Todo en Familia (19)

Continúa mi cumpleaños. Esta vez, me visitan una angelita inocente y una diablita perversa, que me recordarán mis pasados pecados incestuosos. Después, mi madre, una supuesta enfermera, se hará cargo de cuidarme. Parte 2/3

No quise esperar mucho tiempo en entregarles la segunda parte del final de "Todo en Familia". Hagan todas las críticas constructivas que deseen, y espero lo disfruten.

ADVERTENCIA: contiene una escena de lluvia dorada cerca del final ;)

Capítulo 19: Mi Familia - El Cumpleaños (Parte 2)

En mi ensoñación tras la violenta aventura sexual que había tenido con mi tía Julia, me encontré en una cama de sábanas grises, y frente a mí se hallaban dos criaturas misteriosas: un ángel y un demonio. Ambas estaban de rodillas, una frente a la otra, metiéndose mutuamente los dedos en la entrepierna de la otra, por debajo de las bragas. Gemían deliciosamente.

Una llevaba alas blancas en la espalda y una aureola brillante sobre la cabeza, con una melena castaña poco más abajo del cuello. Vestía un delicado vestido blanco y muy corto, que revelaba sus tersas piernas cubiertas por pantys blancas. El vestido tenía un cinturón dorado, era muy escotado, tanto por el centro como por los costados, permitiéndome ver la curvatura perfecta de sus pequeños senos.

La otra tenía dos protuberancias rojas saliéndole de entre el cabello rubio que caía lacio por encima de uno de sus ojos, y una cola escarlata que surgía de la zona de un culo impresionante. Llevaba pantys negras y un corset oscuro, diminuto y delgado, que hacía destacar tanto sus enormes senos como la erección de sus pezones a través de la tela. Aparte de eso solo llevaba sus bragas rojas, empapadas con el juego de dedos de su compañera.

Ésta última, de penetrantes ojos verdes, fue la primera que percató en mí.

—Ohhh, parece que Feli ha despertado, jiji —dijo el angelito, cuyo cuello era ahora lamido por la diablita a su lado, cuyos ojos cafés eran pícaros y ominosos.

—Jajaja, así parece, y qué bueno, pues así puede recibir su castigo —dijo la diabla, con ojos como chocolate.

—¿Castigo? No, no, no, Fer, ¿no que íbamos a aconsejar a Feli sobre cómo continuar haciendo el amor responsablemente?

—¿Estás de broma, Rocío? ¡Se ha estado follando a toda su familia, incluyendo a nosotras, incurriendo en un montón de ilegalidades! Necesita una buena tunda.

“¿Fernanda? ¿Rocío?”, pensé, todavía atontado. Tardé en darme cuenta de que se trataba de mi hermana menor y de mi prima pequeña. Por tanto tiempo las había llamado “angelita” y “diablita” respectivamente que no pensé que se convertiría eventualmente en realidad. Ambas me tomaron cada una de una mano y me llevaron a otro lugar. Caminando, noté que mi erección estaba más intensa que nunca, y me pregunté si la píldora que Francisca me había dado también causaba esos efectos secundarios tan delirantes como las visiones que estaba teniendo.

El ángel y la diabla me sentaron en un sofá, frente un televisor, y se sentaron cada una a mi lado.

—¿Quieres ver TV, mi Feli? —me preguntó Rocío, que se veía más hermosa que nunca, con sus senos pegados a mi brazo derecho, y sus alas de alguna manera acomodándose en el sofá.

—Eh… c-claro.

—Excelente, porque te vamos a mostrar algunos de tus pecados, en orden, para hacerlo más interesante —dijo Fernanda, que con descaro puso sus piernas sobre las mías y me acarició la férrea polla por encima de los pantalones. Mi hermana chasqueó los dedos, el televisor se encendió, y pude ver en perfecto HD a mí mismo, y a nuestra otra hermana, acostados sobre la cama cuando éramos más jóvenes. Nuestra primera vez, en la privacidad de la inocencia. Yo le estaba tocando la entrepierna y ella me hacía una paja frenética.

—¿Qué es esto…? —pregunté, confundido, mirando la pantalla como un bobo mientras Fernanda me bajaba la cremallera.

—Tu primer pecadito, mira cómo se te puso la polla de recordarlo, por todos los diablos, ¡qué enorme!. Te corriste con los dedos de nuestra hermana y le hiciste llegar a uno de sus primeros orgasmos, ¿siquiera te acuerdas de qué edad tenía? Jeje, sucio pervertido… Ufff, qué calor tengo con este miembro… Venga, te voy a hacer una paja infernal.

