Todo lo que nunca hice bien 17
Querer mal
Cuando me consigo calmar, Luca deja ese lado más sensible y comprensible para apartarse de mí, como si yo fuese leña y el papel. Igual es al revés y soy yo la que se está quemando. Me observa desde arriba con su entrepierna a altura de mi cara, mientras parece que lo tiene todo bajo control. Ese es mi problema con él. Uno de ellos. Todos mis pasos van adelantados por los suyos, siempre mejor, siempre por delante, siempre por encima.
Solo chasquea los dedos, pide y yo le doy, le doy como si mendigase algo del cariño que con cuenta gotas y escasamente me da. Soy igual que Clara cuando danzaba a su alrededor con los mágicos dieciséis años, pero a nuestra edad esos juegos ya están prohibidos.
-Levántate
¿Por qué me tiene que hablar así? Y lo que es peor ¿Por qué dejo que lo haga? Mi cuerpo se retuerce como si sus maneras fueran puro afrodisiaco, pero no es así. Es machista y tremendamente cruel.
Me sonríe alzando medio labio, en casi una mueca, cuando alzo mi cara para apartar mi mirada perdida sobre su polla y dejarla posada en su rostro. Su postura es un claro signo de dominio, de posesión. La de un guerrero. Si supiese lo rota que estoy ahora, lo mucho que necesito un abrazo, un beso suave, unas palabras cariñosas.
No hay nada de eso con él. Solo brutalidad sexual, órdenes, enfados, autoridad y odio. Mucho odio y aunque ahora mismo siento mi pecho vacío después de haber dejado las marcas del cinturón contra el suyo, sé que es cuestión de tiempo que se vuelva a hinchar de emociones oscuras hasta explotar como hoy lo he hecho.
Me doy miedo, a mí misma y mi relación tóxica con él. Me gustaría alejarme, pedirle que me dejase atrás, que siguiese con su vida, pero parece más estancado que yo, como si se estuviese hundiendo en arenas movedizas y solo se moviese más para ahogarse más rápido. Me está arrastrando con él hacia el fondo. Y lo está disfrutando.
Me pongo en pie no porque me lo ordena, sino porque decido que es momento de salir de este lugar para siempre y volver a mi casa con el rabo entre las piernas. Me apoyo contra la pared y repaso el suelo buscando mi vestido. Lo tomo con rabia, pasando al lado del desnudo Luca. Me lo pongo en un movimiento, encajándolo por los brazos y cuello y dejando que sea la gravedad lo que le haga tomar forma sobre mi cuerpo.
-¿Te vas así sin más?
Me giro incrédula ante él al darme cuenta que está duro de nuevo. No se tapa, ni lo intenta esconder, solo se mantiene en pie con su erección en alto y comiéndome con los ojos. Es todo tan extraño..., observo ese cuerpo magnífico palmo a palmo y claro que me caliento, pero mi cara recae en su pecho y los arañazos rojos. Cierro los ojos maldiciendo.
-Deberías echarte algo de crema-digo señalando con la cabeza hacia la zona pero sin mirarlo
-Ahora mismo me duele mucho más otra cosa-se acerca hacia mí-también es por tu culpa-gruñe-pero se puede arreglar.
Su mano se desplaza hacia su erección y la acaricia con maestría. Joder. Trago fuerte mientras miro hipnotizada el movimiento regular de su mano.
-Vamos.
Me atrae con su voz, mis piernas se mueven hacia él con pasos cortos pero seguros. Me detengo a mí misma intentando salir de ese hechizo sexual con el que me tiene siempre a su antojo.
-Apáñatelas tú solo-le suelto dándome la vuelta para no mirarle.
-Después de lo del cinturón pensé que tendría alguna recompensa.-le oigo acercarse y yo estoy estática, mi cuerpo se niega a largarse-¿No te sientes mucho mejor? ¿O te sigue pesando la moral? Después de golpear a alguien supuestamente indefenso, seguro que ahora te sientes más tranquila, más equilibrada por dentro.
