Todo ese tiempo perdido

El amor de los hermanos tardó en llegar y cuando lo hizo, causó una gran ansiedad. Hubo que esperar 10 años...

Todo ese tiempo perdido

Capítulo 1.

Desde chiquita siempre tuve problemas con mi hermano Ricardo. Yo soy mayor que él por 11 meses. Es decir, que mamá salió embarazada cuando yo tenía sólo dos meses de edad. Por eso todo el mundo pensaba que éramos gemelos. El pelo medio rubio, los ojos claros, más o menos igual contextura. Cuando me tocaba empezar el colegio, decidieron meternos juntos y así estábamos en el mismo grado.

Como somos muy competitivos, siempre nos peleábamos por los mismos juguetes. No importaba si eran muñecas o palas mecánicas, ambos siempre queríamos lo mismo, para desesperación de nuestros padres, que trataban de hacernos entender que éramos distintos, que yo era una niña y él un varón, pero nada, las peleas seguían.

Finalmente, fueron las hormonas las que lograron separarnos. A los 12 años empezó mi transición. Me salieron pechos y vellos en el pubis ¡y a él no. Ja!

La diferencia duró poco, pues un año después le cambió la voz y empezó a tener pelos en la barba, pero ya nos habíamos diferenciado más. A mí, me gustaba la gimnasia y a él la natación. Ambos éramos buenos en los deportes y mejores en los estudios. Si él sacaba 20 en matemáticas, yo lo sacaba en química. Si a él le gustaba la geometría, a mí la sociología.

Los amigos eran más o menos comunes, pues eran principalmente los del colegio, sólo que él se la pasaba con los varones y yo con las hembras. Ya no peleábamos constantemente, pero tampoco hablábamos mucho, cada uno en lo suyo.

Yo tuve algunos “pretendientes”, amigos que me invitaban a salir, a un cine o a charlar, pero yo no los dejaba ir muy lejos. No era que no me interesara el sexo, bastante que había averiguado en Internet, pero ninguno de los chicos me gustaba lo suficiente para dejarlo besarme mucho y menos acariciarme. Ya habría tiempo para eso, me decía.

Ricardo sí tuvo un par de novias, pero nunca supe mucho de ellas porque eran de otro instituto y la verdad, no me interesaba. Bueno, sí, pero no iba a preguntarle.

Finalmente, llegó el último año del instituto y él se decidió por la ingeniería de computación, mientras que yo me iría por la economía. Cada uno en una universidad distinta.

Un día, faltando poco para la graduación, alguien inventó hacer una fiesta en casa de sus padres, que estaban de viaje, por lo que tendríamos toda la casa para nosotros, sin miradas que molestasen. Aunque mis padres confiaban en mí y podía salir sola donde quisiese, había compañeras que las cuidaban más que princesas ¡Justamente las más salidas, jajaja!

La fiesta sería a partir de la 7 de la noche y Ricardo y yo nos fuimos juntos en el carro de mamá. Ya teníamos licencia de conducir y el acuerdo era que él manejaría de ida y yo de regreso, ya que no me gustaba beber.

Tarde en la noche, ya todos estábamos un poquito bebidos. Inclusive yo, que había decidido tomarme un par de copitas de vino, pensando que hasta que llegara la hora de irnos, ya se me habría pasado el efecto.

La música atronaba por toda la casa, menos mal que no había vecinos cerca, y generalmente era una de esas cosas en las que todos nos poniamos a bailar al mismo tiempo. Todos con todos, pegando brincos y alaridos.

De pronto, a alguien se le ocurrió que cambiáramos la tónica y que íbamos a bailar un par de canciones románticas. Al principio nadie sabía con quién bailar, pero luego simplemente agarramos a quien teníamos por casualidad al lado. Yo miré y resultó que era Ricardo. Bueno, pues ese sería mi pareja.

-Con permiso- me dijo Ricardo sonriéndome.

Torpemente, le tomé la mano izquierda con mi derecha, alguna vez habíamos aprendido a cómo hacerlo, puse mi mano izquierda en su hombro. él me sujetó por la cintura y empezamos a movernos.

No sabíamos muy bien cómo bailar una música tan lenta, pero éramos deportistas y teníamos buen ritmo, así que no sería tan difícil.

Entonces alguien apagó la luz. No se veía absolutamente nada. A lo lejos el brillo de una luz en la cocina, o la pantalla de un teléfono celular.

Como me sentía rara agarrándole la mano, decidí soltársela y pasando mi brazo por detrás de su cuello, abrazarlo con las dos manos alrededor del cuello. Él hizo algo parecido y me abrazó por la cintura.

Mientras seguíamos bailando despacio, de pronto fui consciente que mis tetas estaban apretadas contra su pecho. Al principio levemente, pero luego, poco a poco cada vez más. Yo podía apreciar su musculatura y no pude evitar sentirme orgullosa y… no sabía cómo expresarlo, sentirme bien, abrazada a él.

Acerqué mi mejilla a la suya y sentí como su barba me raspaba un poco, a pesar que se sabía que se había afeitado, pero no me molestó. Por el contrario, me gustó sentirlo.

Mis tetas también parecían pasarlo bien. Yo tenía puesta una blusa muy delgada y un sostén también muy suave que era perfectamente suficiente para mis pequeños pechos, pero que me transmitían todo el calor y el roce del cuerpo de Ricardo contra ellos y así, mis pezones se irguieron. Más que erguidos, estaban duros y sensibles, disfrutando de la sensación.

La música lenta seguía y seguía y la verdad era que yo no quería que terminara, pues la estaba pasando demasiado bien. Sentía un calor que nunca había sentido antes con ningún muchacho y cada vez me apretaba más contra Ricardo.

Entonces sentí algo, algo que no estaba antes ahí. Algo duro entre mi vientre y el de Ricardo. Al comienzo no tenía idea de qué era, pero de pronto se me prendió el bombillo: ¡el miembro de Ricardo! ¡Estaba teniendo una erección!

Por un momento me quedé paralizada y perdí el paso, por lo que él se tropezó un poco.

-¿Qué pasó?- me preguntó en el oído.

Su aliento en el oído me hizo estremecer… ¿de placer?

-Nada, nada- le dije mintiéndole y apretándome más duro contra su cuerpo.

Estaba segura que mis pezones habían crecido como 2 centímetros y que le abrirían un hueco en la camisa, pero ¡no me importó un comino!

Volví a tomar el paso del baile y entonces noté que su miembro se había puesto más grande. Ya no tenía ninguna duda. Como él era un poquito más alto que yo, el bicho ese me quedaba… a ver, un poco más arriba de mi monte de venus e inclinado hacia un lado, como en 45º, sobre mi vientre.

