Todo lo que nunca hice bien 8
El trabajo ya no es vía de escape
No he dormido una mierda y con razón. Hace frío, o quizás es que estoy helada por dentro. Son las nueve menos algo de la mañana y siento que hay poquísima gente en la calle. Tampoco observo con mucha atención. Solo miro la acera sucia que recorro todos los días y me siento tan sola como los primeros días después de Mateo. Sé que debería llamar a Ana y pedirla ayuda, o volver al psicólogo, pero prefiero encogerme en una esquina y compadecerme un poco más de mí. No voy a superar lo de Mateo, por pura culpabilidad de no quererlo lo suficiente, y no voy a superar a Luca, por culpa de quererlo demasiado. Es ridículo.
Llego tarde por primera vez desde que tengo el trabajo y estoy medio empapada porque salí de casa sin paraguas y una fina lluvia me ha acompañado todo el trayecto, mis veinte minutos diarios ida. Espero que a la vuelta haya parado, o que al menos no vaya a peor.
Las puertas están abiertas, todavía no sé porque un periódico como Noticias tiene uno de lo que para mi gusto, edificios más bonitos de Madrid. No es ningún sitio turístico, más bien está en una esquina olvidado con una capa de suciedad y arruinado por la falta de mantenimiento y los caprichos del clima. Aun así es precioso, de piedra, bajo, con pequeñas figuras de gárgolas en la fachada y unos grandes balcones decorados por una barandilla que hacía tiempo había sido negra. Ahora estaba totalmente oxidada.
Al entrar me acompaña el sonido de mis bajos tacones contra el suelo. Marta me saluda desde la esquina sin casi levantar la cabeza. A estas horas suele estar pintándose las uñas, porque no hay llamadas al Noticas a las nueve y cinco de la mañana. Nunca había ese tipo de urgencias, y eso estaba bien. La rutina era calma y salvación.
Subo las escaleras de madera, negándome a coger un ascensor que se avería más que funciona. Tengo calor después de dejar atrás dos plantas y me quito el viejo abrigo. Vuelvo a oír el repiqueo de mis zapatos hasta llegar a mi mesa.
Coloco las cosas, bolso y abrigo, sobre ella y rezo para que Carlos no se haya dado cuenta de que llego tarde. Sé que me las cobrará. Sonia está ya tecleando con agilidad, con su café de mañana y una sonrisa de oreja a oreja. Es guapa, de una forma extraña. Tiene una boca y unos ojos verdes grandes, el rostro en forma de corazón. Alta, con una melena pelirroja que le llega a la parte baja de la espalda y lo mejor de todo, una piel oscura que contrasta con el resto de ella, producto de la unión de su padre gitano con su madre irlandesa.
Su mesa está enfrente de la mía, al otro lado del estrecho del pasillo. Trabajamos mano a mano de secretarias del jefe, y bueno no nos podemos quejar, y sí.
-Buenos días. –tan cantarina como siempre consigue sacarme una tímida sonrisa
-Buenos días
Sin más me siento y observo lo que me espera hoy. Cubrir el mismo tipo de noticias, la misma mierda con distintos nombres. Asesinatos, robos, miedo. Me siento ahogada. No me permito despegar los ojos del ordenador y cuando comienzo me siento mejor y peor. Mejor porque mi vida personal ha quedado en un segundo plano. Peor porque el mundo parece estar ahogándose. Y yo también me ahogo con él.
-Tienes cara de haber pasado mala noche
Alzo los ojos por encima de las gafas para ver desenfocadamente a Sonia, que me mira con preocupación. No somos amigas, aunque realmente somos más que compañeras. No me he acercado a ningún compañero del trabajo. Había empezado hace poco más de un año y me negaba a abrirme a nada y a nadie. Luego el tiempo pasó y las ganas de conocer a gente no aumentaron. Con todo había tenido conversaciones con Sonia más de una vez y era ella la que siempre me invitaba a las cenas de trabajo. Invitaciones que siempre rechazaba. Sé que por la planta me llamaban la estirada, aunque no tuviese nada de eso. Era una antisocial. Mi única amiga se había reducido a Ana y porque ella había insistido en permanecerlo. Si hubiese sido por mi esfuerzo la hubiese perdido. Pero yo estaba hundida en la mierda en aquella época y me dejaba ahogarme en ella. Un cacho más hundida que ahora.
