Todo lo que nunca hice bien 20

Todo principio tiene su fin y todo fin vuelve al principio.

Es ese momento en el que los pies se tambalean, hace frío, tienes sueño y solo quieres encontrar tu cama y hundirte en ella. Justo el preciso momento por el que estoy pasando ahora, salvo que tengo un brazo envuelto a mí alrededor, como si fuese gancho de unión al mundo.

-Vaya pedal llevas, Rouge-entre las tinieblas de mi mente su voz se cuela en un tono medio molesto, medio divertido.

-Tienes suerte-soy de esas que por muy alcoholizada que esté la pronunciación es bastante adecuada. -así vas a poder hacer lo que quieras conmigo.

-¿Y sino no?-pregunta juguetón

Cuando paramos en seco no me decido en si llevamos horas caminando o unos míseros minutos. Supongo que el coche de enfrente es el suyo. Espero que no le dé por cometer ningún acto criminal, no estoy para impedir nada.

Me río imaginándome la situación y de mí misma por pensar en esas gilipolleces.

Las luces de desbloqueo ciegan un poco mis pupilas dilatadas. Dani me abre la puerta y me ayuda a meterme en el coche con cuidado, muy caballeroso. Una vez sentada cierra y da la vuelta por delante.

-Has tenido suerte.-dice mientras toma su posición como piloto. -No te imagino tal y como estás ahora montada detrás en la moto.

Así que el muchacho tenía una moto. Le observo arrancar el coche y me planteo por primera vez su edad.

-¿Cuántos años tienes?-le asalto.

Se ríe maniobrando para salir de la zona de aparcado.

-¿Qué talla de sujetador usas?-contraataca

-Ya me las has visto, juégatela

-95

Niego con la cabeza exageradamente.

-Está bien, 90, no bajo más

-No hace falta que lo hagas... ¿90 años entonces?

-No

-Ya decía yo que te conservabas muy bien

-Veintidós

Agarro la manilla de la puerta del susto, dispuesta a tirarme fuera.

-Es broma ¿verdad?

-¿Tienes algún problema?-y suena oscuro, amenazante.

Le recorro la parte del cuerpo que alcanzo a ver y su hermético rostro. Es imposible, imposible que ese pedazo tío sea tan joven. 22 años...es casi un niño y yo una asalta cunas. Con mis veintisiete soy una vieja a su lado.

No puede ser.

-Es broma-me reafirmo intentando tranquilizarme y oír de una vez que tenía sus treinta años.

Sus cejas se alzan en un claro signo de reto, un poco hastiado. Sus manos giran el volante con suavidad y firmeza.

No es que parezca mayor, es por como habla, por sus expresiones corporales. Muestran que lo tiene todo en control ¿Qué niño de 22 se mueve así?

-Rouge, suelta la manilla. No sabía que eras tan dramática.

-Me bajo aquí-le confirmo de pronto.

Noto como aprieta las manos contra el volante.

-En serio, Dani, frena, quiero bajarme

De pronto pega un frenazo, un coche detrás de nosotros, uno de los pocos que hay en la soledad de las carreteras a estas horas, nos regala una sonora pitada y sigue de largo, rebasándonos. Ha parado en medio de la carretera en el carril de la izquierda. En el puto medio, diría mi padre.

Me dispongo a salir, cuando noto que la puerta está bloqueada. Suelta el volante, pone el freno de mano. La luz de las farolas está algo alejada del coche, lo que nos hace quedarnos bastante a oscuras. Tiro de nuevo de la manilla buscando abrir la puerta.

Dani se inclina hacia mí, colocando su palma abierta contra mi ventanilla, dejándome encerrada entre su cuerpo, el asiento y la puerta bloqueada.

-No se va a abrir.-me confirma-No sé qué problema tienes con mi edad Rouge, pero va a ser la última vez que discutimos este tema.

Creo que este tema ni ningún otro. De nuevo un coche pasa y nos pita al tener que adelantarnos por la derecha.

