Todo incluido.

Una pareja decide pasar sus vacaciones de una forma diferente, pero la magia del lugar y la compañía hace que el juego y la pasión afloren.

El verano pasó y otro año más no coincidimos mi pareja y yo para hacer coincidir nuestras vacaciones juntos. No obstante queríamos recuperar esos días, y disfrutar un poco.

Programamos nuestras vacaciones para al menos coincidir dos semanas en el mes de octubre, esperando que el tiempo nos acompañara y así poder organizar unos días de placer y distracción.

Decidimos alquilar una casita rural cerca de la playa, pero que tuviera un patio, jardín o zona donde poder organizar alguna fiesta, con el objetivo de poder invitar un día a algunos amigos.

El tiempo pasó bastante más ameno en cuanto tuvimos reservado el lugar, y estábamos deseosos de poder llegar a conocerlo de primera mano. El tiempo no acompañaba en ese primer día, ni tampoco en los siguientes, pero lejos de desanimarnos decidimos disfrutar de esos días como si del mejor verano de la historia se tratara.

La casa estaba en un lugar bastante apartado rodeada de buenas vistas. Tenía tres habitaciones, cocina, baño en común, un salón grande. Fuera tenía una terraza con sillones, y un poco más abajo a un nivel inferior una zona amplia de solárium con hamacas y piscina que se podía ver desde la terraza si te incorporabas un poco.

Decidimos organizar una pequeña fiesta el sábado, ya que sería el último fin de semana que disfrutaríamos de aquel mágico lugar, y como no invitamos a los amigos más cercanos, unos 15. Aprovechando que hacía buen tiempo, lo preparamos todo para que la fiesta fuera en el jardín, junto a la piscina. Casi todos tenían coche y se apuntaron a la fiesta, salvo una amiga de mi mujer, Cynthia que no tenía carnet, por lo que al principio puso alguna traba a la hora de apuntarse.

Hablándolo mi mujer y yo, la verdad es que queríamos que viniera, así que la convencimos de que cogiera el autobús, y se quedara desde el viernes con nosotros, en nuestro último fin de semana en la casa, cosa que aceptó a regañadientes, ya que no quería estropearnos la intimidad.

Cynthia era una chica, bastante guapa, de pelo largo y castaño, siempre me había llamado la atención porque lejos de otras mujeres que se preocupan por una extrema delgadez, ella tenía un cuerpo que para muchos podrían considerar como rellenito, pero para mí era perfecto, ya que tanto sus caderas, como sus grandes pechos y sus muslos estaban bien puestos, con volumen. Evidentemente soy esa clase de chicos que las mujeres las prefieren rellenitas, donde agarrar por decirlo de una manera más burda.

La tarde del viernes, la pasamos con Cynthia que amablemente nos ayudó a comprar y preparar para la fiesta que nos esperaba el sábado. La verdad que aunque parecía una chica muy correcta y sería, era bastante simpática y en ocasiones tenía la intuición que cuando cogía confianza era de una manera más abierta, pero trataba de disimularlo, o al menos eso pensaba.

Esa noche, acabamos verdaderamente agotados, bueno viernes noche, que voy a decir, quería marcha, así que tras la cena le dijimos a Cynthia que nos íbamos a dormir pronto para coger fuerzas para la fiesta del día siguiente y ella se despidió de nosotros diciendo que saldría a la terraza a leer un poco.

Al llegar a la habitación, cerramos la puerta y pronto nos pusimos a jugar. Tenía unas ganas tremendas de disfrutar de aquella velada. Sin dejarla reaccionar me senté en la cama, en la esquina inferior derecha, y aprovechando que se despojaba de sus pantalones, tiré de ella hacía mí, sentándola sobre mis muslos dejando mi erecto miembro entre las dos nalgas y su espalda.

Le solté la hebilla del sujetador dejando libre sus pechos, lo tiré. Mis dos manos se apoderaron de sus pechos y los masajee un rato mientras besaba su espalda y cuello. Ella trato de resistirse y levantarse para poder hacer algo ella, pero no la dejé. Solté sus pechos y lleve una de mis manos a su cadera, mientras que la otra fue hacia su cabeza, introduciendo mis dedos en su cabello y masajeándolo. La mano derecha, que no llevaba mucho ocupando su cadera, la desplacé hacia su coño ya bastante húmedo y tras abrirle ligeramente los muslos, comencé a masturbarla con la yema de mis dedos. Me costaba llegar, pero era suficiente para lograr mi objetivo.

