Todo es culpa de Sarita

Sara, la amiga de mi hermana se queda a dormir la mona en nuestra casa y la noche acabo siendo inolvidable... demasiado inolvidable

Buenas, esta historia es solo parcialmente cierta (por suerte). Dicho esto vamos a la historia.

Me llamo Dani, tengo 20 años, estoy “estudiando” derecho, aunque no me va muy bien. Me paso el día con los amigos en el bar con los amigos perdiendo el dinero con el póker o trabajando de camarero. Aun vivo con mis padres y mi hermana, Ana. Mi hermana tiene 18 años. Es algo feílla y no está demasiado desarrollada, algo que me encanta recordarle continuamente. Sus amigas en cambio están buenísimas. Sobretodo Sarita, esa chica me tenía loco. Estaba totalmente desarrollada para su edad, nunca entendí porque era amiga de mi hermana, pero a su lado estaba aun más buena. La semana pasada Sarita vino a cenar a casa, para después irse de fiesta con mi hermana.

-  Buenos días Dani – me dijo abrazándome y dándome dos besos en la  mejilla, uno de los cuales peligrosamente cerca de la boca - ¿Esta tu hermana preparada?

El tenerla tan cerca, más los besos que me había dado habían conseguido dejarme sin habla.

  • Mmmm, ¿Qué? Oh, yo, sí, sí. Esto… no, me  dijo que la esperases en la sala de estar, se está duchando – dije mientras notaba como la cara se me volvía más roja a cada momento. ¿Por qué las chicas guapas me vuelven idiota? Así nunca podre dejar de ligarme solo a orcos – pensé resignado.

Sara esbozo una bonita sonrisa mientras intentaba no reírse y me siguió hasta la sala de estar. Me senté en el sofá enfrente de ella, comenzaba a estar más relajado así que me aventure a mirarla de arriba abajo. Llevaba una minifalda más cinturón que falda y una camiseta de tirantes que dejaba ver su buen par de peras. Ella no paraba de sonreírme y de preguntarme por la universidad.

-  ¿Y tienes novia? – pregunto de repente.

  • No, ahora mismo no – le dije. Ni ahora ni nunca pero eso no se lo iba a decir.

  • Seguro que tienes un montón de chicas loquitas por ti – me dijo cruzando las piernas. Sabía que no lo decía en serio, que le gustaba jugar conmigo y dejarme después a dos velas, pero no podía evitarla calentura que sentía al hablar con ella.

-  Jaja, no te creas – le dije esbozando una sonrisa triste

Iba a decirme algo más pero sonó su móvil. Empezó a buscarlo por el bolso pero se le resbalo y se le cayó al suelo. Se puso a 4 patas para cogerlo, dejándome ver su hermoso culo. No pude evitar una erección al ver que iba sin bragas. Se demoro bastante, pero acabo cogiéndolo y yo perdiendo esa hermosa visión.

  • Ya lo tengo – me dijo mirándome mientras yo intentaba esconder el bulto de mi pantalón.

Descolgó y se sentó en el sofá otra vez. Resulto que era mi hermana, a la cual no había avisado de la llegada de Sara.

  • ¿Qué dónde estoy? Pues en tu casa. ¿Qué estás haciendo?

-  Dile que ya está la cena – grito mi madre des de la cocina, quitándome toda la calentura de golpe.

Mientras mi madre mascullaba sobre tener que hablar por teléfono con gente que estaba en casa y lo estúpidos que nos estaban volviendo los móviles nos sentamos a comer. Tenía sentada a Sara enfrente de mí, al lado de mi hermana que por fin había acabado de arreglarse, mientras mis padres se sentaban a mis lados. Mi hermana y Sara hablaban haciendo caso omiso de mi existencia cuando note que un pie fregaba mi pierna. Al mirar a Sara, esta me esbozo una sonrisa y de golpe note su pie fregarme el paquete. No pude evitar que se me cállese el tenedor. Cuando me agache para cogerlo mire hacia Sara, tenía las piernas totalmente abiertas, mostrándome sin ningún pudor su coño totalmente afeitado. Mi cara volvió a enrojecerse. Quiere tema, ha de querer tema a la fuerza – pensé, pero me equivocaba. El resto de la cena fue un sufrimiento constante, Sara no paraba de fregar el pie contra mis partes y sonreír viendo mi reacción. Mis padres no entendían lo que pasaba, les dije que me encontraba un poco mal y me fui a mi cuarto. Cuando terminaron de cenar, mi hermana tuvo que volver a subir a arreglarse o algo de eso, y me pude quedar a solas con Sara.