Fernanda comenzó a masturbarme tal como Francisca lo había hecho en el video. Yo estaba excitadísimo, al igual que aturdido. ¿Realmente había cometido un pecado con mi hermana, haciéndole esas cosas a tan corta edad, y viceversa? Yo la amaba, y ella a mí, ¿qué había de malo? De hecho, ahora mismo se sentía tan bien la mano diabólica de Fernanda alrededor de mi miembro, subiendo y bajando mientras se relamía los labios.

—Mmmm…. mmmmmm…

—Pero qué verga más maravillosa, ¿cuántos coños, bocas y culos ha conocido? Es perversa, es imposible resistirse a ella, me encanta sentir sus venas hinchadas entre mis dedos. ¡Hijo de puta, podrías convertirte en el rey del infierno con este pedazo de carne y todas las diablas más zorras estaríamos ante tus pies!

—Ughhh… ahh….

Acabé en el video, lanzando mi semen en los dedos de Francisca; casi lo hago también ahí en el “mundo real”, en el sofá, de no ser porque el ángel apartó la mano de Fernanda.

—¡Fer! ¡No es justo mostrarle eso! ¿No entiendes que tu hermana y tu hermano se querían mucho desde siempre? —Rocío chasqueó los dedos también, y el video cambió a uno donde Francisca y yo follábamos por primera vez, entre los roqueríos de la playa. En la pantalla, mi hermana mayor me agarraba las nalgas para tirar de mí hacia ella, metiéndose mi polla hasta el fondo de su garganta; mientras ella, de rodillas y con las piernas bien abiertas, chorreaba sus jugos vaginales sobre la arena.

—Oye, Rocío, ¿qué carajos te pasa?

—Fer, solo digo que estás siendo injusta, no se puede castigar el amor más puro. ¿Ves como Francisca lame ese pene? —Rocío se inclinó hacia adelante, tomó mi polla, y la apuntó hacia su boca abierta—. Sí, es irresistible, porque todas aman a Feli, y él las ama a todas. Su pene es solo una extensión de ese amor.

—Mmmmm —gemí cuando Rocío comenzó su felación, con esa inocencia sensual que solo ella podía tener. Subía y bajaba la cabeza con dulzura y pasión, y se tocaba sutilmente la entrepierna con su mano libre. Lo que sí era rarísimo era ver moverse su aureola también…

—Oh, puerca, tanta palabrería solo para devorar la polla de mi hermanote, al final eres tan diabla como yo —dijo Fernanda, quitándose las bragas, abriéndose bien de piernas en el sofá, y comenzando a masturbarse… ¡con su propia cola! La cola parecía tener vida propia, y su punta triangular entraba y salía repetidamente de su coño, que echaba aguas como un grifo.

—¡No es así, Fer! Mmmmmm… M-me gusta su pene porque contiene un líquido divino y celestial que nadie más tiene, que a los ángeles nos encanta… mmmmm… n-no lo entenderías.

—Me estás jodiendo, ¿verdad? Ahhhh, ahhhhh, tú lo que eres es una guarra con alas blancas, ahhhhhhhh —le contestó Fernanda, gimiendo intensamente mientras se masturbaba con su improvisado dildo. Luego, la diabla volvió a chasquear los dedos.

En la pantalla aparecieron ambas, vestidas con sus uniformes de la escuela, Fernanda sobre Rocío, mientras yo estaba detrás de ellas levantándoles las minifaldas, penetrando a una y a la otra, turnándome entre un coño y el otro mientras ellas se morreaban.

—¿Ves? Recuerda que éste hasta se coge a su madre, y míralo ahí, ahhhh, ahhhh, qué ricooo, montándose un trío con dos chiquillas, obligándolas a tocarse entre ellas, hundiendo el sable en dos colegialas que hasta hacía poco apenas tenían pelos en el coño, ¿te parece normal, putilla?

—¡Claro que sí! Nosotras no somos bobas, hacemos lo que hacemos porque nos gusta, y nos damos muchísimo amor…

—¡Oh, por favor! —exclamó Fernanda mientras yo permanecía en silencio, expuesto tanto a una diabla usando un dildo hecho de su propia cola, una angelita que me chupaba el cipote, y un trío en la pantalla, formado de mis recuerdos.

—¡Es verdad! ¿Ves cómo nos damos besitos allí? ¿Crees que alguien se besaría con tanto amor si no fuera puro y celestial? —Rocío se irguió y me tomó del mentón. Mi angelita adorada me besó tímida y dulcemente los labios. Mi prima chasqueó los dedos, y en el televisor aparecí yo en primer plano, besándome con mi madre mientras mis hermanas se tocaban mirándonos.