-¿Tenemos que hablarlo aquí?-pregunto mientras sigo con la mirada al culo del último vehículo.

-No voy a dejarlo pasar ni un minuto más.-su mano libre va a mi rodilla y asciende con calma hasta mi entrepierna. Está bastante descubierta, esta noche había decidido ponerme una falda oscura y unos simples medias.- ¿Te parezco joven?

Explora con comodidad, con experiencia presiona y fricciona la palma de su mano y no es que eso sea poco excitante, pero realmente lo que me vuelve loca es la promesa que esconde detrás. Mi cuerpo se inclina con voluntad propia, dejando más espacio para sus juegos. Cuando se cansa del contacto externo busca la entrada y se cuela dentro de mis bragas.

-No creo que sea un buen lugar...-murmuro indecisa echando un leve vistazo alrededor.

-Rouge, olvídate unos segundos del mundo, de lo que debe ser o no, lo que está bien y mal. Quiero que mires más allá, que confíes en mí y te dejes llevar. No veo dónde la edad puede influir en que quieras saltar de un coche en marcha.

-Eres demasiado joven-digo sin argumentar

Un dedo se cuela en mi interior y sus caricias hacen que le rodee humedad. Me giro hacia su cara, totalmente enfocada en la mía. Sus ojos volcados sobre mis expresiones, bebiendo de ellas, reaccionando a cada movimiento que hago.

Es abrumador y totalmente excitante.

-¿Demasiado joven para qué?

Y supongo que ahí es cuando me hace jaque al rey y yo le doy un manotazo lanzando el juego lejos para tirarme sobre la mesa y ofrecerme a hacer otro tipo de entretenimientos. En el coche reacciono inclinándome buscando un beso. Un beso que me maree aún más y me haga olvidarme de lo que estoy haciendo de nuevo, como el borracho que camina sobre el borde del puente, sabiendo que sobrio no tendría el valor de estar ahí y por eso toma otro trago directo de la botella.

-No quiero volver a oír el tema, ¿entendido?- asiento cerca de su cara, esperando por el beso que busco, que necesito.

Su mano para de pronto todo el show que me estaba regalando y la lleva a mi boca entreabierta para introducir el dedo. Chupo sin que me lo ordene. Una vez que lo limpio su boca devora la mía, como preocupado de que el sabor se difuminase en mi paladar. Besa con una delicadeza agresiva que no se explicar muy bien. Es una sensación en la que me siento regidora del beso pero en la que parece que el que decide los movimientos es él.

Nos separamos porque él se separa y me inclino por más de una forma que si estuviese totalmente en mis cabales me habría parecido desesperante y hambrienta, lo cual me hubiese llevado a ruborizarme. El alcohol y el par de caladas a la marihuana hace que suene un pequeño jadeo de ansia que es todavía más triste, pero Dani, serio a mi lado, me toma la cara para mirarnos.

-Cuando lleguemos a mi casa.

Con esas se aleja totalmente. Me doy cuenta de que el espacio a mi alrededor huele de pronto distinto, como más vacío, menos picante, más normal y me desinflo como un pez globo.

Sus manos vuelven al volante y al cambio de marchas. El viaje en coche es un trayecto corto lleno de rectas interminables, al menos eso me ha parecido. No me ha dado tiempo a pensar en nada cuando noto que aparcamos en un garaje y la cara de Dani me incita a bajar del coche. En un principio no quiero. Me siento segura, caliente y cómoda en este lugar, pero cuando él se baja el sitio me parece demasiado agobiante y antes de que llegue a la puerta del copiloto para razonar conmigo, ya estoy dando unos pasos vacilantes sobre el suelo. Huele a garaje, un olor que siempre me gusto de pequeña pero que ahora me parece insulso al lado del de Dani. Me pego a él intentando captar más de su esencia y porque mi movimiento en eses, aunque no se note demasiado, me parece que existe y es incómodo.

