Todo lo que nunca hice bien 9

Incluso el diablo pide perdón

No sé cuánto tiempo llevo en ese sofá, medio sollozando y gritando detrás de lo que tenga en la boca. Quiero que pare. Aún no me he corrido y estoy empezando a volverme loca. Luca está sentado detrás del escritorio, sin prestarme atención, mientras mira fijamente hacia mi trabajo. O eso ha dicho. Ha pensado en repasar todas las noticias posibles. Hasta las ocho tiene tiempo. La que no tiene tiempo soy yo, que se está muriendo. Grito fuerte intentando llamar su atención y después me quedo callada durante lo que me parece una eternidad, mirando hacia el techo, cerrando los ojos, mirando hacia él... solo quiero que pare la tortura. Hacerle reaccionar.

No está funcionando.

De vez en cuando toquetea el mando y la cosa dentro de mí se para durante un tiempo. Yo aprovecho esos escasos minutos para intentar aclarar la cabeza. Otras veces aumenta tanto la potencia  que grito con todas mis fuerzas y cierro los ojos con desesperación y tensión. Pero él ni me mira. No sé si lo hace aleatoriamente, pero que no me haya corrido aún, indica que sí está teniendo especial cuidado.

Gimoteo suplicando de forma seguida, como un animal herido. Estoy sudada del esfuerzo continuo y se me clavan las cuerdas de la presión que hago para cerrar las piernas. Me duelen los tobillos. Cierro los ojos y me concentro en conseguirlo. Sé que puedo, debería de poder. Es mi cuerpo. Yo controlo mi cuerpo, yo dirijo mi mente. No es bueno engañarse a uno mismo. Intento imaginarme algo fantasioso, sumergirme en alguna fantasía erótica, pero los parones y arrancadas a mano de Luca junto con la situación tan extraña me impiden sumergirme en ninguna historia.

Parece una tortura muy sencilla, al fin y al cabo no me está infligiendo daño físico, se trata más de un castigo mental. Mi cabeza ahora es un lío. Intenta pensar, pero no puede hacer mucho. Tengo el cuerpo demasiado tenso, agarrotado.  Lo que tengo en la boca está todo babeado, incluso hace unos minutos he notado como un hilillo de baba ha hecho su trayecto por la comisura de mi boca, bajando por la barbilla y supongo que llegando al sofá. He intentado contar el número de pintas oscuras y manchones que tiene el techo para intentar entretenerme, pero me pierdo en el momento que Luca decide divertirse un poco más y aumentar la potencia.

Finalmente oigo el movimiento de la silla. Lleva unos minutos parados y estaba comenzando a relajarme. Un movimiento de su dedo pone en funcionamiento al cacharro a un ritmo suave pero que a estas alturas es puro fuego para mí. Tiemblo. Unos pasos se acercan. No abro los ojos hasta que siento que está casi sobre mí. Nos miramos, se acuclilla al lado de mi cara y limpia la baba de mi cara con mimo.

-Tienes un aspecto bastante cómico.

Ni siquiera me enfado por lo que dice. Ahora mismo la meta no es luchar contra él. Muevo mi cabeza hacia su mano, aprovechando la cercanía que se ha producido al limpiarme. Restriego mi mejilla contra su palma abierta y me parece un gesto dulce. Él no se aleja

-Ahora eres todo un animalito domesticado ¿eh?

De pronto sube la intensidad del aparato y gimo detrás de la mordaza con voz ronca, cerrando los ojos para dejarme llevar más por la sensación.

-Y te veo mucho más calmada.

Me levanta la cabeza con cuidado y me afloja la corbata dejándola caer al cuello. Me quita la tela babeada. Obtengo un vistazo de ella, parece un pañuelo blanco. Lo deja caer al suelo. Respiro con libertad y muevo algo la mandíbula inferior. Me duele al ponerla en funcionamiento por la tensión que ha soportado.

-¿No me quieres decir nada?

Miro hacia él confusa. El aparatito sigue encendido.