—¿A eso llamas besar? Pervertida ninfómana, ¿me vas a venir con el cuento de que no tienes ganas de meterle tu lengua hasta el fondo de su garganta? Mira como lo hace mamá con mi hermanote… ahhhhh, ahhhhhhh, estoy súper cachondaaaaa…

Fernanda empujó a la angelita, me abrió la boca y me sacó la lengua hacia afuera con los dedos. Luego comenzó a jugar con ella usando su propia lengua, y antes de darme cuenta, se convirtió en un morreo triple sumamente lascivo y salivoso cuando Rocío se unió con su propia lengua. Yo estaba tanto en el Paraíso como en el infierno. Era como si ambas me estuvieran convenciendo, a su manera más sexy, de que lo que yo había estado haciendo por todos esos años con mi familia estaba de hecho… ¡bien!

En la televisión, mientras le lamía las tetas a mamá, Fernanda y Francisca se ponían sumisamente de rodillas y comenzaban a chupar mi polla entre las dos. De la misma manera lo hicieron la diablita y la angelita, una a cada lado, lamiendo juntas la cabeza de mi cipote, luego bajando por el tallo, y subiendo nuevamente chupando la propia saliva que habían dejado en el camino. A medida que ambas se excitaban, las alas de Rocío y los cuernos de Fernanda brillaban más y más con resplandores dorados y escarlatas.

Como no podía ser de otra manera, yo hice mi parte y metí dos dedos de cada mano en los coños de mi hermana y mi prima, y pronto me di cuenta de que necesitaría tres. Ambas estaban sumamente abiertas, chorreando jugos como locas, y gemían sin parar mientras se turnaban para devorarme el falo.

—Mmmmmm, ayyy, huele muy bien su pene…. aaayy, hmmmm —dijo Rocío, pasando la nariz por el fierro junto a su rostro, expresando claro deleite por lo que hacía.

—¡Y está durísimo! —exclamó Fernanda, agarrándome la verga y golpeándose la mejilla con ella—. ¡Mira cómo me pega, es un criminal sinvergüenza! Ahhh, se me hace agua la boca, no puedo parar…

—Ya puedo oler como se acerca su juguito divino, quiero bañarme en su semilla celestial…

—Sí, mira cómo tiene hinchados los huevos con nuestras lengüitas y nuestros dedos, ya pronto nos pintará la cara con su pecadora lefa…

—Ahhh, c-chicas… ¡me corro!

Disparé un montón de chorros, que fueron a parar a los cabellos, las mejillas, y las manos de ambas chicas. Un orgasmo más fue a parar a sus escotes, que se observaron con deleite. Luego, frente a mí, la angelita y la diablita comenzaron a sorber ruidosamente la leche que tenían en las manos, recogiendo también lo que había caído cerca de sus tetas.

—Es maravillosa, es una verdadera ambrosía de los dioses…

—¡No puedo parar de beberla! Estoy toda pegoteada con su lefa, ¡me encanta!

Mi polla, desde luego, seguía erguida y derecha como un soldado en primera línea, y el ángel, levantándose el vestido, fue la primera en sentarse sobre ella. Se dejó caer y casi sentí mi polla tocar su útero. La aureola en su cabeza emitió un canto celestial mientras ella comenzaba a montarme delicada y sensualmente. Sus pequeñas tetas en crecimiento botaban tanto que el escote se abrió y las hizo salir de su prisión, y yo no pude controlarme, las devoré con toda mi lascivia, mordisqueando sus pezones.

—Ayyy, aaaaahhhh, Feli, tu lengüita, aaaay, m-me gusta… ¿me estás dando mucho amor?

—¡Sí, muchísimo! ¡Te amo, Rocío! —exclamé, fuera de mí.

—¿Quieres amor, ricura? Déjame darte un poco también. —Fernanda se puso de pie detrás de Rocío y ocurrieron dos cosas fascinantes: primero, su cola se movió sola hasta que se introdujo en su propio culo, haciendo que Fernanda se retorciera de placer; y segundo, una enorme polla roja apareció desde el fondo de su coño, como si hubiera tenido un larguísimo dildo en su interior. Ubicó el infernal miembro en la entrada del culito de Rocío, y de un solo tirón la penetró.

—Aaaaaaaaaaayyyyyyyyyyyyyyyy, ¡mi culito! ¡Mmmmmmm!

—Ahhh… e-espera, Feña, ¿no que Rocío es v…?

—Felipe, hermanote, nuestra primita es virgen del ojete en la vida real, pero no aquí; así que más te vale que lo disfrutes, y luego la estrenes en cuanto puedas, ¿vale?

Entre los dos penetramos morbosamente a nuestra primita, y constantemente yo le lamía las tetas, o Fernanda hacía lo propio con el largo de su espalda entre las alas, y la parte posterior de su cuello. El rostro de Rocío estaba desencajado de placer, tenía los ojos fuera de las órbitas, sus alas resplandecían como luceros.