-No deberías beber tanto

-No debería meterte en la vida de desconocidos

Nada más que lo digo me arrepiento. Me va a meter lo que viene siendo su sexo en todo el mío en un par de minutos. Creo que desconocidos totalmente no somos, de todas formas escarbando un poco en mi pecho me doy cuenta que no me gusta no saber nada de él y aunque al principio es excitante lo misterioso, con el tiempo se vuelve un poco tedioso y aburrido. No queriendo llegar a eso le bombardeo de pronto con un montón de ideas desconectas buscando que se haga una idea de mí en aproximadamente un minuto

-Mi plato preferido son los espaguetis con tomate y queso, pero los que hacía mi abuela porque a mi madre siempre le salían fatal, mi primera palabra fue huevo sin ninguna explicación más allá que mi garganta decidió copiar a la de mi padre un día alrededor de la mesa de la cocina, mi peluche favorito se llamaba Z y era un oso blanco gigante dispuesto a luchar a mi lado para siempre. Mi primera pelea fue con una chica que pretendía quitarnos la comba a las demás, la tiré del pelo con rabia y luego nos castigaron a ambas sin recreo, mi primer diente de leche desapareció en algún momento sin que el ratoncito Pérez decidiese traer nada, con la insistencia y protestas al segundo trajo el doble, por ambos y el tercero normal. Creí en los reyes magos hasta la tierna edad de los seis y hubiese seguido de no ser por la misma niña estúpida que a los cuatro le arranqué algún mechón de pelo. Llevo viviendo toda mi vida en Madrid, primero en una casa bastante grande con mi hermana mayor Marga y mis dos padres, que más que padres se traían el rollo de padres amigos, producto de tener una niñez en plenos años hippies. Mi primer novio se llamaba Pablo y medía sus 2 metros, le gustaba el jazz y era de ese tipo de personas que tienes el aura tranquila con el que parece que vives en una taza de té continua. Me gustaba, se mudó a Barcelona y yo a otro barrio. Las distancias rompieron la relación, pero de vez en cuando seguimos escribiéndonos con añoranza. No hicimos el amor pero me imagino que eso es lo que hubiésemos hecho si hubiésemos estado más preparados. La segunda casa era más pequeña, mi madre se empeñaba en decir que era más coqueta, mi padre no dejaba de arreglar desperfectos y mi hermana pasaba por esa edad en la que todo es una mierda, sobre todo cuando el trabajo nos obliga a mudarnos y dejar atrás tu instituto y tus amigos en él, porque si no supongo que Marga no le importaba una casa u otra. A mí me gustó más la nueva, pero más que por la casa fue por una de las vecinas, una niña más o menos de mi edad que se convirtió en mi mejor amiga. Fraya era la hija de una mujer rusa y padre desconocido que sobrevivían en el piso de abajo. La madre trabajaba de limpiadora en los alrededores lo que produjo que muchas noches Fraya cenase en mi casa, donde las cosas eran un poco difíciles pero aún nos daba para prepararnos buenas comidas. Era una niña tímida y bastante guapa, con una imaginación enorme lo que acompañaba a la mía y a mi oso Z. Perdí el contacto de nuevo cuando ascendieron a mi padre y dejamos el barrio. No la vi hace mucho. Me dijo que se había casado y que tenía dos lindos niños. Se la veía feliz y yo con ella. Fui a la universidad más por la presión de mi padre que por mi propio interés. Filología inglesa me resultó más sencilla de lo que dudosamente pensaba al principio y cuando acabé, Marga, con su ya terminada carrera en Derecho, me puso en contacto con el periódico de tu amigo porque en ese momento tenía un pequeño affaire con mi ex jefe. Cuando cortaron pensé que me echaría, pero debió de cogerme cariño. El trabajo me permitió comprarme una casa para mí y dar un pequeño empujón a la economía de mis padres. El resto es paja e historia.

El ascensor se ha parado y salimos a la decimocuarta planta dejando atrás todo ese conjunto de palabras soltadas al aire. Me siento distinta, dejando algo que no tengo muy claro que es en aquel ascensor.