-Por favor, señor, quiero correrme-casi no se me distingue la voz de lo ronca que he quedado

No voy andarme por las ramas, no es el momento. Él me sonríe, supongo que contento con la respuesta. A mí ahora mismo poco me importa decir arre que so, mientras él me haga correrme ya o me suelte y me deje terminar el trabajo.

Me levanta alzándome agarrando de la corbata y me sienta de frente a él en el sofá. Acerca su mano a mi entrada y con suavidad recorre la zona, totalmente húmeda. Aguanto la respiración e intento inclinar todo lo que puedo las caderas hacia sus dedos. El índice hace un paseo suave. No hay ninguna duda en su cara cuando alza el dedo y lo lleva a su boca para saborearlo. Mi entrepierna palpita mientras lo prueba y nos miramos a los ojos.

Eso ha sido íntimo.

Oigo un par de golpes de fondo, pero no aparto los ojos. Ha sonado tan lejano en mi cabeza que parece que ha sido en otro lugar. Luca frunce las cejas y se levanta. Le veo caminar hasta la puerta. Mi cerebro tarda en despejarse unos segundos de la neblina sexual.

No, no puede abrir.

-Luca, espera.-Estoy muy ronca y no alzo la voz mucho. Intento cerrar las piernas como si hubiese cambiado algo, pero las cuerdas siguen ahí, y la ropa sigue desaparecida-No puedes…

La puerta se abre antes de que él llegue a ella.

Un hombre entra sin contemplaciones. No le conozco de nada. Es un tipo alto, más incluso que Luca. Trae el pelo rubio corto, de una forma bastante despreocupada y los ojos de un tono claro que no consigo alcanzar a ver desde esta distancia.  Viste unos vaqueros bastante descoloridos y una cazadora de cuero. Vale de portada en una revista, o quizás como el típico actor que hace buenerro y malote. Camina dentro despreocupadamente sin fijarse aún en mí y cierra la puerta a su espalda. Tiene plantada una sonrisa honesta en el rostro y veo que gira sus ojos hacia mí.

Yo me escondo cerrando los ojos con fuerza, totalmente avergonzada. Intento mantenerme lo más quieta posible, como cuando eres pequeña y piensas que si tú no les ves ellos no te ven a ti.

-Veo que llego pronto-tiene una voz profunda con una acento francés claro y un tono jocoso y amigable.

-No tanto como crees. Gatita, abre los ojos ¿quieres?

No puedo. Noto que estoy roja como un tomate. Ese tipo está viendo antes mis partes íntimas, que además sé que tienen que estar brillantes de excitación, que mi propia cara. Esto no es solo raro, es vergonzoso y me quiero morir.

Oigo pasos acercándose hacia mí y alguien que me toma por la parte baja de la barbilla y me alza la cara. Sé que no es Luca porque distinto sus dedos y la forma de agarrarme. Mientras que Luca es todo posesión, su amigo es una pequeña presión que permite escape en cualquier momento.

-Elle est très timide

-No tanto como parece.

-et une petite fille-hay un silencio abrumador para mí. Los dedos no me sueltan la cara y estoy tan nerviosa que toda la excitación se ha venido a bajo-Me gustaría que me miraras, ciel. Nuestro amigo me ha hablado mucho de ti.-suena amable, nada brusco o amenazante. Como si le hubiese conocido en una cafetería y estuviésemos hablando del tiempo.

Llamarme loca, pero este chico me transmite confianza y tranquilidad con la voz. Quizás es todo tan extraño que mi cerebro me engaña para no sentirme tan mal. Suena calmado, despreocupado, casual, todo lo que deja transmitir su forma de vestir.

Decido ceder.

Tiene los ojos medio grises, de un tono ahumado extraño.

-Bonne fille-la yema de su dedo pulgar pasa sobre mis labios y se lleva un poco mi labio inferior.

Sonríe con confianza y amabilidad, como si no estuviera atada y desnuda.