—Ayyyy, ayyyy, noooo, me voy a ir al infierno por esto, ¡es que siente demasiado bien! ¡Tengo dos penes en mis agujeritos angelicales, que se están ensuciando y me gusta muchísimo!

—Eso es, zorrita, disfruta de mi verga y la de mi hermano, ya te he sentido correrte dos veces, sigue hasta que incluso yo sea bendecida por tus fluidos, aaaaahhhhhhhhh, y mi cola en mi cola, jejejem está haciendo maravillas también, aaaaaaahhhhh, ¡ahhhhhhhhhhhhhhhh! ¡Me corro otra vez, nena! Ahhh, pero qué ricooooo, ¡soy una putaaaaaaaa!

—Aaaaay, no puedo más, es muchísimo placer, a-acabo… ayyy, ¡Dios mío! ¡DIOS MÍOOOOO!

Decidí rápidamente cambiar de posición después del enésimo orgasmo de Rocío, en medio de la deliciosa ensoñación. Puse a la diabla en cuatro patas, saqué su cola de su ojete, y lo reemplacé con mi propia polla, que se introdujo fácilmente en su ano. Rocio se puso de pie frente a ella, abierta ligeramente de piernas, levantándose tímidamente el vestido con una mano mientras con la otra se separaba los chorreantes labios vaginales.

—¿No me digas que quieres que te chupe el coño, guarrilla? Jeje

—S-sí… ¿puedes? T-tu lengua es… digna de mí…

—¿Digna de tí? Ustedes los ángeles y su puta arrogancia, no me vengas con…

Para callarla, tal como en el pasado, le di una fuerte nalgada, y continué mientras la embestía, hinchando más y más su ojete. Ella gritó de dolor y placer, y se hizo hacia adelante hasta introducir su lengua hasta el fondo de la concha de su prima.

—Mmmmmmm, mmmmmmmmmmm, eso es… más, Fer, ¡más!

—Puta lujuriosa, slurp, slurp, zorra de mierda, slurrrup, ¡me fascinas! Tu sabor es asfixiante, me haces delirar, bebé, ¡ahhhhhh! Slurp, slurp, slurp, ohhhh hermanote, tu polla está muy adentro…

—¿Te gusta, perra?

—Sí, pero hazlo más duro. ¡Ahhhh, síiiiii! ¡Párteme en dos, fóllame como si no hubiera mañana! Dame caña como una emperatriz infernal como yo se merece, ¡ahhh! ¡ahhhhhhhhhh! Dale a esta putita toda tu carne hinchada y venosa, libera toda tu abundante leche hasta el fondo de mis entrañaaaaaassss, aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhh, ¡¡¡jodeeeeeeeeer!!!

Así lo hice, después de cambiar de pose por última vez. Me sentaron nuevamente en el sofá, y ambas se cruzaron mutuamente de piernas, quedando con mi latente e hinchada polla entre medio de sus chochos mojados. Estaban haciendo tijeras, masturbándose y frotándome la polla a la vez, frenéticamente, mientras se acariciaban las piernas de la otra, y se sobaban sus propias tetas. De vez en cuando, también se las lamían.

Chorros y chorros de jugos vaginales saltaban desde sus coños a medida que se corrían. Eso solo les hacía acelerar más. Ya ni siquiera decían guarradas, pues tenían los ojos en blanco, las lenguas afuera, los pezones hinchadísimos y duros, solo podían gemir una y otra vez hasta alcanzar repetidamente el clímax.

Fue entonces que sentí la familiar y orgásmica sensación…

—Oh…

—Venga, lanza toda esa lefa espesa y deliciosa en nuestras caritas de puta…

—Sírvenos tu semilla, mi Feli amado, riéganos con tu lechita celestial…

—Ah… ¡AHHHHHHHH!

Me corrí abundantemente. La mayor parte fue a parar a sus barriguitas y sus tetas. Yo caí rendido nuevamente, y mis ojos se fueron cerrando mientras observaba a mi hermana y a mi prima restregarse mi semen por sus cuerpos juveniles…

Entonces abrí los ojos de nuevo. Me encontraba nuevamente sobre una cama, en una habitación de muros blancos que no reconocía, y al fin mi cabeza me indicaba que no me encontraba en una ensoñación. Lo más raro es que era como si hubiera recuperado todas mis energías, como tras una buena siesta de reparación. Tenía muchas, muchas, muchísimas ganas de follar. Por instinto, llamé a Fernanda y Rocío para ver si podían ayudarme…

—Las niñas están en su casa, señor Alvez. La trajeron aquí después de decir que tenían que ayudar a preparar la última de sus sorpresas —me dijo alguien, a mi lado.

