Todo lo que nunca hice bien 19

Penúltima entrega

Hay que saber decir adiós.

Aún hoy en día recuerdo el funeral de mi padre con una niebla densa donde los pequeños momentos de nitidez se daban cuando mi madre pasaba un pañuelo por mi cara, limpiando mis lágrimas. No pronunció palabra durante todo el acto. Era una mujer reservada, fuerte, algunos dirían que estirada, pero yo la sentía como una roca bien anclada en un mundo donde las cosas volaban y desaparecían. Y eso que solo tenía dieciséis años.

Al salir de la Iglesia me regaló una lección que antes o después todos llegan a enfrentarse a ella.

-Hija, en esta vida algunas veces se gana, pero siempre se pierde.

Sentada ahora en el suelo de mi casa, lejos de mi madre, lejos de mi familia, con mi padre en el cielo, las palabras se cuelan en mi cabeza como si estuviesen tatuadas a fuego sobre mí. Guían mi camino en la vida.

Luca me mira como si su confesión marcase un antes y un después en nuestra relación, y lo hace. Decido que es el momento de regalarme una última victoria donde lo pierda todo y después volver a empezar.

Tomo una bocanada de aire y me lanzo contra el cuerpo desnudo de él, esperando que me coja, que me acune, que me quiera. Ambos sabemos que no pasa, ni pasará. Luca me agarra sorprendido pero dispuesto. Abre la boca para decir algo.

-No-le cortó-Cállate.

Parece que entiende la indirecta de que ahora quiero que hablemos de otra manera. Nuestros cuerpos suelen ser mucho más claro que nuestras bocas. Hablando bocas, le beso de pronto con pasión, decidiendo darle todo lo que tengo en mi cuerpo, todo lo que revolotea en mi interior.

Con insistencia y porque se deja consigo colocarlos de espaldas al suelo y subirme encima de él como si fuese una amazona. Su amazona.

-¿Por qué no haces ambas?-le pregunto

-¿Qué?-está excitado y no tiene muy claro cómo actuar.

-Dijiste que no sabes si hacerme el amor o follarme duro, yo te digo que podemos hacer ambas.

Esa es mi manera de sentenciar toda mi relación con él. Es un adiós por todo lo alto, la despedida, lo último que me voy a permitir a su lado.

Toma mi pelo como suele hacerlo y me obliga a bajar la cabeza hacia su boca, deseoso de poseer cada uno de los movimientos, cada respiración, cada decisión de mi vida. Quiere que sea suya. Se lo doy porque es la última y no voy a negarme a nada.

Dejo que me posea de nuevo con la boca, que me tome, me desnuda con una tranquilidad anunciada por una tormenta que se va desatar sobre nosotros. Toma mis pechos entre sus manos, los amasa con suavidad para ir al pico de mis pezones y tirar de ellos, estirándolo, retorciéndolos mientras mis caderas ruedan buscando frotar cada célula de mi cuerpo con el suyo.

Deja mis tetas para darnos la vuelta y colocarse encima. Son sus ojos los que analizan durante un segundo la situación, reordenando sus pensamientos porque por primera vez me he adelantado a todos sus movimientos y está sorprendido.

-¿qué?-me pregunta, intentando entender.

-¿Me ves con cara de hablar?

-Te veo con cara de querer recibir Cat, pero aún no se si quieres mi mano en tu culo, mi polla en tu coño o una bofetada.

-Me alegro que las barajes todas.

Alza una ceja pero no dice nada más. Hoy toca actuar, no amenazas, no juegos previos. Eso es en serio. Baja su cabeza hacia mi pezón y lo toma entre dientes, lamiendo, haciendo lo justo de daño para que sea excitante. Su lengua pasa por la punta de forma calmante.

Hundo mis dos manos sobre sus hombros, intentando pegarlo más a mí, pero parece que no le hace gracia porque las toma y me deja fuera de combate colocándolas por encima de mi cabeza. Su agarre es fuerte. Sus dientes también.

-No sé qué ronda por tu cabeza ahora, pero creo que no me gusta.

Me conoce lo suficiente para saber que esta entrega no es normal. No le contesto, no quiero discutir ese punto ahora.

Intento escapar de su mano para tomar su pelo, pero no me lo permite. Separa las piernas metiéndose entre ellas.

Su cara baja cerca de la mía mientras un dedo entra en mí fácilmente.