-¿Te sientes mejor?-me pregunta

No tiene ni idea. No le contesto y él no parece preocupado por ello, solo abre la puerta y me invita a pasar. Lo hago sin dudar, sin miedo, como si hubiese entrado mil veces. Hace un calor que me indica que la calefacción es bien recibida y pagada. Me dejo envolver por ella deshaciéndome de los últimos temblores producto de la noche fría de Madrid y me quito el abrigo. Observo a mí alrededor porque es digno de echar un vistazo.

Es un piso elegante, sobrio y claramente masculino, con las paredes de una azul oscuro que lo hace íntimo y misterioso, como su dueño. Unos ventanales muestran unas vistas increíbles de las calles de Madrid. Las personas abrigadas corretean de un lado a otro con prisas.

-Es una vista magnifica-digo impresionada

-Sí, de dioses. A veces solo me siento delante y observo a la gente abajo corriendo de un lado a otro.

Me lo imagino con un cigarrillo en la boca, un whisky en la mano, hundido en uno de los sillones de cuero del salón, con una sonrisa enigmática en los labios.

-Suena algo perturbador- me aventuro a decir

Se ríe a mi espalda mientras noto como me rodea las caderas con sus brazos.

-Estoy un poco perturbado-dice simplemente

Vaya manera de ponerme en sobre aviso. El silencio resulta un poco incómodo después de esas palabras, supongo que si le conociese más sería una buena broma. O no.

Noto que se aparta de mí mientras yo sigo mirando abajo.

-¿Quieres tomar algo?-estoy a punto de pedirle una copa de vino cuando añade- ¿Agua, zumo…?

Claramente no me va a dar ni una gota más de alcohol y no sé si agradecérselo o no.

-No, gracias-digo rendidamente

-Bien, yo voy a servirme algo, ya que me llevas ventaja.

Le oigo alejarse hacia lo que supongo que será la cocina, pero no me giro. Las luces apagadas crean un ambiente íntimo producto de la escasa entrada de luz que la ciudad ejerce a través del cristal. La ventana delante de mí refleja mi rostro. No quiero observarlo, así que me obligo a seguir mirando más allá. Eso no quita que mi mente comience a martillearme con preguntas moralistas. No estoy segura de hacer lo que obviamente hemos venido a hacer. No por falta de ganas, sino por falta de costumbre.

-No puedo imaginar otra cosa que no sea follándote contra ese cristal.-su voz me sorprende tanto que salto.

No le había oído aproximarse y está casi pegado a mí, noto el calor a mi espalda. Intento mirarle a través del cristal, porque el espacio no me da para ponerme de cara. Está medio escondido detrás de mí, pero contactamos ojos.

Su mano va directa a mi entrepierna, sobre la falda aún, pero no muestra duda. Es seguro, mortalmente seguro mientras yo ya comienzo a temblar de una forma irrefrenable, producto del deseo.

-¿Me has echado de menos?-lo susurra contra el cuello, perdido entre mi pelo. No sé qué contestarle, no sé si quiero hacerlo.-Mi coño seguro que me ha echado de menos-aprieta la palma de su mano contra él y no se me escapa el determinante posesivo de su frase. –Pon las palmas de las manos contra el cristal. Arriba, eso es. –Me hace colocar con una de sus manos los brazos por encima de mí, estirándolos.-Estás muy callada hoy, Rouge.

Es observador también. Maldito hombre. Encima es un crío. Suspiro contra el cristal y decido ser franca.

-Estoy asustada.

Su mano deja mis muñecas y van a mi pelo, tirando hacia atrás hasta hacer que nuestros ojos se encuentren.

-No lo estés, pararemos cuando quieras.-promete

No lo ha entendido, pero tampoco voy a explicarle nada más.

-En realidad-susurra soltándome la melena y alzándome la falda de un fuerte tirón-estoy algo enfadado contigo.-sus manos van a mis nalgas, las acaricia con la yema de los dedos.

-¿por?-le pregunto inclinándome por más y a la vez confusa.

-Has sido un poco escurridiza hasta ahora.