-Me gustaría que estuviera más abajo-

pensé -

a la altura de mi vagina… a la altura de mi clítoris-

Mientras seguíamos bailando yo busqué la manera de que no solo estuviera apretado entre los dos, sino que pudiese restregarme un poquito contra él, no sé… sentirlo moverse. Entonces cambié un poco mis pasos, abriendo un poco más mi pierna derecha, así la cadera me bajaba un poco y cuando nos movíamos hacia ese lado, la cadera volvía a subir y… justamente el movimiento que quería contra su miembro.

Entonces empecé a sudar entre mis piernas, pero luego me di cuenta que no era sudor; era que había mojado las pantaletas. Estaba tan mojada que pensé que podía salirse y bajarme un chorro por la pierna y me moriría de vergüenza.

Pero por nada del mundo dejaría de bailar, por nada del mundo dejaría de restregar mis tetas contra su musculoso pecho, ni mi mejilla por su barbilla y menos mi vientre contra su poderoso miembro.

Pero también quería verlo. Quería verle la cara a ese ser extraño en que se había convertido mi hermano en los 5 minutos que llevábamos bailando esta pieza.

Separé mi cabeza y traté de verlo, pero todo estaba oscuro. Apenas podía adivinar su cara, sus ojos, sus labios.

-¿Estás bien?- me preguntó.

No le contesté, le sonreí, aunque no creo que me haya podido ver y lo besé cortamente en la boca.

Creo que él se sorprendió, pero no apartó la cara y aceptó el beso sonriendo.

-¿Y eso?- me preguntó.

-Porque estoy feliz- le respondí exagerando un poco más el movimiento con las caderas, y restregándome más contra su miembro, que estaba aún más duro que antes.

Entonces volví a besarlo. Esta vez más largo.

Él no sólo se dejó, sino que inclinó un poco la cabeza para que nuestras narices no tropezaran.

Y otra vez volví a besarlo, ahora con los labios abiertos. Y moví más las caderas.

Él abrió sus labios y metió su lengua en mi boca.

Mi corazón se detuvo de placer.

Y así comenzamos a besarnos con pasión, con ansiedad, con deseo.

Apenas nos movíamos con la música, sólo nos movíamos para restregar nuestros cuerpos contra el otro. Para que su pecho me acariciase los pezones y mi vientre acariciase su miembro.

Y de pronto, alguien encendió la luz y quitó la música.

Inmediatamente nos soltamos el uno del otro como si tuviéramos electricidad.

La mayoría estábamos encandilados por la luz, que no era mucha, pero suficiente para hacernos pestañear varias veces.

Entonces le ví la cara a Ricardo y… salí corriendo de la pista de baile. No sé si avergonzada o asustada o... enamorada.

-Espera Isabel- me llamó, pero no me volví a mirarlo.

Al contrario, me escondí entre un grupo de amigas que conversaban en una esquina y el pasó de largo sin verme.

Esperé un momento y le dije a mi amiga Amanda:

-Amiga, me siento un poco mal ¿puedes llevarme a mi casa?-

-Claro, claro. Deja que busco mi cartera-

Ya en el carro, le escribí un mensaje a Ricardo:

Me fui con Amanda. Tú tienes las llaves del carro. Llévatelo cuando quieras“

“¿Qué te pasó?”

me contestó unos instantes después.

“Nada, mañana hablamos”

La verdad fue que pasaron 10 años y nunca tuvimos esa conversación. Cuando llegué a la casa, descubrí que a mi padre le había dado un infarto y que estaban en la emergencia.

Amanda, tan buena ella, me llevó hasta allá y se quedó conmigo un rato.

Después el mundo se nos complicó. Papá nunca se recuperó y como Ricardo y yo nos fuimos a nuestras respectivas universidades, mamá vendió la casa y se mudaron a un pueblo más tranquilo, donde vivieron los siguientes 10 años.

Ricardo y yo los visitábamos de vez en cuando, pero cada uno siguió su carrera y sólo nos veíamos cuando coincidíamos en su casa, lo que era muy poco. Primero los estudios y luego los trabajos nos mantenían separados.

Ricardo se casó y luego se divorció a los 3 años. Yo nunca conseguí un hombre que me hiciera resonar lo suficiente como para casarme con él, así que vivía un tiempo con uno, otro con otro y así, sin sentar cabeza con ninguno.

Finalmente, mamá murió de cáncer y papá del corazón, en el corto lapso de 3 meses, por lo que, por los motivos más tristes, Ricardo y yo nos íbamos a encontrar para cerrar la venta de la casa y culminar ese capítulo de nuestras vidas.

Capítulo 2.

“¿Cómo es que se llama el hotel en que hiciste las reservaciones?”

decía el mensaje de Ricardo.

“Moderno”

le contesté. “

No había mucho donde escoger”.

Tomé un taxi desde el aeropuerto y le pedí que me llevara al hotel, donde me encontraría a Ricardo. Nos habíamos impuesto un esquema muy ajustado, pero ninguno de los dos queríamos pasar demasiado tiempo en estas difíciles diligencias. Así que llegábamos el viernes en la mañana, firmábamos en la notaría el viernes en la tarde y con eso, ya estaba todo listo.

Ambos hubiésemos preferido regresarnos esa misma tarde, pero no había vuelos, así que teníamos que quedarnos esa noche en uno de los pocos hoteles del pueblo y volaríamos de regreso el sábado en la mañana.

-Ya llegó el Sr. Méndez?- le pregunté al encargado del front-desk mientras llenaba la planilla de registro.

-No señora Méndez, el Sr. Méndez no ha llegado- me contestó.

-Muy bien, por favor dígale al botones que suba mi equipaje a la habitación mientras yo espero en el restaurant. ¿Está abierto no?-

-Si, por supuesto. Ya está abierto y como no, en lo que llegue su marido yo le digo que Ud. lo está esperando allí-

Por mis adentros me reí que me supusiera casada con Ricardo, era lógico. Una señora Méndez hace una reservación para ella y para el señor Méndez. Lo más probable es que sean esposos ¿no?. Me dio flojera sacarlo de su error y lo dejé así, dirigiéndome al restaurant, donde pedí un Bloody Mary mientras esperaba. Entendía que el avión de Ricardo llegaba 45min después del mío, pero me había dado ladilla esperar en el aeropuerto por él. Era mejor con un Bloody Mary por delante.