-¿Qué tramas?-me lo pregunta labios contra labios y no puedo evitar resistirme a morderlos, a chuparlos. Los quiero-Tan ansiosa y dispuesta. No te creo

-No lo hagas

Intento inclinarme para delante buscando más de esa boca. La sonrisa ladeada que sale a coalición al darse cuenta de mis intenciones me recuerda a la primera vez que nos besamos, bueno, la vez que él se dignó a devolverme el beso.

El salón está bastante a oscuras lo que me ayuda a esconder mis expresiones. Une a la fiesta otro dedo aumentando el ritmo y yo me contraigo debajo de él no sabiendo si escapar o alzar las caderas.

-¿Practicabas la sumisión con Mateo?

Joder, no quiero hablar de él ahora mismo. Me duele el corazón solo de oír su nombre en sus labios. No quiero que lo pronuncie. Le ignoro, esperando que lo deje estar, pero Luca es insistente.

-Gatita, contesta

-A veces-nada exagerado, quizás atarme las manos o unas nalgadas, no voy a entrar en detalle, eso es personal, solo nos concierne a Mateo y a mí.

Parece que no va a decir nada. Solo siento de pronto que sus dedos se alejan y cierro los ojos disgustada. Se me pasa rápido cuando se hunde en mí de una embestida.

-Jo---o--der-no puedo evitar no decirlo

Se mueve rápido, clavando mi cuerpo contra el suelo cuando se vuelva sobre mí. No es el lugar más cómodo donde lo he hecho, pero eso ahora mismo, me da igual. Y a él también.

-Abre los ojos.

Lo hago y le miro mientras él me mira a mí. Creo que lo hace porque piensa que mientras tengo los ojos cerrados pienso en Mateo, pero no, no puedo pensar en nada más que no sea ese delicioso placer que se desliza por mi cuerpo.

-Luca...-se lo digo porque me sale de dentro, porque no quiero que piense que estoy pensando en otro. Podemos discrepar en muchas cosas, pero no puedo mentirle en esto.

Ahora mismo, aquí, solo es él el que inunda cada neurona. Nuestros recuerdos, por eso siempre acabo llorando, sé que una lágrima silenciosa se escurre por la comisura de mi ojos y es de pena. De tristeza.

-¿Te sientes bien? ¿Quieres más fuerte, más rápido, más duro?

No, y sí. Quiero más de ti.

No es algo que le vaya a confesar.

Cambia nuestra posición otra vez, colocándome encima.

-Vamos

Una nalgada me indica que suba y baje. No lo hago porque él me lo pida, lo hago porque mi cuerpo me lo pide a gritos. Al final soy esclava de mi propio deseo.

Agarra mis caderas con las que establece un ritmo. No es lo suficientemente rápido y lo sabe, necesito movimientos más fuertes para correrme, esta posición es para alargar más el tormento.

-Señor...-se lo suplico como a él le gusta mientras sigo subiendo y bajando apoyando mis manos en su pecho.

-¿Te funcionaba eso cuando lo hacías con él?-lo pregunta engreídamente

Me quedo a bajo mientras el estruja la carne de mis caderas con sus dedos

-Deja de sacar el tema-le amenazo

-¿Quieres correrte?

La pregunta me coge por sorpresa

-Sabes que si-le digo rabiosa

-Pues sube y baja y contesta a mis preguntas

Le observo durante un segundo todavía quieta, con su dureza en mí. La última vez. Me pongo en movimiento con ganas, ejerciendo fuerza con las piernas para levantarme y luego dejarme caer.

-¿Te funcionaba?

Cierro los ojos mientras sigo con el movimiento, me concentro en eso y contesto como una autómata

-No llegábamos a tanto

Mateo se dejaba ir más, no había ese control continuo de Luca, ni esa mirada calculadora. Me regala los orgasmos, como un artista.

-¿entonces que hacíais?

Un dedo va a la punta de mi pezón y lo atrapa entre dos tirando y haciendo que me incline más contra él.

-Abre los ojos-me lo pide de nuevo con calma y vuelvo a hacer caso

-Hacer el amor-se lo digo mirándole en un desafío.

Sé que no le ha gustado la respuesta, estaba convencida antes de decirla, pero si él me está haciendo daño, yo quiero hacérselo a él.

