Todo lo que nunca hice bien 3

Tira y afloja

-Urs, ¿qué vienes a lavarte las manos?-le pregunto con suavidad mientras escondo el temblor de las manos detrás de mi cuerpo

Luca está tenso, no se atreve a mirar directamente a la niña. Quizás se sienta sucio.

Ella asiente tensamente, como si se diese cuenta de que no es el mejor momento y mira de uno al otro. Intento poner mi sonrisa más dulce y supongo que parezco un payaso maligno, pero a Úrsula parece convencerla porque finalmente sonríe y dice:

-A dejar a Blanquito descansando también.

Lo azota contra la cama sin ningún cuidado. La cojo de la mano y la dirijo al baño, no le miro. Ni siquiera puedo mirarle.

-¿Así que se queda ya con ese nombre?

-¡Si! Tenemos que buscar ahora a la señora blanquita.

-¿Y eso?

-Dice que está triste

-No será que quieres otro amigo tú, tramposilla.- Le digo mientras la aúpo para que se lave las manos

Ella se ríe pero no me dice ni que si ni que no. Ambas sabemos la respuesta. No puedo dejar de mirarlo por el rabillo del ojo. Él está apoyado contra el banco, observando la escena, con parsimonia y tranquilidad inhumana. Si se metiera en el baño no cabríamos. Joder, es grande, ocupa todo el hueco de la puerta.

-Lávalas bien-la advierto, porque siempre moja la yema de los dedos y sale corriendo hacia abajo. A veces se lo perdono, pero hoy no. Hoy no perdono nada.

-Más jabón-me pide y la inclino un poco más para que alcance. Después pone las manos debajo del agua y las restriega con ganas

-Venga duendecillo, ya estas lista.

La poso en el suelo, se seca las manos y sale corriendo. Yo mientras, y con la mayor rapidez posible, me lavo las mías. Cuando acabo me enderezo y sin todavía atreverme a mirarle a los ojos intento sobrepasarle. Su cuerpo no me deja espacio y supongo que soy muy ilusa por pensar que va a dejar las cosas así. No quiero tener que levantar la cabeza y mirarle, porque solo voy a ver victoria en sus ojos y me arde el cuerpo de rabia. No es justo. No es justo que un tipo al que odias sepa leer tu cuerpo tan bien. Aborrezco el que simplemente chasquee los dedos y yo esté bailando al momento y solo pare para preguntarle si más lento o más rápido. Me siento sucia y terriblemente enfadada conmigo misma.  Por todo eso y por primera vez no le enfrento, pero Luca simplemente espera paciente y quieto, sabiendo que tarde o temprano voy a intervenir. Bien, mejor antes que después.

-Quita tu culo de ahí. –mis ojos están fulminando su camisa impoluta

Sueno tan brusca y seca que si fuese cualquier otra persona habría salido corriendo.

-Mírame

Aprieto los puños, no solo porque me está obligando a hacer lo que justamente no quiero sino porque cada vez que habla es una orden, una presión, un jodido juego. Y bien, si me negaba a mirar él no me dejaría pasar y como premio se regodearía en que estoy avergonzada y enfadada. Si le miro, no solo salgo por fin de esta situación intratable y tensa, sino que además me enfrentaré un poco a mis demonios.

Tengo que aclararme con que hacer.

Levanto la cabeza sin dudarlo y le miro sin verlo, intentando mantener la cara inexpresiva. Mi objetivo es que no se me tiñan las mejillas de rojo. Al contrario de lo que había pensado en un momento no tiene ninguna sonrisa canalla planchada estúpidamente en su rostro, solo me observa atentamente y me obligo a prestar más atención.

-¿Qué odias más, qué consiga hacerte suplicar en menos de cinco minutos o qué hasta la próxima vez solo vas a poder pensar mí y en las ganas que tienes de repetir?

-Más quisieras.