Pasado un rato, ella se echó hacia atrás nos recolocamos sobre la cama ambos boca arriba y ella sobre mí y abriendo sus pies, continué esta vez masajeando con mi mano izquierda su pecho y de vez en cuando sus labios que humedecían mis dedos para poder deslizarlos sobre sus duros pezones. Mi mano derecha continuaba haciendo su labor en si clítoris. Mi miembro rozaba su culo, y la entrada de su coño, hasta el punto de humedecerse entrando únicamente la punta de mi glande en su coño.

No tardó mucho en correrse. Era una sensación especial ya que notaba cada uno de sus espasmos, su coño aprisionando mi glande, su culo abriéndose y cerrándose en la base de mi miembro, sus nalgas jugando con los pelos de mi barriga, sus pezones duros como piedras y sus jadeos intensos pero apagándose en el tiempo.

Luego fue mi turno, tiró de mí y me levantó. Me llevó a un sillón que hacía las veces de cambiador en la habitación y me sentó. Se arrodilló ante mí y se adueñó de mi miembro que seguía palpitando de tensión. Su mano derecha se alternaba con su boca para masajear y cubrir todo mi miembro. Su mano izquierda masajeaba en ocasiones mis huevos, que se erizaban del placer que me aportaba. Su mirada pícara, y sedienta de lujuria, me miraba y penetraba en mis ojos, que junto con su boca que abría sensualmente cuando paraba de succionar para dar paso únicamente a su mano, me excitaba por completo. Pronto mis ojos se tornaron en blanco y mi corrida inundó parte de sus pechos que estaban a mi vista, su cara y la comisura de sus labios. Ella pedía su ración de leche y mi semen la cubría por completo.

Tras unos segundos de resuelle, logramos coger aire e intentar limpiar cualquier rastro de aquella batalla ganada. Teníamos que salir fuera al baño, ya que era compartido para todos. Y sigilosamente como dos delincuentes o adolescentes traviesos, logramos llegar sin ser visto por Cynthia que parecía leer aún en la terraza.

A la mañana siguiente, ya estaba todo dispuesto para ese día de fiesta. El alcohol y la música no faltaba y la verdad el día acompañaba. Los invitados fueron llegando y pasamos una jornada maravillosa rodeada de buenos amigos. Las chicas se reagruparon en la piscina con sus biquinis insinuantes y cuerpos espectaculares. Los chicos nos sentamos a observar el bello paisaje que aquella casa rural nos proporcionaba, mientras hablábamos de varias cosas, por lo que nos reíamos mucho. Cynthia y mi mujer no tardaron en abandonar su grupo y unirse al nuestro ya que parecía estar más animado y menos concentrado en los rayos de sol que caían. Nos llegó a doler la tripa de reír.

Ya al atardecer los invitados fueron yéndose poco a poco, algunos más pasado de vueltas que otros, efecto del alcohol, pero en general bastante alegritos.

Cynthia y mi mujer, estaba algo bebidillas, sus caras reflejaban su estado de diversión incontrolada. Yo por el contrario, estaba bien, contento pero sin locuras.

Aprovechando el recuerdo de la noche anterior, quise repetir y tras convencer a mi mujer, le dijimos a Cynthia que nos acostaríamos. Ella nuevamente se quedó en la terraza un rato más, aludiendo a que todo le daba vueltas y no podía aún acostarse.

Corrimos hacia nuestra habitación, y empezamos a jugar, nos hacíamos cosquillas, nos mordíamos, le chupaba la oreja y reíamos mucho. Pasado un rato, a mi mujer se le ocurrió hacerlo en la piscina. Quería hacerlo allí y nadie se lo impediría.