-Entonces tendré que enseñarte lo otro.-Me empuja hacia atrás de pronto apartándome de su cuerpo y se pone en pie, en toda su gloriosa desnudez. Se sienta en el sofá desplazado de su sitio, lo más orientado hacia mí. Por unos segundos le observo con impaciencia, totalmente desprevenida, hasta que finalmente decido levantarme-Quieta-algo se estruja en mi entrepierna cuando me ordena de esa forma, como si el deseo de volviese en mi contra y me mordiese.-Ponte de rodillas.-es una simple orden, pero no sé si quiero cumplirla.

Estoy tan asustada que saldría así corriendo de casa, pero estoy harta de huir de esto, no va a destrozarme. Es momento de enfrentarme y seguir de largo. Me coloco de rodillas sobre el mismo sitio, notando la dureza del suelo sobre mi piel.

-Buena chica-no me gusta que me lo diga, me siento como un perro haciendo un truco, pero por otro lado me gusta su aprobación-Separa las piernas y las manos sobre los muslos.

-¿Para qué toda esta parafernalia?

Le observo mirarme, viendo cómo se recuesta sin perder a firmeza, de una forma bastante masculina. Deja pasar el tiempo y yo maldita sea, no muevo ni un pelo de las pestañas mientras él se mantiene quieto, callado, esperando. Finalmente hago lo que me pidió.

-Espalda recta

-¿Qué es...?

Se levanta de una forma tan rápida que me callo porque sinceramente me asusta. Se aproxima a mi mucho más lentamente y sé que me encojo un poco, me mira desde arriba durante un segundo de forma amenazante para después acuclillarse a mi altura.

-¿Crees que voy a dudar en poner una mordaza alrededor de tu boca?-susurra cerca de mi cara de forma tan intimidante que no me atrevo a mirarlo. Lleva sus manos a mis pezones, sus dedos los recorren y pellizcan con habilidad- Si no consigues callarte te callaré yo.-De nuevo toma los picos y tira hacia afuera haciendo que incline la espalda-Espalda recta-se reafirma y lo cumplo. Me regala un suave pico en los labios de la que se levanta y se va, quitándose el condón en el camino y recogiendo sus calzoncillos.

Mierda, se ha acabado la fiesta por ahora. Se lo pone en un segundo y toma de nuevo asiento. Es increíble el resultado que tiene todo el conjunto de acciones de estos minutos. Me siento excitada y expuesta, mirando hacia él sentado en el sofá totalmente calmado, con una mirada perversa estampada en todo su rostro, como si fuese el rey de toda la maldita casa, de mi misma.

No, no quiero darle vueltas a esto, solo va a llevarme a discutir conmigo misma y me he decidido dejarme llevar.

-Cat-me llama para atraer mi atención, sabiendo que ahora mismo estaba sumergida en mi mente. Su voz es oscura, como chocolate caliente con un punto más bien picante. Me pregunto si tengo hambre de nuevo-Voy a hablar, a proponerte cosas, no quiero interrupciones, solo respuestas a preguntas directas.

Lo pienso durante un segundo. Me siento mal conmigo misma por permitirme llegar a esta situación y mal con mi cuerpo por disfrutarla. Que tormento más continuo. Me gustaría apagar algo, mi mente moralista o mi cuerpo obsceno.

Asiento a sus palabras, dispuesta a continuar.

-Todas las veces en las que hemos follado han sido negando y peleando. Me gustaría que esta vez te dejes llevar.

-Estoy...

-He dicho que no me interrumpas-otra vez esa voz dura que hace chispas en mi deseo-Va a ser a mi manera, adáptate. Nada de no, puedes decirlo las veces que quieras, pero al final yo decido si es un no válido o no, así que preferiría que abrieses la boca solo para darme las gracias y para gritar mi nombre, y así no malgastas saliva. Quiero que hagas lo que te digo, dejando de lado esa mierda de hipócrita ética que se seguro que te gastas, donde estás dudando de si esto es correcto o no. No importa lo correcto, no importa la vergüenza. Aquí solo va a contar tus fantasías, tus miedos y tu placer.

Se calla durante un segundo y no sé si tiene pensado que diga algo pero cuando tomo aire dispuesta a contestar, alza una ceja amenazante. Cierro la boca de nuevo.

-Déjate llevar por una vez. Voy a darte a elegir entre dos opciones, sé que no te gusta este tipo de juegos, pero supongo que es una decisión que no voy a tomar más veces por ti. Puedes levantarte, ponerte algo de ropa y yo cogeré y me largaré de tu casa sin más, o puedes abrir más las piernas, lo suficiente como para que vea tu coño brillante y me preguntes adecuadamente que es lo que quiero ¿Qué dices?