Miré, y pasó algo increíble. Por un par de segundos, al ver el rostro frente a mí, me sentí nuevamente como un niño que ver el rostro más bello que existe para cualquier crío, me sentí protegido y amado. Después de esos dos segundos, contemplé la figura entera que incluía aquel rostro, y mis sentimientos familiares e inocentes fueron reemplazados por una calentura sin igual. La silueta vestida de blanco junto a mí, que revisaba un termómetro en su mano, no era un ángel ni una criada. Era la enfermera más sexy del mundo. Además, era mi madre.

Su cabello castaño, decorado por una clásica cofia blanca con una cruz roja en medio, caía en bucles sobre sus enormes tetas. Llevaba un delantal blanco peligrosamente escotado, y muy ajustado en la cintura increíble que tenía a pesar de su edad y haber parido tres críos. No parecía llevar nada debajo del delantal, que además, apenas cubría parte de sus muslos, por lo que cada vez que mamá se inclinaba, podía ver los cortos pelitos de su coño descubierto. Llevaba medias transparentes y botas blancas de taco alto.

—¿M-ma?

—No sé lo que tomó, señor Alvez, pero parece haber tenido fuertes alucinaciones. Creo que nadie esperaba ese efecto secundario, lo lamento —me explicó mi madre, dejando el termómetro a un lado después de comprobar que todo estaba bien. Olviden el coche de policía, ¿cómo diablos se habían conseguido las mujeres de mi familia toda una sala de hospital?

—¿Señor Alvez? —Había recordado todo el juego. Mi tía Julia como policía, Francisca como sirvienta, Paloma como colegiala, y…—Espera, ¿Fer y Rocío estuvieron aquí?

—Claro que sí, una vestida de diablita y la otra de angelito. Cuando llegué aquí las vi haciendo cosas pervertidas con usted, señor Alvez, tuve que sacarlas de aquí antes que lo dejaran sin energías. —Mamá se desabotonó el primer botón de su delantal, sin ninguna razón, revelando que llevaba un conjunto blanco de lencería, muy sexy y con sensual encaje, como ropa interior. Luego, se colocó un par de guantes blancos.

—¿Cosas pervertidas? ¿Cómo qué? —pregunté, entre nervioso y confundido.

—La señorita Rocío estaba sentada sobre su miembro viril erecto, mientras que la señorita Fernanda parecía estar penetrando a la otra niña con la cola de juguete que llevaba por… bueno, por la cola. Y hablando de miembros viriles, necesito revisar el suyo. ¿Me permite?

Yo estaba demasiado excitado como para resistirme, o como para no aprovechar la oportunidad de que mi propia madre me hiciera una paja, como ya estaba haciendo, pretendiendo que me lo estaba revisando con una “técnica de frotamiento manual”. Reposé mi cabeza sobre la almohada. Recordé que era mi cumpleaños, y que era probablemente el mejor de mi vida.

—Ohh… ahhh…

—¿Se siente bien, señor Alvez?

—Síiii…

—Me place escuchar eso. Necesitaba saber si tenía alguna herida tras tantas relaciones sexuales que parece haber tenido —me explicó, masturbándome más fuerte con las dos manos enguantadas—. Mi misión primordial siempre ha sido cuidar de ti… Cuidar de usted desde que me lo asignaron, quiero decir.

Sonreí con los ojos cerrados. Un desliz freudiano de mi madre, ¿quién lo diría? Lo hacía muy bien, sus pajas eran muy diestras, deliciosas, y entre toda la lujuria y sensualidad siempre había una cuota de cariño materno que hacía de la experiencia algo único.

—Es muy buena en lo que hace. En revisar, digo. ¿Debe hacer esto con todos sus pacientes?

—Solo con aquellos que requieran una inspección especial en sus miembros viriles. De hecho, ahora necesito comprobar que está sano en tanto los conductos seminales y de orina. ¿Me permite llevarme su falo a mi garganta para revisar más en profundidad?

Sin esperar mi respuesta, se llevó mi polla a la boca y comenzó a chuparla con celeridad. Los ruidos, gemidos y demás sonidos que hacía su lengua y sus labios alrededor de mi miembro eran muy eróticos, me estaban poniendo a mil. Mamá era una amante sin igual, se las ingeniaba para que el sexo incestuoso con ello pareciera lo más natural del mundo, sin complicacines ni drama innecesario. Antes era una mujer tímida, insegura, reservada y sumamente insatisfecha sexualmente. Ahora le había hecho muy bien comenzar a trabajar en aquella oficina, donde se follaba a medio mundo y eso aumentaba su seguridad en sí misma. Creo que yo era un hijo de puta, y honestamente, no siento que me ofenda…

—¿Q-qué le parece, doctora…?