No quiero que siga hablando de lo sucedido, porque sí, en sus palabras, sí que me siento más tranquila, pero hay una parte importante de mí que grita de pena y de miedo. Su brazo rodea mi cuerpo por la cadera arrimándolo al suyo.
Me giro para plantarle cara. Aprovecha para tomar dentro de su puño el cabello más cercano a la nuca.
-Vamos, peca conmigo otro poco.
No espera a la respuesta, sabe que soy suya. Sólo coloca sus manos debajo de mis sobacos y me alza como si pesase un kilo.
-Coño-jadeo de la impresión y envuelvo mis piernas alrededor de su cadera.
Se mueve hacia atrás, hasta que mi espalda choca contra la pared no muy delicadamente. Gruño. Mi vestido vaporoso se enreda entre nosotros. Su cuerpo haciendo de contra peso, su mano sobre mi culo y cadera y la pared, junto con mis piernas envueltas en él es lo único que me mantiene en el aire.
-Voy a acabar rompiéndolo-murmura mientras intenta apartar la tela. Consigue enrollar toda la parte baja dentro de un puño- ¿quieres que lo rompa?
-No
-Pues sujétalo y que no me moleste-lo tomo casi con cariño entre mis manos a un lateral.
Claro que no quiero romperlo. Es un vestido bonito ¿Cuántas veces lo había puesto? Lo había comprado con Ana hace años, cuando Mateo estaba vivo sin ningún signo de enfermedad.
La boca de Luca inunda la mía de pronto en un baile sexual. Su lengua se traslada sobre la mía, saboreando. Mientras me aparta el tanga a un lado y un dedo entra en un movimiento resbaladizo. Tomo su muñeca intentando sujetar el vestido con la otra mano, obviamente algo cae, escapando entre mis dedos. Luca me mira con una ceja en alto, advirtiéndome que vale más que sea bueno para haberle interrumpido.
-No más preliminares.-no sé cuánto tiempo llevamos en esta habitación, pero estoy más que caliente y un dedo no hace nada a mi cuerpo salvo auparme más y ya estoy suficientemente arriba
-¿Entonces qué quieres?-pregunta burlón mientras saca el dedo y lo lleva hacia mi boca, obligándome a limpiarlo. Sabe que no me gusta y por eso creo que lo hace.
-Que me folles.-le suelto rabiosa girando la cara para alejarla del dedo.
-Bien princesa.-de pronto me aparta de la pared y como contrapeso para no caer hacia atrás me inclino hasta que estoy contra su pecho.
Me desengancha las piernas y coloca mi parte superior en el borde de la cama y mis piernas quedan medio colgando, no llegan a apoyar las rodillas al suelo. Le escucho reírse suavemente.
-Eres muy bajita-voy a levantarme, pero llega justo a tiempo para colocar un par de cojines debajo de mis rodillas, dejándolas apoyadas sobre la blanda superficie.
-Mejor,-toma mis dos muñecas y las arrastra sobre la cama hasta que mis brazos quedan estirados por delante de mi cabeza-mucho mejor
Está inclinado sobre mí, alza mi vestido dejando el culo al descubierto.
-Entonces, ¿quieres que te folle?-noto una cierta burla
Asiento contra la sábana e inclino mis caderas más hacia afuera. Baja el tanga hasta mis rodillas pero no lo quita y queda estirado, apretando la carne de la parte inferior del muslo. Ahora eso no me importa.
-Contéstame
-Sí
-Sí ¿qué putita? ¿Qué quieres?
No me gusta que me insulte, que me pida, que me obligue. Pienso en el porque me castigo a mí misma. Si me gusta ser más sumisa seguramente hay un montón de tipos que les guste mandar en la cama y no sean tan gilipollas como Luca.
Sin previo aviso su polla entra en mí de un golpe y grito de la sorpresa y el estiramiento. No ha insistido al notar que me estaba planteando el asunto. Sabe leerme bien. Va al grano, no hay juegos esta vez, está machacando, siguiendo un ritmo que sabe que me vuelve loca. Una mano va a mi clítoris y lo acaricia mientras la otra toma mis muñecas juntas.