Quiero que me pongas las cosas más fáciles, que no me presiones tanto. Decido que puedo entrar en juego de nuevo solo presionándole también y por una vez dejar que las cosas fluyan.

-Está bien, acepto lo segundo, con una condición

Su cara detalla un poco de sorpresa por lo rápido que he contestado

-¿Qué?-parece un ladrido casi

-Cuéntame porque un niño de quince años en la madrugada de muchas noches está balanceándose solo en el mismo columpio durante años.

Noto el silencio expandiéndose como un abismo que se come todos los buenos sentimientos. Me mira incrédulo para después notar como la rabia se extiende por su cuerpo en una tensión que lo convierten en una bestia salvaje, un animal acorralado.

Va a levantarse y a irse. Lo sé, por eso hago mi movimiento rápido. Gateo como sé que le gusta hasta sus piernas y me coloco en medio, llevando mis manos sobre su estómago para recorrerlo con suavidad. Me alzo casi contra su cuerpo hasta acabar sentadas a horcajas sobre él. Le lamo los labios de una pasada, esperando por más. Parece una estatua de piedra.

-Piénsalo bien, no sabes lo obediente que puedo llegar a ser. -Rozo mi entrepierna sobre la tela de la suya

-¿Qué haces?-es lo único que se limita a decir

-Complacerte señor.

Se lo digo contra su boca, dándole otra probada con la lengua mientras le miro a los ojos. Noto la dureza debajo de mí. Toma mis muñecas y las coloca a mi espalda, sujetándolas con una mano.

-¿Obediente tú?-dice burlonamente-ni siquiera te he dicho que te muevas.

Me inclino hacia delante, rápida, sabiendo que tengo que actuar deprisa para que no se eche atrás.

-Todo lo que me digas, sin protestas, sin discusiones. Todo lo que quieras.

-te veo muy dispuesta a sacrificarlo todo solo para escuchar una historia

-Tu historia-lo corrijo-es momento de que me la cuentes. Haré lo que quieras.

-¿Lo que quiera?-asiento. Debería dejar de hacer tratos con él- ¿Tu culo estrecho de nuevo?

-Lo que quieras-le digo sin tener muy claro las consecuencias de mis palabras

-¿Ser mía?

-Esta vez-matizo.

Me observa como evaluando la gravedad del asunto. Nos miramos, más cerca que nunca el uno del otro, y no me refiero físicamente, sino mental.

-Mi madre es…-aprieta los párpados con fuerza aislándome- era una mujer débil- no parece muy seguro de sus palabras. Vuelve a abrir los ojos con determinación para mirarme-Me tuvo de soltera, sin ningún apoyo. Sus padres no quisieron saber nada de ella, eran bastante…convencionales. La habían criado de forma muy plana, simple. Cuando se enteraron que yo estaba dentro, fue catastrófico para todas sus ideas. Ella ya no encajaba en su vida. Tuvo que luchar sola y no se le daba bien. Digamos que ambos tuvimos hacer cosas que hoy en día pesan. No la culpo de nada, o de todo. No lo sé.

No le entiendo nada debido a la escasez con la que se ha expresado.

-¿Cosas como qué?-pegunto suavemente

Me mira atentamente, replanteándose seguir hablando.

-Cosas como robar, como mentir…Como dejar a tu hijo a partir de los diez años dar vueltas por la ciudad solo porque en su casa…-aprieta los puños

-¿En su casa?

-Hombres, muchos y por dinero. Antes me encerraba en mi cuarto, una de las veces uno de ellos se puso violento y me dio una paliza. Desde ese momento cuando aparecían me piraba.

Lo observo atónica captando la idea, después me llevo las manos sobre los ojos, para que no vea todo lo que siento, lo que pasa por mi cabeza.

-Hasta los dieciséis. El día del entierro de tu padre.

-¿Qué?-bajo las manos atenta, sorprendida con que su historia se mezclé con parte de la mía.

-Sé que no te acuerdas que estaba por allí, no quería acercarme, pero me fijé en tu madre. Creo… me marcó mucho.

-¿En qué sentido?

-La vi ahí, en pie, en medio del caos, de la tristeza y la hipocresía, luchando. Noté como te agarraba bajo su hombro dispuesta a todo, estable. Me dije que…yo iba a ser la estabilidad para mi madre. Conseguí que saliese de eso. Luché porque no recayese en otras cosas.

-¿Cómo?

-Como drogas, malas compañías…Era un mundo difícil para ella.