  • ¿Por qué no pasas de mi hermana y vienes a divertirte conmigo? – le susurre

No podía más, me levante y me acerque hacia ella dispuesto a meterle la lengua hasta la campanilla. Pero ella al verme las intenciones se le agrio la cara y se aparto.

-  Esto, sabes que tengo novio, ¿verdad?

Serás calienta-pollas, si tu novio te hubiese visto como te me insinuabas – pensé, pero no le dije nada. Vi como un chico de mi edad venia a llevarse a mi hermana y Sara. El verlos morrease me partió el corazón. Me levante y me fui, sin despedirme, a una discoteca. Necesitaba mojar, daba igual con quien, solo quería olvidar a Sara. Pero no hubo suerte, a las 6 llegaba a casa igual de cachondo y con unas ganas de masturbarme exageradas. Justo al entrar mi padre salía a trabajar, parecía mosqueado.

  • Buenas, ¿Qué pasa?

  • La amiga de tu hermana, que su novio la ha dejado o algo así. Se ha puesto a beber como una cosaca con Ana para ahogar las penas y han acabado las dos borrachas. Tú hermana esta en el sofá del comedor, no la molestes, ya hablaré con ella yo mañana. Su amiga está durmiendo la mona en el cuarto de tu hermana, no estaba en condiciones para irse a su casa.

La chica me había estado calentando toda la noche y sabía que ahora era el momento perfecto para atacar. Cuando se fue mi padre entre en el cuarto. Cerré la puerta y me acerque silenciosamente rodeado de oscuridad. Oí una débil respiración rítmica, estaba durmiendo. A tientas le quite las sabanas que la cubrían y empecé a tocarle las piernas con mi mano derecha. Un cambio en su respiración hizo que me detuviese. Me la estaba jugando mucho, si se despertaba me la iba a cargar. Pero no podía pensar con claridad, solo me venía la imagen de ella hacía unas horas enseñándome su coño. Así que seguí tocándole las piernas, al ver que no pasaba nada con mi mano izquierda empecé a rozar sus pechos. S iiiiii, cuánto tiempo llevaba esperando esto – pensé. No pude evitar comenzar a frotar mis partes contra la cama. Mi mano derecha ya había subido mucho, y acabo posándose encima de su vagina. Empecé a masajearla por encima del pantalón mientras seguía acariciándole los pechos. Su respiración se volvió más agitada, pero seguía dormida. Cuando empecé a aumentar la velocidad de mis caricias empecé a oír grititos ahogados y empezó a abrir sus piernas poco a poco. En ese momento no pude más y me empecé a masturbarme con la mano izquierda. Mientras, la derecha paso por debajo de sus pantalones y sus braguitas y se deslizo hasta las partes intimas de Sarita. Parecía que todo iba bien, pero de golpe cerró las piernas. Un escalofrió recorrió mi espalda. No,no,no, iba todo era tan jodidamente perfecto. Aun no está perdido, tengo que intentar convencerla – pensé.  Me saque la mano del miembro y empecé a acariciarle todo el cuerpo delicadamente mientras que le susurraba  cosas bonitas al odio sobre lo mucho que la amaba des de siempre. Empezó a abrir las piernas, yo aproveche para quitarle los pantalones y las braguitas. Hundí mi boca en su coñito y empecé a lamer. Nunca lo había hecho pero, por sus grititos cada vez más acelerados, parecía que lo estaba haciendo muy bien. Mientras se me llenaba la boca de pelos de su coñito comencé a meterle un dedo por el culo Quizá hasta la puedo encular a esta guarrilla – pensé. Cuando la vi que ya estaba bastante a tono me cambié de posición y puse mis piernas sobre su cabeza para que me lamiera la polla. Vacilo un momento, pero empezó a lamer. Estaba en el cielo, empecé a mover las caderas, follándome su boca. Nunca me la habían chupado, y notar su lengua me estaba volviendo loco. Como le gusta chupar polla a esta putilla, y parece que le ha entusiasmado que le metiese los dedos por el culo – pensé feliz. De golpe oí a mi padre que entraba en el comedor.

  • Lo siento, me he olvidado la cartera, ¿te he despertado? – oí que le decía a mi hermana – ¿Sara? Creía que eras mi hija.

Al oír eso me pare en seco y se me helo la sangre, no podía ser verdad.

  • No dejes de lamer hermanito – me dijo mi hermana con la voz entrecortada por la excitación intentando obligarme a volver a bajar la cabeza rodeándola con las piernas.