-¡Hermana! ¿Cómo estás?- fue su saludo desde la puerta del restaurante -¿Ya te estás tomando algo? ¿Tengo tiempo de acompañarte?-

Me levanté contenta de verlo y le dí un abrazo.

-Claro que puedes tomarte algo. Falta media hora para que llegue el abogado. Mesero, tráigale un trago al señor-

-¿Qué estás tomando tú?- me preguntó Ricardo.

-Bloody Mary-

-Oh, no. Odio esa vaina- me dijo y luego dirigiéndose al mesero le dijo:

-Por favor tráigame un Gin Tonic-

Luego de sentarse, nos pusimos a conversar de nuestras últimas historias, poniéndonos al día en todo.


A las 5 de la tarde, regresamos al hotel, un poco deprimidos y cansados de la madrugada que nos habíamos pegado para tomar los respectivos aviones en la mañana.

-Buenas tardes- le dije al chico del front-desk -Me da mi llave, por favor. Me registré esta mañana: Sra. Mendez-

-Como no, Sra. Mendez- me respondió el muchacho, entregándome un sobre con la tarjeta magnética.

-Y la mía, por favor- dijo Ricardo.

El muchacho nos miró confundido diciendo:

-En ese sobre están las dos llaves-

-¿Si?- dije revisando -Pero aquí dice habitación 518 ¿y la del señor?-

-Es la misma…- dijo el muchacho dudoso.

-¿Cómo que la misma?- reclamé -Yo reservé dos habitaciones-

-¿Dos habitaciones?- preguntó el chico -Yo tengo aquí una sola-

-¿Cómo que una sola?-

-Si, aquí dice: Habitación para el Sr. y la Sra. Mendez-

-Eso. Una habitación para el Sr. Mendez y otra para mi-

-No, no, no- respondió el chico -Una para los dos-

-Bueno, no importa lo que diga su papel. Denos otra habitación-

-Uhh… no hay-

-¿Cómo que no hay? ¿No hay otra habitación en este hotel?- dije exasperada levantando la voz.

-Espera, espera. No te alteres, déjame probar a mi- dijo Ricardo interviniendo.

Yo me alejé exasperada y esperé los resultados de su intervención. No esperé mucho.

-Bueno, parece que hay una fiesta en el pueblo y todos los hoteles están llenos, así que estamos jodidos. Mi propuesta es que hagamos de tripas corazón y compartamos la habitación. Al fin y al cabo, es una sola noche y somos hermanos ¿no? Vivimos juntos 18 años-

-Jajaja- me reí para no llorar -Pero nos peleamos un millón de veces en esos 18 años, pero está bien. Puedo soportarte por…¿Doce horas más?-

-Tu no roncas ¿no?-

Así pues, resignada, me dejé tomar galantemente del brazo por Ricardo y nos dirigimos al ascensor.

Al llegar al cuarto y abrir la puerta, una nueva sorpresa nos esperaba. La habitación era de lo más agradable, limpia y acomodada… ¡con una cama matrimonial!

-¡Ups!- dijo Ricardo -Mmmm… parece que no sólo vamos a compartir cuarto sino también la cama-

-Jajaja ¿porqué no? Si una cosa iba a salir mal ¿porqué no todas?- rezongué.

-Por lo menos es una cama grande…-

-No, no es grande- le dije -Es apenas una cama queen. Cabremos los dos, pero vamos a estar muy juntos-

-Yo no tengo problemas- dijo él, dando el primer indicio de acercamiento personal.

-Yo tampoco- le respondí de forma neutra. Yo no tenía tampoco problemas en compartir la cama con él, pero no quería decirle nada… todavía no me sentía segura.

A ver, no es que no me sintiera segura con él, no me sentía segura de mis sentimientos hacia él. En fin, después de todos esos años, todavía arrastraba mis dudas.

-¿Qué te parece si dejamos todo esto así, nos vamos a comer algo los dos y nos tomamos después unos vinos?- me propuso con su más encantadora sonrisa.

-Aceptado… con un cambio. Déjame darme un baño y cambiarme de ropa ¿Si? Estoy con la misma ropa desde las 5am- le dije.

-¡Hey! Muy buena idea. ¿Cómo hacemos? Tenemos sólo un baño-

-Déjame bañarme primero, que seguro que yo tardo más que tú en vestirme y arreglarme-

-¡Listo! Yo te espero leyendo- dijo Ricardo quitándose los zapatos y recostándose en la cama.

-¿Qué lado de la cama prefieres?- preguntó.

-No sé, me da lo mismo- le respondí mientras abría mi maleta y buscaba una ropa íntima limpia, mientras pensaba en cómo me las iba a arreglar para vestirme. No me agradaba la idea de tener que llevarme la ropa al baño y vestirme ahí.

-Ya pensaré en algo-

me dije y tomando un brassier y una pantaleta me dirigí al baño.

Una vez en el baño se me ocurrió una maldad. Decidí no cerrar la puerta por completo, así él sabría exactamente qué estaba haciendo yo. Inclusive podría ver un poquito por la rendija. Saber que él me estaba mirando me excitaba mucho.

Cuando terminé de bañarme, me enrollé la toalla alrededor del cuerpo. Era una toalla corta y apenas alcanzaba a tapar las tetas y el culo. Me acerqué al espejo del baño y traté de adivinar si Ricardo me estaba viendo por la rendija de la puerta y me pareció que si. Los pezones se me irguieron inmediatamente.

Me sequé la cara con la toalla pequeña y me acomodé un poco el pelo, mientras me inclinaba hacia el espejo. Sentí como la toalla se levantaba por detrás mostrando el inicio de mis nalgas.

-Espero que él esté viendo

  • pensé, para luego recapacitar -

¿Pero qué se supone que estoy haciendo? ¡Es mi hermano el que está allá afuera!-

Pero entonces me contestó mi lado sensual del cerebro:

-Si, es tu hermano, pero está más buenooo!!!

-

El caso es que tomé las pantaletas y me las puse antes de salir del baño y sin quitarme la toalla. Para ponerme el sostén tendría que quitarme la toalla, por lo que, por el momento, lo dejé de ese tamaño. Tomé mi ropa sucia y el sostén y salí del baño.

-Es tu turno- le dije mientras me dirigía a donde estaba mi maleta.

Él se levantó e hizo más o menos lo mismo que yo, fue a su maleta y sacó la ropa que se iba a poner, pero a diferencia mía, se quitó la ropa sucia allí mismo, quedando en interiores.

¡Wow! Seguía teniendo el mismo cuerpo de cuando era un muchacho. Bueno, quizás un poquito de grasa aquí y allá, pero no mucho.