-Era

-Murió el viernes.

Lo cual explica porque su actitud más necesitada el otro día.

-Lo siento.

-Creo que es la primera vez que podrá descansar totalmente.-parece derrotado

Pienso en su madre, me imagino a una mujer sola, con sus padres en su contra. Yo he estado en la mierda por culpa de lo de Mateo, pero podía ahogarme en la cama sin la preocupación de una pequeña personita bajo mi cuidado, ella tenía que levantarse días tras días llevar dinero a casa mientras todos le daban la espalda.

-Siento…siento haber dicho lo que dije antes.

De pronto me agarra la cara con ambas manos, con sus palmas marcando mi contorno. Me arrima a él.

-No tienes ni idea en todo lo que has influido en mi vida. Todas las decisiones que tomé gracias o por culpa de ti. Sé que no te hice pasar los mejores momentos cuando éramos críos. No tenía mucha fe en el amor, ni en las relaciones, ni en las personas. Te hice daño porque podía, porque por primera vez el que sufría era el otro y yo era el causante, y no como siempre. Cuando te conocí me gustaste de inmediato, conseguir tenerte ya fue toda una proeza para mí, no me tenía en mucha estima, luego cuando vi que me necesitabas, eso ya era casi como droga.

Claro que me duelen sus palabras, no las entiendo. O las entiendo y no las comparto. Justamente porque él había sufrido debía de haber buscado que sus acciones no causaran daño.

-Luego me di cuenta y fue tarde. Nos sabía explicarme para hacerme entender, o no quería hacerlo. Te veía con Mateo feliz y aunque no podías mirar hacia otro lado cuando te miraba, cuando te decía algo, conseguías dar pasos alejándote de mí mientras yo seguía en la misma mierda, con las subidas y bajadas de mi madre, las peleas…

-¿Te das cuenta de lo mal que está sonando todo esto?

-No lo digo para que suene bien. No soy un buen tipo, ambos lo sabemos ¿Crees que no me alegré cuando me enteré de que tu amorcito había muerto? ¿Cuándo supe que podía tenerte en mis manos de nuevo?

Intento apartarle las manos para alejarme de su crueldad, de la dureza de sus palabras.

-Saber que puedo decirte esto y que aún vas a sentir algo en el pecho que te hace tambalear por mí, aunque me odies.

Lo miro atentamente, tan incrédula, tan confusa. No pensé que esto tenía las raíces tan contaminadas y ponzoñosas. Está mal de la cabeza.

-Te sugiero que aproveches el trato.-le digo fríamente

-Ahora es cuando vas a decirme que no hay más después de esto, pero claro que lo hay, siempre lo hay entre nosotros.

Lo miro sin decir nada, sin querer añadir ningún comentario. Espera unos segundos pensando que voy a manifestarme, pero no tengo nada más que comentar. Se aparta poniéndose en pie.

-Veo que ya estás satisfecha con lo que te he contado.-no le miro a la cara, ni hacia él.-Espera un segundo-se aleja, va hacia la cocina, pero ni siquiera tengo ganas de ver que hace. Oigo cerrar la nevera, vuelve con algo entre las manos. Un pequeño bol de cristal, pero no consigo alcanzar a ver sin gafas lo que contiene- Bien, ahora quiero tu parte del trato. A la habitación. -Camina hacia fuera de la estancia. Estoy poniéndome en pie-No- marca de pronto, duramente- gateando.

Me muerdo la negativa cumpliendo mi palabra y comienzo a avanzar a cuatro patas detrás de él.  El pasillo está oscuro, silencioso, salvo por el pequeño ruido que sus zapatos hacen contra el suelo. Entramos en la habitación y posa en la cómoda el cuenco.

-En pie, fuera la ropa.

Lo hago mientras se mantiene a mi lado observando cada trozo de piel que revelo, ni siquiera me intento tapar, ya no merece la pena. Se planta a mi espalda dando una pequeña cachetada a una de mis nalgas.

-Ojos abiertos siempre, sobre mí ¿Entendido?

-Sí señor. –respondo sumisamente.

-¿Vas a ser obediente gatita?

-Sí

-Veremos.

Me impulsa hacia delante.

-Túmbate sobre la cama, bocarriba, piernas abiertas.