La sonrío con amabilidad mientras me subo las gafas para que estén a la altura de los ojos.
-Un poco
-No te lo he dicho antes. Carlos pasó antes de que llegaras. Le dije que habías ido a por café.
-Gracias
Se me calentó el corazón al ver que se había jugado un poco la cara por mí.
-Y otra cosa más. El viernes vamos a hacer una cena. Sé que nunca te apuntas, pero ya sabes-me guiña un ojo-siempre soy muy insistente
Me rio porque tiene cara de picardía y porque su buen humor quiera o no contagia al mío.
-No sé si…
-Oh, vamos. Quiero salir un día de fiesta contigo, pareces divertida
Eso sí que es extraño. Divertida yo. Solo he sido una sombra en el trabajo día tras día mientras que Sonia era baile, risa, gracia. Era yo antes del después de Mateo.
-Eres una de las pocas que puede decir en este sitio que me considera divertida.
-Supongo que el otro es el jefe.
Se me para el corazón al oír eso y miro a mi alrededor alarmada con que alguien más allá oído tal cosa y saque una idea equivocada de mí. Sonia se da cuenta de mi pánico y añade rápido.
-Me he explicado fatal. Veo que va detrás de tus faldas como un perro hambriento-dice sin más en medio del hall-y veo como le paras todo el rato. Está desesperado-se ríe
-No es divertido-le digo fastidiada.
Pensé que la obsesión de Carlos conmigo había sido lo suficiente discreta. Me equivocaba.
-Sí que lo es. Tienes unos ovarios enormes. Me encantas. Por favor ven el viernes.
La miro detenidamente y su sonrisa franca me hace ceder. Quizás me venía bien distraerme un poco. Beber, desahogarme. Quizás necesitaba emborracharme más y dejar fluir mis emociones. Quizás estaba barajando el alcoholismo.
-Bien.
Observo como Sonia se queda mirando hacia mi sorprendida. Tiene la boca en forma de O y ha dejado de teclear. Hasta que de repente con un chillido de alegría se levanta y corre con sus zapatos blancos de tacón hacia mí para abrazarme. No me ha dado tiempo ni a levantarme, solo envuelvo tímidamente mis brazos alrededor de ella y me llena el perfume suave de alguna colonia con olor a lavanda.
-Por fin, he ganado.-y se ríe
Y yo me río con ella
El resto del día pasa volando y quiera o no llegan las cuatro sin ningún otro contacto con nadie, incluso ni en el parón a comer. Carlos ha pasado por delante con parsimonia un par de veces pero me he negado a levantar a cabeza o decirle algo. Me pone nerviosa. Está en sus treinta y pico, alto y de constitución fuerte, aunque una vida a base de dietas y gimnasio le hace tener más músculo que grasa. Tiene el pelo medio engominado y unos ojos castaños bastante grandes. Las mujeres no le definen como alguien feo, incluso muchas quieren llevárselo a la cama. A mí me produce más asco que otra cosa. Quizás porque había insistido en llevarme a una cita los primeros meses que había comenzado aquí. Mis peores meses. Lo único que hacía era pensar en Mateo y mi vida sin él.
Oigo el ruido del ascensor de fondo, el tecleo continuo de Sonia y de las otras doce personas de la planta. Forma una música perfecta, al menos a mis oídos. Unos pasos. La voz de un hombre algo chillona habla sin cesar. No entiendo lo que dice, pero tampoco me interesa. Sigo en mi mundo con los ojos sobre la pantalla. Un gran tacado de noticias descansan sobre mi mesa, todas tristes o chorradas. Tengo que darles el último paso antes de llegar a las manos de Carlos. Todas son mierdas sin escrúpulos, las mismas cosas que escribiría otra gente. Seguramente nos gustaría poder decir realmente lo que pensamos. Pero todos estamos comprados. Yo estoy comprada.
-Señorita,-alzo los ojos a velocidad inhumana. Esa voz medio ronca que hace que se me pare el corazón. Dejo de teclear mientras veo como Luca, con su traje a medida, invade casi totalmente la mesa de Sonia-¿El despacho de Carlos Álvarez?
Estoy estática. Veo como mi compañera se echa un poco hacia atrás en su silla y titubea un poco ante la figura intimidadora de Luca. No puede ser. No me creo que esté aquí. Si es para amenazarle creo que me muero. No. Algo se está destruyendo. Todo mi trabajo.