-Ya que estamos probando hoy cosas...-deja el clítoris, su dedo resbala alrededor de nuestros sexos tomando mis fluidos y va directo a la entrada trasera.
-No-intento alzarme cuando comienza a meterlo, está apretado.
Mi negativa se queda atrancada cuando aumenta aún el ritmo de las embestidas y su dedo entra. Gruño, gimo, araño con los dedos contra la sábana.
Voy a correrme pero en el último momento su polla me deja. Me inclino hacia afuera buscándolo. Me doy cuenta que tengo dos dedos en mi culo cuando los quita. Sus manos se enroscan en mis nalgas y las separa. Es un momento tan íntimo que creo que ambos dejamos de respirar. Intentando juntar las piernas para aliviar la presión que hay en mi coño. Un buen azote me dice que no es buena idea.
-Sigues siendo muy desobediente.
-Luca, me estoy muriendo-¿para qué fingir lo contrario?
Su polla se coloca contra la entrada de mi ano y me inclino hacia delante alejándome.
-Gatita, voy a entrar ahí. ¿Quieres sacar las uñas y que sea doloroso o vas a ser mimosa?
-No quiero dolor
-Pues utiliza las manos y ofréceme el culo.
Dudo durante un segundo, pero finalmente separo mis nalgas.
-Más e inclínate hacia atrás.-mis mejillas se tiñen de rojo pero hago lo que me pide-Tienes el coño rosado de ganas.-su mano escanea mi clítoris de nuevo y me derrito ante el toque.
Me agarra el pelo en un puño y gira mi cuello haciendo que un lado de la cara quede contra la sábana y el otro a su vista.
-Lo haré lentamente, si ves que no puedes más dímelo, pero eh-llama mi atención con un pequeño tirón de pelo para que le mire-putita, no me mientas, porque si veo que me dices que no puedes más para que pare y solo tienes una pequeña molestia te follo sin parones y a fondo, ¿entendido?
Un nudo se instala en mi garganta por la brutalidad con la que se expresa.
-Sí
Sus dedos entran en mi coño recogiendo humedad y la extienden hacia mi culo. Ni lubricante ni mierdas. Su polla desnuda entra de nuevo en mí de un resbalón y deja que tome humedad, de nuevo va a la entrada de mi ano.
-¿Sí qué?
-Sí Señor
-Abre más.
Separo mis nalgas al máximo y su polla comienza a entrar. Me inclino hacia delante intentando escapar de la sensación, que es algo dolorosa pero sobretodo extraña. Su mano en mi pelo tira para mantenerme en su lugar. Empuja y para, empuja y así va entrando la carne poco a poco. Me estoy clavando los dedos en la carne. Gimo de dolor cuando la cabeza entra.
-Respira-estoy sudando del esfuerzo y la tensión de mis músculos-intenta relajarte
Lo intento, de verdad que trato de hacerle caso, pero es imposible. Cuando vuelve a introducirse lentamente gruño de dolor.
-Va a ser de un movimiento ahora.
Cierro los ojos con fuerza preparándome. Un golpe poderoso de caderas y está dentro. Duele y arde. Arde. Grito de la impresión. No se mueve durante unos segundos permitiendo que me acostumbre a la sensación.
-Dios, gatita, está muy caliente.
Sus caderas se mecen como si tuviesen vida propia sin poder contenerse. Va ganando velocidad lentamente y el dolor comienza a ser otra cosa hasta que me doy cuenta que yo también me mezo siguiendo su ritmo.
-¿te gusta?
Me doy cuenta de que está jadeante. Asiento.
-No te oigo-una palmada me incita a responder
-Sí.-todo lo que me hace, sexualmente hablando, me gusta.
-Acaríciate con una mano.
No dudo en hacer lo que dice. Dejo una de mis nalgas, donde mi mano es rápidamente reemplazada por la de él y acaricio mi clítoris con avaricia. Me retuerzo más fuerte. Ahora sí que voy a correrme. Se me tensan los músculos aún más. Un tirón del pelo intenta detener mis intenciones pero no lo hace. Tiene que sostener mi muñeca para que pare.