Avanzo esperando que ya haya terminado de soltar mierda por la boca. He tenido suficiente de él por el resto de mi vida, y realmente esto acaba de empezar. Parece que me va a dar el respiro que necesito porque me deja espacio para pasar.

-Lo primero ya lo hemos comprobado.-susurra cuando estoy a su altura.-Para lo segundo solo necesitamos un par de minutos más.-me guiña un ojo y yo simplemente escapo de ahí.

Cuando llego a la cocina, aún me tiemblan un poco las manos, y no sé si  es de rabia o de nervios.

-Joder, pensé que os había tragado un agujero negro allá arriba-bromea Toni cuando entro. Está sentado tan tranquilo en una de las sillas de la mesa.

Simplemente me encojo de hombros y comienzo a ayudar a Ana, que ya termina con los paseos de ida y venida de la cocina a la mesa de madera del salón. Quiero a Toni, de verdad, pero es demasiado vago, en todo.

Mi amiga me mira interrogante, y me da la sensación, aunque sea imposible, de que tengo tatuado en la cara todo lo que ha pasado arriba.

De todas formas cierro la boca, desfrunzo el ceño y le doy una sonrisa. Ella me mira como si fuera un aguilucho a punto de cazar a su presa. Sabe que algo pasa y no parará hasta encontrar la verdad.

La verdad es muy perra.

Agarró las cuatro copas que descansan sobre la mesa de granito de la cocina, no veo nada más a mano, y voy un poco insegura hacia el pasillo. Tengo las manos pequeñas desde siempre y los dedos a juego, así que voy haciendo algunos malabares. Luca se cruza conmigo sin mirarme, ni yo a él. Somos buenos en hacer eso.

-Ana, ¿te echo una mano?

Ella aparece por el pasillo con una sonrisa.

-Por supuesto que no, a sentarse a la mesa.-dice mientras señala hacia la entrada del salón, por donde acaba de salir- Toni, coge el vino. Y tú,- me amenaza mientras me adentro de nuevo hacia la cocina,-señorita, a sentarse también. Ya está todo hecho. Yo voy a por mi obra maestra-me guiña el ojo sonriente.

De todas maneras me encamino hacia la cocina, porque sé que siempre se dejan algo, son demasiado despistados. Que no quiere decir que yo no, también soy un desastre, pero tres desastres hacen más que dos, aunque no siempre hagan mejor trabajo.

Alguien me agarra de la parte superior del brazo.

-Acaba de decirte que vayas al salón.-Luca, está empeñado en tocarme los huevos a fondo.

Intento soltarme, pero sus dedos no ceden en lo más mínimo.

-¿No eres capaz de cumplir una sola orden?

-¿No eres capaz de echar cremallera a la boca y no decir ninguna?

Ha sonreído, lo acabo de pillar, pero eso no quita que me arrastre contra mi voluntad hacia el salón. Luego como si fuera una niña aparta una de las sillas y me sienta bruscamente. Antes de tocar con el culo en la madera ya estoy intentando levantarme.

-Oh, no-sus dos manos se anclan a mis hombros y ejercen la suficiente fuerza como para que me tenga que sentar. Se queda detrás mío, con las manos sobre mí-vas a quedarte aquí quieta.

-¿Eres incapaz de dejarme en paz?

-Lo vas captando

-Este no es mi sitio-y no lo es, acabo de apropiarme del de Urs.

-¿Y cuál es entonces?

De nuevo intento ponerme en pie, sin ninguna maldad. Solo quiero sentarme donde siempre.

-No te he dicho que te levantarás

-Vete a la mierda. –le suelto mientras me alejo de sus manos y apoyo un codo en la mesa y la cabeza sobre la mano.

Me cabrea que con la fuerza sea capaz de controlarme tanto, pero no voy a pelear con él por ello, dejaré que las cosas sigan su curso, como que aparezca Urs y se ponga a chillar histérica porque le he quitado lo que es suyo.