-

Coño hermanito, estás tan bueno como hace 10 años-

pensé mirándolo de soslayo y con su interior tipo bikini, lo vi dirigirse al baño, sin decir nada.

Igual que yo dejó la puerta del baño entreabierta. Incluso más abierta que lo que yo había dejado, pero desde donde estaba yo, no podía verlo.

Por lo pronto, aproveché que él no estaba, me quité la toalla y me puse el sostén. Una preciosa pieza de encajes que hacía juego con la pantaleta tipo tanga que dejaba mis nalgas al aire. Luego tomé la blusa y la falda y me las puse. Me miré al espejo, pero no me gustó cómo me veía.

Entonces me di cuenta que desde donde estaba podía ver dentro del baño y la ducha, donde ya estaba Ricardo, pero la humedad había empañado el vidrio y no podía ver sino su sombra.

Me quité la blusa y el sostén y me volví a poner la blusa.

-

Mucho mejor-

pensé.

No se me transparentaban los pezones, la tela era demasiado gruesa para eso, pero salté un poco y pude ver claramente que mis pechos se veían moverse bajo la blusa.

-

Muy bien. Cuando camine se va a notar que no llevo nada debajo, pero puedo vivir con eso-

pensé.

Entonces entré al baño a maquillarme. Yo sabía que Ricardo seguía bañándose y que no podríamos vernos por el vidrio empañado de la ducha.

Limpié el espejo y como pude empecé a maquillarme. Yo no utilizaba mucho, por lo que sería una cosa rápida, pero me dilataba esperando verlo cuando saliera de la ducha.

Entonces oí que abría la puerta. Miré disimuladamente por el espejo y pude verlo de espaldas secándose las nalgas. El corazón me dio un brinco, pero inmediatamente él se enrolló la toalla alrededor de la cintura y salió de la ducha.

-¡Ah! Estás aquí- me dijo con voz de sorpresa.

-Si, decidí adelantar un poco y comenzar a maquillarme- le dije volviéndome hacia él y mirándolo descaradamente de la cabeza a los pies -Sigues estando bueno hermanito-

-Sigo haciendo ejercicios casi todos los días. Corro o voy al gimnasio- me contestó -Y tú también estás requete buena-

-Gracias. También hago lo mío-

Me dí cuenta que los pezones se me habían puesto duros y se marcaban contra la blusa, por lo que me volteé para que no me viera, aunque creo que él se dio cuenta.

-Bueno- dijo a continuación -Voy a aprovechar que tú estás aquí para vestirme yo allá afuera-


La cena no estuvo mal para tratarse de un restaurante de pueblo y la acompañamos con una botella de vino Côtes du Rhône delicioso, que nos bebimos completa, por lo que tuvimos que pedir una segunda. Para cuando terminamos de comer, ambos estábamos un poquito… alegres, jajaja.

Yo había seguido coqueteando con Ricardo y él devolviéndome todo lo que le lanzaba, haciendo que frecuentemente nos sonrojásemos los dos.

Mis tetas sin sostén habían causado estragos. Él no cesaba de mirarlas desde el momento en que nos habíamos vestido, sobre todo cuando me movía y las tetas oscilaban alegremente en mi pecho, cosa que procuraba hacer cuando sabía que él me estaba mirando. A ver, no es que yo tenga unas tetas muy grandes, uso una copa C, pero con los años ya no están tan duras y pegadas a mí y cuando me muevo y no llevo sostén puesto, tienden a oscilar. Adicionalmente, eso hace que los pezones rocen con la tela, excitándose más, así que pasé casi toda la noche con ellos levantados.

Debo decir que no sólo Ricardo había disfrutado del espectáculo, jamás me habían tratado tan bien los mesoneros. Estaban pendientes de nosotros (de mis tetas) y ante cualquier gesto mío corrían a mi lado.

Por fin la cena terminó y a pesar de que hablamos de todo, nunca lo hicimos sobre aquella noche, la noche en que nos separamos, así que reforzado por el abundante vino, finalmente él se decidió a tocar el tema:

-¿Y entonces? Hemos hablado de todo, menos de aquella noche- me dijo.

-¿Qué noche?- le dije yo, aunque sabía muy bien a qué se refería.

-La noche en que saliste corriendo de la fiesta, hace 10 años. Ya nunca fuiste la misma-

Me le quedé viendo con emociones encontradas. Primero porque él acababa de hacerme acordar de un episodio que todavía está vivo en mi memoria, pero por otra parte, porque me recordaba que llevaba horas coqueteando con mi hermano, que llevaba horas provocándolo con mis tetas ¡y era mi hermano!

Bajando la mirada le dije:

-Tienes razón. Tenemos que hablar de eso, pero ¿podemos hacerlo más en privado? ¿podemos esperar y hablarlo en la habitación?-

-Claro, claro- respondió él igualmente serio, al ver mi cara de seriedad -Si quieres nos llevarnos la botella de vino-

-Me parece una idea excelente. Llevemosla que quizás necesite beber algo-

Sin mayor dilación pedimos la cuenta, igualmente le solicitamos al mesero que tapara la botella para llevárnosla y que nos pidiera un taxi.

En el taxi me senté muy pegada a él, recostando mi cabeza en su hombro.

-¿Estás triste?- me preguntó al oído.

-No, no estoy triste, pero tampoco contenta… estoy… confundida- en voz baja.

-¿Confundida?-

-¿Podemos esperar a después?- le pregunté dándole un beso en la mejilla.

-Claro, claro. Perdona-

Y así seguimos muy juntos, hasta llegar al hotel. Nos bajamos del taxi y tomados del brazo, subimos a la habitación.

-¿Dónde quieres sentarte?- me preguntó.

-No hay mucho donde elegir- le respondí -Será en las dos únicas sillas, puedes ir quitando las maletas de encima, mientras voy al baño-

Lo dejé solo y me metí al baño, ahora sí, cerrando la puerta. No me parecía elegante dejar que él me oyera haciendo pipí ruidosamente en la poceta. Luego me miré en el espejo y me retoqué el maquillaje. Por último y sin mucha convicción, me permití un nuevo detalle en mi esquema para mantenerlo atento: me abrí los dos botones más de la blusa. El escote le permitiría ahora ver el inicio de mis tetas y una generosa parte del valle entre ellos.

-Muy tentador-

pensé, aunque no estaba segura de porqué lo había hecho, porque como dije, no estaba del mismo ánimo que antes.

Al salir, estuve atenta a sus reacciones y pude ver claramente que él había visto el nuevo escote y aunque elegantemente no dijo nada, sus ojos brillaron, mientras se levantaba y me ofrecía una de las sillas.