—Hmmmm, mmmmm, sabe bien, los niveles de azúcares parecen normales, sluuuurp —me dijo, dándole una gran sorbida a la cabeza hinchada de mi miembro—. Su líquido pre-seminal tiene el aroma y sabor apropiados para un joven sano de su edad.

—Mmmmm.

—Y siento también rastros de sus líquidos dorados, también muy sanos y con un sabor agradable… mmmm… no me importaría que, en caso de necesitar ir al baño… hmmm… —gimió mamá, lamiendo repetidamente la punta de mi pene—. Ejem, disculpe, no sé qué me ocurrió. El único problema que identifico es que creo que tiene mucho líquido seminal aún acumulado en sus conductos seminales.

—Oh, no… ¿Y qué hago?

Por primera vez, con mi cipote apoyado contra su mejilla, mamá sonrió con una sonrisa cómplice, más allá de su personaje de enfermera/doctora sexy. Su cabello cayó sobre su rostro, y su mirada era casi perversa. Era una perfecta femme-fatale.

—Le ofrezco traerle revistas eróticas, y un tiempo a solas para que satisfaga sus necesidades. Es lo único que puedo hacer para ayudarle. ¿Qué le parece, señor Alvez?

—¿Qué? Pero… ¿no puede ayudarme?

—¿Ayudarle yo misma? ¿Cómo se le ocurre? —me dijo, sin abandonar su gesto de manipuladora y viciosa, que jamás había visto en otra que no fuera mi hermanita. Se subió a la cama y se levantó ligeramente la diminuta minifalda del delantal, mostrándome el chocho de donde yo había salido—. Tenemos instrucciones estrictas en este hospital con respecto a la atención de nuestros pacientes. ¿Puede ver mi conducto vaginal, tan húmedo y rosado? No puedo entregárselo de forma voluntaria, incluso si está en esas condiciones que invitan a la penetración.

—Pero… —Comencé a masturbarme frente a ella, casi desesperado, como cuando era niño y le rogaba por algún juguete—. ¿De verdad no puede ayudarme? ¿No que debe proteger a sus pacientes, nunca hacerles daño, y satisfacer todas sus necesidades?

—Lamentablemente no puedo, señor Alvez, por más que considere que es una oferta tentadora… a menos que se aproveche de mí a la fuerza, y yo me vea incapaz de resistirme.

No necesitaba oír más. Mi madre se había convertido en muy poco tiempo en una calienta-pollas del nivel de mi tía Julia, que llevaba años como una golfa experta. Si esto seguía así, mamá se convertiría en la puta más deseada de la historia.

La tomé de los brazos con mis manos y la arrojé de espaldas a la cama. Por un momento ella sonrió coquetamente, pero luego recuperó la compostura del personaje y me miró con fingido susto y falsa ansiedad.

—¡Señor Alvez! ¿Qué cree que hace?

—Voy a hacerla mía, doc, aunque no lo quiera —le dije, sentándose sobre ella y abriéndole de un tirón el uniforme. Debajo, solo llevaba aquel sexy conjunto de lencería, durante ese momento parecía la guarra más golfa y sensual del universo.

—¡Pero señor Alvez! ¿Acaso quiere aprovecharse de mí? Ohhh… es tan fuerte, no puedo resistirme —dijo ella, fingiendo retorcerse e intentar escapar mientras yo masajeaba fuertemente sus tetas, y me acercaba a mordisquearle el cuello—. ¡Qué horror! Yo que he cuidado de usted, ¿y va a aprovecharse de la pobre de mí? ¿Planea usar mis agujeritos para su satisfacción?

—¿Acaso no quiere que esté tranquilo y satisfecho? Su deber como doctora es atender a sus pacientes en todas las formas que necesiten.

Abrí a mamá de piernas, las hice reposar sobre mis hombros, y apunté mi cipote a la entrada de su chochete, que parecía humear de puro deseo.

—Supongo que sí, dado que usted se está aprovechando de mí y me está usando a la fuerza, no puedo resistirme…

—Así es. Y son mis necesidades, voy a obligarla a que las cumpla al pie de la letra.

—Mi rol como doctora es hacerme cargo de todo lo que necesite… —Comencé a penetrar el coño de mamá, lentamente, disfrutando cada momento, cada centímetro de mi polla deslizándose en su interior, rozando con sus paredes vaginales—. Aaaaahhhhhhh…. Oh, si eso incluye usar mis orificios, y hacer lo que desee conmigo, asumo que es lo correcto. Pero no lo haga tan fuerte mientras usa mi vagina, o le subirá mucho la temperatura.