Hago lo que me pide con un movimiento tembloroso e indeciso, no porque quiera, sino porque estoy nerviosa. La cama se hunde debajo de mis rodillas. Me doy la vuelta y me tumbo tomando la posición que quiere. Le observo acercarse a la cama, los oblicuos bien marcados y el calzoncillo aún puesto. Se me seca la boca aunque no quiera. Sabe mover su cuerpo y utilizarlo como un arma para que parezca sensual, totalmente masculino. Me pregunto cuántas mujeres habrán babeado a sus pies.

Solo soy una más.

Aparto la mirada recelosa, hastiada, triste.

Su mano se enreda en mi tobillo y tira de mí algo, deslizándome sobe el colchón, acercándonos. Su palma apoya horizontalmente debajo de mi ombligo haciendo retorcerse los músculos de debajo. Quiero fundirme con él, o eso es lo que me pide el cuerpo, pero mi mente sigue cerrada, ajena de este lugar. Supongo que hay cosas que no cambiarán nunca.

-Mírame

No va a dejarlo pasar. Abro los ojos y lo traspaso, como si no existiera. Se impulsa sobre mí acorralándome y del susto me baja de las nubes.

-Dijiste que ibas a ser obediente, gatita.-toma mis mejillas, presionando los papos encogiendo mi boca-No empieces a hacer trampas tan pronto.-captura mis ojos con los suyos. Están dilatados.

Suelta el agarre y sus dedos se deslizan suavemente por el centro de mi cuerpo, entre el valle de mis pechos hasta el ombligo. Me estremezco. Su cabeza se hunde en el hueco de mi hombro y muerde, lame, acaricia. Me inclino dándole espacio, pero solo sigue el camino marcado por la yema de sus dedos anteriormente. No se sale de ahí aunque mis pezones se ericen y me incline hacia él. Su lengua baja dejando un rastro de humedad, bordea el ombligo y llega hacia mi sexo. Se lo salta dando un simple soplido sobre él. Toma de nuevo un tobillo y crea otro camino de abajo arriba, terminando de nuevo sobre mi ya lloriqueante sexo. Quiere atención.

Comprueba de pronto que sigo mirándole y estira los labios en una sonrisa ladeada que me dice que está orgulloso.

-Respira

No me había dado cuenta de que ni siquiera estaba llenando los pulmones. Aspiro y expulso. Sus manos toman la parte interna de las rodillas, haciéndolas doblarse. Me tenso cuando me abre, dejando totalmente expuesta. Sus ojos se quedan fijos en ese lugar durante un segundo, después vuelve a soplar cerca, gimo en voz baja.

-Eres un pequeño lío de nervios ahora, no muevas las manos de encima de la colcha-me advierte, y al ver que no contesto se alza

-Sí-le digo al conectar miradas-Señor

Su cabeza cae de nuevo y se hunde entre mis piernas. Su lengua entra en contacto con mi clítoris, presiona, aspira con la boca intentando hacer vacío y después entra en mí. Me retuerzo sin poder remediarlo y una mano vuelve debajo de mi ombligo, apretando, intentando mantenerme quieta. Durante un par de minutos se pierde ahí abajo y yo me pierdo con él. De pronto se alza y me mira diabólicamente.

-¿Necesitada?-me pellizca un pezón con algo de fuerza y le gruño medio disgustada y dolida.

Murmuro un insulto por lo bajo pero parece omitirme. Se inclina hacia mí, pero solo para alcanzar la cómoda y tomar entre los dedos algo del bol. Un trozo de hielo.

-No me mires con esa carita.

Debo de tener una expresión de incomprensión.

-¿Qué pretendes?-pregunto

No me contesta, solo toma un pequeño trozo dentro de la boca y se inclina a besarme. Sus labios rozan los míos y me instan a abrirlos para dejar entrar su lengua y el pequeño trozo de hielo que se ha derretido algo por su calor. Se debate entre nuestras lengua y me lo quedo.

-Eso pretendo, pero más abajo.

Coge otro trozo, algo mayor y desciende de nuevo, arrastrándolo sobre mi piel, haciendo que se me ponga de gallina. Cuando alcanza de nuevo la entrepierna el contacto directo del hielo sobre el clítoris me hace gritar y ladearme, escapando de la sensación. Le escucho reírse algo, después coloca su lengua más templada consiguiendo una sensación extraña y malditamente excitante. Un dedo entra dentro de mí mientras sigue con el cambio de temperaturas y se suma otro, haciendo una presión fuerte sobre un lugar delicado. Comienzo a gritar sin poder remediarlo, aprieto entre los dedos el tejido de la colcha y me inclino por más.