-No tienes permiso.-gruñe detrás de mí
Abro el único ojo con el que puedo verlo. Me viene el recuerdo de la mujer en la habitación de cristal mientras lo rogaba. No sé si estoy preparada para eso.
-¿Qué gatita?-me pregunta observándome mientras de nuevo se hunde de mí.
Me parece curioso que se centre tanto en mi cara, en mis expresiones.
-¿Qué quieres?-pregunto sumisamente
Se ríe entre dientes mientras se clava en mí. Estoy decidida a poner en marcha de nuevo mi mano sobre mi cuerpo, pero su cara me impide moverme. La dureza, el control me dice que ni se me ocurra.
-Es un buen paso, pero tienes que pedirlo de otra manera.
-No lo sé
-Si lo sabes, no quieres decirlo por orgullo. ¿Qué te va a pesar más la necesidad o la dignidad?-cada opción queda marcada por embestida
La balanza comienza a estar desequilibrada. La intento equilibrar con lo que él definiría como trampas cuando de nuevo mis dedos se hunden en mí.
-Así no te ganas recompensas.
Me toma ambas manos y las encaja en la parte baja de la espalda, dejándolas inservibles. Escondo mi cara contra el colchón y me inclino más hacia afuera, queriendo más pero sin pedirlo. Mi entrepierna es fuego.
-Señor...-es una súplica tan clara y amarga en mi boca
-Gatita
-Por favor-voy a llorar
De pronto se sale y creo que me voy a morir ¿cuál es su juego? Sollozo de la tensión. Me da la vuelta. Alza mis piernas colocando la parte trasera de mis muslos contra sus hombros y su polla entra en mi coño, haciendo descansar a mi culo. Grito de la impresión, del pequeño alivio que luego me martiriza más. Toma la parte de atrás de mi cabeza con ambas manos y la alza hasta que casi nuestras frentes se tocan. Con las piernas así la penetración se siente aún más. Cada vez que se mete en mí, jadeo.
-Mírame y pídemelo apropiadamente
Abro los ojos y nos encontramos. Tiene la cara tensa. Alzo mis brazos y los cuelo entre los suyos, los llevo también a su cabeza y tomo con ansias su pelo entre mis dedos. Lo acerco más a mí.
-Por favor, Señor, necesito correrme. -mi lengua lame sus labios en una pasada, provocando- Quiero que nos corramos juntos.
Sus caderas se mueven más rápido y yo solo me inclino buscando más. Su mano sujeta mi cuello, fijando mi cara hacia él.
-Cat-centro de nuevo mi mirada en su rostro- cuando dices que tenemos que parar, ¿piensas en estos momentos?
Intento negar con la cabeza, pero su sujeción me impide moverme así que acciono mis cuerdas vocales
-No-solo es un jadeo
-La próxima vez piensa en esto, -se inclina más hacia mí, junta nuestras mejillas para hablar contra el oído-en lo bien que encajamos. ¿Has sentido esto alguna vez?
No quiero contestar a eso, pero supongo que se lo debo.
-No
-Eso es gatita, nadie te ha hecho sentir así.-estoy a punto de romperme. Nos besamos de nuevo como aspirándonos la vida. Cuando el beso se acaba me lo permite-Córrete
Lo hago, y cada vez entiendo menos. Me corro en un grito que él no cubre. Le gusta que grite, sabe que está ganando, que saca de mí una parte que me esfuerzo todos los días por esconder. Cada vez me convierto más bajo sus manos. Oigo en otro plano, como desde lejos, como se corre él también.
Los jadeos persisten durante unos segundos. Seguimos entremezclados. Hay algo que él no entiende. Es el único que me hace sentir esto. Sentirme totalmente saciada y a la vez rota.
El domingo tengo marcas en el cuerpo de la noche. Quiero borrarlas, hacer como si no existieran. Me siento culpable de dejarme engatusar hasta esa manera. Estoy avergonzada de mis decisiones pero sobretodo de mis reacciones. Tengo que aprender a escapar de Luca y he llegado a la conclusión, después de la noche en vela, que lo mejor es que llame a Ana y le cuente lo que está pasando.