Luca va acabar conmigo.
-Si, por supuesto señor-veo como una sonrisa socarrona acompaña la cara de Luca ante la respuesta sumisa de Sonia. –Está al fondo. Siguiendo el pasillo todo recto.
-Pero en este momento no está-interrumpo con firmeza.
Luca no se gira hacia mí, sigue mirando a ella con parsimonia. El capullo sabía que estaba justo aquí. Solo está jugando conmigo como siempre.
Sonia me mira extrañada cuando ve que estoy mintiendo descaradamente y sin razón, pero no me lleva la contraria. Simplemente agacha algo la cabeza para no mirar directamente a la cara de Luca que dicta poder.
-Oh, es una pena, señor Silva, podíamos volver en otra ocasión-apunta el hombrecillo
Me fijo de pronto en él. Hace unos minutos había estado oyendo hablar de fondo y sin parar su voz chillona. Era un hombre bajo, medio calvo y unas gafas. Tenía cara de rata y estaba de pie a unos pasos por detrás de Luca, moviendo nerviosamente las manos.
-Sí, es una pena. Pero seguramente se presente en algún momento. Esperaremos-el hombrecillo mira hacia los lados disgustado
-No va a venir en todo el día-repito con insistencia
Sonia está aún más alarmada ante mi arranque de dureza, lo expresa con sus ojos y su expresión interrogante en mi dirección.
-Me parece extraño.
-Quizá debería haber pedido cita-le digo mirando de nuevo a mi pantalla. Quiero hacerle sentir que su presencia aquí no me altera. Pero vaya que lo hace.
-Quizá lo he hecho.
Sonia mira de uno a otro como en un partido de tenis. Decide tomar cartas en el asunto cuando ve que no añado nada más.
-Creo-está tartamudeando un poco- creo que sí que está Cata, pasó en un momento que estabas en el baño
Ella cree que me está ayudando, solucionando el problema sin dejarme mal, pero no lo está haciendo. No quiero en ese despacho a Luca. No puede ser.
-Está bien-digo mientras me levanto.-Voy a ver si está, esperen un momento.
Me levanto con fuerza.
-Es más, puede acompañarme si quiere. –digo dirigiéndome a Luca
Sonia me mira alucinada, y el hombrecillo sigue nervioso mirando el reloj y hacia las paredes. Luca sonríe como un maníaco y me sigue. A mitad del pasillo, justo cuando dobla y quedamos escondidos de la mirada perpleja de Sonia y la mirada nerviosa del hombrecillo, me giro y me enfrento a él.
-¿Qué coño haces aquí?
-Cuidado con cómo me hablas.
-No sé cuál es tu plan ahora, pero te juro por Dios que como hagas algo que ponga en peligro mi trabajo no solo se acabó el trato si no que voy a hacer de tu vida un infierno-estoy tan alterada que taladro su pecho con un dedo y cada palabra que suelto la reafirmo clavando mi dedo índice
-Lo primero, te recuerdo que en el contrato pone explícitamente que jamás haré nada que perjudique a tu trabajo, y lo segundo, quiero ver como consigues hacer de mi vida un infierno, gatita
Me retiro hacia atrás, aliviada en parte de sus palabras
-Ya te he dicho que no quiero que me llames así
-Y yo que me da igual lo que quieras.
Le miro detenidamente
-¿Qué haces aquí?
De pronto se mueve y me acorrala contra la pared. Coloca su cabeza en el hueco de mi hombro y aspira.
-Es una sorpresa-susurra contra mi piel
Me escurro ente el hueco y él.
-No me gustan las sorpresas.
No añade nada más.
-Está en su despacho.-le digo mientras me alejo de vuelta a mi silla.
Me agarra justo por encima del codo.
-Quieta, quiero que entres conmigo
Le miro detenidamente.
-¿Para qué?
Alza una ceja y no dice nada más.
Me suelto de un tirón y le miro atentamente. Decido ceder porque no voy a sacar nada negándome. Voy hacia el despacho con paso ligero, esperando acabar esto cuanto antes. Después de dar dos toques abro la puerta. Carlos está centrado en un montón de papeles.
-Ahora mismo no es un buen momento.
-Lo siento, pero hay…
-Oh, Catalina, eres tú. Pasa, sin problema.- deja los papeles y me mira atentamente. –Siempre tengo tiempo para chicas guapas.