-Más-justo se lo estoy pidiendo sin darme cuenta.

Se mantiene un tiempo con el juego, pero finalmente se aparta y sube por mi cuerpo con el hielo ya totalmente derretido entre mi entrepierna y su boca. Sus dedos siguen en el mismo lugar, con los mismos movimientos. Su otra mano deja de hacer presión para mantenerme quieta y se enreda en mi pelo para orientar la cabeza hacia él. Su tirón, como siempre, es duro y me hace daño. Lloriqueo.

-Mírame-me obligo a abrir los ojos entrecerrados por el placer y observarlo.

Su expresión es dura, autoritaria y parece bastante en control. Levanto las manos de la colcha para llevarlas hacia su cuello. Sé que no le va a gustar pero siento la necesidad de tenerlo bajo mi tacto. Me lo permite con solo un pequeño fruncimiento de cejas.

Verle así, con todo ese poder concentrado, controlado, todavía hace que me moje más. Estoy a punto de correrme cuando saca los dedos y me da una palmada sobre el monte de Venus, sonora, no muy dolorosa pero que conecta directamente con mi clítoris. Abro la boca para pegar un grito y aprovecha para introducir el dedo gordo de la mano que sujeta mi cabeza dentro de mi boca. Lo chupo de forma mimosa e insistente. Sus dedos vuelven dentro de mí.

-Señor, por favor-tengo el cuerpo ruborizado, necesitado, y no me da vergüenza pedírselo así incluso aunque se lo esté rogando mirándole a los ojos.

Una sonrisa trémula inunda su expresión. Sé que siempre quiere llegar a ese punto, le gusta esta docilidad.

-Me encanta que supliques gatita, que te veas tan necesitada. La última vez me tuviste masturbándome sin piedad durante minutos, riéndote de mí.

Clavo mis dedos parte en su cuello y parte entre su pelo.

-Lo siento Señor, estaba enfadada-le digo amargamente

-¿Y ahora no lo estás?-pregunta burlón

No creo que pueda hacer un análisis muy correcto en este momento, pero se la respuesta.

-Por otras cosas.

Su mano deja mi pelo y va hacia mi pezón pellizcándolo duramente con un placer dolor que de nuevo va directo a mi entrepierna. Quiero más, quiero fuerte. Estoy sudada.

-¿Cómo cuáles?

-Lo que me dijiste antes…-confieso cerrando los ojos a lo que él cesa todo movimiento. No tardo un segundo en darme cuenta y abrirlos de nuevo.

Reanuda lo que estaba haciendo.

-Estás caliente zorrita, ¿te duele qué pueda derretir todas esas presiones sociales y morales, todo ese odio y convertirte en jadeos y súplicas?

-¡Sí!-grito enfadada

Su mano escala de mis pechos hacia mi cuello, lo agarra y ejerce una pequeña presión. Su boca se dirige a mi oreja y sus dedos ganan en velocidad.

-¿Amabas a Mateo?-la pregunta se clava en mi cerebro, ronda y tortura. Me mantengo en silencio, cerrando los ojos porque ahora mismo está anclado cerca de mí y no puedo mirarle ni él puede darse cuenta que estoy desobedeciendo. Otro golpe sobre el monte de Venus me hace gimotear-Dime la verdad-añade al ver que tardo en contestar.

-Lo quería-respondo roncamente

-¿Y a mí?

Quiere oírme confesarle que le necesitaba, que por mucho que como dice avanzase lejos de él, en realidad solo daba vueltas a su alrededor, esperando con fe, con anhelo a que me mirase a que me dijese algo. No pienso regalarle más de mí.

-Me tomaré tu silencio por lo que sabemos ambos. –Se aparta y abro los ojos rápida consiguiendo engañarle, o eso creo. Está endemoniadamente serio. Sus dedos se clavan aún más y su boca mordisquea ambos pezones, es desde ahí desde donde me habla- Sé que es parte de tu odio hacia mí, que no puedas sacarme de tu piel, incluso con un tipo tan supuestamente encantador y cariñoso como él. Mientras que yo soy el arrogante hijo de puta,-sé que está algo enfadado porque nunca le oigo blasfemar- me amas. Dime.

No quiero. No puede hacerme eso. Niego con la cabeza, cerrando de nuevo los ojos, intentando aislarme.

-Cumple tus promesas gatita-aprieta algo más el cuello-Quiero una respuesta clara, o vamos a estar aquí tanto tiempo…-su lengua lame mis labios verticalmente en una suave pasada y los abro queriendo más, pero se aleja, convencido.