-Toma, puedes entretenerte un poco, tengo que acabar de recoger esto.

La voz de Luca suena seca. Miro hacia él alarmada, pero le entrega el control del pequeño aparato que hay en mi a su amigo y nos da la espalda para dirigirse al escritorio. Su amigo me sigue mirando con atención mientras yo me pierdo en la espalda de Luca.

Siento que se arrodilla y me suelta la barbilla. Su mano baja sobre mi pecho sin detenerme y se dirige a una parte que debería estar prohibida para él.

-No-le miro a los ojos segura de mí misma, aunque solo ha sido un susurro. El chico me sonríe y para su avance, pero en cambio dirige su dedo hacia el control remoto. Miro hacia él pidiendo piedad

-Tú decides, ciel, si prefieres mi dedo o el aparato.

Miro hacia Luca de nuevo, aunque está susurrando sé que se oye. Ni siquiera se gira a mirarnos y me quiero morir y llorar ¿Tan poco le importa que su amigo me esté  a punto de tocar? ¿Tan poco le importo? Decido que no merece la pena que me disguste y en cambio me cabreo. Y yo se los puntos flacos de Luca, solo tengo que ir apretando sus botones con calma.

-Por favor…¿puedes quitarme el aparato?

Lo digo a volumen normal, dejando que se entiendan cada una de las palabras. En circunstancias normales jamás lo pediría con amabilidad pero esto no son circunstancias normales. Su amigo me coge de la barbilla y hace que le mire.

-Parfait

Y tirando de un hilillo extrae la maldita cosa que me ha vuelto loca. Lo posa en el sofá y lleva sus dedos de nuevo hacia mi entrepierna. Esta vez no parece pedir permiso. Hemos hecho un trato supongo.  Sus ojos ahumados no se apartan de mi cara tampoco y yo no le dejo vencer. Un dedo más corto y ancho que los de Luca entra en mí y gimoteo.

-Toda mojada

Si, lo estaba. Me pongo muy roja de nuevo, pero me mantengo. Presiona en diferentes puntos, tanteando el terreno. Luca los conocía de antemano, y aunque no tiene tanta experiencia en mi cuerpo este chico pronto se da cuenta que presionando hacia arriba gimoteo, en algún punto interno a la derecha, gimoteo, cuando su pulgar para sobre mi clítoris, gimoteo. Pronto me convierto en una masa de carne suplicante.

-Te está gustando, ciel, y eso me gusta

Sonríe con confianza pero sin ningún tipo de chulería. Es extraño. Parece como si le conociera de toda la vida y supiese que no iba a hacerme daño. Presiona un punto determinado y medio grito inclinando más mis caderas. Quiero acabar de una vez. Miro hacia Luca para ver que hace, pero solo sigue recogiendo papeles sin prestar atención. Seguramente haya tenido su ración de sexo con Sonia y no esté para fiestas. Igual por eso ha llamado a su amigo, para que acabe el trabajo .

De pronto la mano libre del chico toma mi nuca y me inclina hacia él, acercando su boca a mi oreja

-Está tratando de hacerse un mal punto a sí mismo.

Con eso acelera el ritmo. No entiendo lo que dice, pero los cambios de presiones y velocidad me hacen gritar. Me corro con fuerza, gritando más de lo que debería y por unos segundos estoy fuera de esta habitación. La mente se queda en blanco y respiro tan calmadamente que es extraño. El corazón me va tan rápido que parece que se me va a salir por la boca, pero me siento tranquila.

Él aparta su mano de mí y de nuevo me vuelve a inclinar hacia él, pero esta vez nuestras bocas son las que se acercan. No puedo negarme.

-Y somos nosotros quienes anotamos.-con esas me besa

No es un beso intenso, solo un contacto de labios suave y una barrida de su lengua en la entrada de mi boca, como haciendo solo una pequeña prueba. Sabe fresco y nuevo.