—¡Y una mierda! —exclamé, introduciendo la mitad que me quedaba de la polla de golpe en su interior. Luego, comencé un mete-saca rapidísimo, brusco, que hiciera evidente que yo estaba en control y estaba forzando mi entrada en ella.

—Ahhhh, ahhhhh, ¡pero señor Alvez! ¡Su pene! ¡¡¡Ahhhh!!! ¡No me haga esto, soy solo una funcionaria de este hospital! Ahhhhhh. ahhhhhh, qué bieeeeeen, digo… ahhhhhhhhhhh —gritó mamá mientras yo bombeaba más y más rápido al fondo de su coño.

—No me importa, usted es mía hasta que esté satisfecho, usaré todo su cuerpo para mi propio placer, ahhhh, ahhhhhh.

—Oh, pero señor Alvez, ¡mmmmmmmm! ¡Su corazón! ¡Tanto placer sexual en mi interior puede hacerle mal! ¡¡¡Ahhhhh!!! ¡¡¡Puede que luego no pueda detenerme y me haga cosas pervertidas imposibles de describir!!!

—De hecho, voy a tomar su palabra, doc… Tomaré ventaja de usted y la usaré como mi baño.

—Ohhhh, pero señor Alvez, eso es inapropiado, mmmmmmmmmmm, y no puedo resistirme a sus demandas, aaaaaaah, no podré evitar que me haga esa clase de guarrerías pervertidaaaas

Saqué mi polla de su interior. Apunté a las tetas y el rostro de mamá, y ella, sumisa, sacó la lengua hacia afuera. Ni en mis más pervertidos sueños imaginé que haría algo como esto con mi propia madre. El líquido dorado salió de la punta y trazó un camino desde sus enormes y redondas tetas, hasta terminar en su lengua, donde mamá aguantaba como una campeona, sin perturbarse por un segundo con lo que le estaba haciendo. Me detuve allí, orinando sobre mi madre, sintiendo que mi verga cobraba más y más fuerzas al ver la escena.

—Ahhh, ahhhhhh, qué caliente está… Asumo que eso es bueno, slurp, sluuurp, que un joven como usted libere muchos líquidos es sano para usted, mmmmm, sluuuuurp, oh, qué rica…

—Qué buena puta es usted, se está bebiendo todo.

—¡No soy una puta! Solo soy una profesional de la salud encargada de bienestar de sus pacientes. ¡Que sienta una ligera excitación erótica con estos líquidos calientes en mi cuerpo, y ese miembro viril tan grueso frente a mí, no tiene nada que ver!

Puse a mi madre de lado y me recosté detrás de ella. Levanté una de sus piernas y volví a penetrarla. Las sensaciones de sus paredes llenas de mucosa vaginal rozando contra las venas de mi pene me excitaban muchísimo, estaba tan caliente que sentí que estallaría. Agarré las tetas de mamá y las masajeé con fuerza, moviendo mi pelvis velozmente mientras mamá se mordía los dedos para no gemir.

—Ohhh… mmmmmmm, mmmmmmm

—¿Se siente bien, puta?

—S-sí… pero no entiendo, usted se está aprovechando de mí, ¿por qué se siente tan bien?

—Porque usted es una salida viciosa, doc, y me desea tanto como yo a usted.

—Si así son las cosas, no podré evitar que mis pacientes se aprovechen de mis agujeros cada vez que les limpie las pollas o me miren por debajo de la falda… ¿Qué voy a hacer? ¿Convertirme en un contenedor de fluidos corporales para ellos? Ahhhh, ahhhh, ¿en una esclava sexual que hace todo lo que necesiten? Ahhhh, ahhhhhhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhh.

Mamá se lamió unos dedos libidinosamente, y llevó la mano hacia atrás, entre mi vientre y su cuerpo. Con dos dedos, comenzó a penetrar su propio ojete, lubricándolo para lo que se venía.

—¿Y esto? ¿Quiere que le use el ano, enfermera golfa?

—¡Claro que no! Pero, ahhhhh, ahhh, me parece que le haría bien su utilizara mi otro agujero, mmmm, ahhhhh, pues es más estrecho y le ayudará a liberar más tensiones, señor Alvez. Venga, póngame la inyección que solo usted puede colocar…

Acosté bruscamentee a mamá de estómago y me recosté encima de ella. Enterré mi cipote en su agujero trasero lubricado, y ella gimió tan fuerte de placer que pareció despertar a todo el hospital. De hecho, solo en ese momento escuché que golpeaban en la puerta de la sala, los doctores que estaban afuera. Desconocía que había hecho mi mamá para conseguir una fantasía tan realista, pero parecía que no duraría mucho.