Oigo un gruñido detrás de mí y caigo en la idea de porque Luca quería que viniera.
-Jefe, está aquí Luca Silva, dice que tiene una cita con usted
-Verdad.-se levanta mientras dejo pasar a Luca, pero él me arrastra hacia dentro. –Encantado de conocerle señor Silva.
Carlos le ofrece una mano y él se la estrecha pero no dice nada.
-Bueno yo ya me retiro…
-Por supuesto, a trabajar ricura
Luca se gira a mirarme para ver si tengo alguna reacción. Pero él no entiende que la vida es así y que si quiero seguir comiendo aguantar algún piropo o alguna gilipollez de un tipo no es nada. Estoy a punto de alcanzar la puerta cuando mi jefe decide soltar la perla.
-Tiene un culo perfecto, ¿verdad?-Me giro con rapidez para ver porque Carlos ha apuntado eso. Luca había tenido clavados sus ojos sobre mi culo y el gilipollas de mi jefe le había parecido un comentario adecuado para hacerse el chulo.
Mierda Carlos. No. Noto la tensión a mi espalda pero Luca se calla. Me giro de vuelta sin decir nada. Solo quiero irme. Agarro la manilla soltando el aire, sintiéndome mejor al ver que la situación no va a estallar.
-Espera, Catalina, ¿verdad?
No Luca, no. Joder.
Me gustaría hacerme la sorda, pero no puedo. Al menos el médico de la empresa no lo daría por bueno. Me giro de nuevo lentamente.
-Quiero que se quede-no me lo está diciendo a mí, sino a Carlos, como si yo fuese una posesión y decidiese donde colocarme.
Visto de manera frívola, era así.
-No creo que a la muchacha le interese algo de lo que vayamos a hablar.
-Además tengo que ir a acabar las noticias…-apuntillo
-Insisto-no me mira. Simplemente observa con atención y dureza al gilipollas de mi jefe.
No quiero esta situación, por favor. Por favor jefe. Le miro con ojos suplicantes.
-Está bien, es bueno tener cosas bonitas alrededor, al fin y al cabo. -Mierda. Suelto la manilla con fuerza, y el sonido se extiende por la habitación. Espero que sirva de aviso para que Carlos deje de decir gilipolleces. Me doy la vuelta observando la jaula de los leones-Tome asiento señor Silva, siéntase como en su casa. ¿Quiere un café, un poco de coñac?
-Un café está bien-se sienta como si el despacho fuese suyo y no de Carlos.
-Catalina, prepárale un café al señor Silva
Fulmino a mi jefe. Yo soy escritora, no la secretaria.
-Jefe, de verdad que tengo prisa con acabar eso
-El señor Silva quiere que te quedes –alza la cabeza, intentando callarme. Joder. Si no todo fuese dinero, pero lo es. –Y yo también-me sonríe como un tiburón
Con dignidad me acerco a la máquina de cafés instalada en el despacho y me pongo a hacer uno.
-Veo que tiene a sus empleadas muy bien enseñadas.-no vayas por ahí Luca.
Le voy a partir la cara. Carlos se ríe con felicidad
-Son estupendas. Y muy bonitas también
Me estoy crispando. No sé qué pretende. Si simplemente quiere picarme, lo está consiguiendo.
-Seguro que es muy buena en la cama
Algo se para dentro del despacho. La cara de mi jefe se queda estática en una sonrisa forzada durante unos segundos pensando, la mía arde. Arde de furia y de vergüenza y de incredulidad.
-Ni se lo imagina-añade finalmente Carlos.
Se acabó. Dejo el vaso de un golpe sobre la cafetera y me preparo para despedirme de mi trabajo.
-¿cómo te atreves a decir tal cosa?-Carlos no me mira a la cara-Eres un cerdo repugnante y jamás dejaría que me tocaras.
No sé a cuál de los dos se lo estoy diciendo. Aunque uno ya lo ha conseguido. Mi ex jefe se pone rojo y abre la boca para despedirme. Lo se
-No hace falta que me despidas. Presento mi dimisión. He aguantado tus guarradas por más de un año, he tenido suficiente. Debería denunciarte.
-¿Cómo te atreves pu...?