-Dani-la voz dura de Luca interrumpe la suavidad

El chico para al segundo pero se aparta de mí lentamente. Cuando está a la distancia necesaria para vernos bien las caras me guiña el ojo.

Así que Dani.

-Bon ami, ella es deliciosa-dice girándose

Luca mira a su amigo y se encoge de hombros, como si no tuviese nada que decir. Tienes las cejas fruncidas. Después se acerca a mí y sin mirarme comienza a quitarme las cuerdas. Le noto tan molesto que me tenso y pierdo toda la relajación que me ha dado el orgasmo. De pronto todo es muy incómodo. Dani me mira sonriente a espaldas de Luca, pero él tiene la cara tan tensa que parece que se va a romper. Me quita las cuerdas de una forma impersonal, como si fuese un objeto. Cuando desata pies y piernas las estiro con suavidad y noto que están hormigueantes y agarrotadas. Las muevo con lentitud, recuperando la sensibilidad. Luca busca mi espalda sin decirme nada para soltarme las manos. Hago lo mismo con mis extremidades superiores cuando están libres. Me siento como gelatina.

-Vístete y baja los papeles y USBs abajo, están esperando por ello.

Me lo ordena sin más, con una voz fría e impersonal. Tomo mis bragas y los pantalones que descansan en el suelo con rabia y me los pongo aún sentada, no segura de saber si me voy a sostener

-No hacía falta que me dijeras que me vistiese. No iba a bajar desnuda-apunto

-Por si te da por ser más promiscua.

Por un segundo me quedo quieta mirándole para ver si lo que está diciendo es enserio. Después me alzo y tropiezo un poco debido a que mis piernas no están aún perfectas. Voy hacia el escritorio a por las cosas. Dani ha tomado asiendo en la silla principal y está perdido en el móvil, pero ha escuchado y tiene una sonrisa burlona en la cara, como si le hiciese gracia la situación. Tomo los papeles y los lápices de memoria. Luca está medio apoyado en el escritorio, con una mirada fija y dura sobre mí. No entiendo su enfado. Yo soy la que tiene todo el derecho de estar enfadada. Ha dejado que un tipo que no conozco me toque mientras estaba atada y débil. Ha permitido que otro tío me vea, me toque, me bese. Estoy furiosa y en un arrebato le atravieso con fuerza una bofetada en la cara de la que paso a su lado y salgo medio corriendo, cerrando la puerta detrás de mí y sin mirar a ninguno de los dos. Oigo la risa de Dani detrás, amortiguada entre las paredes. No me quedo a escucharla, aunque suena atractiva. Sigo caminando con rapidez mientras la adrenalina me va a tope. Tengo miedo de que salga y me haga algo, pero todo se queda quieto y me relajo.

Cuando llevo una escalera descendida noto los pies fríos.

Estoy descalza.

Maldigo porque tengo que volver hasta allí a no ser que camine de vuelta a casa sin zapatos.

Los trabajadores estaban molestos porque habíamos tardado bastante en bajar las noticias hoy y se pusieron a trabajar con ganas. Gracias a Dios ninguno se fijó que me faltaban los zapatos.

Había estado entretenida pensando cómo recuperar mis zapatos sin toparme con ninguno de ellos, pero la cosa estaba difícil. Subo las escaleras de vuelta arriba tan lentamente que creo que eche más de diez minutos en alcanzar el tercer piso. Cuando llego arriba las luces están apagadas salvo la lámpara de mi escritorio. Luca está esperando con mis zapatos en una mano y el abrigo en la otra. No nos decimos nada al vernos, solo me los ofrece y yo me los pongo en silencio. Después me toma del codo y me lleva hacia el ascensor. Dani no estaba por ningún lado.

-El ascensor no, se estropea

Él solo me mira desde arriba con una ceja alzada pero no cambia de opinión. Simplemente espera a que llegue y me arrastra dentro por el agarre. Aprieta el cero. Está en un silencio mortal, sin mirarme. Por suerte el ascensor cumple su trabajo y nos deja abajo. Me dispongo a irme calle arriba, pero de nuevo su agarre me frena

-¿A dónde vas?