-¿Y eso te molesta?

-Me molesta cuando me llamas a la una de la noche y acabo yendo a buscarte a un bar donde te encuentro sentada en el medio de dos tíos

Me río interiormente porque noto algo de celos en esa frase y porque es curioso que no se haya percatado de que Gabi y Fran son pareja. Yo solo soy su mejor amiga.

El azote que me propina es tan fuerte como inesperado y me aplasta contra el cristal. Intento cubrirme al momento, desobedeciendo la orden de las manos arriba. Las toma y coloca de nuevo en su sitio con una de las suyas.

-Quieta, quieta. –es una advertencia soltada a través de una sonrisa. Enreda su mano en mi pelo- Tienes un color precioso-parece que incluso lo dice en un suspiro soñador. -mmmm Rouge-murmura contra mi oreja en un ronco suspiro

Acaricia mi cuerpo con dulzura, arrastrando las palmas de sus manos por el borde de mis caderas hasta debajo de mis pechos. Es relajante, lento, erótico.

Sus dientes toman la parte superior de mi oreja y la lengua hace un pequeño recorrido por mi piel. Me estremezco.

-Increíble como hueles, framboise et roses-sus manos comienzan a bajar la cremallera de la falda-Me vuelves loco.

Me pongo en marcha con mi propia camisa bajo mis órdenes desabrochando los primeros botones mientras me vuelvo hacia él. Veo el fantasma de una sonrisa en su cara pero principalmente hay un claro signo de lujuria animal, de fuerza. Sus ojos brillan como si estuviese ebrio y la mandíbula marcada me muestra la presión que están ejerciendo sus dientes, como claro signo de control. No quiero que se controle.

-¿Te gusta lo que ves?- le digo coqueta, dejando al descubierto uno de mis hombros.

Da un paso atrás, como dejándome espacio para seguir con el juego que he iniciado. Me pierdo mirándole a los ojos, pero un chasqueo de sus dedos me llama la atención su mano alzada entre nuestros cuerpo que me indica claramente una dirección. Su sexo está hinchado contra su pantalón

-¿Tú que crees ma petite sorcière?

Me muerdo el labio inferior tentando, esperando no sobrepasar la línea delgada que el alcohol traza entre lo sexy y lo vulgar.

-Creo que estás deseando ver un poco más-murmuro reposando los hombros de la camisa sobre los codos y dejando al descubierto los pechos cubiertos por el sujetador.

Un relámpago de sonrisa me indice a continuar y comienzo a menear las caderas buscando que el material de la falda resbale sobre las medias. Me deshago de la camisa dejándola caer. La gravedad hace también su curso y la falda se arremolina en mis pies. Salgo de ella, aún en tacones. Le observo mirarme y parece que va a comerme, a devorarme y dios me muero porque lo haga.

Llevo las manos a la espalda dispuesta a deshacerme del sujetador.

-No-su voz es ronca, dura, pero perfectamente entendible- No te quites nada más. Da un paso al frente-Le miro confundida pero hago lo que me pide, sumergiéndome un poco más en la oscuridad donde él se esconde.

La luz de la ciudad proyectada sobre mi espada crea una difuminada sombra sobre el suelo. Dani camina hacia mí de nuevo, me rodea, sus pasos firmes suenan tranquilos sobre la madera. No me toca, pero el calor de su cuerpo vestido envuelve al mío como si fuese fuego. Su paseo se detiene cuando estamos cara a cara, nuestros ojos en contacto.

-Quiero que me pidas lo que quieres, nada de vergüenza, nada de miedos.

Le miro un poco impresionada por la fuerza con la que dice esas palabras. Mi punto de atrevimiento tiene muchos límites.

-Yo no sé...-me gusta ser sincera

Su boca envuelve mis palabras tragándoselas cuando sus labios chocan con los míos tan fuerte que me recuerda la fiereza con la que las olas impactan contra el acantilado. Lo había visto de pequeña, en una playa del norte, en Galicia. Me había quedado impresionada por su fuerza.