-Yo digo que si tiene este plato con dibujos este sitio es el de nuestra ahijada. Dando por verdad eso, lo normal es que a su lado se sentase su madre, o su papa, pero conociéndote y sabiendo lo meticona que eres, supongo que te sentarás tú y la atenderás. Por tanto, este es tu sitio, ¿no?-dice mientras se apropia de lo que es mío.

Gruño y estoy a punto de replicarle cuando entran en juego Ana y Toni. Decido esperar.

Ana coloca el pollo encima de la mesa, tiene una pinta estupenda la verdad.

-¿Y ese cambio?-pregunta mientras nos señala

Urs aparece corriendo por la entrada.  Sonrío diabólicamente y espero el drama de una forma ansiosa, sobre todo cuando veo la cara estupefacta de Úrsula. Estoy emocionada. La niña está abriendo la boca para protestar indignada, pero Luca se adelanta a todo ello.

-Pensé que ya que somos cuatro adultos y una princesa-mira atentamente a Urs, intentándosela ganar-La princesa debe presidir la mesa, como en los cuentos de hadas. –señala hacia la única silla libre

Miro la cara de la niña, esperando a que estalle, a que no se trague la tontería que la acaban de soltar. Está tensa, primero un poco mosqueada pero de pronto sonríe y pregunta

-¿En todos los cuentos de hadas? Mamá nunca me lo había dicho

-A mamá se olvidan muchas cosas-contesta Ana por Luca

Y así ha ganado de nuevo. La niña está sentada a mi izquierda tan sonriente, sintiéndose la princesa que quiere ser, a mi derecha tengo al bufón de turno, enfrente a la reina y a su lado el rey. ¿Quién cojones soy en este cuento?

Una mano de Luca viaja hacia mi pierna de forma posesiva. Se ancla a mi rodilla y aprieta algo. La intento apartar sin mirarle. Le agarro de la muñeca fuerte. Mis dedos no la abarcan.

Ah, ya.

Yo soy la esclava.

Al final y dado que hay dos botellas de vino, todos desistimos del agua. Tengo el estómago revuelto porque la mano de Luca sigue colándose a veces hacia mis piernas, aunque le haya intentado apartar con peñizcos sobre su brazo y patadas a las piernas. Si le hago daño, disimula muy bien, porque mantiene la conversación tan tranquilo. No me estoy cortando nada, aprieto con todas las fuerzas que tengo. Él solo se aparta cuando lo decide, como si se tratase de una niña caprichosa a la que se le está dando una lección. No es por ser caprichosa, no quiero que sus manos estén sobre mí.

Casi no he comido nada del trozo de pollo que me he echado, y eso que está buenísimo, ya hemos pasado de las felicitaciones a la cocinera. Creo que si meto algo al estómago lo devolveré casi directa, así que a lo único que me dedico es a beber sorbo tras sorbo de vino.

La conversación de la mesa ha derivado a temas tan aburridos como el banco de Luca y el trabajo de Toni como pintor, así que decido a animar un poco a Úrsula que está más callada que de costumbre contemplando a nuestro invitado.

-¿Qué tal en el cole?

La niña me mira saliendo del trance en el que estaba

-Tuve que hacer un dibujo de la Bella Durmiente

-¿Y eso?

-Porque la profe me dijo que pintase mi peli preferida. Y claro, yo no sabía que pintar porque también me gusta las otras princesas. Pero…¡Aurora es la mejor!-dice mientras levanta el brazo y sujeta el tenedor de plástico en alto. Parece a punto de salir a una manifestación

Me rio por lo bajo, por el ímpetu que siempre pone a todas las cosas

-¿Y por qué? Anastasia también está muy bien, o Jazmín.

-Pero no hay príncipe azul.

Supongo que me ha rebatido totalmente. Al menos hasta que crezca y se dé cuenta que el único príncipe azul que va a conocer es el de su película favorita.