De todos modos, decidí disfrutar del momento. Me hice paso con mi verga entre las entrañas de mamá, penetrándola fuerte y rítmicamente, mientras yo lamía el lóbulo de su oreja y ella se retorcía de placer entre gritos y gemidos.

—Ohhhhh, señor Alveeeeeeeeeeeeez, hágame suya, ¡no me puedo resistir a su saludable pene!

—¡Toma, toma, toma puta! ¡Recibe mi verga hasta el fondo de tu recto! ¿Te gusta la inyección?

—Síiiii, creo que me está ayudando también, aaaaaaaaahhhhhhhhhhh, es lo mejor para la salud corporal, aaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh, ¡lo siento en el fondo de mis entrañas! Mmmmm, ¿señor Alvez? Si quiere puede beber de mis jugos vaginales ahora que el orificio está libre, le ayudará aahhhhhhhh, a mejorar sus defensas.

Sabían deliciosos. Mientras penetraba el ano de mamá, hacía lo propio con mis dedos en su coño y recogía los abundantes fluidos que salían de allí, para llevármelos a la boca. Eran un verdadero néctar, estaba delirando solo con su sabor.

Golpearon con fuerza la puerta, y algo gritaban de echarla a abajo, que estábamos haciendo cosas “indebidas”. Qué tontos, pensé. Era simplemente una doctora haciéndose cargo de las necesidades de su paciente.

Como respuesta, estampé a mamá contra la puerta, la puse en cuatro patas, y continué dándole por culo con más y más fuerza, acelerando mi velocidad hasta el punto del clímax máximo. Veía las tetas de mamá botar como locas con mis embestidas, y entre sus piernas temblorosas caían litros y litros de corridas vaginales al suelo antes pulcro de la sala de hospital.

—Sexo… seeexooooo, aaahhhhhh, ¡qué buen sexoooooo!

—Voy a acabar, doc, ahhhh, voy a liberar toda mi tensión.

—Ohhhh, mi deber es ayudarle con sus fluidos, señor Alveeez, aaaaah, dígame, ¿dónde le apetece depositar sus jugos carnales? ¿Dónde prefiere arrojar su líquido seminal? ¿En un tarro de basura? ¿En un vaso de agua?

—¡En sus tetas, doc!

—¿Mis voluptuosos pechos? Pero señor Alvez, yo tengo que volver a trabajar, y no puedo ir con ese blanco, espeso y delicioso fluido de pene en mis gigantescos senos.

—No le estoy dando a elegir, doc, aahahhhh, ugggghhhhh, estoy muy cerca…

—Está bien, no diga más. Use mi cuerpo para gozar su orgasmo, señor Alvez, utilice mis senos como receptores de su semen. ¡Venga, adelante!

Mamá se puso de rodillas y se tomó las tetas por debajo, aún húmedas con la lluvia dorada de antes. En el mismo lugar arrojé mi lefa, y ella hizo todo lo posible para que ninguna gota se perdiera, y que todo cayera sobre su pecho, aunque una abundante cantidad cayó también en su uniforme rentado (o robado, yo qué sé).

—Ahhh, ahhh, ahh… ¿y ahora?

—Vaya a casa, señor, le estoy dando de alta —dijo mamá, tomando algo del bolsillo de su delantal, y llevándoselo a la boca.

—Pero… ¿y los de afuera?

—Yo los distraigo. Solo bastará con que use mis atributos para calmar sus penes y sus vaginas, no será problema. —Por primera vez mamá relajó los hombros, saliendo del personaje me guiñó un ojo, me sonrió entre maternal y pícaramente, y me besó efusivamente. Noté que dejó caer en mi garganta algo que ella había tenido antes, lo que había sacado del delantal—. Tu segunda dosis para preparate para lo que te espera en casa, hijo querido. Tengo muchas energías, pero espero que tú estés listo para tus seis putitas, cielo. ¡Vamos, corre!

Con el pecho cubierto de fluidos, mamá se puso de pie, abrió la puerta de la sala de hospital, y un montón de gente entró. Todos se quedaron embobados mirando el cuerpo de mamá, lo que permitió escabullirme con cierta facilidad gracias a su distracción.

Tomé un bus. Llegué a casa sin saber qué ocurriría. Abrí la puerta. Mi hermana mayor me esperaba, ruborizada y con el plumero en la mano.

—Bienvenido de vuelta, amo. ¿Qué le apetece usar de mi cuerpo esta vez, mientras esperamos a las demás invitadas? Estoy completamente a su merced, amo… L-la verdad… —Francisca empezó a rozar sus muslos unos contra los otros, se le subieron aún más colores al rostro—. La verdad es que necesito que me use, amo. ¡Por favor, hágame el amor!

Continuará..