Tan pronto como el beso comienza, termina y mi respiración se vuelve agitada.

-Claro que sabes-me contradice, su postura firme, sus rasgos duros me excitan de una manera inexplicable.-Ahora dime.

¿Qué pedir? Es difícil expresar tus deseos más profundos, sobre todo cuando los confiesas a alguien que tiene la capacidad de cumplirlos.

-Quiero...

Todo el poder que recrea, toda la magia, la tensión sensual, hace que me palpiten las zonas erógenas del cuerpo al mismo ritmo desbocado que el corazón.

-Quiero que me domines.

Bien, creo que todo se puede resumir en esa pequeña frase.

-Quiero que me enseñes-completo mientras observo como su cara adquiere una expresión enigmática, entre sorprendido y satisfecho.

-¿Qué te enseñe a qué?-pregunta aún sin intención de tocarme.

-A complacerte

Observo la sonrisa sincera de su cara y siento que esto puede ser el principio de algo bueno.

CAT

Los golpes en la puerta de entrada parecen llevar un ritmo musical con el sonido del teléfono móvil. A mi cabeza le parece desolador. No me he atrevido en días a cogerlo entre las manos. Estoy escondida del mundo, de la gente y sobretodo de mí misma. En algún momento tendré que salir del capullo en el que me he envuelto del mundo. Mi manta parece ahora mi único refugio, cálido, acogedor y terriblemente pequeño. Sé que debo contestar en algún momento a las llamadas de Ana o Sonia.

Debo pero no quiero.

Cinco días de encierro y contando, porque todavía no he podido olvidar. Sigue estando sobre mí, como una sombra que atenaza con fuerza mi pecho. Noto la angustia hasta el punto de sentirme enferma, asqueada y terriblemente culpable. La carta de Mateo está sobre la mesita, delante de mis ojos, gritándome en medio del silencio que de pronto se extiende por la estancia. El grito del móvil queda lejos y las llamadas a la puerta se vuelven solo un zumbido lejano que escapa a mi sentido auditivo.

Me zambullo en un sueño lo suficientemente profundo, perdida entre aquellas hojas que me dañan desde lejos.

Dos días después me obligo a tomar el teléfono y dar un pequeño viaje a través de los mensajes de preocupación de mis posibles dos amigas. Las contexto a ambas casi igual:

Necesito tiempo, pero estaré bien. Del todo bien.

Besos

Omito el resto de ellos, que no son pocos, provenientes de la misma persona. Los borro sin leer, sintiéndome un poco mejor. Me levanto para prepararme algo de comer mientras presiono en la pantalla táctil, dictando la orden de llamar. No suena ni dos veces.

-Gatita...-suena aliviado

-Quedar, hoy a las siete en The Smoker-sueno ronca, ronca de no haber hablado en días

-Espera, estoy cerca de tu casa, nos vemos...

-No

No es un capricho, necesito un lugar público donde no pueda desnudarme, donde pueda sentirme respaldada por la gente. Cuelgo rápido y me preparo mi comida.

Tiene ojeras. Es lo primero que noto cuando lo veo acercarse de forma apresurada a lo lejos, por la misma calle donde yo espero, dejándome envolver por el frío aire del invierno, que me despeja la cabeza y me tranquiliza.

Dejo que me toque sin mi permiso cuando me agarra la cara por la barbilla con suavidad, buscando mis ojos. Supongo que en un claro intento de entender, de comprender, y de actuar en función de ese análisis.

-He estado...

-¿preocupado?-termino por él mientras me escaqueo de su mirada vigilante y me giro para entrar en el bar

En cuatro horas el sitio se iba a convertir en un hervidero de gente, da igual el día de la semana que sea, era un lugar popular para gente joven, con buenas cervezas y mejor música. Ahora, parecía solitario, con el camarero en la barra perdido en una televisión bastante vieja, dos hombre charlando suavemente en la barra y un par de parejas y amigos perdidos en las esquinas del local. Me dirijo hacia una mesa sin titubeos mientras oigo como Luca pide por ambos.