-Basta- Luca está calmado, pero su voz se impone en el despacho. Seguramente ha conseguido lo que pretendía
-Y tú, eres un hijo de puta. No, que tu madre no tiene la culpa de nada. Eres un imbécil, un prepotente y un mentiroso
Mi jefe está alucinando porque no entiende ahora que esté insultando al dueño de uno de los bancos más importantes del país.
-Cálmate y toma asiento
-Que te jodan
-Apreciaría que dejaras de gritar y que no me insultes, Cat. Señor Álvarez, ya sabe a qué he venido, creo que podemos llegar a un acuerdo muy satisfactorio tanto para mí como para el periódico, pero sobretodo para usted
Me he quedado callada. Mi jefe ha dejado de prestarme atención. Veo como sus ojos adquieren un brillo codicioso
-Por lo que dijo está interesado en comprar el periódico, pero verá... Le tengo aprecio, no creo que pueda dárselo con facilidad.
-El dinero no es un problema.
-Hemos sellado un precio, ¿lo acepta?
Luca se echa hacia atrás, pone su tobillo derecho sobre la rodilla izquierda y mira con parsimonia a Carlos. No tiene prisa. Las manos de Carlos no dejan de taladrar la mesa, demostrando lo ansioso que está, pero Luca está tranquilo, mirándolo tan atentamente que si fuese él se me pondrían los pelos de punta.
-Cree que soy estúpido si pretende que le de esa cantidad por un periódico que no vale casi nada. Sabe de sobra que la mitad de lo que me pide es ya excesivo, pero está de suerte-Luca se levanta-estoy de buen humor y acepto por la mitad.-se acerca al sillón de Carlos-Me gustaría que se levantara y me dejara probar mi nueva silla
Carlos le mira dividido por la codicia de a saber cuándo dinero le está dando y la prepotencia que se está gastando. Finalmente se levanta.
-Un momento-interrumpo y Carlos se gira hacia mí mientras Luca clava sus ojos con avidez hacia los papeles que hay encima de la mesa-¿qué pasa con los empleados? ¿Y los sueldos?
-¿A ti, bruja, que te importa si ya no trabajas aquí?-Susurra de forma odiosa Carlos
- Mañana quiero que esté fuera de aquí-susurra Luca mientras no levanta los ojos
-No te preocupes, me voy ya mismo-le digo furiosa
Luca alza la mirada con las cejas fruncidas, como confundido.
-No te lo digo a ti, se lo digo a él.-dice mientras señala a Carlos- No quiero ni un rastro de usted en este despacho, ahora la empresa es mía.
-Por supuesto-añade confuso mi ex jefe.
-Y tú, Cat, mueve tu bonito culo a la mesa de trabajo y acaba esas noticias de una vez. Cuando la termines me las traes, quiero echarles un ojo. Dile lo mismo a la otra señorita.
Por unos segundos me quedo anonadada de cómo han cambiado las cosas en tan poco tiempo. No me creo nada. Luca ha comprado a mi jefe para quedarse con una empresa tan pequeña que solo distribuye en Madrid.
Intentando resumir. Un chico rico ha comprado la empresa en la que trabajo. Hasta ahí no sería tan malo si ese tipo no me estuviese chantajeando y si tuviese alguna idea de periodismo. O de llevar una empresa de este tipo. Vale que posee una parte importante del banco, pero un banco no es un periódico.
Dios mío, va a acabar con esta pequeña empresa. Y conmigo.
Se me ponen los pelos de punta. Ya no solo controla mi vida personal, controla mi vida laboral y la situación se complica.
-¿Le digo también que mueva su bonito culo?-le pregunto con rabia
Luca alza los ojos sonriendo
-No creo que sea necesario.
Salgo del despacho con paso firme mientras un nudo se instala en la garganta. Vuelvo con pasos inseguros hacia mi mesa.
Sonia me mira con ojos ansiosos y el hombrecillo sigue allí de pie moviendo las manos.
-¿Qué ha ocurrido?-me pregunta con voz baja y nerviosa
-Ha…ha comprado la empresa-digo mientras me siento de forma derrotada
Sonia abre los ojos tanto que parece que se le van a salir de las cuencas. El hombrecillo da un pequeño alarido de horror y corre hacia el despacho.
-Madre mía, ¿me estás diciendo que ese hombrezaco que acaba de hablar conmigo va a ser nuestro nuevo jefe?