A las diez me permito descolgar el teléfono y llamar. Es igual demasiado pronto para un domingo teniendo en cuenta que no son de madrugar. Los timbrazos van pasando y estoy a punto de colgar cuando se descuelga.
-¿Diga?-suena jadeante y algo mosqueada
-Ana, buenas. Perdón por llamar
-¡Cat!-dice sorprendida y de pronto se echa a reír con ganas, oigo un ruido de fondo, como una voz- Cállate
-¿Qué?
-Nada, es a Toni
-¿Acabo de interrumpir algo?-lo pregunto cuando podía ser una afirmación perfectamente
Ana se mueve sobre la cama o eso me parece. Ambos se ríen
-Nada que no se pueda recuperar
-Llamo después sino...
-No, no, ¿qué ocurre?
-Me gustaría que quedásemos, en algún momento
Un silencio se expande durante unos segundos al otro lado de la línea. Es incómodo
-¿Estás bien?-dice dudosamente
-Sí, yo solo...
-Necesitas quedar-acorta ella-Claro, sin problema. ¿Qué tal para comer?
Los domingos sé que hacen comida familiar.
-Ana, no hace falta que sea justo a esa hora, sé que siempre coméis juntos
-Bueno, hoy no-dice risueñamente-dime que podemos ir a ese sitio donde ponen esas pizzas...-la oigo babear al otro lado
-¿Al Guido?
-mmmm, si
-Está bien, ¿dos y media?
-Perfecto, un besito
Me río
-Nos vemos, pasarlo bien
Con eso cuelgo y cuento los minutos para que sean las dos y media.
Son las dos y media cuando Ana aparece como un clavo en el local. No suelo llegar pronto así que veo su ceño fruncido cuando mira el reloj mientras se acerca. Trae un abrigo marrón suelto bastante señorial y un vestido demasiado primaveral para el tiempo que hace. Una trenza bien hecha y elegante.
-O mi reloj está mal o hay un apocalipsis acercándose-dice con una expresión de conmoción-¿Has visto la hora? Son y media clavadas y ya estás aquí
Me río
-Bueno, no siempre llego tarde
Entonces es ella la que estalla en carcajadas. Se inclina para darme dos besos. Soy generalmente un poco más alta, pero con los tacones que trae me sobrepasa con facilidad.
-Dios...necesito pizza-dice mientras tomándome de la mano me arrastra dentro del restaurante
Ana es una mezcla extraña. Está como una puta cabra, lo que seguramente hace que la quiera. Es de esas bien vestidas, demasiado estiradas, pero luego se muere por un buen trozo de pizza engullido entre las manos, dice que cuanto más grasiento mejor.
El Guido lo habíamos descubierto hace años, solíamos venir cuando éramos más jóvenes y más, bastantes más. Nuestro club de amigas se había reducido a nosotras dos porque el resto había emigrado o se habían pirado cuando en mis malos momentos les había mandado a paseo. No es que esté orgullosa de ello. Me he disculpado con algunas, pero la cosa no ha vuelto a ser lo mismo.
El lugar está bastante lleno, lo cual no es sorprendente. Admite el grado de adolescentes hasta familias con hijos de esa edad. Está bien decorado, entremezclado con coches viejos que durante años oí hablar a Toni sobre ellos. No me interesan mucho.
Nos sentamos en una mesa más o menos pequeña a indicación del camarero y pedimos la comida de inmediato. Sabemos lo que hay que pedir, somos repetitivas, pero no solemos venir a menudo y no merece la pena innovar.
-¿Te acuerdas la primera vez que vinimos aquí?
Sí, lo recordaba. Ana conocía el lugar por una prima y cuando le habló de las deliciosas pizzas me obligó casi a venir el mismo día de noche
-Claro que me acuerdo, me estuviste dando la vara todo el santo día en el instituto-le confieso
No tiene la decencia ni de verse arrepentida
-Fue una de las primeras veces que fuiste a cenar en plan de pareja con Luca ¿no?
O mierda Ana. Mi cara se contrae entristeciéndose y sabe que no ha sido un buen comentario.