Bebo otro sorbo de vino y noto que se ha acabado, tanto de mi vaso como de la botella. Me levanto sin previo aviso y todos me miran.

-Voy a por la otra botella.

Creo que me he bebido como la mitad de la primera, pero no les doy tiempo a que me digan nada. Bebo porque me siento más relajada y soporto mejor que a mi lado esté un tío gilipollas. Por eso y porque como no puedo comer, algo tengo que hacer sentada en a la mesa.

Estoy sacando la otra de vino cuando noto que alguien entra en la cocina. Luca me la arrebata sin contemplaciones.

-Solo te lo voy a decir una vez-suena amenazador, pero me siento suelta, lista para tocarle los huevos, metafóricamente-no más vino para ti.

Me rio suave, porque de verdad parece tomarse en serio el juego este que está llevando a cabo.

-Claro papi

Cojo el sacacorchos, dándole la espalda.

-Cat-me agarra la barbilla volviéndome y centrando mi atención en él-si sigues bebiendo te voy a castigar.

-A ya-le aparto con un movimiento brusco, después me río en su cara-no te preocupes lo meditaré después en una esquina.

Le arrebato ahora a él la botella y me dispongo a quitar el corcho, apoyándola contra la mesa. Unas manos se colocan a cada lado de mí.

-¿recuerdas lo que paso allá arriba?-acaba de susurrarme contra el oído, tan cautivador que me estremezco. Hace la pausa suficiente para que mis mejillas se tiñan de rojo.- ¿Sabes qué hago con las niñas malas en esa situación?

Sé que es una frase que está muy en cliché, pero para mi desgracia estoy contenta por el vino y mis bragas acaban de mojarse. Una mano recta desde mi abdomen, entre mis tetas, se enrolla en mi cuello. No la detengo. Mis manos han dejado de funcionar y estoy estática. Alguien respira fuerte y como no, es el aire saliendo de mi boca.

Primero acaricida con los dedos mi piel, pero después aprieta lo suficiente como para alzarme la cabeza de forma que mi pelo cae y deja desprotegido mi oído. Su respiración choca contra esa zona y mi piel se ha puesto de gallina. Me gusta este juego y con el alcohol puedo olvidarme más fácilmente quien me está sujetando y diciéndome esas barbaridades. Se aprieta contra mí, de forma que noto en la parte baja de mi espalda lo duro que está.

-¿Qué crees que hago con ellas, gatita?-susurra de forma ronca sobre mi oído descubierto

Su voz es erotismo para mis odios. Quiero que siga hablando, o que deje de hablar y empiece a actuar. Restriego mi cuerpo contra él, o mejor dicho contra una parte muy dura de él. Es una forma de ponerle a prueba, de llevarlo más allá, de que rompa de una vez ese control. Quiero sacarlo de sus esquemas, como el me saca de los míos. Desesperarle, jugar con ello.

Él se arrima aún más, arrinconando mi cadera contra la mesa e impidiéndome moverme

-Tienes ganas de jugar zorra.

-Lo dices como si tú no

-Yo nunca lo he escondido-ahí, una acusación clara. Vuelvo a mover las caderas contra él con el poco movimiento que me permite-Te gusto lo que pasó arriba

No lo estaba preguntando pero asentí convencida. Mi cuerpo lo había disfrutado y si hubiese sido cualquier otra persona del planeta estaría mucho más calmada. Luca era mi droga, mi punto flaco en la vida. No quería tener nada que ver con él, pero cuando estaba cerca yo orbitaba a su alrededor. Él solo se limitaba a decirme cómo hacerlo.

Sus labios recorren mi hombro hasta mi cuello, justo debajo de mi oreja. Intento girarme para afrontarlo de cara, pero no me lo permite. No voy a permitir quedarme atrás esta vez, así que como puedo cuelo mi mano entre nuestros cuerpos y le rozo con insistencia sobre el pantalón. Con facilidad detiene mi atrevimiento y encierra entre sus dedos mi muñeca.