No sabíamos si Cynthia estaría aún en la terraza o si ya dormía. Salí de la habitación y me asomé a la terraza, la luz estaba apagada y su cuarto estaba a oscuras. No se me ocurrió mirar en ningún lado más ya que tenía muchas ganas. Avisé a mi esposa y salimos sigilosos al jardín, bajamos a la piscina y dimos rienda suelta a nuestra noche estrellada. Entre tantos juegos, salimos de la piscina ya que no paraba de oírse el chapoteo del agua. Llegando a la tumbona, puse a Laura sobre ella a cuatro patas y me coloque detrás de ella para meter suavemente mi miembro en su coñito que estaba bastante calentito en comparación con la piel húmeda del agua de la piscina. Tras varias embestidas y sujetándola con una mano por el pelo y la otra por la cadera, propinándole de vez en cuando una nalgada, una sombra llamó mi atención. En la terraza me pareció ver una silueta, y tras fijarme más vi como Cynthia estaba sentada en la oscuridad de la noche observándonos en nuestra aventura estrellada.

La sensación de ser descubierto fue tal, que me vine casi en el momento del morbo que me dio. Saqué mi miembro aún en pleno espasmos y lancé parte del semen sobre sus nalgas, sin dejar de mirar de reojo la silueta de Cynthia que no perdía asunto de lo que pasaba.

No sabía qué hacer, si decirle a Laura que nos espiaban, o hacerme el loco. Cosa que pronto salí de dudas, ya que Laura se recolocó sobre la hamaca y me pidió que le comiera su coño chorreante.

Sin pensarlo, y aún con los restos de mi semen brotando de su coño, la abrí de patas y le comencé a comer su coño. Mi mano izquierda masajeaba su clítoris alternándolo con la lengua. Levantaba la mirada como podía y veía como Laura se masajeaba los pechos y humedecía con su lengua sus labios. Un poco más arriba, Cynthia ya no estaba en la postura que la había visto por última vez, ahora estaba sentada con lo que parecía ser los pies abiertos y su mano, se perdía en su entrepierna. No me lo podía creer, una chica se tocaba ante nosotros, y podía disfrutar de aquella fantasía que siempre quise cumplir. Siempre me había parecido que una mujer masturbándose era lo más bello y excitante que había, más aun cuando además lo hacía por vernos follar, además tenía la sensación de que ella no sabía que me había percatado de que estaba allí escondida, y sabía que mi mujer era ajena a todo aquello.

Mi mujer no tardó en correrse con mi boca, nos levantamos y fuimos directos a la piscina. Desde allí, volví a mirar a la terraza pero ya no había nadie.

Esa noche, dormí cómodamente, pero con un pensamiento de que quería volver a vivir aquella experiencia, ya que a pesar de que siempre había pensado que jamás ocurriría y que me daba morbo, no esperaba que fuera tan satisfactoria como fue.

Desayunamos los dos tranquilos, mientras Cynthia dormía. Ya era el último día en la casa, y habíamos acordado con el dueño en aprovechar el día hasta la tarde. Mi mujer quería ir al pueblo a comprar algunos regalos, pero yo prefería quedarme y recoger las cosas. Coloqué todo, y preparé el almuerzo, en lo que Laura salía. Preparando la comida, oí la cisterna del baño, pero Cynthia no apareció por la cocina, así que supuse que se había vuelto a la cama.

Deje todo preparado y al fuego, y salí a relajarme un rato  a la terraza y así coger algo de sol. Me senté y me quedé mirando al cielo, cerré los ojos y respiré profundamente, relajándome. Cuando me incorporé mire hacia la piscina. Allí estaba ella, en la misma hamaca donde la noche anterior, Laura y yo, habíamos estado disfrutando el uno del otro, mientras nuestra espía nos observaba. Para mi sorpresa, ella estaba con la parte de arriba del bikini rodado, un pecho por fuera, y el otro oculto, sus pies abiertos y tocándose sobre el tanga. Se arqueaba dejándose llevar por el momento de excitación. Supuse que imaginaba lo que había observado la noche anterior, ya que era mucha casualidad ir precisamente a ese lugar a masturbarse.

No tardó en llevar sus manos a su boca y humedecerlos, esta vez apartó el tanga del bikini y dejó que sus dedos entraran a explorar su coñito bien rasurado y moreno. Ciertamente tenía entradas de lujo en aquella actuación y mi miembro no pedía más que ser liberado de la prisión del calzoncillo. Dude al principio si era correcto estar allí viendo aquella maravillosa escena, incluso de si yo podría aprovechar aquella situación para desfogarme, ya quizás jamás volvería a tener aquella visión. Mi cerebro se desbloqueó de tantos miedos y saqué mi miembro de su atadura, humedecí mis manos con mi propia saliva y sin dejar de observar como ella se masturbaba y jugaba con su cuerpo, su mente… hice lo propio con mi mano. Mi miembro quería reventar, y no paraba de frotarlo y humedecerlo continuamente.