Intento soltarme pero no me lo permite. ¿Qué cojones le importa a dónde voy?

-A mi casa

Frunce el ceño y tira de mí hacia el otro lado

-Para.

Estoy harta de que me mangonee de un lado a otro. Quiero irme a mi casa  adormir un poco, porque estoy cansada y me duele el corazón.

-He dicho que basta-me suelto de un tirón-estoy harta de que hagas lo que quieras conmigo. Estoy harta de tener que soportar tus enfados y tu jodido maltrato. De tus idas de olla y tu comportamiento animal. Así que déjame en paz-lo he gritado tan fuerte que el único paseante al otro lado de la acera se ha parado y nos ha mirado. Luca se ha percatado de ello, por eso me contesta en bajo

-Muévete a mi coche, ya

Me giro para irme a mi casa, pero de un movimiento me acorrala contra la pared del propio edificio.

-Acuerdo. Tómatelo con profesionalidad

No hay ninguna profesionalidad en este acuerdo. Intento apartarle a patadas y gritar para llamar la atención del pobre señor al otro lado, que sigue parado mirándonos, pero Luca juega una gran carta.

Se inclina y me besa. Me besa suave e insistente, como queriendo hacerme entrar en razón pero en vez de utilizar palabras mueve los labios y la lengua y me hace moverlos a mí. Es en el único idioma en el que nos entendemos. No sé cuánto dura, pero cuando se aleja algo de mi, estoy respirando entrecortada y el hombre ya no está. He perdido la única jugada que tenía.

De pronto la suavidad se transforma en dureza cuando me agarra con fuerza del pelo y me alza.

-Ahora, zorra, si no te importa, quiero que seas tan complaciente como con mi amigo ahí dentro. Vamos al coche.

Tira de mí sin soltarme el pelo.

-Lo dices como si yo…

-Cállate, no quiero oírte ahora.-y aprieta tan fuerte que me salen lágrimas.

No soy un jodido perro joder. No soy la que puso la situación para que ese chico me tocara, yo no fui quien se lo dejó en bandeja. El me preparó como un banquete para su amigo y me acusa por ello.

Llegamos al Mercedes, aparcado en una de las calles asociadas al edificio, un callejón donde hay más coches alrededor pero ninguna persona. Peor aún, no hay ni luz, salvo por una farola al principio de la calle. Extrañada veo como abre la puerta de atrás y me empuja dentro. Él entra después. Me muevo alejándome dispuesta a salir por la otra puerta, pero está cerrada.

-Seguro de niños.

Cierra detrás de él.

-Luca-le veo acercarse a mí con cara de lunático. Si me coge me va a hacer daño.- No puedes enfadarte por lo que ha pasado ahí arriba, tu provocaste la situación.

Creo que lo he empeorado cuando veo como un rayo de rabia atraviesa sus ojos. Me agarra con rapidez de la garganta

-Quítate la ropa

Le miro cautelosa. No creo que sea el momento de llevarle la contraria. Con dedos temblorosos me la quito sin que él me suelte. Una vez desnuda me obliga a base de fuerza a colocarme sobre sus piernas, mirando hacia él. Noto tanta rabia rodeándole, haciéndole cruel, dispuesto a hacerme daño.

-Deja de mirarme así- es una súplica

-Dime, zorra, ¿qué no entiendes de que te calles?

Me muerdo el labio inferior intentando detenerme. Quiero pedirle un poco de piedad, pero no me parece que esté muy dispuesto a ello.

Lleva su mano libre a sus pantalones y se los desabrocha, bajándolos con los calzoncillos. Está duro, mucho. En cambio yo, no estoy nada mojada de puros nervios. Por unos segundos nos quedamos quietos. No me mira a la cara aunque yo estoy centrada en sus ojos.

-¿A qué esperas?