-Dos cervezas.

Tomo asiento y él viene con ambas jarras, se siente a mi lado, en vez de enfrente y quedo encerrada entre él y una de las esquinas, reversadas en madera, haciendo unión con el mismo banco sobre el que estamos sentados. Respira casi sobre mí. Está vestido con un traje gris elegante pero algo arrugado, me pierdo en la camisa negra que cubre su pecho. Estoy decidida pero no quiere decir que no tenga miedo.

-Has estado huyendo de nuevo. -murmura finalmente

Tomo una gran bocana y respiro su olor, perdiéndome y echando de menos el aire brusco de antes.

-Mírame-me pide lo de siempre, pero esta vez no necesito agachar la cabeza para esconderme, está vez mi cara muestra una respuesta decidida, clara y tranquila.

Levanto los ojos. Sus manos van directas a mi cara, recorren mi pelo, pasando las hebras entre sus dedos. Sus gestos me dicen que realmente ha estado preocupado. Es dulce a un nivel imposible de creer.

-Me gustaría que dejaras las manos quietas y me escuches.

-Cat-no está contento con que le dé órdenes y es una advertencia.

Le observo de forma intimidante, como él suele hacerme y finalmente baja las manos, frunciendo las cejas en el proceso.

Tomo aire y comienzo:

-Te he deseado desde que era…-alzo la cara para mirarnos a los ojos- una adolescente, desde que he comenzado a sentir ese tipo de sentimientos. Creo que basta decirlo. Al fin y al cabo fuiste el primer chico con el que me acosté, mi primer novio y el primero que me ha roto el corazón. –Suspiro por el dolor en el pecho que todos esos recuerdos me provoca- Supongo que todo eso es lo que hace tan difícil llevar a cabo mi decisión.

-¿De qué estás hablando?-se acerca a mí

-Quieto,-casi se lo ladro- te estoy dando una explicación sin estar segura de que la merezcas, puedes callarte y escuchar o largarte, no hay más opciones.

Me mira atentamente y parece tomar una decisión cuando se echa algo atrás. Durante un segundo me quedo callada, intentando reordenar mis pensamientos. Pero es difícil, es difícil rememorar y comprimir en unas pocas palabras toda una vida, todos los sentimientos, todas las emociones.

-No puedo explicar todo lo que he sentido y siento, lo que me has provocado y que aún me provocas. La última vez me medio obligaste a confesarte que te amo,-aparto la mirada durante un segundo pero vuelvo de nuevo a él- lo hago. He vivido con esa angustia cada vez que me rechazabas, cada vez que te aislabas del mundo, cuando aparecías y me retabas con la mirada mientras Mateo me sostenía la mano. –mi voz se medió apaga mientras confieso mis pecados-Cuando hacía el amor con él, cuando se moría.- Observo como una sonrisa suave pero imparable se estampa en su cara.- No sabes lo malditamente mal que te sientes cuando la persona que daría su vida por ti sabe que no es el amor de tu vida. Traicionándolo sin poder hacer nada. Convivir con algo así, una puta espina clavada en la garganta que duele al respirar, al comer, al besar.-digo con vehemencia mientras señalo hacia la garganta, como si de verdad la tuviese estancada ahí - Y aun así, no podía escapar de mis sentimientos, solo podía aceptarlo y vivir con ello, justo como ahora. Quererte.-Un segundo de silencio para contemplar como sus ojos brillan escondiendo emociones mientras mi voz se va apagando. Ver esa felicidad en su cara me enfurece-Te gusta que te diga que te quiero ¿verdad?, pero estás tan enfermo que estoy segura que cuando te digo que te odio tu polla se hincha dentro de tus pantalones.-la sonrisa se tensa en su cara-Dios, necesito escapar de todo esto…-él sigue sin interrumpirme, como si creyese que es algún tipo de pataleta. No lo es, no me voy a sentir mejor por decirlo en alto. No tiene arreglo solo por saber describirlo. Quiero que entienda todo mi punto de vista, todo el dolor.- ¿Sabes lo difícil que es decirte no a ti mismo? ¿Lo complicado que es escapar de una relación que ansias pero que sabes que será destructiva para ambos?