Me levanté de un salto y abrí la luz, no lo quería creer, pero ahí estaba mi hermana abierta de piernas.  No pude evitar mirar su cuerpo desnudo; el peludo coñito que había estado lamiendo hasta hace un momento tan gustosamente; el culito que mis dedos habían perforado salvajemente; sus hermosos pechos, más grandes de lo que pensaba; y su cara, se le había puesto cara de viciosa. Su lengua recorría los labios que había estado penetrando hace un momento mientras con sus manos se pellizcaba los pezones. La verdad es que esta para echarle un buen polvo – pensé - no, estoy enfermo, es mi jodida hermana .

  • ¿A qué esperas hermanito? La nena necesita polla – me dijo con voz cachonda.

Me gustaría decir que después me disculpe y me fui. Incluso me gustaría decir que dude, aunque fuese un segundo, pero no fue así.

  • Ahora voy gatita – le dije mientras iba a apagar la luz.

-  No cierres la luz, quiero ver la cara de mi hermanito mientras me folla. –dijo sin apartar la mirada de mi polla.

Oh, dios, no. Sabía que eso estaba mal, pero no podía parar. Así que deje la luz abierta, volví a su cama, puse mi mano en sus caderas y mientras nuestras lenguas entrecruzadas jugueteaban le penetre su virginal coñito.

Nunca me había sentido tan sucio y tan bien a la vez en mi vida. Enterré mi cara entre sus pechos intentando fingir que era Sara, pero sus gritos no me dejaban “Oh, sí, dale duro a tu hermanita”, “Hermanito que bien lo haces”, “¿Sabe bien el coño de tu hermanita?”… Llego un momento que no me ya no me importaba, me lo estaba pasando demasiado bien, así que yo le seguí el juego. Incluso le dije que hacía tiempo que pensaba en ella, que la espiaba cuando se  duchaba, que me corría en los bocadillos que le hacía para almorzar. Era todo mentira, no había hecho nada de eso, nunca me había gustado. No sé ni porque lo decía, pero ese momento era tan morboso, me lo estaba pasando tan bien oyendo los gritos de placer de mi hermana pequeña que no pensaba con mucha claridad. Parecía que mis mentiras le habían encantado, pero la cagué. Ana llevaba un rato sin decir nada, solo soltando gemidos, así que cerré los ojos y me imagine que era Sarita. Sarita, con esos preciosos labios, con sus enormes pechos, con su coñito afeitado, con su cuerpo perfecto sin grasa.

Mmmm, Sarita - se me escapo.

De golpe paró. Entonces fue cuando la cosa empezó a írseme de las manos de verdad, sí aun más.

  • Déjame ponerme encima –me dijo bastante seria.

No sabía que quería pero le hice caso, ella cogió algo del suelo y acto seguido se puso encima de mí dispuesta a cabalgarme. Parecía que todo seguía perfectamente, empezó a moverse suavemente, y yo me perdí en el hipnótico movimiento de sus pechos. Cada vez iba más rápido, pero entonces me puso lo que había recogido del suelo en la cara, eran sus bragas sucias.

-  Te gusta oler las braguitas sucias de tu pobre hermanita, eh cerdo. Llevas toda la vida fantaseando con mi culito, di la verdad. ¿Y ahora vas a dejarme que te haga todo lo que quiera  verdad?

El olor de sus braguitas me llenaban los orificios nasales.

-  Me encanta, llevo masturbándome con tus bragas sucias toda la vida. Siempre te he querido, soy todo tuyo y solo tuyo.

Su cambio de rol de chica sumisa a dura me sorprendió bastante pero, por qué negarlo, también me gusto. Además estaba demasiado excitado para pensar en nada que no fuesen más guarrerías para decirle. Empezó a moverse más rápido, ya no me decía nada, solo jadeaba cada vez más fuerte. Yo seguía susurrándole todo lo que a mi calenturienta mente se le ocurría, todas las guarradas que pensaba hacerle a la que hasta hacia bien poco era solo mi insufrible hermanita. Mientras le hablaba de cómo la iba a encular a cuatro patas le metí un dedo en el culo, con lo que conseguí que tuviese un demasiado sonoro orgasmo. No pude evitar correrme dentro de su coñito mientras lo oía. Unos segundos después ya me estaba arrepintiendo, pero ya estaba hecho.

  • Creo que debería irme – le dije quitándomela de encima y poniéndome de pié.

  • Sí, pero recuerda que ahora eres mío. –me dijo dándome una cachetada en el culo.

Creía que lo decía por decir, que era un impulso estúpido pero no fue así. Se había dado cuenta de que mis palabras de amor eran para Sara, y me iba a obligar a pagarlo de formas que nunca podré olvidar.