Asiento sin mirarla
-Joder, no sé si se me van a caer las bragas cada vez que hable con él o cagarme de miedo de lo que impone
Ese es el punto con Luca
No la contesto porque ahora mismo estoy tan deprimida. Esto es malo. Es malo, ¿verdad? Claro que lo es, ahora es tu jodido jefe. Jodida yo.
Vale, calma. Respira. Respiro tomando aire con fuerza.
-Me ha dicho que cuando acabes las noticias preparadas para hoy te pases por allá.
-Ya la tengo lista,-de pronto la puerta del fondo de abren y oigo al hombrecillo hablar rapidísimo con un Carlos que grita como loco, enfadado- pero no creo que sea el mejor momento.
Llegan hasta nuestra altura. La cara de Carlos está roja de rabia. Me mira
-Eres una zorra.-grita al otro lado de mi escritorio.
Y con esas sigue caminando, con el hombrecillo detrás diciéndole que rechace la oferta, que no ha sido un buen trato. Carlos no le hace caso, incluso ni siquiera parece oírlo. Llama al ascensor y el hombrecillo se mete con él con el mismo cantar y la insoportable voz. Espero que se queden atascados
-¿A qué narices ha venido eso?
Me encojo de hombros mientras me tiemblan algo las manos.
-Esto ha sido todo rarísimo. ¿Qué ha pasado ahí dentro?
No quiero hablar, no ahora, tengo que darle un par de vueltas a la situación, pero le cuento un poco por alto lo ocurrido, omitiendo que Luca y yo nos conocemos. Que ayer le había hecho una mamada y antes me había azotado con un cinturón.
Joder.
Cuando acabo la pequeña historieta miro el reloj y son las seis y llevamos media hora más de la acordada.
-Está bien, voy a engancharme las bragas bien a las caderas y a hablar con él.
Asiento mientras se levanta y se dirige al despacho.
-No estés nerviosa-le digo
Sonríe un poco angustiada pero camina con fuerza hacia allá.
Ha pasado media hora y estoy de brazos cruzados. Todos los de esta planta se han ido. Ahora mismo los únicos en trabajar es en el sótano, donde los operarios comienzan a preparar las rotativas para el periódico de mañana. Mis noticias siguen en mi poder, parte en mi mesa, parte en mi ordenador. Sonia no sale del despacho de Luca y estoy comenzando a volverme paranoica. Igual sí que se le han caído las bragas.
¿Qué coño estoy diciendo?
Quiero irme a mi casa de una vez y descansar algo. Me vale una pequeña siesta para recuperar lo de esta noche. Me vale con marcharme y dejar las cosas como están.
¿Por qué tardan tanto? Me levanto con rapidez. Yo no tengo porque esperar esto. Tomo el USB con las informaciones asociadas a ellas y los papeles separados con clips y llenos de post it. No pienso perder más tiempo, llevo una hora de extras y Carlos podía ser un gilipollas, pero nunca nos obligaba a quedarnos más del tiempo estipulado, a no ser que hubiese una emergencia. En Noticias nunca hay emergencias. Cojo, entro, se lo dejo ahí y le digo que me tengo que ir. Todavía tengo que ir a comprar comida al supermercado de al lado de casa. Mi nevera está más que vacía. Yo creo que puede tener telarañas.
La alfombra ensombrece el sonido de mis pasos. Cuando alcanzo la puerta un pensamiento barre mi cerebro: espero no interrumpir nada
No voy a interrumpir nada.
Oigo un jadeo al otro lado de la puerta. Unos golpes. No me lo puedo creer. Una pequeña conversación. No puede ser. Estoy retirándome de vuelta a mi silla cuando Sonia abre la puerta sonriente.
No ha tenido tiempo. Es lo que pienso cuando la veo. Tiene la ropa en su lugar, el pelo en su lugar y una sonrisa de satisfacción. Mierda. Se han acostado ¿verdad?
Ella me guiña el ojo y al pasar por mi lado suelta:
-Es genial, no tengas miedo
Y no me lo creo que se atreva a decir eso. Quiero pegarla. No, vale. Quiero pegarle a él. ¿Cómo se ha atrevido? El primer día, ni media hora. Joder.
La puerta la ha dejado abierta y con valentía y fiereza entro. No la cierro, simplemente me acerco a él, mientras Luca sigue centrado en los papeles que hay sobre su escritorio. Medio lanzo el USB encima de la mesa, produciendo un ruido muy fuerte, para lo pequeño que es. Suelto los papeles dejándolos caer desde una considerable altura.