Luego de sentarme, él se excusó a su vez, diciendo que también tenía que ir al baño.

A los pocos minutos regresó con olor fresco, como si se hubiese puesto perfume o más probablemente, se hubiese echado desodorante. En las manos llevaba los dos vasos para enjuagarse la boca.

-Estos tendrán que servir para el vino, no tenemos más nada- dijo sirviendo un poco de vino en cada uno.

-Pues muy bien- le respondí tomando uno de los vasos y brindando con él.

-Salud-

-Salud- me respondió chocando el vaso conmigo y sorbiendo un trago.

-Bueno ¿puedes ahora contarme lo que pasó esa noche?- dijo él finalmente recostándose en la silla. Estábamos un poco incómodos en las sillas, pero era todo lo que teníamos… y no me atrevía a sentarme en la cama a hablar de eso.

-Déjame poner primero un poco de contexto- le dije -Pero además, quiero que tú también me digas qué pensaste esa noche y las otras-

-¿Las otras?-

-Si, después, ¿qué pensaste después? Pero déjame empezar a mí-

-Muy bien. Yo te contaré todo- dijo él.

Y así empecé a contar:

-Desde que tengo uso de razón, tú has estado siempre ahí. Mi hermanito. No, mi hermano, porque éramos del mismo tamaño a pesar de yo llevarte un año-

-Once meses- corrigió él.

-Ok, Once meses, está bien. Pero probablemente porque eras hombre, crecías un poquito más rápido que yo y siempre parecías el mayor-

-Hasta que llegamos a la pubertad y aparecieron ésas- dijo Ricardo señalando mis tetas -Y ya nunca más fue lo mismo. Jajaja-

-Si- dije sacando el pecho y mostrando orgullosamente mis tetas -Nunca volveríamos a ser iguales-

-Menos mal. Con todo lo que me gustan, no me gustaría tener unas-

-Bueno, tú tienes un magnífico pecho también-

-Jajaja- reí y aprovechando que tenía sus ojos fijos en mis tetas, deslicé mis dedos provocativamente por ellas.

-En fin, siempre tenía la presión de superarte, al tiempo que quería que fuéramos iguales-

-Jajaja- rió.

-En fin, volviendo al tema que nos importa- dije tomando un poco más del vino para darme valor -ese día era igual a cualquier otro, pero cuando apagaron las luces y empezamos a bailar, algo extraño sucedió. De pronto yo estaba bailando con un chico increíble, desconocido.

-¿Un chico desconocido?- preguntó Ricardo extrañado.

-Si, claro que estaba bailando contigo, pero no eras tú. Era alguien distinto. Alguien que olía maravillosamente, que bailaba maravillosamente. Que tenía un cuerpo increíble. Una musculatura fuerte, pero no exagerada ¡y me tenía en sus brazos!-

-¿Pensabas que no era yo?- preguntó con sorpresa.

-No, no. Yo sabía que eras tú, pero no sé cómo explicártelo. Era una especie de fantasía, podía bailar pegada a ti, sin ser tú. Podía abrazarte…- por un momento se me encogió el corazón. No sé si de deseo o de duda, pero luego seguí: -Podía sentirte y disfrutarlo-

-Jajaja. Debo reconocer que yo estaba muy nervioso cuando decidiste abrazarme y pegarte a mí. De pronto tenía las tetas de mi hermana contra mi pecho ¡y podía sentir tus pezones!-

-Oh sí, yo también me di cuenta que se me habían puesto duros y que se rozaban deliciosamente contra tí-

Obviamente, esos recuerdos hicieron que nuevamente mis pezones se pusieran aún más duros, presionando contra la delgada tela de la blusa. A Ricardo le costaba apartar los ojos de mis tetas.

Debo reconocer que me excitaba provocarlo, ¡Llevaba todo el día haciéndolo! y decidí que podía seguir subiendo el nivel, pero fue él quien lo hizo primero con lo que me dijo:

-Y yo me di cuenta que mi miembro se me estaba poniendo duro- me dijo sonrojándose un poco -Me moría de vergüenza y rezaba porque que no te dieras cuenta-

-¿No darme cuenta? ¿Cómo no iba a darme cuenta si estaba allí metido entre los dos? Un bulto que primero no estaba presente, luego apareció e iba creciendo poco a poco… o rápidamente más bien-

-En ese momento estuve a punto de dejar de bailar y salir corriendo. Por eso me enredé con tus pies tropezando- dijo él.

-Ese fue el momento en que me di cuenta que era tu… cosa lo que sentía contra mi barriga-

-Y yo te pregunté si estabas bien y me dijiste que sí y eso me tranquilizó-

-¡Y era mentira! Por una parte estaba nerviosísima, pero al mismo tiempo muy excitada, sabiendo que esa cosa estaba ahí por mí…- continué contando, mientras miraba entre sus piernas a ver si estaba tan excitado como yo, pero no pude ver nada.

-Seguimos bailando y yo me sentía cada vez más osada, te lo acariciaba con mi abdomen, al tiempo que mis pezones seguían su presión contra tu pecho-

-¡Cómo lo recuerdo!- dijo él revolviéndose en la silla y usando su mano izquierda para arreglarse algo en el pantalón. ¡Obviamente estaba excitado!

-Y entonces me atreví y te besé-

-O sí, cómo lo recuerdo. Un beso nervioso, como probando-

-¡Y me lo devolviste con todo!… mmmm- dije cerrando los ojos para recordar el momento. Mi primer beso de amor.

-Y de pronto, prendieron la luz- dijo él.

-Si, cuando prendieron la luz, la magia desapareció. De pronto eras tú el que estaba en mis brazos ¡mi hermano!… y me pareció tan mal…-

-Lo siento- dijo bajando los ojos.

-No, no lo sientas- le contesté -Fue una cosa inesperada, ninguno de los dos lo pensó. De pronto estábamos teniendo una cosa… cómo decirlo…-

-¿Sexual?- sugirió él.

-Si, definitivamente ¡Y yo no estaba preparada y me asusté! No me atrevía a mirarte a la cara y le pedí a Amanda que me llevara a la casa-

-¡No quisiste hablarme por meses!-

-Me daba miedo reconocer que estaba… enamorada de ti- reconocí, diciéndolo por primera vez en mi vida.

-Pero…- dijo él sorprendido.