Intento que alce sus ojos a los míos, pero no los aparta de la parte inferior de nuestros cuerpos.  Estoy confusa sobre lo que quiere. Intento apartarme un poco y tomarlo con la boca, pero él sujeta con fuerza el agarre manteniéndome en su lugar.

-No quiero tu boca

-No creo que ahora…-corta mi fase con una bofetada que resuena en el coche.

De pronto nos mueve hasta colocarme a mí contra el sofá y a él encima. Me duele la mejilla porque ha sido un golpe duro.

-Siempre poniéndome difícil.-se ríe entre dientes de forma rabiosa.

Me obliga a abrir las piernas con las suyas y su mano. La otra sigue sujetando mi cabeza contra el asiento por medio del cuello.

Noto la punta de su polla contra mi entrada y no estoy preparada. Llevo dos años sin tener nada ahí. Ni siquiera estoy un poco caliente ahora mismo. De un movimiento duro y fuerte entra en mí y grito porque duele, duele demasiado e intento apartarme.

-No sabía que las putas tuviesen el coño tan estrecho.

Empiezo a gritar de rabia y le araño la cara con mis manos libres, le pego como puedo, pero acaba presionándolas con su otra mano en un forcejeo. Alzo los ojos para mirarle, pero ni siquiera se atreve a mantenerme la mirada, está perdido más allá de mi cabeza. Furioso.

-¡Mírame a la cara!

Si me está haciendo esto quiero que sea consciente. Tengo lágrimas no derramas en los ojos pero me mantengo. No me hace caso, pero un nervio le tiembla en la esquina de uno  de sus ojos

-¡Mírame a la jodida cara, cobarde!

De pronto sus ojos van a los míos y se encogen al ver mis lágrimas.

-¿Lo recuerdas?-sabe que le pregunto. Había perdido mi virginidad con él a mis dieciséis años en un coche, pero no se había parecido en nada a lo que estaba ocurriendo ahora-Lo estás rompiendo.

Está estático y pensé que no retorcería pero de pronto su boca se engancha a la mía y me besa con ternura, lentamente, saboreando, como lo había echo la primera vez hace casi diez años. Me suelta las manos y sigue dentro de mi sin moverse. Me dejo besar. Me dejo conquistar por su ternura, aunque sea momentánea. Muerde con suavidad mi labio inferior. Lleva una mano entre nuestros cuerpos hacia mi clítoris, lo acaricia, lo mima. Asciende hasta mis pechos y los masajea con suavidad. Lame mi cuello, muerde mis labios, baja hasta mis pechos y engancha entre sus dientes mi pezón, tirando con algo más de fuerza de la que estoy acostumbrada, pero no me molesta. El calor comienza a extenderse y Luca entra y sale de mí con embestidas duras.

-Lo recuerdo

Supongo que estaba bien. No había sido así. No tan brusco, no tan malo como hace unos minutos. Había existido amor en aquel coche, a menos de mi parte. Un movimiento distinto y un gemido se me escapan de los labios. Aumenta aún más el ritmo y sostengo más peso del que me gustaría en otro momento, ahora solo me inclino hacia él como si eso no fuese suficiente, como si perdiera la cabeza. Más droga, más rápido. Nuestros jadeos se ensordecen al juntar las bocas. Se aleja, muerde mi mentón, nos miramos a través de la escasa luz. Vuelve su dedo a mi clítoris y su polla está desnuda rozando ese punto sensible dentro de mí. Me corro, no hay forma de parar esto. Solo un segundo después él sale de mí dejando que su semen caiga sobre mi barriga descubierta.  Se deja caer sobre mí sin importarle y hunde su cara en el hueco de mi cuello.

-Odio que te hayas corrido entre sus manos. –es una confesión susurrada, todavía sin aliento

-Yo no…

Me besa silenciándome

-Y que te haya probado-y vuelve a besarme con pasión- pero me odio más a mí mismo por haberlo permitido.- se alza un poco y me mira atento- Perdón.

Una disculpa.

Esto sí que era nuevo.