Tomo un respiro agobiada.

-He pretendido alejar nuestras vidas, pero has conseguido volver y al volver has logrado degradarme como persona. Me has presionado, golpeado y humillado. He dejado que me conviertas en una de esas mujeres pisoteadas, hundidas. Has abusado de mis sentimientos, buscando rabiarme, volverme loca. Me has hecho daño adrede, has sido un cabrón hijo de puta, y lo peor de todo, no tienes intención de cambiar nada excusándote en que yo te di la espalda en momentos difíciles de tu vida de los que no era sabedora. Me has acusado de intentar seguir adelante cuando me restregabas en la cara todas las mujeres que te pasaste por la polla. Me has follado como si fuese una don nadie, como si mereciese toda la rabia que se cría y crece en tu pecho. Has dejado que tu mejor amigo me tocase, como si fuese una propiedad, como si tuvieses derechos sobre mí. Soy una persona desesperada, sola, buscando algo de cariño, de amor, y cuando creo que vamos a ese nivel me degradas de nuevo, afianzas la relación a meterme la polla bien fuerte y a darme órdenes, como si fuese un maldito robot. No me permites decir palabrotas pero dejas que te pegue como si fuese natural. No me dejas acercarme a otros hombres, pero tu amigo tiene bajo tu consentimiento sus dedos dentro de mi coño ¿Qué pretendes? Si tu única idea es destruirme, bien, ya estoy más que rota. Si ésta es la imagen que tienes de las relaciones, entonces olvídame, déjame. Si seguimos así vamos a acabar matándonos, no es una forma de hablar.

-Cat...

-No voy a soportar todo este trato ni un segundo más, porque lo peor de todo no es lo que me has hecho, sino lo que me he dejado hacer.-meto la mano en el bolso y saco un conjunto de papeles, tendiéndoselos-Esta es mi renuncia al trabajo, al jodido contrato y a ti.-Se la estrello contra el pecho poniéndome en pie

Toma mi muñeca con fuerza, sin delicadeza

-¿Crees que voy a dejar que te largues? Te dejé esta semana para que lo pensaras, pero no hay más permisos para ti.

Le observo atenta, más calmada después de mi discurso.

-Te olvidas de una cosa, no soy tuya para que me permitas nada.

Su mano da un tirón a la mía haciendo que caiga sobre él.

-No puedes huir, sí que eres mía.-su boca besa la mía con ansia. No muevo los labios, no reacciono, cierro los ojos. Al notar mi impasibilidad se aparta-Gatita, nosotros somos...

-No somos nada. Todo lo que podíamos a ver sido está destruido

Su cara se concentra en la mía, ve mi desesperación, toda la rabia que hasta ahora había estado enmascarada en mis facciones. Reflexiona, para finalmente soltarme. Paso entre él y la mesa, dispuesta a no mirar hacia atrás. Mis tacones hacen el sonido de despedida mientras me alejo hacia la puerta.

-Cat...-me paro con lágrimas en los ojos mientras su voz decidida me alcanza, me envuelve. Me doy la vuelta para mirarlo-todo es cuestión de tiempo y el nuestro llegará.

-El nuestro pasó-murmuro

Le observo negar con una sonrisa enigmática y sabedora.

-Volveré a buscarte.-me promete

La gente nos observa curiosos. Yo alcanzo la puerta y la abro nerviosa. Salgo mientras un pequeño haz de luz solar me ciega.

Esta es mi manera de salir de la mierda, de superarlo. Mateo, Luca...ambos forman parte de mí, ambos han dañado e incluso destruido todas mis fuerzas, pero aquí estoy, caminando, dejando que el dolor me alcance y me sobrepase.

Esta es mi nueva manera de hacer las cosas.

Luca tiene razón, todo es cuestión de tiempo y el tiempo lo cura todo.