-Por eso no quise verte más. Por supuesto que eso no era fácil viviendo los dos en la misma casa, pero me encerraba en mi cuarto cuando tu entrabas y sólo salía si tú no estabas… en fin, el resto lo sabes-

Ahora parecía que era él quien estaba nervioso y por unos minutos no dijimos nada, mirándonos fijamente a los ojos.

-¿Quieres bailar?- preguntó Ricardo de pronto.

-¿Bailar?- pregunté incrédula -¿Bailar, cómo?-

-Bailar con música, por supuesto- dijo sonriendo. Entonces se levantó con el teléfono celular en la mano y después de teclear algunas cosas sonó… la misma canción lenta que habíamos bailado hacía 10 años.

Incrédula le pregunte:

-¿Es la misma?-

-¡Claro! Es mi canción favorita- dijo ofreciéndome la mano.

Con mariposas en la barriga como una adolescente, acepté su mano y me paré a bailar.

Esta vez comenzamos abrazados desde el principio, yo rodeé su cuello con mis brazos, él rodeó mi cintura y comenzamos a movernos. Cuando mis caderas se apoyaron en las suyas, sentí nuevamente ese bulto que tanto me atraía. Ese extraño apéndice que me hacía temblar de pasión.

Por un momento lo ignoré. Bueno, no lo ignoré, solamente me apreté contra él y dejé que la música me llevara. Tardamos unos momentos en encontrar el paso que nos permitiría bailar apretados sin tropezarnos, pero lo logramos.

Tan pronto me sentí segura, busqué su cara con mis labios y lo besé muy cerca de la boca. Él giró buscando mis labios, pero me aparté.

-Despacio- le susurré, volviendo a besarlo en el labio superior. Los pelitos del bigote incipiente me hicieron cosquillas en los labios.

Él me dejó hacer.

Mientras, comencé a mover más las caderas, tal como había aprendido aquella vez, para acariciarle el miembro con mi vientre.

-Mmmm- gimió.

Y yo no resistí más y lo besé en la boca, metiendo mi lengua. Él respondió dejándome pasar y pronto nos enredamos en una deliciosa lucha por acariciarnos mutuamente.

El tiempo pasaba demasiado rápido y la canción se acabó, pero él había preparado una lista, porque inmediatamente empezó otra, igualmente lenta. A pesar de la pausa en la música, yo no había dejado de bailar, en realidad no me importaba la música.

Entonces sus manos bajaron y bajaron y, pasando el borde de mi minifalda, se metieron por debajo y me agarraron las nalgas.

-Aaahhh- me tocó gemir a mí al sentir sus dedos clavarse contra mi piel.

Con mis manos yo le acariciaba la cabeza y lo había despeinado completamente, pero ahora que él me tocaba el culo, yo quería también tocarlo a él, así que me separé un poco y mirándolo directamente a los ojos, puse la mano sobre su camisa, buscando los botones.

Y solté el primero… y el segundo.

Él seguía apretándome el culo, mientras que, con uno de sus dedos, enganchó el borde de la tanga tratando de meter la mano debajo.

Yo sabía que no iba a aguantar mucho más, cuando de pronto repicó el teléfono. Había entrado una llamada.

-Perdóname, perdóname- dijo él, bloqueando el teléfono para que no entrara ninguna nueva llamada.

Pero cuando él fue a abrazarme para seguir bailando, no lo dejé.

-Ésto está mal- le dije bajando la cabeza y apartándome de él.

-¿Qué está mal?- preguntó Ricardo confundido, tomándome de los brazos con sus manos.

-Todo, todo está mal. ¡Somos hermanos!- le dije a punto de llorar.

Entonces él me abrazó. Yo mantuve mis brazos frente a mi pecho, con lo que no fue un abrazo como el que teníamos mientras bailábamos. Estábamos separados… como hermanos.

Entonces él acercó su cara a la mía y me susurró.

-No, no está mal. Muchos hermanos se aman entre si-

-No, eso no está bien-

-Lo que no está bien es que dos hermanos tengan hijos entre ellos. Cualquier otra cosa no importa-

-¿Cómo es eso?- le dije prestando atención.

-Bueno, que debido a que hay una mayor probabilidad de malformaciones, los hermanos no deben tener hijos, pero para todo lo demás no hay más problemas que el resto de las parejas del mundo-

-¿Estás diciendo que si no tienen hijos los hermanos pueden…?- no tuve el valor de decir lo que estaba pensando.

-Por supuesto. Y hay muchos ejemplos en la historia-

-¿Ejemplos?-

-En este momento no se me ocurre ninguno, pero puedo buscar en internet-

-No, no, está bien. Creo en lo que me dices- le respondí bajando los brazos y agarrándolo por la cintura. No lo halé hacia mí, pero tampoco le puse ningún obstáculo para que me abrazara de nuevo.

Cuando lo hizo y pegó su cuerpo al mío, me sentí un poco desilusionada porque el delicioso bulto de su miembro había desaparecido. Tal parece que mi escena le había hecho perder su excitación. La mía tambián había bajado bastante, pero la idea que había plantado en mi cabeza empezaba a germinar.

-¿Entonces si no tenemos hijos podemos…?-

-Absolutamente-

Sin darme cuenta, habíamos comenzado a bailar de nuevo y con el movimiento de las caderas, empecé a notar un renacimiento entre sus piernas.

-Yo tengo un dispositivo intrauterino- le dije con voz muy queda en el oído, rozando con mis labios su oreja.

Él se estremeció con las sensación, pero preguntó:

-¿Un qué?

-Un dispositivo intrauterino. Un aparato en mi útero que impide que salga embarazada-

-¡Oh!- dijo y claramente sentí como su güevo pegaba un brinco.

-Además tuve el período hace tres semanas. En este momento no hay ninguna posibilidad de que salga embarazada-

Como única respuesta, sus manos volvieron a bajar y meterse por debajo de mi falda, agarrándome las nalgas.

-Mmmm. Me gustan mucho estás nalgas- me dijo.

-¿Sólo las nalgas?- le pregunté restregando mi pubis duro contra su güevo.

-¡Oh no!- respondió -Me gustan las nalgas, pero más me gusta lo que está entre ellas-

-No seas mentiroso, nunca me has visto por ahí-

-Claro que si. Te ví cuando te cambiabas-

-¡Pero estabas dentro del baño!-

-La puerta estaba medio abierta y tu estabas casi frente al espejo-

-¡Eres un tramposo!- le dije, aunque estaba orgullosa de que mi truco hubiese funcionado y él me hubiese visto.

-Pero también me gustan éstas- dijo entonces soltándo una de sus manos y subiéndola hasta mis tetas.

-Oooohhh- gemí mientras él me apretaba las tetas por sobre la blusa.