-Perdón, solo acabo de recordar...lo pasamos bien
Sí, es verdad, las cosas eran distintas de aquel entonces. Era mi intento número tres con él y en eso se había quedado por su estúpido comportamiento.
El camarero llega con nuestras dos coca colas y ambas nos quedamos mirando para nuestros vasos, perdidas en dios sabe que pensamientos. Una mano se extiende hasta encontrarse con la mía, atrayendo mi atención
-¿Qué ocurre Cat?
Me restriego una mano contra la cara intentando aliviar el dolor de cabeza. No me atrevo a esta conversación, a confesar que Luca tiene ese poder sobre mí, a decirla que soy débil. A confesar que siento que estoy traicionando a Mateo, porque lo estoy haciendo.
-No sé por dónde empezar.
Ella me aprieta la mano para animarme y al ver que mantengo la boca cerrada añade
-Cat, soy yo.
Alzo los ojos hasta que entrecruzamos miradas.
-Tengo un problema...
Se lo cuento. Desde el primer al último detalle y es vergonzoso. He tenido que parar la narración cuando el camarero llegó y dejo las pizzas. Ninguna de las dos ha tocado un pedazo. Ana ha conseguido mantener cara de póker durante todo el monólogo, incluso cuando le conté lo del cinturón, lo de Dani y lo del Club. Por un segundo me pregunto si cree que estoy loca. Se queda callada cuando termino, mirando haca la pizza sin ganas, como si estuviese en otro mundo.
-Soy estúpida
Sus palabras me sorprenden. Pensé que me insultaría a mí, pero...se ha insultado a ella.
-Dios, Cat. No sé cómo he podido mandarte hacer esto. Pensé...--durante un segundo se calla reordenando sus pensamientos-después de veros en mi casa, creí que él podía cuidarte, a dejar atrás a Mateo. No me mires así por favor, no quiero decir...Solo quiero que seas feliz y tu relación con Luca, en el pasado, igual no era perfecta, pero al menos te hacía vivir.
-Estoy viviendo
-No, no me mientas. Lo que no entiendo...no sé cómo Luca...Dios Cat, lo siento. Te he lanzado a sus brazos. -Ana se pasa una mano por todo el rostro para esconder su angustia.
Mierda, me doy cuenta de mi error. No debería habérselo contado, ahora se va a sentir culpable y esa no era mi intención.
-Ana, escúchame-le aparto la mano de la cara-No te estoy contando esto para acusarte. No tienes la culpa de nada. La culpa es de Luca y más mía. He dejado que me trate como la mierda desde que nos conocemos.
-No lo entiendo Cat, sé que él te quiere, ¿por qué te trata así?
No tengo respuesta a esa pregunta. Alguien lo hace por mí a nuestra izquierda.
-Porque no se querer bien.-la voz ronca nos hiela a ambas de forma distinta- Ahora ¿habéis dejado de conspirar contra mí o Toni y yo tenemos que dar unas cuantas vueltas a la manzana con la princesita?
No me giro hacia Luca, siento como que le he traicionado al contar nuestras vivencias a una tercera persona, lo que me garantiza lo mal que estoy.
Ana se levanta de inmediato con un brillo en los ojos que me dice que va a abofetear a Luca. La detengo no queriendo armar escándalo. Oigo el movimiento de varias sillas que se acomodan alrededor de nuestra mesa. Urs está en brazos de Toni, con una sonrisa inocente, todo lo contrario a su hija, Toni intercambia miradas entre nosotras intentando averiguar que ocurre. Ana lo fulmina hasta que finalmente él da una disculpa.
-Era una sorpresa
Joder con las sorpresas. A mi lado Luca toma asiento y se arrima tanto a mí que nuestros muslos se tocan, intento apartarme pero la pared es un buen factor a tener en cuenta.
Doy un vistazo a mi alrededor notando como Ana mata con la mirada a Luca, Toni mira con carita de corderito hacia su mujer, Urs sacude al maldito muñeco que Luca le había regalado, y él, él me sonríe perversamente, prometiéndome muchas cosas que me producen un nudo de en la garganta y chispas en la entrepierna.
Bienvenidos a la comida familiar.