-Toma, aquí tienes las jodidas noticias.-le dijo enojada
Y con esas, sin esperar contestación, me doy la vuelta dispuesta a salir de ahí e irme a mi casa. A mi cama. A dormir para siempre.
Luca me alcanza cuando estoy a punto de salir. Me agarra del codo y me introduce de nuevo en la habitación con un empujón, después cierra la puerta con suavidad.
-Eso, ha estado muy mal
Parece tranquilo, lo cual me sorprende. Yo estoy de todo menos tranquila. Me tiemblan las manos de nuevo.
Miro alrededor del despacho y mi mente me castiga con las posibles imágenes de Sonia y él. Estoy loca. Cierro los ojos con fuerza. Los abro rápido cuando recibo una bofetada que me lanza al suelo.
Luca solo se acerca a mí y me mira desde arriba
-¿Te has calmado ya?
-¡Eres un cerdo, hijo de puta! Eres malo, ¡no puedo ni describirte!-le acuso señalándole desde el suelo.
Luca se ríe, se ríe de mí. Sin más se afloja el nudo de la corbata y se la quita. Va hacia el gran escritorio abre uno de los cajones y coge algo. Algo que no veo porque lo encierra en la mano. Me voy a poner en pie
-Quieta.
Le miro atenta. No sé qué hacer. Noto la mirada de acero, la rabia, y no le quiero encender más porque solo me va a hacer más daño. Así que por primera vez le hago caso sin discutir.
-Bien, gatita.-vuelve de nuevo a mí. Con la mano libre agarra un puñado de mi pelo y tira, obligándome a gatear. Me quejo-Vamos, zorrita.
Intento soltarme, pero solo se vuelve más violento, mas tirones. Así que de nuevo vuelvo a ceder.
Me lleva hasta el sofá negro en un lateral cerca del escritorio y me alza, echándome sobre él.
-¿Qué…?-intento ponerme en pie, pero me agarra de la nuca, y acabo medio arrodillada sobre el suelo, apoyando mi pecho contra el sofá, que parece de cuero.
Con rapidez suelta mi pelo y toma ambas muñecas.
-Espera, Luca, por favor
Sé que me va a hacer daño, y creo que no estoy para soportarlo, ni el castigo físico, y mucho menos el psicológico. Quita su mano de mi nuca pero me mantiene en el mismo sitio ejerciendo fuerza sobre mis brazos. Si me intento mover tengo los brazos tan alzados en la espalda que me duelen los hombros una barbaridad. Noto que algo se enreda alrededor de mis muñecas, con rapidez y maestría. Intento soltarme.
-Para, ¡para! No he hecho nada. Me estás haciendo daño. Por favor
Cuando acaba mis manos están bien pegadas por las muñecas, con una fuerza que me duelen algo.
-Duele joder. ¿A qué viene esto?
No me contesta y cierro los ojos contra el cuero del sofá, buscando suavidad en alguna parte. De pronto toma mi pelo de nuevo me alza la cara y me mete algo dentro de la boca voy a reaccionar escupiéndolo, pero lo mantiene con la palma de la mano mientras pasa algo alrededor de mi cabeza. La corbata. La pone sobre la boca, con el nudo hacia atrás y aprieta para que ejerza la presión suficiente que me impide quitarme lo que sea que ahora está en mi boca. Algún trozo de tela de algo. Grito detrás de la mordaza improvisada. Luca vuelve alzarme por media del pelo y me pongo en pie como puedo, sin el apoyo de mis brazos. Me obliga a colocarme sobre el sofá, boca arriba, dejando mis manos aplastadas por el propio peso de mi cuerpo. Le miro. Está tranquilo mientras yo no dejo de gritar furiosa, de suplicar. Me doy cuenta de que estoy llorando, ni siquiera me había percatado de ello.
-Cálmate.
No puedo. Ni quiero. Quiero patearle. Lo intento con uno de mis pies, el más cercano a él, pero lo detiene sujetándolo con fuerza.
-Solo lo estás emporando.