-Esas tampoco las has visto- le recordé.

-No directamente, pero me las has estado insinuando toda la noche-

-¿Te diste cuenta?-

-¿No te pusiste sostén por alguna otra razón?-

No le respondí, pegándome a él con más fuerza.

-Y también me encanta tu cara- siguió Ricardo, acariciándome la cara.

-Y tu pelo- deslizando su mano por mi cabello, lo que estaba muy bien, pero en este momento, yo quería otro tipo de caricias.

-Tú sabes que siempre me has gustado. Ya te lo conté-

-Y tú a mi…-

Y eso fue lo último que dijimos. De ahí en adelante empezamos a besarnos como si fuéramos a devorarnos uno al otro. También dejamos de pretender que estábamos bailando y retrocediendo hasta el borde de la cama, me dejé caer hacia atrás, agarrándome fuerte de él y asegurándome que cayera conmigo.

Una vez en la cama, comenzamos a desvestirnos, lo que hubiese sido más fácil de hacer antes, pero en esos momentos uno no está pensando mucho.

Pronto estábamos desnudos los dos y él empezó a comerme las tetas. Yo le agarré la cabeza y se la apretaba contra mí obligándolo a cambiar de una a la otra cada cierto tiempo. Mientras, mis caderas subían y bajaban restregándose contra él y su enorme verga. Digo enorme, pero realmente todavía no la había visto bien, sólo sabía lo que sentía mientras bailaba y parecía más grande que las de los otros hombres que yo había conocido hasta ahora.

Yo estaba mojadísima y no podía esperar a tenerlo dentro, cuando él empezó a bajar como para comerme la concha.

-No, no, no- le dije sujetándolo -Ya habrá tiempo para eso después. Ahora mismo lo que quiero es tenerte adentro. Recuerda que tengo 10 años esperando-

-Está bien- me dijo con una gran sonrisa e incorporándose un poco, colocó las rodillas entre mis piernas y se apoyó en los brazos, quedando suspendido sobre mi.

Su güevo quedó cerca de mi concha, pero no en la posición correcta y como yo no quería esperar a que él la encontrara, se lo agarré con mi mano y lo puse en la entrada de mi vagina.

-Empuja ahora…- le dije -...despacio-

Inicialmente la gran cabeza no entró, pero mi vagina se fue expandiendo poco a poco y finalmente pasó.

-Uuuuhhhhh….- gemí al sentir cómo me llenaba.

Él siguió empujando y el güevo empezó a abrirse paso cada vez más adentro.

-Uuuhhh- volví a gemir -Es muy rico-

-A mí me encanta también- me respondió.

Finalmente se detuvo y empezó a retroceder.

-¿Qué pasa?- le pregunté.

-Ya va. Vamos poco a poco-

Para mi placer, sólo había retrocedido para… no sé. ¿tomar impulso? El caso es que enseguida volvió a metérmelo, ahora más adentro.

-Uhhhhyyy- respondí con un buffido al sentirlo.

-¿Estás bién?- preguntó.

-Si… estoy… muuuuy… bien- gemí -por... favor... sigue-

Y siguió y siguió… y siguió.

Pronto yo empecé a devolverle los empujes. Es decir, cada vez que el me lo metía, yo empujaba con mi cuerpo hacia arriba, para sentirlo más adentro. Eso hizo que él empezara a gemir o gruñir más bien.

-Uuuhhh- decía yo y él me acompañaba con un -grrfffgg-

-Uuuhhh-

-Grrfffgg-

-Uuuhhh-

-Grrfffgg-

A los pocos minutos sentí cómo mii cuerpo iba a explotar y así se lo hice saber.

-Creeooo… queee… vooy… creeoo… ahhh… uuuUUUUUHHHH-

Y no pude terminar la frase, porque en su siguiente empujón algo explotó dentro de mi y el orgsamo más poderoso que haya tenido nunca se apoderó de todos mis sentidos.

Mi cuerpo tomó el control y primero se tensó como un arco, levantando las caderas empojándolo hacia arriba.

Él dejó de cogerme, bueno, no fué que dejó de cogerme, sino que dejó de moverse y su güevo quedó encajado en lo más hondo de mi. Entonces mi vagina empezó a palpitar y a apretarlo como para jalarlo todavía más adentro una y otra y otra vez.

Solo a la quinta o sexta vez, me relajé lo suficiente como para apoyar mi culo en la cama de nuevo y, de paso, poder respirar de nuevo porque todo el tiempo estuve manteniendo la respiración.

Y entonces él empezó a moverse de nuevo.

Y yo no entendía lo que sucedía, el placer me tenía aturdida y otra vez ese maravilloso güevo volvía a revolverme…

-UUUUHHHHH… espeeeraaa… -gemí

Pero él no esperó, siga moviéndose y un nuevo orgasmo explotó ¿o era el mismo?

Y mi vagina pulsaba y mi cuerpo temblaba… y él seguía moviéndose.

Hasta que le tocó a él.

-Ggrgrgghhh- gruñó y empujando más duro que nunca, comenzó a eyacular.

Claramente sentí como un montón de semen comenzaba a inundarme. Una y otra vez, de la punta de su miembro brotaba un borbotón de líquido, parte del cual, sin tener donde almacenarse salía por entre los dos.

Abrumada por la felicidad, lo abracé todavía más duro.

Cuando dejó de moverse, bajé las piernas, quedando simplemente debajo de él, esperando a ver qué hacía. Su güevo disminuía rápidamente de tamaño y amenazaba con salirse de mi cuerpo.

Finalmente, apoyándose en sus brazos, se levantó y se acostó a mi lado bufando.

-Uuufff. Eso estuvo bueno-

Yo me reí un poco, mientras cerraba las piernas intentando impedir que siguieran saliendo cosas por mi vagina. Cosa completamente imposible, pues ya llevaba rato en eso.

Entonces él se volteó hacia mí, me abrazó luego y comenzó a besarme tiernamente la cara.

Yo lo dejé hacer, disfrutando inmensamente de esa demostración de cariño, pero cada vez me sentía más y más mojada, así que tuve que interrumpirle:

-Yo también te quiero mucho, pero tengo una inundación aquí abajo y si no hago algo rápido, vamos a tener que dormir en una laguna…-

-Jajaja- rió liberándome del abrazo.

Yo alcancé un pedazo de ropa, su interior creo y me tapé el vientre para frenar un poco la cosa y me levanté.

-Voy al baño un momento- le dije.

-Muy bien- respondió acomodándose en la cama.