Cynthia estuvo un rato más, hasta que de pronto se arqueó y dio algunos espasmos acompañados con jadeos ahogados, supongo que para no llamar la atención. Yo me recosté en el sillón para no ser descubierto, aún con el miembro erecto entre mi mano. Ella se despojó de su bikini que colocó sobre la hamaca y desnuda se tiró de cabeza a la piscina.

Durante un rato la observé nadar y acomodar su pelo, no sin dejar de tocarme. Salió de la piscina y de espaldas a mí ofreciéndome su belleza se escurrió el pelo y colocó su toalla enrollada.

Justo en ese instante, al inclinarse hacia adelante, y dejar su culo a mi vista, me corrí descomunalmente, tanto que ni mi calzoncillo pudo controlar el chorro que emanó de mi miembro.

Rápidamente, me limpié como pude y antes de que se diera la vuelta regresé dentro y aun agitado probé la comida y ya estaba lista. Apagué el fuego y de camino al salón vi como Cynthia subía de la piscina con la toalla enrollada y el bikini en la mano, se paró en la terraza miró el suelo y sonrió.

Entro en la casa,  y le di los buenos días, ella me miro y sonrió.

-          Un día espectacular, una pena que ya nos vamos, dijo aún con esa sonrisa picarona.

Ella siguió de camino al baño. A la entrada del mismo, yo intenté ir a mi dormitorio, así que fui tras de ella, ya no sabía si me había pillado o no. Al llegar al baño, estaba en la puerta, se giró y llevando el tanga de su bikini con  su mano derecha a mi mano me lo colocó y me dijo susurrando, espero que lo hayas disfrutado como yo, y lo quiero de vuelta algún día. Se metió en el baño y cerró la puerta.

Me quedé unos segundos atónito. Caminé hacia mi dormitorio y tras cerrar la puerta me quedé abobado mirando aquel tanga en mi mano. Inconscientemente lo llevé a mi nariz y olí como aún tenía el olor de su corrida, de su sexo, un dulce aroma a sexo. El tacto era húmedo y teniendo en cuenta que no se bañó en la piscina con él, era evidente que eran los restos de sus fluidos.

Mi erección volvió a marcarse, ahora sin contención del calzoncillo que ya no estaba, por lo que el pantalón no podía disimular aquella erección.

Pronto llegaría Laura, y la excitación era tremenda, cogí su tanga y volviéndolo a llevar a mi nariz, lo olí como si de un depravado se tratase. Saque el miembro de mi pantalón y nuevamente me masturbé pensando en la noche anterior, en esa mañana, incluso en el primer día de aquella maravillosa casa rural, pero también concentrado en el olor y el sabor de aquel regalo tan especial. No me reconocía, aunque sabía que era un juego y tenía que controlarme, o al menos debía intentarlo.

Me faltaba poco, así que fui a la mochila y cogí unos boxers que tenía limpios, y sin dejar de disfrutar de aquel suvenir, me corrí en el bóxer ya que no quería renunciar al olor del sexo de Cynthia. Cuando terminé me vestí y salí al pasillo, quizás fue un brote de locura, pero al ver que aún estaba en el baño, me acerqué a su habitación y coloqué dentro de su mochila el bóxer doblado con la corrida dentro, y su tanga sobre el mismo. No podía dejar rastro de aquella situación y no sabía cuándo volvería a pasar algo así.

El resto del día transcurrió bien, comimos tranquilos y relajados, nos fuimos de aquella casa, con el sentimiento de que una gran vivencia nos había marcado y sobre todo con el recuerdo de que por accidente encontramos un pasatiempo que nos llevó a unas vacaciones de lujuria.

Este año, Laura me ha dicho que Cynthia se quedó encantada con el lugar, y que por qué no volvíamos de vacaciones. Ahora tienen novio, pero dice que le gustaría enseñar el lugar y pasar unos días en pareja.