Que te jodan
Intento soltarme de su agarre. Solo aprisiona mis dos tobillos y se inclina hacia mí. Lleva su mano libre al botón de mis pantalones y lo suelta con habilidad. Ahora sí que me lo tomo en serio y empiezo a patalear como una loca, pero él no suelta. Grito ofuscada. Dobla mis rodillas aprisionando mis piernas con su cuerpo y se inclina hacia mí. Con la mano libre agarra mi cara por la barbilla para fijarla y le preste toda la atención
-Voy a quitarte los pantalones. Puedes gastar más o menos energía. Cabrearme más o no. Eso es cosa tuya. Pero vas a quedarte desnuda.
Nos miramos atentamente y noto que está serio, tanto que da miedo. No sé porque estoy en esta posición. No entiendo nada. Me quedo quieta cuando me quita los zapatos y calcetines y comienza el proceso de desnudarme de cintura para abajo. Me quita los pantalones y doblo las piernas intentando cubrirme. Después van las bragas.
-Estaba dispuesto a perdonar tu arranque de irá del despacho, porque a decir verdad merecía que me insultaras después de tensionar tanto la situación entre ese mal nacido y tú.- de pronto me abre las piernas con fuerza y le veo sacar otro trozo de cuerda de uno de sus bolsillos del traje ¿Qué clase de perturbado va con cuerda por ahí?- Incluso en un acto de bondad iba a dejar pasar esa forma de mentirme tan descarada delante de los demás.-Me obliga a doblar de lado una de las piernas y comienza a colocar la cuerda alrededor de mi muslo- Pero gatita, me has cabreado cuando, uno: has entrado sin ni siquiera preguntar si puedes entrar, dos: has soltado tu trabajo de esa forma sobre mi escritorio, y tres: has dicho ese taco que tanto te gusta-pasa la cuerda hacia la parte alta del gemelo y la enrolla ahí también. Gimoteo al ver que el resultado es quedarme con la pierna doblada si o si- Y ya sabes que opino de todo eso.-hace una pausa mientras trabaja. Me limito a sentir el tacto áspero de la cuerda sobre mí, el dolor en mis muñecas e incluso en la mis labios y mejillas que soportan la fuerza de la corbata- Sobretodo hoy.-comienza a hacer lo propio con la otra pierna con otra cuerda-cuando teníamos una buena noticia que celebrar y estaba de buen humor-Acaba y de nuevo saca otra cuerda mucho más fina que las anteriores. Parece un mago. Toma mis pies y coloca planta contra planta. Une mis dedos entre sí con la cuerda, obligándome a quedarme totalmente abierta. Cuando acaba coloca su mano contra mi monte de venus y yo respiro angustiada-Pero has decidido otros planes, ¿No putita? Y quién soy yo para negártelos. –baja su mano y da una ligera pasada que demuestra que estoy algo húmeda. Y me quiero morir porque no sé qué es peor.
Con esas da una palmada a mi monte de venus y se alza de nuevo mirando su obra. Intento retorcerme y cierro los ojos de pura vergüenza. Estoy totalmente desnuda de cintura para abajo y él me observa con parsimonia.
-Pensé que tendría que estimularte algo-murmura mientras lleva de nuevo sus dedos a mi coño-pero mejor que mejor.-hunde un dedo en mi con facilidad y levanto las caderas lo que me permite las circunstancias. Solo bombea un par de veces y gimo. Para y rebusca algo en su otro bolsillo. Lo miro con ojos entrecerrados. Saca algo dentro de su palma-¿Tienes curiosidad?-sonríe socarronamente pero me mira atento esperando la respuesta. Asiento en silencio-Esto-y veo que lo coge entre el índice y el pulgar.- ¿Sabes lo que es?-lo miro atenta pero ni idea. Es una cosa pequeñita, de color rosa. Niego con la cabeza y él sonríe más-Está bien. Parece muy poca cosa ¿verdad? –entra con mucha facilidad de lo húmeda que estoy, y la introduce bien profundo. Luca se alza y se aleja de mí y yo me quedo muriéndome en el sofá. Sin más toma un pequeño mando que descansaba encima del escritorio. Aprieta un botón y obtengo una sacudida mientras grito fuerte. Esa pequeña cosa ha empezado a moverse como si estuviera viva y para colmo ha soltado una especie de descarga eléctrica. Es como si un dedo se moviese dentro de ti a mucha velocidad y además te lanzase chispazos de electricidad que se transforma en fuego entre las piernas. Miro aterrorizada hacia él mientras me sigue sonriendo –Se llama bala. Vais a ser buenas amigas.