Después de asearme, lavarme la cara y entre las piernas (inclusive consideré bañarme, pero no quería quitarme el olor a él), salí del baño para encontrarme que Ricardo estaba completamente dormido.

Yo también estaba muy cansada, pero quería una segunda vuelta. Quería coger otra vez, pero… la verdad fue que me dió lástima despertarlo. Ambos habíamos tenido un largo día, así que me senté a su lado en la cama y tomé mi pijama, pero luego me dije que no. Él está desnudo así que yo también voy a dormir desnuda, así, si nos despertamos en la noche…

No nos despertamos en la noche. Cuando abrí los ojos no sólo era de día, sino que el sol parecía estar alto. Me estiré, extrañada de estar desnuda y poco a poco empezaron a entrar las imágenes del día anterior… y sobre todo de la noche anterior. Me toqué el cuerpo y me dí cuenta que estaba muy excitada y que me encantaría hacer el amor ¡ya!

Miré a Ricardo y vi que casi que estaba en la misma posición en que se había dormido el día anterior.

-

¿Será que me le tiro encima y me lo cojo? ¿o me lo meto en la boca primero para ponérselo duro? ¿O me siento en su cara y hago que me coma la concha?-

mientras repasaba mis posibilidades, mi vulva empezaba a mojarse y mis tetas se preparaban…

Y entonces, el recuerdo de que probablemente era ya hora de salir corriendo para el aeropuerto me echó a perder todas mis ideas.

-Coño, coño, coño-

pensé -

No puede ser que no pueda echar un polvo más… ¿o sí?-

Entonces me levanté de la cama y tomé mi teléfono celular. Sin dudarlo un momento, busqué por internet la línea aérea y cambié los pasajes para el domingo en la noche. Había un vuelo a las 8 pm, perfecto para mis planes.

Luego salí al balcón para poder hablar por teléfono con la recepción del hotel:

-Buenos días. Hablo de la habitación 408. Llamo para avisarles que no vamos a poder devolver la habitación hasta mañana en la noche-

Por supuesto me dijeron que era imposible, que el cuarto estaba reservado por una noche y que lo necesitaban y que…

Yo interrumpí al tipo de la recepción y le dije que ellos habían cometido un error ayer y eso había causado numerosos problemas y que yo no quería discutir. Que nos íbamos a quedar y que vieran cómo iban a hacer.

El tipo no daba su brazo a torcer y yo seguía argumentando con él en voz baja para no despertar a Ricardo, cuando me volteé y pude ver que en el balcón de al lado una pareja desayunaba con toda tranquilidad. O por lo menos hasta que yo salí desnuda al balcón. La mujer me miraba con los ojos desorbitados e inclusive le hizo una seña al marido para que se volteara a ver. Completamente desnuda y de frente a ellos, les devolví el saludo con una sonrisa, que me lo devolvieron incómodos. Entonces me volteé de nuevo, dándole la espalda y volví a mi conversación telefónica.

Total que al tipo no le quedó más remedio que dejarme la habitación por todo el fin de semana.

Resuelto todo, entré de nuevo al cuarto y me encontré que Ricardo se había despertado y se hallaba acostado boca arriba esperándome. Modesto, se cubría sus partes íntimas con una esquina de la sábana, pero de resto seguía desnudo.

-Buenos días- le dije parándome delante de él mostrándome sensual.

-Buenos días- respondió -Perdóname que no te haya esperado anoche. Tenía toda la intención pero cerré los ojos un instante… y cuando los volví a abrir, vi que estabas afuera hablando por teléfono. ¿Con quién peleabas, por cierto? Porque estabas peleando ¿no?-

-Eran los imbéciles de la administración. No querían aceptar que nos íbamos a quedar con la habitación hasta el domingo-

-¡Oh! No sabía ¿quedárnosla hasta el domingo? ¿Y el vuelo?-

-Cambiados hasta el domingo en la noche-

Su güevo, cubierto por la sábana había reaccionado a la información dando un pequeño salto. Obviamente estaba duro.

-¿Ya cambiaste los vuelos?-

-Sin problemas-

-¿Y qué se supone que sea tan importante para cambiar los planes de regreso?- preguntó para burlarse un poco.

-¡Ah! Eso, te lo voy a contar en un momento-

Entonces agarré la sábana y la halé despacio, descubriéndolo y mostrando que efectivamente tenía el güevo duro… mmm… muy duro.

-A ver- le dije subiéndome a la cama en cuatro -Tú, al comienzo, no tienes que hacer nada-

Llegué hasta estar sobre él y le di un ligero beso en la nariz.

-Ni siquiera voy a besarte porque no creo que te hayas lavado los boca. Yo tampoco, por cierto. Pero por otra parte, esa no es la parte del cuerpo tuyo que más me interesa-

-¿Y esa parte es?- preguntó con sus manos detrás de la cabeza.

-¡Esta!- le respondí agarrándole el güevo y apuntándolo hacia arriba.

Entonces me acomodé hasta quedar sobre él y comenzar a bajarme.

Yo estaba completamente mojada, por lo que me toqué con la cabeza, la deslicé arriba y abajo para lubricarlo y luego de colocarmelo en la entrada, me fui bajando.

-Uuhhhhmmm- gemí mientras me empalaba. Abriéndome para él.

Cuando me llegó al fondo, me di cuenta que todavía no me podía sentar sobre él, así que primero tenía que “hacer espacio”. Moví las caderas adelante y atrás y a los lados un par de veces mientras bajaba un poco más. Así, mis órganos internos se fueron acomodando. Me sentía full, pero quería metermelo todo.

¡Y lo hice! Finalmente estaba sentada sobre él.

-Uuhhhmmm… - volví a gemir

-Y ahora te voy a coger- le dije mientras empezaba a subir y bajar -Si quieres... puedes agarrarme... las tetas o cualquier… uuufff… cosa que se te ocurra-

EPILOGO

El domingo en la tarde le dije:

-No puedo caminar-

-Te lo dije. No hagas que te coja otra vez- me respondió Ricardo sentado junto a mí en la sala de espera del aeropuerto.

-Pero tengo 10 años esperando por esto- le respondí divertida.

-Es como una indigestión. Está bien que te guste una cosa, pero si te la comes todo de golpe, te enfermas-

-No estoy enferma, sólo me duele la totona… y el culito-

-¡Y a mi me duele el güevo y no me estoy quejando!-

-¿Tu crees que para el próximo viernes estaremos bien?-

-No sé ¿qué pasa el próximo viernes?-

-¡Qué voy a cogerte otra vez!-

Orlando

Jul 2021