rarotonga se sentó en la silla, quedando su verga en todo su explendor mirando hacia arriba, con esa hermosa cabeza, bien pelada, dejando ver su superficie tersa, por lo que me avalanzo hacia ella y me la meto, todo lo que logro meterla, en la boca hasta casi atragantarme. Estando en esta posición succiono lo que más puedo y acaricio con mi lengua, haciendo que, Rarotonga, ronronee como un gato en celo. Empiezo a salivar abundantemente, como si tuviera un dulce en la boca y mi saliva empieza a resbalar por los lados de ese cilindro de carne. Rarotonga con sus hermosas manos, con las uñas pintadas de verde, empieza a distribuir mi saliva en toda su verga como siendo el preludio para cuando me ensarte como mariposa. Me pide que deje de mamarle, la tremenda verga, y que le ofrezca mi culo. En forma rápida me volteo y coloco mi cuerpo en la mesa, dejando al descubierto el indefenso de mi culo. Ella me toma con sus manos de mis caderas y acariciandome mis nalgas llegó hasta el surco que las divide y en forma sorpresiva pegó su boca en mi culo y empezó a mamarmelo y meter su lengua dentro de mi hoyito y a succionar como queriendo sacar algo, esto me volvió loca de placer y empece a gritar como una poseída.

Después, me atrajo hacia ella y puso la cabezota de su verga en las arrugas de mi culo, ensalivó su verga abundantemente y me dijo que me sentara en ella, como pude tomé mis nalgas y abrí el surco, que las separa, todo lo que pude y me dispuse a recibir esa gran verga. Primero empecé con un regateo, rozando mi culo con esa gran cabezota y luego me fuí sentando poco a poco hasta que logré que pasara mi primer esfinter, eso me dolió, pero eso dolor placentero que se siente cuando se esta muy caliente. empezé a sentir como iba lentamente penetrandome, esa gran verga, de como mis tejidos se iban abriendo y como se iban a acoplando con el tamaño de ese trozo de carne, mi mente estaba fija en esa área de mi cuerpo y más que sentir, pude observar con los ojos de la imaginación como me fue clavando, como fue pasando el primer esfinter y después el segundo, de como se estiró la piel de mi culo hasta quedar sin arruga alguna, de como mis tejidos cedieron a algo imposible según las leyes de la física, que un objeto mayor no puede ocupar el espacio de un objeto de menor volumen, pero en mi caso se logró, pues no paré de sentarme hasta que su pubis tocó mi culo y sentí como todo ese gran trozo de carne estaba dentro de mi recto, podía tocar, con las manos, la cabeza altravez de la pared de mi abdomen, a unos centímetros por debajo de mi ombligo. Luego empesé a hacer movimientos como si estuviera cabalgando, pero completamente empalada, ese movimiento hacía que me volviera loca de placer, empece a gritar y a pedir que se viniera en mi culo, quería recibir esa leche caliente que a mi me enfriaba y me hacía gozar intensamente. Para ayudarme a tener movimientos sincronizados, Rarotonga, tomó mis caderas con ambas manos y me la levantaba para después dejarme caer y quedar completamente ensartada por esa vergota. Así estuvimos por varios minutos. Que se me hicieron muy cortos, tuve tres o cuatro orgasmos, logradolos por el roce de semejante tolete sobre mi próstata. Al voltear a ver mi pubis pude ver que mi verga había crecido varios sentímetros más y de como expulsaba una leche blanca como la nieve, yo estaba quizas en un plano astral o no se que me pasaba, pues a veces me veía como estaba clavando y como me cogía Rarotonga, pero como un espectador más y luego, volvía a sentir como estaba sentada y cogiendo rico con ella.

Así estaba pasando, hasta que siento como empieza a convulsionar, Rarotonga, y a vociferar palabras de un idioma que desconozco y como me baña con su leche mis entrañas y como crecía y tenpia espasmos, esa verga, dentro de mi. No me dejó levantarme hasta que su verga volvió a su tamaño anterior, pero aun así era un tremendo armamento. Caí desfallecida a sus pies y luego se acerca a mi y me ofrece su verga a mi boca y vuelvo a prenderme como si fuera la única tabla de salvación y le logro esprimir el resto de su esperma.

Pierdo la conciencia y cuando vuelvo a estar conciente, es por el frío que siento. Estoy tirado en el suelo, desnudo con mis pantimedias rotas, pero me sorprende lo sucio y descuido en que se encuentra el local, me levanto trastabillando y después de un rato en que me recupero de la vista nublada, veo a mi alreddor y veo todo ese salón hecho un ruina, todo sució y lleno de polvo, únicamente estaban mis huellas marcadas en el polvo del piso y en la mesa y en la silla donde había estado estaban cubiertas de polvo. Me levante y salí corriendo y gritando hacia donde se suponía que estaba la puerta, de la cual ni sus luces y en sentido contrario venía corriendo el taxista que me abraza y me pregunta que me había pasado, porque estaba desnuda y con la pantimedia rota. No supe que contestar, mientras el seguía hablando y me dijo: no se como pudo suceder esto, si tiene unos minutos que entró, y luego me pregunta: ¿que fue lo que pasó?. No supe que contestar en ese momento y en ningún otro momento. Únicamente pude balbucear que me llevara lejos de ese lugar.

Después que han pasado los años aún no tengo explicacions para lo sucedio, pero de que sucedió sucedió, pues mi culo aun me duelo a recordar ese episodio de mi vida