Estoy comenzando a sudar más fuerte de nervios. Quiero acabar con esto. Es una tortura para mi cabeza.

-Si-susurro

-¡Dilo bien!-y por una vez le veo totalmente descontrolado, tanto que me da miedo.

-Te amo-la presión en mi pecho se transforma en una solitaria lágrima que cae por el borde de mi cara.

Los segundos pasan mientras nos mantenemos la mirada. Le oigo maldecir algo, o eso creo, y parece tranquilizarse, tomando de nuevo el control.

-Puedes correrte, pero mírame gatita, si cierras los ojos el castigo va a ser ejemplar.

Nunca pensé que mantener los ojos abiertos iba a costarme tanto. Consigo correrme con una mordedura un poco más fuerte con los ojos entrecerrados pero centrados en él. Caigo derrotada contra el colchón, sintiéndome llena de emociones.

El silencio es pesado, pero no agobiante. Está sobre mí aún y le agarro como si fuese lo único estable en mi vida. Justo al contrario de lo que es. Quiero llorar, pero no es el momento.

Se alza de encima con suavidad, poniéndose en pie. Me mira con intensidad pero no va a comentar nada, lo sé y lo agradezco.

-Ponte a cuatro patas, mirando hacia el cabecero.

Estoy flácida, sin fuerzas, pero veo su erección desde aquí y sé que esto no ha acabado. Obligo a mi cuerpo a ponerse en marcha y adopto la posición. La última vez me zurró con un jodido cinturón, espero que hoy no lleguemos a eso. Como siempre ejerce presión sobre la parte alta para que baje los hombros.

-Manos delante-mortalmente serio.

Las ata de nuevo con el cordón de las cortinas. Están bien seguras. Un temor comienza a crecerme

-Por favor, el cinturón no.

-Sshh

Le oigo caminar a mi espalda, abrir un cajón y coger algo. Ese algo se envuelve alrededor de mi boca, presionando y se ata en la zona de mi nuca con un nudo duro. Adiós al hablar.

-Callada.-un fuerte azote a mano abierta me hace gritar detrás de la casera mordaza- Ahora mismo ni siquiera puedes suplicar por clemencia. Mía para hacer lo que quiera.-Un dedo va al lugar de antes, hundiéndose sin problema-Me alegro que te excite.

Hundo mi cabeza contra el colchón, escondiéndome. Noto la presión de su polla contra el borde de mi entrada y entra de un golpe, sin problema pero con dureza. Grito de la impresión. Un azote fuerte en la otra nalga.

-Eres muy escandalosa-su voz se ha vuelto todo un gruñido.

Comienza a embestir con fuerza, con rapidez. Giro la cabeza para llenarme los pulmones a través de la nariz. Estoy tan sensible de lo anterior que no tardo en llegar y esta vez no hay parones, me lo permite mientras él sigue. Me toma por la cadera al ver que me flaquean las piernas. Sale del todo y entra con fuerza mientas un dedo comienza con los mismos juegos previos que la última vez en mi parte trasera. Escupe extendiendo humedad sobre ello y con esas deja mi coño se dirije hacia el lugar, presionando con fuerza. Intento aceptarlo.

-Bien gatita. Todavía quiero otro orgasmo de ti.

No termino por acostumbrarme a la situación, pero no diría que es desagradable. Gruñe de nuevo detrás y aumenta el ritmo, su mano escala a la unión de mis piernas y roza mi clítoris, hunde sus dedos.

Es fácil correrse cuando saben que puntos tocar durante cuanto tiempo. Soy una máquina en manos de su creador.

-Si, esto es increíble.

Afirmo detrás de la mordaza dándole la razón. Solo azúcar disuelto en agua. Me corro sin ningún control, sin barreras. En un instante estoy sobre la cama y al siguiente de rodillas en el suelo, después de haber sido arrastrada por su brazo y de que sus manos hábiles soltaran los nudos que apresaban las mías. Aparta a un lado la tela de mi boca y me insta abrirla con el dedo gordo.

-Saca la lengua. Quiero que lo tragues todo-su erección está a la altura de mi cara, saludándome. Solo necesita un par de caricias para que comience a correrse con un grito bajo, ahogado, profundo.

Lo miro desde abajo mientras no permito que caiga nada y él me observa a mí comprobándolo.

Trago con una promesa.

Esto ha sido lo último.