-¿En qué momento te he dicho que hagas eso?-muerde con fuerza mi cuello. Advertencia animal.

Gimo disgustada

-Quiero hacerlo

Se ríe con suavidad

-Me da igual lo que quieras hacer o lo que puedas. Ahora ya no depende de ti.

Intento soltarme porque ese tipo de comentarios me molestan. Esa prepotencia, esa actitud de todo controlado.

-Volvemos a la lucha gatita. Das un paso a delante y ochenta atrás. Y no soy paciente.

-Que te jodan

De repente estoy contra la mesa de madera, con el culo hacia él y mi pecho apoyado contra ella. Me sujeta con firmeza por la nuca. No ha soltado la muñeca y sigue estando a mi espalda.

-Estás siendo una mala chica de nuevo, y no me has contestado a la pregunta, ¿qué crees que voy a hacer contigo?

No sé lo que cree él, se lo que quiero yo. Ahora.

-Qué tal follar.

Bien, media botella de vino me vuelve salvaje. No nos engañemos, Luca saca la parte más animal de mí. No hay educación entre nosotros, ni trato humano, solo quiero arrancarle la ropa y follar con fuerza y luego matarlo a golpes. A veces solo lo segundo.

-Puede

Gimo satisfecha con su contestación. No estoy loca, sé que ahora no es el lugar ni el momento posible, pero quiero sacármelo de la piel cuanto antes. Llevamos tanto tiempo con esto que creo que la única salida es que jodamos en la cama, o en el lugar que sea. Después igual consigo no mojarme tanto cada vez que diga una de esas gilipolleces, al ver que no es tan bueno como me lo imagino.

-seguramente si-parece que acaba de contestar a lo que estoy pensando, pero él no ha oído nada de mis maquinaciones, así que simplemente sigue con la respuesta-pero si bebes más vino no solo te zurraré, sino que no te correrás, y da igual lo mucho que me supliques esta vez.

Sé que suena decadente, increíblemente machista y profundamente gilipollas, pero me late el corazón y el centro de mis piernas y no puedo evitarlo. Yo misma estoy acallando mis pensamientos más racionales.

-¿eso es lo que haces a las chicas malas? Porque bien, entonces ellas son estúpidas.

Suelta mi cuello y mi muñeca, y yo me yergo. Toma el sacacorchos y la botella para hacer el trabajo de una vez. Sin embargo sus brazos quedan a mi alrededor y no puedo salir, solo miro como trabaja con maestría.

-¿estúpidas?-solo dice eso, esperando a que comience la explicación

-Si tú no las haces correrse, ¿quién les quita de conseguir ellas mismas su premio?

Siento la sonrisa en su cara, esa sonrisa de autosuficiencia.

-Es un poco difícil cuando están atadas a la cama.-Bien, soy como una antorcha ahora mismo, o dos antorchas, tengo fuego en la cara ¿Quién pensaba que iba a contestarme algo como eso? Atarlas a la cama, puedo imaginármelo sin problemas. El capullo no ha acabado con su declaración y añade con lentitud-aunque a veces, si se están portando muy bien las perdono y las dejo correrse restregándose contra mí.

Se aparta, llevándose consigo botella y sacacorchos. Yo no muevo ni un músculo, bueno me he quedado anonadada y las imágenes corren por mi cerebro como una película a cámara rápida. Ha sido como echar gasolina a una hoguera. Finalmente me obligo a cerrar la boca y darme la vuelta para volver al salón. Luca ya no está en la cocina. Cuando entro se están riendo. Me siento sin hacer ningún ruido o comentario y él comienza a servir el vino. Echa a Toni, a Ana y se inclina hacia mí

-¿Mas vino?

No contesto, solo agarro la botella de agua de Urs. Pero el juego no ha acabado, o eso me digo.